Capítulo dos:

¡Hagan lo que digo!

Todo se encontraba en completo silencio, por lo cuál Miroku decidió tocar la puerta. Supuso que no recibiría repuesta, pero jamás imaginó que la puerta estaría abierta. Como buen curioso qué es, el muchacho entró al departamento de InuYasha. Caminó lentamente, susurrando el clásico: '¿Hola?' temeroso.

Escuchó ruidos en el cuarto de arte.. Así que con gran sigilo, fue hacia la puerta donde había un gran cartel: 'GENIO ARTÍSTICO TRABAJANDO'… colgado. No escuchó nada, debió ser su imaginación, seguramente.

–I-Igarashi... –un quejido ronco salió de la habitación, un poco ahogado, sin embargo al estar cerca de la puerta Miroku pudo escuchar.

–Aguanta, aguanta... Ya termino –pedía la voz de su amigo entre jadeos -. Vamos, sólo un poco más y todo estará listo, aguanta.

Los ojos de Miroku, grandes como platos, fueron a parar sobre la puerta. ¿Era él o InuYasha…? Se acercó un poco más hacia la puerta, debía saber, debía escuchar. ¿Huh¡Ah, dicen que la curiosidad mató al gato! (y en su defecto, al humano llamado Miroku).

–¡No puedo, Igarashi, no puedo¡Me duele! –exclamó la voz femenina un poco histérica, de fondo se escuchaban los quejidos que de a poco lanzaba InuYasha -. ¡Sí no lo haces ahora...¡Apúrate, te dicen¡Duele..!

Se produjo un silencio, descartando los gemidos y susurrantes suplicas de la mujer que acompañaba a InuYasha. La mente de Miroku ya empezaba a trabar a mil por ahora, manteniendo sus ojos abiertos como platos. ¿Sería Kikyo, tal vez¿Pero no estaba de viaje a Inglaterra?

–¡Espera un poco más, ya termino, Higurashi¡Sé que duele, pero ya termino! –exclamaba InuYasha, volviendo a su acostumbrado tono, indicándole al joven de ojos azules que su paciencia ya había tocado el punto máximo.

Levanto una ceja. ¿Punto máximo¿No hubiera sido mejor, 'ya la había perdido'? Movió la cabeza, de un lado a otro, agudizando el oído.

–¡AHHH! –el grito femenino fue demasiado fuerte, y seguido de eso, una exclamación de InuYasha y, a su vez, el ruido de dos cuerpos cayendo al piso… O eso suponía Miroku.

El joven monje (cómo Inu se empeñaba a llamarlo), se tapó la mano con la boca, intentando no romper en carcajadas. Había escuchado todo¡ahora InuYasha sabría lo que era sentirse en su piel, cada vez que le chantajeaba con eso!

–¡Pero qué idiota eres, Higurashi¡¿Cómo se te ocurre...! –Inu empezó a toser -. ¡Sé más cuidadosa la próxima vez¡¿Quieres!

Hermosa forma tratas a tu 'acompañante', amigo mío. Pensaba Miroku, bastante extrañado por el tono de voz de InuYasha. Por lo que él sabía (mejor ni hablar), suelen tratarse con más cariño en 'esas situaciones'.

–¡Cómo si fuera mí culpa¡El que tiene que ser más cuidadoso eres tú, no yo! –dijo Higurashi entre su tos estridente -. ¡Te dije que me dolía¡Insensible! Sólo te aprovechaste de mí.

–¿Perdona¡¿Qué yo qué! –la voz de InuYasha sonaba bastante indignada -. Sí mal no lo recuerdo, es por culpa de Midoriko qué estemos aquí. ¿Por qué tenía que ser en mi casa y no en la tuya, ya qué molestas tanto?

La chica no dijo nada.

Creo qué es la hora de marcharme.. suspiró Miroku, dando media vuelta y comenzando a caminar tres pasos, pero deteniéndose en seco al percibir una mano en su hombro. Sintió como unas dagas se clavaban en su nuca, literalmente era matado por unos pares de ojos violetas. Tiritando levemente, el joven Miroku dio media vuelta, enfrentando la cara furiosa de InuYasha.

–¡Miroku...! –empezó a gruñir el joven, con una mirada muy parecida a la de Sango cada vez que le sonreía a una mujer.

