Dedicado a la Mayu... ¡sí, deja de dar saltos por la habitación!^^. Porque me ha dejado muchos reviews en esta hª, 3 seguidos y muy, muy, muy largos y paranoicos XD.

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Naraka

El Templo tenía todo el aspecto del edificio del cual recibía el nombre; su parte frontal, iluminada por las antorchas, era un pórtico y, entre columna y columna, estaban dispuestos hombres de ostentosa musculatura para disuadir a la gente que no debía rondar por los alrededores.

Cada cierto tiempo llegaban carruajes de los que bajaban personajes encapuchados. De uno de ellos descendió una pareja ricamente ataviada, ella sujetando delicadamente el brazo de él, guiándole a cada paso hacia la entrada de El Templo.

- Buenas noches – saludó un elegante caballero apostado en la puerta - ¿Vos sois? -.

- Qué mala memoria tienes Gustav -.

- Oh, Condesa de Oeryn, disculpadme – exclamó el hombre al reconocerla – Hacía mucho que no contábamos con su presencia -.

- Lo sé, desde la muerte de mi esposo, pero he creído oportuno dejar a un lado el luto y volver a divertirme -. La sonrisa de Trandara fue deslumbrante aún bajo la capucha - ¿Cómo se presenta la noche? -.

- Interesante, contamos con la presencia de importantes clientes y los espectáculos estarán a su altura, seguro disfrutará... ¿vuestro acompañante? -. Gustav miró inquisitivo al atractivo joven.

- Sí, ¿verdad que es encantador? – dijo ella con voz melosa – Bueno, será mejor que entremos, la noche refresca -.

- Adelante -.

Trandara tiró del brazo de su compañero y lo arrastró al interior del edificio. El recibidor era una sencilla habitación tenuemente iluminada, donde un par de sirvientes se hicieron cargo de sus capas. El vestido rojo de la sanadora destelló a la luz de las candelas, otro tanto hizo el jubón azul del rubio joven que se mostraba realmente impaciente.

- Ahora, Fion, estate quietecito y no nos metas en líos -.

El elfo miró de refilón a su amiga.

- Entremos de una vez -.

Trandara asió a Fion y echaron a andar por un pasillo alfombrado. El sonido de la música creció así como el de las voces. Desembocaron en una amplia sala circular ambientada con colores cálidos, rojos y dorados principalmente, pebeteros de oro producían una sutil iluminación y, en el centro, una fuente de la que manaba vino; una decena de puertas cubiertas con cortinajes se distribuían a lo largo de la pared, también había diversos guardias como los de la entrada.

Sin dudar, Trandara se encaminó hacia una determinada entrada y Fion se dejó conducir, más tarde le preguntaría a su amiga donde llevaban las otras cortinas.

- Aún es pronto, por eso todo se ve tan vacío – dijo ella de repente – Más avanzada la noche verás cosas que atentarán contra todas tus convicciones, así que contente y no intentes hacerte el héroe, ¿de acuerdo? -.

- Sí, no haré nada -.

Llegaron a otra sala circular más grande que la anterior y de escasa luz, se abría como un gigantesco embudo por el que se desplegaban gradas con mesas redondas. Abajo del todo, iluminada por vivas antorchas, en una arena dos hombres combatían de una manera frenética.

- El circo – anunció Trandara.

Una bonita muchacha, que resaltaba por la escasez de ropa, les condujo hasta una de las mesas y les sirvió vino. Para entonces uno de los luchadores había matado al otro y recibía los aplausos del aún escaso público.

- Apuestas, la gente apuesta por quien saldrá vivo del combate – le explicó Trandara a un perplejo Fion.

- ¿Qué hay en las otras salas que dejamos atrás? -.

- Que yo sepa una es un prostíbulo, otra una sala de juegos de mesa con más apuestas, y también un lugar donde cantan y bailan muchachas; hay cosas más horribles, lo sé porque me lo decía mi difunto marido, pero jamás me dijo de qué se trataba -.

Aguardaron durante más de un hora. La sala se fue llenando hasta copar todas las mesas, y los combates de la arena se recrudecieron ante los gritos enfervorizados del público.

"Los edain son los crueles, se matan entre ellos y hacen daño a la naturaleza de la que viven... sólo son alimañas, niños caprichosos que destrozan todo cuanto pueden de este mundo antes de morir". Nunca las palabras de Narielle le habían herido tanto como en ese momento, al comprobar cuanta razón podían contener.

