Misión cumplida

La blandura del colchón sólo podría equipararse a la ingravidez de una nube y el tacto de las sábanas al de los pétalos de una flor. Narielle abrió los ojos en una habitación pequeña y acogedora con tapices en las paredes; grandes ventanales dejaban entrar el aroma del bosque y las evanescentes voces élficas.

Sobre una mesa encontró una jofaina de plata con agua, y en una silla un vestido verde que cambiaba sutilmente de tono según la luz, igual que las hojas de los árboles. Una vez ataviada como correspondía, salió del cuarto.

Aquel lugar era como Amon Thranduil, una pequeña ciudad, pero su arquitectura lo sobrepasaba en maestría. Pasillos y salas se interconectaban a través de patios y puentecillos, todo abierto al exterior, como una invitación a la naturaleza para pasar e instalarse en la forma de cortinajes de enredaderas floridas o alfombras de hojas. Pero, más allá de lo material, la diferencia fundamental radicaba en sus habitantes; la mayoría eran noldor pero también podía verse Eldar, altos elfos que habían contemplado la luz bendecida y sus cuerpos aún parecían emanarla, dotándoles de una belleza difícil de soportar. Poderosos y solemnes y, no obstante, etéreos como un sueño que se desvanece al primer rayo de sol.

Narielle empezó a entender cómo pudo sentirse Fiondil al llegar a Bosqueverde; aquellos eran elfos, su raza, pero también era verdad que jamás podría identificarse con ellos.

- Aiya, ce vendë aran Thranduil o Eryn Lasgalen? -. (saludos, eres una niña del rey Thranduil de Bosqueverde?)

La pregunta la formuló una elfa de radiantes cabellos dorados, que sonreía restando severidad a unos hermosos aunque afilados rasgos aristocráticos.

- Mae, im Narielle -.

- Gen suilon, Narielle, im Tinwaiwen, aunque soy tan joven que todos me llaman Tinwen -. Realizó una somera reverencia, tomando un borde de su opalescente vestido rosa palo - ¿Nadie se ha preocupado de ser tu guía? -.

- Gil... esto, el caballero Elenear fue quien me encontró pero no conozco a nadie más, acabo de despertar -.

- Ni siquiera has almorzado, es una vergüenza, pensarás que somos unos pésimos anfitriones – dijo Tinwaiwen – Acompáñame -.

En el camino, la doncella le explicó a qué se destinaba cada zona de aquel palacio-casa y le presentó a varios de los elfos con los que se cruzaron. Un dulce aroma a alimentos recién horneados anunció la cercanía de las cocinas; solícitas doncellas les facilitaron en una bandeja todo aquello que pidieron junto con una botella de vino.

- Delicioso – dijo Narielle, mientras comían sentadas sobre la hierba en las cercanías de la casa.

- Me alegro, estos panecillos los preparé yo misma esta mañana -.

Tinwaiwen cerró los ojos y alzó el rostro, dejando que la brisa lo acariciara. Narielle dio un respingo, había visto a otra persona realizar el mismo gesto cientos de veces, la misma expresión soñadora y feliz.

- ¿Quién eres? -.

La rubia noldo sonrió divertida.

- Me preguntaba si te percatarías de alguna semejanza, porque entonces significaría que decías la verdad -. Cruzó las manos en el regazo – Soy hija de Ilissë, la hermana de Glawaryon; según he oído, tú conoces el paradero del que es mi primo -.

- Se llama Fiondil – puntualizó Narielle – No os parecéis mucho, excepto por el pelo y ese gesto que acabas de hacer -.

- Siempre les gustó ese nombre... Fiondil -. Tinwaiwen frunció ligeramente el ceño y el parecido con su primo se volvió completamente evidente – Vienen a buscarte -.

En efecto, de los pórticos surgió la imponente presencia de Gilgaer con su túnica medianoche; Narielle lo imaginó pertrechado para la batalla y no dudó que su mera aparición serviría para batir todo un ejército en retirada.

- Aiya, joven Narielle, me alegra ver que despertaste -.

- Ah, suilad, hîr Gilgaer – sonrió al noldo – Estaba exhausta, aunque apenas pasé un día vagando por vuestras tierras -.

- Transcurrió medio ciclo lunar desde que pisaste el bosque hasta que yo di contigo y te salvé del sortilegio – corrigió él – Faltaba poco para que el agotamiento acabara contigo -.

- ¡Dos semanas¡por Araw! -.

Gilgaer y Tinwaiwen parecían divertidos con la espontaneidad de la extranjera.

- Se ha convocado al Consejo, los siete más grandes señores, para debatir las noticias que nos has traído -.

- ¿Queréis que asista? -.

- Mencionaste que deseabas nuestra ayuda, será un buen momento para presentar tu petición, joven Narielle -.

- Debes ir, es un honor ser invitado a uno de los concilios – dijo Tinwaiwen.

- Asistiré y expondré la misión que me fue confiada; guiadme, pues -.

El Consejo se reunía en uno de los patios ajardinados. Un árbol se alzaba detrás de cada una de las siete sillas, más parecidas a tronos de madera labrada, y seis de ellas ya estaban ocupadas cuando el noldo y la silvana llegaron. Los elfos y elfas allí presentes consiguieron amilanar a Narielle sólo con observarla, simplemente mostrando su curiosidad.

- Os presento a Narielle, una de los niños de Thranduil de Eryn Lasgalen. Ha venido a nosotros con una misión, por eso solicité que se convocase un concilio – la presentó Gilgaer – Narielle, ellos son los Señores de Eryn Lindon, Macilothiel, Poldalcar, Ilissë, Heledir, Séretur, Vanyon, y yo mismo -.

