Capitulo III
Una confesión inesperada
Sentía que la tenían atrapada contra un cuerpo caliente, sus ojos estaban cerrados con fuerza por la velocidad vertiginosa que llevaban, intentó mirar a un lado para saber que estaba sucediendo, recordaba estar en el río y de repente, su cuerpo estaba siendo golpeado por el viento con alguien más, abrió los ojos con trabajo, por sentirse algo mareada, volvió a cerrarlos de nuevo al ver como las imágenes del bosque se mezclaban en tonos verdes y tierra, no dejando apreciar nada más, no podía enfocar, luchaba por mantener los órganos en su sitio, parecía que en cualquier momento se quedarían atrás, sin darle tiempo a asustarse, se aferró a las telas de la ropa de su captor, el aroma masculino lo evidenció, no comprendía lo que estaba pasando, hacía unos momentos sus pensamientos divagaban en sensaciones placenteras y apenas descubiertas y ahora volaba por el aire envuelta en los brazos del ¿hanyou?... un leve escalofrío le recorrió la espina al pensar si no estaba siendo víctima de un nuevo arrebato salvaje del youkai que la había hecho su mujer. Sintió que paraban bruscamente y la depositaban con cuidado en el suelo, podía oírlo jadear por el agotamiento… abrió los ojos lentamente, para que su gravedad se centrase de nuevo, y ahí estaba él
-I…¿Inu Yasha…? – Escuchó un jadeo de él, que intentaba contestar, lo observó sosteniéndose el pecho, sentado con las rodillas levantadas, ocultando su cara entre ellas, no sabía si lo hacía por temor… su espalda se movía violentamente, a causa de la asfixia que estaba teniendo.
Intentaba recobrar aliento, se había sobre esforzado en la carrera, pero necesitó gastar toda esa adrenalina que se había acumulado amenazando con hacerlo explotar de alguna forma, y en su caso, iba a ser la menos cómoda, verla ahí en el agua, en esa actitud tan abiertamente de entrega lo tenía al borde del colapso, sensación que se intensificó, sin permitirle razonar, cuando la oyó gemir su nombre… una corriente eléctrica le cruzo la espalda y tragó saliva mientras la miraba, no pudiendo evitar tomar bocanadas de aire, tenía colocada una mano en el pecho, evitando que su corazón decidiese seguir corriendo sin él. La vio incorporarse levemente, lo que le hizo recordar que sus ropas quedaron al pie del río.
-Inu Yasha… - Miró de lado a lado, intentando cubrirse, aún le producía pudor que la viera desnuda de forma tan abierta y él al verla cubrirse no pudo evitar recordar la imagen de la Kagome herida y temerosa de aquella tarde - ¿Dónde me has traído?... – consultó no reconociendo esa parte del bosque, que los cubría, cercándolos entre grandes y densas plantas.
Levantó una mano a ella, como petición de que lo dejase respirar un momento, sintiendo que empezaba a calmarse. Bajó su mano al notarse más recompuesto, volviendo a esconder la cara entre las piernas, descubriendo que la carrera no servía de mucho, si la seguía teniendo delante. Hizo una mueca de fastidio, ahora además de excitado, se sentía cansado, y sudado.
-Kagome, no puedes hacerme esto… - La sintió moverse en el pasto, levantó la vista a ella, quitándose el haori y entregándoselo para que se cubriera.
Recibió la prenda y metió los brazos por el haori, cerrándolo apenas, con descuido, dejando al descubierto la piel desde la unión de sus pechos, pasando por su ombligo y su vientre hasta que las extremidades de la tela descansaban entre sus piernas, se sentó sobre sus pies llevando la vista a donde él miraba segundos antes, inspeccionando el bulto bajo el pantalón, y visibles rastros de humedad sobre el, sin poder evitar sonreír con algo de malicia, al menos la reconfortaba saber que su excitación era por ella.
-No es gracioso Kagome… - le reprochó algo avergonzado, después de todo no era cómodo que te descubrieran con una erección semejante, por andar de voyerista, ella volvía a centrarse en su voz, mirándolo a los ojos, intentando borrar la sonrisa.
-La verdad si lo es… - no pudo evitar el comentario, se le hacía gracioso verlo en tal aprieto, de cierta forma el verlo así, por ella, la hacía sentirse sensual y deseada, una sensación que buscó por días sin suerte - bueno un poco…- intentó rectificar, al notar los ojos profundos y algo angustiado de InuYasha, parecía que realmente no lo estaba pasando nada bien.
-No sabes lo difícil que es para mí el estar a cada momento a tu lado – su rostro se relajo, borrando por completo su diversión, al notar el matiz de seriedad que él comenzaba a utilizar
-¿Pero, por qué? – Se acercó un poco más a él, necesitaba que le explicara, sabía perfectamente lo difícil que se le hacía abrir su corazón.
-Ay… Kagome…- suspiró acongojado, escondiendo su rostro de ella y entonces sintió una mano tocar su rodilla, la miró y posó su mano sobre la pálida de la mujer.
