Bosque Viejo

El resto del verano transcurrió pacíficamente. Teir y sus amigos no volvieron a molestar a Rian y Fion, desde el momento en que vieron la milagrosa reaparición de ambos y otra serie de sucesos paranormales habían desarrollado auténtico pánico ante su sola presencia.

Malvin, Trandara y Raf siguieron jugando con ellos, sin embargo Kervo se negó a seguir en el grupo y empezó a ir con otros chicos mayores. Fion sospechaba que el moreno muchacho había presenciado su llegada con el caballo, pero no podría asegurarlo así que decidió que debían ser celos y dejó de darle vueltas.

Aquel día amaneció nublado y lloviendo a cantaros. Fion miraba el exterior tumbado sobre su cama, aburrido. Un relámpago cruzó el cielo y el trueno hizo temblar todo.

- ¡Fion, tienes visita! – gritó su madre.

- ¿Visita? -.

La puerta de su cuarto se entreabrió, Rian le saludó con un gesto de la mano mientras la otra sujetaba la toalla con la que se estaba secando el pelo.

- Estás loca, ¿cómo se te ocurre salir con este temporal? -.

- Prefiero enfrentarme a la tormenta a estar un día entero encerrada en casa, mi madre tiene una imaginación desbordante a la hora de asignarme tareas ¿sabes? – sacó algunos caramelos de su bolsillo y le ofreció a su amigo.

Fion cogió uno y fue por una manta.

- Gracias – sonrió ella y se sentó en la cama bien tapada.

- ¿Querías algo a parte de huir de tu madre? -.

- Bueno, pensé que podrías contarme algunas historias -.

- Como sigamos así mi repertorio no va a durar ni una estación... ¿qué te apetece escuchar? -.

- Lo que te inspire la tormenta -.

Él lo pensó un momento antes de entonar una dulce y triste canción, la leyenda de Nimrodel y Amroth.

- ¿Qué le sucedió a Nimrodel? -.

- Nadie lo sabe, nunca llegó a Belfalas -.

Fany entró en la habitación con dos tazones de leche caliente y bizcocho de almendras.

- Está muy bueno, gracias – dijo Rian.

- Me alegra que te guste – la mujer sonrió complacida – No hay nada mejor para un día de lluvia -.

- ¿Dónde está papá? – preguntó Fion – No durmió en casa -.

- ¿No te has enterado?, se ha perdido el hijo pequeño del panadero – explicó Fany – Todos aquellos que pueden están buscando al niño desde ayer por la tarde -.

- El hermanito de Malvin, ¿cómo y dónde se perdió? – inquirió la chiquilla, realmente preocupada.

- Su madre lo llevaba consigo cuando fue al bosque a por unas hierbas, el pequeño debió alejarse mientras Mara estaba distraída -.

- Con la tormenta el rastro desaparecerá – comentó Fion – A estas alturas podría encontrarse en cualquier parte del bosque -.

- Un crío de cinco años no puede andar tanto – replicó Rian – Con los perros lo encontrarán -.

- Roguemos a los dioses para que tengas razón, jovencita – suspiró Fany – Estaré cosiendo en el comedor por si necesitáis algo -.

Fion sentía lastima por el pequeñajo, Ermon era un chiquillo de lo más simpático. Se percató entonces de la expresión del rostro de Rian y sintió pánico.

- Ni lo sueñes -.

- Vamos Fion, tú puedes encontrar a ese niño, hablas con el bosque -.

- He dicho que no, Kervo, Teir y otros tantos chicos ya me miran con suficiente odio y miedo como para empeorar la situación -.

- ¿Vas a abandonar a un niño de cinco años a su suerte en un bosque y con esta tormenta? -.

Él le echó una mirada disgustada.

- Supongo que no – cedió – Cogeré algunas cosas para la "excursión" -.

- Sabía que lo harías – sonrió ella – Eres bueno por naturaleza -.

- Demasiado bueno – renegó Fion, mientras iba guardando ropa, cuerda y demás en una mochila – Espera aquí, voy por comida y por las capas, saldremos por la ventana porque no quiero que se entere mi madre -.