Ante tal parentesco, una gotita resbaló por la frente del monje. ¿Cómo diablos salía de esta, ahora?

–I-InuYasha.. T-Te estaba buscando, a-amigo m-mío –río nerviosamente, colocando una mano tras su nuca. Nada lo salvaría de ésta, lo sabía muy bien. Bueno, un milagro, tal vez, pero ellos no llegan a gente como él.

–¿Igarashi¿Qué haces? –la voz proveniente de Higurashi, hizo que InuYasha girara su cabeza molesta hacia ella, pero de repente sintió como apretaba al aire. Al segundo siguiente, lo que vio lo dejó petrificado: Miroku arrodillándose y agarrando las manos de Kagome con suavidad, los ojos brillantes y soñadores -. ¿H-Hola?

Miroku utilizó lo mejor que sabía hacer: seducción.

–¡Oh, pero qué hermoso ángel tenemos aquí! Nunca e visto demasiada belleza en una sola mujer, bella mía –Lentamente, las mejillas de Kagome se tiñeron de un rosado leve, aquello molestó a InuYasha -. Siento cómo mi corazón palpita con rapidez, a causa de verla parada allí simplemente. Sí la belleza fuera un instante, usted sería la eter...

El joven Igarashi tronó su dedos y se acercó a Miroku, interrumpiendo su piropo y lo agarró de una oreja. ¡Ese Miroku! Ya me la pagará. Literalmente lo arrastró hasta el living, de un simple movimiento lo sentó en el sofá azul y le mostró su mejor cara 'te voy a matar en cualquier momento' que podía hacer en ese momento.

–¿Qué haces aquí¿Acaso no te enteraste qué tengo timbre, eh, monje? –preguntó retóricamente el muchacho de ojos violetas, cruzando de brazos hasta el pecho y, si fuera posible, echando lanzas por los ojos.

Miroku suspiró y sonrió calmadamente, cómo siempre lo hacía ante cualquier problema.

–Lamento interrumpir tu momento de 'diversión', InuYasha, pero la próxima vez avísame. Tal vez así no te interrumpiría tanto –contestó mirándolo pícaramente.

Los ojitos de InuYasha se abrieron confundidos.

–¿De qué estás hablando, Miroku?

El chico de coleta baja río.

–No te me hagas el ingenuo. Escuché todo.

Silencio.

–.–

¿Qué es lo estará haciendo InuYasha al pobre hombre? Se preguntó Kagome, cuándo escuchó algo parecido a un gruñido y también golpes secos, los que siempre sucedía cuándo uno se golpeaba la cabeza fuertemente. Se cruzó de brazos y observó la habitación una vez más.

Sacar aquel baúl no fue buena idea, el chico tenía razón esta vez. Ahora lo que veía era un enorme baúl viejo de madera, lleno de polvo y los restos de lo que era una cucaracha o de una araña, no le interesaba saber, suficiente tenía conque eso rozara su pie. Además, la caja grande de madera pesaba más de lo que creía, hasta InuYasha no podía solo con ella. Por lo tanto, había querido de buena gana ayudar.

¿Recompensa? Unos cuántos insultos de Igarashi, un insecto asqueroso rozando su pie y un terrible dolor en su cintura y brazos. ¿Qué más podía faltar¡Ah, sí! Ya lo recordaba: iba a ser la modelo del cuadro de InuYasha. Él se encargaría de dibujarla, ella lo pintaría, asumiendo que era lo único realmente buena para el trabajo.

Fijó su vista azul en el cuadro en dónde estaba la novia de InuYasha, o eso le pareció. No era nada feo el cuadro, estaba excelentemente dibujado y pintado con la más mínima delicadeza que ella vio jamás, aún así el cuadro de InuYasha no lograba convencerlo. ¿Por qué es tan duro con él mismo? Pensó Kagome, viendo otra pintura de InuYasha; esta vez sí tenía un titulo: 'Las soledades de luna nueva' y sólo había un campo lleno de flores, el cielo azul, unas perfectas estrellas que parecían brillar y sin la luna.

Aún que… parece un poco solitario Agregó para sí misma, encerrando los ojos. Agarró un mechón de su cabello, y comenzó a jurar inocentemente con él. Los rayos del sol pegaban dulcemente contra su figura, haciéndola ver más tierna e ingenua.

