De lo que el tiempo se llevó... y las sorpresas que trajo

- Saludos Fiondil, hijo del pastor, bienvenido a casa -.

Trandara abrazó a su amigo de la infancia despacio pero con fuerza, como si quisiera convencerse de que realmente estaba allí. El elfo devolvió el gesto igual de emocionado.

- Te has vuelto más hermosa con los años -.

- Y despiadada también – afirmó ella con sus típicos aires de superioridad – No ha sido una buena época. Mucha gente murió, entre ellos mi padre, y antes que acabar como una mendiga preferí aceptar la oferta matrimonial del Conde Oeryn; por desgracia para él tenía alergia a la mayoría de las especias y a la cocinera se le olvidó -.

Guardó silencio, como retando a Fion a que la juzgara. Él se limitó a sonreír mientras sus ojos mostraban comprensión.

- Supongo que has venido a mi casa en busca de información – dijo entonces la joven dama.

- Mi madre no sabía demasiado acerca del paradero de nuestros viejos amigos y pensé que tú podrías darme detalles – asintió el elfo.

- ¿Quién es ella? -.

- Oh, disculpadme, se me olvidó presentaros -. Fion dejó a las dos mujeres frente a frente – Ella es Cyrene de Bosqueverde, guerrera entre el Pueblo de los Elfos... ella es Trandara, Condesa de Bosque Viejo aunque antes era la hija del sanador -.

- Bienvenida Cyrene, amiga de Fion -. La mirada de Trandara era la elocuencia personificada y no costaba demasiado hacerse una idea de lo que su maliciosa mente estaba maquinando - ¿Eres su esposa? -.

A Fion por poco le da un ataque.

- No, no lo soy, aunque es posible que lo conozca mejor que tú en determinados ámbitos – replicó Narielle, cáustica.

- Seguramente conoces los "ámbitos" de todos tus compañeros de armas -.

- Un momento vosotras dos, no voy a permitir que os despellejéis nada más conoceros – saltó Fion, interponiéndose entre ellas – Sé cuanto os gusta a las dos destripar a los demás haciendo uso de vuestro afilado ingenio pero hacerlo cuando yo no esté presente. Ahora, ¿podemos buscar un lugar más cómodo para conversar? -.

- Seguidme -.

Trandara les precedió por una de las poternas que daban al patio. Recorrieron un corto pasillo y desembocaron en una amplia cámara adornada con tapices, en el centro había una gran mesa redonda con un candelabro rodeada por cómodas sillas.

- Tomad asiento, enseguida nos traerán algo de beber -.

Una criada sirvió una infusión y algunas pastas dando tiempo a que se enfriara la breve discusión.

- Bien Fion, ¿qué deseas saber? – inquirió la anfitriona.

- Raf, Malvin y Rianna, ¿qué sabes de ellos? -.

- Raf Colinaverde es un próspero tendero, un auténtico genio que se ha hecho muy rico, quizás se deba a que es uno de los pocos comerciantes que controla el contrabando de Arnor – la maliciosa sonrisa de Trandara se amplió al percibir el desconcierto de su amigo – Malvin, o Malburg como se hace llamar ahora, es un gigante de rostro simpático capaz de matar una manada de orcos sólo con sus manos, trabaja como mercenario para Raf y no se queja, aunque se pone melancólico recordando a sus hermanos muertos por la peste cada vez que bebe -.

- ¿Y Rian? – la apremió Fion.

- Se escapó de casa con dieciocho años; quiso entrar en el ejército pero, claro, allí no quieren chicas y mucho menos en la temporada en que Rian solicitó su ingreso. Trabajó un tiempo como dependienta e incluso como asistenta y niñera, fue entonces cuando empezó a salir con Kervo. Nuestro amiguito se dedicó a hacer tratos con los nogardianos y Rian se lo reprochaba; harta de su comportamiento violento le dejó, eso fue hace tres años más o menos. Ahora trabaja en un local conocido como El Templo, allí acuden los más ricos y los más poderosos a divertirse de las más variopintas maneras -.

- ¿Qué hace exactamente ella? – preguntó Fion con voz calmada, aunque sus nudillos estaban blancos de agarrar el brazo de la silla.

- Lucha -.

- ¿Lucha? -.

