Prólogo

El camino del Halcón

El sol jugaba a colarse entre las hojas de los árboles creando cortinajes evanescentes. El bosque resonaba lleno de vida, sobre todo por la algarabía de los pájaros. Entre tanta armonía desentonaba una construcción en el linde de la floresta con forma de pequeño campamento militar, protegido por un foso y empalizada de estacas. Algunos soldados de sobrevesta negra pululaban aquí y allá, custodiando a los esclavos que cortaban la madera y la preparaban para ser trasladada en carromatos rumbo a Annúminas.

El sonido de un corno dio paso a una treintena de guerreros que emergieron repentinamente del bosque, gritando y enarbolando sus armas. Al frente de ellos cargaba un joven de cabellos dorados, que manejaba la espada como si formase parte de su propio cuerpo. Los guardias se vieron tan sorprendidos que no tuvieron oportunidad de repeler el ataque.

" Ermon¿qué haces aquí? -.

Fion derribó a un soldado de una rápida estocada al cuello y dirigió una furibunda mirada al muchacho.

" Protegerte y ayudarte -. El muchachito clavó su límpida mirada en el campamento - ¡Rušur! -.

Una parte de la empalizada estalló en llamas para consternación de sus defensores. Los esclavos empezaron a huir en todas direcciones, gritos, duelos, un auténtico caos se apropio de la zona.

Unos alaridos atrajeron la atención del elfo. Los soldados no habían viajado solos hasta allí, como bien atestiguaban los dos hechiceros que empezaban a provocar estragos entre las filas de los montaraces. Sin pensarlo, Fion se llevó la mano a la cintura y, con un rápido y fluido movimiento, desenfundó la daga que voló hasta el cuello de uno de los dos nogardianos; el otro se giró con la intención de atacar, no contaba con el niño que se plantó ante su objetivo con las manos alzadas sosteniendo una pequeña vara de madera. El fuego no les hizo el menor daño y el hechicero acabó sucumbiendo a las flechas de los asaltantes.

" Fiondil, marchaos, llegan refuerzos -.

La voz mental de Halatir resonó vibrante como su grito en el cielo.

" ¡Merogan, drego! -. (retirada)

El pelirrojo señor de los montaraces asintió e hizo sonar el cuerno una vez más. Los guerreros desaparecieron entre la vegetación con la misma rapidez que les había hecho surgir de la nada.

El elfo protegió la retirada de sus hombres a magia y espada, era su deber como Capitán, y aunque no lo fuera nunca dejaría morir a ningún compañero.

Con Ermon a cuestas, Fiondil llegó al lugar donde habían dejado a los caballos; allí le esperaban dos jinetes.

" Merogan, Theron, os dije que cuando nos batiéramos en retirada nadie debía esperarme, teníais que cabalgar lejos de aquí -.

" Y tú deberías haber supuesto que no te haríamos caso – bromeó el pelirrojo.

" Excelente trabajo, joven señor – elogió Theron, en tanto el elfo se encaramaba a Rochith y subía a Ermon tras él.

" Gracias a vosotros – replicó él con una luminosa sonrisa – Si seguimos a este ritmo conseguiremos desquiciar a Nógard -.

" Pensé que eran sólo maniobras de distracción -.

" Eso son, aunque si podemos causarles el mayor daño posible en el proceso que así sea -.

La risa de Merogan era vibrante y contagiosa. Theron frunció el ceño.

" Fion, no puedes hablar en serio – musitó Ermon.

" Tranquilo, aún no estoy tan loco como para asaltar Annúminas – sonrió el elfo.

A Ermon le preocupó sobre manera ese "aún".

Los montaraces abandonaron la zona a galope tendido, alegres, con los corazones cargados de esperanza gracias a sus reiteradas victorias. Fiondil evocó una vez más a sus amigos, rogando en silencio por que no les ocurriera nada, igual que a los guerreros que le acompañaban cada día en cada asalto desesperado a la Orden de Nógard.

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N. de A.: He vuelto, por fin. No os ataquéis, que esto es un pequeño aperitivo del capítulo que vendrá a continuación y que espero poder subir antes de irme este miércoles de excavaciones. Que hacer las cosas con prisas tampoco es bueno.

Gracias a todos los que me dejasteis review y a los que no perdisteis la esperanza de que esto seguiría algún día. Sobre todo a mis lokas XD.