La luz del sol insistía en herirle los ojos y arrancarle del sueño. Parpadeó. Se encontraba echado sobre la hierba con otro cuerpo abrazado al suyo, los cabellos rubios plagados de margaritas le permitieron identificar a la doncella en cuestión. A parte de eso sentía como si una tropa de enanos se hubiera pasado toda la noche dándole martillazos en la cabeza, se encontraba fatal, no quería ni moverse.
- ¿Fion?... suilad – dijo Narielle, apoyándose sobre su pecho para mirarle – Creo que dejé que te entusiasmaras demasiado con el vino, ¿cómo te encuentras? -.
- Aturdido y revuelto – respondió él.
- Se te pasará en un rato, en cuanto comas algo y te des un buen baño -.
- Acepto lo segundo pero me siento incapaz de probar bocado -.
Ambos se levantaron y Fion pudo comprobar que había más elfos durmiendo tranquilamente entre los árboles, ningún otro vestigio de la fiesta quedaba ya.
Mientras caminaban de vuelta a palacio, Fion intentó recordar lo que había pasado durante la noche mas sólo quedaban escenas inconexas; de algo estaba seguro, con Narielle había tenido más que palabras.
- Narielle -.
- ¿Sí? –.
- Si anoche hice algo que pudo molestarte... -.
- Sólo nos besamos Fion y no fue algo que precisamente pudiera molestarme – rió ella, tomándole de la mano para detenerle y besarle sin recato alguno.
Él enrojeció y permitió que ella le guiara hasta los baños sin pronunciar palabra.
- La sección para elfas es por el otro lado – apuntó Fion cuando Narielle le precedió en la entrada.
- ¿Crees que podrás apañártelas sólo sin ahogarte? – sonrió ella, maliciosa.
- Sí -.
- Te espero entonces junto al gran sauce que hay cerca de donde escondemos las barcas, llevaré algo de comer -.
Las piscinas estaban vacías, sólo el vapor se deslizaba entre las plantas y fuentes. Fion se sumergió en el agua y al momento se sintió mucho mejor. Se quedó allí un buen rato, y más que se habría quedado si no fuera porque no quería tener a Narielle esperándole toda la mañana.
Encontró en los vestuarios unas ropas pulcramente dobladas con algunas margaritas por encima delatando su procedencia. Tiró la toalla a un lado y se enfundó las cómodas ropas verdes con el cinto y las botas de un marrón oscuro.
El día prometía ser magnífico. Cuando se acercaba al sauce se descubrió pensando en el almuerzo y su estómago protestó.
- Vaya, el que no tenía hambre -. Narielle volvía a llevar su atuendo de exploradora y sus trenzas – Echa un vistazo a la cesta -.
Fion se sentó junto a ella en la hierba y tomó algunas cosas de la cesta, el fresco agua de la cantimplora le supo a gloria.
Los dos jóvenes comentaban la fiesta de la noche pasada cuando llegaron tres elfos en barca. Uno de ellos saltó a tierra sin esperar a que el bote estuviera convenientemente fondeado, la severa expresión de su rostro anunciaba problemas.
- ¡Indagor!, ¡Indagor! – gritó Narielle - ¿Qué ocurre? -.
- Dravyrn – gruñó el elfo antes de desaparecer a la carrera. (lit: cortadores de árboles)
- Leñadores -. La expresión de la doncella se convirtió en una máscara enfurecida – Se suponía que teníamos un trato con esos pérfidos mortales -.
- ¿Cuál es el problema? – inquirió Fion.
- Según los pactos entre nuestro rey con Esgaroth y Valle, éstos no pueden cortar ni un solo árbol sin el permiso de Thranduil pero se han vuelto muy osados hará unos meses – la sonrisa de Narielle resultó escalofriante – Atacaremos -.
- ¿¡Qué!? -.
- Lo que oyes, hasta los naugrim son más respetuosos con los bosques que los mortales -. (enanos)
La doncella le agarró del brazo.
- Vayamos a palacio, quiero ofrecerme voluntaria para ir con los otros cazadores -.
En los pasillos se encontraron con Arathar que también parecía haber escuchado algo acerca del conflicto, las noticias se movían rápido. Cuando llegaron al Salón del Trono lo encontraron atestado de elfos que querían escuchar las disposiciones que tomaría su rey.
