El invierno llegó pronto ese año. Fuertes nevadas mantuvieron recluidos en sus casas a los habitantes de la aldea de Bosque Viejo. Fion entretuvo a sus amigos durante los fríos meses contándoles historias y tocando melodías con su flauta. También la nieve se mostró como un aliciente para los juegos; las batallas de bolas de nieve y el lanzarse por una ladera subido en una tabla a modo de trineo eran actividades que repitieron hasta la saciedad, y cuando se helaron las charcas se añadió el patinaje.
Y se cumplieron quince años desde el día que un extraño caballero vestido de blanco entregó un bebé elfo a una pareja de pastores.
La primavera empezó a asomar a regañadientes. Los días se alargaron y el suave sol derritió la nieve sacando a la aldea de su aislamiento. La vida volvió a los caminos y los comerciantes empezaron su peregrinación anual hacia el Mercado de Bree.
- ¿Llevas el jersey?, ¿y los...? -.
- Mamá, has revisado mi equipaje más de tres veces, sabes que llevo todo lo necesario -.
Fany observó a su hijo con esa expresión orgullosa característica de todas las madres del mundo y le abrazó.
- Estás creciendo tan deprisa, ya eres más alto que yo y, a este paso, superarás a tu padre -.
- ¿Y eso qué tiene que ver con que nos vayamos a Bree? – preguntó el muchacho.
- Es el primer año que acompañas a tu padre al Mercado y luego os marcharéis a los pastos de verano con el rebaño, apenas si voy a verte en varios meses – suspiró ella, conteniendo la emoción con escaso éxito.
- No hace falta que llores, luego me tendrás aquí encerrado parte del otoño y todo el invierno, es mucho más tiempo del que estoy lejos – sonrió Fion.
- No puedo evitarlo, soy muy sentimental, era algo normal en mi familia -.
La enérgica mujer había nacido en las tierras de Rohan, y Borvar la había conocido en uno de sus vagabundeos al pasar por una de las pequeñas ciudades del Folde Oeste.
Madre e hijo salieron de la casa con las últimas bolsas. Borvar revisaba con Thurek y con Elmedoc, padre de Raf, lo que llevarían en los dos carros; en uno irían los niños, los equipajes y las ropas de finas telas que confeccionaban la madre y las cinco hermanas de Raf y en el otro provisiones, las pieles de animales que caían en las trampas del leñador y figuritas de madera que Thurek tallaba durante el invierno.
Mientras los mayores concluían los preparativos, Fion se encaminó con Rian al redil adosado a un lateral de la casa. El chico tocó una melodía suave con la flauta y el centenar de ovejas le rodearon y acompañaron sin necesidad de perros u otros pastores.
- Es magia – insistió la chiquilla.
- Llámalo como quieras – él se encogió de hombros – Yo creo que a los animales les gusta la música y nada más -.
- Puedo ir contigo en Rochith -.
- Por supuesto -.
Rochith era el potro que se le había escapado a Coweric y que encontraron Rian y Fion por casualidad. Extrañamente el animal cogió un profundo afecto al muchacho y no hubo manera de convencerle de volver con su dueño, todos los días se escapaba de las cuadras y se presentaba en casa de Fion. Dada la situación Borvar y Fany decidieron comprar el caballo, y la verdad es que no resultó demasiado caro, Coweric estaba harto de las fugas del animal y les hizo un buen precio.
Raf llegó entonces con Trandara y Malvin y las respectivas madres.
- Exagerada – protestaba el hobbit bajo el peso de una de los macutos de su amiga – Apuesto lo que quieras a que te has llevado el armario entero -.
- Sólo traigo tres mochilas -.
- ¿Sólo?, temo al pensar qué sería para ti demasiado equipaje – gruñó Raf, arrojando la bolsa al carro.
- ¡Todo el mundo a su sitio, nos marchamos! – anunció Thurek, de buen humor.
Las madres se despidieron de hijos y esposos.
La primera carreta era la guiada por Thurek y Raf, detrás iba Borvar y, por último, Fion guiando al rebaño.
Como era de esperar, el Camino del Norte gozaba de un tráfico considerable. Los niños observaban con curiosidad los extraños ropajes de la gente y los grupos de enanos que viajaban desde las Cavernas de Aglarond a trabajar o vender sus mercancías.
