Capítulo IV

Embarazo

InuYasha apoyado en una de las paredes rosas del cuarto de Kagome, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, las manos dentro de las mangas de su haori, sintiendo como sus oídos se resentían a cada uno de los sonidos que la muchacha efectuaba en el baño… llevaba ahí bastantes minutos ya, y él no sabía qué podía hacer. Tocó nuevamente a la puerta, su paciencia simplemente se estaba acabando, no podía permitir que a Kagome le sucediera algo, o de lo contrario las palabras de ese lobo apestoso se harían realidad.

-¡Estúpido lobo!... – su voz, sonaba profunda y arrastrada, casi un gruñido - ¡qué demonios haces!... ¡¿qué no ves que esta esperando un cachorro!...

Había sido tal su desesperación, que no midió sus palabras, estaba molesto, alterado por lo que pudo sucederle a Kagome y a su descendencia, la muchacha se quedó mirando perpleja los ojos dorados que en cuanto logró reaccionar se posaron en ella buscando una reacción, Kagome que se había inclinado hacia él para ver lo que el golpe de Kouga le había ocasionado, comenzó a deslizarse hasta que quedó sentada sobre la hierba, aún oprimiendo el haori contra su pecho semidesnudo, sin palabras.

-Kagome… - InuYasha nombraba sintiendo que apenas y lograba hacer audible su voz, por dos razones, una, el golpe que le había quitado el aire que aún no lograba recuperar por completo, y dos, el temor a la reacción de su mujer… ¿y si salía corriendo a su época?... - ¿estas bien?... – logró musitar, agachándose a la altura de ella, para mirarla con detención.

Kagome pestañeó un par de veces, como si ahora en realidad estuviese mirando a InuYasha, como si hubiera vuelto de algún lugar al que su mente se trasladó. El hanyou pudo percibir, como los ojos castaños de ella se aguaban… por Kami… que no llore…

-¡¿Qué fue lo que le hiciste a Kagome maldita bestia?...- le gritó exaltado Kouga, al ver que "su aún mujer", reaccionaba con lagrimas, no podía dejar de pensar en que había sido forzada.

Pero InuYasha no se detuvo a responder, lo único importante para él ahora era la reacción de Kagome.

-¡Te estoy hablando sucio perro!...- volvió a alzar la voz el lobo, con los puños apretados.

Entonces fue que el hanyou exasperado, por las interrupciones, giró su rostro para enfrentarlo, se puso de pie, tomando aire dispuesto a deshacerse de la indeseada presencia de Kouga, pero no alcanzó a emitir ninguna frase, sintió como los suaves dedos de Kagome le tomaban la mano, obligándolo a mirarla, las lagrimas finalmente se habían desprendido de sus ojos, que lo observaban inquisidores.

-¿Tú lo quieres?...- musitó en un hilo de voz, que InuYasha logró percibir claramente, y entonces se olvido que existía un Kouga junto a ellos.

Se agachó frente a Kagome, y oprimió los dedos de ella en su mano, se sonrió con levedad, y asintió sin saber que más decirle, claro que lo quería, era de ella también y eso sin lugar a dudas lo hacía más importante aún. Sintió los brazos de Kagome, rodearle la cintura, obligándolo a caer sentado, el rostro de su hembra sumido en el pecho del hanyou, que se apoyó con una mano en la hierba, para poder con el otro brazo rodearla con fuerza, este gesto afectuoso, lo había calmado, parecía, al menos, no estar tan molesta, y sintió entonces la voz del espectador que tenían a un lado, obligándolo a enfocarse en los retadores ojos celestes de Kouga.

-Más te vale que cuides bien de ella, bestia, por que de lo contrario, me la llevaré y cuidaré de su cachorro como si fuera mío – le advirtió, y por el tono de su voz, sabía bien que hablaba en serio.

-¡Feh!... Desaparécete, apestoso…- rugió, no iba a separarse ahora de Kagome, para ponerse a pelear con ese lobo, pero tampoco dejaría que sus palabras lo amedrentasen.

Vio alejarse a Kouga, dejando tras de él una estela de polvo, volvió a centrarse en lo importante, Kagome, que continuaba a medio vestir, abrazada con fuerza contra él… no sabía bien que debía decirle, quería que se sintiera bien, un nudo se formaba en su garganta y las palabras no fluían, solo el sentimiento, y no sabía como expresarlo, hasta que dijo lo único que parecía graficarlo todo, aunque aún así le parecía poco.

