Capítulo II

Endemoniada

Se observaba en el reflejo que le entregaba el espejo del baño, empañado en las esquinas, producto del vapor contenido, lo había limpiado un poco, las lágrimas apagadas de sollozos corrían por sus mejillas, no se había mirado anteriormente de forma completa, tenía la marca de la garra de Inu Yasha, con un tono ya rojo oscurecido sobre la piel blanca de su vientre, el estómago y parte del pecho lacerado por el arrastre del piso, la verdad las escenas de lo sucedido se mezclaban demasiado en su mente como para reconocer a cabalidad, en que momento se había efectuado cada magulladura, se llevó la mano hasta la mejilla, el amoratado en esa zona estaba palideciendo un poco, recordó el modo en que se golpeó, sintiendo de pronto las manos de InuYasha sobre sus muslos, se miró en ese lugar y notó aún algunas marcas que por lo que pudo deducir eran de sus dedos y unos leves rasguños, de seguro por las garras, sus labios temblaron intentando contener un sollozo, se llevó la mano a ellos, intentando calmarlos, sintiendo bajo el tacto un orificio cicatrizado, mojándolos, abriendo los ojos con sorpresa, recordando que los colmillos del medio demonio, también se habían alojado en su nuca, la mano busco, encontrando la herida en ella.

Ya estaba entre las sabanas de su cama, no había querido ir a la escuela, en fin, que más daba un día más de falta, había sido un largo día, sabía que dejó a InuYasha casi sin dirigirle palabra…¿pero qué podía decir luego de esto?...escondió la cabeza en la almohada, ya no iba a llorar… no debía…

-.-.-.-.-

InuYasha estaba en la rama de un árbol, se había mantenido todos estos días cerca del pozo, sin insistir si quiera en salir nuevamente en su búsqueda, la que los afanaba, tampoco insistía en ir por Kagome que ya llevaba cerca de dos semanas en su época, aunque ciertamente se le notaba inquieto, pero a todos se les hacía extraño que su paciencia no se hubiese acabado al tercer día y partiera en busca de la muchacha, arrastrándola de un brazo, usando nuevamente como pretexto su capacidad para ver los fragmentos de la perla. Nuevamente se había girado sobre la rama en la que estaba, con los ojos cerrados, pero visiblemente sin dormir, nadie sabía como era que no caía de ese lugar, que ciertamente ya debía de tener la forma de su cuerpo de tanto tiempo en ella.

-Me preocupa Inu Yasha…- dijo Miroku, intentando no hablar demasiado alto, para que el hanyou no hiciera acuso de sus palabras.

-Ciertamente a mí me preocupa más Kagome – respondió Sango, con un cierto dejo de molestia en su voz, mientras limpiaba su hiraikotzu, aún no comprendía del todo lo que había sucedido entre esos dos, pero de lo que no le cabía ninguna duda es de que Inu Yasha era el responsable.

-Hoy en la tarde lo vi inclinado sobre el pozo – agregó Shippo – pensé que ya al fin iría por ella, pero no lo hizo, solo se quedó ahí, por largo tiempo contemplando el interior – rascó su pequeña nariz – cómo si realmente hubiera algo interesante ahí dentro.

Miroku suspiró, y sus dos compañeros fijaron sus ojos en él, esperando una nueva conclusión por parte del monje, ciertamente su gran defecto era el ser un mujeriego y en ocasiones un perfecto charlatán, pero había que reconocer que sus juicios eran generalmente acertados.

-Pues yo lo he visto partir hacía el pozo cuando cree que todos dormimos, lo lleva haciendo al menos una semana, vuelve luego de algunas horas y sinceramente su rostro parece desencajado.

Shippo miro la copa del árbol en la que Inu Yasha se encontraba y oprimió sus labios, sabía que al ser un niño, habían cosas que no le contarían, pero no le gustaba ver a ese tonto perro sufriendo, porque sabía que era así. Sango en tanto, lo miró de forma fugaz, para volver a concentrarse en su arma, mientras que sus pensamientos volaban a las imágenes que presenció, a las señales a carne viva en el cuerpo de Kagome, las garras de un demonio la había dañado.

La noche se había dejado caer, la aldea estaba en silencio, InuYasha saltó desde la rama que lo había sostenido todos estos días, y se fue corriendo a gran velocidad por entre los árboles, ciertamente el trayecto entre la aldea y el pozo era corta para él, pero quería llegar pronto, de seguro ella ya estaría durmiendo, estas horas robadas de su sueño le entregaban una tranquilidad que no poseía desde que todo sucedió, en su mente no habían recuerdos claros, solo sabía que una presión en su corazón se había aliviado cuando su cuerpo se liberó dentro de lo que entonces reconocía como la hembra, apretó los dientes y la mandíbula se tensó, una expresión algo feroz se marcó en su rostro… era la furia que sentía contra sí, por haberle causado un daño tan grande e irreparable a Kagome.

-Maldición…- masculló, sintiendo el aire golpearle el rostro - ¿y si ya no quieres volver?...

Se acomodó como noches anteriores, sentado junto a la cama de la muchacha, la observaba dormir, el amoratado de su mejilla se había perdido hacía días en el tono pálido de su piel, lo había notado gracias a la agudeza de su vista en la oscuridad, sus labios entre abiertos mostraban la piel lisa y rosada, sin la marca que dejaran sus colmillos, su brazo que salía de la colcha, tenía la piel algo oscura en la parte donde sus garras se habían clavado, tragó nuevamente, como llevaba haciéndolo cada noche en la que inspeccionaba el avance de su curación, su olor también estaba cambiando, algo muy sutil como para que ella lo percibiera, se estaba mezclando con el suyo, y eso lo obligaba a pasar otra vez saliva con fuerza en su garganta que parecía secarse… se pasaba horas observándola y ya no solo miraba si sus heridas habían cicatrizado, ahora también se detenía en su cabello y en sus largas pestañas, ciertamente deseaba admirar un poco más… pero sabía que no era correcto… aún no sabía si Kagome desearía volver, y si llegaba a despertar y sorprenderlo haciendo algo, sería fatal, la quería de vuelta, eso era algo irrefutable y el que ella no lo deseara se había convertido en un temor constante, que no lo dejaba ni siquiera dormir, no era solo el que ella se quedara, Kagome también llevaba en su interior la muestra viva de lo que había pasado, de su posesión, le daría un cachorro y sentía después de mucho meditarlo, en la soledad de estos días, que se le llenaba el pecho de un sentimiento nuevo que parecía que se le iba a salir por las orejas y la garganta… deseaba ese cachorro… quiso acariciar el lugar de la cama en que se encontraba el vientre cubierto de Kagome, pero sus dedos se cerraron en el aire, dejando caer la mano.