- Son muy serios, no me gustaría encontrarme con uno de ellos en plena noche – comentaba Rian, montada cómodamente tras Fion el caballo.
- No son malos, sólo algo quisquillosos – sonrió el muchacho – En Tharbad hay bastantes, se los considera los mejores constructores y hay nobles que les pagan auténticas fortunas por su trabajo -.
- Cuando lleguemos a Bree te lo enseñaré, yo ya he estado dos veces – dijo ella, cambiando de tema.
- Esperemos que nuestros padres nos dejen pulular solos -.
- Nos dejarán; Bree es una ciudad muy segura, la Guardia Real de Annúminas tiene un cuartel en la zona norte, son los que se encargan de custodiar las fronteras de La Comarca -.
La jornada fue agotadora. Cuando el sol empezó a desaparecer en el horizonte, desviaron las carretas fuera del camino para preparar el campamento. Los niños buscaron leña, arbustos sobre todo, mientras los padres se ocupaban de los caballos y la cena.
Trandara no paraba de preguntar qué harían si una banda de ladrones les atacaba en plena noche, Thurek se echó a reír y Borvar le dijo que ya lo descubriría.
Antes de que los últimos trazos de la tarde se esfumaran, llegó del sur un grupo de enanos con sus pertenencias cargadas a sus espaldas y las de algunas mulas y se acercaron a los carros.
- Saludos – dijo el enano al mando – Soy Dwolin, mis compañeros y yo necesitamos un lugar para descansar, ¿compartiréis vuestra hoguera? -.
- Por supuesto, acérquense señores enanos, las noches aún son frías – respondió alegremente el leñador - ¿Lleváis algo de cerveza? -.
- De la mejor, señor... -.
- Thurek; sacad esa cerveza y servios de nuestro humilde estofado -.
La expresión hosca del enano se iluminó a la mención de la carne. Poco después enanos y humanos compartían bebida, comida e historias.
No fue la única visita de la noche. Pronto se unieron a ellos tres mercenarios de aspecto salvaje y modales más salvajes aún pero buena gente, un joven caballero de las costas de Enedwaith, un modesto comerciante de Tharbad con sus cuatro empleados que enseguida trabó conversación con Borvar y un mensajero real que iba de Annúminas a Minas Tirith.
Rian, como era de imaginar, se acercó al caballero fascinada por la armadura, la lanza y el emblema que lucía en la sobreveste, un pez espada azul sobre fondo blanco. El hermoso percherón negro también lucía el mismo emblema y parecía haber hecho buenas migas con Rochith.
- Hola -.
El joven levantó la mirada de la espada que estaba afilando y sonrió a la linda niña de trenzas negras y gesto inquisitivo.
- Hola pequeña doncella, ¿queréis algo? -.
- Quería preguntarte de dónde eres, no había visto nunca ese dibujo en un escudo -.
- Soy Longren Pharaigosan, hijo mayor del señor de Varvain, un pequeño ducado en la desembocadura del río Angren o Isen como lo llaman otros, está al sur, cerca de las Montañas Blancas -.
- Yo me llamo Rianawyn – se presentó ella - ¿Me dejas la espada?, nunca he cogido ninguna -.
- Sólo si prometes no hacer ningún movimiento con ella, podrías lastimarte -.
Fion se acercó al fuego después de haber echado un vistazo a las ovejas y asegurarse que estaban bien. La conversación era animada entre las distintas gentes que se habían congregado incidentalmente aquella noche. Sonrió al ver a Trandara y Raf escuchando embobados la historia sobre un dragón que Dwolin les estaba contando, y a Malvin dormido de puro agotamiento. Buscó a Rian con la mirada y la encontró con el caballero de pelo y ojos negros en contraste con su blanca piel.
- Mira Fion – gritó la chiquilla, sosteniendo la espada como le había enseñado Longren.
- Magnifico – dijo él acercándose.
- No te burles -.
- Lo siento -.
Fion enarcó una ceja. El joven caballero le estaba mirando como si hubiese visto un fantasma.
- Disculpe señor, ¿le ocurre algo? – inquirió el elfo.
- Ah, no -. Longren recuperó su espada sin dejar de observar a Fion. – Es que tu aspecto... -.
- ¿Tiene algo en contra de mi aspecto? -.
