- Un, dos, un, dos, estocada... ¡no!, has de sujetarlo así, venga repite -.
Fion afirmó sus pies en el suelo nevado, sujetó fuerte la espada e intentó emular los movimientos que su maestro le estaba enseñando.
- Bien, mejor, pero recuerda mantener así el brazo o podrías lastimarte -.
- De acuerdo -.
Khor era un instructor severo e impaciente, pero sabía premiar con un elogio en el momento oportuno.
Continuaron un rato más con el entrenamiento antes de almorzar, después seguirían su viaje.
- Todavía no me ha dicho por qué va a Pelargir – dijo Fion, intentando iniciar una conversación.
- Trabajo -.
- ¿Qué tipo de trabajo? -.
- Eres demasiado curioso -.
- Y usted no me cuenta nada -.
La risa de Khor resultó algo sorprendente en alguien que hablaba poco y sonreía menos.
- Veamos, ¿qué puedo contarte?... soy un montaraz, me llamo Khor y sirvo a quien me pague -.
- Eso ya lo sé, ¿no hay nada más? – protestó el joven.
- Nada que pueda interesarte, tú no me cuentas tus secretos y yo no te cuento los míos, así de sencillo -. El hombre se puso todo lo cómodo que podía; recostado contra un árbol, arrebujado en su capa y fumando su pipa.
- Yo sólo soy un pastor -.
- Mientes -.
- No miento -.
- Pero ocultas detalles -.
- ¿Si yo le explico algo más usted hará lo mismo? – preguntó Fion, esperanzado.
- ¿Tanto te apetece conocer mi vida? -. Él enarcó una ceja.
- Viajo con usted, y sí, me gustaría saber cómo es mi compañero y maestro -.
- Habla y ya veremos -.
- Tuve que marcharme de mi aldea porque la gente creía que yo era un hechicero – dijo en tono triste pero desafiante.
- Mi hogar, si es que tengo uno, está en Fornost y sirvo a un solo señor cuyo nombre ha de permanecer en secreto por el momento -. Khor vació la cazoleta de la pipa y se incorporó. – Quizás llegues a saber algo más cuando lleguemos a nuestro destino, en Pelargir se aclararán algunas dudas pero surgirán otras, acostúmbrate a ello chico, los montaraces somos así -.
Fion llamó a Rochith y echó a andar junto a Khor; esa fue una de las condiciones que le impuso el extraño hombre, que hiciera a pie todo el camino y él la aceptó, tenía el presentimiento que valdría la pena.
- Nueva Tharbad -.
Los dos viajeros contemplaron la poderosa ciudad comercial que crecía en torno al Gwathlo, un enclave privilegiado en medio de las vastas llanuras del Minhiarath y el Enedwaith, aunque cada uno sintió algo distinto; Khor feliz de poder aprovisionarse, Fion aterrado de volver allí.
- Comeremos y dormiremos en una posada, vamos chico -.
- No puedo... -.
- ¿Qué? -. Khor miró extrañado al muchacho.
- Mis padres y yo tuvimos problemas aquí, yo tenía quince años, habrá gente que me recuerde – explicó Fion.
- Mira chico, no soy tu niñera – el montaraz señaló el cielo oscuro por las nubes – Se acerca una tormenta, puedo olerlo, y no me apetece convertirme en un trozo de hielo mientras duermo -.
- Vaya usted, y lleve a Rochith a la posada, yo le esperaré en el camino mañana al amanecer -.
- Me esperará tu cadáver – gruñó Khor – No me obligues a arrastrarte hasta la hospedería -.
- Conozco un sitio donde puedo pasar la noche, sólo necesito la lona y estaré a cubierto, se lo prometo, al alba estaré en el camino -.
- Muy bien -. El montaraz le ofreció la lona a Fion con expresión hosca, sin embargo, cuando el chico la iba a coger le golpeó con la empuñadura de la espada - Lo siento -.
Como si de un saco de patatas se tratase, Khor agarró a Fion y lo arrojó sobre la grupa de Rochith. El caballo lo miró como diciendo "¿en serio era necesario?".
- No pongas esa cara y sígueme -.
Tiempo indeterminado después, Fion abrió los ojos en una habitación con un terrible dolor de cabeza; desde la cama, fulminó con la mirada a su compañero de viaje. Khor le sonrió mordaz, tranquilamente sentado a la mesa remendando un desgarrón de su capa y acompañado de una jarra de cerveza.
- Por fin te veo enojado, llegue a pensar que eras incapaz de enfadarte -.