- ¿Qué misión puede obligar a una muchacha a recorrer medio mundo? – interrogó una consejera pelirroja, muy pálida y modales ariscos – No creo que sólo la mueva la caridad de informarnos acerca del paradero del hijo de Glawaryon -.

- Macilothiel, permite que se explique y no la apremies – intervino un consejero de cabellos como el oro viejo y sonrisa calmada.

- Séretur tiene razón, a veces podéis ser muy desagradable, mi señora; dejad que hable –.

- Como queráis, Heledir, pero os advierto que traerá problemas -.

Narielle avanzó hasta encontrarse en el centro del círculo. La impertinencia de aquella dama elda le había recordado que ella no era ninguna mendiga para dejarse amedrentar, todo lo contrario, era descendiente por parte de padre de una de las Casas de Rivendel cuya tarea fue siempre velar por la seguridad de los miembros de la familia de Elrond, y, por parte de madre, estaba emparentada con la realeza sindar de Amon Thranduil. Era una princesa y una guerrera, digna del nombre que ostentaba.

- Soy Narielle, hija de Brilthorion, de la Casa de la Flor Dorada de Rivendel, y de Nimlassiël, princesa de Amon Thranduil -. Se inclinó ante los consejeros – He violado vuestro exilio voluntario en busca de ayuda, en nombre de Fiondil, hijo de Glawaryon, heredero del doble trono de los Edain. El mundo fuera de este bosque se desmorona. La falta de un rey fuerte ha permitido que surja una amenaza que va más allá de la mera usurpación del poder a la Casa Telcontar: la Orden de Nógard, Servidores de la Llama -.

- Nógard... pocos de los nuestros abandonan el bosque, pero todos han escuchado rumores sobre unos hombres de túnicas rojas y negro corazón, capaces de hechicerías más propias de las leyendas -. El elfo moreno y de rasgos adustos dignos de un juez, cruzó las manos en actitud reflexiva.

- Poldalcar, es imposible, la Antigua Magia abandonó Endor junto con Mithrandir y los Portadores de los Tres – razonó Séretur.

- Parte de esa magia aún vive en la Tierra Media -. La que habló era una elfa realmente hermosa, rubia, cuyo vestido era del color de los jacintos al atardecer: Ilissë – Los eldalië la ostentamos en mayor o menor medida, al igual que algunos de la raza de los naugrim. También quedan maiar, aunque el transcurrir de los milenios les ha convertido en meros fantasmas, espíritus de la tierra, el aire, el agua y el fuego -.

- Os aseguro que los rumores son ciertos – intervino Narielle, consciente del tiempo que había perdido ya en el viaje y del que perdían ahora discutiendo – He visto a esos hechiceros convocar al fuego, aún son pocos los nogardianos que dominan tal poder pero crecen día a día. No sé qué o quién les ha permitido acceder a esos conocimientos, pero es maligno; Fiondil, otro compañero y yo conseguimos entrar en el templo que han erigido en Minas Tirith... -. Los ojos azules se oscurecieron – En mi vida me había sentido tan mal. Decir que el miedo se apoderó de mí sería quedarse corto; no podía respirar, ni ver, como si una mano invisible se cerrara en torno nuestro... una noche que devora toda la luz -.

Narielle escrutó aquellos siete rostros y encontró incertidumbre y un miedo atávico a algo que muchos ni siquiera conocían. Pero había uno que sí había visto, había vivido y combatido esa oscuridad perdiendo todo cuanto amaba; el consejero que aún no pronunciaba palabra pero que, a ojos de la silvana, resplandecía más que los otros seis juntos. Alto incluso para cánones élficos, de cabello dorado hasta los hombros sujeto por una cinta de plata labrada, vestía una túnica nívea sin adornos. Sus rasgos eran nobles y hermosos como los de un noldo, aunque vacíos de arrogancia, suplida ésta por una profunda y nostálgica pena propia de un sinda que recuerda Menegroth. Todo él parecía emanar una tenue luz, en especial sus ojos celestes.

- Es imposible y sin embargo... -. Su voz era el sonido más perfecto que jamás escucharon los oídos de Narielle, qué maravilloso debía sonar un cántico en su boca.

- ¿En qué piensas, Vanyon? – preguntó Gilgaer.

- En la Sombra que puebla las peores pesadillas de los Eldar, del que Sauron apenas fue un pálido reflejo -.

Los allí reunidos intercambiaron miradas de espanto.

- No puedes hablar en serio, fue desterrado al Vacío Intemporal por sus iguales, más allá de las Puertas de la Noche Eterna de la que nada regresa excepto Anar – clamó Macilothiel.

- Es un Vala, podría llegar a hacerlo si cuenta con ayuda, y esos estúpidos mortales se están convirtiendo en su llave sin saber realmente a quién están adorando -. Vanyon se pasó una mano por el rostro – Cada vez que uno de esos nogardianos hace uso de la magia le permite irse poco a poco filtrando de nuevo en Arda -.

- ¿De qué balrogs estáis hablando? – protestó Narielle.

Vanyon clavó sus ojos en ella provocándole un estremecimiento.

- Del mil veces maldito por la raza élfica, Morgoth -.

Un estremecimiento recorrió a todos los presentes, incluso a la joven silvana que escuchaba por primera vez ese nombre prohibido en Amon Thranduil, dónde era conocido por muy pocos como Morn, el Oscuro.

Los eldar comenzaron a discutir en ese idioma familiar y desconocido, el Quenya, dejando a Narielle sumida en sus pensamientos. Su vida se complicaba por momentos, había pasado de ser una guerrera élfica algo rebelde en Bosqueverde a la camarada del heredero al doble trono, que además se enfrentaba a una Orden maléfica que estaba a punto de importar del Vacío Intemporal al Mal encarnado. Maldita suerte la suya.