–Disculpa por mi amigo, siempre hace lo mismo –dijo InuYasha, quedándose quieto al ver que Kagome descubrió su cuadro -. Oh¿no lo había tapado? –su voz demostró dureza, tanto que la mueca confusa de Kagome frunció el ceño con algo de miedo.

El muchacho agarró la sabana blanca que estaba en el suelo y tapó el cuadro. Nadie debía verlo, aquello había sido su primera pintura para su madre y, verdaderamente, no estaba muy orgulloso de ella. Lo había hecho en un momento de soledad, y cómo su madre era un poco melancólica y le gustaban mucho esas noches sin luna, optó por hacerla; así se descargaba un poco.

–¡Ah! No te preocupes, me pareció simpático –sonrió Kagome, tratando de aliviar un poco la tensión que creció entre ambos –. Verdaderamente, quiero hablar con Midoriko. Aún no me quedó bien claro por qué tengo que trabajar contigo.

InuYasha asintió complacido.

–La verdad que sí, aún no sé porqué me mandaron a mí para trabajar contigo. Tal vez, la próxima vez, tendré que decir: 'No trabajo con TONTAS'

–¡Eres inaguantable!

–A igual que tú.

Kagome echaba humo por las orejas. Ese tipo la tenía harta.

–¡Me voy!

InuYasha agarró un brazo de ella y la arrastró hasta la puerta de salida. Kag soltaba algunos lamentos, seguidos de sus estridentes y molestos: '¡SUÉLTAME!' demasiado chillones en los oídos del muchacho.

–¡Pues ADIÓS! –gritó Inu, echándola literalmente a Kag, dejándola en puerta -. ¡Ojalá no tenga que verte nunca, zorra! –agregó antes de cerrarla en la narices de ella.

–¡Perfecto¡Me sacaste la palabra de la garganta!

Y, a igual que Inu, cerró la puerta con fuerza.

–.–

¡Esto no es justo! las lágrimas salían de sus ojos, simplemente aquellas palabras eran dolorosas para su persona y ella nunca había recibido tantos insultos por solo mirar un cuadro. ¿Por qué siempre terminamos peleando así? Con la manga de su chaqueta, Kagome se limpió el rostro, tratando de sonreír. ¿Por qué me duelen tanto sus palabras?

Se sentó en su cama, recostando su cabeza en la almohada y mirando el techo... Pensaba en un millón de cosas, sentía que su corazón pronto iba a estallar y aún no entendía porqué. Sentía la presión que InuYasha hizo en su brazo y su rostro enojado estaba en su mente, haciéndole comprender que para él no era de su agrado. Además... tiene novia, Kagome. Se dio vuelta, con los ojos cerrados, intentaba dormir... calmarse un poco. Sí, eso era lo que necesitaba: descansar y calmarse.

Había que darle tiempo al tiempo, tal vez en cuestión de días InuYasha dejaría de ser tan rudo con ella. Dejaría de molestarla e insultarla. Tal vez… llegarían a ser 'amigos'.

Suspiró. Pero lo único importante aquí, ahora, es terminar el cuadro. Ya tendremos para amistades. Pensó Kagome muy cansada, acomodando su cabeza y soltando una risita divertida. Aun que hubiera soltado unas lágrimas, aún que InuYasha era sinónimo de problemas y aún que debería soportarlo un mes entero… Todo esto era muy divertido.

Sin embargo, InuYasha no parecía encontrarle el chiste.

–.–

¡Maldita Midoriko!

Golpeó con fuerza la pared, soltando un suspiro frustrado. ¿Siempre se empeñaba a echarle la culpa a los demás? No. No era él, sino Higurashi, generalmente nunca trataba así a una mujer; trataba de ser más cortes –estúpidas cosas que su madre le enseñó- pero no podía hacerlo con ella. ¿Qué le sucedía?

Algunas veces pienso demasiado¡Keh! Bufó molesto, cruzando los brazos a la altura de su pecho y recostando su espalda contra la pared que hace instante había golpeado. Odio cuando lo demás tienen razón.