-Te amo… Kagome…

Un nuevo sonido tras la puerta del baño lo trajo de vuelta, claro que iba a cuidar de ella, no dejaría jamás que ese lobo cumpliera con su amenaza.

-Vamos Kagome, abre esta puerta de una vez – ordenó intentando mantener la calma, pero ya no lo pediría una vez más, que la madre de Kagome lo disculpara, pero la puerta se haría añicos si ella no se decidía a abrir. El clic de la cerradura, le dijo que no sería necesaria la violencia.

La vio ahí, apoyada en la pared, algo inclinada, frente al sanitario, con el rostro pálido, una mano apoyada en el vientre, el lugar en donde se gestaba su cachorro… y se sintió abatido… la oía jadear, pero no eran aquellos mismos jadeos de placer que recordaba de ella, eran unos muy diferentes, casi agónicos, como si se estuviera esforzando mucho, tomó aire para decirle algo, pero no alcanzó, ya que notó como Kagome se impulsaba con violencia hacía el artefacto ese que utilizaban para sus desechos, y expulsaba ya puro líquido amarillento desde su boca, por el aroma que segregaba, podía decir que era agrio. Tomó un vaso que había sobre el lavamanos y lo llenó de agua, por lo que podía ver, ella ya estaba desalojando líquido, si no bebía algo, pronto se deshidrataría.

-Kagome… ¿qué puedo hacer?...- consultó sintiéndose el ser más inútil sobre la tierra, sabía que esta clase de cosas sucedían a las mujeres en espera de cachorros, pero no le había tocado presenciar ninguna, y menos la de su mujer…

-Creo que ya lo has hecho todo InuYasha…- dijo apresurada, antes de que una nueva descarga de su vacío estómago aflorara.

InuYasha frunció el ceño, sabía que se refería a que llevara al cachorro con ella, le dolieron sus palabras… ¿es que acaso ya no lo quería?... la vio apoyar la espalda en la pared, y deslizarse por ella, agotada, hasta que llegó al piso y se sentó, aún vestida con su pijama de verano, enfocó los castaños y cansados ojos en él, y oprimió su labio.

-Sácame de acá… - pidió extendiendo su mano, esperando que InuYasha viniera por ella.

Sabía que sus palabras habían sido muy duras, ahora ya comprendía a qué se debían sus cambios de ánimo, pero no lograba controlarlos del todo… pudo ver la confusión en los dorados ojos del hanyou, que avanzó hasta ella, entregándole desde lo alto el vaso con agua, lo recibió y miró, pensando en si no lo devolvería también, suspiró y bebió rogando a Kami…dejó el vaso sobre el piso y vio a InuYasha inclinarse, tomándola entre sus brazos con un mínimo esfuerzo para sacarla de ese putrefacto lugar, al menos para su agudo sentido del olfato, como se lo estaba pidiendo.

La dejó sobre la cama y Kagome suspiró algo más aliviada, estas nauseas matutinas la estaban matando, sabía que eran normales durante los primeros meses, pero suplicaba por que ya cesaran. Notó que InuYasha se dejaba caer sobre la alfombra, apoyó una mano sobre su pierna desnuda y la acarició con suavidad, sentía que ese tacto delicado era una forma de reconfortarla, quizás descansando también de lo extenuante que debía de ser soportarla con el carácter que ahora portaba, y debía de reconocer que le estaba teniendo una paciencia sin igual.

Dejó descansar la mano en la pierna, pensando que ella durmiera, pudiendo descansar de esos molestos vómitos, se giró sobre la alfombra, para apoyar su espalda en el lecho, y dejar caer la cabeza sobre el colchón, suspiró al cerrar los ojos, la sintió moverse, y apreció las hebras del perfumado cabello de ella tocarle el rostro, abrió los ojos y se encontró con su semblante encima, mirándolo con ojos cargados de un brillo especial.