Sus reflexiones no duraron mucho y su paciencia con aquellos Altos Elfos aún menos. Si la situación era tan grave, el tiempo apremiaba; debía obtener una respuesta y volver con Fion lo antes posible, no se fiaba de nadie más que de ella misma para protegerle.

- Daro! -. (Stop!)

El patio quedó en silencio.

- Habláis demasiado y necesito una contestación ya, no creo que sea tan difícil para unos grandes y poderosos elfos como vosotros decidir si apoyáis a uno de los vuestros -.

- Te equivocas, pequeña, no es tan fácil -. Vanyon parecía mostrar cierta tristeza – No se decide si auxiliamos al hijo de un noble noldorin, sino a aquel que ocupará el trono de los Hombres -.

- No entiendo, Fiondil es Fiondil, un elfo¿qué más da si gobierna a los Hombres? -.

- Fiondil desciende del linaje de Lúthien, de los Peredhil, y, como tal, tiene derecho a elegir si comparte el Destino de los Elfos o el de los Hombres – explicó el rubio elda – El día que la corona del doble trono ciña su frente significará que ha tomado el camino opuesto a nuestra raza -.

Narielle sintió que se le paraba el corazón. ¿Fiondil, un mortal?. ¿Condenado a morir en pocos años¿desaparecería como un árbol con demasiados inviernos sobre sus ramas?. No podía ser¿por qué siempre perdía a todos los que amaba¿por qué siempre se quedaba sola?.

Demasiado sumida en su dolor, ni siquiera notó las lágrimas que empañaron sus ojos y se derramaron por su rostro. Las primeras que vencían al orgullo desde la muerte de su padre.

- Votemos – decidió Gilgaer – I quena lá -. (Yo digo no)

Seis negaciones más tarde, Narielle se sentía más hundida aún si eso era posible. Había fracasado en su misión, además de averiguar el precio que pagaría por ayudar a Fiondil a alcanzar su destino. Le perdería... aunque, en realidad, quizás jamás le había pertenecido.

- Disculpadme -.

Narielle realizó una somera reverencia y abandonó el Consejo prácticamente corriendo. Entre su alterado estado de ánimo y que no conocía bien el lugar, tardó un rato en dar con su habitación. Mudó su bonita ropa por la de exploradora y cargó su ligero equipaje con las frutas que esperaban encima de la mesa. Necesitaba marcharse de allí cuanto antes, no soportaba permanecer más en ese perfecto y maravilloso rinconcito del mundo que tanto la hería al sentirlo como una burla a aquellos que vivían fuera de él.

- ¿Te vas? -.

La cabeza de Tinwaiwen se asomaba dentro del cuarto.

- Sí, no puedo perder más tiempo, me necesitan en otro sitio -. Se cruzó el macuto y el arco a la espalda – Si me muestras la salida del bosque te lo agradecería, Tinwen -.

- Por supuesto -.

Al abrir la puerta del todo, Narielle reparó en los ropajes rojo vinoso bajo la capa de la doncella, la empuñadura de una espada y la bolsa de viaje.

- ¿No irás a hacer lo que estoy pensando? -.

- Te acompaño – afirmó Tinwaiwen – Quizás no lleves un batallón de elfos, pero puedes contar conmigo y con mi hermano Nessorno, que nos espera fuera -.

- Es una locura -.

- Sé combatir, se nos enseña a dominar cada aspecto de la lucha, cualquier arma y toda táctica empleada en los últimos milenios; además poseo el don de la sanación, puedo comunicarme con los animales y tejer algunos hechizos sencillos. Y mi hermano es mucho mejor que yo – rebatió la doncella – Será mejor que partamos antes que alguien se percate de nuestra ausencia -.

La silvana cedió a los argumentos.

En la linde del bosque esperaba un noldo de corto cabello negro y brillantes ojos índigo, vestía de azul tan oscuro que casi parecía negro; irradiaba vitalidad y fuerza, incluso apoyado indolentemente en un árbol con los brazos cruzados.

- Selerince, ya creí que os habían atrapado a las dos -. (hermanita)

- Adoro tu confianza en mí, Neno – se burló Tinwaiwen – Narwen, te presento a mi hermano, Nessorno -.

- Un placer – saludó el elfo, al tiempo que cargaba su escaso equipo – Síganme, señoritas -.

Los tres se adentraron en la floresta justo desde el mismo claro en que Narielle había despertado ante Gilgaer. Alguien, desde las sombras que producía el atardecer, contempló su partida con una leve sonrisa aleteando en sus labios.

- Vanyon¿en serio crees que haces bien, Ilissë te ofrecerá en sacrificio a Elbereth cuando se entere que has permitido marchar a sus dos hijos, sobre todo después de haber perdido ya a su hermano -.

- Confía en mí, Elenear, algo me dice que esos dos pueden hacer mucho por Fiondil -.

O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o o O o

- Lond Daer -.

Riana miró en la dirección que señalaba Noreas. Las altas torres, con pendones multicolores al viento, era lo primero que señalaba la cercanía de la ciudad. La velocidad del río fue disminuyendo a medida que el ferry se aproximaba a la desembocadura del Gwathlo.

Las murallas cubrían una urbe que se desplegaba a los dos lados del río y en torno al estuario formando el conocido como "Puerto Seguro". Una gran aglomeración de carros, animales y gentes esperaban en ante las puertas a que soldados con el emblema del pez espada revisaran sus equipajes; otro tanto ocurría en el río, su curso se estrechaba al llegar junto al muro gracias a una serie de cadenas para obligar a los barcos a pasar de uno en uno tras ser convenientemente inspeccionados.

- Se nota que es una ciudad que no rinde cuentas al rey – comentó Trandara – No les agrada la visita de espías cuando todos los nobles de esta zona conspiran contra la monarquía y la Orden -.

