Ninguno de estos personajes me pertenece. Ya quisiera, tener a InuYasha sería todo un logro y hermoso sueño.
Datos de Interés:
Texto en cursiva Pensamientos de los personajes.
–.– Cambio de escena.
FLORES AMARILLAS
Capítulo Tres:
Tic, tac, tic, tac, tic..
, ..–¿Está bien así? –habló Kagome, finalmente, luego de varios minutos de silencio. Desde que había entrado una vez más al departamento de InuYasha, se habían tratado con gélido respeto y el matutino 'hola', puesto que no tuvieron clases hoy.
El muchacho se la quedó mirando, sin decir ni una palabra. ¿Para qué? Podía ver en sus ojos que no deseaba hablar. Demostraba tanta frialdad, sabía ocultar sus sentimientos. Maldita zorra, pensó InuYasha, apretando los puños y asintiendo definitivamente. Vio como Kagome levantaba su barbilla, y orgullosa, parecía ni respirar.
Necesitaba ver el mismo brillo que vio la primera vez, el mismo que siempre vio en los ojos azules de ella. El mismo brillo que la diferenciaba tanto de… No, por una sola vez, por esta única vez, deseaba no nombrarla; ni siquiera hablar de ello.
–Solo cállate –dijo InuYasha.
Se sentó en un banquillo alto, frente al cuadro en blanco. Tomó un lápiz y se quedó mirando la hoja, observando de reojo a Kagome. Si seguían así, nunca podría terminar el trabajo de Midoriko y mucho menos su otro retrato. Por suerte, Higurashi no iba a la misma clase que él, ojalá que no se enterara. Sería hombre muerto.
Y, así, entre miradas fugaces que ambos se regalaban, pasó la tarde. Más silencio, y silencio y silencio. Oh, Kagome tosió y se movió un poco, InuYasha pasó por alto esto. Las horas, los minutos… Los segundos. Lentos, como una tortuga, era como si estuvieran mirando la vida de una planta, esperando a que crezca. Vaya, ahora era el turno de InuYasha toser.
Se oyó el ruido del teléfono. Había tanto y tanto silencio incómodo, espeluznante –por llamarlo de algún modo- que los dos saltaron, asustados. InuYasha pidió permiso, como escasas veces sucedía, dejando a Kagome nuevamente en aquél cuarto de arte.
Así no se puede, Kagome, así no se puede, se dijo, frustrada. No comprendía el por qué de su actitud, sólo… sólo le salía. Pensaba una y otra vez en escenas pasadas, e imaginaba a la novia del muchacho entre sus brazos, como ella. Tanto una ola de tristeza como de furia nacían de su pecho y se expandía por todo su cuerpo, llegando a su cerebro. ¿Pero qué me pasa?, se preguntó Kagome, poniendo una mano en su pecho, ¿por qué debo pensar en ellos dos?
, se dijo, frustrada. No comprendía el por qué de su actitud, sólo… sólo le salía. Pensaba una y otra vez en escenas pasadas, e imaginaba a la novia del muchacho entre sus brazos, como ella. Tanto una ola de tristeza como de furia nacían de su pecho y se expandía por todo su cuerpo, llegando a su cerebro. , se preguntó Kagome, poniendo una mano en su pecho,–Lo siento, Kagome, pero es que... –InuYasha paró su explicación cuando entró, viendo el rostro sorprendido de la muchacha -. ¿Eh? .¿Qué te pasa?
Ella parpadeó.
–Nada, pero es la primera vez que me llamas por mi nombre –sonrió ella, mostrando una sonrisa pura y limpia, con sus ojos brillantes.
Tan brillantes… Eso era lo que InuYasha quería, ver sus ojos azules brillantes de felicidad, no de lágrimas, como la primera vez.
–Tengo la ligera sospecha de que nos estamos llevando mejor –agregó Kagome, como cantando la ultima parte, bastante risueña.
InuYasha la miró un poco confundido. Pero es bastante extraña.
–Cómo te estaba diciendo –volvió al tema el muchacho, carraspeando incómodo. De pronto, su cabeza estaba en blanco -: Mi amigo Miroku me acabó de llamar, diciéndome que tiene un problema. Luego continuamos. ¿sí?
–Sí, pero...
–Así que puedes irte ya, que molestas.
–¡Oye! Esta bien, me iré, pero...
–¡Bien! Vete –dijo InuYasha, desabrochando su camisa –sí, la azul- de pintura. Al mirar sobre su hombro, vio que ella aún estaba ahí -. ¿Te vas a ir, zorra?
–¡Ya deja de llamarme así y de interrumpirme! –gritó la chica, ya echando humo por las orejas y lanzando chispas por los ojos -. ¿Pero qué te pasa? .¡Primero me llamas, diciéndome que estás desocupado y que te modelara, luego llaman por teléfono y ahora te vas!. ¿Pero quién te entiende!