Minutos después se encaminaban a Bosque Viejo.

La tormenta acentuaba ese aire amenazador que ofrecía siempre el bosque pero también les ayudó a evitar las patrullas de búsqueda, si los mayores les atrapaban en aquella aventura estarían castigados una buena temporada.

Rian tenía plena confianza en los poderes de su amigo, sin embargo Fion no compartía su entusiasmo; a medida que se adentraban en la espesura crecía en él la sensación de que allí no eran bien recibidos, como si el bosque poseyera mente propia y hubiese decidido que los seres que caminaban a dos patas eran non gratos.

Sus preocupaciones fueron relegadas a segundo plano cuando tropezaron con un gorrito rojo.

- Es de Ermon – afirmó Rian – Entonces vino por aquí -.

- Sí, aunque eso fue hace mucho me temo – añadió Fion tras revisar las posibles huellas – La lluvia ha borrado todas las pisadas, aunque un niño pequeño tampoco dejaría muchas marcas sobre la alfombra de hojas y helechos -.

- ¿Halatir no puede ayudarnos? -.

- No, en los bosques no se siente cómodo, las ramas le impedirían volar con libertad -.

- Ya... ¿y qué hacemos? -.

El muchacho miró al frente. Los árboles cubiertos de musgo se inclinaban y retorcían, las ramas se entrecruzaban creando un techo que frenaba el aguacero, y una extraña niebla parecía envolverlo todo. El croar de ranas, algún pájaro ocasional y el golpeteo rítmico de la lluvia eran los únicos sonidos.

- Continuaremos -.

- No se te ve muy convencido -.

- Incluso tú te darás cuenta dentro de un rato de por qué no me apetece adentrarme más en el bosque, pero no podemos abandonar a Ermon -.

Apenas habían cruzado un par de hileras de enmarañados árboles y arbustos cuando encontraron lo que a todas luces era un sendero.

- Vale, ahora es cuando empiezo a preocuparme, ¿cómo puede haber una senda si aquí nunca viene nadie? – balbució Rian.

- Pregúntaselo al bosque – comentó él, irónico. Fion avanzó y tiró de su compañera. – Vamos, valiente Eowyn -.

- Idiota – dijo ella soltándose y arreándole un puñetazo en el brazo, pero caminó tras él.

El sendero estaba perfectamente delimitado, apenas había hojas sobre él, y rodeaba los obstáculos más incómodos y peligrosos como rocas o pequeños barrancos. La niebla no permitía ver más allá de tres o cuatro metros, después los troncos se difuminaban y se perdían en la nada como el sonido de sus pisadas.

Rian se agarró al brazo de Fion.

- ¿Asustada? -.

- Un poquito – reconoció ella – Tengo todos los pelos de punta -.

- Será mejor que demos la vuelta y sean los mayores quienes se encarguen de esto, pronto oscurecerá -.

- No podemos -.

- Claro que sí, nuestros padres... -.

- No me entiendes, mira -.

La chiquilla había mirado por encima de su hombro y señalaba a sus espaldas. Fion se giró y se frotó los ojos en un intento de despejar la visión.

- ¡No es posible! -.

Una barrera de árboles se encontraba allí donde minutos antes se desplegaba el camino.

- ¡Hemos venido por ahí y no había nada! – exclamó atónito.

Algunas ramas crujieron y una cayó a escasa distancia de los dos jóvenes aventureros.

- Fion tengo miedo -.

- Intentemos no gritar, creo que a los árboles no les gusta -.

- No les gustamos nosotros -.

- Buena observación Rian -.

- ¿Te importaría dejar las bromas para cuando salgamos del bosque?, si es que salimos -.

- El sendero continúa por allí, me parece que nos quieren conducir a algún sitio en particular -.

- ¿Los árboles? -.

- No estoy seguro -.

- ¿¡Cómo que no estás seguro!? -.

Un nuevo crujir de ramas los estremeció a ambos.

- No chilles – la reprendió Fion.

- No puedo evitarlo -.

- Anda, será mejor que caminemos antes que decidan darnos un empujoncito -.

