Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash), si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capítulo 21. Ocaso y Alba
- ¡ESPERA!
Jarlaxle dio un bote del susto, había estado tan concentrado que ni se había percatado de la presencia del hombre que había salido de la nada a su derecha. Era oriundo de la zona, llevaba la cabeza afeitada, inclidas las cejas, y vestía un hábito sacerdotal.
Jarlaxle le apuntó inmediatamente con la ballesta.
- Tienes un segundo para explicarte.
- No hay que matar al portador, no funcionará.
Suficiente, nada mas de lo que el sacerdote hubiese dicho le habría salvado la vida, pero la proclamación del desconocido hizo que Jarlaxle estuviese a punto de abrazarlo y cubrirlo de besos.
- ¿Qué hay que hacer¿Cómo lo paramos?
Amenoth tomo aire, sabía que su unica posibilidad de sobrevivir era ponerse de parte de sus anteriores enemigos, los drows y el portador, para detener a Arma.
Y Seth le había dicho como.
No, su anterior deidad no estaba contenta con él, eso estaba claro, pero deseaba detener a Arma, némesis de todos los dioses, antes que castigar a Amenoth. Ya habría tiempo de preocuparse si conseguían ver un día despues de este.
- Encerrar a Artema, igual que se hizo con Omega... hay un conjuro, me ha sido revelado.
- ¡Y Artemis¡Qué será de Artemis?
El clerigo se mostró claramente confuso y despues molesto.
- ¡Eso no importa!.- Le replicó.- ¡Si no lo encerramos moriremos todos!
Jarlaxle masculló una maldición... no había opción, aquello era lo mejor que tenían.
- ¿Pues a que esperas¡Hazlo!
Amenoth tragó saliva con dificultad.
- Hay un... un problema...
Drizzt se abrazó con fuerza al cuello de Artemis, consciente de que le quedaba muy poco tiempo de vida, en el momento en que Artemis se viese sobrepasado por la voluntad de Arma, él moriría. Sentía los jadeos de su amante mientras este ponía todo su empeño en mantener el control sobre sus acciones y las de Arma.
- Artemis, te amo.
Entreri sintió un gañido de angustia en su garganta. Le dolía todo el cuerpo, pero no era nada comparado con la desesperanza y el dolor anidados en su pecho. Ahora que tenía todo, todo aquello que jamas había tenido, amistad, amor... todo lo que, había descubierto, de verdad importaba. Iba a perderlo.
- Drizzt...- Musitó entredientes.- Yo... tambien a... ti.
Sintió un tirón... fisico y mental, Arma luchaba por recuperar el control con violencia, sin duda enfurecida por su perdida de soberanía. Su poder le estaba dañando, violaba sus pensamientos y trataba de consumirle.
El dolor le atravesó.
Jarlaxle se preguntó porque no estaba huyendo en dirección contraria, por qué no estaba escapando a la infraoscuridad, por qué no dejaba aquello a la divina providencia y ponía a salvo su amadísimo pellejo. Luego recordó que Entreri y Drizzt eran sus amigos, no podía abandonarlos, mucho menos despues de haber pensado seriamente en matarlos... cielos, si se enteraban de eso algun día le darían una buena paliza.
En fin, había que resignarse a jugarse el cuello.
En contra de todo su instinto de conservación, corrió hacia Arma, Artemis y Drizzt. En sus manos llevaba el colgante que le había entregado Amenoth, sería el catalizador del conjuro, tenía que ponerselo a Artema en el cuello, y solo tenía una oportunidad antes de que Arma recuperase el control y volviese a atacar.
Apenas acababa de llegar junto a ellos cuando vio a Artemis desmayarse y los ojos de Artema brillar con un mortal brillo rojo.
Demasiado tarde... quizá no.
- ¡DRIZZT¡Ponle esto a Arma¡Rápido!
El vigilante le miró sorprendido y Jarlaxle temió que dejase caer el colgante.
