- ¡Cállate! Madre, ¿por qué eres tan injusta? ¡Podrías haberte guardado la historia y limitarte a decirme quien era mi padre! ¿Por qué tenías que hacerme sentir tu miseria? ¡Yo no necesitaba saber! ¿Por qué eres tan cruel? ¿Acaso pretendías que yo sufriera por ti?

- ¡No, por Elendil, no!- exclamó Galadwen, bastantes años después-. No, no es eso... Yo tan sólo quería que supieras la verdad... Pensé que te la merecías... Yo no quise traspasarte mi... mi dolor...

- ¿Y qué pretendes que haga ahora?- preguntó Lothriel, su hija mayor, quien acababa de oír la más cruda historia que podría haberse imaginado. Y lo peor: aquella historia era de su madre.

- Que lo busques...- respondió su madre-, a tu padre... a Legolas...

- ¿Dónde? ¡Ni siquiera sabría por dónde comenzar...!

- Oh, sí lo sabes: en Gondor. ¿Dónde más? Podrías pedir audiencia con la Reina Arwen; ella es elfa y te entenderá; además, es amiga de Legolas.

- ¿Cómo lo sabes?

- Al final de la guerra, en las celebraciones... Tú eras muy pequeña, tal vez ni siquiera habías nacido. Pero bueno, eso qué importa...

- Sí, pero... ¿Y si lo encuentro? - Lothriel sintió un nudo en su estomago - ¿Qué hago?

- Lo primero sería decirle que eres su hija, y después contarle todo lo que te he dicho hoy.

- ¿Y si no lo...?

- Lo encontrarás- atajó la mujer, severamente.

- ¿Pero cómo...?

- Lo encontrarás...

- Entonces... Está bien, iré...

- ¿A dónde vas, Mislif?

- A reunirme con mi amante secreto.

- ¡No me molestes, joven dama!

- ¡Oh, Legolas, sólo voy a dar una vuelta!- exclamó Mislif, sonriéndole a su esposo.

- Ithril te estaba buscando hace unos momentos.

- Si lo ves, díle que estaré en el jardín de nuestra hija- señaló la mujer, abriendo la puerta de la habitación-. A menos que prefieras que me quede contigo.

- Ya sabes mi respuesta- sonrió el Elfo, con cierta picardía. Mislif se había acercado a él, cuando en el umbral de la puerta apareció un mensajero anunciando a una joven que deseaba hablar con el señor Legolas-. Dejaremos esto para después, ¿te parece?- le susurró a su esposa.

- Por mí está bien. Nos veremos, mellamin- y salió de la casa.

- Haz pasar a la joven, por favor- le ordenó al mensajero, quien, luego de hacer una reverencia, reapareció con una joven de cabellos castaños, ojos azules y piel clara; tendría unos dieciséis años de edad.

Lothriel entró en la habitación, temblando de pies a cabeza, con el corazón saltando dentro de su pecho, y con una enorme emoción embargándola. Legolas la hizo sentar frente a sí, y ella no sabía qué decir. Ya mucho había hecho logrando estar ahí, y ahora no encontraba las palabras adecuadas para comenzar. El Elfo esperó pacientemente a que ella despegara la vista del suelo y de decidiera a hablar.

- Señor Legolas- dijo la joven, cuya voz sonaba tan mecánica que parecía que hubiera ensayado esas palabras con mucha anticipación (lo que resultaba irónico frente a la laguna mental que había sufrido Lothriel unos minutos atrás)-, permita que me presente... Mi n- nombre es Lothriel, y vengo de las... de las Tierras del Norte.

- ¿Algún mensaje del Bosque o del Rey?- preguntó Legolas mirando fijamente a la joven. Le recordaba a alguien...

- N- no...- balbuceó la joven-. No precisamente.

- Te escucho- sonrió el Elfo, sentándose-. ¿Quieres algo de beber?

- No. Muchas gracias- se acomodó en su asiento, e iba a continuar hablando, cuando entró en la alumbrada habitación un joven de dieciséis años, piel clara, cabellos castaños claros y unos preciosos y brillantes ojos grises.

- Buenas tardes, padre- saludó sonriente, sin ver a la joven-. Mamá dice que se enteró de que Enarion ya regresó. ¡Gracias a Elendil, porque había demorado mucho! Mamá dice que tal vez se retrase un poco para la cena, porque estará conversando con Enarion.

- Muy bien. Me alegro de que haya regresado- contestó Legolas-. Gracias, Ithril. ¡Oh, cierto! Te presento a Lothriel. Viene de las Tierras del Norte.