De pie, sobre el estrado, Thranduil alzó las manos y toda conversación quedó silenciada al momento. El rostro del rey se mostraba sereno, aunque sus súbditos sabían que el era el más preocupado y encolerizado de todos ellos.
- Escuchadme, hijos de Bosqueverde, nuestro hogar corre peligro una vez más y, como antaño, lo defenderemos – clamó con su profunda voz – Una tropa de guerreros, cuarenta en total, irán a Esgaroth bajo el mando de Farothol; ¿voluntarios? -.
Muchos se adelantaron, incluyendo a Narielle y Arathar.
- No quiero chiquillerías, sobre todo tuyas Narwen – advirtió Farothol a los dos jóvenes.
- Ya hemos participado en otras ocasiones capitán, y creo que no le hemos defraudado – replicó la doncella.
- Meletyalda, ¿Fion puede acompañarnos? – interrogó Arathar.
Thranduil examinó al joven elfo con un brillo extraño en el fondo de sus ojos azules.
- Si él lo desea yo no se lo impediré, es probable que dé una sorpresa a más de uno – sonrió el rey.
- ¿Qué te parece Fion?, ¿vienes? -.
El interpelado se debatía entre las ganas de entrar en acción y sus instintos que le gritaban que aquello no era correcto.
- Iré – afirmó finalmente.
- Va a ser una experiencia inolvidable, ya verás gwador – dijo Arathar, propinándole una palmada en la espalda. ("hermano" de tipo compañero, igual que "otorno" en quenya).
Todos los guerreros se equiparon para el asalto nocturno. Los ropajes verdes y las capas pardas con el revés negro les servirían para mimetizarse con el paisaje. Algunas cuerdas, arcos, flechas y puñales eran cuanto necesitaban.
Las barcas los transportarían hasta las lindes del bosque, una vez allí se desplegarían para entrar en la ciudad sin llamar la atención. El objetivo era sencillo: destruir todo aquello que se pusiera a su alcance, fundamentalmente casas, en venganza por haber ignorado el tratado.
- ¿Matáis gente? – preguntó Fion en voz baja.
- No, si no es necesario – respondió Arathar, revisando su arco.
- Aunque siempre cae alguno que intenta hacerse el valiente – sonrió Narielle.
- Salvaje – gruñó el joven bardo.
- Mojigato – replicó ella – Y tú, Fion, ni se te ocurra dudar cuando tengas que enfrentarte a esos humanos, ellos no tendrán ningún reparo en ensartarte, y sería una pena que acabases como un pescado en un arpón -.
- Algo de razón tiene – era Farothol quien habló – Mata o te matarán Fiondil, así de sencillo. No te separes de tus amigos y ten los ojos bien abiertos, a nadie le gustaría saber que hemos permitido al heredero de la corona morir en una absurda refriega -.
En cuanto se aproximaron al lindero del bosque todos guardaron silencio. Desembarcaron a un kilómetro del punto en que los árboles empezaban a ralear, desde allí se movieron rápidamente entre los árboles con la misma facilidad que la brisa entre las ramas. Cuarenta pares de ojos contemplaron las luces de Esgaroth, la Ciudad del Lago; una enorme plataforma de madera sobre las aguas constituía la base de la población y sobre ella se asentaban viviendas, almacenes, tiendas y un largo etc.
Fion se sintió mal al apoyarse en el haya que le ocultaba, un terrible dolor le subió por el brazo hasta alcanzar su corazón, entonces vio las marcas que las hachas habían dejado en la corteza y su ira se inflamó. Otros árboles cercanos presentaban las mismas señales, seguramente los leñadores se detuvieron en cuanto cayó el sol y los dejaron a medio cortar.
- Úain – masculló Narielle. (monstruos)
Un halcón, posado entre las sombras de la floresta, dirigió su inteligente mirada hacia Fion. Él sonrió, parecía que Halatir no le había abandonado.
Se escuchó el ulular de un búho, o eso parecía. Los elfos avanzaron fuera del bosque, parapetándose tras rocas, arbustos, troncos caídos. El corazón de Fion latía desbocado por los nervios, pero consiguió moverse tan sigiloso como sus compañeros.