-Duerme tranquila…- susurró muy bajito – mañana volveré…

-.-.-.-.-.-

Se sentía agitada, la respiración profunda del hanyou caía sobre su nuca, un sonido ronco y pesado, que se ajustaba perfectamente con los golpes que le daba, su piel se erizaba ante aquello y una gota de sudor bajaba de su frente, por su sien, sus propios gemidos se mezclaban con los de Inu Yasha, cada vez con mayor frecuencia, una mano, con amplias garras la sostenía por el vientre, alzándola incluso, cada vez que sentía la carne caliente entrar presionada en ella, los golpes de las caderas de él dando con fuerza en sus nalgas, a cada momento más intensos, obligándola a sentir esa oleada de calor subir, esa que nublaría sus sentidos, notó el tacto del hanyou despejar su cuello y lamer en el… un susurró llegó hasta sus oídos…

-Mí hembra…

Abrió los ojos, sobresaltada, y se incorporó en la cama, agitada y asustada, ya no era la primera vez que vivía todo aquello en sueños, se dejó caer sobre la almohada nuevamente, el alba se marcaba sobre los edificios que se veían desde su ventana, y Kagome intentaba recobrar el ritmo normal de su respiración, estaba confundida, y molesta, no era la primera vez que tenía esta…¿pesadilla?... negó con la cabeza, a quien quería engañar, se sentía incluso frustrada al notar que en cada oportunidad su sueño terminaba, justo en esa frase… "mí hembra"… ¿de dónde había sacado eso?... él no la nombró así mientras la poseía. Respiró pesadamente y su mano comenzó a tocar suavemente su seno, deteniéndose en la rigidez de su pezón, se sentía tan extraña, y aunque algo de culpabilidad la albergaba, pues decidió seguir, acariciándose suavemente, soltando de nuevo un suspiro pesado, la otra mano reposaba sobre la cama inmovilizada., como si solo tuviera concentración suficiente para guiar a la que bajaba ahora por su vientre, encontrándose que su camino estaba bloqueado por su camisón de dormir, lo recogió dejando su vello visible, cerró los ojos al sentir en sus dedos los pequeños rizados de ese lugar, extendió su mano un poco más, respirando agitada otra vez, sintió al buscar con sus dedos en la entrepierna, la humedad que claramente comenzaba a mojar sus muslos… ¿todo esto por un sueño?... alcanzó a pensar… arqueándose un poco, cuando sus propios dedos comenzaron a masajear un sensible lugar… había encontrado algo realmente placentero, para de algún modo mitigar la frustración que le dejaba su sueño, al acabar, justo antes de su culminación…

Sentía sus poros cerrarse al formarse la misma sensación de aquella vez en su bajo vientre, abrió sus ojos fijando la vista al techo, creando la imagen de Inu Yasha en su mente, ladeó la cabeza, cerró los ojos con fuerza cuando el placer la cubrió haciéndola mover todo su cuerpo a un costado, presionando la lengua con sus labios para no hacer ningún ruido en el silencio del alba, dándole una total calma a su espíritu, intentando controlar el aire que salía con fuerza de su nariz, sosegándose poco a poco... no pudo evitar pensar en lo que la estaba inquietando… ella no tomaba precauciones, para qué, no las necesitaba… ¿y si se embarazaba?...suspiró y se giró sobre la cama.

-Tengo que verle – dijo con algo más de tranquilidad - mañana volveré a la aldea. – Tiró de la almohada hasta acercarla a su cuerpo, se abrazó a ella sintiéndose más cobijada, volviendo a caer en otro sueño mas relajado… no se preocuparía aún…

Tocaron a la puerta de su habitación, sus ojos estaban pesados, soltó un leve gruñido molesta porque la sacaran de su sueño, últimamente estaba demasiado perezosa para levantarse de la cama.

-¡Qué quieres! – Pensando que como de costumbre era su hermano quien la llamaba para ir a la escuela.

-Kagome hija, si no te levantas ya, llegarás tarde.

Kagome se levantó con pesadez, parecía que se hubiese quedado adosada al colchón, y requiriese un gran esfuerzo librarse de él.

-Ahora bajo – Dijo en un susurro inaudible para cualquiera que no tuviese un oído extremadamente fino

Cogió ropas para darse un baño, sintiéndose más despejada al caer el agua de la ducha en su cara, la puerta del baño fue tocada por unos nudillos.

-Kagome, si no te das prisa no llegarás a la escuela- cerró los grifos y se envolvió en una toalla para asomarse.

-Mamá, prepárame cosas para llevarme, debo volver al Sengoku.

-Muy bien Kagome – Mostró una sonrisa deslumbrante a su hija, ya se le hacía bastante extraño, que se hubiese llevado en esta época dos semanas seguidas sin ver a su amigo Inu Yasha, desde que llegara para recuperarse del ataque de esos demonios estaba algo ausente – Tu abuelo se alegrará de poder estrenar la lista de enfermedades que ha preparado – Se volvió dirección a las escaleras, dispuesta a preparar comida para todos los chicos que acompañaban a Kagome en sus aventuras en el pasado.

Se incorporó sobresaltado en su rama, había reconocido el aroma que estas noches atrás había olido en ella, saltó del árbol y comenzó a correr, deteniéndose a unos metros de Kagome, intentaba salir del pozo con dificultad, cargando con el peso de lo que contenía su mochila, asomaba medio cuerpo fuera del pozo, intentó servirse de la rodilla para auparse, pero resbaló a punto de perder el equilibrio.

Inu Yasha, quedó paralizado por el frío de su cuerpo, al pensar que ella podía caer al fondo, su corazón subió de su pecho a su garganta amenazando con salir por su boca, corrió a por ella y consiguió sujetar su brazo, sintiendo la mano de ella aferrarse al de él, la asió con la otra mano y la ayudó a subir sin dificultad, tomándola unos segundos por la cintura para ayudarla a recuperar el equilibrio.

-Vaya, casi me estrello contra el suelo, la culpa la tiene mi madre por cargarme tanto la mochila, pesa demasiado – Mira a los ojos dorados, dándose cuenta de que lo había echado de menos, sintiendo erizársele el vello al sentir su brazo rodearla, carraspeó un poco para centrarse y quitarse de encima los nervios que empezaba a sentir por las ganas de verlo.

