Preludio

Año 400 de la Cuarta Edad, solsticio de invierno. La nieve cubre los campos de Eriador. Al norte de la prospera Tharbad, remontando el río Fontegris, en una aldea cualquiera está a punto de suceder algo que cambiará la vida de sus habitantes...

- ¡Tú eres el que ha debido enojar a los dioses! -.

- ¡No te consiento que me levantes la voz, mujer! -.

La mujer agarró la sartén y amenazó con ella a su esposo.

- El día que se te ocurra ponerme la mano encima te dejaré la cara como las tortas que hacía mi madre, ¿entendido Borvar? -.

- Tienes un genio de mil demonios Fany – renegó él, pero bajó la voz y se sentó en la mesa donde la cena se enfriaba.

Fany sonrió satisfecha e imitó a su marido. Era la misma discusión que tenían desde hacía dos años, el tiempo que llevaban casados y el mismo que había transcurrido sin que tuviesen descendencia.

- Siento haberte chillado, es que me sacas de quicio cada vez que hablas de lo de tener críos – se disculpó la mujer; no le gustaba ver a su adorado Borvar enfadado, estado de ánimo que le hacía parecerse a un gran oso negro de las montañas – Yo también quiero niños -.

- Lo sé, no dejo de preguntarme por qué no los tenemos, no hemos hecho nada malo para que los dioses nos castiguen de esta manera – jugueteó con el estofado del plato – Tengo un trabajo honrado y no molesto a nadie, sin embargo empiezo a ver como nuestros vecinos nos echan miradas raras, creo que piensan que estamos malditos o algo así -.

- La gente es supersticiosa, no les hagas caso -.

- No tengo hambre, me voy a dormir; mañana saldré temprano con Grodnir y Adlod a revisar las trampas -.

Fany recogió la mesa con triste parsimonia. Al contrario que su esposo ella no tenía ganas de dormir, sabía que no conciliaría el sueño debido a la preocupación. A pesar del frío y la intempestiva hora, decidió salir a dar un corto paseo, quizás eso la ayudase a despejarse.

Cogió su gruesa capa de pieles y cubrió su rizado cabello rubio con la capucha, también cambió sus zapatillas por unas botas.

No quedaba rastro de la tormenta que había estallado esa tarde. La luna jugaba al escondite entre las oscuras nubes y arrancaba destellos a la nieve virgen. Las pisadas de Fany eran el único sonido en la noche; avanzó hasta salir de la aldea y se encaminó al río.

Los árboles, perdidas sus hojas, se inclinaban sobre las aguas como siniestros esqueletos de madera. El pequeño bosque resultaba de lo más amenazador, parecía mentira que allí fuera donde recogía moras en verano.

La mujer levantó la mirada, al cielo.

- Oh, sagrados y poderosos dioses, os ruego que me concedáis el único deseo de mi corazón, dadme un hijo al que pueda amar -.

Un brusco golpe de viento se llevó sus palabras. Cuando volvió a mirar al río, sobresaltada, descubrió una alta figura vestida de blanco.

- Saludos Fany -.

- ¿Quién sois?, ¿cómo sabéis mi nombre? – preguntó ella, intrigada por la dulce voz del desconocido.

- Eso carece de importancia, estoy aquí porque tu ruego ha sido escuchado -.

- No entiendo -.

El encapuchado señaló un punto a la derecha de la mujer, allí, sobre la nieve, un bebé se removía. Fany se apresuró a cogerlo. Sorprendida, constató que la temperatura de la criatura era normal aunque estaba completamente desnudo, sólo portaba un medallón dorado con un ave rapaz grabada.

- A partir de hoy ese niño es tuyo, su nombre es Fiondil -.

- Pero ¿y sus padres? – objetó Fany - ¿Acaso no tiene? -.

- Tiene padres y familia, sin embargo han emprendido un viaje demasiado arriesgado para el pequeño y el destino tiene otros planes para él – explicó el extraño – Antes de irme he de presentarte a alguien más -.

Extendió el brazo y un halcón se posó dócilmente en él, era una magnifica ave digna de un rey.

- Este es Halatir, será el protector del niño; no has de preocuparte por el halcón, él se procurará sustento y realizará su labor sin interferir en vuestra vida -.

- ¡Espera!, no creo que sea la madre más apropiada para este niño – dijo Fany – Por lo que he visto hasta ahora parece proceder de una noble familia, yo y mi esposo somos pastores, no creo que... -.

- Fany, serás una madre excelente y Borvar querrá al bebé como si fuese hijo suyo – en la voz se atisbaba una sonrisa.

- ¿Y qué le diré a Fiondil cuando crezca?, ¿un extraño vestido de blanco te entregó en la noche del solsticio de invierno? -.

- Tú has de decidir qué debe saber, eres su madre -.

- Sois un caballero muy irritante – gruñó la mujer – Si no vais a mostrar vuestra cara al menos decidme vuestro nombre, aunque sea un apodo -.

- No es conveniente que os revele ni lo uno ni lo otro, quizás algún día se muestre propicio para ello -.

El desconocido realizó una artística reverencia y dio media vuelta.

- Adiós caballero, y gracias – gritó Fany – Espero volver a veros -.

- Namarië Fany, nai Eru varyuva le -.

La túnica blanca desapareció entre los árboles del bosque. Fiondil se echó a llorar.

N. de A.: Paciencia con esta historia porque le presto más atención a la de Galadriel y subiré los capítulos de pascuas a brevas, pero vi el otro día una cosa, me vino la inspiración y no pude evitar empezar a escribir este fic. Espero que os guste.