- ¿Todos? -. Noreas arqueó una ceja.

- Casi todo Endor odia a su actual monarca, simplemente la gente de aquí lo hace más abiertamente – sonrió la mujer, acomodando un ligero chal en torno a sus hombros. Lucía realmente regia con su vestido índigo plagado de sutiles bordados.

- Creo que podría acostumbrarme a vivir en un lugar así – comentó con evidente cinismo Riana.

Más soldados con la librea del pez espada, en azul celeste y blanco, abordaron el ferry para examinar su carga y tomar nota de los viajeros.

- Condesa Trandara Oeryn de Bosque Viejo, mis sirvientes Riana y Noreas -.

- Sed bienvenida a Lond Daer, señora – correspondió el soldado.

- Es la primera vez que visito la ciudad y me gustaría saber si podríais indicarme un buen alojamiento -.

- La mejor posada es La Corona de Espuma, os atenderán como corresponde -.

- Interesante nombre... creo recordar que vuestro gobernante, el señor de Angrenaith, falleció hace poco, decidme¿quién ostenta el poder ahora? – preguntó Trandara.

- Un joven noble del sur, señora -. El hombre terminó de revisar el macuto de Riana con una sonrisa – Longren Pharaigoshan, conde de Varvain -.

Cuando los guardias abandonaron el ferry, la sanadora se concedió una expresión entre divertida y ofuscada.

- Es sorprendente como el destino puede jugar con una misma -.

Riana rió.

- Me siento algo desorientado¿qué ocurre? – inquirió Noreas.

- Trandara conoce al conde de Varvain, de los torneos en Bree -.

- Ah – asintió el joven, sin hacer más comentarios.

Desembarcaron en el atestado muelle del otro lado de las murallas. Casi al momento, Riana decidió que le gustaba Lond Daer. No era por sus calles, pavimentadas y de enrevesada distribución; tampoco por sus edificios, que iban desde los toscos de los trabajadores portuarios a las imponentes mansiones que se adivinaban en la zona norte; ni siquiera por la sensación de prosperidad imperante; lo que caló en Riana fue la gente, su alegría y espontaneidad, los rostros vacíos de miedo.

- Hay niños -.

Noreas y Trandara siguieron la mirada de la morena. Un grupo de chiquillos jugaban a perseguirse en una plaza, saltando por encima de bancos, subiéndose al borde de la fuente y esquivando a los transeúntes que les echaban vistazos divertidos.

- En Bree los niños ya no juegan así, si no es dentro de las casas o patios privados – comentó Riana – Los padres temen que los servidores de la llama se los lleven -.

- Volverán a hacerlo – fue la replica de Trandara, antes de tomar a su amiga del brazo y conducirla calle arriba hacia un inmueble de tres pisos, La Corona de Espuma.

- Si queréis, puedo ir a indagar un poco por la ciudad – se ofreció Noreas, nada más pagaron su estancia en la acogedora y lujosa posada.

- No, quiero que te dirijas a casa del señor de Lond Daer y solicites audiencia en mi nombre – disintió Trandara – Dile que me mueven tanto motivos políticos como personales, y que tenemos prisa -.

Noreas obedeció las órdenes de Trandara con cierta reticencia, sobre todo cuando la mujer no permitió que Riana le acompañase.

- Dara, eres demasiado cruel con él -.

- Júrame que confías por completo en Noreas, tanto como lo haces en mí u otro de tus amigos, y jamás volveré a decir nada en contra del chico -.

Riana se mordió el labio, sin pronunciar palabra. Le gustaba Noreas, mucho, pero seguía sintiendo que existía algo que no encajaba del todo en él. Trandara esbozó su sonrisa de mamá gata satisfecha, al tiempo que arrojaba un montón de tela bordada color verde musgo a los brazos de la morena. Una vez desliada, resultó ser un bonito vestido.

- ¿Y esto? -.

- Visitar al gobernador de Lond Daer exige ciertas formas -.

Sin más explicaciones, Trandara obligó a Riana a dejar la posada. En la calle les esperaba un elegante cabriolé, que las llevó en un breve lapso hacia la elegante mansión que coronaba la parte alta de la ciudad. Apenas se bajaron del vehículo, un hombre entrado en años y ominosa presencia se plantó ante ellas con una pequeña escolta.

- Noble señora de Oeryn, nos honráis con vuestra visita -. Se inclinó de manera pomposa, sin que el cabello blanco se le moviese ni un milímetro – Soy Patricus, canciller de Lond Daer, será un honor escoltaros a presencia del gobernador -.

- Os lo agradezco. Ella es mi amiga y dama de compañía, es de absoluta confianza – dijo Trandara en respuesta a la suspicaz mirada del canciller.

Accedieron entonces a un patio ajardinado, de piedra y sombras vegetales, y de allí a un zaguán abierto pero custodiado por soldados.

- Hemos enviado al muchacho de regreso a la posada, señora – comentó Patricus, abrupto – Si dudáis tanto de su lealtad habría sido mejor que disfrutase de las comodidades de nuestra cárcel, en lugar de permitirle recorrer libremente la ciudad -.

- Me gusta ser retorcida, maese canciller, así ejercito el ingenio que me ha permitido mantenerme a salvo en estos turbulentos tiempos -.

- Me temo que no serán turbulentos mucho más si nos limitamos a mantener está actitud de resistencia pasiva -. Agitó su cabeza disgustado – Pero el señor no desea escuchar nada al respecto de una acción directa, ni a mí ni a su gente. El resto de nobles arden en deseos de lanzarse contra esas alimañas que han destrozado el espíritu y el honor de Arnor; pero sir Pharaigoshan se limita a repetir que no es el momento y que debemos esperar, y yo me pregunto ¿esperar a qué? -.