Cerró los ojos un momento, como pretendiendo descansar, sin embargo… la sonrisa de Higurashi estaba allí. ¿Es qué se parecía a Kikyo¿Era eso? No, no es eso… No se parecen en nada, pero... ¿Por qué debo pensar en ella!

De pronto, los recuerdos llegaron a su mente. Debería ser la primera vez que se conocieron, lo recordaba muy bien. Demasiado bien.

Flash Back–

Era un fin de semana, un viernes para ser exactos. Debería ser un día de sol, hermoso, que daba la sensación de libertad y paz. Los pájaros estarían revoloteando por ahí, llenando de música los rincones de la ciudad de Tokyo; los niños estarían afuera de sus casas, o en el colegio en todo su defecto. Sin embargo, el destino no lo quiso así…

Bueno, en realidad la Madre Naturaleza no lo quiso así. La lluvia golpeaba sin piedad el suelo, algunos estudiantes del Instituto de Arte Urasue –prestigioso colegio- seguían en el edificio; tal vez por olvidar sus paraguas, como InuYasha, por ejemplo.

El muchacho observaba atentamente la lluvia caer, pensando en Kikyo y su relación. Desde que ella se había ido hacia Inglaterra, tenía más libertad. Ahora podía volver a hablar con sus amigas, con Rin y Ayame… pero no se acostumbraba.

Siempre estuvo libre, y la mayoría de sus peleas fuertes con Kikyo era eso, y ahora que ella se iba de viaje… Él la extrañaba¿verdad? Bien sabía que la repuesta era no. Se sentía culpable por no amarla de verdad, por sentirse feliz de que ella se fuera de su lado. De poder respirar abiertamente el aire y sin temor que su novia le hiciera otra escena molesta.

Lentamente la lluvia iba cesando, hasta convertirse en una leve llovizna. Aprovechando la repentina baja de agua, InuYasha salió por detrás de colegio, donde se encontraban la cancha de football y donde se practicaba la arquería. Era su atajo para ir rápido hacia el departamento.

Y… de repente, ahí la observó.

Sin saberlo, fijó sus ojos violetas en el cuerpo de Kagome Higurashi. Estaba sentada a los pies de un árbol, abrazándose a sí misma y ocultando su rostro entre las piernas. Tal vez sea por lastima, o por aquel tirón del corazón, se acercó a ella. No es que sería una gran ayuda, necesitaba contenerla sin embargo.

–O-Oye¿estás bien? –preguntó sin saber realmente que decir. ¿Cómo debía actuar sobre ella¡Lo único que sabía es que era la segunda mejor alumna de la escuela!

…Él era el primero, pero nada tenía sentido ahora: sólo ella y la tristeza que la rodeaba.

Y, entonces, por primera vez en sus vidas, pudieron verse realmente a los ojos. Los ojos violetas se encontraron con los confundidos y tristes ojos azules de ella. La lluvia se hizo más fuerte, pero InuYasha no le importó… Oh, no¿cómo le iba a importar?

Porque… porque… porque Kagome lo había abrazado repentinamente. Sí, estuvieron unos segundos en silencio, comprendiéndose con las miradas y ella, de la nada, se abalanzó a él; rodeándolo por el cuello y llorando en su pecho.

El muchacho, aún aturdido, la rodeó, correspondiendo al abrazo, con un brazo. ¿Qué le sucedía¿Por qué no podía emitir ningún sonido¿Qué era esta sensación… de abrazarla más fuerte? Entrecerró los ojos, apoyando su mentón en la cabeza de la joven.

–Mi mamá… murió… –murmuró Kagome, abriendo su corazón y llorando sus penas. Sabía que era InuYasha, y nunca antes se había sentido tan refugiada en otros brazos; descartando a los de su padre y madre... Pero ellos ya no estaban.

Primero fue su padre, muriendo en un accidente del trabajo. Y ahora era su madre, abandonándola por un accidente de auto. ¿Por qué a mí¿Por qué? Soltó más lágrimas, aferrándose más a su consolador. Sentía tanto vacío en su pecho, estaba sola…

–Estoy… estoy contigo.