Inu Yasha permanecía callado, aún sentía el corazón intentar volver en sí, por un descuido al subir podría haberse puesto en peligro ella y su cachorro, su cachorro, ahora estaban los dos cerca de él, la miraba fijamente, perdido en sus ojos, ella hablaba y hablaba, pero su mente estaba en los sentimientos que ahora le embargaban, la oyó carraspear, rompiendo su trance, entonces pudo notar su estado nervioso, se separó rápidamente de ella

-Lo siento, vi que caías y... – escuchó una risita en Kagome

-No te preocupes Inu Yasha, si no es por ti ahora estaría en el fondo del pozo – soltó la mochila en el suelo, estiró sus brazos y tragó aire – ahhhhh, que bien sienta respirar este aire – dejó sus brazos relajados, miró al hanyou, que la observaba silencioso - ¿están los chicos en la aldea?

-Sí – Cogió la mochila del suelo, percatándose de su peso, demasiado para la mujer que portaba su cachorro – Kagome, ¿por qué tienes que traer tantas cosas, no ves que puedes hacerte daño cogiendo esto? – Su voz sonaba un tanto ronca, resultado de tener impulsos de gritarle y contenerlo procurando sonar calmado.

-Son cosas de mi madre, le dije que preparara comida para todos y creo que se ha pasado un poco, además no soy tan débil como crees, tampoco es para tanto, ¡oye! – Se giró a él mostrando extremada alegría en su sonrisa - ¡Te echo una carrera hasta la aldea! – Dicho esto salió corriendo antes de que él pudiese reaccionar, ansiosa por ver al resto del grupo.

-Pero… ¿Qué le pasa a esta maldita loca? – Empezó a correr tras ella - ¡Kagome no corras espérame! – Desde luego esta chica se había olvidado de los peligros que aquí acechaban, mira que correr y separarse de él para que un demonio la asaltase en el camino, aumentó su velocidad para alcanzarla, ya que la intranquilidad empezaba a embargarle, desde luego a partir de ahora no iba a poder perderla de vista, está visto que aún no es conciente de su situación, y en parte lo agradecía.

Llevaba ya algunos días de vuelta, y aunque lo tenía con el alma en un hilo, se sentía reanimado al tenerla cerca, ese nuevo aroma que traía consigo, se le hacía muy grato, el olor a su hembra, no podía evitar sonrojarse al pensarlo, luego sacudía su cabeza pensando en la forma ruin, en que la había poseído, los recuerdos eran tan escasos, que se desesperaba, y Kagome, que parecía no recordar nada de lo sucedido, había vuelto a ser la muchacha de la que se sentía prendado, esa que se mantenía inamovible junto a él a pesar de todas las cosas, a pesar de la indecisión que lo abordó por tanto tiempo, hasta que estuvo a punto de perderla… a punto de perder lo más valioso que tenía, en manos del bastardo de Naraku.

-¡Eh… InuYasha!...- la escuchó clamar desde lejos, agitando su mano en alto, al lado de Sango, que había permanecido muy junto a Kagome, desde que ella regresara… ¿acaso sospecharía algo?... sacudió su cabeza, no lo creía, ella como exterminadora de monstruos, si lo sabía ya le habría, al menos, reclamado.

Le respondió con un leve movimiento de su cabeza, y ella bajó de inmediato su mano, era Kagome, la de antes, había regresado, pero no podía fiarse, aún no sabía que estaba ligada a él de un modo que no pidió, ahora ella era su hembra y no sabía como se lo diría… ¿acaso ella había olvidado todo?... no estaba seguro que no era así, ella simplemente le estaba dando una segunda oportunidad y esa no la defraudaría, si era necesario no volver a tocarla, lo haría…

Divisó a la distancia, las shinidamachuu, de Kikyo, su aroma había llegado junto a él, quería estar limpio, presentarse ante Kagome dispuesto para ella y su cachorrito… debía hablar con la sacerdotisa y dejar claro que sus obligaciones en este lugar habían cambiado, sus sentimientos habían cambiado y él no podía partir junto a ella…

Kagome que con real entusiasmo lo había llamado, esperaba que compartiera un poco más con ellos, desde que llegó mantenía una distancia que la entristecía, quería que todo volviera a ser como antes, deseaba volver a sentirse tranquila junto a InuYasha, y estaba haciendo su mayor esfuerzo, pero no la estaba ayudando. En su mente estaban aún frescas las imágenes y los sonidos que salían de él, en ese estado salvaje y... suspiraba, preguntándose como sería compartir aquella entrega con un sentimiento más pausado, algo que los arrebatara de pasión, pero que no la dañara como lo había hecho…

Se sentó sobre la hierba, cuando él apenas y le hizo un gesto desde el árbol en el que se encontraba… ¿cuándo bajaría de los condenados árboles?... y Sango que la observaba silenciosa, como siempre escrutando todo lo que sucedía entre ambos, había sentido el impulso de confesarle lo sucedido, pero aún sentía vergüenza, más al descubrirse soñando con él… y deseándolo incluso, miró hacía atrás nuevamente buscando con sus castaños ojos entristecidos, los de él… pero ya no estaba… pero no había que ser adivina, las Shinidama chuu de Kikyo deambulaban, sintió una ola de calor subírsele directo al cerebro, caldeándose, se puso de pie y caminó en su busca, ante los ojos expectantes de Sango que intentó saber lo que le sucedía.

-Kagome, ¿a dónde vas?... – llamó en voz alta, sin obtener respuesta.

A dónde más pensó, sin siquiera responder, parecía que el malestar que portaba, le había adormecido incluso la lengua, ella intentando volver todo a la normalidad y él por cierto también, corriendo tras la mujer que lo selló, tal como antes, pero lo quisiera o no, las cosas ya no serían jamás iguales y ella se lo iba a demostrar, miraba a su alrededor, las caza almas se le habían ocultado entre las copas frondosas de los árboles y no lograba divisarlas.

-¡Donde va a estar! – Se decía enfadada para sí misma - ¡Busca lucecitas por los aires y ya sabes donde encontrarlo! ¡Maldita sea! – Cerró los puños y empezó a morderse el labio

Caminó a pasos agigantados por el bosque, por alguna extraña razón sabía que ese era el camino que tomó Inu Yasha, no tardando mucho en encontrar Shinidama chuu, nuevamente surcar los aires, apresuró sus pasos llena de rabia.

