Problemas y aventuras

Los primeros días tras la llegada de los foráneos fueron tranquilos. Fion tenía que ayudar constantemente a sus padres y no se alejaba lo suficiente como para que el grupo de Teir pudiese pillarle a solas.

Thurek, a petición de su hija, echó una mano a la familia de Fion. Su habilidad con el hacha y la madera aceleró la construcción de la modesta casa y el cerco para las ovejas. Durante el trabajo Thurek y Borvar se hicieron grandes amigos, los dos eran enormes, les encantaba la buena cerveza y salir a los caminos para explorar; descubrieron que ambos, en su juventud, habían sido viajeros empedernidos.

- Sí, le he prometido a mi hija que la llevaré un día de estos a Annúminas, quiere ver la gran Biblioteca – explicaba Thurek en uno de los descansos para comer.

- ¿Sabes leer? – se sorprendió Fion.

- Sí – asintió Rian, orgullosa – Me gustaban tanto las historias de mi padre que él me dijo que encontraría más en los libros, así que le pedí al padre de Trandara que me enseñara a leer -.

- Eres una auténtica caja de sorpresas -.

Terminaron de comer y los padres dieron a sus hijos la tarde libre.

La aldea se levantaba en el camino que llevaba desde Tharbad a Bree, junto al río Baranduin y justo en los lindes de Bosque Viejo, un lugar que ponía los pelos de punta a más de uno. Rian guió a Fion camino del bosque, quería enseñarle el rincón secreto que habían encontrado ella y sus amigos, allí Teir y los otros niños no les molestaban.

- Las historias dicen que en este lugar habitan fantasmas y espíritus y que puedes verlos en las noches de verano – decía Rian, mientras paseaban bajo los árboles – Son cuentos para asustar a los niños y que no nos metamos en el bosque y... ¿Fion? -.

El muchacho se había detenido. Tenía una mano posada sobre un viejo roble y los ojos cerrados, tan inmóvil estaba que parecía haber dejado de respirar.

- ¿Fion?, ¿qué haces? -.

- ¿Eh? – parpadeó y sonrió a su amiga - ¿Decías? -.

- Te has quedado ahí plantado, flotando en las nubes como siempre, ¿qué intentabas? -.

- Nada -.

- A los otros puedes engañarles pero no a mí – Rian le golpeó el pecho con un dedo, amenazante – Ya estabas haciendo una de esas cosas tan raras, explícamela -.

- No hacía nada, en serio – Fion levantó las manos, apurado.

- Mentiroso, ¿qué era?, ¿intentabas hablar con el árbol igual que haces con tu halcón? -.

- Yo no... -.

- Hablas con Halatir y él te contesta, no es como los otros animales, habla contigo como si fuera humano, lo sé – afirmó sin dejarle espacio para maniobrar - ¿Qué le hacías al árbol? -.

Él la miró sorprendido. Esa niña era la perspicacia personificada, tendría que tener más cuidado o empezaría a descubrir demasiadas cosas, las mismas que le pondrían en peligro a él y su familia.

- Vamos, explícamelo, no se lo diré a nadie – insistió Rian – Te lo juro, y yo no rompo una promesa -.

- No hablaba con el árbol – comenzó el rubio muchacho – Era un pequeño experimento, quería saber si esas historias de fantasmas tenían algo de verdad -.

- ¿Y? – preguntó ella.

- ¿Y, qué? -.

- ¿Hay fantasmas? -.

Fion se echó a reír y Rian pensó que su risa era un sonido muy agradable, como el tañir de una campana, profunda y vibrante, quizás un poco desafinada por el hecho de que aún era un adolescente.

- No, no hay fantasmas de esos con sábanas y cadenas – levantó su pálido rostro hacia el cielo oculto por las ramas y hojas – Pero este bosque es distinto a otros, siento un poder muy antiguo que vive en lo más profundo, en su corazón -.

- ¿Sientes?, ¿cómo es eso?, ¿tienes poderes mágicos? -.

- No es magia, a ver como te lo explico – permaneció pensativo unos minutos – Se parece al sexto sentido de los animales, ellos ven el mundo de manera distinta, a mí me sucede algo parecido, puedo ver y sentir cosas que la gente normal no puede -.

- Que envidia, a mí también me gustaría tener ese sexto sentido – confesó Rian.

Su compañero volvió a sorprenderse. Normalmente otras personas se negaban a entenderle, tachaban sus habilidades como brujería y le insultaban; Rian no, ella lo aceptaba tal cual era, incluso le gustaban sus rarezas.

- Mira, allí está -.

