En el Reino de Bosqueverde

No podía ser.

- ¡Un elfo! -.

- ¿¡Una elfa!? -.

Ella estalló en alegres y cristalinas carcajadas.

- Menudo susto me has dado – dijo, empujando a Fion para poder sentarse – Creí que eras un mortal, pero eso sería imposible, un hombre no podría alcanzar a un elfo corriendo, no sé como no me di cuenta -.

- Eres una elfa – repitió él, mirando el cabello rubio peinado en un sin número de trencitas, los ojos azules, la piel blanca, la belleza de sus rasgos y su expresión entre pícara y divertida.

- Sí, parece que nunca hubieses visto ninguna -.

- Y así es, eres la primera de mi raza que he visto en toda mi vida -.

- ¿Qué?, ¿pero tú de dónde has salido? – inquirió la elfa, percatándose de las extrañas ropas del forastero.

- Vengo del Oeste, del otro lado de las Nubladas -.

- ¿No te has criado con elfos? -.

- Me abandonaron de pequeño, me criaron unos pastores -.

- Edain – gruñó ella, mirándole de arriba abajo – Resultas peculiar, extranjero... ¿cómo te llamas? -.

- Fiondil -.

- A mí puedes llamarme Cyrene -.

- No es un nombre élfico -.

- Yo no le doy mi nombre élfico a cualquiera – replicó la elfa, abruptamente - ¿Qué asuntos te traen a Bosqueverde? -.

- Buscaba a gentes de mi raza para averiguar algo acerca de mi pasado, ver si podía encontrar a mi familia -.

- Nosotros y el Pueblo de Ithilien somos los últimos reductos de la gloria de las Edades pasadas, supongo que has venido al lugar indicado -. Cyrene se incorporó ágilmente y sonrió – Te llevaré al corazón del reino, a Amon Thranduil, nuestro rey podrá ayudarte -.

Desandaron el camino y volvieron allí donde Rochith esperaba junto a los hombres asaltados.

- ¿Por qué les has atacado? – preguntó Fion.

- Porque son bandidos; creen que pueden esconderse en el bosque y asaltar a los viajeros que usan el camino, nuestra gente ha de estar constantemente alerta para mantener a estos tipejos fuera de nuestras fronteras, las patrullas son constantes – explicó Cyrene – A mí no me gusta matarlos, pero tengo amigos que no se andan con tantos miramientos y echan rápidamente mano del arco -.

- Es un poco cruel – opinó el joven.

- Los edain son los crueles, se matan entre ellos y hacen daño a la naturaleza de la que viven, acabando con unos cuantos le hacemos un favor a la Tierra Media... los Segundo Nacidos, los favoritos de Eru, los que tienen el Don de la Muerte... ¡bah!, sólo son alimañas, niños caprichosos que destrozan todo cuanto pueden de este mundo antes de morir -.

- Te equivocas, hay muchos edain que no son así, empezando por los dos que me acogieron, Fany y Borvar, ambos lo dieron todo por hacerme feliz y no consentiré que les insultes de esa manera -.

Cyrene sostuvo la colérica mirada de Fion y rió, mordaz.

- Será mejor que sujetes tu lengua cuando lleguemos a Amon Thranduil o tendrás problemas – advirtió ella – Los elfos no somos esos seres bondadosos y etéreos de las leyendas, tenemos que competir con los edain por sobrevivir y nos queda muy poca generosidad que volcar en nuestros vecinos -.

La elfa echó a andar a paso ligero siguiendo la linde del bosque hacia el Norte y Fion fue tras ella.

- ¿No vamos por el camino? – interrogó.

- Vamos por otro camino, el Sendero Élfico que sólo nuestro Pueblo conoce – respondió ella, observándole de refilón – Eres un bicho muy raro -.

- ¿Qué? – parpadeó Fion, era imposible que una elfa le llamara igual que sus compañeros montaraces.

- Nunca había visto un elfo como tú, de alguna forma eres distinto, pareces... no sé... mucho más élfico que nosotros, si es que eso resulta posible, y también humano, supongo que por haber vivido con edain -. Entonces volvió a sonreír, entornando los ojos, con esa expresión pícara – Y eres muy, muy, muy hermoso -.

Él enrojeció hasta las orejas para diversión de Cyrene.