- No – la negativa fue instantánea y firme – Tu aspecto me recuerda a una profecía que alguien anunció con respecto a mi destino -.
- Cuéntanosla – suplicó Rian, era increíble hasta que punto le gustaban las leyendas, profecías e historias, parecía que las necesitase tanto como el aire.
- El Norte, el Sur, el Este y el Oeste, todo lo que unido fue separado será, el caos se alzará sobre la Casa de los reyes inmortales, pero hay esperanza; tú cabalgarás, y enarbolarás la resplandeciente lanza por la estirpe sagrada, hallarás un hijo de los dioses de antaño en cuyo cabello anide el sol y sus ojos reflejen la luz de las ancestrales estrellas -.
- Es precioso y tétrico al mismo tiempo ¿quién te regaló la profecía? – preguntó la niña.
- Un caballero de dulce voz y oculto con una túnica más blanca que la nieve virgen iluminada por la luna, al menos eso es lo que dice mi madre -.
A la mañana siguiente los viajeros se despidieron y cada cual siguió su camino. No obstante el mercader decidió ir junto con Borvar, se habían hecho amigos y la presencia de cinco carretas amedrentaría con más facilidad a los posibles salteadores.
Las jornadas se sucedieron, semejantes unas a otras. Rian había decidido ir en el carro con sus amigos y dejar a Fion solo con Rochith; la declaración de Longren le había afectado sobremanera, el extraño de la profecía se correspondía a la perfección con el caballero que le dejó cuando era un bebé en brazos de Fany.
- Rian -.
La chiquilla se abrió paso por la carreta hasta llegar al pescante. Borvar se veía preocupado.
- ¿Sabes qué le sucede a mi hijo?, lleva unos días muy callado -.
- Ya le conoce, a veces se vuelve así de taciturno – mintió ella con una sonrisa.
- Ay, nunca sé como tratarle, Fany le entiende mejor que yo – se quejó apenado.
- Es la intuición de las madres, mi padre dice lo mismo de mí, nunca sabe por donde le voy a salir sin embargo parece que mi madre me leyera la mente a todas horas, algo de lo más irritante –.
Borvar estalló en carcajadas y dejó de preocuparse. Rian miró hacia atrás, al muchacho que guiaba el rebaño con el desamparado sonido de la flauta, y empezó a tramar algo con que animarlo.
Fion, ajeno a su entorno, pensaba una y otra vez en las palabras del joven caballero y su humor empeoraba por momentos. Parecía que el extraño vestido de blanco no se conformaba con abandonarle, además tenía que irse a la otra punta de la provincia a contarle una profecía a un joven aristócrata que, vaya casualidad, se encuentra con él en mitad de las estepas de Eriador.
Se llevó la mano al colgante de oro que escondía bajo la gruesa ropa, recordando una conversación con sus padres al calor del hogar....
- ¿Puedo llevarme a Rochith? -.
- Sí, puedes llevarlo, ese caballo te sigue a todas partes como un perro así que no corremos riesgo de perderlo -.
- Ni se te ocurra decirle que parece un perro, podría arrearte una coz – sonrió Fion.
- ¿Nos entiende? – preguntó Borvar, perplejo.
- Papá, ya te dije que todos los animales nos entienden, empezando por las ovejas aunque éstas son un poco tontas – respondió el muchacho, cogiendo más puré, y añadió – No pongáis esas caras, esto sólo os lo digo a vosotros, no soy tan idiota como para provocar otro problema como el que tuvimos en la otra aldea -.
- Fion, tú no tuviste la culpa, la gente se asusta de lo que no entiende – repuso Fany. Acarició con ternura el rostro de su hijo adoptivo. – Eres como eres Fion, jamás te avergüences de ello; los dioses te han concedido dones que a veces serán una pesada carga pero también son un regalo precioso, puedes hablar con los animales, entender la naturaleza y posees fuerza y destreza, y otras tantas cosas que aún no has descubierto -.
- Hasta ahora mis dones, como tú los llamas, sólo nos han traído problemas -.
- No es cierto, sé que encontraste a Ermon gracias a tus poderes, ¿eso no compensa lo demás? -.
- Tienes razón, mamá -.
La mano de Fany tomó el colgante dorado que permanecía escondido bajo la camisa de Fion, el emblema del halcón sosteniendo una estrella resplandeció a la luz del hogar.