- ¡Demonios, hoy no! -.

- ¿Qué ocurre Dara? -.

Fion siguió la mirada de su compañera y el estómago se le contrajo por una mezcla de confusos sentimientos, la mayoría de los cuales pasaba por romperle la cara al oficial que acababa de entrar.

- Kervo – masculló entre dientes.

El joven soldado que Fion recordaba se había convertido en un hombre de presencia imponente, rizado cabello negro y anguloso rostro moreno tocado con una perilla perfectamente recortada. Vestía elegantes ropas negras con el emblema de Arnor en plata y una capa blanca corta prendida en un hombro. Una de las camareras le guió hasta la mesa mejor situada, y él la siguió con el paso distinguido y seco característico de los altos mandos militares.

- Gracias a los dioses que apenas hay luz – suspiró Trandara – No me apetece presenciar un reencuentro entre vosotros dos -.

- A Kervo tampoco le gustaría – aseveró Fion.

Hasta cinco personas más se sentaron a la mesa de Kervo. Un nogardiano con la túnica roja en terciopelo y oro, un alto dirigente de la Orden; otro capitán de aspecto rudo y mirada torva; y tres nobles, a juzgar por sus ropas y actitud de arrogante superioridad. Fion supo al momento que los realmente peligrosos eran Kervo y el nogardiano.

- ¿Quién es? – le preguntó a la sanadora.

- Sargars, Supremo Mantenedor de la Llama; el líder absoluto de los nogardianos – respondió Trandara – Alguien a quien temer. Ignoraba que saliera de Annúminas -.

La voz del presentador del espectáculo atrajo la atención del público, se hizo el silencio.

- Ahora nuestro primer combate femenino – anunció y recibió un bramido colectivo de entusiasmo – Venida de las lejanas tierras del Este, tenemos con nosotros a una guerrera capaz de despedazar un lobo con sus propias manos... ¡Eritra, Hija de las Estepas Salvajes! -.

Una mujer tan grande como el propio Malvin entró en la arena armada con un hacha. Fion no pudo evitar preguntarse qué comería para parecer una troll gigante cabreada.

- Y su adversaria, nuestra campeona imbatible, la personificación de la crueldad y la perversión, la bebedora de sangre, la Hija de la Matanza... ¡Naraka! -.

La luz de las antorchas reveló una esbelta figura, delicada como una brizna de hierba en comparación a su oponente. La túnica verde oscuro dejaba a la vista unas piernas torneadas por el ejercicio, atléticas y flexibles como el resto del pálido cuerpo. La espesa cabellera azabache aparecía recogida de una forma desordenada, con un pasador aquí y otro allá. El rostro, antaño bronceado por el sol, era ahora blanco y frío como el mármol, una belleza carente de sentimientos a no ser la hostilidad que hacía brillar su opaca mirada.

- ¿Rian? – exclamó Fion – No puede ser -.

- Pues lo es – sonrió Trandara – Un poco más crecida que hace seis años, pero es tu Rian -.

Rian empuñaba un grueso bastón de intrincadas tallas, lo alzó y el público vitoreó al unísono de una forma ensordecedora.

- ¡¡¡Que comience el combate!!! -.

El hacha se precipitó contra la cabeza azabache. Rian esbozó una sonrisa socarrona y esquivó el ataque con un paso a su derecha.

El elfo contemplaba angustiado cada movimiento de la afilada arma y las maniobras de evasión de su antaño compañera de infancia. Trandara le observaba divertida, ni siquiera inquieta por la suerte de su amiga.

- Eritra acabará hecha picadillo, no tiene nada que hacer contra Rianna -.

Rian saltaba, esquivaba y se exponía de una manera suicida a las embestidas de su adversaria, creando una creciente expectación. En un par de ocasiones su bastón golpeó a Eritra, enfureciéndola más que hiriéndola, hasta convertirla en un animal carente de raciocinio.

La hoja del hacha rasgó la cintura de Rian. La sangre manchó piel y ropa. Una ardiente cólera se apoderó de ella. El bastón comenzó a moverse entre sus manos creando un vórtice vertiginoso, un torbellino mortal. Uno de los extremos alcanzó a Eritra en el cuello y la luz del fuego brilló en la cuchilla que atravesaba su garganta y en la sangre que empapó el rostro y manos de su asesina. El bastón se retiró y la giganta se desplomó sin vida.

