Los muros de la que antaño fuera conocida como Fornost Erain resplandecieron cobrizos a la luz del sol de estío, por encima de la imponente defensa dos torreones se alzaban evanescentes en la bruma matinal. El sonido de una campana rompió la prístina atmósfera.
- Bienvenido a Fornost, "la fortaleza septentrional" – anunció Khor.
- ¿Qué me aguarda aquí? – inquirió Fion.
- Conocimiento y fuerza -.
- El día que este montaraz hable sin adivinanzas ni medias tintas es que habrá llegado el fin del mundo – pensó con acritud.
Ascendieron la colina a paso rápido. Al aproximarse, Fion distinguió dos o tres figuras embozadas de gris sobre las almenas.
- ¿Quién solicita entrar en la Casa de los Montaraces del Norte? – preguntó una voz.
- Uno de los hijos de la Compañía Gris – replicó Khor – Saludos, Theron -.
- ¡Oh, que me aspen!, ¡chicos, abrid las puertas, es Khor! -.
Con un profundo resonar, se abrió una de las gruesas láminas de madera y metal para dejar paso al montaraz y su acompañante.
Apenas habían traspuesto la entrada cuando un hombre se abalanzó sobre Khor para darle un abrazo de oso. Cabello negro veteado de blanco, vivos ojos oscuros y un rostro que mostraba pequeñas arrugas resultado de la preocupación y la alegría por igual.
- Algunos apostaban que te habrían secuestrado los piratas – bromeó.
- Haría falta toda la población de Umbar para algo así – rió otro de los allí presentes – Man nárye?, vanima ar néka ve selda -.
- Ni soy débil ni una chica, y puedo probarlo –. La replica de Fion fue instantánea y afilada como la espada sobre la que tenía posada la mano.
- ¿Habla la Lengua Antigua?, ¿qué extraño personaje has encontrado en tu camino, viejo Khor? -.
- Su nombre es Fiondil, un exiliado, quiero que se le admita con los otros muchachos – respondió con sencillez – Y no pongas esa cara escandalizada, Iffer -.
- No podemos admitirle sin haber pasado las pruebas -.
- Ya las ha pasado en mi compañía -. Khor se cruzó de brazos, con el ceño fruncido en esa pose amenazante que tan nervioso ponía a Fion – Si quieres haz que luche contra el mejor de tus chicos -.
- Narush le destrozaría – objetó Iffer, acariciando pensativo su mentón cubierto de una rala barba castaña.
- Eso está por ver -.
Se miró al espejo y suspiró. Fion había cambiado sus sencillas ropas de campesino por una camisa, pantalones curtidos, botas y una túnica gris pardo sin mangas y abierta por los lados para facilitar la movilidad; era el uniforme de los aprendices. Con cuidado se ajustó el cinto de la espada y salió al patio de entrenamientos. El estómago se le hizo un nudo al ver a la gente, seguramente todo el que no tuviera una ocupación ineludible se encontraba presente en las terrazas, pórticos y el patio de losas grises como todo lo que había por allí.
Junto a Iffer aguardaba un chico que rondaría los veintitrés años, complexión atlética y mirada arrogante. Fion frunció el ceño, aquel joven le recordaba vivamente a Kervo, exceptuando su cabello rubio ceniciento y los ojos castaños.
- Te presento a Narush – fueron las palabras de Khor.
- Él es Fion – indicó Iffer.
- Combate a primera sangre, y hablo de rasguños no de arrancarle la cabeza al contrario ¿de acuerdo? – explicó Khor – Preparaos -.
- Te voy a destrozar, nadie entra en Fornost sin pasar las pruebas aunque el mismísimo Arthorion le avale – advirtió Narush con una cáustica sonrisa – Aún estás a tiempo de retirarte y no lastimarte, nenita -.
Aquel insulto encendió la rabia del elfo. Desenfundó y se colocó como Khor le había enseñado.