- Preguntémosle – sonrió Trandara, deteniendo sus pasos ante una puerta de madera labrada.

Del otro lado, surgió una sala inmensa con ábsides en sus esquinas. El centro lo ocupaba una gran mesa oval con el motivo de la rosa de los vientos en su superficie. La rodeaban unas cincuenta sillas de compleja manufactura, ninguna igual a otra.

Las paredes estaban cubiertas de tapices, mostrando emblemas nobiliarios, intercalados con cuatro amplios ventanales. Un hombre, de cabello y bigote tan negros como la pez, permanecía con los brazos cruzados a la espalda mientras miraba por a ventana que daba al Oeste, al mar. Era la primera vez que Trandara le contemplaba sin recubrimiento de metal alguno, ataviado con un sencillo jubón, calzas y una capa del azul de su estandarte.

No sólo Longren se giró al escuchar abrirse la puerta. Una de las sillas estaba ocupada por un hombre joven, de cabello pajizo y tez morena, tañía lánguidamente un laúd sin que su rostro perdiera una expresión de burlón desafío. Sus ropas eran extrañas, una túnica colorida como las que usaban los hombres del lejano sur.

Y, lo que más llamaba la atención de toda la escena, un grupo de mujeres de diversas edades y ropajes que discutían como auténticos mariscales de campo entre mapas y pergaminos sobre tácticas de guerra.

- Vaya, Longren, ya podías avisar de tan distinguida visita a este humilde trovador para que hubiese buscado un atuendo decente -.

- Nástian, tú eres de todo menos humilde – replicó el caballero, alegremente – Sed bienvenida a mi ciudad, condesa de Oeryn, siempre representa un inconmensurable placer el contar con vuestra excelsa presencia -.

La respuesta de Trandara murió en sus labios cuando una de las jóvenes gritó "¡Rian!" y todas se abalanzaron para rodear a la muchacha.

- ¿Dónde has dejado a Noreas? -.

- ¿Qué pasa con Fion? -.

- Qué más da, si se queda con uno yo me quedo con el otro, bwhahahah! -.

- Por encima de mi cadáver, y suelta la katana que te veo -.

- Que sepas que estoy de tu parte, Rian, muerte a la elfa sarnosa -.

- Mujer, Narielle no es tan mala -.

- Pero si al final no se quedará con el prota... ¿no? -.

Todas miran a otra en particular.

- ¿No pensaréis que voy a responder a eso, verdad? -.

- Buaaa, Elanta es mala -.

- Eso, con lo que se tarda en subir capítulos -.

- Sí, y luego le salen estas rayadas mentales -.

- Al menos nos deja hacer cameos -.

- Chicas -. Longren les llamó la atención – Tengo que hablar con mis invitadas a solas, luego terminaremos la reunión -.

- Ni hablar, aún no nos hemos puesto de acuerdo en si usamos lanzallamas o ametralladora -.

- Hay tiempo -.

- No, don gobernador, si estas dos han llegado significa que no queda tiempo -.

- Luego, chicas -.

Todas pusieron cara de berrinche.

- Luego entonces -.

- ¡Nást, vente a tomar unas birras! -.

- Estooo, aunque es tentador, creo que me quedo – sonrió el trovador.

- Bah, aburrido -.

- ¿Dónde vamos? -.

- La taberna esa que vimos al llegar prometía -.

- ¿Beer´s Valley? -.

- Hay quien prefiere la coca cola -.

- ¿Tendrán aquí? -.

- Sí, Arda-Cola, no te jo... (pip) -.

- Pues yo tengo una amiga que se pilla pedales solo con fanta naranja -.

- Y luego dicen que nosotras estamos locas -.

Patricus cerró la puerta, con cara de circunstancia, y las voces de las jóvenes dejaron de escucharse. Trandara casi echaba humo de tanto concentrarse intentando recordar dónde había visto antes a aquella pandilla de desquiciadas.

- ¿Qué fue "eso"? -.

- Son mi gabinete de guerra, condesa, muy eficientes por cierto – sonrió Longren – Aunque resultan un tanto insólitas -.

- Gamberras, maleducadas y medio locas – gruñó Patricus.

- Dices eso porque le dieron el cambiazo a tu peluca por un gato – rió Nástian.

- ¡Hmpf! -.

Los ojos del gobernador recayeron en Riana con sincera curiosidad. Era raro que su gabinete mostrara tanto interés por una extranjera, de la que, además, parecían poseer una gran cantidad de información.

La muchacha ni se percató de ello, distraída en examinar las estatuas que reposaban en cada uno de los cuatro ábsides de la sala.

- Son aquellos que marcaron profundamente el devenir del Destino de los Hombres, por si sentís interés, joven doncella -.

Riana, en lugar de avergonzarse como habría hecho cualquier otra doncella, sonrió y sostuvo la mirada de Longren.

- ¿Quiénes son¿por qué tres de ellos carecen de rostro? -.

- Porque sólo los inmortales recordarían sus efigies – fue la respuesta del caballero – Nástian¿te importaría hacer los honores? -.

La esbelta mano arrancó nuevas notas al laúd, una límpida voz de barítono se sumó a la melodía.

- Escuchad, simples mortales, los nombres de los sabios y poderosos, de los reyes salvadores. Eärendil el Marino, Estrella del Alba y la Esperanza. Elros, padre de los Edain, Señor de la Tierra de la Estrella. Elendil, amigo de los elfos, estrella radiante aún en la derrota..Aragorn Evinyatar Telcontar, fundador del Doble Trono, señor y siervo de la última estrella de los inmortales. Escuchad, simples mortales, que la memoria no muera, que la leyenda no perezca, porque lo que hoy somos viene de tiempos remotos -.