- Sí, combate, es la mejor luchadora que tienen en El Templo, al parecer Kervo la entrenó durante el año y pico que estuvieron juntos y ha perfeccionado sus habilidades durante tres años encerrada en ese recinto – ratificó Trandara – En torno a Rian se mueven grandes apuestas y, también, política. Los nogardianos tienen bien agarrado al dueño, un tal Pasko Tolti, y usan su pequeño reino de perversiones para reunirse con los nobles y capitanes traidores a la corona -.

- Pareces muy enterada de todo cuanto sucede – apuntó Narielle.

- Es lo único que me mantiene con vida, guerrera – replicó la joven dama – Sin embargo todo está empeorando, ni siquiera el hecho de haber sido amiga de Kervo podrá mantenerme a salvo mucho tiempo y, cuando yo caiga, las aldeas a las que protejo desaparecerán conmigo -.

Una creciente ira se había apoderado de Fion. Durante unos instantes su mente sólo fue capaz de ver todo aquello que la Orden de Nógard estaba destruyendo, todas las vidas que había segado o arruinado, las palabras de Lomelindís, Arthorion, Thranduil, Arathar, Seregon, Narielle, Nastian, Trandara... cada uno de ellos mostrándole una parte de aquella inmensa trama en la que él se veía atrapado.

"...encontraremos una solución...

No la hay, no sin un heredero... Si me sucediera algo busca un heredero, alguien que pueda ocupar el trono en lugar de esos buitres carroñeros...".

- Iré a Bree y sacaré a Rian de ese lugar – aseveró Fion – Y después buscaremos al Señor de los Montaraces, él sabrá cual es la manera en que mi linaje pueda ayudarnos -.

- ¿Linaje? -.

Trandara estaba desorientada pero Narielle sonreía entusiasmada, por fin el joven elfo empezaba a aceptar su destino.

- Dara, lo que te voy a revelar has de mantenerlo en secreto, ¿de acuerdo? -.

- Sabes que sé guardar los secretos -.

- Bien... mis verdaderos padres pertenecían a la nobleza, a la Casa Real, y yo, pues, resulta que soy nieto de Elessar Telcontar -.

- ¡Tienes derecho al trono! – exclamó perpleja la sanadora – Fion, podrías acabar con la crisis del Reino Unificado con sólo reclamar la corona -.

- No es tan fácil, además, antes de salvar a la mitad de la Tierra Media me gustaría rescatar a Rian – repuso el elfo.

- De inmediato, prepararé mi equipaje y mañana mismo saldremos para Bree – sonrió Trandara.

- ¿Piensas acompañarnos?, ¿tú? – inquirió Narielle en tono burlón.

- No soy ninguna niña de familia rica, me crié peleando por cada moneda que poseo, y os van a ser útiles tanto mis habilidades con las plantas como mis contactos en la ciudad -.

Unos golpes en la puerta les interrumpieron. Acto seguido entró el mismo tipejo de aspecto avinagrado arrastrando a un muchachuelo de ajadas ropas: Hermon.

- Se había colado en la finca saltando el muro -.

- Déjalo aquí con nosotros Gruber, yo me encargo – ordenó Trandara.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó Fion.

- Ir contigo Fiondil, quiero ayudarte, debo ayudarte -.

- Sólo eres un niño – objetó Narielle – Nos entorpecerías y seguramente acabarías muerto -.

- Me cuesta aceptarlo pero tiene razón, no es prudente que vengas a Bree – añadió Fion en tono conciliador.

- Por favor, él dice que debo ir contigo, que necesitarás mi ayuda – insistió Hermon al tiempo que sacaba algo de su zurrón – Me pidió que te diese esto -.

Un extraño temor reverente invadió a Fion ante la contemplación de aquella sencilla corona de lirios blancos acuáticos y, sin saber por qué, hincó una rodilla en tierra permitiendo que Hermon le coronara.

- ¿Qué más te dijo? – preguntó Fiondil.

- Estelio le, estelio mellyn lin -. (Ten esperanza en ti, esperanza en tus amigos)

Narielle dio un respingo al escuchar la perfecta pronunciación del muchacho.