- Atácame y veremos quien es aquí la nenita, herinke -. (damita)
Las hojas sesgaron el aire y llenaron el patio con sus restallares metálicos. Un, dos, paso atrás, finta, y doble estocada. Uno, dos, paso al frente, bloqueo, giro a la derecha. Fion se sorprendió de lo fácil que le resultaba aquello; veía los movimientos de su adversario casi antes que éste tuviera tiempo de realizarlos, la espada se amoldaba a su mano como si la hubiese manejado durante años.
- Deja de jugar, muchacho – fue la orden de su preceptor – Acaba -.
Reprimiendo una risa surgida de puro histerismo, Fion obedeció. Encadenó una serie de rápidas estocadas con un fuerte mandoble al final. Narush, de espaldas sobre el suelo, miraba boquiabierto la afilada punta que rozaba su cuello intentando asimilar qué había pasado.
- Tu chico será bienvenido entre los aspirantes – afirmó Iffer, estrechando la mano de Khor – Ha de refinar su técnica -.
- Lo sé, a veces parece que está sacudiendo una alfombra -.
- ¡Maestro! – protestó Fion.
No había llegado el mediodía, cuando el ex pastor se encontró sentado en un catre del humilde edificio que albergaba a los candidatos a pertenecer a la Compañía Gris. Era consciente de cómo le miraban los otros chicos, con miedo y desconfianza, algo que desembocaría en las sempiternas burlas que soportaba desde que tenía uso de razón.
Se llevó una mano al pecho, sintiendo el medallón bajo la áspera tela. Debía adaptarse a la vida en Fornost, aprender todo cuanto le fuera posible en honor y gratitud a la preocupación que Arthorion había mostrado por él.
- ¡Levanta! -.
Fion se detuvo un instante para girarse a observar como el instructor Agarer gritaba a uno de sus compañeros, el pobre chaval apenas podía consigo mismo como para levantar el peso de la mochila llena de piedras.
- ¡Tú, sigue corriendo! – dijo el desagradable maestro.
- Corre o nos meterás en más problemas – masculló alguien al pasar junto a él; era Virpo, su vecino de catre, buena persona pero poco inteligente.
Desoyendo el consejo de su compañero, Fion dio media vuelta y, para sorpresa de todos, le quitó al joven desplomado la mochila y se la cargó él.
- Yo llevaré las dos, señor – le dijo al desconcertado Agarer.
- Eso no te restará carrera, te queda una vuelta completa a la muralla -.
- Lo sé, pero lo prefiero a quedarme otra vez sin cenar porque uno de mis compañeros no cumple sus ordenes -.
El caído, libre del peso, se incorporó y corrió junto a Fion.
- ¿Eres Ferivant? -.
- Sí -.
- ¿Por qué estás en Fornost? -.
- Mi padre fue un montaraz y murió cuando yo era niño, desde siempre mi madre está empeñada en que siga sus pasos pero a mí esto no me gusta, no valgo para pelear y esas cosas – musitó Ferivant.
- Yo estoy aquí por lealtad a Arthorion -.
- ¡Eres un cabezota! – renegó Virpo, poniéndose a la altura de los otros dos muchachos - ¡Podían haberte castigado! -.
- Pero no lo han hecho – sonrió Fion – Aunque agradezco tu preocupación -.
Él gruñó algo y aceleró de nuevo su carrera hasta desaparecer en un recodo de la muralla. Ferivant bajó la cabeza.
- ¿Ocurre algo? – inquirió el elfo.
- Nada... gracias por tu ayuda con la mochila -.
Terminaron el ejercicio y acudieron a las duchas en tropel, cuanto antes se lavarán antes cenarían. Como de costumbre en los últimos dos meses, Fion soportó las burlas de los otros chicos y que le lanzasen comida con loable estoicismo antes de ir a dormir.
Tumbado en su incómoda cama observaba el techo, la luz de las antorchas del patio proyectaba sombras entre las vigas que semejaban figuras fantásticas al antojo de su imaginación, aquel era un pequeño juego mental para distraerse mientras llegaba el sueño. Fue entonces cuando escuchó los susurros y risas contenidas. Lentamente, como si buscase una posición más cómoda en sueños, se giró para indagar qué sucedía; reconoció a Narush y sus mejores amigos en la semioscuridad, llevaban algo envuelto en una manta que no cesaba de retorcerse. Aguardo hasta que salieron por la puerta para seguirles.