Riana escrutó el rostro de Aragorn, el abuelo de Fiondil. Sólo la intervención de un gran poder podía haber arruinado la Casa Telcontar, porque cuatro siglos no eran nada comparados con los tres milenios que separaban a Elendil e Isildur de su heredero.

- ¿Cuál es vuestro nombre, joven dama? -.

- Cuantas preguntas – sonrió ella – Es Rianawyn, señor -.

Nástian palideció. Acababa de ubicar los rostros de aquellas dos damas.

- ¿Sólo Rianwyn? -.

- Riana de Bosque Viejo, o sólo Rian, no tengo un linaje del cual enorgullecerme como vos, soy hija de leñador -.

- Y, sin embargo, poseéis un porte que muchas grandes damas desearían para ellas mismas – replicó Longren.

- He disfrutado a menudo de la compañía de poderosos, unas veces deseada y otras impuesta, no sería de extrañar que algo de sus maneras y costumbres se me haya contagiado -.

Longren soltó una carcajada.

- Somos como una mala enfermedad para vos -.

- Oh, señor, no lo decía en ese sentido -. Esta vez Rian sí se ruborizó – Es sólo que, antes de ser acogida por lady Trandara, fui esclava de un capitán arnoriano al servicio de los Nogardianos -.

Aquello tensó los ánimos de los tres hombres presentes en la sala.

- No se preocupen – sonrió Rian – Fue culpa mía. Siempre tuve demasiados pájaros en la cabeza. De niña no hacía más que repetir que quería ser una doncella guerrera como la Eowyn de las leyendas -.

- Tú... -. Los ojos de Longren se abrieron, perplejos – Te recuerdo, del camino a Bree, hace... dioses, hace más de diez años -.

La morena le observó un instante desconcertada, pero entonces hizo memoria y desenterró un encuentro olvidado.

- El caballero de la profecía – exclamó Riana.

- ¿Le conoces, Rian? – preguntó Trandara, sorprendida.

- ¿Recuerdas el viaje a Bree, el primero al que vino Fion, Longren acampó con nosotros -.

- ¿"Recuerdas", un momento¿vosotras desde cuando os conocéis? – saltó el caballero.

- Nos criamos en la misma aldea, mi título es heredado de mi difunto marido – confesó sin tapujos la rubia – El resto es demasiado complicado de explicar -.

- Esto... -. Nástian levantó un poco la voz – Me encanta todo esto de qué pequeño es el mundo, yo fui trovador en Bree y os conozco a ambas, pero antes de nada una pregunta¿Fion llegó a salvo a Bosque Viejo? -.

- Sí – asintió Rian, reconociendo por fin al hijo de Carjory – Ha retornado a casa, ahora es Capitán de los Montaraces. Él representa el motivo por el que Trandara y yo hemos venido a Lond Daer -.

- No entiendo – dijo Longren.

- Fion descubrió su origen durante estos últimos años, es un elfo hijo de Silmariel, una de las hijas gemelas de Aragorn Telcontar -.

Patricus emitió un sonido ahogado. Nástian silbó admirado. Longren tomó una silla y se sentó, mareado.

- ¿Quieres decir que... que él...? – balbució Patricus.

- Que Fiondil es el heredero del Doble Trono y convoca a su servicio a todos los nobles de Enedwaith y Minhiarath para combatir contra la Orden de Nógard – concluyó Rian.

- ¡Absurdo! – protestó Nástian – Esos ejércitos no pueden hacer frente a los nogardianos en solitario -.

- Bueno, súmale unos cuantos regimientos de enanos, elfos, montaraces y los grupos rebeldes -.

- Ah, entonces vale -. El juglar se arrellanó en la silla y cruzó las piernas sobre la mesa – Os acompaño. Es hora de regresar a Eriador, además os vendrá bien tener al líder de los grupos rebeldes a mano durante el golpe de Estado -.

- El Destino los cría y ellos se juntan¿no, mi querido señor trovador? – se burló la morena.

- Por supuesto, mi querida señorita -.

- Las gentes de Lond Daer responderán al llamado de su rey – sonrió Longren – Patricus, empieza a informar a nuestros oficiales, y que todo se lleve en el mayor de los secretos para no alertar a los túnicas rojas -.

- Ah, como ordenéis, mi señor... ¿señor? -.

- ¿Qué, Patricus? -.

- ¿Esto es lo que estabais esperando? -.

Longren asintió, radiante de entusiasmo.

- Por curiosidad, mi señor – dijo Patricus - ¿Qué es eso de una profecía? -.

- Un caballero pronunció una profecía sobre mi cuna, que no he podido entender hasta hoy: El Norte, el Sur, el Este y el Oeste, todo lo que unido fue separado será, el caos se alzará sobre la Casa de los reyes inmortales, pero hay esperanza; tú cabalgarás, y enarbolarás la resplandeciente lanza por la estirpe sagrada, hallarás un hijo de los dioses de antaño en cuyo cabello anide el sol y sus ojos reflejen la luz de las ancestrales estrellas -.

- Sin duda es Fiondil – asintió la condesa.

Patricus abandonó la sala. Longren le pidió a Rian que tomase asiento y le hablase del heredero al trono. ¿Era bueno¿fuerte¿honorable?.

Trandara sonrió con ironía, su joven amiga acababa de convertirse en heraldo con sorprendente facilidad. Era inevitable, Rian seguía irradiando ese magnetismo que de pequeña la había convertido en líder del grupo y que le había permitido sobrevivir todos esos años.

- Vuestra amiga es alguien notable, condesa – comentó Nástian, parándose a su lado.

- Lo sé, aunque ella no sea consciente de lo especial que es -.

- Como Rianawyn ha dicho, "el Destino los cría y ellos se juntan" -. Sonrió con la picardía de quien conoce un secreto muy jugoso - ¿Sabéis lo que significa el nombre de vuestra bonita amiga? -.