El público estalló en vítores y aplausos renovados, ecos de muerte. Rian limpió la cuchilla en el borde de su túnica e hizo que volviera al interior del bastón, en un gesto indiferente, rutinario. Alzó la mirada para contemplar los escasos rostros que las antorchas de la arena revelaban y su corazón se detuvo. Fion había descendido las gradas que le separaban de la palestra y ahora su mirada se hallaba atrapada en la de Rian. Le entraron ganas de ponerse a cantar tan sólo al comprobar que ella le recordaba, pues así debía ser por su expresión desconcertada.

De repente Rian dio media vuelta y salió corriendo de la arena, dejando al elfo sumido en una avalancha de interrogantes.

- Idiota más que idiota -.

Fion bebió lentamente de su copa ignorando los insultos de Trandara. Habían abandonado el circo y escogido la zona de espectáculos musicales para replantearse la situación.

- No tienes remedio – acabó suspirando la sanadora – Bueno, después de los combates es habitual que Rian acabe tomando algo con Kervo en esta zona, puede que tengas oportunidad de hablar con ella -.

- ¿Por qué ha huido de esa manera? -.

- Fiondil, has vuelto después de seis años, todos te daban por muerto y supongo que Rian ha sufrido el mismo susto que si un espectro se hubiese cruzado en su camino... ah, ahí la tienes -.

El elfo se volvió en su asiento y descubrió a Rianna apoyada lánguidamente contra la barra del bar; había mudado sus ropas de combate por una túnica larga de color azafranado y una bata de seda gris perla, la espesa mata de pelo caía libremente sobre sus hombros. Fion se levantó y atravesó, con una lentitud que le resultó insoportable, el espacio que le separaba de su vieja amiga.

- ¿Y tú de dónde sales? – le preguntó la muchacha a bocajarro, su voz de niña convertida en una profunda voz de mujer – Hace seis años que te marcharse y no has dado ni un maldito signo de vida -.

- Estuve cuatro años con los montaraces de Fornost y el resto con los elfos de Bosqueverde, más allá de las Montañas Nubladas – respondió Fion.

- Pues, mientras tú te estabas divirtiendo jugando a ser un montaraz y un guerrero élfico, la mitad de nuestra aldea pereció por la peste, los niños fueron secuestrados por los nogardianos y ahora apenas subsisten algunas casuchas -. Rian mantenía la mirada fija en el escenario, evitando los ojos de Fion – Te estrangularía aquí mismo si no... -.

- ¿Si no qué? -.

Ella tomó aire y le encaró con la expresión más enojada que pudo poner. Él le devolvió una mirada tranquila, súbitamente iluminada al reconocer la esmeralda que pendía de su cuello.

- Aún la conservas... -.

- ¿Por qué has vuelto? – preguntó Rian en un tono más suave.

- Porque éste es mi verdadero hogar, Fany y Borvar los únicos padres que he conocido – explicó él, esbozando una sonrisa – Ni siquiera entre mi raza, entre los elfos, me he sentido completamente feliz. Además un día te prometí que sería tu socio de aventuras, aún querrás salir a vaciar guaridas de bandidos y matar dragones ¿no? -.

Los labios de Rian esbozaron una sutil sonrisa.

- No has cambiado nada, sin embargo mira como he acabado yo, dista mucho de la heroína que tenía en mente cuando era niña ¿verdad? -.

- Lo has hecho para sobrevivir, y eso me da lo mismo, ¿quieres acompañarme? -.

- No -.

- ¿Por qué? -.

- Entras en mi vida a bocajarro y pretendes que te siga ciegamente; ya no sabes ni quién soy Fion, dejé de ser Riannawyn hace demasiado tiempo, sólo queda Naraka -.

- Rian, he venido a ayudarte y lo haré con o sin tu permiso – le advirtió Fion, severo – Contesta, ¿por qué no has escapado de este lugar?, te creo perfectamente capaz de ello -.

- Porque es una cárcel regentada por los nogardianos – respondió Rian, frunciendo el ceño – Al principio podía ir y venir a mi antojo, el problema surgió cuando dejé a Kervo... -.

- Sigue, ya he oído eso de que estuviste con él -.

- El caso es que me entregó a El Templo, como esclava -. Le mostró un brazalete de oro con varias runas – La magia nos impide salir a los esclavos, nada puede abrirlo excepto un nogardiano -.