-¿Qué haces ahí?... – Susurró cerca de él

Tocó su mejilla hasta sujetar el mentón, acariciando con suavidad, aproximándose lentamente a sus labios, lo vio inclinarse un poco, presionando su cabeza con el colchón para poder alcanzarla, deseó en esos momentos tomarlo por el haori y arrastrarlo con ella, InuYasha enredó sus dedos en los cabellos negros, atrayéndola a él, pudiendo sentir la humedad de sus labios, y notar como su aliento chocaba en el cuello de su mujer, el despertar de su aroma, recorría cada poro de su cuerpo, haciéndolo sentirse como ella, excitado, se relamió al verse liberado de su beso, intentándolo atraerla otra vez.

-Ven a la cama… - la miró en silencio, perdido en la sonrisa de sus labios.

Ella se separó de él, para acomodarse, viendo como se sentaba sobre la cama, posando las manos a cada lado de su cuerpo.

Se acercó para tocar su boca, y volver a sentir la sensación de su tacto, la sintió tirar del kimono directamente, hacia abajo, como intentando quitarlo, obligando a salir al haori por los hombros, movió los brazos para ayudarle a quitarse las prendas, y se dispuso a desabrochar cada botón de la blusa de su pijama, sacándosela por sus finos brazos deslizando las mangas por ellos, sus manos atraparon el rostro de su hanyou, incitándolo a arrodillarse entre sus piernas, llevándolo con ella hasta el colchón, y ambos dejándose llevar hasta donde sus cuerpos en esos momentos les estaban pidiendo.

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Estaba Kagome ya con su mochila amarilla lista para el viaje, apoyada contra la pared y cargada de una serie de comestibles que su madre le había puesto en ella, toda la familia reunida y sentada alrededor de la mesa, InuYasha permanecía junto a su hembra, que mantenía los bordes de la falda que vestía aprisionados entre sus dedos, los dorados ojos cerrados y colmillo de acero apoyada sobre su hombro, la noticia ya había sido dada, las reacciones fueron diversas, Souta, se quedó mudo, y luego señaló la cabeza del hanyou, preguntando algo asustado, si su sobrino también tendría orejas de perro… las blancas orejas de InuYasha se movieron sin responder, el abuelo se tomó la cabeza con ambas manos y exclamó histérico que sus bisnietos serían medios demonios… la madre de Kagome se quedó en silencio, miró fijamente la madera, y luego les sonrió a ambos ofreciéndoles una taza de té. El hanyou abrió los ojos solo en ese instante y ambos jóvenes se quedaron mirando a la mujer, por el inesperado ofrecimiento, asintiendo por igual.

-Bueno… y ¿cuándo será la boda?...- sentenció el abuelo, Kagome se quedó en silencio, sin saber qué responder… ¿debían tener una boda?...

-¿Y para qué?...- consultó confundido InuYasha – nosotros ya estamos unidos… ella ya es mi hembra

El hombre se quedó mirándolos, Kagome, no supo que decir, InuYasha parecía férreo en su afirmación, lo que de algún modo la hizo sentir bien, después de todo le había dicho que la amaba y sus demostraciones, se lo afirmaban, sabía que no era solo por el bebé que estaba junto a ella, era por un sentimiento que había descubierto y que atesoraba.

-Debo ir por algo…- pronunció el abuelo, resignado, caminando fuera de la habitación, "su hembra", se repetía, sabiendo que jamás comprendería a un medio demonio.

Tomaron su té, y la señora Higurashi se restringió a consultar cuanto tiempo de embarazo era el que portaba Kagome, y que tal se había estado sintiendo… InuYasha comenzaba a fastidiarse, su paciencia era limitada, de hecho la confinaba toda para Kagome, así que se puso de pie tomando la mochila del rincón y anunciando a voz firme que ya se iban.

-Promete que te alimentarás bien…- le pidió su madre, y ella solo asintió, sabía que sus viajes entre las épocas se harían cada vez menores, Kagome asintió, notando como querían formarse las lagrimas en sus ojos… por Kami si no era una despedida para siempre…

-No se preocupe... yo cuidaré de ellos – aseguró el hanyou, con la mochila al hombro y su figura imponente ante las dos mujeres, que no dudaron de que sería así.

Kagome cruzó la puerta en dirección al pozo, e InuYasha le seguía los pasos, la observó unos instantes, y parecía haber perdido peso en lugar de aumentarlo, su rostro denotó preocupación, pero sus pensamientos se vieron interrumpidos por la voz del abuelo que venía tras ellos.