- Acompáñanos entonces, tithen herdîr – sonrió el elfo. (pequeño maestro)

A la mañana siguiente los cuatro abandonaron la villa. Trandara cabalgaba sobre un hermoso palafrén castaño de morro y patas blancas, agarrado a su cintura iba Hermon con ropas nuevas y una jubilosa expresión en su rostro infantil. Fiondil había mudado sus prendas élficas por unos sencillos pantalones, camisa y túnica corta, sólo conservó la capa; Narielle se lo reprochó con la mirada pero se abstuvo de hacer comentarios.

En dos días se plantaron en Bree, justo a mitad de la temporada de Mercado; a pesar de la crisis que sufría el Reino Unificado la acumulación de gente y mercancías no parecía haberse visto afectada.

- Sería conveniente conseguir habitación en una posada, llamaremos menos la atención – apuntó Trandara, una vez dejaron los caballos y cruzaron las Puertas de la ciudad.

- Va a ser bastante difícil – dijo Fiondil, apoyando su mano sobre el hombro de Hermon para tranquilizarle.

- Esto está infectado de túnicas rojas – gruñó Narielle bajo la capucha.

- También podemos ir a la tienda de Raf y ver si él tiene algún hueco para nosotros -.

- Buena idea -.

Se abrieron paso por las calles esquivando carretillas, compradores, vendedores, hobbits y humanos, guardias y nogardianos, hasta llegar frente a un comercio bastante grande en cuyo letrero podía leerse: Colinaverde & Cía.

- ¿Cía? – inquirió Narielle.

- Es una de las ideas locas de Raf, creo que significa "compañía" – explicó Trandara empujando la puerta.

El sonido de unas campanillas anunció su llegada. La tienda era grande pero estaba abarrotada de estanterías, barriles, sacos, herramientas, ropa, y un largo etcétera, allí podía comprarse cualquier cosa que la imaginación concibiera. Varias personas vagaban entre los obstáculos siendo atendidos por diligentes hobbits. Presidiendo el lugar había un amplio mostrador también lleno de objetos, chucherías para los niños principalmente; la mitad se encontraba a la altura de un humano y la otra mitad a tamaño hobbit, así se atendía cómodamente a los clientes. Un hobbit de crespo cabello castaño lidiaba con un libro de cuentas en la sección más baja.

- Raf Colinaverde – dijo la joven condesa.

- ¡Trandara, Hermon! – exclamó él, alzando la vista - Qué sorpresa tan... ¿¡Fion!? -.

- Saludos Raf – sonrió el elfo.

- ¡Fiondil! -.

El hobbit salió del mostrador y corrió a dar un fuerte abrazo a su viejo camarada.

- ¡Por todos los banquetes del mundo!, ¡esto sí que es una sorpresa! – rió Raf – Me alegra verte amigo, parece que no te ha ido mal -.

- A ti tampoco -.

- Antes que os entusiasméis contándoos vuestras aventuras durante estos seis años, me gustaría saber si Raf puede darnos cobijo durante un par de días – intervino la sanadora.

- Sí, claro, siempre hay sitio para los amigos – asintió el hobbit – Yo ahora tengo bastante trabajo, por eso del Mercado, además que mi primo Fredder olvidó solicitarle a... -.

- Raf -.

- Vale, vale, el caso es que podríais dejar aquí los equipajes e ir a dar una vuelta, cerraré a la hora de cenar – sugirió sonriente – Ah!, y no estaría de más que fuerais a buscar a Malburg, le alegrará ver a su hermano y también a ti, Fion -.

- ¿En qué taberna anda? – preguntó Trandara, resignada.

- En el Pony Pisador, con el dinero que le pago habría que matarle si no estuviera en la mejor tasca de la ciudad... bueno, os dejo, que veo a Lila en apuros con esa señora, ¡pasáoslo bien! -.

Los cuatro viajeros volvieron a las concurridas calles.

- Así que eso era un hobbit – comentó Narielle – Me parece que las canciones de mi gente empiezan a exagerar con respecto a los periannath -.

- Son personas bastantes sorprendentes una vez les conoces – replicó Fion – Y Raf tiene sangre Tuk, así que le creo capaz de todo -.

La elfa se encogió de hombros y, curiosa como una niña, se dedicó a examinar su entorno en silencio.