El elfo se incorporó despacio, sintiendo como todo le daba vueltas, y consiguió enfocar lo suficiente como para ver la nieve caer con fuerza del otro lado de la ventana. Khor le acercó un tazón con sopa; todavía estaba templada y Fion lo apuró rápidamente junto con pan, queso y vino.
- La próxima vez obedéceme y te ahorrarás el dolor de cabeza -.
- Lo habría conseguido -.
El desafío y la seguridad en sí mismo que demostró Fion con esas tres palabras sorprendió a su maestro; anotó mentalmente no subestimar al joven, intuía que bajo aquella apariencia hermosa y delicada había mucho más, el espíritu de un halcón que todavía no ha estrenado sus alas.
La terrible nevada duró varios días, tiempo durante el que Fion no hizo otra cosa que revolotear por la habitación como un animal enjaulado.
- ¿Por qué no bajas conmigo a tomar algo? – preguntó Khor.
- No me apetece – gruñó el joven.
- Creo que me he expresado mal, o vienes conmigo o te arrojo escaleras abajo -.
Fion se apresuró a calzarse las botas, si Khor había sido capaz de atizarle con una espada era muy posible que tirarle por unas escaleras no le resultara un inconveniente.
Olieron el salón taberna de la posada antes de entrar, una mezcla de humo, cuerpos apretujados, cerveza y estofado; a Fion le revolvió el estómago. La taberna estaba atestada, el frío llamaba a los hombres a calentar el cuerpo llenándolo de alcohol, ello desataba las lenguas y los gritos y cantos improvisados eran habituales. Cuatro improvisados músicos animaban el ambiente con un violín, flauta y dos cajas que hacían las veces de tambores.
Buscaron un rincón lo más discreto posible y se sentaron con dos jarras de cerveza que les trajo una delgada muchacha de desaliñado pelo castaño y ojos apagados. Fion la sonrió al darle el dinero avivando una pequeña chispa en la joven, por un instante le devolvió la sonrisa antes de volver a su trabajo.
- Parece triste – dijo cuando Khor le miró con hilaridad mal disimulada.
- Acostúmbrate, hay mucha gente en este mundo que no disfruta de excesivos momentos de felicidad – señaló brevemente a la camarera con la pipa – Le has hecho un gran regalo con tu simpatía aunque no te lo parezca -.
El alborozo generalizado enmudeció durante unos instantes que se hicieron eternos. Fion miró a la puerta abierta por la que penetró una ráfaga de viento cargada de nieve y tres encapuchados de túnicas ocres. Khor soltó una sarta de juramentos en voz baja mientras el bullicio rebrotaba en la taberna y los recién llegados se perdían camino a la barra.
- ¿Los conoce? – inquirió curioso.
- Sacerdotes de la Orden de Nogard, servidores de la Llama –. El montaraz prácticamente escupió los nombres – Una extraña hermandad que está proliferando en Gondor como las malas hierbas en el campo, yo me cuento entre los que no se creen su apariencia piadosa -.
- Cuéntame algo sobre ellos -.
- Predican la caridad con el prójimo, la renuncia al poder y cosas semejantes, cosas muy bonitas que muchas veces ellos no respetan – los ojos grises se oscurecieron como nubes de tormenta – Cuídate de ellos chico, sobre todo tú -.
Fion no pudo evitar dar un respingo, ¿acaso ese montaraz sabía que pertenecía al Pueblo de los Elfos?.
- Tu apariencia es extraña, demasiado hermosa para un campesino, y esos sacerdotes destruyen todo lo que sobresale de la norma -. Khor sonrió con acritud – Quizás tenías razón al no querer permanecer en Tharbad -.
- ¿Cuándo nos iremos? -.
- Mañana, ahora es demasiado tarde y los caminos son traicioneros con tanta nieve -.
Bebieron sus cervezas y regresaron a su habitación. Al subir vieron que uno de los sacerdotes descendía, un hombre joven, Fion calculó que seguramente tendrían casi la misma edad. La mirada de ambos se cruzó como lo harían unas espadas. El clérigo se detuvo y el pastor también.
- Será mejor que mis hermanos no te vean – dijo con una sonrisa que a Fion le heló la sangre antes de bajar los últimos escalones.
- Gracias – replicó el elfo a su espalda.
El joven sacerdote levantó una mano sin volverse a modo de despedida y se perdió en el bullicio de la cantina.