-Esperen, esperen… - exclamaba el hombre, que traía algo envuelto en un papel añoso, que alguna vez pareció ser blanco – esto les servirá, al menos a tu abuela y a mí nos sirvió cuando estábamos esperando a tu madre… - sopló sobre el paquete rectangular, Kagome tosió por el polvo que se esparció, e InuYasha echó hacía atrás al cabeza, mirando de reojo a su mujer que se cubrió la nariz con el dorso de la mano, y luego molesto le quitó el objeto al hombre.

-Démelo, yo lo llevo…-dijo casi gruñéndole.

-Gracias abuelo – expresó Kagome, sosteniendo del brazo a InuYasha y tirando de él hacía el pozo, ya que parecía que en cualquier momento le iba a dar un mordisco al anciano patriarca.

Tocaron tierra una vez que estuvieron de vuelta en el Sengoku, Kagome se sacudió la falda y se tomo de las enredaderas que caían por el pozo, a fin de salir al aire fresco, se sostuvo, e hizo un primer empuje para subir, haciendo presión con sus pies en la pared, pero antes de que lograra subir un poco más, sintió el fuerte brazo de InuYasha rodearle la cintura, apresándola y de un salto ya estaban fuera del agujero… ¿cómo lograba tener tal precisión?... no lo sabía, pero vaya que le gustaba.

-No vuelvas a intentar subir sola – la reprendió y Kagome se le quedó mirando embelesada, los ojos dorados mostraban algo de reproche, pero se fueron suavizando lentamente – ¿qué no ves que me preocupas?...- le confesó y ella le sonrió con dulzura, se estiro lo suficiente como para darle un suave beso

-Bueno, pues no te preocupes tanto – su tono era afectuoso, - que no estoy inválida…- intentó aclarar.

-Pero estás embarazada – mencionó él, sosteniéndola por la cintura con la mano que llevaba desocupada.

-Sí embarazada no incapacitada…- continuó intentando apoyar su punto, sintiendo como él la rodeaba ahora con el otro brazo ejerciendo presión en su espalda con un objeto, el que le había pasado su abuelo.

-Ay Kagome, ya deja de ser tan terca…- la reprendió nuevamente, ¿es que acaso esta mujer no entendía que llevaba a su cachorro?...

-¿Terca?... – repitió acentuando el termino.

-Sí...- continuó apoyando, presintiendo que esto no iba a tener un buen final.

-Ya veo… esta embarazada necesita espacio – pidió moviéndose dentro del abrazo obligando a InuYasha a soltarla.

-Ves como eres terca…- le dijo, viendo como se encaminaba hacía la aldea

Caminaron por entre el bosque, InuYasha algunos pasos tras Kagome que aún se mantenía silenciosa, y de pronto en la soledad del lugar, un sonido se escuchó, obligando a la mujer a detenerse, el hanyou sonrió sabiendo lo que era, el estómago de ella que le estaba suplicando ser llenado, era algo cada vez más habitual, cuando ella se volteo, le extendió la mochila, Kagome lo observó aún molesta y se sentó apoyada en el tronco de uno de los árboles que los circundaban… el sonido de la naturaleza los rodeaba, y los rayos de un sol bastante caliente, se filtraba entre las hojas de las altas copas, que se mecían con una brisa suave que los ayudaba a apaciguar en algo el calor.

Ella comenzó a hurgar en el interior de su bolso, sacando varios recipientes, los abría, olía y luego de una mueca de desagrado, los volvía a cerrar, InuYasha se apoyó junto a ella y se quedó mirando algo curioso, el paquete que traía consigo, y viendo que Kagome estaba ocupada buscando con qué acallar el clamor de su estómago, comenzó a quitar el envoltorio, encontrándose con un libro de gruesas tapas con relieve y algunas imágenes en ella, lo miró notando a una pareja abrazada en la cara, luego comenzó a ojear las páginas, sin detenerse en al escritura, más sí en las ilustraciones, de bastante buena calidad, si considerábamos los años que el libro debía de tener, no lograba entender del todo lo que la imagen intentaba mostrar, giró un tanto el tomo y la cabeza buscando descifrar lo que las figuras de un hombre y una mujer estaban haciendo, y de pronto los ojos dorados se le abrieron en sorpresa, y los colores se le subieron al rostro.