- No -.

- "Pequeña reina" -.

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Raf se removió, buscando una postura más cómoda en el catre, mientras miraba al techo y se preguntaba cómo habían terminado en los calabozos de Aglarond.

- Veamos¿qué pudo sentarles tan mal? – se rascó la cabeza – Vale que fuimos un poco bruscos para entrar al Salón del Trono, pero es que esos guardias fueron muy desagradables con nosotros y con Dwolin, además Malburg sólo les dejó inconscientes, ni que los hubiese matado. Y ese rey, pffff, se agradece que los hobbits no tengamos uno, qué personajes más insufrible, hace que la tía Ramatiesa parezca una abuelita de cuento de hadas; si eres alguien que insulta y berrea no puedes esperar que te traten de manera cortés... aunque quizás me pasé un poco con lo de que era tan pequeñajo y deforme que no se sabía si pensaba con la cabeza o con los pies... ¡noooo¡porque él me llamó deshecho humano¡soy un hobbit¡H-O-B-B-I-T¡leñe, o en su defecto somos medianos o periannath (en versión élfico pija)¿es que esta gente tiene complejo de gusano y no asoma la cabeza fuera del agujero nunca o qué? -.

Luego se puso a recordar cuando el enano, bajito y cabezón, empuñando el cetro y de pie en el trono (por lo que casi se suicida solito), empezó a gritar escupiendo a los cuatro vientos "¡a las celdas¡que les corten la cabeza¡que les corten la cabeza!". No sabía por qué aquello le dejaba cierta sensación de deja vú que...

- ¡Raf! -.

- ¡Malb? -.

El hobbit se puso de pie en el camastro y descubrió el rostro del guerrero del otro lado del ventanuco de la puerta.

- ¿Cómo has escapado? -.

- Digamos que nuestro amiguito rohir sabe hacer más cosas que montar a caballo -.

Sonó un breve raspar de metal contra metal y la puerta se abrió, dejando ver a un Theomund sonriente que aún sostenía un alambre con la boca y algunas ganzúas en las manos.

- Excelente trabajo, Theo -.

- Gracias, me alegra ser útil -. El chico guardó sus herramientas - ¿Y ahora qué? -.

- Quisiera recuperar mis armas – dijo Malburg –, y deberíamos hablar con Dwolin. Me niego a regresar a casa y decirle a Fion que hemos fracasado, cuenta con nosotros -.

- No será fácil, este lugar es un maldito laberinto – dijo Raf.

- Yo recuerdo los lugares por los que hemos pasado – intervino Theomund – Puedo guiaros, pero vamos a llamar mucho la atención, quizás maese Raf y yo pudiéramos pasar desapercibidos pero tú, Malburg, eres un gigante entre los enanos -.

- Me quedaré en mi celda – resolvió el guerrero – Vosotros llegad hasta Dwolin, él encontrará la manera de sacarnos de Aglarond vivos -.

- ¿Y la ayuda a Fion? -.

- Tranquilo, joven compañero, creo que de eso podrá hacerse cargo también Dwolin, tiene mucho poder aquí, y quién mejor que un enano para convencer a otros enanos – sonrió Raf.

- Marchaos ya, podría venir alguien en cualquier momento y descubrir vuestra huida -.

El jovenzuelo y el hobbit se arrebujaron en sus capas y entraron en los túneles. Buscaron los caminos más oscuros, difícil por el eficiente sistema de iluminación, y poco transitados, consiguiendo pasar desapercibidos hasta que vieron aproximarse hacia ellos una patrulla armada. Raf empujó a Theomund dentro de una habitación sin pensar demasiado.

Varias gemas de poder reaccionaron ante la presencia de gente y colmaron la estancia de una tenue luz verde dorada. Había estanterías con joyas, variados objetos de metal de una manufactura espléndida, estatuas, telas enrolladas o tejidas en hermosas capas y túnicas, armas de gala, incluso juguetes.

- Parece un tesoro familiar – susurró Raf, sorprendido –, he oído a enanos de las Montañas Azules hablar de ellos. Lo raro es que la puerta estuviese abierta, sé que los enanos confían en sus iguales pero estas salas son casi algo sagrado para sus dueños -.

- Así que nos matarán si nos pillan aquí dentro – bromeó Theomund, más que tenso.

- Es probable -.

Unos cortinajes verdes ocultando algo de forma rectangular, llamaron la atención del hobbit. Cruzó la habitación y apartó un poco la tela, esperando que una trampa saltase en cualquier momento, algo que no sucedió. Dentro de una urna de cristal, colgado de una percha que simulaba un árbol blanco sin hojas, había un medallón transparente engarzado en oro con diminutas esmeraldas.

- Qué cosa más rara – comentó el chico, por encima de su hombro – Parece como si esos tres hilos de oro dentro del medallón brillaran solos -.

- No son hilos -. Raf parpadeó – Parece pelo -.

- Muy acertado, maese hobbit -.

Chico y mediano acabaron sentados en el suelo del susto, iba a resultar que un fantasma guardaba el tesoro y por eso no había más seguridad.

- No soy un espíritu como el de las Quebradas, podéis calmar vuestros corazones, no os haré ningún daño -.

- ¿Qué eres entonces? -.

- Un eco de tiempos ya pasados... en realidad yo no debería estar aquí, pero mi biógrafa me pidió ayuda y no puedo negársela, los vecinos empezaban a quejarse de la escandalosa que teníamos día y noche berreando delante de casa y que iban a denunciarnos a la guardia maiar -.

- ¿Ein? -.