-Te escucho…- le anunció, mostrando una leve sonrisa, esta vez muy diferente a la anterior, en esta había un dejo de comprensión que logró entregarle algo de calidez y empuje al corazón oprimido del hanyou.
-Desde que has vuelto, pienso en todas las cosas que quiero decirte, pero… - enfocó los ojos castaños que le pedían que continuara, que lo animaban a seguir igual que si se tratara de alguna batalla que habían compartido, como tantas veces lo alentó, tomó aire y continuó – te fuiste, y no fue fácil para mí tenerte lejos, pensando en el odio que podías tenerme... y ahora…, siento que si doy un mal paso volveré a perderte, que el más mínimo error te sacará de mi vida para siempre, y no quiero… - sentía dolor en el pecho al decir aquello, su mayor temor, tenerlos lejos -… y tú… bueno tú… actúas como si nada hubiese ocurrido, y eso me asusta más, porque no sé si esto es solo una apariencia que mas tarde decidirás romper y… me reprocharás lo que pueda pasar, y también está el miedo a volver a hacerte daño, no quiero que vuelva a pasar, no debió pasar... – Su voz tembló, agachó la cabeza ocultando sus ojos
-Si quizás no debió pasar…- dijo con la voz apagada, desviando la mirada de él, intentando rescatar su mano, pero el cierre de los dedos de InuYasha al escuchar sus dolidas palabras, no se lo permitieron, y la jaló hacía su cuerpo, abrazándola con un intenso sentimiento.
-Kagome…- negó mientras aferraba a la muchacha contra sí, era tan equívoco con las palabras, por eso le costaba tanto hablar - … no debió pasar… del modo en que sucedió… - intentó rectificar - … y no puedo asegurarte que todo estará bien, no quiero volver a despertar y ver el daño que pudiera hacerte…- sintió las manos de ella apretarse contra su espalda y el calor de su mejilla en el rostro.
-Sé el riesgo que puedo correr a tu lado, y no me importa Inu Yasha, porque en las dos semanas que he estado en mi casa he podido comprobar que… te amo… y que este sentimiento está por encima de muchas cosas… – él separó la cabeza de ella, y la observó directo a los ojos, tragó con dificultad, emocionado por sus palabras – …pero te conozco, conozco al verdadero Inu Yasha, al que siempre, desde que pisé estas tierras por primera vez, ha estado a mi lado – enlazó algunas plateadas hebras de cabello en sus dedos y sonrió observando el lugar de su acción, evadiendo los ojos dorados que la escrutaban - al igual que he podido conocer al fiero y descontrolado… necesito saber como es el dulce, tierno y apasionado Inu Yasha
Se apoyó en los hombros masculinos y acercó sus labios a él, cerrando los ojos, queriendo sentir su tacto, percibir el roce de la suavidad de su piel, abrazándose a ellos, lo oyó soltar un pequeño sonido, cuando cerraba sus ojos para responder al beso, buscando ser él quien abrazara los de ella, sus lenguas no tardaron en encontrarse, dándose a conocer sus sabores por primera vez.
Relajó su postura para acercarse más a ella, sosteniéndole la espalda con la mano, y llevándola poco a poco a ser tumbada en el pasto, apoyándose de costado junto a ella, levantó su cabeza para verla, necesitaba ver su rostro, sus palabras lo habían tranquilizado, dejando que sus miedos se fueran, que parecieran no haber existido jamás, ella quería amarlo, y eso le hacía sentir el pecho lleno de un enorme sentimiento que lo obligaba a respirar con dificultad, y él quería demostrarle que podía ser como ella esperaba, que podía ser el InuYasha que ella parecía anhelar, cuando emanaba su esencia en el río, quiso borrar las huellas que quedaron en sus invisibles cicatrices, y comenzó besando con ternura el pómulo que semanas antes estuvo lastimado, cerrando los ojos, depositando pequeños besos en esa parte de su rostro, y lamiendo después sobre ellos, pretendiendo que con su lengua arrastrase toda impureza psicológica que pudiese haber dejado en ella, sus labios rozaban el recorrido en su mejilla hasta su labio inferior, dibujando la comisura de ese pedazo de piel, sintió la humedad de ella al tocarlo con su lengua, y notó que la incisión de su colmillo, había desaparecido, percibió la bienvenida y abrió su boca para ella, dejándose besar, y deleitándose nuevamente con su sabor, sintiéndola explorar sus dientes, pasando el dorso de su mano por la piel que no llegaba a cubrir el haori, su pecho, la unión de sus senos, su estómago, volteándola para sentir el calor en su palma abierta, subiendo y arrastrando con suavidad la prenda por el hombro, para descubrir su brazo, Kagome lo sacó de la manga, para poder acariciar su pelo, comprendía su intención, pretendía borrar todo mal recuerdo de ella, todas las sensaciones equivocadas, con el que dejase ahora.