- Encontraré la forma de abrirlo, te lo prometo – le aseguró Fion y pensó para sí – Y después mataré a Kervo por haberte puesto la mano encima -.

- Que conste que sigo enfadada contigo – dijo la joven, aunque no sonó demasiado convencida.

- Podrás echarme la bronca en cuanto seas libre – sonrió el elfo – Mañana volveré con la solución, te lo prometo -.

- Hannad le – dijo Rian, posando su mano sobre la de Fion – Confío en ti, siempre cumples aquello que prometes... ahora vete -.

- ¿Por...? -.

- Kervo -.

Los ojos de zafiro se clavaron en el capitán que se acercaba conversando con el líder de los nogardianos. A regañadientes, dejó a Rian sola y regresó a la mesa donde le aguardaba Trandara.

- Nos vamos -.

La sanadora asintió. Abandonaron El Templo y subieron a su carruaje. La expresión de Fion resultaba tan ominosa que, ni siquiera alguien como Trandara, tuvo el valor de hacer comentario alguno.

Algo golpeó el techo del vehículo. Fion y Trandara alzaron la vista alarmados. Un instante después, Narielle se deslizaba ágilmente al interior por una de las ventanillas y se sentaba junto a Fion.

- ¿Y bien?, ¿has visto a tu amiga mortal? – preguntó en élfico.

- Sí -.

- Pues no pareces muy feliz, ¿qué ha sucedido? -.

- Espera a que lleguemos a casa de Malburg y os lo contaré a todos -.

La elfa se cruzó de brazos, enojada, y clavó su mirada del otro lado de la ventanilla.

Como mercenario, Malburg paraba poco por su casa de Bree. Se encontraba en las afueras de la ciudad y era sencilla tanto en construcción como en mobiliario, mas no por ello dejaba de ser acogedora.

En el salón, acompañados de un refrigerio de madrugada, Fiondil les relató todo lo que había sucedido, omitiendo los detalles personales de la conversación con Rian.

- Esos símbolos – intervino Ermon - ¿Podrías dibujarlos? -.

- Sí -.

- Hermano, ¿tienes papel y pluma? -.

Malburg sacó de un aparador un pergamino, tinta y pluma. Acercó también un candil a la mesa para que Fion viera con más claridad, aunque no era necesario para los ojos élficos.

Las runas quedaron perfectamente dibujadas y Ermon las observó con una seriedad que chocaba con su aún infantil rostro. De repente, estalló en carcajadas para desconcierto de los demás.

- Esto... esto... son ridículas – dijo el muchacho entre los estertores de la risa – Es un hechizo de cierre que puedo romper con facilidad -.

- ¿Hechizo?, ¿romper? – parpadeó Malburg - ¿Desde cuando sabes tú algo sobre magia? -.

- Desde aquel día que me perdí en el bosque con cinco años – explicó divertido y dedicó una mirada cómplice a Fion – Si consigues colarme en El Templo yo abriré los brazaletes de los esclavos, en la confusión podremos huir con Rianna -.

- Raf -.

El hobbit miró sorprendido a Narielle.

- ¿Sí, Cyrene? -.

- ¿Me prestarías algunos de tus cachivaches? – interrogó ella con expresión maliciosa – Creo que entre Malburg y yo podremos organizar un pequeño barullo para que Fion entre al edificio con Ermon -.

- Por supuesto – asintió el hobbit – Y, si no hay nada más, creo que me voy a dormir, ¡estoy hecho picadillo! -.

- Todos debemos descansar – reconoció Fion, descubriendo a Trandara dormida en una butaca – Mañana ultimaremos los detalles -.

El alba encontró a Fion echado sobre la cama con los ojos clavados en el techo, no había podido dormir. A su lado alguien se removió, despertando de un largo trance reparador.

- Maer aure – la sonrisa de Narielle se interpuso entre él y las vigas de madera. (Buenos días)

- Esperemos que lo sean -.

La elfa se sentó en el lecho, más preocupada que enfadada.

- Te comportas de una forma muy rara Fiondil, ya apenas sonríes – dijo ella – Si hubiera sabido que volver te causaría tantos trastornos, te habría impedido abandonar Eryn Lasgalen -.