-¿Qué era?...- consultó Kagome, sabiendo que el hanyou estaba revisando lo que su abuelo les había entregado, con la boca llena, al fin había encontrado con qué silenciar a su escandalosa barriga, pero InuYasha no le respondía, parecía demasiado concentrado en lo que estaba observando -¿InuYasha?...- insistió

-¿Ah?...- contesto completamente distraído, dejando el libro sobre la hierba del lado contrario al que estaba ocupando Kagome, con el dedo metido entre las paginas para no perder el lugar que observaba.

-¿Qué libro es?...- consultó notando como él parecía querer esconderlo de ella, volvió a mirar los ojos de InuYasha que lo delataban, algo ocultaba.

Kagome dejó el recipiente con su alimento a un lado y se arrodillo, apoyando el peso en sus manos y piernas, quedando InuYasha con parte de su cuerpo bajo ella, intentaba alcanzar el libro que él había alejado un poco más, aún sobre la hierba, observó a Kagome, en la posición que ahora tenía, y se obligó a tragar con dificultad, la garganta parecía cerrársele, ya que la forma en que Kagome se sostenía era demasiado similar a la que acababa de ver en al ilustración, y no pudo evitar imaginarse que él ocupaba el lugar que le correspondía para completar la escena.

La muchacha llegó hasta el objeto, tomándolo sin mucha dificultad, ya que el hanyou parecía ido, se acomodó sobre él, algo distraída con el libro en las manos, sentada con una pierna a cada lado de la figura masculina.

-¿Kamasutra?...- leyó incrédula, ¿eso era lo que el abuelo les había obsequiado?... sintió como sus mejillas se sonrojaban al ver los ojos brillantes de InuYasha, que seguía algo perdido, y solo entonces advirtió que algo notoriamente rígido se presionaba contra su sexo.

-Kagome...- escuchó susurrar con una necesidad extrema al hanyou, que se humedeció los labios secos.

-Oh… InuYasha…- respondió ella, comprendiendo la situación que se estaba gestando.

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Meses más tarde, entre los matorrales de algún bosque cercano, se encontraban dos figuras, una de ellas había cambiado notoriamente, InuYasha estaba sentado besando los acalorados labios de su mujer, que últimamente lo estaba reclamando cada vez más, ella se había quitado ya su hakama e intentaba quitarle la suya con una sola mano, en la otra, sostenía un obsequio que les había sido entregado tiempo atrás.

-No, creo que no va por este lado – dijo Kagome, observando la ilustración en el libro, que ya iba como por la mitad – es hacia el otro lado – dijo quitando con algo de dificultad la pierna de uno de los costados de InuYasha.

-Feh, Kagome…- bufó algo molesto, ayudando a la mujer en su tarea de desnudarlo - ¿no han sido ya suficientes vueltas?...- consultó, era cierto que había creado una paciencia sin igual en él, con su hembra, sobre todo en el estado en que se encontraba, y no podía negarlo, aquella barriga de alrededor de cinco meses de un bien llevado embarazo, pero que parecían seis o seis y medio, la hacían ver bastante sensual, combinado con la forma maternal que adoptaban sus senos, palpo uno de ellos, llenando su mano y desbordando incluso.

Kagome le sonrió y se mordió el labio con insinuación, se colocó sobre él, dándole la espalda, obligando a InuYasha a recostarse, dejando el libro a un lado con las páginas hacía abajo en la hierba, para no perder la imagen, por si necesitaba chequearla nuevamente, apoyó una de las manos en las rodillas separadas del hanyou, para ayudarse en los movimientos, sentía las manos de él, en sus caderas, mientras intentaba acomodar, sin poder ver, producto de su abultado vientre, el miembro que sostenía erecto en su palma, InuYasha sentía hormiguear la carne ante el tacto de sus dedos, comenzando a incitarla a bajar, para entrar en ella, y Kagome se dejó caer, el peso del cuerpo femenino, había variado considerablemente, y aunque no significaba mayor problema para él, parecía que en ella si tenía algún efecto, empezó a guiarla, en los movimientos, indicándole como hacer, al presionarla con sus manos, notó como pronto comenzaba a tomar el ritmo.