Inu Yasha acarició su brazo, observando el recorrido que hacían sus manos, por la pálida piel, deteniéndose en una zona ligeramente rosada que aún delataba donde fueron clavadas sus garras, se inclinó el sobre ese lugar, y repitió la misma acción que en su pómulo, mientras el calor de su mano se hacía notar en el brazo de Kagome, sintiendo como la acariciaba con el pulgar.
Quiso sacar el otro brazo del haori, un leve sonido de incomodidad afloró de su garganta, la sintió pelear con la prenda, detuvo sus besos para ayudarla, exhalaba con los labios entre abiertos, se miraron unos segundos, ella pidiendo con los ojos un beso, él haciéndola conformarse con una sonrisa, y el destello de sus ojos dorados, antes, quería terminar con su ritual, recorrerla palmo a palmo, sanar el daño… poder finalmente… amarla…
Se acercó al nacimiento de su cuello, se deslizó rozando su piel hasta el centro de su pecho, bajando hasta el estómago, su lengua acarició la zona impoluta, de cualquier resto de quemadura, podía sentir el vaivén de sus pulmones al respirar, el sonido del aire al ser expulsado, aún parecía poder brotar con más fuerza, miró hacia arriba, ella tenía las manos en la frente, y se mojaba los labios, su olor embriagador volvía a emanar, se obligó a tragar, y continuar en su tarea, ver como sus caricias la estaban enloqueciendo, lo empujaban a prolongar ese placer en ella, se deslizó al pecho que había sido dañado, dibujando con suaves besos su curva, una mano se posaba en el costado del otro pecho, acariciando esa zona con el pulgar, sintiendo el ligero peso de aquella porción del cuerpo femenino, trepó con sus labios sintiendo como el pezón se hacía prominente, se sonrió levemente ante aquello, mientras el pulgar avanzaba por el otro pecho con lentitud hasta la cima, encontrándose con la rugosidad al estar despertando, la respiración de Kagome se hacía mas sonora, escuchaba como el aire salía de ella empujado con un grado mayor de fuerza, su lengua lamía el botón rosado, lo rozaba con sus dientes, una mano bajaba hasta enredarse en sus cabellos blancos, la otra para sujetarse el vientre, sus pezones parecían muy sensibles y la hacían excitarse más, podía sentir su sangre agolparse en su intimidad, ella lo sentía bajar dejando restos de humedad por su estómago, liberó los cabellos de Inu Yasha para controlarse, mordiendo el dorso de su mano, intentando acallar sus propios reclamos.
Se encontró con la mano de Kagome en su vientre, lo veía subir y bajar agitado, le agrada verla en ese estado, le hace ver que lo está deseando, se humedeció los labios con codicia, su mano apartó la de ella, que se entrelazó en sus dedos, para reposar juntas en el pasto, observó curioso ese lugar, su abdomen aún liso, que sin parecerlo, ya se convirtió en la cuna que albergaba a su cachorro, necesito respirar profundamente ante el pensamiento, depositó sus labios en él, dibujando el recorrido que hicieran semanas antes sus garras, sentía en su lengua la fina costura que una de ellas dejó marcada, terminando en su bajo vientre, pasó un dedo por ella, siguiendo la línea descendente, soltó un quejido desaprobatorio, sintió a Kagome sobresaltarse ante el roce, no iba a pensar en lo sucedido, hoy no iba a detenerse a lamentarse, quería vivir el presente con ella, y después el futuro, sin volver a pensar en el pasado, ella movió una pierna, flexionando la rodilla, su mano se aferraba a la de él, necesitaba más, estaba liberando todas sus inquietudes de días anteriores, los labios bajaron a su ingle, y treparon por el muslo, la oyó gimotear, se sentía tentada por la proximidad a su sexo, deseaba que la probara, pero él se desviaba a su pierna, que también era acariciada por él, sentía que cada lugar que InuYasha rozaba, sin importar si era con sus manos, con su lengua, con los labios, incluso con la caída suave de su plateado cabello, todo roce era inevitablemente excitante, provocativo…empleó mas fuerza en el agarre de su mano, esperando que InuYasha comprendiera su deseo, sus labios comenzaron a bajar lentamente, mientras su mano descendía a su ingle, incitándola a abrir mas las piernas, levantó la otra rodilla, pero al sentirlo lamerla, dejó escapar el aire de sus pulmones con fuerza, cuando su lengua tocó la zona más sensible, escrutándola, desplazándola, moviéndola… demostrándole a InuYasha que aún podía inquietarla más.
Bebía de su néctar, ese que momentos antes lo iba emborrachando desde el río, ese aroma que ella iba emanando en la medida que su excitación aumentaba, haciéndolo perder toda voluntad, sentía la piel de su sexo hincharse ante las caricias que efectuaba con su lengua, con sus labios, y su respiración hacerse jadeos, exploró en su cavidad, necesitando beber más de su delicioso elixir.