La niña le cogió de la mano y le llevó a un muro de piedra. Apartó algunos matorrales y dejó al descubierto una oquedad, tendrían que pasar a gatas. Fion siguió a su amiga por el estrecho pasaje, apenas tres metros les separaban de la salida.

El rincón secreto era un pequeño claro en medio de la acumulación de piedras y árboles. Se encontraban allí los amigos de Rian, a excepción de Raf que se había entretenido con la comida como de costumbre, y estaban jugando a las tabas.

- Hola chicos, ¿os apuntáis? – saludó Malvin.

- Kervo está en racha – advirtió Trandara.

- Jugaremos – dijo Rian antes que Fion pudiera negarse.

- Apostemos algo – sugirió Kervo y miró al atractivo extranjero - ¿O eres "una" cobardica? -.

- No te metas con él – le defendió Rian – Si quieres apostar pues vale -.

- El que pierda tendrá que insultar a toda la pandilla de Teir -.

Trandara y Malvin se retiraron, ellos no estaban dispuestos a arriesgar el cuello.

- Yo tampoco juego, he evitado a Teir y no tengo ganas de llamar su atención – dijo Fion – Aunque me llames "cobarde" o "niña" no me convencerás, he sufrido peores insultos y humillaciones -.

- Pues yo sí juego – afirmó Rian.

- ¿Qué? – corearon todos menos Kervo.

- Lo imaginaba – sonrió el sobrino del alcalde – A una sola partida, ¿vale? -.

- Vale -.

Los dos adversarios cogieron las tabas y comenzaron a arrojarlas. Ambos eran muy hábiles y parecía que acabarían en empate, sin embargo un último y pésimo lanzamiento de Rian le dio la victoria a su compañero.

- No lo hagas, es una locura -.

La chiquilla abandonó el refugio para cumplir lo pactado, Fion, Malvin y Trandara fueron tras ella para intentar detenerla. Kervo les acompañó como mero observador.

- Si te pilla te molerá a palos – alegó Malvin – Te dejará peor que un felpudo -.

- Tú lo has dicho, si me pilla, soy demasiado rápida para cualquiera de sus amigotes -.

- ¡Maldita cabezota! – masculló Trandara.

- No cederá – suspiró Fion – Malvin, Trandara, id a buscar a Thurek, yo intentaré retenerla -.

- Demasiado tarde – gimoteó Malvin.

Rian había localizado a su objetivo. Teir y su pandilla estaban en la plaza jugando con una pelota, al ver a su enemiga declarada se detuvieron.

- Hola chicos -.

- Rian, ¿quieres jugar? – la expresión de Teir dejaba bien claro sus intenciones, aplastar a la irritante niña.

- Lo siento, mi madre me prohíbe jugar con animales -.

Y ahí comenzó una andanada de creativos y punzantes insultos que acabó en un magnifico crescendo. Los chavales rugieron y salieron corriendo en pos de la muchacha, ella sonrió mientras les dejaba atrás.

La persecución empezó a prolongarse más de lo que Rian creyó posible, ella era más rápida pero los chicos tenían un mayor aguante. Exhausta, se detuvo cerca del camino que pasaba junto a la aldea y les plantó cara.

- Ahora veremos si eres tan valiente – los nudillos de Teir crujieron.

- Yo lo soy, no como vosotros que os tenéis que juntar diez para pegar a una chica – replicó Rian despectiva aunque por dentro estaba aterrada.

- Te voy a dar una tunda -.

Teir avanzó y lanzó un puñetazo. Rian lo esquivó con dificultad y quedó indefensa frente a la patada que llegó a continuación; se dobló por el dolor. Una zancadilla y cayó al suelo.

- Sólo eres otra estúpida y debilucha cría – escupió Teir.

El orgullo la hizo levantarse de nuevo y la ira la llevó a atacar al satisfecho muchacho. Sorprendido, Teir no pudo hacer nada, las uñas de Rian le despellejaron la cara y una certera patada le acertó en el punto más delicado para un chico.

- ¡Repite que soy débil si te atreves Teir! – gritó enojada y asustada a un tiempo.

Teir, dolorido, clavó en ella unos ojos inyectados en sangre. Rian palideció, acababa de comprender en qué se había metido.

A una orden del chico, los otros la emprendieron a golpes con ella. Patadas y puñetazos llovieron sobre su cuerpo, en un momento dado cayó al suelo y se hizo un ovillo para protegerse. Sintió como la levantaban y la llevaban en volandas, se debatió sin éxito.