El famoso Pony Pisador seguía siendo el mismo que una vez asistió al paso de un anciano vestido de gris, un montaraz de espada quebrada y un hobbit que portaba el Mal en un anillo. Amplio, confortable tanto para humanos como para hobbits, y con la mejor cerveza de Eriador y, posiblemente, de toda la Tierra Media; después de todo, ¿cuántas posadas de Endor podían jactarse de que su cerveza estuviera bendecida por uno de los Isthari?.

Entraron en una taberna llena a rebosar. Mesas, barra, escaleras, daba igual, hasta el último metro de espacio estaba aprovechado. Alguien cantaba una jocosa tonadilla coreado por la mayoría de los clientes.

Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo, como una centella,
llega al castillo un doncel.
Empapada trae la ropa,
por efecto de las aguas;
como no lleva paraguas,
llega el pobre hecho una sopa.
Salta el foso, llega al muro,
se encamina hacia la entrada:
-¡Está la puerta cerrada!,
exclama. ¡Vaya un apuro!

- Me asfixio – dijo la elfa – Será mejor que os espere fuera con el chiquillo -.

- De acuerdo – voceó Fion para hacerse oír por encima del bullicio – Hermon, ve con Cyrene y esperadnos, si hay problemas id con Raf -.

Sube, que sube, que sube;
trepa, que trepa, que trepa,
y ...¡en brazos, cae de un querube!
¡La hija del Conde!,¡La Pepa!

A base de codazos Trandara y Fion lograron alcanzar la barra, allí es donde estaba declamando el improvisado juglar; un guerrero a juzgar por el justillo de cuero, las machacadas ropas y el gigantesco espadón a su espalda, por lo demás su aspecto era más bien bonachón, de cara redonda hecha para la risa, con un cabello rubio despeinado hasta los hombros.

¡Dí, qué sientes a mi lado!
Y él responde: - ¡Siento frío!
-¿Frío, has dicho? Eso me inquieta.
-¿Frío, has dicho? Eso me espanta.
- ¿No llevarás camiseta,
verdad? Pues toma esta manta.

- Ese es Malvin – sonrió la condesa, agarrada a Fion para no ser absorbida por el alegre tumulto.

- Quizás como mercenario le vaya bien pero lo que es como trovador... -.

Tras un furioso huracán,
se abre una puerta excusada.
Entra el Conde, luego un can,
luego nadie, luego nada,
- ¡Hija ingrata! Ruge el Conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde, dónde, dónde, dónde?

En esto, saca un puñal,
y al joven -golpe certero-
le introduce el duro acero
junto a la espina dorsal.
El joven, naturalmente,
la diñó, como un conejo.
Ella, frunció el entrecejo,
y enloqueció de repente.
El Conde se volvió loco,
de resultas del espanto.
El perro no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.

Malvin se subió a una mesa, entre las risas y aplausos, y terminó la historia.

Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
avasalladora, horrenda,
de aquel castillo tan viejo,
que a veinte leguas de Carn Dûm
y a treinta de Bosque Viejo,
edificó Earendur.

- ¡Malburg! – gritó Trandara - ¡Eh, aquí! -.

Los ojillos de color miel se fijaron en la dama vestida de negro y se iluminaron al reconocerla. De un salto el guerrero bajó de la mesa y fue a saludar a su amiga.

- ¡Dara, que alegría verte!, llevabas casi un año sin salir de... – la profunda voz se interrumpió al percatarse del joven hombre que sostenía a la condesa por la cintura - ¿Y éste quien es? -.

- Por los dioses Malb, ¿tan borracho estás que no reconoces a Fion? -.

- ¿Fion? – Malburg le miró de arriba abajo para luego estallar en rugientes carcajadas y, literalmente, estrujar al elfo entre sus brazos - ¡Viejo amigo, que alegría! -.

- Chicos vayamos fuera, empiezo a sufrir claustrofobia -.

"Nadaron" hasta la puerta y en el exterior se llevaron a cabo las presentaciones y los alegres reencuentros.

- Me alegra verte hermanito –. Malburg removió el pelo de Hermon – Bueno Fion, ¿qué te ha traído de vuelta? -.

- ¿Acaso no es obvio? – sonrió maquiavélicamente Trandara.

- ¿Y cómo piensa entrar? -.