Las horas se deslizaron veloces y con ellas el día. La noche convirtió el bosque en un auténtico paisaje de pesadilla, de sombras amenazadoras y seres invisibles que acechan en la oscuridad.

- Lejanos recuerdos, sueños de niñez, breves alegrías apenas susurradas, vanas esperanzas se acercan en grises ropajes, como niebla del atardecer tras la puesta de sol -.

- Podías cantar algo más alegre – protestó Rian, enojada, cansada y hambrienta.

- Deberíamos buscar un lugar para descansar, no podemos seguir avanzando en la oscuridad -.

- Pide y te darán -.

Entre unos árboles medio caídos se adivinaba un hueco seco y confortable. Los muchachos se acercaron y comprobaron que el sitio era perfecto, como si lo hubiesen hecho a medida para ellos.

Decidieron no hacerse más preguntas. Fion extendió una manta sobre las hojas y usaron la otra para taparse. Comieron algo de pan y queso con agua, procurando guardar alimentos para la jornada siguiente.

- ¿Algún día me enseñarás a hablar ese idioma tan guay? – preguntó Rian para llenar el inquietante silencio.

- ¿Para qué quieres hablarlo? -.

- Puede ser divertido poder hablar contigo y que nadie se entere de lo que decimos -.

- Yé!, te enseñaré, aunque has de saber que no es un idioma sino dos -. (bien!)

- ¿Dos? -.

- Sí, son muy parecidos -.

- Bueno, pues enséñame el más fácil -.

- Ya lo discutiremos, ahora debemos dormir o mañana no podrás dar dos pasos sin caerte de sueño -.

Rian se acurrucó bajo la manta, consciente repentinamente de lo cansada que estaba. Fion hizo otro tanto.

- Lissi olóri, felices sueños –.

- Lissi olóri – repitió Rian.

Ruido de agua. Sin embargo lo que terminó por despertarle fue el sonido de risas. Los ojos de Fion se abrieron a una oscuridad plagada de estrellas. Salió del pequeño refugio con cuidado de no despertar a su compañera y contempló perplejo el río que fluía a escasos metros bajo la luz de las estrellas.

Se acercó a la orilla. Sobre unas piedras lisas en medio de la corriente jugaba un niño, Ermon, con el pelo castaño coronado por lirios acuáticos. La voz de Fion se ahogó en su garganta al ver como las aguas se alzaban sobre la piedra y cobraban la forma de una bellísima doncella de cabello dorado adornado con flores y un delicado vestido que resplandecía como las hojas en un día de verano.

- Aiya jovencito -.

Fion se volvió y miró a su alrededor, buscando el origen de la voz que había hablado tan cerca de su oído.

- ¿Quién está ahí? -.

- Mira aquí -.

El muchacho abrió los ojos de par en par; un simpático personaje, vestido con chillones colores amarillos y azules, le sonreía cómodamente sentado junto a la orilla.

- ¡Oh, pero qué sorpresa!, ¡un niño de los Primeros Nacidos! – el hombrecillo se levantó y estrechó la mano del perplejo Fion - ¡Mi hermosa Baya de Oro, mira lo que tenemos en el bosque, un niño de los Días Antiguos! -.

- Cierto, es hermoso y noble como las aves – replicó dulcemente la doncella que, caminando sobre las aguas y llevando en brazos a Ermon, se posó ligera como un junco en la orilla.

Ermon corrió a abrazar al amigo de su hermano.

- ¡Fion, Fion! – chilló alegre, pero Fion observaba interrogante a la extraña pareja.

- ¿Quiénes sois? –.

- Oh, ¿no te lo he dicho?, soy Tom Bombadil, y ella es mi hermosa señora, Baya de Oro, la Hija del Río – respondió sonriente el curioso individuo - ¿Y cuál es tu nombre, amiguito? -.

- Fiondil -.

- Vaya, no es un gorrión sino un halcón lo que hemos encontrado, ¿qué haces en el bosque señor halcón? -.

- Vine a buscar a Ermon, se había perdido – explicó Fion, cogiendo la manita del crío – Gracias por cuidarle -.