- Cuando tengas miedo y dudas mira este medallón, así recordarás que perteneces a una noble familia -.
- Vosotros sois mi familia, mis padres – replicó el chico – Los otros me abandonaron -.
- No, te dejaron a nuestro cuidado, ellos tenían entre manos algún tipo de misión, esos asuntos importantes que resuelven la gente importante, y no podían cuidar de un bebé – Fany sonrió dulcemente – Recuerdo la voz del caballero blanco que te trajo, era muy hermosa y muy triste, él te quería Fion, tanto como para preferir abandonarte antes que exponerte a algún peligro -.
....Las palabras de Fany se perdieron en el viento que peinaba los campos y resonaba entre las rocas de las Quebradas.
- ¡Es Bree! -.
Por fin, tras el agotador viaje, la colina de Bree se alzó frente a ellos a la luz de la mañana. Desde la que fue conocida como Guerra del Anillo, la ciudad de Bree y sus vecinas Combe, Archet y Entibo habían prosperado y crecido gracias a su posición privilegiada en la encrucijada del Camino del Norte y el Camino del Este. Las casas pronto superaron los límites de la empalizada y, hacía poco más de ochenta años, se había construido una segunda mucho mejor para albergar a toda la ciudad de Bree, no porque pudieran ser atacados sino para obligar a los comerciantes a pagar los impuestos por los productos con los que comerciarían en el Gran Mercado.
Cuando llegaron a las proximidades de la ciudad el tráfico por el camino se volvió abrumador, caballos, ganado, carros y carrozas, hombres y mujeres, enanos, y muchos hobbits, aquello era un maremagnun de voces y ruido.
- Es horrible – musitó Trandara, asomada como sus amigos fuera de la lona de la carreta.
- Pues a mí me gusta – sonrió Raf – Me recuerda a la Fiesta del Portador que se celebra en Hobbiton, allí sí que se junta gente, casi toda La Comarca se reúne allí todos los 22 de Septiembre y cada cual lleva su comida y bebida para compartir con los demás -.
- Muy interesante – comentó Trandara irónica – Lo que yo me pregunto es cuánto tardaré en darme un buen baño -.
- Mis parientes viven en Entibo, tenemos que entrar por las puertas de la empalizada, pagar los impuestos e ir al otro lado de la colina -.
- Eso significa que hasta la hora de comer como mínimo no tendrás baño –. Rian le dio una palmada en la espalda a su amiga - ¿Hay gente de muchas provincias? -.
- Acuden de todo Arnor, desde Nueva Tharbad a Carn Dûm y desde los Puertos hasta las Montañas Nubladas, comerciantes, mercenarios, juglares, aventureros, nobles y, con algo de suerte, alguien de la Casa Real – explicó Borvar con los ojos brillantes.
El pastor y su hijo llevaron al rebaño a los rediles construidos a tal fin para los comerciantes de ganado mientras los demás iban a casa de los tíos de la madre de Raf.
- Cada año piden más dinero por cuidarte los animales – renegó Borvar – Es abusivo -.
Fion se limitó a sonreír mientras remontaban la colina. El muchacho estudiaba todo a su alrededor, interesado en el comportamiento y atuendo de cada raza.
- No mires a las personas tan fijamente, hay muchos a los que no les gusta y no me apetece que te echen mano un grupo de matones – le regañó su padre.
- De acuerdo -.
Tuvieron que meterse en una calleja cuando un destacamento de la guardia avanzó calle abajo. Los soldados vestían cotas de malla y sobrevestes negras con siete estrellas plateadas dispuestas en círculo, el emblema del antiguo Arnor, cascos alados e imponentes picas. Varios comentarios se oyeron contra los guardias que parecían creer que la vía era suya.
- Actúan así desde aquel maldito decreto – comentaba un hombre.
- Es como estar bajo la ley marcial – decía otro.
- El rey debería prestar más atención al Norte, venir alguna vez en lugar de criar moho en el palacio de Minas Tirith -.
- Los rumores dicen que se está muriendo -.
- La gente que cuenta esos rumores es la misma que te dirá que ha oído que un dragón ha devastado Fornost, Iarwain -.
Aquellos comentarios, por alguna extraña razón, inquietaron a Fion. Se separó un instante de su padre y se aproximó a los dos desconocidos.
- Perdonen, ¿a qué decreto se referían antes? -.