Cuando estuvieron casi encima de la cerca que protegía la entrada a la ciudad, Farothol hizo una serie de indicaciones por señas y sonidos. Al instante siguiente dos silvanos se escabulleron hasta el lago, sin un ruido se deslizaron bajo el puente y asesinaron limpiamente con los puñales a los distraídos guardias que flaqueaban las puertas. Dos segundos después ocupaban el lugar de los centinelas ataviados con las gruesas capas y sus lanzas.
- Grupos de cuatro – indicó Farothol – Entrad cada sesenta latidos de corazón, aguardad un tiempo antes de comenzar el ataque, ya conocéis la señal -.
Con Narielle, Fion y Arathar fue uno de los Cazadores del Rey, Seron. Se deslizaron con facilidad dentro de la ciudad, robaron un par de botellas y se esturrearon en un callejón como si fueran un grupo de borrachos.
Los ojos azules de Fion no perdían de vista la calle, más por entretenerse y olvidar un rato los nervios que por vigilar. No obstante, su estómago dio un vuelco al avistar dos personas que entraron en un edificio cercano.
- Túnicas rojas, Servidores de la Llama – susurró a sus compañeros.
- Sí, empezaron a llegar hace un par de años – replicó Arathar, sin darle importancia – Son como las malas hierbas, cuantos más eliminas más salen -.
- Dîn – exigió Seron. (silencio)
Poco después una flecha en llamas cruzó el cielo.
Los elfos tomaron las botellas y las usaron para prender fuego a las casas colindantes. Seron subió a los techos con Arathar y lanzaron una tanda de flechas en derredor, en pocos minutos tenían una decena de casas ardiendo. Narielle montó flecha y mató al primer hombre que salió a la calle, uno de los túnicas rojas.
- Tu turno – sonrió la doncella.
Fion tensó el arco. El dardo fue a clavarse en el cuello del segundo servidor de la Llama que surgió del edificio.
- Rapidez, no puedes estar toda la noche apuntando Fiondil – le aconsejó Seron.
Pronto hubo una muchedumbre en las calles. Los elfos se ocultaron en las sombras y, aprovechando el desconcierto, avanzaron por la calle. Un mal presentimiento se asentó en el corazón de Fion.
- Fion, marchaos, salid de ahí -.
- Halatir, ¿qué sucede?-.
- Hechiceros de Nógard -.
Un relámpago cayó a pocos metros del elfo y le arrojó al suelo. Cuando se recompuso del estampido comprobó, aterrado, que donde antes estaba Seron ahora sólo quedaban restos calcinados.
- ¡Narwen, Tathar, noro! -. (corred)
Los tres amigos se adentraron por una estrecha calleja guiados por el vuelo de Halatir. El halcón se detuvo y chilló. Fion agarró a sus compañeros y les obligó a entrar a un sótano tras romper la ventana de una patada.
- ¡Nedh avorn! -. (dentro, rápido)
No acababan de deslizarse por el ventanuco cuando escucharon voces gritando frustradas. Miraron en torno suyo, aquello era una bodega, la única salida era la que llevaba escaleras arriba y les era imposible usarla por los incendios.
- Atrapados como ratas – maldijo Narielle, reprimiendo el llanto de frustración y de dolor por el compañero muerto.
- Quizás no – disintió Arathar.
- ¿Qué has visto? -.
El bardo les señaló la argolla con la que acababa de tropezar. Entre los tres levantaron la enmohecida trampilla y descubrieron las aguas del lago.
- Un olvidado embarcadero para traer víveres y semejantes – dedujo Arathar.
- Busquemos a los demás – dijo Fion antes de saltar.
Nadaron bajo la ciudad hasta alcanzar la orilla y volver al punto de reunión en el bosque. Allí les esperaba una desagradable sorpresa, cinco de sus compañeros habían sido capturados por los sacerdotes de Nógard y otros tres, contando a Seron, habían muerto.
- ¿De dónde sacan su poder?, ningún humano es capaz de convocar a los rayos así como así – renegó Fion.
- Lo ignoramos – dijo Indagor – Lo peor es que uno de los capturados es Farothol, intentó salvarlos y le apresaron también -.
- ¿Qué les van a hacer? – inquirió Fion.
- Les pagaran con la misma moneda, los quemaran en la plaza – informó crudamente Narielle.