La mirada de Fion se posó sobre su compañera, su única vestimenta era el rubio cabello trenzado y la luz de la mañana arrancaba pálidos destellos a su nívea piel. Era realmente hermosa. Un espíritu de los bosques, de los Días Antiguos, arrojada al mundo que hacía siglos renegaba de su existencia y la perseguía como obra de una malvada hechicería.

- Lo siento -.

Narielle le observó y sonrió. Esa disculpa encerraba mucho más de lo que trasmitirían dos sencillas palabras. Con movimientos propios de un felino, la elfa abandonó la cama y se vistió con sus ropas verdes.

- Voy al bosquecillo que hay al norte de la ciudad, me apetece estar un poco sola, lejos de tantos humanos – le informó ella.

- De cuerdo, nos encontraremos en la tienda de Raf al caer la tarde -.

Una vez preparada, Narielle le dio un dulce beso en los labios y salió de la habitación como una brisa de primavera.

Fion bajó a la cocina-comedor poco después. No había nadie. Una nota encima de una cesta con rosquillas llamó su atención.

- Raf está trabajando, Malvin y su hermano se han ido, y yo también tengo asuntos pendientes. Cyrene y tú os quedáis solos, a ver qué hacéis. Trandara – leyó Fion. Trandara y su habitual negro sentido del humor – Me han dejado solo... qué divertido -.

Se sentó a la mesa, cogió una rosquilla y presintió que aquel día iba a ser realmente largo.

Los faroleros empezaban a prender las luces de la calle principal, los comercios cerraban, y la vida nocturna de Bree despertaba perezosamente. Fion avanzaba ignorando el bullicio de alrededor.

- Eres el primero – dijo Raf, nada más entró en su tienda.

- Lo imaginaba; esta mañana os habéis largado todos, al parecer vuestras vidas son de lo más ajetreadas – replicó hoscamente el elfo.

- Vaya... jamás pensé que hasta tú pudieras tener un mal día – comentó el hobbit, recibió una fulminante mirada azul y añadió – De acuerdo, no más observaciones jocosas -.

Minutos después entraban juntos Malburg, Ermon y, lo que era más sorprendente, Narielle. La elfa se veía resplandeciente, dejo con cuidado un alargado paquete en el suelo y se sentó al lado de Fion en unos sacos.

- El rescate de esta noche hará historia – le aseveró Narielle.

- No sé por qué pero eso me preocupa – dijo Fion - ¿Qué tenéis pensado? -.

- Es una sorpresa – sonrió el guerrero.

- Una sorpresa muy sorprendente – coreó Ermon, risueño.

- Nos falta Dara – les recordó Raf - ¿Alguien sabe donde anda nuestra sanadora? -.

Ninguno supo responder al hobbit.

Fion procedió a engalanarse como la noche anterior. Raf le facilitó un jubón blanco con brocados en plata, la capa y las calzas también eran blancas.

- No es por protestar Raf, pero con la nochecita que tenemos por delante no creo que te devuelva esta ropa tal y como me la has dado – apuntó Fion.

- Lo sé, no hay problema... en realidad, Dara me amenazó con envenenarme si no te vestía así, prefiero perder el traje a tener que dejar de comer -.

Cuando ya todos estaban trepando por las paredes, la sanadora entró en la tienda con una expresión inusualmente feliz. Cogió un vestido y pasó a cambiarse a la trastienda tras un breve "hola a todos".

- Trandara, ¿te importaría decirnos dónde andabas? – inquirió Malburg.

- Asuntos personales – replicó ella – Por cierto, ya os podéis ir largando, Fion y yo llegaremos a tiempo con la carroza -.

El guerrero se encogió de hombros, cogió su instrumental de batalla y abandonó la tienda seguido de Ermon y Narielle. Fion no sabía que felicidad le resultaba más inquietante, si la de Trandara o la de su compañera elfa.

El Templo. A diferencia del día pasado, Fion contemplaba ahora el edificio con los ojos de un ejercito invasor. Durante un momento deseó ser de verdad el rey y poder echar a todos los soldados de Arnor y Gondor contra los perros de Nógard.

Alzó la mirada. No había luna; sólo estrellas. Se encomendó a los dioses cuyos nombres la humanidad había olvidado, aquellos que él había aprendido en la biblioteca de Bosqueverde.

Avanzó sintiendo el firme apretón en su brazo. Trandara le sonrió reconfortante. Saludaron a los guardas y entraron en El Templo.