- Eso es cosa suya -.

- ¡Ey!, ¿se puede saber de qué habláis? – saltó Fion.

- Si quieres ver a Rian tendrás que entrar en El Templo y te puedo asegurar que es complicado, sólo hay una entrada – explicó la condesa – Ya te advertí que en ese lugar se mueve toda la política de Arnor, o al menos gran parte -.

- No es por molestar, pero estamos en medio de la calle y algunos nogardianos empiezan a interesarse por nosotros – gruñó Narielle.

- Vamos a la tienda de Raf – propuso Malburg.

- Nos ha dicho que no volvamos hasta la hora de cenar – les recordó Trandara.

- Pues... ¿qué os parece ir a ver un rato las justas?, me han dicho que hay caballeros bastante buenos este año – sugirió el guerrero.

- Nos servirá para hacer tiempo – dijo Fion.

Bajaron por la concurrida calle y salieron del perímetro amurallado. En la amplia explanada frente a la ciudad se habían levantado gradas, tenderetes y palestras, tanto para combates a pie como enfrentamientos a caballo. Aquel lugar estaba tan concurrido como la propia urbe. Entre las carpas pululaba el público que buscaba un poco de diversión, pero también hombres embutidos en bruñidas corazas con sus escuderos y sus correspondientes caballos.

El sonido del metal al ser golpeado violentamente y los gritos de la gente les guiaron al campo vallado donde los caballeros cargaban unos contra otros armados con lanzas.

- ¡Uf!, eso ha debido doler – exclamó Malburg al ver como uno de los jinetes salía despedido de su montura y rebotaba contra la barrera de madera.

- Peores que animales – dijo Narielle en Común para que la entendieran claramente – Aunque es divertido verles partiéndose la crisma -.

- Por lo que veo ese caballero es imbatible, fijaos en las cintas anudadas a su estandarte, ha derrotado a quince hombres – señaló Trandara, admirada – Posiblemente sea el ganador absoluto -.

Fion escrutó curioso al vencedor. Montaba un hermoso percherón negro con los arneses en azul y blanco, el mismo color de su sobrevesta. Al quitarse el casco de penacho níveo para limpiarse el sudor, dejó a la vista un noble rostro de brillantes ojos oscuros, pelo azabache como el ala de un cuervo y un bigote perfectamente recortado. Era todo un aristócrata de pies a cabeza, un caballero como el de las antiguas historias.

- ¿Qué animal es el que muestra su blasón? – preguntó Narielle en élfico – Nunca lo he visto -.

- Un pez espada, azul sobre fondo blanco... -. Fion se cruzó de brazos, en actitud pensativa. ¿Dónde había visto él aquel emblema?.

Malburg izó a su hermano y lo sentó sobre la valla, así vería mejor. Hermon le dedicó una sonrisa agradecida.

Un nuevo adversario se aprestó. El jinete del pez espada se colocó el casco y tomó la lanza que le ofrecía su escudero. Los caballos resoplaron y golpearon la arena con los cascos, nerviosos. Se dio la señal y ambos caballeros salieron uno al encuentro del otro. El estruendo fue el mismo que haría todo un estante de cacharros de cocina al desplomarse, con el añadido de la ovación del público. El noble del pez espada volvía a ganar.

- ¡Es un monstruo!, qué destreza, no quisiera tener que medirme con él, seguro que maneja igual de bien la espada que la lanza – elogió vivamente Malburg.

Trandara se apoyó en la valla y levantó su mano con un pañuelo de un encendido color rojo. El vencedor de la lid no pudo evitar reparar en ella.

- Saludos hermosa señora – dijo, tras quitarse el casco, una voz profunda y melodiosa.

- Saludos noble caballero, ¿aceptaréis una prenda de buena suerte? – preguntó Trandara con una de sus más encantadoras sonrisas.

- Será un honor, aunque me gustaría conocer el nombre de mi benefactora – replicó él, al tiempo que ofrecía su brazo para que le anudase el pañuelo.

- Trandara Oeryn, Condesa de Bosque Viejo -.

- Longren Pharaigosan, Conde de Varvain, a vuestro servicio -. Con extremada delicadeza tomó la mano de Trandara y la besó – Tengo pendientes otros diez enfrentamientos, ¿podré veros después? -.