- Vaya, un campesino curioso – rió el que se había burlado de su compañero.
- Deja de hacer el idiota Aurleas – replicó secamente el otro – Verás chico, el rey no hace otra cosa que subirnos los impuestos y enviar cada vez más soldados para controlarnos, según los comerciantes es algo que está sucediendo en los lugares más importantes de Arnor; si la situación sigue empeorando y le da por haber un año de malas cosechas o semejante no creo que tardemos mucho en empezar a ver las primeras revueltas -.
- ¡Fion! – Borvar agarró a su hijo por el cuello de la chaqueta – Discúlpenle si les ha molestado -.
- No hay problema, el chico es muy cortés e inquisitivo, buenas cualidades – afirmó Iarwain.
Borvar arrastró a su hijo colina arriba hasta llegar a la casa en cuestión. Golpearon la puerta y al momento salió a recibirles una hobbit entrada en años y rostro risueño.
- Hola, ¿vosotros sois Borvar y Fiondil?, pasad, pasad, vuestros amigos están comiendo en el salón; yo soy Margarita – hablaba muy rápido y en un tono alegre.
- Gracias – fue lo único que acertaron a responder padre e hijo.
Con tanta gente grande el salón se veía abarrotado. Sentados en taburetes bajos, el grupo comía acompañados del tío de la madre de Raf, Leone Tuk, un hombrecillo tan tranquilo como nerviosa era su esposa.
- ¿Y Trandara? – interrogó Fion mientras echaba mano de la ensalada.
- En el baño, creo que se quedará allí metida hasta que se arrugue – respondió Rian y entre risas añadió – Esta casa hobbit me gusta, resulta acogedora, pero a mi padre le queda pequeña -.
En cuanto terminaron de comer durmieron un rato. Ese día no harían ningún negocio, sólo descansarían, así que los niños pidieron permiso para explorar la ciudad.
- Volveremos antes que oscurezca, así vosotros podréis ir a locales donde nosotros no podemos entrar – argumento Rian, sus ojos grises chispeantes.
- No sé – dudaba Borvar.
- No te preocupes, Bree es un lugar seguro – lo tranquilizó Elmedoc – La guardia evita robos o peleas, no les ocurrirá nada, ya son suficientemente mayores como para moverse sin que seamos su sombra -.
- Vale, podéis iros – se rebuscó en la ropa y le entregó un saquito a Fion – Dinero para comida y algún capricho, te lo has ganado por ayudarme tanto con el rebaño -.
- Gracias – sonrió el muchacho.
El Gran Mercado se desplegaba a los lados del Camino del Este que atravesaba la ciudad de parte a parte. Los muchachos tuvieron cuidado de no separarse y sobre todo de vigilar a Malvin, un peligro en potencia si se tropezaba entre tanta gente.
En los tenderetes se vendía de todo; armas, telas, mascotas, especias, arados, monturas, joyas, comida, juguetes... todo lo vendible y comprable se encontraba allí.
Descubrieron que ante semejante panorama Trandara entraba en un estado de locura absoluto, algo que Raf bautizó como "la fiebre por las compras". Se hizo con dos vestidos, unos zapatos, pañuelos un conjunto de pendientes, pulsera y colgante, y se veía dispuesta a comprar todo lo que pudiera cargar.
A pesar que Rian siempre había despreciado comportarse como una chica, lo cierto es que envidiaba a su amiga por poder llevarse lo que quisiera, algo que ella no podía permitirse. A Fion le bastó una mirada a su nariz arrugada para comprender.
Llegaron a otro joyero a cuyo lado había un espadero enano, era Dwolin.
- Hola amigos – les saludó cordialmente - ¿Os gustan mis mercancías?, obras de excelente calidad; espadas, sables o puñales, tengo los mejores de todo el Mercado -.
- Déjame ver los puñales, los mejores – sonrió Fion.
- Al momento, joven – le miró un instante y añadió - ¿Tienes dinero? -.
El elfo levantó la bolsita y la hizo sonar delante de las narices de Dwolin. Inmediatamente el enano se agachó y rebusco bajó el mostrador, salió acalorado y con un hermoso estuche de madera oscura.
- Esto es mi obra maestra -.