- Encantado- sonrió el joven, haciendo una pequeña reverencia a la chica con la cabeza.

- El gusto es mío- dijo Lothriel con una sonrisa algo torcida. ¡Tenía un hermano! ¡Su padre estaba casado además! Comenzaba a dudar si seguir o no... Todavía había tiempo de retractarse. Podía... podía inventar alguna excusa, ¡algo, que la sacara de ahí. Pero... había recorrido tantas leguas, había pasado tantos peligros; y ahí estaba, frente a... su padre. ¡No! ¡No podía retractarse! Por su madre, que ya había sufrido mucho, lo haría.

- Los dejo- anunció Ithril-. Estaré en los campos, ayudando a Lothril.

- ¿Qué...? ¿Ayudándome?- preguntó la joven, aturdida.

- No, no a usted- rió Legolas con un movimiento de manos-. Mi hija Lothril. Se parece mucho en nombre a usted.

- ¡Oh!- exclamó Lothriel, mientras Ithril salía de la habitación. ¡Otra hermana! Sí, esto se estaba haciendo horriblemente difícil.

- Muy bien. Ahora puede contarme lo que desea decir.

- Esto... esto terriblemente complicado para mí, señor- comenzó diciendo la joven luego de respirar hondo-. No vengo precisamente con un mensaje de la... Reina, sino que... de mi madre.

- ¿Tu madre?- preguntó él, arqueando las cejas-. ¿Y quién es ella?

- Ella ha sufrido mucho, señor- continuó la joven, sin prestar oídos-, y lo que más desea es que usted pueda... perdonarla por todo.

- ¿Perdonarla?- preguntó ceñudo Legolas. Esto se le estaba haciendo bastante extraño. ¿Quién rayos sería la madre de esa joven? ¿Por qué tendría que perdonarla?

- Sí, perdonarla. Ella... ha cometido unos horribles actos... por usted, y desea su perdón.

- Si me dijeras quién es tu madre, podría saber de qué hablas- dijo Legolas, tratando de hacer que hablara sin rodeos.

- Mi... m- mi madre se llama G...- se detuvo de golpe. ¡No podía! ¡¿Qué le pasaba! ¿Por qué ahora, justamente ahora? Cerró los ojos tratando de hacer un último y desesperado esfuerzo. Respiró hondo de nuevo, y dijo sin levantar la mirada-: Mi madre se llama... Galadwen.

Legolas no contestó, sólo entreabrió los labios, como reflejo de su sorpresa. ¡Esa chica era hija de... Gal! Hacía años que no pensaba en aquella joven que le había robado el corazón, pero que asimismo se lo había destruido. Mislif fue la persona que llegó justo a tiempo para reconstruir lo destruido, y para darle un motivo por qué luchar y vivir. Y ahora, ¡luego de tantos años, tenía noticias de aquella joven. Había enviado a su hija para... ¿su hija? ¿Sería acaso esa joven hija del tal Arad? No... No podía ser... Tenía rasgos élficos, no se podía dudar. ¡¿Entonces...! ¡Oh, Elbereth! ¡Era su hija!

- ¿Qui- quién es... tu padre, Lothriel?- preguntó balbuceando, sin saber lo que decía.

- U- usted, señor- contestó la joven, mirándolo tímidamente-. Yo soy su hija.

- ¡Oh, Elbereth!- exclamó Legolas, poniéndose de pie, y pasándose una mano por la cara-. ¿Cómo es posible que...? Sí..., sí es posible- recordó aquella tarde en que había llevado a Galadwen al flet... Aquella noche... ¡Nunca pensó que...! Se tranquilizó un poco y dijo-: ¿Cómo sé que no me mientes? ¿Por qué te envió Galadwen?

- No sé cómo demostrarle que esto es verdad, sino que con la historia que mi madre me relató- contestó Lothriel-. Antes de venir... me contó todo. Y de eso, hay muchísimo que usted no sabe.

- Podrías empezar por contármelo, pequeña.