- Los niños son un regalo, a los árboles y las plantas les gusta su risa – dijo Baya de Oro - ¿Quieres descansar y compartir una comida con nosotros? -.

- Me gustaría, pero he dejado ahí atrás a mi amiga y puede asustarse si se despierta y está sola -.

- Tu amiga está bien –.

Tom Bombadil saltó entre los árboles y al momento volvió cantando y con una desconcertada y soñolienta Rian cogida de la mano.

- ¡Hola, ven alegre dol, querida derry dol!, ¡saltad, amiguitos!, ¡la tormenta ha pasado, brillan las estrellas, y la brisa sopla entre las ramas del Tornasauce! -.

La risa brotó sola y acabó sacudiendo todo el cuerpo de Fion mientras miraba como Tom daba saltos y más saltos y hacia que Rian girara en círculos con él.

Baya de Oro cogió a Fion y Ermon de la mano y los incluyó en la extravagante y divertida danza. Al final todos se sentaron sobre la mullida hierba, mareados y riendo a carcajadas.

Tom se presentó a Rian e insistió en enseñarle a cantar, en tanto Baya de Oro desaparecía entre los árboles y volvía con los brazos cargados de comida. Fion se aprestó a ayudarla y pronto tenían dispuesto pan blanco, miel, leche, y diversos frutos del bosque.

- No, quiero decir que ¿qué sois?, no parecéis personas normales -.

- Tu amiguito tampoco – fue la respuesta de Bombadil a la pregunta de Rian.

- ¿Qué?, ¿a qué te refieres? – intervino Fion - ¿Tiene que ver con eso de que pertenezco a los Primeros Nacidos? -.

- Extraños son estos tiempos, los años se deslizan rápidamente y los Pueblos olvidan las leyendas que un día fueron grandes hazañas iluminadas por el sol y alabadas en los cantos – dijo Tom.

- Usted puede decirme de dónde vengo ¿verdad? – insistió esperanzado Fion – Mi madre adoptiva me dijo que un extraño vestido de blanco me abandonó hace catorce años en el Solsticio de Invierno -.

Rian observaba confusa a su amigo. ¿Adoptado?, era lógico si se tenía en cuenta que no se parecía para nada a Fany o Borvar.

- ¿Os gustan las leyendas? – preguntó entonces Tom.

- Sí, mucho – asintió la chiquilla.

- ¿Y a ti amiguito? -.

- También – dijo Fion, impaciente y desconcertado.

- No ha de ser así porque si conocieses las antiguas leyendas, aquellas que narran lo acontecido en tiempos remotos, cuando los nombres de los dioses aún no habían sido olvidados, sabrías la respuesta a tu pregunta -.

- No entiendo -.

Baya de Oro empezó entonces a cantar, su voz era plata y el sonido de la brisa entre los juncos y el rumor del agua en los arroyos...

Una noche hermosa,

suave y brumosa

me fue dado ver

a los Hijos del Atardecer.

¡Una faz tan luminosa!

con ojos celestes

pero... ¡tan apagados y tristes!,

al igual que lejanos mares

agitados y grises.

Hijos perdidos

de dioses olvidados,

niños queridos

siempre abandonados.

Inmortales es su don,

olvidar y olvidarles

su maldición.

Llanto y risa.

Canto en la brisa.

En el Presente atrapados

los Hijos del Pasado.

- Fion, despierta -.

Se sintió zarandeado por unas pequeñas manitas. Ladeó la cabeza y se tropezó con un sonriente Ermon. Al mirar en torno suyo recordó los juegos, la comida y la conversación a orillas del río, sin embargo no quedaba rastro de Tom Bombadil o la hermosa Baya de Oro.

Ermon había ido a despertar a Rian y ésta observaba todo con la misma expresión confusa que su rubio amigo, una guirnalda de lirios blancos adornaba su cabeza y otras tantas flores estaban entrelazadas en sus dos gruesas trenzas negras.

- ¿Fue un sueño? – preguntó ella.