- ¡Debemos salvarlos! – exclamó él.
- Sería arriesgar treinta vidas para salvar cinco – le recordó uno de los elfos más veteranos.
- Pues yo estoy con el chico -. Una mano se posó en el hombro de Fion, la de uno de los pocos elfos de Bosqueverde cuyo cabello era negro como las sombras de la noche – Debemos intentar ayudar a nuestros compañeros -.
- Es una locura Osanwë, y lo sabes -.
- Tú quieres salvarles muchacho, dime cómo, pues creo que una idea te ronda la cabeza – le animó el guerrero.
Fion se sintió de pronto asustado y pletórico al mismo tiempo, aquellos elfos que contaban con miles de años a sus espaldas le prestaban atención a él.
- Hay bodegas que tienen trampillas que dan al lago, podemos entrar en la ciudad a través de ellas – explicó con voz firme.
- Interesante, ¿y luego qué? – inquirió Osanwë.
- La gente asistirá a la ejecución, será fácil mezclarse con la muchedumbre. Yo puedo cortar las cuerdas de los prisioneros si los demás me cubrís con vuestros arcos -.
- ¿Qué te parece Indagor? -.
- No sé, es arriesgado... – el elfo sonrió – Pero podría dar resultado -.
- Lo haremos como sugieres Fiondil, roguemos a los Valar por que la suerte te sea tan propicia como hasta ahora – sonrió Osanwë – Hijos de Bosqueverde, preparaos -.
Varias sombras se deslizaron furtivamente dentro de la ciudad por segunda vez aquella noche. Fion fue en solitario, ni siquiera permitió a Narielle o Arathar acompañarle; él sabía como se comportaban los humanos y pasaría desapercibido con facilidad, algo de lo que sus compañeros eran incapaces.
Como le describió Narielle, en un extremo de la plaza se había levantado una improvisada pila de madera y sobre ella se encontraban atados cinco elfos con todo el aspecto de haber sido vapuleados; a pesar de su situación, todos mantenían su mirada desafiante y orgullosa.
Fion se abrió paso entre las personas congregadas, con cuidado de no caer en el gran estanque que conformaba el centro de la plaza, y empezó a escuchar inconscientemente las conversaciones que le rodeaban; quedó perplejo al descubrir que aquella gente no había querido cortar los árboles, que la culpa era de los sacerdotes de Nógard, los mismos que ahora iban a quemar a los elfos que habían buscado venganza.
- Disculpa -. Fion tomó del brazo a una niña de unos doce años. - ¿Quieres ayudarme? -.
- Eres un elfo – le acusó ella, pero sonrió - ¿Qué quieres? -.
- Quiero salvar a mis amigos y también a la gente de la ciudad, si me haces un favor creo que podremos echar a esos túnicas rojas -.
- ¿Qué tengo que hacer? – preguntó entusiasmada.
- En aquella callejuela habrá otros elfos, diles que Fion te envía y que no deben disparar a nadie que no sea uno de esos sacerdotes, ¿de acuerdo? -.
La niña asintió y salió disparada a cumplir la misión.
Cada vez había más personas en la plaza. Muchas de ellas obligadas a asistir a la ejecución por los sacerdotes de Nógard. Algunos padres cubrían los ojos de sus hijos para que no presenciaran tamaña barbarie, y otros tantos bajaban la cabeza para no verla ellos mismos. La mano de Fion se cerró con fuerza en torno a la empuñadura de su espada, temblando de ira, jamás había deseado matar a nadie tanto como a aquellos seres despreciables.
Por fin, un hombre ataviado con una túnica mucho más suntuosa que la de sus hermanos de Orden, subió a la pira antorcha en mano.
- ¡Ciudadanos!, ¡contemplad el castigo que merecen estos asesinos, engendros antinaturales que no mueren como todo lo que vive en este...! -.
No terminó la frase. Una flecha le traspasó limpiamente la garganta, estaba muerto antes de desplomarse. El cuerpo rodó hasta caer al agua con un sonoro ¡splash! en mitad de aquel ominoso silencio.
La plaza estalló en gritos, en confusión. Aquella era la señal para Fion; saltó sobre la pira y, con un rápido movimiento de espada, corto las ataduras de sus compañeros.