- Muy bien- la chica comenzó a hablar. Y fue así cómo Legolas se enteró de todo lo que había pasado desde aquella tarde en que él había ido en busca de Galadwen, pero que se había encontrado con una horrible sorpresa: la joven lo amenazaba con matarse y además lo había atacado con una flecha en la pierna. Y ahí estaba Arad, perplejo, pero sabía que de cierta forma eso lo beneficiaría. Legolas se enteró de que Galadwen se había casado con Arad, pero que no habían tenido luna de miel, pues el padre de la joven había muerto esa misma noche. Supo también que Galadwen se enteró de que estaba embarazada, pero de él, así que decidió vivir por el bebé. Resultó ser aquella hermosa joven, pero que a los tres meses después había quedado embarazada, de Arad. Esa vez había sido un niño, y con él había llegado un terrible decaimiento para Gal. Había quedado muy débil y su aspecto seguiría siendo enfermizo. Lo más sorprendente y consternante fue lo que Lothriel le relató de la muerte de su padrastro.

- Lo... lo mató mi madre...- dijo la joven, para sorpresa de Legolas-. Era para vengarse de él, por haber abusado de ella, por haberla separado de... usted; por haberla obligado a casarse, y por haberle hecho la vida miserable. ¡La obligó a matar, señor! Porque, su padre, mi abuelo, murió en manos de ella también.

- ¡¿Mató a su padre!- exclamó Legolas, estupefacto-. ¡Esto ya fue suficiente! ¿Te envió aquí para contarme su miserable vida matrimonial?- preguntó fríamente.

- ¡No! ¡Nada de eso!- exclamó Lothriel, poniéndose de pie-. Ella quería pedirle perdón por todo, ya se lo he dicho. También... quiere que sepa que lo sigue amando. A pesar de que sabe que... ya no se merece estar a su lado.

- Y aunque se lo mereciera- dijo Legolas, mirándola fijamente-, yo no podría responderle a su amor.

- Lo sé, pero...

- ¿Pero qué?- interrumpió el Elfo, tomándola por los hombros-. Escúchame, pequeña. Estoy casado con una mujer a la que adoro. No negaré que a tu madre la amé también, pero eso ya se acabó. Ha pasado ya mucho tiempo. Ahora estoy enamorado de la mujer que está a mi lado, y eso es lo que debes saber. Ya no hay vuelta atrás, Lothriel- su rostro se dulcificó-. No puedo darle a tu madre lo que quisiera, pero sí puedo aceptar a esta bella hija que me ha enviado.

- Muchas gracias..., padre- sonrió la joven tímidamente. Sintió que los ojos se nublaban por las lágrimas. Le había apenado mucho saber que su madre había luchado en vano por el hombre que amaba, pero no podía evitar emocionarse de alegría al saber que su padre la reconocía.

- Quisiera que le llevaras un mensaje a tu madre, Lothriel- dijo Legolas, alejándose de ella, para mirar por la ventana.

- Lo que usted diga.

- Si ella es consciente de lo que ha hecho, aunque estoy seguro de que lo es, me gustaría poder verla, para aclarar todo personalmente.

- ¿Quiere decir que irá a verla?

- No puedo dejar Ithilien- contestó Legolas-. Aquí está todo lo que más amo: mi esposa y mis hijos. Sería muy extraño que partiera sin decirles un motivo coherente. No, tu madre tendrá que venir- se volvió para mirarla-. Dile a Galadwen que la estaré esperando, si es su deseo aclarar todo esto.

- Lo haré, padre- contestó Lothriel-. ¿Debo...? ¿Debo decirle que usted está casado?

- Sí. No pretendo que se encuentre con una sorpresa así, sabiendo que...

- Que ella aún lo ama- dijo la joven, terminando la frase.

- Exactamente.

- ¡Oh, tenemos visitas!- exclamó Mislif, quien volvía d su paseo. Se había encontrado con Lothriel, quien descansaba y pensaba en un jardín de la casa-. Buenas noches.

- Bu- buenas noches. ¿Usted es Lothril?

- ¿Lothril?- aunque no quería parecer decortés, Mislif estalló en una sonora carcajada-. ¡Oh, lo siento, pequeña! No, yo Mislif, la madre de Lothril.

- ¿La madre...?- exclamó Lothriel, sin querer-. Pero... ¡si es usted muy joven!

- ¡Oh, ni que lo digas!- sonrió Mislif, haciendo un movimiento de manos-. Con treinta y seis años ya no se es tan joven, pequeña.

- Usted no representa esa edad, señora- balbuceó la joven.

- Es una larga historia- dijo Mislif-. ¿Cuál es tu nombre?

- Lothriel- contestó ella-. Vengo de las Tierras del Norte.

- ¿Lothriel? ¡Se parece a...! ¿Eres del Norte? ¡Oh, yo también soy de ahí! Mejor dicho, soy de Pueblo Gris. A los pies de las Montañas Gris. ¿Lo conoces?