Se adentraba en ella, lamiendo su interior, Kagome llevó consigo su mano al estómago, entrelazándola nuevamente desde el dorso, necesitaba sujetarse a él, tenía una extraña sensación de pertenencia y desamparo, como si no pudiera centrarse en algo lógico, como si solo los extremos fueran posibles, se asió con la otra mano a la cabeza del que parecía ahora su captor, dejando la oreja entre sus dedos, las sensaciones en su interior se mezclaba y la desesperaban, InuYasha estaba ahí, besándola y acariciándola, con una intensidad muchísimo mayor a la que pudo soñar.
La sentía arrastrar los pies por la hierba, entre jadeos se le escapaba algún gemido, sus caderas empezaban a moverse, intentaba huir, pero contradictoriamente lo pegaba más a ella, sus dedos se presionaban contra su cráneo, incitándolo a adentrarse más, arrastró su mano de la cadera a su pelvis, buscando la zona hinchada, frotándola con su pulgar, acentuando sus sensaciones, la oía gemir, sacando los sonidos por su nariz, su cuerpo se sacudía por las descargas, levantaba sus caderas del suelo y encorvaba su espalda, la mano que ella tenía atrapada era llevada de nuevo al pasto, peleaba con sus piernas por separarlo de ella, y sin embargo el agarré de su mano se intensificaba, era tortuoso y exquisito, sentía que iba a morir si lo dejaba continuar, su respiración se hacía extraña, todo el oxigeno parecía insuficiente para ventilarse, su mano lo empujaba para apartarlo y volvía a asirse, sus gemidos se confundían con sentidos sollozos, pasó la pierna por encima de él, girándose de costado, y recogiendo las piernas, aferrándose con las dos manos a la que le tenía retenida, sintiendo que él intentaba sostener las dos, la seguía lamiendo, inclinando su cabeza un poco, limpiando toda la humedad que había derramado, la oía gemir cada vez que pasaba su lengua, y eso lo incitaba, el aroma de ella, intensificado en su nariz, había intentado contenerse, no reclamarla desde el primer gemido como se lo pedía su intimidad, amarla… se incorporó para verla, tenía los ojos cerrados, posó la mano en su cadera que quedaba expuesta, sus garras tocaron levemente su piel, la oyó gemir otra vez con angustia, se acercó para besar esa parte de su piel, pero una mano se lo impidió interponiéndose, su sensibilidad estaba muy aflorada, se soltó del agarre de ella, jaló del kimono para quitárselo, tanta ropa lo estaba sofocando, estaba necesitándola, su aroma, sus gemidos, el tacto de su piel y el sabor en su boca, eran ya demasiado, pero no estaba seguro de si ella quería mas de él, sin embargo la precisaba, su excitación se lo pedía, palpitando en su entrepierna, la miraba con ojos suplicantes, ella encontró su vista, se incorporó levemente apoyándose en uno de sus codos, comprendiendo su situación, y queriendo sentirlo dentro, extendió su mano incitándolo a que se acercase a ella, atrayéndolo con las caricias en su rostro, buscando sus labios, y enfrentando su lengua con la de él, la había llevado con sus caricias a un inquietante estado alucinante, por un momento sintió que no pertenecía a ninguna parte, solo al sitio que ocupaba con él, deslizó su mano delicada y pálida por el pecho ya desnudo, con calma, aún sentía los vestigios de lo sucedido, pero no era suficiente, quería sentirlo dentro, que esa necesidad agobiante de él se saciara, lo sentía electrizarse ante el roce de sus dedos, notando como intentaba mantener el beso con dificultad, respiraba casi a jadeos por la nariz, y todo por sus manos, pensó, sonriéndose entre sus labios, llegó hasta el borde del hakama y deslizó sus dedos por el cinturón, sintiendo como InuYasha exhalaba sobre sus labios, ya sin besarla, solo manteniéndose ahí, expectante de lo que ella haría, Kagome le lamió la boca con suavidad, mientras que desataba el lazo, indicándole que se liberara de todas sus ropas… y obedeció… volviendo a besarla con intensidad, como recuperando su compostura dentro de lo posible, saboreándola con algo más de premura, el corazón le latía con fuerza y sentía que ahora sí podía llegar a ella del modo que debió ser desde el inicio, sin errores, solo con sus deseos de reclamarla, de tenerla…
Se separó de ella rompiendo el beso, oyéndola quejarse por no esperarlo, rodeó su miembro sintiendo la rigidez, se mordió el labio al observar el lugar, tanteó la cavidad de ella, humedeciendo su intimidad, expulsando el aire cuando se condujo, echando sus caderas hacía adelante, sintiendo el calor que su interior albergaba, se acopló en Kagome, que se le hacía extrañamente estrecha, por la posición en el que se encontraban, posó las manos sobre el pasto, dejando caer su peso en ellas, y comenzó a mecerse, el cabello plateado, cubriendo como un manto los cuerpos, como si de una cortina desvelada se tratara.