Desde el malecón cubierto de algas y moluscos, Fion se deleitó con el olor del mar que cargaba la brisa del sur. Admiró los pesados buques de batalla gondorianos, los ligeros bajeles de comercio y los pequeños botes de pesca, una mezcla de velámenes de colores. El bullicio del puerto de Pelargir triplicaba al de Nueva Tharbad y también el número de habitantes; Fion comprobó sorprendido que por allí paseaban gentes de todos los reinos, a menudo podía ver rostros cetrinos u otros de un color cobrizo.
- ¡Chico!, ¡vamos! -.
El que gritaba era Khor. Había terminado de comprar algunas provisiones y ahora debía encargarse de los asuntos que le traían a la ciudad portuaria.
Durante los últimos dos meses Fion había viajado con el hosco montaraz, aprendiendo las artes y sutilezas de quienes viven en los caminos.
- Toma -.
Khor le tendió algo alargado envuelto en un paño, al desenvolverlo el sol incidió sobre la empuñadura de una espada corta.
- Señor, yo... es magnifica, gracias – balbució Fion.
- No es para tanto, sirve para trinchar a la gente pero no te recomiendo que intentes parar un mandoble de espadón con ella o se te deshará al momento – replicó el hombre – Ahora sígueme. Tengo que hablar con alguien -.
- Si quiere puedo esperarle en la posada, no quisiera molestar -.
- No, ven conmigo -.
Con paso rápido y largo, Khor guió a su aprendiz hasta los barrios más pobres de la ciudad, allí donde el aroma del mar se convertía en hedor a desperdicios, pescado podrido y cuerpos sin lavar. La gente, ataviada con andrajos y trapos sucios, iba de aquí para allá, ocupada en oscuros asuntos, nadie les prestó atención a excepción de un par de mujeres escasas de ropa ofreciendo sus servicios o un mendigo más insistente que otros.
- No sé como pueden vivir aquí -.
- Cosas de la vida, unos están arriba y otros abajo, pero lo cierto es que desde algunos años para acá las cosas están empeorando -.
- ¿Empeorando?, ¿cómo? -.
- Al Norte las noticias llegan veladas, sólo meros ecos de la realidad – sonrió Khor, mordaz – Has de saber que el rey es débil -.
- ¿Qué?, pero si sólo habrá llegado a los cuarenta ¿no?, eso es lo que dicen los viajeros que pasan por Bree o mi aldea -.
- El rey es débil, no nació con el don de mando innato a su posición, y los nobles le manejan a su antojo, la reina está desesperada – la mordacidad de Khor se acentuó – Lástima que no sea ella el rey, pondría a unas cuantas ratas en su lugar... bueno, el caso es que el mayor de nuestros problemas es que, a parte de ser un soberano idiota, nuestro preciado monarca no ha sido capaz de dar un heredero a la corona -.
- Eso pone en peligro la estabilidad de los Reinos Reunidos -.
- Exacto -. El montaraz se detuvo ante una destartalada casa de dos pisos, gris como el ambiente que les rodeaba. – Aquí es -.
Golpeó la puerta y una sonriente anciana les dio la bienvenida. El joven elfo vio a Halatir posado en una de las casas aledañas, le sentía inquieto y desconcertado pero no consiguió hablar con él.
- ¿Quién es? – preguntó desconfiada al ver a Fion.
- Mi discípulo, Dora -.
Ella estalló en unas ajadas carcajadas.
- Ah!, ha de ser especial para haberte cazado, querido -. Dora miró al joven de hermoso rostro y movimientos gatunos. – Siéntete orgulloso de tu maestro, no encontrarás otro igual, al menos aquí en el Sur -.
- Ya basta Dora, o revelarás asuntos que han de ocultarse – la reprendió Khor.
- Quisquilloso –.
Entraron al edificio y accedieron a una sala vacía a excepción de la gruesa alfombra que cubría el suelo. Khor se sentó y apoyó la espalda en la pared, parecía esperar a alguien.
Fion escogió un discreto rincón en penumbra para acomodarse y examinar con detenimiento su nuevo arma. Ciertamente no era un acero espectacular, pero era su primera espada y se sentía orgulloso de ella.
De repente, entraron siete encapuchados. Sólo uno se adelantó y se sentó ante Khor, éste sonrió y besó la delicada mano que surgió de la oscura tela.
- Mi señora, me alegra veros -.
- No menos que a mí – respondió una dulce voz, cargada de la fuerza de quien está acostumbrado a mandar.
La capucha cayó y dejó al descubierto un largo cabello, negro y ondulante como hebras nacidas de la noche, y un pálido perfil de armoniosos rasgos en los que brillaban dos grandes ojos grises.
- La situación se agrava, no nos queda tiempo – dijo la hermosa dama – Mi esposo es una marioneta y a mí ya han intentado asesinarme -.