Abandonaron la fortaleza por una poterna oculta en uno de los recovecos de las murallas y corrieron hasta ocultarse tras un cúmulo de rocas que formaba parte de la misma ciudadela. Fion se asomó por encima de aquel muro natural y vio qué llevaban en la manta, a un aterrorizado Ferivant.
- Parece que te estás haciendo muy amigo del bicho raro, aunque, después de todo, los dos sois iguales, un par de chicas ¿no es verdad? -.
Los insultos sólo consiguieron asustar más al muchacho y arrancar carcajadas a sus verdugos.
- ¿Qué... qué quieres Narush?, no te he hecho nada – protestó débilmente.
- Tu presencia me repugna, vára laman – afirmó el arrogante novicio – Me he enterado del motivo real por el que tu familia te envió a Fornost -. (sucio animal)
Ferivant palideció.
- Sí, eso es, ahora comprendes, el que algo como tú viva en la noble Fornost deshonra a los Montaces del Norte, mañana todos sabrán tu secretito – lo martirizó Narush sin clemencia – Todos -.
- Por favor, Narush, no lo hagas, haré lo que quieras pero no lo reveles, no lo soportaría – suplicó Ferivant arrodillado.
Las carcajadas de los cinco jóvenes y los ruegos del desconsolado muchacho acabaron con la poca paciencia que restaba en Fion después del duro día.
- ¡Dejadle en paz! -.
- Vaya, mirad, el bicho raro – sonrió Narush – Aquí no está Arthorion o Iffer para protegerte -.
- No necesito que me protejan de cinco cobardes que se ensañan con gente más débil que ellos, si alguien deshonra a los montaraces sois vosotros, los Señores del Norte jamás se rebajarían a comportarse como chusma -.
La arrogancia desapareció en los chicos que sólo buscaban un poco de diversión. Avergonzados y humillados por las palabras de Fion, se marcharon al momento. Narush fue el último en irse y lo hizo tras maldecir e insultar un par de veces al elfo y su parentela.
- Vamos Fer, volvamos antes que nos metamos en un lío -. Le tendió la mano y le ayudo a levantarse.
- ¿Por qué me defiendes? -.
- Porque sé lo que se siente en estas situaciones, miedo e impotencia -.
- Qué más da, mañana todos sabrán que soy una cosa rara y no podrás hacer nada – masculló Ferivant, propinándole una patada a una piedra.
- No entiendo -.
- Nadie lo entiende -.
- Fer, no sé ni de qué estamos hablando, ¿qué hay en ti para que se te pueda considerar raro?, a mí me pareces de lo más normal -.
- ¿Alguna vez te has enamorado? -.
Fion le miró, desconcertado.
- Sí, ¿por qué? -.
- ¿Cómo era? -.
- Un diablillo de cabello negro, mandona, divertida e inocente – sonrió el elfo – Riannawyn es su nombre -.
- He ahí la diferencia, yo amo a alguien llamado Artenon -.
Aquello fue como recibir una bofetada, Fion tardó unos instantes en digerirlo.
- ¿Te... es...? -.
- Sí, es un chico –. Ferivant sonrió con amargura – Es el primogénito de una de las familias más poderosas de Annúminas y nuestra relación perjudicaba a su familia, es decir, les repateaba, les asqueaba y les avergonzaba; mis padres decidieron alejarme un tiempo y ver si en Fornost me "curaba" de mis estrambóticas inclinaciones... aunque contigo de por medio ha sido algo complicado, sé que te resultará incómodo, pero eres muy atractivo -.
- Gracias – replicó Fion, completamente rojo de perplejidad.
Ferivant estalló en alegres carcajadas.
- Volvamos, tienes toda la noche para decidir qué posición tomar ante mi presencia – apuntó el joven – Repulsión, rechazo, aceptación... -.
- Dejémoslo en amistad – atajó Fion – Aunque espero que no te moleste si tardo un poco en acostumbrarme -.
Retornaron al dormitorio de los aprendices y se durmieron al instante.