Abrió la tapa y les mostró dos magníficos puñales; la hoja era esbelta pero sin perder resistencia como pudo comprobar Fion, las empuñaduras eran sendos halcones broncíneos en actitud de alzar el vuelo y entre sus patas, que formaban el pomo de la daga, una esmeralda.
- ¿Cuánto? – interrogó el muchacho.
- Te los he enseñado como un favor especial, no tienes suficiente para pagarme, sólo la esmeralda supera lo que llevas en esa bolsita -.
- ¿Cuánto? -.
- Doscientas monedas de oro de Annúminas – respondió con sorna Dwolin.
- ¿¡Qué!?, ¡es un precio exorbitante! -.
- Es el precio, los enanos sabemos exactamente cuanto cuesta hacer armas como ésta, la hoja es de acero pero lleva un poco de mithril, el suficiente como para cortar las armaduras como si fuesen mantequilla -.
Fion deslizó su mano por la empuñadura y tuvo una fugaz visión de sí mismo empuñando aquellas dagas en mitad de un brutal combate contra guardias vestidos de negro. Retiró la mano, asustado.
- ¿Eres de Aglarond? -.
- Sí, vengo de las Cavernas Centelleantes, ¿por qué? -.
- Un día vendré a por estas armas, serán mías – afirmó convencido.
- No lo creo, fue un encargo bastante especial – sonrió el enano.
- ¿Encargo?, ¿si fue un encargo por qué no las ha comprado su dueño? -.
- Porque su dueño no es el mismo que quién mandó hacerlas, es muy difícil de explicar y no quiero que me tomes por un chiflado, odiaría tener que partirte la crisma -.
- ¿Quién las encargó? – preguntó Fion, sintiendo como un vacío se abría en su estómago.
- Secreto de profesión, dejémoslo ahí, un placer volver a veros chicos – dijo y se dispuso a atender a un tipo con pinta de guerrero.
Malvin, Raf y Fion se reunieron con las chicas que habían estado probándose joyas. Trandara ya llevaba comprado un brazalete, sin embargo Rian devolvió al joyero una pieza que a todas luces le gustaba mucho, un fino colgante de oro con una esmeralda en forma de lágrima.
Continuaron su paseo por el Mercado, cuando faltaba una hora para volver a casa Fion se despidió de sus amigos.
- Tengo que hacer algo yo solo, nos reuniremos en la curva que hace la calle donde está la casa de Margarita y Leone -.
- Ten cuidado – recomendó Trandara – Te esperaremos para que no se entere tu padre -.
- Gracias y necesito que me hagas un favor – dijo y se acercó para susurrarle al oído – Déjame algo de dinero, quiero comprarle a Rian una cosa y no sé si tengo suficiente -.
La muchacha le entregó las monedas que le quedaban, casi una moneda de plata, y le dedicó un guiño de complicidad.
- Gracias Trandara, te debo una -.
- Lo tendré en cuenta -.
A la carrera, Fion volvió sobre sus pasos hasta el puesto del joyero en cuestión. Ahí estaba todavía el colgante.
- ¿Cuánto cuesta? -.
- Una moneda de plata -.
- ¿Puedo ver el colgante?, quiero asegurarme de la calidad de la pieza -.
El orfebre le acercó la joya. Apenas Fion rozó la piedra sintió un cosquilleo, algo semejante a lo que experimentó al tocar los puñales. Convencido del valor del colgante pagó de buena gana el precio, aunque eso significaba deberle media moneda de plata a Trandara.
Abandonó el Mercado a toda velocidad y remontó el camino que llevaba a Entibo al tiempo que el sol parecía desaparecer más temprano que otros días sólo por fastidiarle a él. Llegó sin aliento al lugar donde esperaban sus amigos y, juntos, volvieron a la casita hobbit.
Esa noche los tres alegres padres se marcharon a disfrutar de la noche en Bree mientras los niños quedaban a cargo de Leone y Margarita, ambos encantados de disfrutar de la compañía infantil.
Trandara y Rian dormían en la habitación que perteneció a las hijas de los señores Tuk, y los chicos ocuparon el cuarto de los hijos. Las camas eran tipo hobbit y tanto Fion como Malvin, que empezaban a ser altos, las encontraron un tanto estrechas. La solución pasó por juntarlas y hacer otra más grande en la que no les colgaran los pies fuera del colchón.