- Acabo de decidir que me gustas, Fiondil – afirmó resuelta – Puedes contar con mi ayuda y, para empezar, te cambiaremos el nombre, al menos hasta que el rey te vea y decida qué va a pasar contigo -.

- Llámame como quieras -.

- Filigod entonces, no serás un halcón pero al menos sigues siendo un pájaro -.

- Muy graciosa -.

Ella esbozó una burlona sonrisa y siguió andando.

- Me has dicho que fuiste criado por pastores pero no lo pareces, me recuerdas más a esos hombres solitarios del Norte, los montaraces -.

- He estado con ellos tres años, adiestrándome – explicó Fion - ¿Y tú?, ¿a qué te dedicas en Amon Thranduil? -.

- Pertenezco a los Thirithiathrin, los Guardianes de la Reina, heredé el título de mi padre tras demostrar mi valía – dijo Cyrene.

- ¿Lo heredaste? -.

- Sí, mi padre murió asesinado hace unos meses, en una emboscada –. El hermoso rostro se volvió repentinamente gélido – Tus queridos edain le traicionaron, a él y a sus compañeros -.

Una sospecha empezó a bullir dentro de Fion.

- Cuando dices Guardianes de la Reina, ¿a qué reina te refieres? -.

- A la de Arnor y Gondor, ¿cuál si no?, creo que la última se llamaba Lomelindís, fue muy buena con su guardia personal y también sus antecesoras -. La rabia dio paso a un alegre orgullo – Mi padre era el único de los Guardianes que sirvió a la reina Arwen, la servía desde que era una niña y permaneció a su lado cuando los noldor partieron a los Puertos; vivió en Imladris aunque era de ascendencia sindar -.

- ¿Cuántos años tienes? -.

Cyrene pareció sorprendida por la pregunta pero la respondió.

- Según la medición del tiempo que hacen los humanos, creo que tengo cerca de quinientos años solares -.

- ¿¡Ah!? – exclamó Fion, incapaz de decir nada más elocuente.

- Ya sé que soy muy joven, demasiado para ostentar el título de Guardiana, pero hasta el momento he hecho honor a la responsabilidad que se me ha encomendado, no entiendo a qué viene tanto desconcierto -.

- Yo tengo veinticuatro -.

La elfa le miró de arriba abajo y estalló en carcajadas.

- ¡Pero si no eres más que un niño! -.

Fion frunció el ceño, ofendido.

- Quizás sea un niño para los cánones élficos, pero he sido criado como humano y te puedo asegurar que no soy ningún crío -.

- Podrás demostrarlo – replicó ella, acompañando sus palabras de una insinuante mirada que hizo arder el rostro de Fion.

La noche cayó extendiendo su manto de estrellas sin luna, llegaron entonces a una tupida zona de árboles.

- A unos pocos metros empieza la senda, sígueme – dijo Cyrene.

- ¿No vamos a detenernos durante la noche? -.

- ¿Estás cansado? -.

- No -.

- ¿Y tu caballo? -.

- Tampoco -.

- Entonces sería una estupidez detenerse... – la elfa se apartó una fugitiva trenza del rostro y enarcó una ceja - ¿No sabes que los elfos podemos permanecer despiertos cuanto queramos?, apenas si necesitamos horas de sueño -.

Aquello explicaba los problemas de insomnio que siempre había tenido Fion, incapaz de permanecer más de tres horas metido en una cama.

- Creo que tengo mucho que aprender, ¿podrías hablarme de tu gente mientras caminamos?, no me gustaría llegar ante el rey y comportarme como un estúpido -.

- Eres muy extraño Fion – comentó Cyrene, para sonreír al momento siguiente – Apresuremos el paso o no llegaremos nunca a Amon Thranduil -.

Tomaron el Camino Élfico y no se detuvieron hasta llegar a las inmediaciones de una gran colina cubierta de árboles. Al aproximarse Fion vio el puente que salvaba las aguas de un furioso río, a parte de eso no parecía haber más señales que allí habitase alguien.

Cyrene emitió un agudo silbido y de repente se vieron rodeados por una quincena de arqueros ataviados con ropas verdes y castañas. Sujetaron a Fion y le desarmaron.