Las semanas siguientes estuvieron marcadas por la monotonía. Por alguna extraña y desconocida razón Narush no reveló el secreto de Ferivant y ahí quedó todo, en una sencilla rencilla de medianoche. Entonces, una plomiza mañana, Theron congregó a los aprendices en el patio.
- Hoy iréis a las Quebradas – anunció con su profunda voz de mando - Cada uno de vosotros recibirá equipo para sobrevivir una semana en campo abierto, además de una pequeña piedra sobre la que veréis grabada una runa. Cuando lleguéis a las Quebradas debéis buscar un símbolo como el que se os ha entregado, junto a él encontraréis grabado otra runa que debéis memorizar para cuando volváis a Fornost -.
- ¿Qué ocurre si no encontramos nuestra runa? -.
- No podréis volver hasta encontrarla, ¿alguna duda más?... de acuerdo, coged los equipos y en marcha -.
Mientras se ajustaba las cinchas de la mochila, Fion recordó que aquella era la primera labor que realizaría sin la supervisión de sus instructores. Se reunió con Virpo y Ferivant y en su compañía dejó atrás la fortaleza de los montaraces.
- Las Quebradas son muy extensas, será como buscar una aguja en un pajar – protestaba Virpo – Una semana es muy poco tiempo si tienes la mala suerte de empezar a buscar por el lado equivocado -.
- En Fornost pervive la creencia en el Destino, si has de superar con éxito esta prueba es que tu destino es continuar tu instrucción – explicó Ferivant.
- A mí lo que me preocupa es aquello -. Fion señaló el nubarrón que se cernía sobre el paisaje – Una tormenta en las Quebradas es muy peligrosa -.
- ¿Cómo lo sabes? -.
- Fui pastor, Virpo; todos los años atravesaba las Quebradas del Sur – explicó a sus amigos – Las del Norte deben ser semejantes, si no más agrestes -.
- ¿Por qué son tan peligrosas? – inquirió Ferivant.
- Los relámpagos sienten cierta predilección a caer por la zona, aunque también me preocupan los lobos y eso sin contar las leyendas sobre espectros -.
- No bromees con eso, ya tenemos bastante con la ventaja que nos lleva Narush y sus amigos -.
Un agudo chillido les hizo levantar la cabeza. Un halcón de bruñido plumaje surcaba los cielos.
- No tanta – sonrió Fion – Recuerda que el Destino elegirá al vencedor y, si tiene un poco de ironía, hará que Narush llegue el último a Fornost -.
Tres horas más tarde estaban metidos de lleno entre las rocas y barrancos que conformaban las Quebradas. La penetrante mirada de Fion recorría cada palmo de piedra buscando runas, no sólo la suya sino también las de sus compañeros, pero no había nada. Un trueno bramó en el aire con una fuerza duplicada por el eco que producían las Quebradas.
- Esto no me gusta – musitó Ferivant.
Fion no le prestaba atención, había sacado su runa y la observaba atentamente.
- Deberíamos buscar refugio, esas nubes descargaran de un momento a otro – afirmo Virpo - ¡Fion despierta! -.
- ¿Eh?, sí, busquemos un abrigo entre las rocas -.
Apiñados bajo una amplia cornisa los tres amigos disfrutaron de una frugal comida. El elfo insistió en que debían racionar sus provisiones si no querían quedarse sin nada antes de encontrar las runas.
La lluvia y los relámpagos arreciaron, lo que les hizo permanecer lo que restaba de día tumbados en su refugio sin otra cosa que hacer que hablar. Al llegar la noche Virpo y Ferivant se envolvieron en las mantas, la humedad incrementaba la sensación de frío.
- Parece mentira que estemos en Agosto – refunfuñó Virpo.
- Pero también estamos en el Norte de Eriador perdidos en mitad de las Quebradas, según he oído contar si viajas una semana hacia el Norte desde aquí encuentras un país donde la nieve no se derrite nunca – replicó Ferivant – Lo que yo me pregunto es cómo hace Fion para soportar el relente sólo con la capa -.
- Resisto bien el frío – respondió el aludido – Dormid, mañana nos espera un día duro con todos los barrancos inundados y las laderas resbaladizas -.
