De Regreso al Hogar

- Odio el olor a pescado, creo que nunca conseguiré sacármelo de encima -.

- Te acostumbrarás -.

La risa de Fion se perdió en el ajetreo del puerto. Gritos de marineros en los barcos prestos a zarpar, frenéticos comerciantes, delincuentes de todo tipo, pomposos guardias con la librea del árbol blanco, algún túnica roja, mujeres discutiendo por el precio del pescado, niños a la carrera, pelea en una tasca, mercancías por aquí, carros por allá; todo lo que caracteriza a un puerto que se encuentra muy cerca de la frontera entre Gondor, Harad y Nurn.

- Fíjate en eso, qué maravilla -.

Fion se cubrió los ojos con la mano para protegerlos del sol y observó como reparaban en los astilleros un buque de guerra gondoriano, parecía una ballena negra varada en la costa.

- Tenemos que encontrar un barco para llegar al Norte, además Rochith debe pensar que le tenemos olvidado en las cuadras de esa posada de mala muerte – protestó Narielle.

- La posada no está tan mal -.

- No, cierto, es peor; los humanos deben tener alergia al agua sino no se explica que huelan tan asquerosamente mal -.

Fion no pudo replicar, una mancha azul pasó corriendo a una velocidad vertiginosa por delante de sus narices, escasos segundos después pasaba un regimiento entero de guardias y captó algunas palabras como "cerdo", "malhechor", "te cortaremos los...".

- ¿Y ahora qué? – inquirió Narielle.

El "manchón azul" trepó ágilmente a un cúmulo de grandes cajas apiñadas, a punto de ser embarcadas. Los soldados fueron detrás, espadas en ristre.

Una vez arriba, el fugitivo se dio la vuelta mostrando un sonriente rostro bronceado por el sol, de grandes ojos claros y expresión traviesa. El cabello permanecía oculto por un turbante del mismo color que la túnica.

- ¡Detente, no tienes escapatoria! – ordenó el capitán.

- ¡Qué horror, me han acorralado! – exclamó burlón, llevándose las manos a la cabeza – O quizás no -.

El joven saltó a una terraza y se descolgó por una cañería en una maniobra más propia de un gato que de una persona.

- Adiós amigos – rió nada más tocar suelo.

- ¡Maldita rata haradrim! -.

Narielle llamó la atención de Fion. Dos túnicas rojas se aproximaban al lugar atraídos por el escándalo, aquel bromista delincuente se encontraba en serios apuros.

Sin mediar palabra, los dos elfos se precipitaron hacia el personaje, lo arrastraron a una de las callejuelas y le obligaron a seguir corriendo tirando cada uno de un brazo. Las voces de los guardias se confundieron con las más gélidas de los sacerdotes, hasta que poco a poco se perdieron en el laberinto que formaban los barrios bajos de Pelargir.

- Gracias... – jadeó el fugitivo – No... no vi a los nogardianos... ¡uf! -.

- ¿Quién eres y qué has hecho para que te persiga semejante regimiento? – inquirió Narielle con su peculiar acento al hablar Común.

- Hermosa voz, mi señora, y sabed que no me importaría conocer el resto – sonrió él, intentando mirar bajo la capucha – Pero primero las presentaciones -.

El joven se quitó el turbante y dejó al descubierto su revoltoso pelo pajizo antes de hacer una artística reverencia.

- Nastian el Juglar, a vuestro servicio -.

- ¿Nastian?, ¿el hijo de Carjory? –. Fion se quitó la capucha, sorprendido.

Nastian escrutó aquel rostro, rebuscando en su memoria, y luego estalló en carcajadas.

- ¡Fiondil! – exclamó, estrechando con entusiasmo el brazo del elfo – Vaya, hace años que nuestros destinos no se cruzan -.

- Seis más o menos, ¿qué haces en Pelargir? -.

- ¿Os conocéis? -. Narwen también se descubrió la cabeza.

- Nastian es hijo del juglar más renombrado de todo Eriador – dijo Fion.

- Eso era antes – repuso el trovador – Las canciones de mi padre siempre fueron muy críticas y las mías van por los mismos derroteros, hubo personas importantes que se enfadaron con nosotros y tuvimos que huir a Harad, por eso de que no resulta muy sano que a uno le ahorquen o le decapiten cada dos por tres, va muy mal para la imagen de un juglar decente -.