- ¿Qué? – la frialdad de Khor dio paso a una repentina ira – Me desharé de aquellos que siquiera hayan pensado en haceros daño -.
- Tranquilo, mi querido amigo, sé defenderme y mi guardia me es completamente fiel, sabes quienes son y que jamás me traicionarían – ella reparó entonces en la sombra que observaba la escena - ¿Quién está ahí? -.
Antes que Fion pudiera contestar seis lanzas apuntaban directamente a su garganta.
- Dejadle, es mi aprendiz – rió el montaraz – Ven aquí, chico, quiero presentarte -.
La dama pareció sobresaltarse al verle el rostro e interrogó con la mirada a Khor.
- Este es Fiondil, viene del Norte... Fion, ella es Lomelindís, una de las princesas de Dol Amroth y reina de Arnor y Gondor -.
- Es un placer conocerte muchacho – sonrió ella, afable.
- Para mí es un honor, mi señora – consiguió responder él.
- ¿Quiénes son tus padres? -.
Fion quedó momentáneamente desconcertado por la pregunta.
- Fany y Borvar, pastores en una aldea junto a Bosque Viejo -.
- Mi señora, ¿qué mensaje he de transmitir en Fornost? – intervino Khor.
- Estad preparados, puede que la Compañía Gris sea convocada en cualquier momento a Minas Tirith – suspiró la reina – He de volver a palacio y la comunicación será inviable... me siento perdida, cansada de luchar, y abandonaría si no fuera porque me debo a mis súbditos -.
- No os rindáis, encontraremos una solución -.
- No la hay, no sin un heredero -. Lomelindís rozó un momento el curtido rostro del montaraz. – Si me sucediera algo busca un heredero, alguien que pueda ocupar el trono en lugar de esos buitres carroñeros que se hacen llamar aristócratas -.
- Sabéis que el rey no tiene hermanos, ni nadie lo suficientemente cercano como para reclamar el Doble Trono -.
- En la biblioteca de Minas Tirith encontré algunos textos muy interesantes, una genealogía para ser más exactos -. La reina le entregó un viejo legajo de pergaminos. – Busca un heredero para Arnor y Gondor, esa es ahora tu misión Arthorion, nada más puedes hacer por mí -.
- Y la cumpliré, mi señora, os lo juro sobre el recuerdo de un encuentro junto al Nenuial – aseveró el montaraz.
Ambos se incorporaron y caminaron hacia la puerta seguidos de la escolta de la reina. Después de un intercambio rápido de palabras en voz baja se escuchó el sonido de la puerta y Khor volvió solo a la habitación. Para entonces Fion ya había sacado rápidamente sus conclusiones, su extraño maestro y la reina se amaban y los dos sabían que aquel había sido el adiós definitivo.
- Nos vamos chico, volvemos al Norte -.
- Khor -.
El montaraz se guardó el pergamino y miró interrogante a su discípulo.
- ¿Quién eres?, ella te llamó Arthorion -.
- Es mi nombre de nacimiento, en los caminos prefiero usar otros menos aristocráticos -.
- ¿Eres un noble? -.
- Algo así -.
- ¿Cómo que algo así? -.
- Un guerrero jamás será tan entrometido, ¿por qué quieres saber?, creo que a estas alturas es bien claro que no te voy a cortar la garganta en mitad de la noche -.
El joven elfo recogió su espada y la colocó en su costado.
- Porque la reina os ama y no creo que una dama como ella amase a un hombre cualquiera -.
Khor palideció y luego sonrió con cinismo.
- Muy bien, polluelo, al menos sabemos que no eres ciego – su expresión se endureció hasta conseguir que Fion agachara la cabeza, intimidado – Prepárate porque volvemos al Norte, a Fornost, allí terminarás tu aprendizaje -.
Desde ese día Fion no volvió a preguntarle a Khor sobre sí mismo.
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N. de A.: ¡Dedicado a todas las lokas que me habéis dejado reviews!. A todas parece que os gustó Khor, aunque ya habréis visto que no es Aragorn precisamente. Y a Rian ya podéis olvidaros de ella, bwhahah!. Por cierto Mayu, te agradecería que no te cargaras al pobre Halatir, ya sé que es un poco plasta pero no es para que lo estrangules X^D
Prometo varios personajes nuevos que os sorprenderán. Ya me contaréis quien os gusta o a quién queréis echársele a las arañas de Rhovanion. X^D
Tenna rato!!!
PD: ¡Cómo molan mis 3 elfos! (vale, ya sé que estoy de psiquiatra ¬¬UU)