Lo sentía friccionarse en ella, sacándole sus gemidos desde el primer balanceo, su peso apoyado en un codo, su mano enredándose en la nuca de su hombre, atrayéndolo a ella, golpeándole el rostro con su aliento, se imaginó tantas veces tenerlo así, quizás no en la pose que ahora compartían, un nuevo gemido se le escapó acompañado de una sonrisa, que InuYasha no logró percibir, se encontraba demasiado concentrado en las sensaciones que parecía experimentar por primera vez, sus ojos se entrecerraron por el goce, centrándose en los labios del hanyou, que se habían tornado intensamente rojos, debido a la carrera que llevaba su sangre, oía los sonidos que comenzaban a salir por su boca, obligándola a jadear excitada y dejar caer la cabeza hacía atrás, aún en el aire, el cabello azabache colgando, el balanceo se hacía más fuerte golpeándose contra sus muslos, arqueando su cintura con fuerza al recibirlos, InuYasha sentía como su miembro se engrosaba con el roce que su intimidad le proporcionaba, abrió sus ojos encontrándose con la proximidad de su rostro, el cuello pálido extendido, sus labios entre abiertos, incitándolo a besarla, la atrajo con una mano en la nuca y tomo su boca para apagar los gemidos de ambos con un sonido amortiguado por sus lenguas, sus vellos empezaban a erizarse su pecho se oprimía, su vientre comenzaba a concentrar la energía que lo obligaría a culminar, en su mente solo se repetía su nombre… Kagome… la fuente de su locura, sus labios se separaron, sus gargantas comenzaron a emitir gemidos descontrolados, las nucas fueron liberadas, ella volvía su rostro al pasto, cayendo sus negros cabellos a cada lado, dejando a su vista la marca que la identificaba como su mujer, continuó golpeándose sintiendo que estaba próximo su éxtasis, sin dejar de mirar la cicatriz que sus colmillos crearán en ella, la única marca que no deseaba borrar de aquel día, echó su cuerpo sobre el de ella al sentir en su miembro agolparse las sensaciones que estallarían esparciéndose.
Lo oía jadear a su oído, haciéndolo parecer más salvaje, lo que extrañamente la obligó a gruñir, lo noto pero no quiso cuestionarlo, luego… el calor de su cuerpo sudado se hacía en la parte de su espalda que quedaba directo a él, sintió su lengua lamer su nuca, sus colmillos presionar, sin romper la piel y un gruñido salir de él, erizándole con mayor violencia la columna, luego sus labios presionarse contra ella, emitiendo unas palabras desde su garganta...
-Mi hembra… - su voz sonaba ronca, agotada, con falta de aire, haciéndola mas varonil de lo que ya le resultaba.
Su vientre empezaba a contraerse, sentía su semilla correr vertiginosa por su longitud y las descargas esparcirse en ella, Kagome sentía como se llenaba haciéndola sufrir los espasmos provocados por el clímax del placer, enterró sus dedos en la tierra, sintiendo como él se detenía para temblar en ella, convulsionarse y gemir desencajado, si no supiera el motivo, se habría asustado, jadeaba sintiendo que el corazón se le escapaba del pecho, entre abrió los ojos y observo la hierba a ras de su rostro, entra las hebras plateadas que se interponían, InuYasha se movía lentamente, dejando los últimos restos de su pasión en su interior, presionándose por última vez, antes de dejarse caer sobre el haori, tras ella, con cuidado de no separarse, le gustaba la calidez de Kagome, y las palpitaciones de su sexo, que poco a poco se iban suavizando, en intensidad y tiempos, la atrajo con el brazo a su pecho, y besaba su hombro mientras intentaba recuperar el ritmo de la respiración.
Aún su piel era caliente, lo podía sentir en el contacto con su espalda, la oía exhalar, primero con fuerza, intentando capturar de vuelta la mayor cantidad de aire que le fuera posible, y poco a poco, más calmada, al igual que él. Atrajo su kimono ocre y la cubrió con él, la humedad de su unión cedió, deshaciéndola.
Cuando logró ordenar sus pensamientos, se oprimió más a ella, sentía que este era el momento de hablar, de decir, el momento de aclarar lo que sucedería entre ambos… tal como Sango se lo dijera, "ella debe decidir qué hacer una vez lo sepa, y tu aceptar su decisión"… le asustaba, los miedos volvían… se obligó a respirar para aplacarlos, lo que había sentido en ella era una mansa entrega, tanto como la que él mismo había protagonizado. La sintió girarse entre sus brazos, la vio quedar de espaldas mirando el cielo, las manos sobre el pecho, en el lugar en que él mantenía la suya… y la escuchó hablar…
-¿InuYasha?...- consultó casi en un susurro, parecía temer algo al igual que él.
-¿Si?...- dio como respuesta, empujándola a continuar, necesitaba saber que era lo que Kagome debía decir… qué la inquietaba, besó su hombro nuevamente y ella se sonrió con levedad, y cerró los ojos.