El trayecto acabó junto al río. El grito de Rian se perdió bajo el agua. Salió a la superficie con una exclamación ahogada, el agua estaba helada aún siendo verano. La corriente la habría arrastrado si su ropa no se hubiese enganchado en un tronco atrapado entre unas piedras. Miró furiosa a los chicos que reían a carcajadas.

- No pongas esa cara Rian, cuando consigas soltarte el agua te llevará hasta las pozas, apenas tardarás unas cuatro o cinco horas en volver andando -.

Los muchachos se dieron por satisfechos y se marcharon.

- ¿Contenta? -.

Rian dejó de intentar liberarse para mirar a Fion.

- Déjame en paz -.

- Dada tu situación podrías ser más amable -.

La chiquilla soltó una sarta de juramentos, algunos realmente escandalosos. Fion se encogió de hombros y entró despacio en el río, Rian sólo estaba a unos tres metros de la orilla, con un poco de suerte la sacaría sin mayores problemas.

- Eres un idiota -.

- Es posible, pero prefiero ahorrarte problemas con tu madre -.

Fion emitió una exclamación cuando el agua pasó de cubrirle de las rodillas al cuello. En un par de brazadas alcanzó el tronco donde estaba enredada su amiga.

- ¿Y ahora, listillo? -.

Él no llegó a contestar. Con un brusco chasquido la madera cedió y dejó a victima y rescatador a merced de la corriente.

- ¡Idiota, idiota, idiota...! -.

- Ya vale, ¿no? -.

Rian gruñó algo y siguió escurriendo su pelo. Ella y Fion habían acabado en las pozas después de un vertiginoso descenso por el río, ya era la tercera vez que Teir y compañía le hacían esta trastada.

- Será mejor que nos pongamos en marcha, quiero llegar a casa antes que anochezca -.

- Yo tengo que llegar antes, mi padre me necesitaba para ayudarle con el rebaño -.

- Haberlo pensado antes de hacerte el héroe -.

Ahora el que estaba molesto era Fion. Encima que había intentado ayudarla ella sólo protestaba y, por si eso no fuera poco, descubrió a Halatir posado en un árbol reprendiéndole con la mirada.

- No me pongas esa cara – le dijo al ave en ese idioma que tanto gustaba a Rian y que él no sabía como lo había aprendido.

- Dejaré de poner esta cara cuando tú dejes de hacer estupideces, no haces más que llamar la atención jovencito – el halcón ahuecó su plumaje – Y te recomendaría que no hablases conmigo cuando la muchachita está delante, ya ha visto y oído demasiado -.

Fion sintió una palmada en la espalda. Rian le sonrió y le habló a Halatir.

- ¿Qué, echándole la bronca?, yo ni me molestaría, es demasiado tonto como para hacer caso de las advertencias -.

Muchacho y halcón miraron estupefactos a la niña que estaba descuadrándoles absolutamente todos los moldes.

- Cierra la boca, y tú el pico, o se os va a colar alguna mosca -.

Dichas las últimas palabras Rian echó a andar remontando el río, dejando un rastro de agua a su paso.

- Es distinta a los demás -.

- Sigue siendo un peligro para ti, no sabes a quién podría contarle que eres capaz de hablar con los pájaros -.

- Exagerado – replicó Fion, quitándose la chaqueta que empezaba a quedarse tiesa – Mi madre me va a matar -.

- ¡Fion!, ¿¡vienes o qué!? – gritó Rian.

El chico salió corriendo hasta alcanzar a su amiga.

- Esa chaqueta tiene mala pinta -.

- Lo sé, el ante y el agua no se llevan bien – asintió él con expresión resignada – Me temo que no vas a ser la única castigada -.

- ¿Pero a ti te han castigado alguna vez? –. Rian enarcó una ceja.

- Claro, como a todo el mundo, ¿por qué te resulta tan extraño? -.

- Porque eres demasiado bueno como para portarte mal – rió ella – Cuéntame alguna de tus trastadas -.

- Bueno... recuerdo un día que mi madre estaba tiñendo unas telas para hacerse un vestido, yo tenía seis años y me gustó ver agua de color azul; lo siguiente que recuerdo es estar metido en un barreño lleno de jabón y mi madre frotándome a lo bestia para quitarme el color azul del cuerpo, estuve varios días que parecía una especie de aparición de ultratumba -.

- Eso no es nada, yo de pequeña sentía cierta fascinación por el fuego y para divertirme cogí una de las ramitas de la chimenea y me la llevé al granero; mis padres no sabían si matarme o dar gracias porque no me sucedió a mí nada -.

- ¿Y el cobertizo? -.

- Digamos que hay trozos de carbón que tienen mejor aspecto -.

- Eres un peligro público – rió Fion – Me rindo, es imposible superarte -.