- ¿Qué demonios ocurre? – preguntó, cuando vio que debatirse no le serviría de nada - ¿Cyrene? -.

- Dije que te llevaría ante el rey, aunque no especifiqué la manera – respondió ella encogiéndose de hombros.

- Narielle -.

Uno de los encapuchados se descubrió el rostro, sus prístinos ojos mostraba un sincero enojo lo que acentuaba más la sensación de encontrarse ante un cazador implacable y un severo jefe.

- Aiya Farothol -.

- Dos semanas desaparecida, dos, esto es la gota que colma el vaso jovencita, quedas recluida en tus habitaciones hasta nuevo aviso -.

- ¿¡Qué!? -. La expresión burlona había desaparecido - ¡No es justo!, ¡he atrapado a un intruso sin qu...! -.

- ¿¡Justo!?, si fuese realmente justo te enviaría de cabeza a una celda -.

El elfo hizo un gesto y dos arqueros se llevaron a Cyrene prácticamente a rastras, entonces pasó a ocuparse de Fion.

- ¿Quién eres y qué haces en nuestro bosque? -.

- Busco a mi familia, me llamo Filigod -.

- ¿A tu familia?, especifica muchacho -.

Fion le explicó lo mismo que a Cyrene mientras sentía casi rozándole las puntas de las flechas en la espalda.

- Pareces sincero – juzgó Farothol – Te conduciré a presencia del rey y él decidirá tu suerte -.

- Hannad le – suspiró Fion cuando los arcos se retiraron - ¿Os llamáis Farothol? -.

- Ese es mi nombre, soy el señor de los Cazadores del Rey -. El elfo le hizo una seña para que le acompañase al otro lado del puente, el resto de arqueros se esfumaron a la misma velocidad con que habían aparecido.

Al acercarse a la colina Fion distinguió unos portones. Farothol pronunció una palabra en voz baja y se abrieron dócilmente sin emitir un crujido. Entraron en un amplio zaguán donde los cascos de Rochith producían un sonido sordo, un par de elfos se hicieron cargo del caballo mientras Fion seguía al severo Cazador al interior del palacio subterráneo.

El lugar era confortable. La piedra había sido trabajada hasta darle formas vegetales, las paredes se cubrían con tapices y los suelos con alfombras. Las antorchas iluminaban desde sus pebeteros de oro y despedían un tenue aroma a flores, lejos del olor a aceite quemado que flotaba en los hogares humanos.

En su camino se cruzaron con varios elfos, y Fion los miraba como el sediento contempla un lago de agua cristalina. Algunos portaban arcos y vestían como Farothol, con los verdes del bosque para mimetizarse lo más posible. Otros lucían suntuosos trajes de los más variados colores y telas. Todos eran rostros hermosos y jóvenes, unos risueños, otros graves, sólo en los ojos podía intuirse la edad de aquellas gentes.

De repente, Farothol se detuvo ante unas puertas de roble labrado.

- Aguarda aquí, he de informar al rey de tu presencia y él decidirá si puedes entrar ahora o más tarde -.

- De acuerdo -.

Fion esperó en el pequeño rellano hecho un manojo de nervios. Sus ojos tropezaron con un gran tapiz, un mapa, pero se sintió desconcertado al examinarlo de cerca, esos lugares no existían.

- Hithlum, Doriath, Beleriand... – decía a media voz según su mirada recorría las tierras – Ered Luin... Las Montañas Azules... esto no puede ser, si estas son las Montañas que yo conozco aquí sólo hay mar -.

- Filigod -.

Al volverse descubrió a Farothol en la puerta, parecía reír en silencio aunque su expresión no sufrió el más mínimo cambio.

- El rey te recibirá, ven -.

Fion entró en la amplia sala abovedada. Los elfos, que hasta el momento conversaban o tañían instrumentos, le observaban curiosos mientras se acercaba a los pies del trono.

Bajo el baldaquín de piedra, madera y enredaderas en flor, se hallaba un elfo de fríos ojos azules, remansos de recuerdos y sabiduría intemporales. En él brillaba una luz que no había visto en ningún otro elfo con el que se había cruzado hasta el momento. Era joven y, al tiempo, mostraba una madurez que hablaba de la eternidad que ya había vivido. Sostenía con fuerza un cetro de oscura madera y filigranas de oro, mientras sus cabellos rubios estaban tocados por una corona de hojas. La túnica era verde como el musgo y estaba bordada con hilos dorados y negros formando delicados motivos florales.