Inu Yasha sostenía a Kikyo por la mano, reteniéndola para que no se fuese sin antes decirle el motivo por el que la había buscado, el aroma de Kagome le llegó a su nariz demasiado tarde, aún no se había acostumbrado al cambio de su olor, haciéndola pasar desapercibida si estaba ocupado en otras cosas, la veía acercarse molesta hasta ellos, soltó la mano de Kikyo y retrocedió unos pasos para dejar mas espacio entre los dos, ya que ella se colocaba en medio, ignorando a Kikyo y enfrentándolo a él.

-Inu Yasha, era evidente que te encontraría aquí – Puso sus brazos en jarra – Si quiero saber donde estas solo tengo que buscarla a ella, lo que mas me molesta es no equivocarme ¿sabes?... – Su voz sonaba cada vez más alterada, InuYasha la observaba desconcertado – ¿cuándo entenderás que el egoísta corazón de esta mujer solo te quiere muerto?... - tapó su boca sorprendida por el comentario que escapó de su garganta, ¿desde cuando era tan impulsiva?...

Inu Yasha pasó su miraba por encima de Kagome, observando a Kikyo, ya intentó hacerle daño en varias ocasiones y no debía de perder el contacto visual con ella, no debía fiarse.

Kagome, suspiró intentando calmarse, al ver que él no se defendía, sintiéndose derrotada, tampoco sabía cuando había decidió interponerse para evitar que ellos estuviesen juntos, recogió su cabello a un lado, sintiendo que perdía una batalla que ni siquiera supo cuando decidió iniciar, ellos parecían ignorarla, y eso la hacía sentirse ridícula, pero ya que estaba en esta situación debía acabar con lo que tenía que decirle.

-Lo peor de todo es que quise creer que no volverías a su encuentro, qué idiota soy, no ahora…- sus palabras sonaban derrotadas y tristes, InuYasha no pudo evitar darle una fugaz mirada, le dolía escucharla hablar así, y en su voz notó de inmediato que no había olvidado nada, como él lo imaginó.

Kikyo pudo apreciar las marcas en la nuca de Kagome, conociendo las costumbres de los youkais no tuvo problemas en saber que él ya había escogido con quien compartiría su vida, pensó que mientras ella siguiese en este mundo, él insistiría en estar juntos, como hace cincuenta años, y descubrir de ese modo que él ya no lo deseaba, la enfurecía, ¿de qué forma lo hizo?... ¿Cuál fue el motivo que le llevó a hacerlo?... ¿Cuándo decidió olvidarse de su compromiso con ella?... miró a Inu Yasha buscando una respuesta, sintiéndose traicionada, Inu Yasha vio el cambio de expresión en Kikyo, mirándolo inquisitivamente.

-Será mejor que… - Kagome no pudo terminar su frase, Kikyo le había echado una vista fugaz a ella, Inu Yasha, temiendo sus intenciones atrajo a Kagome a él, rodeándola con su brazo, llevándola a refugiarse en su costado, podía escuchar la risa casi inaudible de Kikyo.

-Realmente me has sorprendido, nunca creí que llegaras a esto, no hace falta que la protejas tanto, aún no he decidido que hacer con ella – Las serpientes se acercaron, envolviéndola para poder elevarla, desapareciendo en la oscuridad del cielo nocturno, podía ser que Kagome no entendiese sus palabras, pero Inu Yasha las captó perfectamente, pues su miraba la estaba desafiando.

Inu Yasha bajó la vista furioso, buscando la de Kagome, ésta se percataba de su enfado, la separó de él, sujetándola por los hombros, mirándola fijamente, se había expuesto ante Kikyo, sabiendo que la sacerdotisa era peligrosa, una mujer demasiado ambigua, jamás sabías qué esperar con ella, y se había puesto en medio, comportándose como nunca antes lo había hecho.

-¡¿Qué crees que estás haciendo Kagome! ¡¿No te das cuenta del peligro que podías haber corrido!

-Solo… vine a buscarte

La miraba detenidamente, llevaba días escrutándolo, pareciendo que necesitase de su presencia haciéndole más difícil el no acercarse a ella, dio un paso adelante, queriendo abrazarla y olvidar esta discusión, sentía como su corazón le pedía a gritos estrecharla y confesarle todo, para que de una buena vez, las cosas entre ambos tomaran el cause adecuado… había comenzado todo tan mal…

-Kagome…

-¡Déjame! – retrocedió unos paso para alejarse - ¡no te entiendo ¿sabes! ¡Si te preocupa que otros me dañen ¿por qué no empiezas por ti mismo? Porque no haces otra cosa que lastimarme, no sabes como me siento cada vez que la buscas a ella! – Las lágrimas habían salido sin saber como frenarlas, últimamente las ganas de llorar se habían acrecentado, tal vez por el rechazo que sentía constantemente por parte de Inu Yasha – más aún ahora, después de… de… - no se atrevía a decírselo, pero de alguna manera sentía que lo sucedido los había unido, que estúpido pensamiento se dijo, y tragó con dificultad, escapando de él.

Empezó a correr dirección al campamento, intentando calmar su llanto en la carrera, siendo perseguida por él, que como siempre, mantenía la distancia, ¿cuanto tiempo permanecería así, nunca antes se había mantenido al margen en sus llantos, ¿Dónde quedaron esos abrazos para consolarla, desde que regresó a esta época, parecía querer alejarse, como si aún sintiese el peso de la culpa, ella ya lo había perdonado, ciertamente ya lo había hecho, ¿por qué él no lo entendía, se detuvo un poco antes de cruzar los arbustos que la ocultaban del resto del grupo, para recomponerse y poder disimular delante de ellos, necesitaba descansar, y dejar que el sueño le hiciese olvidar durante esta noche todas las veces que su intento por tenerlo cerca habían fracasado, limpió los restos de lágrimas con las palmas de sus manos, cruzó delante de los chicos con media cara oculta por los flequillos. Éstos la miraron en silencio, silencio que notó Kagome, sabiendo que estaban pendientes de ella.

-Chicos hoy no voy a cenar, me voy a dormir. – Dicho esto sacó su saco y lo extendió metiéndose dentro y dando la espalda a todos.

Inu Yasha apareció un rato más tarde, no necesitó buscar a Kagome, había estado durante todo este tiempo detrás del tronco de un árbol observando como ella intentaba quitar las lagrimas de su cara, para después sentarse sobre el pasto, y lamentarse de no saber qué sería lo correcto, seguir distanciado o contarle todo lo que debe saber y cumplir con su responsabilidad como quisiera, viéndola acostada en su saco, por su respiración podía saber que ya dormía. Miroku se acercó a él, rodó la vista hasta el monje.