- Si lo fue los dos soñamos lo mismo – respondió Fion, quitándose la corona de lirios que también el portaba – Y no creo que Ermon pueda trenzar flores que ni siquiera se encuentran en esta época del año -.

- Deberíamos volver – dijo Rian.

- Sí, nuestros padres estarán preocupados -.

Sorprendentemente el camino de vuelta fue más breve que el de ida. A media mañana los árboles se abrieron y descubrieron su rincón secreto; al mirar a su espalda ni siquiera les sobresaltó descubrir que no quedaba rastro de sendero alguno.

- Fue divertido y extraño, pero no creo que me vuelva a meter jamás en este bosque -.

- Yo tampoco -.

Su entrada en la aldea fue realmente melodramática. Las madres de los tres niños se deshacían en lagrimas y los padres no cesaban de cogerles en brazos, mientras el resto de habitantes iban apareciendo para curiosear.

- ¡No se te ocurra darme otro susto como éste! – decía Fany – Ya os dábamos por muertos -.

- Pero si sólo llevamos un día fuera – protestó Fion.

- ¡Un día! – exclamó Maura, la madre de Rian - ¡Lleváis en el bosque una semana! -.

- ¡¡¡Qué!!! -.

Fion y Rian se miraron perplejos.

- ¡Ey, chicos!, gracias por encontrar a mi hermano – intervino Malvin y señaló a su madre que estaba estrujando a Ermon entre sus brazos – Mi familia se alegra de ver al pequeñajo, y yo también -.

- De nada – sonrió Fion.

- Nos vemos luego donde siempre – les dijo Rian antes de ir con sus padres a casa.

Una vez todas la familias se tranquilizaron, después de lavar, cambiar de ropa y dar una buena comida a sus hijos desaparecidos, el grupo de amigos se reunió en su rincón secreto.

Fion fue el primero en llegar. Prácticamente se escapó sin probar bocado, no tenía hambre. Instantes después llegaba Rian.

- ¿Qué te ocurre? -. Rian miró preocupada a su mejor amigo. – Estás muy raro desde que nos despertamos esta mañana -.

- ¿Recuerdas lo que hablamos con Tom y Baya de Oro? -.

- ¿Por? -.

- Nada – suspiró él, se encogió y abrazó sus rodillas – Por nada -.

- No les diré nada a los otros si no quieres, es fácil mentirles, tú sólo di que sí a lo que yo diga -.

El muchacho levantó la cabeza, era increíble como Rian era capaz de saber lo que pensaba a cada momento.

- ¿Entonces lo recuerdas? -.

Ella movió la cabeza afirmativamente y sonrió.

- Ahora sabemos lo que eres y es genial -.

- No sé, yo preferiría ser como todo el mundo -.

- ¿¡Bromeas!?, ¡eres un elfo! -.

- ¡Rian, no chilles! -.

La chiquilla guardó silencio. No entendía por qué a Fion le resultaba tan molesta la idea de pertenecer a la raza de los Elfos, si las leyendas eran ciertas los dones que poseía su amigo eran envidiables: fuerza, destreza, conocimiento, belleza, inmortalidad, ¿qué más se podía pedir?. Se encogió de hombros e intentó animarle.

- Al final no eras como Elessar -.

- ¿Qué? -.

- Tendrías que haberte pedido el elfo que iba en la Compañía -.

- ¿Legolas? -.

- ¿Cómo sabes sus nombres si en las historias no aparecen? -.

- Halatir fue quien me enseñó todo lo que sé de las Edades Antiguas – explicó Fion – Pero nunca me dijo que yo mismo fuese un cuento viviente -.

- Con el drama que estás montando no me extraña que Halatir no dijese nada – se burló Rian.

- ¡Chicos, hola! -.

Malvin surgió de las profundidades seguido de Trandara y Raf. Enseguida los tres rodearon a sus amigos y les exigieron una narración exhaustiva de los acontecimientos.

Rian les contó aquello que querían oír, es decir, mintió elegantemente y les dijo que habían vagado por el bosque hasta que tropezaron con el río y se orientaron, y encontraron a Ermon de pura casualidad.

- ¿No pasasteis miedo? – preguntó Trandara.