- Tampoco parece que te haya molestado el exilio -.

- Al contrario, hemos viajado mucho, yo más que mi padre, y he aprendido leyendas y cantos de casi todas las culturas habidas y por haber – su sonrisa pícara se tornó orgullosa – Hablo catorce lenguas -.

- ¿Y cuál de tus muchas virtudes te llevó a ser perseguido por los guardias? – preguntó Narielle, irónica.

- Mi don de gentes, resulta que me acosté con la doncella equivocada -.

- ¿Qué? -.

- Lo que oyes, hermosa dama, ¿cómo iba a saber yo que esa linda joven era la hija del capitán general de Pelargir? -.

Ahora el que se echó a reír fue Fion.

- Veo que sigues igual que la última vez que nos encontramos, las mujeres caen rendidas ante ti -.

- Uno hace lo que puede – Nastian se encogió de hombros - ¿Y qué hay de ti?, los dioses parecen sonreírte, sobre todo por la compañía -.

- Discúlpame, ella es... -.

- Cyrene, elfa silvana de Bosqueverde el Grande – lo interrumpió Narielle.

- Un placer conocer a tan hermosa doncella de la Antigua Raza, es difícil encontrar a gente de tu Pueblo aún siquiera en Gondor y mucho menos en Arnor – sonrió el trovador - ¿Y dónde vais? -.

- Vuelvo a casa -.

El alegre semblante de Nastian se oscureció.

- En ese caso te recomiendo que te armes de valor. El invierno ha sido terrible en el Norte estos últimos años, con lobos, enfermedades y hambrunas, es posible que no encuentres a todos los que dejaste en tu aldea y los que vivan seguramente han cambiado mucho en seis duros años – advirtió el joven – Necesitaréis un barco ¿no? -.

- Lo buscábamos cuando irrumpiste – dijo Narielle.

- Bien, pues entonces os devolveré el favor – les hizo un gesto para que le siguieran y fue cuando vieron la hermosa mandolina colgada a su espalda – Conozco a todos los capitanes y marineros de Pelargir, puedo conseguiros pasaje a donde queráis -.

- Ya sabes donde queremos ir, Mithlond sería el destino apropiado – apuntó Fion, andando junto al juglar.

- No lo creo, ese puerto está controlado casi por completo por los Servidores de la Llama – rebatió Nastian – Lond Daer es vuestra mejor opción, los condes de la zona han presentado bastante resistencia a las intrigas de los nogardianos -.

- Son como langostas – gruñó Narielle.

- No, preciosidad, los túnicas rojas son peores -.

Los ojos grises de la elfa relampaguearon ante el apelativo que le dedicó Nastian, pero consiguió refrenar sus ganas de empuñar sus dagas.

- Ni se te ocurra volver a llamarme así ni nada semejante – amenazó en un tono muy bajo.

- Como prefieras – replicó Nastian con una sonrisa divertida, sin dejarse intimidar por la guerrera.

El resto de la mañana estuvieron recorriendo todo el puerto. Nastian preguntaba, regateaba y pasaban al siguiente barco. Tras varias horas, por fin, el trovador pareció satisfecho con la oferta de un capitán.

- Éste es Narude, os llevará a Lond Daer con vuestro caballo por tres monedas de plata -.

- Es caro – dijo Fion.

- No tanto como parece, confía en mí viejo amigo, no encontrarás mejor precio -.

Pagaron la mitad por adelantado y luego se marcharon en busca de una tasca donde comer. Nuevamente fue Nastian quien les guió a un local medio decente donde, al menos, parecían conocer el termino "limpieza".

- De acuerdo, tienes razón, no soy un simple bardo – confesó Nastian, después que las preguntas de los dos elfos descubrieran algunos puntos turbulentos – Soy uno de los dirigentes de la rebelión contra el rey, los nobles y los nogardianos -.

- El rey es una marioneta en manos de los Servidores de la Llama, no deberías odiarle -.

- No le odio Fion, sólo me enfrento a aquello que es injusto – el trovador jugueteó con la comida – Tú no has visto lo mismo que yo, no has visto a aquellos que quieres morir de hambre o encerrados en una celda... se llevan a los niños -.

- ¿Qué? –. Incluso la imperturbable Narielle se sintió trastornada ante aquella revelación - ¿A los niños?, ¿por qué? -.