Fue como predijo Fion, mucho agua y mucho frío. A media mañana ya estaban de barro hasta las orejas.
- Jamás volveré a entrar en calor – gimoteó Ferivant - ¡Y no encontramos ni una maldita runa!, ¡esto es frustrante! -.
- Aguardad aquí un segundo -.
Los dos jóvenes observaron como Fion trepaba ágilmente la pared de roca hasta llegar a la cima. Desde allí los ojos azules escrutaron el entorno, algunas figuras se movían un par de recodos por delante pero ni rastro de inscripciones.
- Tolo nin, Halatir -. (Ven a mí)
- ¿Qué quieres, Fion? – la replica mental llegó al elfo con claridad mientras el ave planeaba bajo el cielo encapotado.
- ¿Viste a alguno de los instructores venir a las Quebradas? -.
- Muy avispado, sabía que puedes ser listo cuando quieres – bromeó el halcón – Tu presentimiento es correcto, no existen las runas -.
- ¿Para qué nos enviaron aquí entonces?-.
- Es una prueba, os piensan tener dando vueltas por las Quebradas un par de semanas, aquellos que lo soporten sin rendirse continuarán su instrucción -.
- Que simpáticos... -.
- ¡Fion!, ¿¡ves algo!? – gritó Virpo desde abajo.
- ¡Nada!, creo que nos están tomando el pelo – replicó al tiempo que descendía hasta donde se encontraban sus amigos.
- ¿A qué te refieres? -.
- A que Fer tenía razón con eso del Destino, apuesto lo que queráis a que lo de las runas es sólo una excusa para tenernos pululando por las Quebradas y comprobar nuestra tenacidad -.
- Comparto su opinión – asintió Ferivant.
- Tú compartirías todo con Fion si él te dejara – rió Virpo.
- Muy gracioso – gruñó su compañero, envolviéndose en su capa con gesto ofendido.
- Ya vale de bromas pesadas, tenemos suficientes por parte de los otros aprendices como para empezar nosotros también – le reprendió Fion.
- Mis disculpas -. Virpo inclinó su morena cabeza.
- Propongo quedarnos en un lugar resguardado estos días y aprovechar para practicar con las espadas las nuevas técnicas que nos estaba enseñando Theron – continuó el elfo.
- Por mí bien -.
- Yo también me apunto -.
Cuatro días transcurrieron en el campamento de los tres amigos. Practicaron, hablaron e incluso fueron de caza. A media mañana del sexto día desde que abandonaron Fornost, aparecieron dos de los chicos que siempre acompañaban a Narush, parecían aterrados.
- ¿Qué ha pasado? – preguntó Virpo, saliéndoles al paso.
- Narush y Whule cayeron en una sima, algún tipo de caverna subterránea, sacamos a Whule pero Nar se había roto la pierna, estábamos intentando decidir cómo rescatarle cuando "algo" entró en la caverna -.
- ¿Algo? – inquirió Ferivant.
- Era frío, y aterrador, insoportablemente aterrador... huimos de allí y cuando volvimos no quedaba rastro de Narush – el chico se pasó una temblorosa mano por los cabellos – Vamos a Fornost para dar aviso, los demás se han quedado en la boca de la sima -.
- ¿Dónde? – preguntó Fion.
- A medio día hacia el Oeste -.
- De acuerdo. Virpo, Fer, recoged vuestras cosas, nos vamos -.
- Intuyo la locura que ronda tu cabecita dorada y no es una buena idea – afirmó Ferivant en cuanto los dos asustados aprendices se hubieron marchado – Sé qué ser ha cogido a Nar y no podrías hacer nada por él, a estas alturas estará muerto -.
- ¿Lo sabes? -. Virpo levantó la vista de su macuto - ¿Qué es? -.
- Tumularios – dijo el grácil muchacho – Son el resultado de las ancestrales batallas entre Angmar y Arnor; espectros de antiguos nobles y valientes señores del Norte, malditos por las hechicerías del Rey Brujo -.
- Eso son cuentos de niños – sonrió Virpo - ¿Hace cuanto que sucedió eso?, ¿más de tres mil años? -.