- Un poco – reconoció Fion, antes que Rian proclamara que ella estaba dispuesta a enfrentarse a los terribles habitantes de las tinieblas – Por la noche los árboles parece que te miran, pone los pelos de punta -.

- Muy cierto, mis primos terceros por parte de padre viven en Los Gamos, pegaditos a Bosque Viejo, allí dicen que los árboles más de una vez han atacado a la cerca – apuntó Raf.

- ¿Atacado?, ¿pero un árbol puede atacar? -. Malvin preguntó esto último mirando asustado al gran roble que formaba parte del escondite.

- Hace muchísimos años que no sucede nada por el estilo, supongo que sólo son historias, cuentos –.

- Ahora que dices lo de los cuentos he recordado algo – dijo Rian – Mi padre y el de Fion van a llevarnos a Bree para la Feria de Primavera, nos han dicho que podéis venir vosotros tres también -.

- ¡Eso es genial! – aplaudió Trandara – Voy a poder comprarme vestidos nuevos y esos adornos tan bonitos para el pelo -.

- Magnifico, podemos ir a casa de los tíos de mi madre y no pagaremos posada alguna – se ofreció Raf – Son muy simpáticos y les encanta tener visita, sobre todos desde que sus hijos se casaron y fundaron sus propios hogares -.

- Se lo diremos a nuestros padres, supongo que les gustará la idea – replicó Rian – Se hace tarde, nos vemos mañana -.

Todos fueron entrando al agujero hasta que sólo quedaban Rian y Trandara. Ésta última sujetó el brazo de su amiga y sonrió con malicia.

- A los chicos puedes engañarles pero no a mí, ¿qué pasó en el bosque? -.

- ¿Qué? – Rian sintió un nudo en el estómago – Es la verdad, ¿acaso querías una historia de espíritus de las aguas y el aire?, yo la hubiese contado pero Fion no me dejaba -.

- ¡Oh vamos!, llevas pegada a Fion más de cuatro meses – protestó Trandara.

- ¿Y? -.

- ¡¡¡Chicas!!!, ¿venís o qué? – gritó Malvin.

- Id a casa, tenemos que hablar cosas de chicas, ¡pelmazo! – replicó la hija del sanador.

Aquel comentario hizo que las piezas empezaran a encajar en la mente de Rian y por poco le da un síncope.

- Trandara... ¿¡en qué demonios estás pensando!? -.

- Es un chico muy guapo, ¿no irás a decirme que no te gusta? -.

- ¿¡Gustarme!?, ¡es mi mejor amigo! y tú, tú... ¡es absurdo! -.

- ¿Entonces no te molestará si yo me quedo con él? -.

- ¿¡Qué!? -. Rian tenía la sensación de estar pasando por todas las escalas de sorpresa que existían.

- Tiene que besar muy bien – sonrió Trandara.

- ¿¡¿¡QUÉ!?!?, ¡ni se te ocurra! -.

- Decídete, si sólo es tu mejor amigo no tendría que importarte que tu mejor amiga sea su novia -.

- No es eso – Rian arrugó la nariz – Es que sería muy raro que tuvieses novio, antes decías que los chicos eran todos idiotas y que sólo tendrías un novio de ciudad -.

- Fion no es de la aldea, viene de Nueva Tharbad -.

Los argumentos de Trandara estaban empezando a desquiciarle los nervios.

- No te acerques a Fion, no es como tú crees – advirtió Rian antes de desaparecer dentro del agujero.

Cuando llegó al otro lado fue corriendo hasta su casa, sin esperar darle a Trandara la oportunidad de contestar.

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N.de A.: Pues aquí tenéis el nuevo cap. ¿Qué os parece?^^

Un apunte, cuando Tom dice que Fion es un halcón y no un gorrión se refiere al nombre de nuestro amigo, Fiondil significa "servidor o amigo del halcón".

Gracias a Mayumi, Nariko y cari_chan por sus reviews!. Dejadme más, me gusta conocer vuestras opiniones, decidme qué os gustaría que sucediera y que no, así veo por donde debo llevar la historia.

Tenna rato!!!