- No, señora.

- ¡Oh, deberías ir!

- Pero el nombre lo he oído muchas veces...- murmuró Lothriel-. Creo que mi madre hablar ha estado en ese lugar.

- ¿Tú eres de la aldea próxima a mi pueblo?

- Así es.

- ¡Lothriel!- se oyó la voz de Legolas, que se acercaba a paso rápido.

Mislif estaba casi segura de que Legolas se había puesto nervioso al verlas conversando. El Elfo le dijo a Lothriel que su caballo ya estaba listo para partir a casa.

- ¿Caballo? ¿Por qué se irá tan pronto, Legolas?- preguntó Mislif.

- Hay un asunto que Lothriel y yo debemos solucionar- se limitó a decir él-. Sin embargo, espero que cuando todo esté bien, vuelvas cuando quieras, pequeña.

- Entiendo. Muchas gracias. Partiré lo más pronto posible- contestó la joven.

- ¿Quién era aquella joven, Legolas?- preguntó Mislif, sentada al borde de la cama-. Se parecía a... ¡No me lo vas a creer! Pero creí que... se parecía a ti.

- ¿A mí?- preguntó Legolas sobresaltado-. Eso es porque ella es... es... una prima.

- ¡Oh! No la conocía- sonrió Mislif, mirándolo fijamente-. ¿Vino con algún mensaje de tu padre?

- S- sí...

- ¿Desde cuándo el Rey Thranduil del Bosque de las Hojas Verdes envía a una joven sola y prácticamente indefensa a dar un mensaje a su hijo lejos en el Sur?

- ¿Y desde cuándo una joven se casa con un Elfo y lo acosa a preguntas?- replicó Legolas algo molesto. ¡¿Por qué tenía que ser tan astuta Mislif!

- ¡Bah! Haz lo que quieras, odioso- exclamó ella, acostándose, mientras le daba la espalda.

- Perdóname, por favor- murmuró el Elfo-. No sé por qué estoy así...

- Algo te dijo aquella joven, lo sé- gruñó Mislif, sin mirarlo-. Y aunque te molestes conmigo, no creo ni pizca tu mentira de que trae un mensaje del Rey- hubo una pausa-. Cuando hayas solucionado tus problemas anímicos, y te sientas mejor, hablaremos. ¡Buenas noches!- sopló la vela que estaba sobre su mesita de noche y todo quedó a oscuras.

- Mislif...

- ¿Qué?

- ¿Alguna vez has dudado que yo te ame?

- ¿De qué hablas, Legolas?- preguntó Mislif sorprendida. Se sentó en la cama y vio al Elfo sentado junto a ella. Tenía una visible mirada de tristeza en los ojos.

- Respóndeme, por favor.

- No, nunca he dudado que me ames- contestó Mislif, mirándolo fijamente.

- Me alegro mucho de saber eso- sonrió Legolas, tristemente-. Me alegro, porque siempre que te lo he dicho ha sido de verdad.

- A veces no hay necesidad de decirlo, si con gestos y actos puedes demostrarlo también- dijo ella. Hubo una pausa más larga-. ¿No quieres decirme qué te dijo aquella joven?- Legolas no contestó-. Buenas noches- gruñó Mislif, cubriéndose nuevamente con las frazadas.

- ¿Estás molesta?

- No.

- Sí lo estás.

- No tengo por qué estarlo. Todos tenemos secretos, y tú no serás la excepción.

- Mislif... Antes de conocerme, ¿te habías enamorado?

- ¡Ya basta, Legolas!- exclamó Mislif, poniéndose de pie-. ¡No estoy dispuesta a soportar tus interrogatorios, si tú no eres capaz de contestarme una mísera pregunta!

- Pero...

- Si de verdad quieres saber si me había enamorado antes, te diré que sí- dijo molesta. Legolas la miró fijamente-. Mi primer amor fue Gimli.

- ¿Podrías tomar en serio mis preguntas?- preguntó Legolas molesto.

- ¡No! No hasta que me digas la verdad- contestó ella-. Hasta entonces, ¡me voy!

- ¿A dónde?

- A dar una vuelta. La noche está hermosa y quiero respirar aire fresco. ¡Buenas noches!- dijo la joven por tercera vez; se puso un abrigo sobre la camisa de dormir y salió de la habitación.

- Quisiera poder responderte, mi joven dama- murmuró Legolas-, pero no sé cuál va a ser tu reacción cuando te enteres de todo esto.