Siguieron andando y charlando animadamente de su infancia. De pronto, Rian se detuvo y le señaló a su amigo un punto a su derecha. Un caballo pacía tranquilamente junto a unos árboles, era de un hermoso color gris claro con las crines oscuras.

- Es el potro que se le escapó a Coweric la semana pasada -.

Fion miró la posición del sol, no llegarían a casa antes de anochecer y mucho menos teniendo Rian el tobillo lastimado. La muchacha había andado soportando estoicamente el dolor del esguince y él no hizo ningún comentario, sabía que lo único que conseguiría es herir el orgullo de su amiga.

- Tengo una idea para volver antes al pueblo -.

- ¿Idea? – interrogó Rian - ¿No pretenderás hacer lo que estoy pensando? -.

- Posiblemente -.

- ¡Ni hablar! -.

Ignorando al iracundo halcón que planeaba sobre su cabeza, Fion miró muy serio a Rian.

- Tienes que hacerme una promesa -.

- ¿Promesa?, ¿cuál?, ¿por qué? -.

Él esbozó una sonrisa.

- Hasta ahora no parece que te molesten mis rarezas, dices que hablo con los pájaros y los árboles, ¿te resultaría un problema se hablo con ese caballo y le pido que nos lleve a casa? -.

- ¿¡Bromeas!? -.

- No, pero habrás de prometerme solemnemente que jamás a nadie le contarás las cosas extrañas que hago – una luz de preocupación, recuerdo de un aciago pasado, se encendió en sus ojos azules – Si se lo cuentas a alguien me pondrás en peligro a mí y también a mis padres -.

- Te juro por todos los dioses que nunca le contaré a nadie nada, tu secreto está a salvo -.

La seriedad de la muchacha le convenció.

- De acuerdo, ahora espera aquí y ni hables ni te muevas -.

- Vale -.

Fion se acercó despacio al caballo. El animal le observó de refilón, desconfiado.

- Aiya mellonierelle -. (Hola amiguito)

El corcel levantó la cabeza, intrigado por la suavidad de aquella voz que le traía imágenes de libertad, de cabalgadas a la luz de las estrellas por tierras lejanas. Fue entonces cuando Fion vio el ronzal, la cuerda estaba tan prieta que había causado heridas sobre la piel gris. Extendió la mano y acarició el flanco del caballo. Muy despacio procedió a quitarle el cabestro. El animal le dejó hacer, agradecido.

Rian, con la boca abierta, contempló como Fion volvía con el caballo trotando dócilmente tras él.

- ¿Vamos? -.

- Yo... no sé montar -.

- Yo tampoco pero nuestro amiguito se ocupará de todo, ¿verdad? -.

El caballo relinchó su asentimiento. De un ágil salto, Fion montó.

- Pero no tenemos bridas, ni silla... – objetó Rian.

- ¿Creía que te gustaba correr aventuras?, pues aquí tienes una -.

Ofendida, la muchacha se acercó al corcel y, con un poco de ayuda de Fion, subió a su lomo.

- ¡Rian, no puedo respirar! – se quejó cuando su amiga se agarró a su cintura como si le fuese la vida en ello.

- Lo siento, esto está un poco alto – se disculpó.

- Iremos un rato al trote para acostumbrarnos, ¿te parece? -.

- Sí, por favor, ve despacio -.

Poco después Rian le había perdido el miedo a montar a caballo y salieron a galope tendido.

- ¡¡¡Yuuuuujuuuuu!!! -.

- ¡No chilles tanto! – protestó entre risas Fion - ¡Me vas a dejar sordo! -.

- ¡Esto es genial!, ¡me siento como un guerrero rohir! – continuó ella sin hacerle caso - ¡Más rápido! -.

- No tiene remedio – pensó el muchacho.

En poco más de media hora se plantaron a las afueras de la aldea. Desmontaron y dejaron en libertad al caballo.

- Ve donde te plazca amiguito, hantalë por tu ayuda – le susurró dulcemente Fion.

El magnifico animal le dio un cariñoso topetazo con la cabeza y se marchó río debajo de nuevo.

- Ha sido genial – aplaudió Rian.

Tenía todos los pelos alborotados y en el rostro empezaban a ser claramente visibles los moratones de la trifulca, pero sus ojos brillaban.

- ¿Qué tal el tobillo? -.

- ¿Cómo...?, bien, mañana no dolerá -.

- Recuerda lo que has prometido – advirtió Fion.

- Sí, tranquilo, nadie sabrá nada, ni de ahora ni de lo que suceda después, ¿te vale eso? -.

- Confío en ti -.