- Los que tienen potencial los entrenan y educan como novicios, los que no sirven... creemos... creemos que son sacrificados – explicó Nastian, apurando su copa – Nadie sabe realmente a qué dios veneran los nogardianos, pero hay rumores sobre una ancestral oscuridad de Edades pasadas que ellos pretenden traer de nuevo al mundo -.

- Están locos -.

- ¿Pretenden traer a Sauron de vuelta? – interrogó Fion.

- No, según me dieron a entender el poder de su dios es mayor y su maldad también – respondió Nastian.

- Ridículo -.

- Cyrene, ¿tú sabes a qué se refieren esas habladurías?, ¿acaso hay algo más terrible que la Sombra de Mordor? – preguntó el elfo.

La Guardiana se cruzó de brazos con gesto hosco.

- Pennais – dijo en tono mordaz – En nuestra tradición hay algunos cantos que nos recuerdan que hubo un tiempo, posiblemente la Primera Edad del mundo, cuando las estrellas eran jóvenes y seguían otros cursos, en que un Señor Oscuro hermano de los grandes Poderes del Oeste se abatió sobre la Tierra Media. Su nombre ha sido olvidado por los silvanos pues ni los bardos quieren pronunciarlo; quizás el rey Thranduil lo recuerde, se dice que ha caminado por Endor antes siquiera que se alzasen el Sol y la Luna -. (leyendas)

- Pocos recuerdan ya el nombre de aquel que quiso destruir Gondor hace cuatro siglos, no es raro que se haya olvidado un nombre de hace milenios – apuntó Nastian – Incluso vosotros, los elfos, ahora sois carne de leyendas -.

- Dan midui orath vín a dennin inath vín – musitó Narielle.

"Nuestros días se acaban, nuestros años declinan". Fion decidió cambiar de tema.

La conversación no se extendió mucho más; algunos asuntos requerían a Nastian y los elfos debían recoger a Rochith antes de embarcar.

- Ha sido un placer verte de nuevo Fion – sonrió Nastian, estrechando su brazo – Si alguna vez necesitas ayuda por estas regiones o en Harad pregunta por Bennu a alguien de mi oficio, ellos te pondrán en contacto conmigo -.

- Gracias Nastian, espero que nuestros destinos vuelvan a cruzarse, ha sido un encuentro divertido e inesperado – sonrió el elfo.

- Que los dioses te protejan como hasta ahora -.

El juglar desapareció por una de las angostas calles de Pelargir después de alzar su mano en un último gesto de despedida.

- No sé por qué, pero intuyo que volveremos a verle y en circunstancias menos agradables – comentó Fion.

- Te creo, Nastian es el tipo perfecto para atraer problemas – la elfa se echó la capucha sobre sus trenzas rubias – Vayamos a por Rochith y abandonemos este apestoso puerto -.

El invierno por fin había cedido su reino a la primavera. El buen tiempo y los vientos favorables acompañaron el viaje desde Pelargir a Lond Daer.

Narielle disfrutó como una chiquilla el trayecto en barco; aunque intentaba ocultar su excitación lo cierto es que sus ojos brillaban entusiasmados y se pasaba horas en la proa, apoyada en la baranda, admirando las olas. Fiondil también gozó navegando, sintiendo el aroma a mar, su rumor y una extraña nostalgia que despertaba en su corazón, como un aguijonazo en lo profundo de su ser. Aquello debía ser lo que los elfos llamaban la añoranza del mar, del viaje al Oeste, a las Costas Imperecederas; sin embargo el joven elfo se sacudió la sensación de encima, ahora mismo el único hogar al que deseaba llegar era a su aldea.

Desembarcaron en Lond Daer sin complicaciones en una tarde estival. Como Nastian les dijo, allí no había rastro ni de un solo túnica roja. Compraron algunas provisiones, montaron en Rochith y se dirigieron al Norte, atravesando Minhiarath para alcanzar el sur de Bosque Viejo.

La niebla cubría el paisaje, llenaba los pequeños valles entre las colinas y otorgaba al bosque esa presencia de eternidad, de que siempre había existido y siempre existiría. Junto al rumor del río y el esporádico balar de algunas ovejas, pocos sonidos irrumpían la alborada en la aldea.

Un muchacho, que no superaría los quince años, se afanaba cortando leña en la parte de atrás de su casa. Estaba tan delgaducho que parecía que en cualquier momento el hacha podría con él, sin embargo el arma caía una y otra vez con un golpe seco, creando una monótona cadencia. El chico se quedó paralizado cuando de la bruma surgió un caballo con dos jinetes encapuchados, no les había oído llegar, ¿serían espectros venidos de las Quebradas?.