- Maegovannen – dijo el rey, incorporándose para darle la bienvenida a la manera élfica.

- Mi más sincera gratitud gran señor por recibirme -.

- ¿Cuál es tu nombre, muchacho? -.

Algo le dijo a nuestro joven amigo que no debía mentir ante aquel monarca.

- Fiondil, señor -.

Farothol dio un respingo pero el rey sonrió, una sonrisa luminosa.

- Mi capitán dice que no tienes familia -.

- Me dejaron al cuidado de unos pastores humanos, creo que podían encontrarse en serios problemas y tuvieron que abandonarme – replicó Fion – Escuché hablar de vuestro reino y decidí venir por si aquí alguien podía darme noticias de su paradero -.

- ¿No sabes nada que pueda identificarlos? –.

- Sí, tengo esto -.

Se quitó el medallón y se lo acercó al rey dubitativo por si quebrantaba alguna norma, así debía ser por la expresión escandalizada de la mayoría de los presentes, pero el monarca no le dio importancia y cogió el colgante para examinarlo. Todo el autocontrol se esfumó del rey, miró perplejo a Fion y al medallón.

- Es imposible, no puede ser cierto -.

- ¿El qué? -.

Algunos elfos más vieron el emblema y ahogaron exclamaciones de asombro y estupefacción, en tanto Fion cada vez se sentía más desamparado, ¿qué era lo que les afectaba tanto?.

- Fiondil, ¿en serio no sabes nada de tus padres? -.

- Ya le he dicho que no, ¡por los dioses! ¡dígame qué ocurre! -.

- Hubo una vez un noble elfo que se enamoró de una mujer mortal, una Hija de los Señores del Norte, de eso hace unos cuatrocientos años solares y ocho generaciones; el último descendiente de su linaje murió asesinado hace veinticuatro años, su nombre era Glawaryon y éste su escudo de armas – explicó el rey – Glawaryon era tu padre, Fiondil -.

- ¿Usted... usted le conoció? – balbució el joven elfo.

- Sí, conocí a tu padre, un magnifico guerrero y un sabio entre nuestra gente, siempre hizo honor a su ascendencia y a la de tu madre – sonrió compasivo – Ella era muy hermosa, tanto como un mediodía de primavera, con sus cabellos dorados que, al parecer, tú has heredado. Se llamaba Silmariel -.

- Contadme más, ¿por qué todos parecen tan sorprendidos? -.

- Creímos que todos habían muerto durante la emboscada, incluso el hijo recién nacido que llevaban con ellos – el rostro del rey se ensombreció – Una emboscada hecha por humanos que dio un resultado demasiado satisfactorio, los elfos siempre hemos acusado a esos pérfidos nobles de Minas Tirith y esos fanáticos de túnica roja, pero poco podemos hacer y mucho menos ahora que también la dulce Lomelindís ha caído -.

- ¿Por qué mataron a mis padres?, ¿qué tenían ellos de importante? -.

Fion desafió al rey con la voz y la mirada, había algo que estaba intentando ocultarle, algo de vital importancia.

- Aran nin, no creo conveniente que le contéis todo, podría ser peligroso para él – intervino Farathol, preocupado. (mi rey)

- Su pasado es lo que moverá su futuro, no cambiaremos su destino aunque guardemos el secreto de su ascendencia -.

- Como deseéis, Thranduil aran nin -.

- Fion, quien mató a tu familia lo hizo por la sangre que corría por las venas de tu madre -.

El rey descendió del trono y le pidió al joven que le siguiera hasta otra habitación, una salita donde nadie les molestaría. Allí el monarca se quitó la corona y la túnica, y se sentó en una butaca frente a la que había ocupado un desfallecido Fiondil.

- Silmariel era una peredhel, una medio elfa, y como tal poseía el privilegio de escoger entre una vida inmortal u otra mortal, ella escogió la primera y vivió trescientos setenta años antes que la asesinaran -. Thranduil guardó un instante de silencio y sonrió anticipando lo que sucedería ante su siguiente revelación – Los padres de Silmariel eran Arwen Undómiel y Elessar Telcontar, en consecuencia, eran tus abuelos, lo que te convierte en heredero directo al trono de Arnor y Gondor -.