Ella apreciaba como los vellos empezaban a erizársele por la fricción, sus piernas se cargaban rápidamente por el peso de su abdomen, sintiendo la necesidad de parar y descansarlas, apoyándose con ambas manos sobre las de InuYasha, que experimentaba el avance de su excitación, siendo interrumpida, para comenzar de nuevo, sintiendo que Kagome volvía a retomar su acción, perdiendo el ritmo de vez en cuando, curvó su cuerpo un poco hacía atrás y se afirmó con una mano en el pecho de su pareja, su miembro se hacía mas notable en ella, su respiración empezaba a atorarse, haciéndola jadear, sus piernas volvían a dolerles por el cansancio, sus jadeos cambiaban de tonalidad, haciendo notar al hanyou el esfuerzo que ella estaba haciendo y se volvía a detener, frustrando su libido, que iba decayendo al no lograr un ritmo constante.

Kagome volvió a tomar el libro, para revisar si la posición era la correcta, ya que no concebía no poder ejecutar la acción como era debido, se sentía frustrada, cada vez que comenzaba a experimentar sensaciones placenteras, el cansancio de su cuerpo, pesado ya, la obligaba a detenerse.

-¡Suelta eso ya de una vez!…- escuchó decir a InuYasha, con la voz ronca por la excitación, que le arrebató el objeto de las manos y lo tiró por ahí a varios metros de ellos, entre los matorrales – lo haremos a mi manera… yo no necesito libros…- su tono sonaba sensualmente profundo y con ese indiscutible toque de arrogancia que lo hacía tan deseable.

Sintió ambas manos masculinas posarse con energía en sus caderas y elevarla lo suficiente como para que liberara de su interior la intimidad húmeda de él, la recostó sobre la manta que les estaba sirviendo de lecho, quedando junto a ella, y le besó los labios, delineando con las yemas de los dedos el camino, desde el centro de sus senos, contorneando con una sonrisa oculta por las caricias de sus besos, la barriga tersa y dura que ella portaba, luego de llegar al punto más alto en ese lugar, se deslizó hacía abajo, buscando el vello de su intimidad y comenzó a masajear abriéndose paso entre la humedad evidente de su excitación, tanto para su tacto, como para su poderoso olfato que ya lo estaba embriagando. InuYasha le lamió los labios, y se sonrió, demostrándole que ya tenía el control, la escuchó gemir mansamente, en una extraña calma, se acomodó quedando Kagome boca arriba, ligeramente girada, en el improvisado lecho, y él de costado creando un leve espacio entre sus dorsos, se abrió paso poniendo una de las piernas de su hembra sobre su cadera, acariciándola, por el centro del muslo y la otra apenas entre las piernas masculinas, dejando el espacio suficiente para seguir, formando un especial cuadro de arte, Besaba su hombro izquierdo, mientras deslizaba su mano al sexo ya húmedo, masajeándolo, la oía jadear con calma, con la misma mano que acarició la extremidad, volvió a tocar la intimidad de Kagome, llevándola luego humedecida por las caricias en su sexo, humedeciéndose los dedos en ella, deslizó su mano por la cadera de su mujer, bordeando la curva de su vientre, se sujetó su miembro, tanteando la entrada de su sexo, caliente por las caricias que antes le brindó, se introdujo con cuidado en ella, la oyó soltar un sonoro suspiro, que recorrió cada poro de su piel, se movía tras ella, mientras que Kagome dejaba salir el aire de sus pulmones en jadeos esta vez de ansiedad por el placer venidero, sintió como el hanyou, arrastraba la pierna que estaba sobre su cadera, abriendo un poco más el espacio de su acceso, se empujó más fuerte hacía ella, sintiendo al fin que su virilidad ingresaba por completo, comenzando a girar en aquel punto de unión, sintiendo como Kagome se sostenía con una mano de la hierba y con la otra del hombro de InuYasha, lo que le indicaba que finalmente estaban avanzando por el camino correcto, llevando el ritmo constante por el que clamaban instantes antes, los dedos femeninos que se adherían con fuerza a su piel, ahora se esforzaban por enlazarse en el cabello plateado, para aproximarlo a ella y sentirlo jadear en su oído.