-¿Has pensado… que después de esto… bueno de estos dos, "esto"… - dijo intentando explicar sus encuentros, a la hora del amor las cosas fluían, pero con las palabras era diferente, aún – bueno… yo… nunca necesité tomar precauciones… - sentía la presión en su garganta y el calor subir hasta sus mejillas, haciéndola sentirse sofocada.
Inu Yasha hizo lo posible para mantenerse serio, aún no estaba seguro a dónde quería llegar ella, pero verla en esa situación se le hacía gracioso, si enrojecía más iba a parecer un candil.
Lo miraba esperando no tener que seguir hablando, pero él permanecía callado, esperando a que ella continuase, tomó aire y reunió valentía, tal vez iba a parecer paranoica, pero era algo que debían hablar, que después de todo había pensado estando en su época, no es que la idea le disgustara, pero ¿qué sabía InuYasha de precauciones después de todo?...
-Inu Yasha… ¿has pensado que… que… - bajó la vista y suspiró sintiéndose incapaz de decirle, para qué preocuparlo ahora... – Olvídalo… - después de todo no le había dicho que la amaba... y lo había descubierto nuevamente con Kikyo... suspiró pesadamente otra vez, arrugando el ceño, sabiendo que esa relación parecía una rueda que jamás acabaría
Sentía que un nudo de profunda molestia se formaba en su garganta... tenía deseos de llorar, de gritar... ¿¡hasta cuando con Kikyo?...
Inu Yasha sonrió, adivinando lo que ella deseaba decir, quizás Kagome aún no estaba preparada, pero no, esta era una buena oportunidad para sincerarse con el cachorro, pero le tomó por sorpresa que sus palabras hubiesen quedado ahogadas antes de salir una sola vocal, y la observó, notando como su semblante hasta ahora matizado con algo de temor, pasaba a uno lleno de congoja, intentó leer en ella, pero lo único que hacía era culparlo con la mirada, ¿acaso dedujo y no le agradó?.
-¿Kagome?...- Su voz se volvió temblorosa, sus temores se hacía realidad, ella había decidido, y ahora tenía que enfrentarse a dejarla ir, lo segundo que pensó fue en que tal vez fue demasiado efusivo y no midió sus fuerzas, quizás la había dañado, quizás… el cachorro… - ¿Qué te sucede?...- consultó angustiado, mientras que se incorporaba en la hierba intentando buscar su rostro, pero Kagome le dio la espalda, no quería que la viera llorar.
-Déjame…- pidió con la voz quebrantada, casi a punto de un sollozo, se acurrucó a si misma, y lo único que rondaba su mente, era que no le había dicho que la amaba…
-¿Qué te pasa?... – consultaba inquieto, intentaba olerla, pero el único aroma reinante era el de la unión que acababan de tener, tan intenso y fresco que ni siquiera el olor del cachorro llegaba a él, angustiándolo aún más -… ¿fue algo que hice o dije?...- esta vez el sollozo se escapó, InuYasha tocó su hombro buscando girarla hacía él.
-Suéltame…- le dijo con la voz debilitada, empujando la mano lejos de ella, incorporándose en la hierba, de espaldas a él, podía oler sus lagrimas, y tragó con fuerza.
-Pero Kagome…- quiso maldecirla, por lo que le estaba haciendo, no entendía lo que le pasaba y ella con su actitud de pronto tan lejana, no lo ayudaba.
-Quiero mi ropa…- pidió, acallando los sollozos sintió que una tela se posaba en su espalda y observo la caída por sus costados, comprobando que era el haori de InuYasha - ¿dónde esta mi ropa?… - consultó entonces acomodándose lo que InuYasha le había pasado, mientras que él, buscaba su hakama.
-En el río…- respondió sin fuerza en la voz, metiendo los pies en su prenda de vestir, no entendía lo que sucedía con Kagome, pero la vio girarse con rapidez hacía él cuando respondió a su pregunta.
-¿En el río?... ¿en el río?...- casi le gritaba, aún con los ojos algo humedecidos por la lagrimas que acababa de derramar lo miraban con cólera, él tenso la mandíbula, intentando con una paciencia nueva, quizás momentánea, dado que acababa de liberar una gran carga de tensión.
-Sí Kagome, en el río… no tienes que repetirlo tanto…- respondió apenas, alzando las caderas, acomodando su pantalón, para luego anudarlo, había oído de que las hembras al esperar cachorros se ponían algo irascibles, pero esto era demasiado.
La tomó por la cintura y comenzó a avanzar la distancia que había entre el lugar en que se encontraban y el tan mentado río, la oía abrir la boca, intentado decir algo, luego bufaba por la nariz, volvía a intentar hablar, y gruñía, de cierta forma se le hacía gracioso oírla, no entendía que era lo que le sucedía, ciertamente no.