-Inu Yasha, ¿Tienes idea de por qué la señorita Kagome viene tan enfadada como para acostarse sin cenar?

Podía reconocer ese tono de voz, esperaba hacerlo exaltarse y sacarle el motivo, pero no tenía ánimos para eso, suficiente era tener que preocuparse ahora de que Kikyo no se mantuviese cerca, conocía de sobra sus poderes y Kagome en su estado no era rival para ella.

-Keh! ¡Cualquiera no entiende a las mujeres! – Sabiendo que salía del paso con esta respuesta subió a la rama del árbol que le permitía cuidar el sueño de Kagome.

El olor a huevos la hizo despertar con desagrado, se incorporó con los ojos cerrados.

-¿Qué estáis haciendo? – Preguntó a los que estaban junto al fuego que mantuvieron en la noche, ocupados en hacer los huevos en un recipiente de barro

-¡Kagome has despertado! – Shippo saltó a su regazo, haciéndola apartar la cabeza a un lado, el zorrito olía demasiado al humo de la hoguera, se olió la manga del uniforme, notando con desagrado que ella olía como él.

Se levantó sin miramientos, haciendo rodar al zorrito hasta el suelo, el kitsune la miró extrañado, ¿desde cuando era tan descuidada con él?... Últimamente parecía estar en otro mundo.

Kagome se sentó junto a Miroku, extendió las manos para recibir el desayuno que le entregaba Sango, que desde que llegó a esta época no dejaba de preguntarle algo con la mirada, pero nunca se atrevía a decirle qué la inquietaba.

Echó un vistazo a la rama donde se encontraba Inu Yasha, que como siempre, parecía mirarla a ella, pero solo sería una casualidad, ya que seguramente su mente estaba en otro lugar en estos momentos, probablemente con la mujer a la que anoche pretendió acompañar en sus sueños si ella no hubiese interrumpido ese encuentro, se sentía molesta pensando en esa posibilidad, algo en su interior la impulsaba incontrolada a obligarlo estar solo para ella, y de pronto escuchó en su mente el aullido que InuYasha soltara en aquella oportunidad, pero su mente creo la imagen de él junto a Kikyo, sintió que el estómago se le revolvía, lo volvió a mirar con furia, pero eso no era razonable, sin embargo no podía atender a razones desde que esos sueños comenzaron, se veía forzada por nuevos instintos a reclamarlo, e incluso en varias ocasiones se vio necesitada de hacérselo ver, pero él parecía o no quería darse cuenta de ello, bajó la vista al plato, ¿debía resignarse y ceder de sus intentos por estar con él, frunció el entrecejo, sintiendo las fuerzas anímicas aumentar, miró al hanyou nuevamente, que seguía en la misma posición, dejó el plato a un lado y se encaminó hasta el árbol.

-Inu Yasha baja a desayunar conmigo… - utilizó el tono más amable que podía conocer, lo vio parpadear un par de veces… ¿por qué lo necesitaba tanto?...

-Keh! No tengo hambre, desayuna tú – Giró la cabeza en otra dirección, apoyándola en el tronco del árbol, se sentía nervioso cuando esa esencia emanaba de ella, maldición, otra vez volvía a reclamarlo, no era el olor a excitación, en estos momentos no había nada de eso, este olor era una mezcla entre el propio aroma que siempre tuvo aun más concentrado y restos del suyo propio, aunque sí lo hubo noches anteriores, en las que tuvo que alejarse para no perder la compostura, ya que solo se trataba de un sueño que ella tuviera, y si al menos hablase podría saber quien era el causante de ponerla en ese estado, si tenía que cruzar a la otra época a acabar con la vida de ese desgraciado, estaba dispuesto ha hacerlo, ella era su mujer y no iba a tolerar que otro hombre ocupase sus fantasías.

-Esta bien – Sonó decidida, echó las manos al tronco del árbol, y comenzó a subir por las raíces – Si no bajas tú subiré yo, ya estoy harta de que siempre me lleves la contraria. – Estaba dispuesta ha conseguir sus propósitos y si ese era que Inu Yasha debía estar a su lado en todo momento, ¡lo haría, vaya que si lo haría!

Inu Yasha ladeó y bajó la vista para ver lo que ella hacía, contuvo la risa al verla intentar trepar un árbol tan alto y sin alguna ayuda, era imposible para cualquier humano llegar hasta él.

-¡Vamos, déjame en paz! ¡Sabes que no puedes trepar hasta aquí! – volvió a reposar la cabeza en el tronco y cerró los ojos.

-Eso lo veremos – Se dijo para sí misma, subió el pie a una raíz más alta, cubierta de musgo, causante de que su pie resbalara y la hiciese perder el equilibrio.

Inu Yasha oyó un ¡AH! inesperado seguido de un ¡Ouph, y un golpe sordo contra el suelo, se puso de un salto en cuclillas sobre la rama, mirando en dirección a una Kagome sentada en el suelo y restregándose una nalga, saltó inquieto hasta ella, la tomó de los brazos y la ayudó con cuidado a ponerse en pie, temiendo que se hubiese hecho daño, esa caída no debió ser buena.

Esperó el regaño por parte de él, como las veces que había bajado de Kirara antes de que la gata tomase tierra, o cuando se había propuesto saltar sola la roca más grande para cruzar un río, pero sus gritos no llegaban, la miraba fijamente, y extremadamente serio, aunque parecía centrado en algo más que ella.

La examinaba con su olfato minuciosamente, buscando alguna hemorragia que estuviese por salir de ella, pero el olor que portaba desde hacía varias semanas no cambiaba, relajó la tensión acumulada en su rostro, parpadeó volviendo en sí.

Suspiró antes de hablar, se sentía cansado de sus imprudencias, ¿Cuánto tiempo iba a necesitar para darse cuenta del peligro que corría con su comportamiento?

-Kagome… ¿tan difícil es para ti estarte quieta?

-¿Y tan difícil es para ti acompañarme a desayunar, ¡Siempre me estás ignorando! ¡pero tampoco me dejas hacer lo que quiera! ¡¿qué quieres de mí! – Él no contestaba, su vista seguía clavada en ella, pero ninguna palabra salía de su garganta - ¡Ya es suficiente! ¡no soy una niña ¿sabes! ¡no tienes que estar riñéndome a cada momento! ¡no lo entiendo! – calló para intentar calmarse, su corazón cada vez iba más acelerado, necesitaba reclamarle, y ya no era por lo sucedido, en el fondo era por lo que no sucedía… abrió los ojos desmesurada, ante sus propias conclusiones y rogaba a Kami por que él no pudiera leer la mente.