InuYasha pareció hacer oídos sordos a su monólogo, puesto que se sacó completamente su camisa, dejando su torso al descubierto. Kagome se calló de repente, agarrándole una 'extraña' tos al verlo así. Se sonrojó extremadamente. ¿Pe… pero qué rayos le pasa?, se cuestionó ella, olvidando que no maldecía.
Lanzando algún comentario: InuYasha era extremadamente apuesto con sólo un pantalón negro. Si tan sólo volviera a soltarse el cabello, pensó Kagome, quedándose definitivamente hipnotizada. Es que… ver su espalda desnuda, mostrando sus no tan marcados músculos; el sol pegando a ella, haciéndola casi brillar... le era atractivo. Muy atractivo.
No sé por qué, pero ahora InuYasha me está empezando a parecer atractivo, pensó ella sin darse cuenta, volviendo a sonrojarse.
–Escúchame, zorra –puso más énfasis al 'zorra' -, mi amigo está en problemas y a ti no te concierne nada. Hago lo qué se me dá la regalada gana. Déjame de mirarme y… ¡Vete! –pero esta vez, ella parecía hacerle oídos sordos.
Y, entre explorando su pecho con la mirada, Kagome dio justo con los ojos violetas de InuYasha. Él abandonó su expresión fría y distante, la misma que tomó ella, para mirarla también; devolviéndole la mirada con un brillo especial, mucho, muy especial. InuYasha… Pensó ella. Kagome… Pensó él. Y, justo al unísono, una cálida sensación en su pecho, seguido de un rítmico latir del corazón, le sucedió a ambos. ¿Qué significaba aquello?
Sin decirse nada, se miraron fijo, con la clase de sonrisa prolongada, lenta e íntima que en general se asocia a las parejas que se han visto separadas por la guerra o alguna calamidad, y luego vuelven a reunirse.
–.–
–¿De verdad¿estás segura, segura? –preguntó Sango, con la voz lenta, como sí su amiga le hubiera dado una repentina demencia mental.
Kagome pegó unos cuantos brinquitos en el lugar, para luego seguir paseándose por su pequeña habitación. Sango justo la había encontrado con un camisón muy cortito, casi hasta la mitad del muslo, por que claro, estaba intentando hacer lo que una persona medianamente normal haría. ¡Tontos sean los del 49!. ¡No se puede dormir en paz ni un viernes!
–¡Sí! Yo nunca miento, Sango –contestó Kagome, exasperada. Se detuvo y tomó aire, se acercó a la cama y se sentó en ella, apoyando sus codos en las rodillas y sus manos sostenían su rostro -. No sé qué me sucedió..
–Dímelo a mí –gruñó Sango, cruzándose de brazos -. ¿A qué no sabes quién vino al club? Descontando a Kouga, por supuesto.
Ella parpadeó confundida.
–¡Vamos! Tú lo conoces. Te daré una pista: Es debilucho y le encanta la medicina natural –río Sango, tan fresca y tranquila como Kagome nunca antes la había visto.
–¡Oh! .¡No me digas qué vino él! –exclamó Kagome, tapando su boca, sorprendida al ver como su amiga asentía. Ambas soltaron chillidos, muy parecidos a la risa hiena, que a la humana
Hace tanto tiempo que no oyó hablar sobre ese muchacho, Hoyou, que le sorprendía de sobre manera. Hoyou fue su amigo desde la primaria, salió varias veces con él, pero siempre fueron arregladas por sus amigas, Yuka y Eri, diciendo que él estaba predestinado para ella. Como Yuka le encantaba todo sobre la adivinación y la astrología, consultó al tarot.
'–Un muchacho apuesto, alto, te hará sentir la mujer más feliz del mundo, Kagome-chan. ¡Ya sabía! .¡Hoyou es el hombre de tu vida!'
Aquellas palabras, aún resonaban en su mente cada vez que escuchaba ese nombre. Si fuera Hoyou el hombre de mi vida, yo no estaría pensando en él, Kag pensó, mordiéndose el labio. Luego de varios minutos hablando, Sango se fue, diciendo que debía cuidar a Kohaku, porque tenía fiebre.
Toc, toc…
Ahí, otra vez la famosisíma puerta. Otra vez, el destino.
–¿Se te olvidó algo…? –preguntó Kagome, pensando que era Sango quien llamaba su puerta.
Pero no. No era Sango… Sino InuYasha. Entonces, Kagome recordó el pequeño camisón que traía puesto. Recordó también que era un poco traslucido, pero no revelaba tanto. Aun así…
–.–
–¡.¡Ya vete!.! –rugió la voz de Kagome, tras su puerta.