Sus pasos les llevaron a los aseos. Por allí, agrandando uno de los ventanucos con un pico desde fuera, Fion ayudó a entrar a Ermon, disfrazado de sirviente. Luego se encaminaron al salón donde los esclavos cantaban y danzaban para los adinerados clientes. Humana y elfo tomaron asiento en un discreto rincón y aceptaron el vino que les sirvió una linda muchacha. Ermon se mantuvo oculto tras un tapiz, agradeciendo la tenue iluminación que presidía todas las estancias de El Templo.

En ese momento un joven de rasgos orientales empezó deleitar a los presentes con una melodía bastante explícita, aunque después de lo que había visto y oído hasta el momento Fion no tuvo problemas para ignorarle, pendiente de la llegada de Rian.

Me dejas hacerte el amor?....movernos oscilantemente en la noche....

Si, justo así....mas profundamente,

Hasta que en la enajenación de esta preciada oscuridad, nuestros labios

expertos en el acto, se fundan

Yo soy...tu vainilla......

No había acabado la estrofa, cuando una especie de torbellino entró por una de las puertas y se abalanzó sobre el cantante cual hobbit sobre un pastel.

- ¡¡¡Gackt es MÍO!!! – gritó una voz femenina.

Al instante siguiente entraron una veintena de chicas, a cual más pintoresca, en clara persecución de la acosadora del escenario.

- Mayu, baja de ahí -.

- Eso, loca, que ya tienes a media Tierra Media -.

- ¡Ni hablar! -.

- ¡Mayu, warra, que me estás destrozando el fic! -.

- ¡ES MÍO! -.

- Chicas, ahí vienen guardias con cara de mala leche -.

- Elanta, deja que lo coja o vamos a tener problemas -.

- Vale, que se lo lleve, pero vayámonos de aquí ante que destrocemos la historia del todo -.

El chico oriental fue metido en un saco y la tropa de chicas desapareció por otra puerta, convenientemente perseguidas por varios guardias.

Fion miró alternativamente la copa de vino y a Trandara. Ambos dejaron la bebida a un lado de mutuo y silencioso acuerdo.

Los minutos se arrastraron lentos, eternos. Fion estaba a punto de comenzar con el terrible vicio de morderse las uñas, cuando, por fin, Rianna hizo acto de presencia. No lucía ropajes de seda, sino un atuendo de combate color añil y asía su bastón como si le fuera la vida en ello. Se veía asustada, hasta que reparó en la presencia de Fion y Trandara, entonces una nueva determinación brilló en sus ojos.

- Deja de huir, gorrioncito – dijo una voz en tono socarrón.

Kervo surgió de las sombras de un pasillo, y, a un sencillo gesto de su mano, los guardas de las puertas se plantaron delante de ellas, bloqueándolas. Los clientes huyeron de la manera más disimulada posible.

- Vamos, pequeña Naraka, sabes que no puedes escapar de tu jaula, ¿verdad? – sonrió el capitán.

- La misma en que tú me encerraste, pero ya estoy harta, no dejaré que me pongas las manos encima ni una sola vez más – replicó Rian.

- Hum, hacía tiempo que no te veía tan rebelde, será divertido -.

- Ni se te ocurra dar un paso más hacia ella, Kervo en-Moerian -.

El interpelado se giró hacia la procedencia de la voz, un extraño vestido de blanco se había levantado de su mesa y empuñaba una espada.

- ¿Quién eres que te crees con derecho a hablarme de esa manera, bastardo? – le increpó el capitán.

El desconocido caminó lentamente hasta el círculo de luz que ofrecían los pebeteros. Los ojos de Kervo se abrieron primero por la incredulidad, luego por la ira.

- Fiondil, vaya -.

- ¿Te sorprende verme? – sonrió el elfo, resplandeciente como una llama blanca en medio de un mundo rojo y negro – Para tu desgracia sigo vivo -.

- Eso es algo que puede remediarse -.

Diez musculosos guardias armados con espadas y lanzas cercaron a Fion. Los ojos azules siguieron clavados en Kervo y sonrieron conscientes del miedo que estaba empezando a infundir en el depravado capitán.

En un segundo plano, del que nadie estaba pendiente, Trandara había agarrado a Rian y la había arrastrado junto al tapiz donde se ocultaba Ermon. Se parapetaron tras la mesa.