-¡Qué no entiendes!- le gritó a pulmón abierto, se sentía frustrado, quería cuidar de ella y Kagome simplemente no lo entendía, quería acercarse a ella y besarla hasta la saciedad y eso tampoco podía hacerlo, se sentía prisionero de sus errores, y ella no lo ayudaba en nada.

-¡¿Quieres la verdad! – Sus ojos empezaban a brillar en exceso, ya no se silenciaría

-¡Claro que quiero la verdad! – le exigió, necesitaba escuchar los reproches por parte de ella, que le gritara a la cara que era un maldito, que lo que había hecho con ella no tenía nombre, que ya no lo amaba… y el pecho se le comprimió, sentía que se iba a ahogar si ella no tenía un pedacito de corazón para él.

-¡Volví porque quería verte! ¡Te extrañaba, ¡pero tú…! – tragó para mantener las lágrimas en su sitio - ¡tú cada vez te alejas más y no lo entiendo! ¡creí que íbamos a ser los de antes!

-¡Esa es la cuestión Kagome, que no lo somos, ya no podemos serlo!- sabía que era así, él ya no quería ser el de antes, quería ser el de ahora, el InuYasha que enfrentara el futuro que los esperaba… el que quería amarla…

-Tienes razón, no podemos… porque tu no quieres – sus lagrimas consiguieron mantenerse en sus ojos, le dio la espalda dejándolo sin palabras caminando hacía la hoguera, para sentarse con sus amigos, necesitaba alejarse de él, por miedo a que confirmara sus suposiciones.

-¡Kagome…! ¡¡Kagome…! – La vio alejarse, quería haberle explicado todos sus temores, y hacerle ver que no era por él, si no por miedo a que ella volviera a irse, dejándolo vacío nuevamente.

Kagome aminoró sus pasos mediante se acercaba a los chicos, parecían ocupados con su desayuno, se volvió a sentar junto a Miroku, y tomó el plato que hace unos momentos soltó.

Los chicos habían oído la discusión y dolor que ambos denotaban en sus voces, Sango observó a Kagome, que suspiraba sin apartar la vista del plato, sintió la mirada de Miroku y rodó sus ojos hasta él.

-Bueno, creo que voy a dar un paseo para bajar el desayuno, Shippo, ¿me acompañas?

-Es que yo aun no he t…. – una mano de Miroku lo agarró por las ropas y lo subió al hombro

-Gracias Shippo, por hacerme compañía en mi paseo

-P-pero… - Sin entender nada decidió callar y dejar que el monje lo pasease en su hombro.

Sango esperó a que los chicos estuviesen lo suficientemente lejos como para poder hablar con Kagome.

-¿Va todo bien? - Kagome levantó la vista a su amiga

-Sí… - dejó escapar el aire para vaciar sus pulmones – No… - Dirigió la vista al fuego.

-Ya veo, Inu Yasha y tú habéis vuelto a discutir.

-Sango… ¿por qué los hombre son a veces tan complicados? – Volvió a levantar la vista a ella - ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

-Tal vez si te explicases mejor pudiera responderte.

-Verás, Inu Yasha y yo… - tomo aire sin saber como empezar, ¿debía decirle toda la verdad, o disfrazarla de alguna forma? – En aquella batalla…

-Kagome… - sabía que a su amiga no le estaba siendo fácil, al igual que sabía que ella no quisiera ponerlos en contra del hanyou, y también conocía a Inu Yasha como para tener que aceptar algunas cosas que no asimilaría nunca, pero debía dejarlas estar. – Conozco las heridas resultantes en una batalla contra youkais, y se que las que tu traías se diferencian bastante, no es la primera vez que veo el rastro de una actuación como esa en la piel de una mujer, algunas llegaban a nuestra aldea pidiendo ayuda en peores condiciones que las que tu traías, pero sus heridas eran muy semejantes.

-Sango… - La miró algo sorprendida y a la vez inquieta, desde que llegó sospechó que ella supiese lo sucedido, y ahora se lo estaba confirmando.

-Sé que si Inu Yasha estuviese centrado no habría llevado a cabo lo que hizo, y por eso debo aprender a comprender su comportamiento, los he estado observando, y… veo como cada día te hundes más con su distancia, cuando deberías sentirte aliviada.

-Es que yo…

-Sí ya lo sé, tu siempre lo has amado, y nada va impedir que lo sigas amando, eso me ha quedado claro, Kagome también sé que él está muy arrepentido, y entiendo su actitud

-¿La entiendes? – cambió la expresión de sus ojos

-Se sintió muy dolido cuando te fuiste, su silencio lo delataba, y estuvo todo ese tiempo apartado de nosotros, no estuvo bien en tu ausencia, quizás teme que si se acerca demasiado a ti vuelvas a irte – quiso decirle también de sus escapadas en las noches, solo para ir con ella, pero prefirió conservar en silencio, algo íntimo para InuYasha.

-¿Crees que es eso? – la vio asentir

-Sí… ahora, ¿Cómo están tus heridas?...

-Bien, ya no precisan atención, pero hay una que me preocupa, a veces siento un calor extraño en ella y no se si estará infectada, no alcanzo a verla.

-¿Me la enseñas? Quizás pueda ayudarte.

Kagome se sentó junto a Sango, agachó la cabeza y retiró el cabello, para dejar su nuca al descubierto.

-Bueno… - dijo llevándose una sorpresa, llegó a concluir que InuYasha había abusado de su amiga, que había liberado sus instintos básicos al sentir la sangre demoníaca apoderarse de él, pero esto era más de lo que esperaba, notó en la herida, que al menos hubo un ápice de lucidez en lo que el hanyou había hecho - esto no es una herida, es una marca, es costumbre entre los youkais marcar a sus mujeres.

-¿Qué? – Levantó su cabeza, buscando una explicación mas lógica

-Pues que Inu Yasha se ha vinculado a ti, te ha hecho su compañera

La miraba sin decir palabra, ¿así que esa cicatriz significaba una unión para los youkais?... y tal vez ese era el problema en la cabeza del hanyou, que ella se lo reprochara cuando lo supiera, en parte no le importaba, es lo que siempre había deseado, estar unida a él, aunque soñó que sería en un templo con un sacerdote al modo tradicional, y no de la forma en que sucedió, ¿pero cómo hacerle entender que eso quedó atrás?... además…¿y si él no lo deseaba?...