- Aunque los tumularios sean un cuento, la realidad es que Narush tiene problemas y no lo abandonaré en esos subterráneos a una muerte en la oscuridad – aseveró Fion, cargando con su mochila - ¿Venís conmigo? -.
- Qué remedio – suspiró Ferivant.
Corrieron en la dirección indicada y, al caer la tarde, avistaron un pequeño fuego en una hondonada.
- ¿Quién va? -.
- Amigos -.
Los jóvenes que descansaban junto a la hoguera se relajaron visiblemente al reconocer la voz del elfo.
- Nos tropezamos con Erendur y Praent y nos informaron de lo ocurrido -.
- Es horrible, Whule no ha podido dormir recordando aquella cosa que entró en la caverna -.
Fion cogió una cuerda, su espada y una antorcha.
- ¿No pensarás bajar?, es un suicidio –.
- Ya se lo hemos dicho pero no nos hace caso – dijo Ferivant, mirando ceñudo a su amigo.
- No va a pasarme nada – sonrió el elfo.
- Eso dices tú -.
Se acercaron al tenebroso agujero y los seis jóvenes ayudaron a Fion a descender por la escarpada y resbaladiza pared.
- ¿Qué ves? – preguntó Virpo, cuando su compañero tocó suelo.
- Un rastro, sea lo que sea a Narush se lo llevaron a rastras -. La mano de Fion tropezó con los restos de sangre seca y se le hizo un nudo en el estómago. – Volveré lo antes posible, y que a ninguno se os ocurra bajar si no regreso -.
Con la antorcha por delante, Fion se adentró por un angosto túnel siguiendo las marcas y restos de sangre seca.
En un determinado momento la roca se convirtió en losas de piedra perfectamente talladas y ensambladas, con inscripciones y relieves. El frío se intensificó, aunque parecía congelar más el alma que el cuerpo. Encerró su miedo en un rincón y prosiguió su avance, silencioso y cauto, hasta que unos tétricos cánticos rompieron la quietud de aquel inframundo y le estremecieron en lo más profundo del corazón.
Su mano se cerró con fuerza en torno a la espada y se guió por las voces. Éstas le condujeron a una cámara abovedada donde descansaban varios sarcófagos de mármol entre joyas, oro, herrumbrosas armas y armaduras, estatuas y bandejas cuya comida se pudrió hacía milenios. La luz de la antorcha también reveló un cuerpo echado sobre uno de los sepulcros, era Narush, pero su rostro estaba ceniciento, carente de vida.
- Oh, no -.
Fion apoyó su cabeza sobre el pecho de su compañero y alcanzó a escuchar un tímido latir, Narush se encontraba al borde de la muerte. Los cantos, que habían cesado cuando el elfo irrumpió en la sala, se reanudaron en un tono distinto; Fion se percató que ahora distinguía palabras, frases inconexas, que hablaban de miedo, ruina y muerte. La espada cayó de su mano y el cuerpo se le quedó helado, sus ojos distinguieron evanescentes presencias que se aproximaban a él desde distintos puntos de la cámara.
- Tumularios – pensó, a punto de abandonarse al pánico.
Manos esqueléticas se extendieron en su dirección, para destruir la vida que anhelaban y odiaban por igual. Fion miró a los espectros y su voz se alzó límpida y llena de poder contra el hechizo de los tumularios.
Tolo, heri nin
le nallon di-nguruthos.
Am melethron nîn
angoll elui,
esgal chithui.
Elbereth! Guren nîn linna ess lîn,
guren chelthennin 'iritha
or i ringloss.
Im alagos,
i fion ed amrûn gliritha calad lîn.
Elbereth!, an edraith nîn.
Ven a mí, mi señora
Ante ti clamo desde la oscuridad.
Me vestiré
con un abrigo de estrellas,
un velo de fuego.
Elbereth! Mi corazón cantará tu nombre,
mi corazón estremecido
en la fría nieve.
Soy un fiero viento
el halcón del alba que cantará tu luz.
Elbereth! acude a salvarme.