La llevaba elevada por el aire, entre las copas de los árboles, con una velocidad menor a la que utilizara para recorrer con ella esta misma distancia anteriormente, el aire le acariciaba las mejillas que aún llevaba arreboladas, se sentía molesta, el pensar en que InuYasha no había sido capaz de decirle lo que sentía, en ningún momento… abría la boca para reclamarle, pero luego recordaba lo dulce que había sido con ella, y se silenciaba, pensaba entonces en que tampoco se había aclarado la situación entre ellos, él ¿aún seguiría con Kikyo?... sentía que la sangre le hervía al recordarlo tomado de la mano de la mujer días antes y quería escupirle que era un aprovechado, pero reparaba en la forma en que la llevaba sostenida, con firmeza, pero cuidado, como si llevara algo muy preciado en sus brazos… y se volvía a silenciar...
Tocaron tierra finalmente, a solo metros de donde se encontrara Kagome, sumida en su baño, las ropas continuaban ahí, tal como el hanyou lo previo, ella se acercó y se inclinó a tomarlas.
-¿Ahora me dirás lo que te pasa?...- consultó InuYasha al notarla algo más calmada
Kagome se giró con las ropas en las manos, lo miró con molestia, él pensó en que no había sido buena idea volver a preguntar, pero después de todo necesitaba saber, Kagome comenzó a vestirse aún con el haori puesto, comenzando por la ropa interior y la falda, le había quitado la vista sin responder, lo único que mantenía en su mente era que él se iría tras Kikyo en cuanto ella apareciera, y que no le había dicho que la amaba…
-Necesito que me digas lo que tienes…- insistió ya colmado, verla indiferente y casi ignorándolo, era más de lo que podía soportar, ya había tenido que pasar demasiadas cosas para que ahora ella se comportara de ese modo – ¡te lo exijo!… - alzó la voz, lo suficiente como para que Kagome reaccionara, se giró hacía el, con el haori apoyado en su pecho, acababa de poner la parte superior de su ropa interior, más no así la blusa.
-¡Tú siempre exiges!…- le gritó a viva voz, sin terminar con su labor, dejando la blusa a un lado, InuYasha hizo un leve ademán de sorpresa, pero comprendió que a estas alturas nada de ella debía sorprenderlo – ¡exiges, exiges, exiges!… y no eres capaz de brindar ni una palabra…
-¿Palabra?...- consultó, realmente no le estaba entendiendo, y, por Kami, que lo estaba intentando.
-Sí palabra… solo tienes palabras para ella… - dijo ya respirando con dificultad, con las lagrimas asomando nuevamente.
-¿Ella?… ¿Kikyo?...- consultó confuso… debía de ser, ¿quién más no?...- pero, ¿todo esto por Kikyo?...
-Sí,… y qué tú no has sido capaz… capaz…- titubeo, después de todo ¿cómo podía exigirle que le dijera que la amaba?...
-¿Capaz de qué Kagome?... – pidió, con imponente voz
-¡Por qué tuviste que ir por ella!
-Kagome… cálmate – se acercó rápidamente, la había visto alterada otras veces y no le importó, pero el acelerado ritmo que estaba empezando a tomar el corazón de su mujer, le advertía que no era bueno alterarla demasiado.
-Tú, eres el culpable… tú me haz forzado a esto…- gritó con fuerza, sintiéndose tan estúpida, torpe, con tantas ideas divagando en su mente, pero de pronto, notó como InuYasha caía a un costado de ella, sin razón aparente, miró al lado contrario - ¿Kouga?...
Kagome aprisionó aún más el haori de InuYasha contra su pecho, el hanyou tenía una leve marca en su rostro, el lugar en el que Kouga lo había golpeado, pero por qué lo haría, solían discutir, pero solo discutir, hasta que ella los separaba, eso no había cambiado, ¿por qué ahora la agresión partió sin razón aparente?...
-¡Eres un maldito, perro asqueroso!...- le gritó a viva voz, notando como el hanyou se ponía de pie, observándolo con sus ojos dorados sigiloso en espera de un nuevo golpe.
Y este no se dejo esperar, Kouga había sentido desde alguna distancia el aroma de Kagome, ese maldito perro la acompañaba, mezclando sus olores, pero en cierto modo le gustaba hacerlo rabiar como cada vez que acudía a verla cuando estaba cerca, tomó velocidad y en segundos estaba junto a ella, percibiendo a metros del lugar, el salino líquido que brotaba de sus ojos, la sangre le ardió en las venas… si esa bestia se había atrevido a tocarla, lo mataría con sus propias manos, y en cuanto estuvo a corta distancia, los escuchó discutir, el aroma de la cópula aún vivo en ambos, Kagome medio desnuda cubriéndose con recato, entre sollozos gritándole que la había forzado… ya no razonó más, con la velocidad que lo caracterizaba, se lanzó sobre el hanyou asestando un duro golpe en su rostro, y no sería todo, pues ahora venía lo demás.
-¡Tú!...– Fue lo único que pudo decirle el hanyou echando mano a su espada.