-Oye, voy a darme un baño para quitarme el olor a humo – dijo algo apesadumbrada, suspiró, sintiendo que tal vez ese era el motivo real del rechazo de InuYasha… una unión sin amor…

-¿Quieres que te acompañe?

-Preferiría hacerlo sola, veras, necesito un rato para pensar – Se acercó a su mochila para coger ropas limpias, y una toalla, y comenzó a caminar dirección a donde le llevaba el sonido de la corriente de un río.

Sango permaneció en silencio, viendo como se alejaba, notando cerca la presencia del hanyou.

-Esta bien Inu Yasha, baja de una vez y suelta lo que tengas que decirme. – un sonido sordo y el de algunas pequeñas ramas rotas se oyeron frente a ella

Inu Yasha se incorporó del suelo y dio unos pasos para acercarse, estaba nervioso por la conversación que tuvo Sango con Kagome, y pensó que le aclaró demasiado, al igual que dedujo que se callaba otras cosas, pero debía mostrarse erguido, y seguro, aunque en su interior se sintiese afligido, no podía delatarse, había observado las miradas inquisidoras de Sango con él, y sabía que su experiencia de exterminadora la haría sospechar desde que viera sus heridas.

-¡Hasta cuanto sabes! - intentó enfrentarla, con la voz decidida para que se sintiera su poderío

-Lo suficiente, sé que ella no mereció lo que hiciste, y que no vas por buen camino con tu forma de actuar, deberías decirle la verdad.

-Ya se la has dicho tú. – Escuchó una risa jactanciosa de Sango

-Sabes que no es así, yo solo le he dicho una parte – Lo vio dar un paso atrás, queriendo evitar que la sorpresa se denotara en él – Tú mismo con tu empeño en sobreprotegerla te delatas, ¿no crees que ya es hora de decirle lo que esta pasando en su cuerpo, para bueno o para malo, ella debe saberlo.

-¿Y por qué no has aprovechado para decírselo? – agachó sus hombros derrotado, toda la compostura que quiso mostrarle, se iba perdiendo en la desolación que llevaba guardada detrás de toda esa apariencia.

-Porque eso es algo que debes hacer tú, deja de ser un cobarde y afróntalo, ella debe decidir qué hacer una vez lo sepa, y tu aceptar su decisión – Sango se puso en pie para reforzar su mandato, fijando su mirada en él, sabiéndolo intimidado.

Inu Yasha quedó perdido en sus pensamientos, sabía que Sango tenía razón, y que debía dejar de evitar ese momento, pero no podía enfrentarse a ella si le pedía alejarse, ya padeció el castigo de conocer el rechazo de ella a su presencia, motivo por el que huyó a su época, haciéndolo temer que no quisiera regresar nunca más, no quería pasar por eso otra vez, no se veía con suficientes fuerzas de perderlos a los dos definitivamente, al menos ahora, los tenía cerca, aunque tuviera que reprimir las ganas de abrazarla y decirle cuanto la quería.

-¡Pero qué haces ahí plantado! – Sango lo sacó de su trance, la miró sobresaltado por el grito - ¡¿Es que no vas a seguirla para velar por su seguridad? ¿Vas a dejar que vaya sola!

Caminó en calma, podía olerla perfectamente así que solo avanzó, perdiéndose de la vista de la exterminadora, subió a la rama de un árbol, cerca del río, donde quedara oculto de los ojos de Kagome, la miró embelesado, parecía tranquila, concentrada en las aguas, sus manos jugaban a entrelazarse en sus dedos, su espalda quedaba ligeramente apoyada en una roca lisa, encorvada, recogiendo las rodillas entre sus brazos.

Kagome aún pensaba en lo que Sango le dijo, y seguía sin comprender a Inu Yasha, ¿Por qué no entendía que volvió para estar junto a él?... es cierto que necesitó irse a su época para recapacitar, pero había podido experimentar en su piel que lo necesitaba, rememoró el momento en que lo encontró con Kikyo, ellos estaban cogidos de la mano, y eso la hizo reforzar su temor, él no la amaba y se había unido a ella involuntariamente, pero sentía que debía estar con él, y pudo comprobar que así era cuando lo vio al cruzar el pozo, podía recordar como su corazón se aceleró al verlo, y lo nerviosa que le puso el saber que podía tocarlo, que ya no había siglos que los separaran, se sintió como una niña enamorada, no entendía como un hecho tan grave, había perdido de ese modo su magnitud… el amor… se respondió, aunque pensó que él se comportaría de otra forma, por alguna tonta idea que se formó en su cabeza antes de cruzar, creyó que él la trataría de otra forma, al fin y al cabo, habían compartido mas que una amistad, y sus sueños cada vez le exigían mas el tenerlo con ella, sentirlo de su pertenencia, anhelaba oír sus jadeos, sentir la humedad de su lengua por los hombros, notar como se impulsaba en ella, hacerla sentir nuevamente su hembra, como decía en sus sueños.

A su nariz llegó de nuevo ese olor a reclamo, pero no el que ella tuviera esta mañana, ése simplemente era su propio aroma acentuado en ella, el de ahora era el de las pasadas noches, la vio echar la cabeza en la piedra, y separar las rodillas de su cuerpo, mostrando la desnudez de su exquisita figura, tragó al verla totalmente libre, sin prendas que ocultaran lo hermosa que era, recordando lo poco que podía, de sentirla, aunque reprimiera sus impulsos, la deseaba, eso era algo que se unía a su temor, no quería dañarla nuevamente, no del modo que lo hizo, se mordió el labio al ver sus piernas estilizadas, sus caderas pronunciadas, la forma de su cintura, su estómago algo marcado por la ejercitación de habitar durante largos periodos en esta época, haciéndola mantenerse en forma, se rió levemente al pensar en que pronto estaría más abultado al igual que sus pechos, que ahora estaban tan bien formados, redondeados, con un tono rosado en sus pezones, su cuello de cisne, y ese rostro que se le quedó marcado desde que la viera, reconociendo que no era Kikyo, sí, podían parecerse, pero había ciertas diferencias en el brillo de sus ojos, la largura de sus rizadas pestañas, y la comisura de sus labios, incluso en los dientes que dejaba ver cuando reía abiertamente, pudo apreciar con detenimiento cada detalle de su rostro durante estos dos años… Una oleada mas concentrada de su aroma lo sacó de su embelesamiento, cambió de rama inquieto, esta reacción de ella a plena luz del día no le estaba gustando, ¿Qué pasaba si alguien la veía, tendría que ponerse en evidencia y descubrirse ante ella para defenderla de algún agresor que intentase algo con su mujer.