Los fantasmas, que antaño fueron hermosos y nobles señores de Arnor, retrocedieron. El canto de Fion nació desde su corazón, desde el núcleo mismo del poder élfico que le hacía diferente a todos cuantos había conocido, y derrotó a las tinieblas. El brillo de la antorcha creció hasta expulsar todas las sombras de la cámara y el toque de su mano diluyó el hechizo que arrancaba la vida de Narush. Una extraña joya reposaba sobre el pecho del joven, una estrella de zafiro engarzada en plata, Fion se la guardó y zarandeó a su compañero.
- Nar, despierta, debemos irnos -.
El herido parpadeó, confuso, hasta que alcanzó a enfocar a su improvisado rescatador y entonces se abrazó a él como un náufrago a un trozo de madera en el mar.
- ¿Se han ido, esos... esos...? – balbució.
- Se han marchado por el momento, pero volverán, por eso debemos irnos -.
- Tengo la pierna rota – le recordó Narush.
- Cargaré contigo, sube a mi espalda y agárrate fuerte -.
Corrió lo más rápido que le permitieron sus piernas por el pasillo por el que había venido. La luz del día les recibió en la caverna donde Narush y Whule habían caído casi dos días antes.
- ¡Eh!, ¡los de arriba!, ¡echadnos una mano! -.
- ¡Chicos, es Fion, trae a Nar! -.
Haciendo gala del magnifico entrenamiento que estaban recibiendo, los aspirantes a montaraces se repartieron las posiciones y el esfuerzo para izar al herido sin lastimarle. Fion fue el último en trepar y le recibió una ovación general de sus camaradas, sonrió abrumado.
- Gracias – dijo Narush mientras el elfo le examinaba la pierna rota.
- No hay de qué – replicó Fion, aunque la gratitud del orgulloso joven le llenó de satisfacción – Toma, muerde este palo, voy a colocarte el hueso -.
Todos observaron como su extraño compañero sujetaba la pierna y con un ágil y brusco movimiento recolocaba la fractura. Nar ahogó un grito. Compasivo, Fion dejó escapar algo de su poder curativo para calmar el dolor y afianzar el hueso en su sitio, después entablilló y vendó con firmeza.
- Bueno, ahora sólo nos queda esperar a que los instructores vengan a buscarnos – afirmó Ferivant, ofreciéndole a Fion un tazón de caldo.
- Espero no tarden mucho -.
Ferivant miró al herido, desconfiado.
- Este otro cuenco es para ti -.
- ¿Puedes ayudarme para beberlo?, apenas puedo moverme – solicitó Narush.
- ¿No te molesta que un sucio animal como yo te dé de comer? -.
- Allí abajo he tenido tiempo de replantearme algunas cosas, entre ellas que debo una disculpa a muchos de mis compañeros de Fornost; si puedes perdonar mi actitud fanfarrona y despectiva, por favor, te agradecería que me ayudarás -. Las palabras de Narush sonaron graves y sinceras.
El joven agraviado esbozó una sonrisa y sostuvo al herido para darle a beber el caldo.
Fion se tumbó con los brazos cruzados tras la cabeza, los ojos cerrados, sonriendo al sol de estío. Intuía que a partir de ese día se habían acabado los problemas con sus compañeros.----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
N. de.A : Siento la tardanza, la Uni me deja poco tiempo -_-
He observado que estáis formando un movimiento a favor de la reaparición de Rian... siempre me hacéis lo mismo con los personajes que quito de en medio ¬¬ Esperad unos capis y veréis por qué Rian no está presente.
Por cierto, os parecerá extraño, pero ni siquiera yo sé por qué abandonaron a Fion :P Es verdad, tengo una forma de escribir bastante rara, simplemente me siento y la historia sale sola, hasta yo misma me sorprendo de lo que escribo, así me pasa, que de vez en cuando los personajes se sublevan y salen cosas raras como un picnic en los Puertos de Sirion XD.
Gracias por los reviews Anariel, Nariko, cari_chan, Selene!!!
Tenna rato!!!! ^^
¡¡¡SÓLO FALTAN 9 DÍAS PARA EL ESTRENO DE LAS DOS TORRES!!! (cara de felicidad suprema)