- El medallón es el Kheled Klaure Uzbadil, "El cristal de la dama dorada", esos cabellos son míos -. Ante la urna se formó la presencia translúcida de una mujer elfa vestida de blanco y cabellos dorados, como rayos de sol bordados en luz de luna, su belleza resultaba ofensiva a los ojos. – Dejemos de hacernos la interesante¿qué puedo hacer para ayudaros? -.

- ¿Qué? -.

- Por favor, no tengo todo el día, me esperan en breve para una importante partida de golf -. Les miró frunciendo apenas el ceño, tornándose completamente amenazadora - ¿Tenéis algún problema o no? -.

- Si se refiere a que mis dos amigos y yo estamos atrapados en Aglarond, el rey enano quiere cortarnos la cabeza, y nuestra misión de reclutar a los enanos para la guerra contra el usurpador del trono ha fracasado, pues yo diría que sí, que tenemos algún que otro problemilla -.

Incluso en semejante circunstancias, Raf se aferró a su buen humor y consiguió arrancar una sonrisa divertida a la aparición.

- ¿A quién sirves tú, señor perian? -.

- No sirvo a nadie, hago esto por ayudar a un buen amigo, Fiondil -.

- ¿Fiondil, es nombre élfico – se extrañó la dama. Sus ojos de zafiro parecieron traspasar al hobbit durante un instante y luego se abrieron sorprendidos - ¡El nieto de Arwen! -.

- ¿Cómo lo sabéis? – preguntó Raf - ¿Sois maga o adivina? -.

La mujer elfa soltó una vibrante carcajada.

- Eso y mucho más -. A un gesto de su mano, la urna se abrió y el medallón acabó en su cuello otorgándole mayor nitidez – Sigo siendo sólo una proyección, de manera que no me toquéis o se descubrirá el ardid -.

- ¿Qué vais a hacer, señora? – inquirió Theomund, hablando por primera vez.

- Terminar con esto antes que empiecen la partida de golf sin mí, seguidme -.

Fue hasta la puerta y ésta se abrió como si temiese a la formidable dama. Una vez en los corredores, los enanos se apartaban a su paso mirándola con expresión que iba desde la sorpresa al terror más absoluto. Llegaron al Salón del Trono sin problemas.

- ¡THRAIN! -.

Su dolorosamente hermosa voz desgarró los corazones de la Corte del rey, el propio monarca se encogió en el trono hasta no ser más que un guiñapo. Dwolin también se hallaba presente, de rodillas y cargado de cadenas ante su señor, aunque ahora miraba incrédulo a los recién llegados.

- ¡Thrain¡por Elbereth¿qué significa todo esto? -.

- ¿Qué? -.

- Has encerrado a los emisarios del rey de Arnor y Gondor, negándote a escuchar una legítima petición de socorro, la cual te beneficia -.

- Ninguna mujer va a decirme lo que debo hacer, mucho menos una elfa – gruñó el rey, demasiado estúpido para estar asustado por mucho tiempo.

- Pobre discurso para una mente pobre -.

El rey empezó entonces a despotricar como había hecho en su primer encuentro con Raf, Malburg y Theo, sólo que en esta ocasión insultaba a alguien infinitamente más peligroso e infinitamente menos paciente.

- Quizás una mujer cualquiera consienta tus malos modos y destemple, pero yo soy Ninquenís entre los Noldor, Klaure Uzbadil para los enanos, en otro tiempo reina de Eregion y Lothlórien¿osas desafiarme, mero deshecho de la orgullosa raza de los naugrim? -.

La dama clavó en él sus ojos y Thrain se enfrentó a horrores que nadie podría imaginar ni soportar; se puso blanco, luego gris, y cayó del trono con un golpe seco como el de un fardo de arena, la corona se soltó de su cabeza y rodó hasta el lado de Dwolin. Nadie respiraba en la amplísima sala.

- Elbereth, qué dolor de cabeza -. Ninquenís sonrió levemente al aterrorizado maestro herrero - ¿Dwolin es vuestro nombre? -.

- Sí, poderosa señora -.

- He infringido como medio millón de normas al dejaros sin rey, quizás si coloco otro en su lugar, que además sea justo e inteligente no me reprendan – su sonrisa se amplió al tiempo que las cadenas de Dwolin se abrían – Levantaos pues, Uzban Khazad, y tomad vuestra corona -.

- Pero yo... -.

- Estás emparentado en línea directa con Gimli, fundador de Aglarond y amigo de los elfos, la sucesión es legítima y los Valar saben cuanto lo agradecerán tus súbditos -. Señaló con un elegante gesto al hobbit y al muchacho – Sólo te pido a cambio que ayudes a ciertos embajadores, mi tataranieto se sentiría desolado si fracasan -.

- ¿Vuestro tataranieto? -.

- Fiondil, hijo de Silmariel, hija de Arwen, hija de Celebrían, mi hija – enumeró con tono orgulloso – Es agradable cuando la familia consigue no decepcionarte -.

- ¡Sois Galadriel! – exclamó Raf entonces.

- ¿No te habías percatado aún, me decepcionas, maese Colinaverde, esperaba más de alguien emparentado con los Tuk – bromeó la dama – Debo irme, ahora el resto queda en vuestras manos. Namarië -.

Los contornos de la antigua reina élfica se difuminaron hasta que sólo quedó el medallón sobre el suelo de basalto pulido. El hobbit lo tomó y fue junto a Dwolin, sin mediar palabra depositó la joya en sus manos y, tras recogerla, la corona en su cabeza.

- Ahora, majestad¿os importaría echarnos una mano, tenemos algo de prisa -.

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N. de A: Vale, se me piró la pinza un poco¿y qué? XP Más comentarios y contestación a los reviews en mi Livejournal, la dire en mi profile. Aunque lo escribiré mañana, porque ahora hay que mimir que hay Uni, ains, la vuelta a la rutina.