Hundido en la butaca, Fiondil tenía la sensación que el mundo entero se balanceaba y que jamás podría volver a ponerse en pie. ¿Heredero al trono?, ¿él un príncipe?, allí había un error, un terrible y garrafal error.

- Yo no... yo no... no... -.

- Sí, sí y, me temo, que sí – asintió Thranduil, no sin cierta diversión – Eres el heredero al trono y, si las cosas se desarrollan como hasta ahora, tendrás que ceñir bastante pronto la corona -.

- ¡Yo no puedo ser rey! – exclamó Fion, desesperado – Me he criado como un sencillo pastor de ovejas, no tengo ni idea de cómo se debe gobernar -.

- Tranquilo muchacho, realmente te comportas como los humanos con los que has crecido -.

- ¿A qué se refiere? -.

- Tus emociones se desatan con demasiada facilidad, aunque es posible que se deba a tu corta edad, tienes veinticuatro años ¿no es así? -.

- Sí -.

- No te angusties, te demostraré que no fue vana la hora en la que llegaste a mi reino, recibirás la instrucción que merece un hijo de reyes -.

Fiondil enterró el rostro entre las manos.

- Agradeceré aquello que queráis otorgarme, pero jamás ocuparé el trono, jamás – repitió tercamente – Yo no sirvo para ser rey, el reino ya se está desmoronando sin necesidad de que alguien como yo vaya a terminar el trabajo -.

Una mano le tomó de la barbilla y le obligó a alzar la vista. Los ojos de Thranduil se clavaron en él con todo el peso de las Edades que acumulaba su espíritu.

- Yo tampoco quería ser rey y, al día de hoy, he gobernado este bosque durante más de seis mil años y aquí permaneceré hasta que el último de los elfos haya desaparecido de la Tierra Media -.

El rey dispuso una de las mejores habitaciones para Fion y le aconsejó que descansara y se acostumbrase a la vida en Amon Thranduil antes de comenzar con las clases. Diez horas después de recibir su cuarto, Fion aún seguía tumbado en la cama, mirando al infinito y preguntándose ¿por qué él?.

Alguien llamó enérgicamente a la puerta.

- ¿Quién? – preguntó ariscamente.

- ¿Puedo pasar? -.

Aquella era una voz desconocida totalmente para él, otro criado que insistiría hasta la saciedad para que almorzara.

- Adelante -.

Quien entró no era un sirviente, aquel jubón con brocados y la magnifica espada que colgaba del cinto lo dejaban bien claro. Fion miró el rostro y los ojos grises del desconocido y concluyó que aquel debía ser un elfo relativamente joven, algún hijo de aristócratas.

- Aiya, mi nombre es Arathar -.

- ¿Qué quieres? -.

- Me he ofrecido para ser tu guía, al parecer no has salido de la habitación desde que llegaste y tienes al rey preocupado -.

- Gracias pero prefiero quedarme -.

La mirada de Arathar recayó sobre la espada que descansaba encima de la mesa.

- Tosca y frágil – dijo, burlón.

- No hace falta más si te enfrentas a ineptos como tú -.

El visitante se echó a reír.

- De acuerdo, te reto a un duelo -.

- ¿Un duelo?, ¿están permitidos? -. Fion enarcó una ceja.

- Mientras no ensartes a tu adversario con la hoja sí -.

Fion cogió su arma y siguió a Arathar hasta el patio.

Algunos elfos dejaron sus propios entrenamientos para presenciar el pequeño combate. Arathar se quitó el jubón y quedó con una fina camisa de hilo, Fion hizo otro tanto.

- A desarmar, ¿te parece bien? –.

Fion asintió.

Ambos saludaron con las espadas y tomaron posiciones, en seguida se apreciaron las diferencias en el adiestramiento. Al primer cruce de mandobles Fion se percató que no tenía oportunidad alguna de ganar, la velocidad y estilo de su oponente estaban más pulidos, pero se esforzó al máximo. Arathar le desarmó, mas fue una agradable sorpresa para Fion ver que los aplausos iban dirigidos a los dos.