-¿Ves como no necesitamos del libro?...- jadeaba, una pregunta, en el lugar que ella le había encontrado, sintiendo su aliento caliente golpeando el oído, sabiéndose triunfador, más aún, al obtener como respuesta un pesado gemido, y un agarré mayor en su cabeza, le lamió el lugar, gruñendo ante la necesidad de entrar con más fuerza, que el escucharla enardecida le producía.

Kagome liberó el enlace resbalando las hebras plateadas por los dedos, bajando hasta posarse en la cadera de InuYasha que se encontraba empalmada en ella, presionando el lugar, buscando que entrara más, cerraba los ojos y sentía que se desvanecía de este mundo, inquieta los volvía a abrir, para enfocarse en buscar los de su amado hanyou, que le negaba el acceso a ellos, perdido también en sus propias sensaciones, deslizó la mano que se encontraba sobre la hierba, con una necesidad imperante de conocimiento, llevándola justo al lugar en donde se producía la unión de ambos, sus dedos, rozaron la suavidad de la piel lubricada del miembro de InuYasha, empujándose dentro de ella, tragó con algo de dificultad, intentando mantener algún grado de concentración en imaginar lo que palpaba, extendió un poco más, para sentir el movimiento de la fricción, intentando tocar con mayor energía y al sentir de forma más plena la erección apremiante de InuYasha, sintió que su espalda se sacudía con una corriente nerviosa que la obligó a gemir con fuerza, y en respuesta él, atrajo su cabeza, enlazando las hebras azabaches, algo desordenadas, pegando casi la boca en la parte alta de su cuello, levantando el rostro a él, sentía los golpes hacerse mas violentos, su aliento golpear en ella, los jadeos entraban en su tímpano, su cuerpo se llenaba de una energía que oprimía su vientre, notando como su cuerpo se contraía sintiendo abrazar la virilidad de su hombre, no pudiendo evitar que su cabeza se relajase, apoyándose en el hanyou con una mano posada sobre el vientre suave y caliente… haciendo de la entrega algo en verdad íntimo y unificador, la escuchaba rogar entre los gemidos, por un placer mayor, arraigado en las profundidades de su interior, esperaba que él con sus estocadas pudiera arrebatárselo, podía notar como los músculos de ella se tensaban alrededor de su miembro, haciendo del roce algo más apremiante, y su respiración más agitada, parecía que su sangre ardía toda reunida en su sexo, y en la forma palpitante en que su cabeza le indicaba que pronto todo estallaría, escuchaba de fondo los sonidos emitidos por la voz femenina algo roída por la sensación de la entrega, las uñas de ella clavándose en su cadera, y el cuerpo contorsionando en busca de los últimos movimientos que la llevarían al clímax. La escuchó jadear tres veces forzosamente, con las fosas nasales dilatadas, para luego soltar un gemido profundo y extenso, sintiendo sus espasmos, y el líquido caliente de su sexo desplegarse por alrededor de su virilidad, InuYasha apretó los dientes y gruñó con energía entrando un par de veces más con bastante fuerza, aferrándose con necesidad a la pierna en su cadera, buscando su culminación… sintiendo como la eyaculación se hacía inminente, las convulsiones de su abdomen se mezclaban con los sonidos de su boca, obligándolo a apretar el entrecejo al sentir su éxtasis extenderse en el interior caliente de su amada, presionándose una vez más para liberar los restos de su esencia…

Apoyó su cabeza sobre el hogar de su cachorro, y logró percibir el latido apresurado y galopante del ser que se gestaba gracias al amor de ambos, Kagome le había explicado que los bebés mantienen un ritmo más acelerado en su pequeño corazón, y entonces se sonrió… no había conocido felicidad mayor en su vida… un hijo… más de lo que un hanyou solitario podía soñar tener algún día…

Continuará…

Hola a todas, bueno es un hecho, InuYasha como hombre, Hanyou, demonio… o como sea es un espécimen exquisito, me encanta…ahahahah y creo que Artemisa esta de acuerdo conmigo, ya estamos preparando el cap. 5 que creo será el último, a no ser que se nos ocurra algo más, pero por lo que veo, al menos este fic, ya esta cerrando su etapa… solo esperamos que les guste este cap. y que dejen sus mensajitos.

Siempre en amor….

Artemisa y Anyara