Para sorpresa de Rian, el muchacho se arrodilló y sujetó su tobillo. Sintió calor, como si un rayo de sol incidiera directamente allí donde Fion tenía sus manos, y el dolor remitió hasta desaparecer.

- ¿Qué me has hecho? – preguntó desconcertada.

- Otra de mis rarezas – él se encogió de hombros – Me voy a casa, tengo tareas pendientes -.

- ¡Espera! -.

Él se giró interrogante.

- Mi madre ha hecho galletas con pasas esta mañana y he conseguido unas cuantas, ¿quieres que después de cenar nos veamos en el rincón secreto? -.

- A la misma hora de siempre – aceptó Fion.

Cada cual se marchó corriendo a su casa.

- ¡Hola, ya he llegado! -.

- ¡Por todos los dioses!, ¿dónde te has metido? -.

La expresión de Fany era de disgusto supremo al ver el aspecto desaliñado de su hijo.

- Lo siento, estábamos jugando y me caí al río – respondió Fion – Ya me cambio luego, ahora tengo que ayudar a papá con la cerca si no queremos más problemas con esos perros salvajes -.

- Está bien, vete -.

Fany cogió la chaqueta y agitó la cabeza disgustada. Volvió a la cocina para terminar de preparar la cena, una sonrisa sustituyendo al enfado; le alegraba saber que Fion había hecho buenos amigos en su nuevo hogar y que ya no tenía que esconderse, sin duda fue una buena idea mudarse.

- Fion -.

- Estoy aquí -.

Rian terminó de salir del agujero y se sentó junto a su amigo al tiempo que le ofrecía una bolsa llena de galletas.

- ¿Te han regañado tus padres? – preguntó él.

- No más de lo acostumbrado, además he ayudado a mi madre con la cena y se le ha pasado el enfado, ¿y a ti? -.

- Tampoco, aunque mañana me tocará estar horas raspando la chaqueta hasta que recupere flexibilidad – Fion cogió otra galleta - ¿Y los otros? -.

- Raf tiene cena familiar, Trandara tenía que estudiar y Kervo... digamos que de golpe ha decidido ir con los chicos mayores, dice que tiene demasiados años para ir con unos críos -.

- Lo siento -.

- ¿Por qué?, es tan estúpido como los demás -.

La voz de Rian sonaba disgustada, por más que intentase ocultarlo Kervo había sido su amigo desde siempre y le dolía perderlo.

- Fion, ¿quieres ser mi nuevo mejor amigo? -.

- Creí que ya lo era -.

- Creído -.

- Malcriada -.

- Escuálido -.

- Marimacho -.

La niña le estampó la bolsa de galletas en la cabeza.

- Ni se te ocurra llamarme marimacho -.

- ¿Ah, no?, ¿y como llamo a una chica que me pega con la misma fuerza que un chico? -.

- ¡Eowyn, la Dama Blanca de Rohan! – exclamó Rian poniéndose en pie y enarbolando una rama a modo de espada.

- Si tú eres Eowyn, ¿quién puedo ser yo? -.

- ¡El Rey Brujo! – rió ella.

Fion arrugó la nariz imitando el gesto de fastidio de su amiga.

- Bueno, vale, ¿cuál es tu leyenda favorita? -.

- La que narra como nació el Reino Unificado de Arnor y Gondor – respondió el muchacho.

- Vaya, ¿y quién quieres ser? -.

- Me gusta la historia que rodea a Elessar Telcontar -.

- Anda que escoges mal – se burló Rian – Nada menos que al primer rey de Arnor y Gondor -.

- No es por el hecho de que sea rey, a mí me gusta como era antes de eso, un viajero sin hogar y sin nombre que combatía a los sirvientes del Señor Oscuro – replicó Fion.

- Entonces se parece mucho a lo que a mí me gustaría ser... ¿prométeme algo? -.

- ¿Qué? -.

- Cuando seamos mayores tú y yo viajaremos por el mundo matando orcos y salvando ciudades, ¿qué dices? -.

- Que creo que lo único que mataré cuando sea mayor serán los lobos que acosen al rebaño -.

- Venga, no seas aguafiestas, prométeme que serás mi compañero de aventuras -.

Después de dudar un momento, Fion sonrió y estrechó la mano de Rian.

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N. de A: Lo siento mucho, mucho. Ya sé que he tardado un montón en seguir la historia pero he estado atareada y mi biografía de Galadriel me tiene absorvida.

Gracias por los reviews, de verdad que los leo aunque no dé señales de vida, y me alegra saber que os gusta lo que escribo.

Intentaré tardar menos con el próximo capítulo.

Tenna rato!!!