Los guardias atacaron. Las hojas de metal silbaron en el aire. Gruñidos, gritos, sonido de carne al ser bestialmente cortada. Y, luego, silencio. El más aterrador de los silencios que Kervo había escuchado en su vida.

Una decena de cuerpos cubría el suelo. En medio de ellos se alzaba la resplandeciente figura de Fion, blanco bañado en rojo, con una clara sed de venganza fija en Kervo.

- Enfréntate a mí -.

La espada de Kervo sesgó el aire al salir de su funda. No retrocedería ante un pastor de ovejas, aunque poco le quedaba de dócil pastor al espadachín rubio que tenía ante él.

Un explosión sacudió toda la estructura del edificio, trozos del recubrimiento de las paredes cayeron y algún pebetero se volcó.

- ¡Fion! – era la juvenil voz de Ermon - ¡Debemos irnos, ya han empezado! -.

- ¿Empezado, qué? – inquirió Fion.

Ese segundo de distracción le podía haber costado la vida. Apenas tuvo tiempo para hacerse a un lado y esquivar la estocada de Kervo, aún así sintió la quemazón del acero en su costado.

- Cobarde – gruñó el elfo.

- Yo me considero astuto -.

Los gritos de un auténtico combate empezaron a llegar con claridad hasta aquella sala, aunque no se repitió el violento temblor.

- Fion, marchémonos – dijo Rian.

- No se irá sin ti y tú estás atada a este lugar – replicó Kervo, ufano.

- Ya no -. La joven le arrojó el brazalete de oro a los pies, sintiéndose más libre que nunca.

- Pero cómo... necesitarías magia... y... -.

Un par de hábiles movimientos del elfo desarmaron al humano, y le dejaron tirado en el suelo de mármol con una afilada hoja a milímetros de su garganta.

- Rianna, tú decides su destino – intervino Fion – Le quieres vivo o cortado en finas rodajas -.

- Déjale vivir – decidió ella – Que viva sufriendo vergüenza y humillación -.

Fion descargó el pomo de su espada contra la cabeza de Kervo y le dejó inconsciente. Abandonaron la sala a la carrera.

Trandara iba en cabeza y, al detenerse de golpe, sus tres compañeros chocaron bruscamente contra ella. No tuvieron que preguntar el por qué, cerrando el paso se encontraban tres nogardianos. Alzaron sus manos con una expresión de suprema satisfacción, mientras Fion se estremecía al pensar en como iban a quedar él y sus amigos tras un ataque de los sacerdotes.

Lenguas llameantes surgieron de los dedos extendidos. Cerró los ojos. Y escuchó una palabra gritada por una voz infantil, una palabra que le hizo ver, por un instante, un inmenso lago refulgente por las estrellas. Abrió los ojos y su expresión fue un reflejo de la de Rian, Trandara y los nogardianos; Ermon se había plantado delante de ellos, una fina vara de madera entre sus manos, y había creado un escudo invisible que detuvo el fuego.

- En el nombre de los sagrados Mâchanumâz, retroceded – ordenó el chiquillo. Una nueva visión sacudió a Fion, la de una ciudad de ensueño, donde la arquitectura se fundía con la naturaleza bajo el resplandor una torre más blanca que la luz de la luna sobre la nieve.

Los sacerdotes huyeron aterrados.

Conscientes de que no era el momento, los adultos decidieron que interrogarían a Ermon en mejores circunstancias. Su carrera les sacó del edificio y se toparon con la tercera escena perjudicial para mentes altamente sensibles. Narielle les hacía la competencia a los nogardianos en cuestiones de achicharramiento, armada con aquel extraño artilugio de la tienda de Raf. Fion estaba completamente seguro que aquella cosa debía tener más potencia que la llamarada de un dragón seriamente cabreado.

Malburg llegó de otro ala del edificio chorreando sangre ajena, espadón al hombro y una gran sonrisa de complacencia.

- Bueno, ya están puestos, sugiero que nos larguemos -.

- Apoyo la moción y, no Malburg, no quiero saber que has puesto por ahí – dijo Trandara.

- Vale... hola Rian, me alegra verte – sonrió el guerrero.

- A mí también Malb – correspondió la joven, chocando su mano con la de su viejo amigo.

Narielle se reunió con ellos.

- Se le acabó el fuego al cachivache – informó con un ápice de desilusión – Aunque no antes de freír a la mitad de los nogardianos de la región -.