Aprovechando que Trandara se fue al baño a prepararse para dormir, es decir, cepillado de pelo y untado de chorrocientas cremas, Fion fue a hablar con Rian.
Tras llamar a la puerta un par de veces la muchacha abrió. Él la observó sorprendido, nunca había visto a su amiga con el pelo suelto y un atuendo tan femenino como ese sencillo camisón azul.
- ¿Qué quieres?, estaba a punto de irme a dormir – inquirió ella de mal humor.
- ¿Podemos hablar un momento? -.
- Bueno, pasa –.
- ¿Por qué estás enfadada conmigo? – preguntó Fion, una vez dentro del cuarto.
- No es eso, estoy cansada -.
La chiquilla se sentó en una cama y abrazó sus rodillas.
- Siento haberme ido antes como lo hice -.
- Le dijiste a Trandara donde ibas y a mí no -. Las palabras de Rian eran una acusación en toda regla. – Creí que tu mejor a miga era yo pero debí equivocarme -.
La respuesta de Fion consistió en sentarse junto a su amiga y depositar un pañuelo doblado sobre la cama.
- Panta sa – le indicó. (ábrelo)
Curiosa, ella obedeció. Retiró la tela y las luces del candelabro jugaron a crear fantásticos reflejos con la esmeralda. Alzó el colgante, boquiabierta.
- Es... es...es... -.
- El colgante que te gustaba – terminó Fion por ella.
Sin mediar palabra, Rian le abrazó. Le resultó extraño; la única que le abrazaba era su madre, el resto de la gente siempre había rehuido su contacto por miedo a lo que pudiera hacerles. Repuesto de la sorpresa, él también rodeó a su amiga con los brazos y sonrió al reconocer el aroma a heno fresco y manzanas característico de Rian.
- Gracias – musitó Rian – Es un regalo precioso... siento haberme portado tan mal -.
- Descuida, entiendo que te enojases, pero era una sorpresa y no podía decirte donde iba o por qué -.
Ella rompió el abrazo y se puso el colgante, sonriendo por fin.
- Será mejor que vuelva a mi habitación antes que venga Trandara – dijo el elfo.
- Sí, alassëa lomé -. (buenas noches)
- Enyaluvan le oialë, ohtariel – replicó él, realmente divertido.
- ¡Ey!, ¡no es justo!, todavía no he aprendido tanto como para entender eso – protestó Rian.
- Mis disculpas, buenas noches -.
Salió de la habitación huyendo de las almohadas que su amiga le arrojó.
Los días que pasaron en Bree fueron inolvidables. Por las mañanas ayudaban a sus padres con la venta en el Mercado pero las tardes eran para ellos, y recorrían la ciudad deleitándose con cosas que jamás habían visto.
La víspera de su partida, los niños se toparon con un corro de gente en una de las plazas. Escuchaban a un juglar, vestido con llamativos colores, que entonaba versos acompañado de una mandolina y del que parecía su hijo, un chico que debía rondar los dieciséis años.
- Nobles caballeros y damas, guerreros y doncellas, escuchad las palabras de Carjory el Juglar – canturreaba alegremente – Os contaré historias de tiempos pasados, de grandes hazañas y pesares, de mendigos y reyes, de guerras y amores -.
- Cántanos lo más antiguo que conozcas – pidió un noble arrojándole una moneda de plata – Si me gusta habrá otra como ésta -.
La mano del trovador arrancó un dulce acorde a la mandolina y entonó una canción que puso los pelos de punta a Fion.
A Elbereth Gilthoniel
silivren pennamíriel
o menel aglar elenath!
Na-chaered palan-díriel
o galadhremmin ennorath,
Fanuilos, le linnathon
nef aear, sí nef aearon!
- Eso es sindarin – susurró Rian, tirándole a su compañero elfo de la manga - ¿Cómo puede ese conocer el idioma? -.
El noble le entregó el dinero convenido al trovador y preguntó por el significado de la canción.
- Es tan antigua que su significado es desconocido, sólo sé que Elbereth es el nombre de una diosa – respondió y se colgó el instrumento a la espalda – Por hoy y este año es todo mi querido público, volveré para el próximo Mercado -.
La gente se marchó, sólo un grupo de niños aguardó a que el juglar les prestara atención. Carjory miró interrogante a los muchachos y los invitó a acercarse.
- ¿Queríais algo chicos? -.