- Eres realmente bueno para tu edad – sonrió Arathar – Sabes como usar esta espada para no quebrarla, al principio creí que se haría añicos al primer golpe -.

- Gracias, pero tú eres mejor que yo -.

- ¿Mejor?, coge mi espada y repite quién es mejor -.

Sujetar aquella espada era como sostener una de madera hueca, apenas pesaba más que el aire y su hoja cortaba como el diamante. Los ojos se le desorbitaron.

- ¿De qué está hecha? -.

- Mithril, algunas de las familias sindarin poseemos pequeños tesoros como esta espada, rescatados de la ruina de Eregion -.

- ¿Cuántos años tienes? -.

Arathar volvió a reír y negó con la cabeza.

- No te lo diré, aunque soy joven para los cánones élficos, uno de los pocos elfos que han nacido en la Cuarta Edad de este mundo -. Enfundó la espada – Ahora que ya has liberado ese mal humor, ¿qué te apetece hacer? -.

- Creo que almorzar – dijo Fion.

- Vayamos pues a las cocinas, creo que Ivriel estaba preparando bizcocho de nueces y pasas -.

Los dos jóvenes se colaron en las cocinas y, tras adular un rato a las cocineras, se hicieron con un pequeño banquete. Salieron fuera del palacio y se sentaron en la colina a disfrutar de las provisiones.

Mientras comían, Arathar respondía a todas las preguntas de Fion sobre las costumbres de los elfos. Algunas dejaban muy desconcertado al noble.

- Dentro de los elfos hay razas igual que las hay dentro de los hombres, aunque ahora en Endor sólo quedan sindar y avari – suspiró Arathar – Sin embargo tú debes tener ascendencia noldor, lo delata tu cabello -.

A la luz del sol el pelo de Fion resplandecía como los mismos rayos del astro. El de Arathar era oro blanco bruñido, largo hasta la cintura y recogido hacia atrás con dos trenzas como la mayoría de sus semejantes.

- Nunca me acostumbraré a esto – renegó Fion.

- ¿A qué? -.

- Siempre me sentí un extraño cuando vivía entre los hombres pero aquí me sucede igual, estoy atrapado entre dos mundos y no pertenezco ni a uno ni a otro -.

- Date tiempo, sólo llevas un día entre nosotros – rió Arathar – Dentro de un par de horas había quedado con unos amigos para salir de caza, ¿quieres acompañarnos? -.

- No sé, yo no manejo bien el arco y no quisiera estropearos la diversión -.

- ¿¡Qué no sabes manejar el arco!?, ¡por Elbereth, eso sí que es grave! – exclamó el joven noble.

Fion se encogió, avergonzado, y Arathar estalló en unas carcajadas más alegres todavía.

- Vamos, sólo bromeaba, te daré unas clases rápidas y ya irás perfeccionándote -.

El ánimo despreocupado de Arathar se abrió paso en la angustia de Fion. Tenía razón, acabaría por acostumbrarse a vivir entre su gente igual que antaño lo hiciera entre los mortales.

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N. de A.: Aiya a todos! Espero que Alcaradan (Papá Noel) os haya traído muchos regalos, a mí ninguno yo me tengo que esperar a los Neldë Erain Saironi (Tres Reyes Magos) ^^, (q vicio tengo con el élfico).

Hablando de élfico, los nombres de mis personajes significan:

Farothol: cazador del sueño

Arathar (contracción de Artathar): noble sauce

Narielle: pequeña llama

Parece que la gripe ha terminado con mi sequía creativa, no me imaginaba que la inspiración reaparecería con 39º de fiebre.

Gracias a todas por vuestros reviews!!! Y, ya sabéis, dejadme más, muchos más, me encanta la imaginación tan desbordante que tenéis a la hora de dejarme los mensajes XD. Por cierto, alguien me ha dejado un review completamente anónimo (sin nick ni na de na) en Hª de la Dama Blanca, por favor, que se identifique la dueña aunque me imagino de quien es ^^.

Un besote muy grande a todas las amigas que tengo sueltas en este rincón de la Webe, me alegro de haber compartido mis historias y devaneos mentales con vosotras durante este último año y que sigamos así por mucho tiempo más. Un brindis por vosotras y alassëa sinya coranar (feliz año nuevo) por si no actualizo hasta el año que viene.^^

Tenna rato!!!