Rian miró inquisitiva a la desconocida y Narielle hizo otro tanto con la joven humana, ambas sabían, de alguna manera, que sus relaciones no iban a ser precisamente pacíficas.

De repente, todo El Templo salió literalmente volando por los aires, haciéndoles caer al suelo por la potencia de la explosión.

- Delgûmâ – gritó Ermon.

Los despojos y ruinas llovieron sobre ellos sin rozarles, de nuevo, gracias al muchacho, aunque se le veía palidecer por momentos debido al esfuerzo de mantener el escudo en forma de cúpula. Cuando todo acabó, Ermon se desplomó inconsciente.

- Os ha faltado potencia, creo que los de Dol Amroth no han visto el espectáculo – juzgó Trandara, irónica.

- ¿Qué ha sido eso? – inquirió Rianna.

- Nada, unas cosillas que se encontró Raf en una mochila, lástima haberlas gastado todas – suspiró Malburg, tomando en brazos a su hermano.

- Volvamos, necesito sentarme en un lugar tranquilo – dijo Fion.

- Sí, y así me contarás que has estado haciendo – sonrió Rian, cogiendo su mano.

- Me temo que las explosiones no han hecho más que empezar – pensó Trandara, al ver la mirada escandalizada de Narielle – Va a ser realmente divertido -.

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N. de A.: Vale, es una grillada mental... pero no me negaréis que os habéis divertido. ^^

Para empezar deciros que Naraka significa "violencia" en élfico. Le venía bien tanto a Rian por su trabajo como al capi por lo gore que ha sido al final.

Mayu: jo, anda q pa contestart va pa rato ^^. Ya has visto el rendimiento que le he sacado a la mochila, aunq posiblmente habrá más. Te quejarás de tu aparición estelar con las lokas en comitiva XD, me pareció más simpático que una pobre foto en la mochila. Sí, yo tb quiero decir un día "¡un elfo!" y sí, yo tb quiero un Fion ^^. Me alegra que el fic te amenice los trayectos en bus, ya me imagino la escena, Mayu al fondo del bus descojoná de la risa y todos sus compis embotellaos en las 3 primeras filas :P. Gracias por las foticos del Orly y el HP. ¡Al poder las lokas acosadoras de elfitos y coleccionistas de foticos!XD

Isilwen: Sí, eran 2 las dagas de Fion y no te preocupes que tendrá la segunda. ^^ Alé, ya tienes a Rian y Fion juntitos de nuevo, ¡tiembla Tierra Media! Bwhahahah XD

Elloith: sí, el lanzallamas de Alba y la mochila de la Mayu... además de toa la panda de lokas. Si es que estar tanto tiempo pululando por la TM al final... XD Prometo escribir el capi que me toka del fic compartido en cuanto me inspire, necesito emparanoiarme un poquito más y ya. ^^

Selene: Bueno, reaparición de Rian, y te quejarás de como las gasta la muchacha. Tengo unas ganas de ponerla a machacar gente (6), que mala que soy. Acaba de declararse la guerra Narielle-Rianna.

Anariel: ¿Raf un colombiano?... mmmm... pues sí se da un cierto aire a traficante XD. Quería un hobbit pintoresco y espero haberlo conseguido.

Lothluin: mis fotos del rol...mmmm -_-UU, digamos que tengo unas pintas de posadera del Pony Pisador que no se las salta ni Manwe. Y, alé, otra feliz con el reencuentro, aunque no es muy ortodoxo que digamos. XD

Nariko: pues ya ves niña, me temo que la disputa Rian-Narielle está servida, y lo bien que me lo voy a pasar (6). Me alegra ver que a ti tb te resulta familiar el lanzallamas XD, aunq en este capi habrá habido muchas más cosas familiares ¬¬U.

cari_chan: pues ya tienes reencuentro, aunq como ya he dicho, sea bastante pintoresco. Con las cosas tan extrañas que les han pasado siempre a Fion y Rian no iba a dejar que su reencuentro fuera pastelorro e insulso. Y, bueno, más que olvidado el lanzallamas, fue la mochila lo que acabó rulando por ahí; con tanto viajecito con Mayu y tanto escacharre del modem algo así tenía que acabar pasando. XD

Pufff, pos eso, gracias a todas por los reviews, me han hecho muy feliz, sobre todo con lo alicaída que he andado últimamente. A ver si tiro para arriba y sigo con mis fics.

Tenna rato!!! ^^