Kagome abrió los ojos con sorpresa¿qué había dicho? Y, entonces, pareció comprenderlo. Es cierto, estaba sola… sola pero con InuYasha a su lado, correspondiendo su abrazo, sin siquiera conocerla y consolándola. Entre tanto dolor, sufrimiento y confusión, esbozó una sonrisa

Fin del Flash Back–

Es verdad… Luego le dí mi chaqueta y comenzó este lío. InuYasha despertó de sus recuerdos, al escuchar el timbre sonar. Miró desinteresadamente la marca, junto a otras, de la pared. Se encogió de hombros y se acercó a la puerta.

Cómo aquél día, los ojos violetas pegaron contra los ojos azules de ella. En vez de estar confundidos o tristes, tenían un deje de arrepentimiento y una pequeña chispa de alegría. El chico parpadeó repetidas veces, hasta estar seguro que no era una ilusión.

–Igarashi, te propongo una cosa –dijo Kagome alegremente -. Quiero que volvamos a empezar.

–¿Eh?

–¡Sí! Lo qué pasa es qué creo que comenzamos con el pie izquierdo –continuó la muchacha, sin tomar en cuenta la confundida mirada de InuYasha -. Quiero volver a empezar, deseo que nos llevemos bien. ¿Te parece?

Pudiera haber dicho que era una estupidez, o qué solo la necesitaba para hacer el trabajo que Midoriko les mandó. O simplemente, cómo tantas veces antes, hubiera cerrado la puerta en la cara. Pero no lo hizo, su mirada risueña y esperanzada… se lo impedía.

Tal vez me arrepienta de esto.

–Yo soy Kagome Higurashi, encantada de conocerte –sonrió ella, extendiendo su blanca mano.

InuYasha la observó por unos momentos, alzando sus cejas. Tal vez sea un mal presentimiento... Pero.. Recordó la tarde en que llovía y… sonrió, entrelazando su mano con la de Kagome, en un gesto cordial y amistoso.

–Yo soy InuYasha Igarashi.

Pero no quiero ver a Kikyo en ella.

–.–

–¿Qué tienes que hacer qué! –rigió la voz de Sango, atraves del teléfono de Kagome.

Ella reprimió un respingo, semejante susto se había llevado. Frunció el ceño, no entendía la extraña actitud de Sango¿qué problema había? Además, no le gustaba que la asustaran; mucho menos que la despertaran de sus pensamientos.

–Mi profesora (ya sabes, Midoriko), me mandó a mí a que sea el retrato de I… InuYasha –su mirada azulada se suavizó un poco, al recordar su trato -. Supuestamente: InuYasha le dijo que no encontró una modelo para un trabajo que le había mandado. Vio algo 'especial' en mí, y me obligó, diciendo que si no lo hacía me costaría la mitad de la notas.

–Realmente lo siento por ti, Kagome-chan...

La chica se encogió de hombros, aún que Sango no la pudiera ver.

–Tsk, le debía el favor. Además… –repentinamente no le salía la voz por tener tanto sonrojo en el rostro. ¿Pero qué diablos le pasaba? -, él me pidió que modelara otro más.

–¿Otro más? –preguntó Sango, confundida, detrás del teléfono.

Kagome asintió.

–Sí, dice que quiere probarme algo.

–Mmm.. Esto es extraño –dijo Sango, más para sí misma que para Kagome -. No quiero que te fíes, Kagome. Algo aquí no huele bien, aunque mi sentido del olfato no sea tan bueno como el de un perro. Intuición femenina, quizás; sólo quiero que te cuides de él. Recuerda: tiene novia.

De repente, sintió un agujero en pecho.

–Ahá. Nos vemos, Sango-chan –y Kagome cortó.

¿Por qué siempre deben recordármelo? Lentamente, fuera de su orden y de una lógica explicación, las lágrimas salieron de sus ojos. ¿Lloraba, por InuYasha? No podía ser. No, tal vez sea por otra cosa… InuYasha… Tal vez estaba recordando a su madre, o a su padre. InuYasha…Más lágrimas cubrían sus ojos, al imaginarlo besando a su novia. InuYasha… ¿Por qué me haces esto?

No importa lo que piensen ustedes dos… ¡Hagan lo que digo! La voz de Midoriko fue bastante clara y fuerte, recordó Kagome, limpiándose por centésima vez su rostro. Debía hacerlo, porque la obligaban… Y porque quiero conocer a InuYasha Igarashi…

Continuará…