- Lo siento, mi señor, obligaciones me requieren en otra parte – se disculpó la joven.

- ¿Y mañana? -.

- Nos veremos si el destino lo cree oportuno, hasta la vista, mi noble caballero – sonrió ella, divertida.

Longren volvió al torneo bastante confuso pero dispuesto a demostrarle a la hermosa dama su valía.

- Un poco... repipollo – opinó Malburg – Demasiadas florituras -.

- Pues a mí me encanta -.

- ¿Y por qué le has dado largas? – preguntó Fion, intentando todavía recordar donde había conocido a Longren.

- Oh, vamos, es lo que se hace en estos casos – rió Trandara – Mañana vendré a verle -.

Después de la diversión, el pequeño grupo regresó al establecimiento del hobbit con las últimas luces de la tarde. Bajo la penetrante mirada de un halcón posado en el tejado, le ayudaron a terminar de echar el cierre al negocio y montaron un improvisado, aunque copioso, picnic en mitad de la tienda. Sentados sobre cojines y alfombras, comiendo sobre cajas-mesa, la conversación vagó un rato acerca de las aventuras de Fion.

- ¿No les contarás lo de tu linaje? – inquirió Trandara, al finalizar el relato del elfo.

- ¿Linaje? -. Raf enarcó una ceja, curioso - ¿Qué linaje? -.

- No Dara, no quiero contárselo, en cuanto vea a Rian me marcharé y no quiero que sus vidas se vean afectadas – dijo Fion – Aún me arrepiento de habértelo contado a ti -.

- Oye Fion, si tienes problemas puedes contar con nosotros – afirmó Malburg – Al menos mi espada estará a tu servicio -.

- Soy de la opinión de Malb, además Dara parece muy dispuesta a acompañarte donde sea y nosotros no vamos a ser menos – secundó el hobbit.

- Inye – sonrió Hermon. (yo también)

- Ridículo – dijo Narielle, exasperada - ¿Cómo pretendéis ayudarle?, un hobbit que no puede ni levantar una espada, una mujer que lo más peligroso que habrá empuñado es una aguja, un mercenario sin juicio y un crío -.

Tres pares de ojos la miraron enojados y otro par dolido.

- No debiste decir eso – la reprendió Fion sin alzar la voz.

- Es la verdad -.

- Prescindiendo de las opiniones de la señorita, ¿qué es lo que te traes entre manos? – preguntó Raf, evitando una disputa.

- Primero entrar en El Templo para ayudar a Rian, no es un lugar donde ella deba estar -. Fion se calló un instante al ver las sonrisas divertidas de sus tres amigos – Y, como decía Trandara, mi sangre me permite reclamar el trono del Reino Unificado, soy nieto de Elessar Telcontar -.

Raf se quedó con la boca abierta y Malburg sólo alcanzó a pronunciar un "vaya".

- ¡Chicos, reaccionar!, ¿le ayudaréis? – gritó la sanadora.

- Yo voy contigo – asintió Malburg.

- Cyrene tenía razón, yo no os seré de ayuda en el campo de batalla – concedió Raf, poniéndose en pie.

La elfa le miró de refilón.

- Sin embargo, puedo aportar otra cosa -.

El hobbit fue tras el mostrador y movió uno de los cacharros de la repisa. Al instante se escuchó un chasquido y todas las estanterías de la tienda giraron dejando a la vista el arsenal más completo imaginable.

- ¡Dioses!, Raf ¿de dónde ha salido todo esto? – exclamó Fion.

- El ser tendero no da demasiado dinero, así que me metí en algunos negocios más y ahora disfruto de un buen puesto en la jerarquía de los delincuentes... ¿sabes que los ladrones, asesinos y demás tienen su propio gobierno, verdad? -.

- Ahora sí – rió Trandara.

Incluso Narielle se veía trastornada ante aquella revelación.

- Coge lo que necesites, es mi regalo por los últimos seis cumpleaños que no estuviste – ofreció Raf – Malb ha hecho algunas de éstas, tiene buena mano con el metal y ha diseñado algunos dispositivos, por ejemplo esta empuñadura elimina las vibraciones y nunca se te caerá la espada por un mal golpe -.

Estuvieron examinando las armas un rato con alguna que otra sorpresa.