- Buenos días -. El muchacho se relajó al notar una voz humana, hermosa pero humana.

- Saludos señores, ¿qué buscan en el pueblo? -.

Ambos extranjeros desmontaron y uno de ellos se acercó a él.

- Te pareces a Malvin, ¿eres pariente suyo? –.

- ¿Malvin?, es mi hermano, ¿le conoce? -.

- Vaya, entonces tú eres Hermon, ¡dioses, cómo has crecido! – rió el extraño.

- Pero ¿quién es usted? -.

La capucha cayó revelando un pálido y atractivo rostro de ojos azules y un cabello dorado recogido descuidadamente en la nuca. El chico frunció el ceño, intentando agarrar las emociones que evocaba aquel hombre.

- Soy Fiondil -.

Con un grito de alegría, Hermon se arrojó en su regazo. El elfo devolvió el abrazo.

- Has vuelto, mi hermano dijo que ya no volverías -.

- En realidad debo pasar desapercibido, sólo he venido a ver a mi familia y mis amigos antes de marcharme otra vez – explicó Fion – Hay asuntos que me impiden quedarme -.

- Han pasado muchas cosas Fion, demasiadas, y yo no puedo contártelas, no sabría –

- Sólo dime si hay túnicas rojas -.

- No, se fueron, nuestra aldea perdió a mucha gente durante la peste y ahora es pequeña y no les interesa – dijo Hermon – Si quieres puedo acompañarte hasta tu casa -.

- Sí, gracias -.

Dieron un pequeño rodeo por las afueras del pueblo y, tras seis largos años, Fiondil volvió a contemplar su hogar. La casa, el corral, el granero, todo parecía estar como antaño, desgastado por las inclemencias del tiempo, pero igual.

- Maegovannen Fiondil -.

Un halcón se posó en un árbol cercano que empezaba a lucir sus primeras flores.

Hermon se despidió de Fion y le dijo que le fuera a buscar a su casa para ir a dar una vuelta por la aldea, él le haría de guía.

Narielle, hasta el momento silenciosa como la niebla que empezaba a evaporarse, se adelantó y miró a su compañero desde las profundidades de la capucha.

- Ahora entiendo porque te quedabas como un idiota mirando todas las estancias de Amon Thranduil, esto es lo más decadente que he visto nunca -.

- Pero es mi hogar – sonrió Fion, captando el olor a leña y ovejas – Puedes acompañarme o ir con Rochith al pesebre -.

La silvana cogió las alforjas del caballo y le hizo un gesto a Fion para que la precediera.

La mano del elfo temblaba cuando golpeó la puerta. Aguardó. Cada segundo, cada latido de corazón, transformado en una eternidad de nerviosismo e impaciencia. La puerta se abrió y el corazón de Fion se detuvo.

- Hola mamá... -.

No pudo decir más. La menuda mujer de cabello ensortijado le estrechó con fuerza entre sus brazos y le cubrió de besos, llorando de alegría.

- Mi hijo, mi niño, está vivo –.

Sin soltarle le hizo pasar al interior e invitó también al encapuchado que iba detrás.

- Pero ¿cómo...?, ¿dónde...?, hay tantas cosas que preguntarte y que quiero me cuentes – parloteó Fany, víctima de la emoción - ¿Quién es? -.

- Soy Cyrene, señora, Hija de Bosqueverde el Grande – se presentó la elfa – Pertenezco a la misma raza que su hijo, a los elfos. Él nos encontró hace unos dos años mortales, ahora es Heraldo del rey y se le trata con honores propios de su linaje -.

- ¿A qué se refiere? – parpadeó la mujer, sorprendida.

- Al parecer soy hijo de una pareja de nobles elfos y me corresponde el título de príncipe – explicó Fion, incómodo.

Fany estalló en alegres carcajadas.

- Lo sabía – dijo al tiempo que les ofrecía asiento en el modesto comedor – Sabía que pertenecías a un poderoso linaje. Cuéntame, háblame de estos últimos seis años, ¿qué has hecho?, ¿dónde has estado? -.

- Por supuesto, pero prefiero hacerlo con padre delante, es una larga historia para contarla dos veces, ¿dónde está? -.