Acomodó la posición en la nueva rama, quedando un poco más cerca de Kagome, intentó distraerse con otros pensamientos para ignorar el olor que lo aclamaba. Sintiéndose aliviado al ver que podía estar indiferente y vigilarla al mismo tiempo.

Pasó las manos por sus brazos, hasta llevarlas a su hombro, miró de lado a lado para cerciorarse de que nadie la viera, solo pensar que él pudiese estar sobre ella clamándola como suya, mientras jadea y lame su cuello, la excitaba, era la fantasía que siempre tuvo, el hanyou acariciándola, deseando poseerla, expulsando el aliento en su cuello, mientras le decía cuanto la amaba, pero ahora podía darle mas pasión a su sueño, imaginándolo dentro, moviéndose en sus caderas, clavando sus dientes en ella, reclamándola como su hembra, cerró sus ojos para hacer mas viva su fantasía, estas eran sensaciones que se habían acrecentado desde que todo sucediera, pero ahora no quería pensarlo, quería al menos de este modo sentir que InuYasha le pertenecía, relajó una de sus piernas, mientras llevaba una de sus manos a su pecho, y acariciaba un pezón, imaginando que era él quien lo aprisionaba entre sus dientes, la otra mano bajaba a su estómago, buscando la sensibilidad de su sexo, para estimular sus deseos, su respiración se hacía mas pesada, mediante sus dedos se encontraban mas cerca de ese lugar, las caricias en su seno erizaban su piel, ese era de su hanyou, sus dedos encontraron lo que buscaba, mojó sus labios al empezar a moverlos en círculo sobre su sexo, cambió la posición rotativa por una lineal, acariciándose de arriba abajo, imaginando que esos dedos pertenecían a él, oscilaban sobre la suave y húmeda piel de su intimidad.

Inu Yasha se acuclilló en la rama al verla tocarse, bueno, sabía que algunas mujeres lo harían en sus momentos de intimidad, pero nunca lo pensó de Kagome, esto no era buena señal… no, si lo era, solo que no en estos momentos, si ella seguía por ese camino, él lo iba a pasar muy mal, tragó con dificultad, su garganta parecía estrecharse y aunque él no hacía nada, comenzaba a respirar más rápido, no podía dejarla sola, se negaba a dejarla a merced de cualquier peligro, pero tampoco podía ir hasta ella y exigirle que parara, aunque lo que deseaba en realidad era exigirle que lo dejara explorar en ella…¿tendría que aguantarse y esperar a que terminase pronto o debería improvisar algo?... intentó razonar y buscó a su alrededor, encontrando ramas lo suficientemente pequeñas como para poder tirarlas al rió, pero cuando lo hizo, ésta cayeron en tierra firme empujadas por el viento, gruñó al ver su plan fallido, podría tirarle una rama tan grande como la que lo sostenía a él, e incluso un árbol entero, pero solo pretendía desconcentrarla, ni mucho menos quería hacerla creer que el mundo se caía a pedazos, clavó las garras en la rama al verla levantar las caderas un poco e introducirse dos dedos, maldijo tener una vista tan desarrollada, el sudor se hacía en su frente, movió los flequillos esperando calmarse, ¡estupendo, ahora podía añadir otra cualidad suya a su maldición la de tener tan buenos oídos, ella había comenzado a jadear, se miró su ingle desesperado, si ella seguía avanzando, a este paso, hiciera lo que hiciera terminaría eyaculando al mismo tiempo que ella tuviese el orgasmo, que por cierto por sus gemidos debía estar cerca, y su virilidad cada vez se ponía mas tensa, humedeciendo su pantalón… ohhh Kagome… ¿Qué me estas haciendo?...

Necesitaba sentirse llena para hacerlo más real, bajó sus dedos hasta introducirlos en su interior, acompañando los movimientos con sus caderas, el roce hacía sus músculos envolverse en sus caricias, su respiración era ahora tan dificultosa que se hacían gemidos, movió sus pies arrastrándolos por el fondo, levantando la tierra alrededor de sus tobillos, bajó la otra mano para sujetarse a su muñeca, su mano se movía a mas velocidad, sus jadeos sonaban a boca llena.

-Maldición Kagome, ¡termina ya de una vez! ¡Me estás torturando! – La vio arquear la espalda, y empujarse contra sus dedos, presionó su miembro contra él, como si quisiera refugiarlo de lo que estaba presenciando.

Se arqueaba casi saliendo del agua, abrió sus muslos para adentrarse más, su mente estaba ocupada por ese ser que en sus fantasías la estaba poseyendo, pidiéndole que gritara su nombre.

-InuYasha… - gemía sin controlarse, resguardada en la soledad de la naturaleza.

La oía llamarlo antes de que el éxtasis la embargara, acabando con su poca voluntad, la lucha contra sí mismo estaba declinando a uno de los dos bandos, y su nombre seguía saliendo por esa garganta, por Kami, como deseaba estar en estos momentos con ella, y su virilidad parecía estallar, notando que había empezado a acariciarse sobre el pantalón.

- ¡Mierda Kagome, ¿siempre tienes que salirte con la tuya!

Continuará…

Reconozco que esta resultando una experiencia agradable compartir este fic con mi amiga Anyara, y espero que cuando termine no sea la ultima. Y para los que leen esta historia decirles que me hace feliz que haya tenido esta aceptación, espero que siga gustando como el primer capitulo… arg que cursi, esa no soy yop, diox mion que me bajen ya del estrado que me quiero ir a mi casa a ver la tele y comer pizza…

Artemisa

Bueno ahí un comentario con notas de autor arrancadas por msn a mi amiga Artemisa, espero que este capítulo les guste tanto como el anterior, que al menos para mi gusto batió el record, más de 30 reviews para uno solo… jejejej debo decir que estamos felices, y espero que esta cap. 2 haya sido de sus agrados, ya que como dije antes la historia cambio… pero no tanto… quizás tiene un matiz que no se esperaban, a mí me gustó lo encontré cómico, sensual, tenso… hermoso… ahahaha ya estoy suspirando… ¿se me pasará un día?... espero que no (. -)

Recuerden que su review es mi sueldo…. Bueno el de ambas ahora, Artemisa y yo…

Siempre en amor…

Anyara