- ¿Y ese? -. Fion señaló un largo puñal con guarda en forma de ave y pomo de esmeralda.

- Un regalo – sonrió el hobbit – Si lo quieres es tuyo -.

El elfo cogió el arma casi con miedo. Era ligera y hermosa, tal y como la recordaba de aquel día de Mercado. Fion prefería luchar a espada, pero sabía que utilizar el sistema de combate élfico, basado en los puñales, le podría sacar de más de un apuro por su velocidad y precisión. Además siempre era más fácil esconder un puñal que una espada.

- Falta otra como ésta – comentó mientras la examinaba.

- No lo sabía, lo recibí por un pequeño favor que le hice a un enano llamado Dwolin; su hijo mayor se estaba muriendo cuando llegaron a Bree, un dardo envenenado por un ataque orco o algo así, y tuvimos la suerte que Trandara estaba en la ciudad así que sólo tuve que presentársela -.

- La daga en realidad era el pago por mis servicios – recordó la sanadora – Pero no lo necesitaba así que se lo dejé a Raf -.

- Creo que la siguiente parada en mi viaje será Aglarond – sonrió Fion.

Narielle estaba ante otra estantería curioseando con Hermon.

- ¿Y esto qué es? -. Su esbelta mano señalaba un objeto realmente extraño, un recipiente de metal unido a un grueso tubo de acero por una manguera de un material flexible pero resistente. – No entiendo la inscripción... ¿Corte Iraki? ¿Y eso qué es? -.

- No lo sé – reconoció Raf – Lo encontró uno de mis "trabajadores" junto con otros artilugios pintorescos en una mochila, aunque no me dijo donde -.

- ¿Y por qué lo tienes entre tus armas? -.

- El hombre dijo que cuando otro de sus compañeros lo manipuló lanzó una llamarada que no tenía nada que envidiar a un dragón, por eso os ruego que no lo toquéis, no me gustaría que mi tienda saliera ardiendo – respondió el jovial hobbit.

- Al menos ahora sabemos a quien recurrir cuando Fion declare la guerra a los nogardianos – apuntó Narielle – Espero perdone las palabras que pronuncié antes, señor perian -. (mediano)

- ¿Cómo puedo entrar en El Templo? – inquirió Fiondil, harto de la demora.

Varias miradas se dirigieron a Trandara y ésta, suspirando resignada, se acercó al elfo.

- Yo puedo franquearte la entrada y conducirte hasta Rianna, pero habrás de jurarme que no cometerás ninguna estupidez, que seguirás mis ordenes al pie de la letra, o, de lo contrario, me niego a ayudarte -.

- Prometo que me portaré bien – sonrió él, dándole un beso en la mejilla – Gracias Dara, sigues siendo una de mis mejores amigas -.

Ella farfulló algo que sonó como a "niño tonto" mientras se sonrojaba.

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N. de A.: Bueno, por fin público otro capi. Siento que no sea de Galadriel pero ando un poco atascada con ella, no me sale nada coherente y no quiero destrozar la hª.

Tendréis que esperar al siguiente capi para ver a Rian. Prometo que será divertido y sorprendente, aunque no tanto como un hobbit con tendencias delictivas. XD

La cancioncilla de Malvin es una tonadilla que me enseñaron cuando era pequeña, siempre me hizo gracia y pensé que quedaba bien. No tengo ni idea quien es el autor.

Gracias por los reviews! Los agradecí mucho durante las semanas de exámenes, y los sigo agradeciendo ahora. ^^

Cari_chan: sorry, me encanta traumatizar un poco a los personajes. Me temo que te toca esperar para ver el reencuentro.

Nariko, Anariel: Os toca esperar como a cari. Además Narielle no es tan mala... ¿o sí? ¬¬

Lothluin: no te olvides de dejarme review ^^, además las sorpresas no se han acabado todavía.

Xing: te advierto que todavía tengo los 3 elfos con que me pagaron las lokas por hacer de abogada y me sirven de guardaespaldas XD, intentaré seguir con Galadriel lo antes posible.

Isilwen: Sí, habrá montaraces, aunque todavía no sé cómo, ni donde, ni cuándo, ni quién, ni por qué. XD

Tenna rato!!!