La alegría de Fany fue devorada literalmente por la pena. Una furtiva lagrima resbaló por una mejilla con algunas arrugas más de las que Fion recordaba.

- Borvar murió, hace dos años y medio, fue uno de los primeros en sucumbir a las fiebres – le relató con una voz firme – Thurek también perdió a su esposa. Ahora vivimos juntos para hacernos compañía, aunque nos casamos para evitar habladurías; él se encarga del trabajo y yo de la casa, vendimos casi todas las ovejas y no nos falta dinero -.

Fiondil guardó silencio, sumido en su dolor, mientras su madre volvía abrazarlo. Nastian le advirtió sobre los cambios, sobre la muerte, pero en el fondo el elfo había conservado la esperanza de encontrar su pequeño mundo a salvo, tal y como vivía en sus más queridos recuerdos.

- ¿Ha muerto alguien más? – inquirió con la garganta seca.

- Ninguno de aquellos que te quisieron, hijo, aunque sólo Trandara sigue por los alrededores -.

- ¿Qué ha sido de mis amigos? -.

- Trandara es la condesa de esta región, se casó muy joven con el conde, un hombre viejo y depravado, y éste murió repentinamente de un ataque al corazón dejándole a su esposa su título y riquezas; en el fondo todos sabemos que Trandara lo envenenó, igual que envenenó a su segundo marido, un noble de las Colinas de La Torre, al otro lado de La Comarca, pero como ambos hombres eran tan odiados nadie protestó -.

- Vaya – balbució Fion, le costaba imaginarse a la remilgada y sibarita de Dara convertida en una despiadada asesina.

- Con la peste la mayoría de los hobbits volvieron a La Comarca, la familia de Raf se reestableció en Bree y ahora él tiene un próspero negocio, una especie de tienda-almacén – prosiguió Fany – En cuanto a Malvin, bueno, ha crecido; trabajó como herrero pero se aburría así que acabó trabajando para Raf como escolta para sus mercancías junto con otros guerreros -.

- ¿Malvin?, ¿ese chico que no podía andar dos pasos sin provocar una catástrofe? -.

- Ese mismo -.

El elfo miró un instante de refilón a Narielle antes de hacer la siguiente pregunta.

- ¿Y Rian? -.

- Se fue a Bree hace tres años, lo único que sabemos su padre y yo es que sigue con vida haciendo dios sabe qué, a veces nos llegan cartas suyas diciendo que está bien y nos habla del mercado y cosas sin importancia – suspiró la mujer – Thurek se desespera, no ha conseguido encontrarla en Bree aunque sabemos que está allí, nos tememos que esté metida en algún lío del que no puede escapar -.

- Hablaré con Trandara para ver que sabe ella e iré a Bree a buscar a Rian, al menos le debo eso – dijo Fiondil.

- Le debes mucho más – refutó su madre, severa.

Narielle mantenía su máscara de indiferencia, pero su postura y la tensión de su mandíbula le dijeron a Fion cuan enojada se sentía. Un elfo enamorado de una humana, aquello debía resultarle a Narielle una auténtica ofensa, para ella era degradarse hasta lo inimaginable.

La puerta se abrió de golpe y Thurek entró como una avalancha, Fion había olvidado lo grande que resultaba aquel hombre.

- Me lo ha dicho Hermon pero no lo creía – bramó al tiempo que estrujaba a Fion entre sus brazos – El joven halcón ha vuelto y parece que bastante entero -.

- Hola Thurek, me alegra verte, madre me ha puesto al día de lo sucedido en estos últimos años -.

- Sólo me faltaba lo de Kervo – apuntó Fany.

- No te molestes mamá, eso ya me lo han contado -. Fion frunció el ceño – Jamás pensé que acabaría convirtiéndose en alguien así -.

- Nadie lo imaginó ni lo creyó posible – asintió Thurek – Si Fany ya te ha puesto al corriente de lo ocurrido en la aldea, ¿por qué no me presentas a tu amiga y nos cuentas tus aventuras mientras almorzamos? -.

Los dos elfos permanecieron en la casa unos días, descansando del viaje y Fion disfrutando de la compañía de su madre. Encontró su habitación tal y como la dejó, esperándole.