Entonces, en lugar de bajar de allí y huir como estaba planeado, Fion miró a aquella gente y le invadió la compasión. No podían abandonarles a su suerte, al despótico control de los Servidores de la Llama.
- ¡¡¡Hijos de Esgaroth!!! – clamó Fion, resplandeciente a la luz de las antorchas, emanando una autoridad que ni él mismo creyó poseer - ¿¡Seguiremos matándonos entre nosotros, elfos y humanos!?, ¿¡o haremos frente a nuestros enemigos, aquellos que están acabando con vuestra ciudad y nuestro bosque!?- Alzó la espada - ¡¡¡Muerte a la Orden de Nógard!!! -.
El grito de Fion fue coreado por elfos y humanos. Los sacerdotes, tomados por sorpresa, no pudieron detener a aquella muchedumbre enardecida y menos bajo una mortífera lluvia de flechas.
El joven elfo saltó de la pira y despachó a unos cuantos Servidores de la Llama sin el mínimo asomo de piedad. Rodeado por una auténtica batalla, las manos ensangrentadas y el corazón desbocado, Fion sonrió. Su espada volvió a caer sobre un túnica roja derribado pero se detuvo justo antes de cercenarle la cabeza, los ojos azules encontraron otros que prácticamente eran negros y ambos se reconocieron.
- Tú... en Nueva Tharbad – balbució Fion.
- El destino a veces es un odioso bromista – dijo el caído, con esa misma sonrisa cínica capaz de helar la sangre.
La espada se retiró y en su lugar cayó una capa, verde como las hojas a la luz de la luna.
- Márchate, y será mejor que mis hermanos no te vean – dijo Fion – Vida por vida, mi deuda aquel día en la posada queda saldada -.
- Quizás un día te arrepientas de esto, elfo, igual que yo ahora lamento haber perdonado tu vida en Tharbad – apuntó el sacerdote.
- Fiondil, mi nombre es Fiondil -.
- Tarkesh -. La capa ocultó el color rojo y dejó en penumbra los brillantes ojos negros – Hasta nuestro próximo encuentro -.
Tarkesh se perdió en la noche mientras una populosa exclamación de júbilo y victoria traspasaba de punta a punta la ciudad.
El grupo de elfos que había acudido a Esgaroth como intrusos y asesinos se marchó como héroes y amigos. Farothol conversó algunas horas con el alcalde y ambos llegaron a la misma conclusión, los últimos problemas entre ambas razas sólo debían se achacados a las maquinaciones de Nógard. Para evitar conflictos futuros, hablarían con el soberano de Valle y con el rey enano de Erebor con el objeto de expulsar definitivamente a los Servidores de la Llama de aquellas tierras.
- ¡Enhorabuena Fion!, ¡eres el héroe del día! – rió Arathar.
- ¡Aglar'ni callon Fiondil! – exclamó Osanwë. (Larga vida al héroe Fiondil!)
- Eglerio!, eglerio! – rieron los otros elfos. (glorificadle)
- ¡Ya basta! – protestó riendo él también.
Los elfos entraron en Amon Thranduil cantando, con Farothol y Fiondil a la cabeza de la tropa, y se presentaron ante el rey. El Señor de los Cazadores describió con todos los detalles lo sucedido en Esgaroth, ensalzando en todo momento la intervención de Fiondil.
- Buen trabajo – sonrió Thranduil – Nuestro voluntario confinamiento dentro del bosque había roto la amistad que manteníamos con Valle y Esgaroth desde la Caída del Dragón, sólo eso pudo permitirle a la Orden de Nógard actuar como lo ha hecho. A partir de hoy los silvanos volveremos a retomar esa olvidada amistad; para empezar les ayudaremos a reconstruir sus casas si ellos nos ayudan a replantar los árboles talados -.
- Fiondil podría actuar como heraldo de Bosqueverde, él entiende tanto a nuestro Pueblo como a los humanos – sugirió Osanwë.
- ¿Yo? – exclamó Fion, incrédulo.
- Es una magnífica idea – asintió el rey – Aproxímate Fiondil -.
El joven elfo se detuvo frente al trono y Thranduil le prendió un broche de la capa, una hoja de roble con las nervaduras en oro.