-¡Maldita bestia!... ¡Qué le has hecho a Kagome!..., ¡cómo te has atrevido!... ¡No voy a dejarte con vida después de esto!... – la ira recorriendo sus entrañas
-No sé de qué me hablas pero eso me gustaría verlo – caminó en circulo con la espada preparada para desenvainar, alejándose a cada paso de Kagome
-Inu Yasha no le hagas daño, seguro que hay un motivo tras esto – Kagome intentó lidiar, pero los chicos parecían que no iban a escucharla.
Kouga gruñía furioso, corrió a él envuelto en polvo, Inu Yasha dio un salto pasando por encima de él y quedando a unos metros de la chica.
-¡¿Es lo mejor que sabes hacer lobo!... – lo encaró InuYasha, con aquella sonrisa arrogante que poseía, y que a Kouga le exasperaba, más aún bajo estas circunstancias.
Tenía los puños cerrados, en posición de ataque, dispuesto a usar uno de sus mejores golpes contra el hanyou, que estaba listo para defenderse
Vio a Kouga correr hacia InuYasha dando un salto y preparando en el aire su pierna para darle una patada, justo en el pecho, era tanta la ira que sentía contra él que no midió consecuencias, y la sangre pareció helársele de pronto, y se quedó sin aire en los pulmones, cuando notó que Kagome se interponía entre él y su contrincante, para ¿defenderlo?... pero ya era demasiado tarde, ya no le daba tiempo para detenerse, cerró sus ojos con fuerza y soltó un quejido agonizante, notó el calor de la piel y su pie hundirse en el cuerpo, abrió los ojos temblando, tambaleándose por las fuerzas perdidas ante el miedo de lo que iba a ver.
Cuando vio que Kouga iba a atacar con tanta fuerza a InuYasha, no lo pensó dos veces, por muy molesta que pudiera estar con él, no podía permitir que nada le sucediera, ella lo amaba, con todas las fuerzas que conocía, y un nuevo instinto de protección se había despertado en ella, sabía que no tenía la fuerza suficiente para repeler un ataque de Kouga, pero al menos se aseguraría de que InuYasha estuviese a salvo, y corrió hasta él…
Se preparó, sabía que este lobo rabioso continuaría con su ataque y no debía de encontrarlo con la guardia baja, lo observó y noto la fuerza con que se dirigía a él y de pronto, las manos pequeñas de Kagome se apoyaron sobre su pecho y ahí sintió como si la tierra se abriera bajo sus pies, y la tomó por lo hombros pasándola tras su figura, recibiendo de lleno en el pecho el golpe fiero, que Kouga había asestado, cayendo de rodillas con la mano en el lugar golpeado, intentando recobrar el aire… al menos Kagome se encontraba bien, la siente arrodillarse junto a él, buscando ver su rostro, Kouga lo observa asombrado por la velocidad que debió emplear para protegerla, y nervioso por lo que ha estado a punto de suceder, InuYasha alza su mirada furioso, sus ojos dorados fulguran de ira y le grita sin más.
-¡Estúpido lobo!... – su voz, sonaba profunda y arrastrada, casi un gruñido - ¡qué demonios haces!... ¡¿qué no ves que esta esperando un cachorro!... - en estos momentos sentía deseos de estrangularlo con sus propias manos por poner en peligro a su mujer y a su cachorro, abrió los ojos tanto como pudo e intentó tragar una saliva que no se formaba.
La última frase, sonó como un eco en la mente de cada uno, Kagome, sin poder reaccionar, pensando en si lo que el hanyou decía era verdad… Kouga, intentando asimilar que el muy bestia había preñado a "su mujer"… e InuYasha, esperando por Kami, que Kagome no deseara matarlo luego de esto…
Continuará…
Jejejejejj, mira en qué apuro se ha metido con esa boquita que tiene y esos impulsos, si es que su voz es mas rápida que sus pensamientos, bueno, aquí estamos de nuevo, con ganas de continuarlo, ayayaya, si no fuese, como dice Anyara, por ese sustento que nos dais, este fic hubiese terminado en este capítulo, pero como también dice ella, hay mas cosas que contar, un besotes grande a todos, y espero que estén disfrutando con esta pequeña historia que había que escribir… (pss psss Anyara di algo que no se que mas decir…)
Ya va, va, wapa…jejejeje se me han pegado algunos términos, sisisis… ya estoy lista para visitar España… Bueno pasando a la historia, al menos a mí me ha gustado mucho, creo que esta apasionada y tan tierna también, veo como Kagome e InuYasha están descubriendo su madures, pero aún les queda, además pues no culpen a la pobre muchacha, miren que sus hormonas andan revolucionadas, de ahí sus cambios anímicos tan bruscos, y el pobre de Inu…ahahahaha… mi hanyou amado, tan comprensivo, creo que ha creado una paciencia muy grande con ella… y Kouga, de defensor, ejejej me reñí mucho cuando pensó en que Inu preñó a "su mujer"… creo que jamás aceptará, que los papales del divorcio estaban listos antes de la boda…
Besitos a todos y gracias pro sus comentarios son nuestro alimento…
Siempre en Amor… (espero que Artemisa, este de acuerdo con mi eslogan)
Artemisa y Anyara