- ¿Dónde aprendió esa canción? – preguntó Fion.
- De mi padre y el mío del suyo, así ha sido siempre en mi familia -.
- Y ahora yo aprendo las leyendas de mi padre – dijo el hijo de Carjory, risueño – Dentro de poco recorreré los caminos como él, en solitario para hablarle a la gente de los Días Antiguos -.
- Sí, aunque también estás empeñado en esa idea ridícula de impartir justicia en el mundo Nastian – rió el trovador revolviendo el cabello pajizo del chico.
- Es una lástima, me hubiese gustado saber quien la compuso y qué dice – comentó Fion – Gracias por su tiempo señor, nos tenemos que ir, que tengan buen viaje -.
- Igualmente muchacho – Carjory le guiñó un ojo y añadió – Tennoio mellon -.
- Tenn' encenië – rió el elfo.
Cuando se alejaron Trandara, Raf y Malvin avasallaron a Fion a base de preguntas.
- Responde, ¿qué es eso de tenenkuie y ten lo que sea que ha dicho el trovador? – repitió la hija del sanador.
- Ese hombre es más de lo que parece, no es un simple juglar, pues conoce la lengua antigua – explicó el muchacho – Yo conozco algunos saludos y despedidas pero apuesto a que él sabe hablarla y, posiblemente, leerla; supongo que la profesión de bardo está asentada en la familia de Carjory desde la Tercera Edad cuando menos -.
Después de casi dos semanas en Bree llegó el momento de regresar a casa para unos y otros continuarían camino, éste era el caso de Fion y Borvar; guiarían a su rebaño a los pastos de verano y no regresarían a la aldea hasta el Festival de la Cosecha a principios de Otoño.
- Es una pena que estés fuera tanto tiempo, no podrás seguir enseñándome la lengua antigua -.
- Tenemos todo el invierno -.
Rian dio una patada a una piedra, fastidiada. Fion sonrió.
- Yo también voy a echarte de menos – añadió el elfo.
- No te burles – le reprendió ella, conteniendo a duras penas las lagrimas.
- Lo siento -.
- No es verdad -.
- Antes que te enfades y no me dirijas la palabra, quería decirte algo -.
- ¿El qué? -.
Fion sostuvo la esmeralda que le regalase a Rian y que ella no se quitaba en ningún momento. Volvió a sentir el mismo hormigueo.
- Siempre que estés triste mira el colgante, te recordará los ratos divertidos que hemos pasado juntos – la animó – Además aún tienes a Trandara, Raf, Malvin y, aunque no quiera reconocerlo, también Kervo -.
- Que tengas buen viaje, mellon -.
- Mara mesta, buen viaje se dice mara mesta -.
Se dieron un último abrazo y Rian le plantó sendos besos en las mejillas antes de echar a correr hacia una de las carretas, las trenzas negras aleteando tras ella.
Sonriente, Fion hizo sonar su flauta, el rebaño se congregó tras él, y echó a andar al lado de su padre.
Tenían ante ellos un largo trayecto; seguirían el Camino del Este hasta más allá del Fontegrís y el Sonorona, y bajarían hacia el Sur, al lugar conocido como Acebeda, una magnifica tierra de pastos verdes próxima a las Montañas Nubladas. Allí pasarían el verano, itinerantes como tantos otros pastores, para volver al hogar al final de la temporada de recolección.
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N. de A: Vaya pedazo de capítulo ^^, creo que me entusiasmé demasiado pero después de tenerlo escrito no me veía capaz de quitar nada.
Rochith significa "caballo-niebla", por el color grisáceo del animal.
Un apunte respecto a la ropa de los guardias. Se supone que el emblema del Reino Unificado es el Árbol Blanco con las 7 estrellas y la corona alada. Lo único que he hecho es deducir que para la guardia de a pie en el Reino del Norte, Arnor, sería correcto usar el antiguo emblema de las 7 estrellas y, para el Reino del Sur, Gondor, usar el emblema del Árbol Blanco; así el escudo completo de estrellas, árbol y corona sólo lo usaría la guardia de elite próxima al rey.
Gracias a todos por los reviews!!! Pasaos por esta page http://meadowhaven.net/php-bin/view.php?pid=529 , me la envió una amiga y la verdad es que parecen Fion y Rian, ni hecho a propósito este dibujo hubiese resultado más acertado.^^