Pero una vez mas, los brazaletes de velocidad que poseía Drizzt hicieron bien su trabajo, su brazó se extendió en un segundo y agarró al vuelo la fina banda de metal. En el mismo movimiento soltó el colgante sobre la cabeza de Arma, quedando colgado de uno de sus extraños cuernos.
Amenoth sintió el poder divino fluyendo a traves de él, era maravilloso, nunca había sentido con tanta intensidad el poder que poseían las deidades, ni siquiera Arma podía asemejarse a aquello. El poder provenía directamente de los canales divinos y se transmitía al colgante que le había entregado Seth en su visión durante su rezo.
Acabaría con Arma, la encerraría y despues podría reorganizar la secta a Seth, no cabía duda de que aquella victoria le reconciliaría con su deidad y era probable que incluso le convirtiese en un enviado para la iglesia, despues de todo algo debía significar el hecho de que le hubiese hablado directamente y le hubiese hecho entrega del antiguo colgante mulhorandino.
Cuando finalizó el último cántico comprendió su error. Sintió su cuerpo arder, no podía articular palabra pues su garganta ardía y unos temblores antinaturales le recorrían.
Antes de morir oyó la risa sardónica del mismísimo Seth. Un conjuro tan poderoso requería un sacrificio humano... ese era su castigo, era el sacrificio de su propio conjuro.
Seth tenía un sentido del humor enfermizo.
La tierra se abrió... no, no exactamente, el tejido mismo de la realidad se estaba abriendo, sonaba como ropa desgarrada. Drizzt se agarró al torso de la criatura para no separarse de Artemis mientras la enorme bestia se tambaleaba sobre un inestable terreno que se ondulaba y contorsionaba de forma extraña y perturbadora.
El sonido intenso de succión empezó y Drizzt comprendió que Arma Artema estaba siendo encerrada, al igual que lo había sido Arma Omega. ¡Con ambas en prisión ninguna podría liberar a la otra!
Pero... Artemis estaba encerrado en el cuerpo de Arma... ¡sería encerrado también!
- ¡NO!
Se abrazó al cuello del inconsciente Artemis, de ningun modo le permitiría marchar, no sin luchar. Y desde luego que pensaba luchar.
Arma rugió, rugió con furia, con odio, ira y desesperación. Artema y Omega sufrían al unísono. Su ansia de libertad se enfrentaba a un muro de rechazo, al poder que ataba a Omega y pronto ataría a Artema.
Se acababa todo, todas sus esperanzas se desvanecían como agua evaporada frente a un sediento. Habían visto la luz solo para que les fuera arrebatada.
Artema arañó, chilló y gritó... y se hundió en una oscuridad que ninguna mente cabía imaginar, y supo que su prisión en el alma de Artemis Entreri no era nada comparado con la no-vida que le aguardaba.
Omega guardó silencio mientras se sumía en el abismo profundo del que casi había escapado, y mientras regresaba a la nada mas oscura... lloró.
Artemis podía sentir el dolor, pero esta vez no era suyo... no¡era el dolor de Arma! Poco a poco sus sentidos volvieron a ser suyos, empezó a separar sus emociones de las de Artema, sus sentidos y pensamientos independientes. Las manos que desesperadamente tiraban de sus hombros mientras los gritos de Arma le ensordecían.
- ¡Quédate conmigo, Artemis¡Quédate!
Drizzt, era Drizzt, aun no era demasiado tarde para ambos. Si Artema sufría algo bueno debía haber ocurrido, aun había esperanza. Tenía que moverse, debía moverse.
Seguir la voz de Drizzt, lo había hecho antes, podía volver a hacerlo.
- ¡DRIZZT!
El vigilante cayó hacia atrás por el impulso cuando Artemis se precipitó sobre él en el momento en que la sujección de Arma se debilitó, solo Arma era succionada al vórtice, nada mas, ni siquiera Artemis, era afectado por ello.
Jarlaxle tambien estaba allí, mas bien debajo de Drizzt, pues al tiempo que este tiraba de Artemis, había tirado de él.
En unos instantes la brecha se cerró, tragándose al enorme ente y levantando un intenso vendabal que les envió volando unos metros atrás hasta desvanecerse y dejar una perfecta calma tras él.