Mientras el joven elfo trotaba de un lado a otro refrescando sus recuerdos, Narielle ayudó a Fany con las tareas domésticas, más como pago por el hospedaje que por otra cosa, pero acabó disfrutando con la conversación de la menuda mujer. La elfa nunca había salido de Bosqueverde y trataba con humanos desde hacía sólo dos años de los casi quinientos que tenía, no le gustaban, eran criaturas débiles y malvadas por naturaleza; sin embargo, en este largo viaje, estaba descubriendo que había otro tipo de humanos poco común, gente honorable y de buen corazón, a los que merecía la pena contar entre sus amigos.

Bien aprovisionados y descansados, los dos elfos se decidieron a emprender el pequeño trayecto que había hasta la villa donde vivía Trandara. Fion abrazó a Fany y Thurek, prometiéndoles volver a la aldea antes de regresar a Bosqueverde, y tuvo que aguantar la risa ante la cara desconcertada de Narielle cuando también a ella la abrazaron.

- Tu madre es una buena persona, ha sido interesante conocerla – confesó Narielle, agarrada a la cintura de Fion mientras cabalgaban.

- Siempre he pensado en ella como alguien excepcional, y me alegra saber que hay personas que pueden llegar a gustarte -.

- Arathar me habló de Rian -.

Fiondil dio gracias a que en ese momento su compañera no podía verle la cara, roja por el apuro.

- ¿Y? -.

- Me dijo que era la muchacha a la que amabas, ¿es cierto? -.

- Sí -.

- ¿La sigues amando? -.

- ... -.

- Fiondil – protestó ella – Confiesa, no voy a matarte por ello -.

- No lo sé Narwen – respondió él – Yo amaba a una chica de dieciséis años, impulsiva, soñadora, alegre... y aún no sé si la Rian que vive en Bree es la misma que recuerda mi corazón -.

Una imagen acudió nítida a su mente, el sol estival arrancando destellos a un negro y largo cabello mientras la brisa de la mañana se empeñaba en jugar con su vestido verde, y su risa iluminando su bonito rostro con ligeras trazas de la infancia.

- Mira -.

- Ese es nuestro destino -.

Una inmensa villa amurallada se levantaba en mitad de los campos cultivados, muy cerca del río. La casa era de dos plantas, de piedra gris y pequeños ventanales, por la forma de su tejado se deducía que tenía un patio interior. A sus lados, extendiéndose como brazos, se encontraban almacenes, talleres, graneros, establos y los aposentos de la servidumbre.

- ¿Quién desea entrar en los territorios de la condesa? – inquirió el guarda al ver a los jinetes.

- Dígale que un viejo amigo de la infancia llamado Fion quiere saludar a Dara – replicó el elfo.

El guarda le pasó la tarea a un hombre de aspecto avinagrado y se quedó vigilando a los extraños. No tuvieron que esperar mucho, el hombre volvió a la carrera diciendo que la condesa los quería recibir enseguida.

Fion dejó que Rochith tascara libremente fuera de la finca mientras ellos entraban. Había poca gente por los alrededores para ser media mañana, seguramente estarían trabajando en los campos.

Atravesaron la arcada de piedra que era la puerta de la casa y se encontraron en un claustro interior. Una mujer, alta, orgullosa, con el cabello rubio recogido en alto y un vestido negro muy sobrio, les recibió.

- Saludos Trandara, hija del sanador -.

La mujer esbozó una sonrisa y volvió a parecerse a la maliciosa y caprichosa chiquilla que Fion recordaba.

- Saludos Fiondil, hijo del pastor, bienvenido a casa -.

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N. de A.: Jejeje, bueno, supongo que a estas alturas todo el mundo sabe que Rian reaparecerá, ¡y os creísteis que la había abandonado!, ah, la cosa no es tan fácil. Estoy deseando escribir el siguiente capi, porque hay muchas cosas que Fany no sabe sobre los amigos de Fion, no todo es lo que parece. XD

Gracias por los reviews y mails!!! Me siento muy feliz porque os veo tan stresadas como con Fendome y Mírwen XD, eso, eso, dejadme muchos mensajitos, jejeje.

Por cierto, he leído todos los capis nuevos que habéis subido cada una y son geniales como de costumbre, pero tengo problemillas con los reviews, ¡me dice que no encuentra el server! _ Ah!! que asco de ordenata e internet, cuando les da por sublevarse.

Suerte para los que anden de exámenes, que los Valar os inspiren ^^ y os chiven a ser posible :P.

Tenna rato!!!^^