- Te nombro Heraldo del Rey, a partir de ahora habrás de mantener las buenas relaciones entre elfos y humanos -.
- Han... han... hannad le – balbució él. (gracias)
La sala estalló en cantos de alborozo. Fiondil contempló los hermosos rostros que reían y cantaban; todos le demostraban admiración y respeto, sentimientos que jamás habría recibido de permanecer entre los humanos. Allí no era un bicho raro, ni siquiera un chico particularmente atractivo, sólo era Fiondil y se le valoraba por sus actos y no por su aspecto. ¿Por qué entonces, a pesar de lo orgulloso que se sentía por convertirse en Heraldo, no era feliz?.
- Creí que habías huido -.
Fiondil no levantó la vista del broche con el que jugueteaban sus manos. Sintió como alguien se sentaba junto a él en la raíz del sauce, Narielle.
La verdad es que había pensado en salir corriendo del bosque, pero a lo más que llegó fue a remontar el curso del Erynduin durante un par de horas buscando un poco de soledad. Se le había olvidado lo buen rastreadores que son los elfos silvanos, y particularmente la joven Guardiana.
- ¿Qué te ocurre? -.
- Nada -.
- Es imposible comprenderte... te pareces demasiado a los humanos -.
El joven elfo miró sobresaltado a su amiga.
- ¿A qué te refieres? -.
- A tus sentimientos, no sabes controlarlos y dan vueltas en tu interior como un furioso torbellino, puedo verlo a través de tus ojos -. Narielle le tomó el rostro entre sus etéreas manos – Confusión... pero ¿por qué? -.
- Sólo sé que hay algo que Bosqueverde no puede ofrecerme, aunque ni yo mismo sé de que se trata -.
La silvana sonrió y besó los labios de su enamorado con fruición; un intenso aroma a flores, fresco como los helechos tras la lluvia, invadió los sentidos de Fiondil.
- El rey ha decidido que vayas a Esgaroth mañana mismo para comenzar con la reconstrucción, y yo pienso acompañarte – afirmó dulcemente – Iré contigo allí donde el destino te lleve, mi joven y hermoso halcón -.
Fion sintió descender las manos por su cuello y pecho, desatando la chaqueta, retirándola de sus hombros.
- Narwen... -.
Ella selló sus labios con un profundo y voluptuoso beso. Le sacó entonces, sin contemplaciones, la camisa. Fion se debatía entre detener a la fogosa doncella o ceder a sus atenciones cuando ella empezó a besarle el cuello, los hombros. Las manos del elfo desabrocharon el cinto que ceñía la esbelta cintura de Narielle y ella sonrió contra la piel desnuda de su torso.
Las capas de ambos cayeron sobre el lecho de hojas y helechos. Entre risas, Narwen se alejó de los besos y caricias de Fion y se tumbó sobre los mantos, las trenzas rubias alborotadas en torno a su cabeza, la túnica corta como última prenda sobre su níveo cuerpo.
- Hace no mucho tiempo decías que yo era un niño – dijo Fion, recostándose junto a la doncella elfo, deslizando lentamente una mano por su pierna desnuda.
- Y yo respondí que ya tendrías oportunidad de demostrarlo -.
Narielle le desató la coleta y el cabello dorado se derramó cual oro líquido sobre los hombros desnudos de su amigo. Fion la besó y le quitó la túnica como ella antes le despojara de la camisa, con una mezcla de pasión y picardía. Y sus cuerpos se fundieron como antes sus bocas, dulzura y frenesí desatados por igual en algún lugar de Bosqueverde.
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N. de A.: Pues al final estos dos han tenido mucho más que palabras XD. Disculpadme por ambos lados: por aquellos que piensen que me he pasado de explícita y por aquellos que crean que me quedé corta; siempre me resulta algo complicado describir estas escenas, siempre tengo miedo de que el capi salga demasiado erótico-festivo XD.
También mis disculpas al club de seguidoras de Rian, creo que tendré que contratar guardaespaldas a este paso. ¬¬
A parte de eso, pues que ya llevo 2 exámenes pero aún quedan otros 5 y que Galadriel está abandoná porque ya veis las cosas que escribe una cuando anda stresada. +_+
Gracias a todas las que me habéis dejado reviews!! Me encantan, sois geniales.^^
Tenna rato!!!^^