Drizzt se incorporó mareado y buscó a Artemis, estaba junto a él, tendido en el suelo, desnudo y desmayado, respirando con normalidad pero claramente exhausto. Jarlaxle estaba escupiendo arena y alisándose los pantalones con aire indignado.
El vigilante miró hacia atrás, de Arma nada quedaba, nadie hubiese dicho que el mundo había estado a unos segundos de ser invadido por una terrible entidad destructora de dioses.
- La ultima vez que dejo que Entreri decida el rumbo a seguir, lo juro.- Masculló Jarlaxle.
Drizzt no pudo hacer otra cosa que reirse.
Y así termina...
Artemis miró con enojo la cuchara de sopa y despues a su torturador.
- Puedo cogerla yo solo.
- Si, puedes, y tambien puedes tirar el cuenco y llenar la cama de sopa.
El humano masculló un improperio y finalmente abrió la boca para permitir a Drizzt que le alimentara, el drow sonrió y empezó a alimentarle con la satisfacción de una madre.
- Tienes que recuperar fuerzas poco a poco.
Con ayuda de los Bedin habían llegado a lo mas parecido que tenían estos a un asentamiento permanente. Artemis había estado desvalido, sus fuerzas drenadas por todo lo ocurrido y por el súbito cambio en su interior al faltar Arma Artema. Ahora era libre, nunca se había sentido tan... eufórico.
- ¿Y esa sonrisa?
Artemis miró a Drizzt, su mirada iluminada, todas la preocupaciones desvanecidas... los labios llenos pidiendo a gritos que alguien los cubriese con los suyos.
- Deja la sopa... estas para comerte.
Drizzt se ruborizó pero le respondió con una sonrisa tan lasciva como la de Entreri.
- Me encantaría servirte ese plato pero no estas en condiciones. Mas adelante quizá.
Y para sorpresa de Drizzt, Artemis hizo pucheros juguetonamente... humano cruel, que rápido había apartado de sí sus barreras emocionales para jugar con él a su nivel, no cabía duda de que Arma Artema había jugado algún papel quitando a Artemis gran parte de las pequeñas alegrias de vivir.
- Unos mimitos quizá.
- No me lo puedo creer¿el gran Artemis Entreri pidiendo mimos?.- Se burló Drizzt.
Artemis apartó la manta y se relajó como un gato, mostrando una estampa desnuda tan poderosamente sexual que Drizzt tuvo una inmediata estrechez en los pantalones.
- Solo pido mimos, Drizzt... ¿me los vas a negar?
- Si sigues usando ese tono de voz te encontraras con algo mas que mimos.
El humano se relamió y se acarició el pectoral con movimiento lentos y sinuosos que Drizzt siguió con la mirada con desesperación.
- Aun estas debil...- Dijo con mas bien poca convicción.
- Tú cuidarás de mi.- Replicó Artemis con la voz grave de deseo mientras se acariciaba el ombligo y descendía en círculos.
Drizzt se quitó la ropa a tirones y se colocó sobre Artemis, besándole con lentitud y delicia.
- Eres imposible, Artemis, no sé como voy a cuidar de ti, lo pones muy dificil.
- Ya aprenderás.- Contestó Artemis con un gemido.
Si, y tenía mucho tiempo para aprender.
Nota de la autora: Sospecho que mi fanfic ha perdido mucho en el final... He tardado mucho en actualizar por un monton de razones, y una de ellas era este motivo, es dificil hacer un final cuando la saga es demasiado larga y complicada. Pero de todo se aprende, mejor que haga fanfics mas cortos con mejor calidad. Si hago un fanfic demasiado largo... al final me aburro y es inevitable que me salga con poca sustancia, o por lo menos es mi impresión.
Hasta el próximo fanfic. Gracias por todos los reviews! A ver si mi proximo fanfic es mejor que los demas, es probable que vuelva a usar el género de humor, que me resulto muy divertido de escribir y recibió muchos elogios. Gracias a todos nuevamente.