No recibió repuesta. Ningún 'zorra', nada. Escuchaba la música del 49 pero no los gritos de InuYasha. ¿Se habrá ido?., se preguntó viendo por la cerradura, si había alguien.
InuYasha se encontraba tan ofendido, que decidió no decir palabra alguna y se fue directamente hacia su departamento. Realmente, sólo fue a pedir azúcar y ella lo había echado, diciéndole pervertido y a punto de pegarle una cacheteada. No debió comportarse así. No era su culpa que a ella se le ocurriera utilizar su estúpido camisón.
Pero, es que me puso nerviosa que él me mirara. Nunca antes un hombre la vio tan así. Creo que debo ir a disculparme. ¡.¿Por qué siempre debo ser yo?.!
Nunca antes un hombre la vio tan así.Kagome agarró una de esas chaquetas grandes, que le llegaba hasta la rodilla y salió de su pequeño departamento. Comparado con el de InuYasha, éste parecía un lugar donde su guardaba los artículos de limpieza. Eso me pasa por no tener tanto dinero.
'TOC, TOC..' Golpeó una vez más su puerta.
InuYasha salió malhumorado. Su humor no cambió al verla una vez más.
–¿Qué? .¿Vienes otra vez a gritarme? .¿O se te olvidó pegarme? –preguntó sarcásticamente. Kagome ya se esperaba algo así, entonces mordió su lengua y sonrió forzada.
–No. Vine a disculparme –susurró, jugando con sus dedos -. Es que, bueno… ¡Hay! Sólo discúlpame, .¿sí?
Grr, .¡ésta mujer no es sincera, pensó Inu cruzándose de brazos y frunciendo el ceño. Pero claro, como debía terminar el trabajo.. Rayos, esta era tu estúpida suerte. De mala gana, asintió, aceptando sus disculpas.
–¡Gracias! –exclamó Kagome jovial, haciendo una reverencia respetuosamente -. Oye, InuYasha, .¿podrías venir a mi departamento mañana?
InuYasha la miró despreocupadamente, pero interesado. Al fin conocería su casa, y podría decir que clase de persona era ella.
–¿Para qué? Sí sólo tenemos que hacer dos retratos.
La chica sonrió nerviosa, colocando un mechón rebelde tras su oreja.
–Pueees… La directora me pidió eso –se sonrojó, aquella mujer Urasue fue bastante clara en sus palabras, al enterarse que Igarashi era quién la retrataba -. Dijo que... Una mujer prestigiosa necesitaba un retrato.. –fue callada por la mirada del muchacho.
–Esa vieja bruja tiene una manía conmigo. Me imagino que esa fue su excusa –agregó más para sí mismo que para Kagome -. Esta bien, más trabajo para nosotros.
Los dos suspiraron al mismo tiempo, derrotados. No iban a dejar su vida en paz.
–¿Y por qué quieres hacer otro retrato mío, InuYasha? –cuestionó Kagome, recordándolo, frunciendo levemente el ceño, haciéndola ver más inocente. Como cuándo me enteré de su existencia, se dijo InuYasha un poco divertido.
–¡Keh! Para saber cuál es el más feo, zorra –puso los ojos en blanco, sarcásticamente.
La chica le pegó un puñetazo en el brazo, molesta. ¿Por qué se empeña en llamarme así!
–Mi nombre es Kagome. KA-GO-ME –rugió la chica, yendo hacia su departamento -. Mañana; tres de la tarde. Nos vemos. Buenas noches, InuYasha.
Él se sobaba el brazo, no le dolía pero...
–Buenas noches, Kagome –sonrió levemente, entrando al suyo.
Definitivamente, esta vez tuvieron buenas noches… Está bien, descontando al loco vecino ya nombrado, con su música alta.
–.–
Kagome estaba pintando el trabajo que había pedido Midoriko (el de que Shippou era la única persona viviente en la Tierra que conocía su existencia), que había pedido hace una semana atrás. En realidad, lo estaba retocando: pintando un poco el cielo, agregando nubes, poniéndole sombreado en la ropa del híbrido. Sonrió satisfecha a su pintura. Y pensar que lo había soñado..
Un momento…Kagome abrió los ojos, recordando el sueño. El híbrido (por decirlo así), la había abrazado, consolándola por un extraño dolor. Recordaba la sensación del abrazo, la gentileza de sus palabras, el calor de su pecho. Soñé con él justo el día en que… InuYasha me había abrazado, pensó sonrojándose.
Kagome abrió los ojos, recordando el sueño. El híbrido (por decirlo así), la había abrazado, consolándola por un extraño dolor. Recordaba la sensación del abrazo, la gentileza de sus palabras, el calor de su pecho. , pensó sonrojándose.¡Pero qué loco! Tal vez Yuka le estaba afectando demasiado. No pudo tener un sueño premonitorio o lo qué sea que haya significado. Tampoco pudiera ser un deseo del subconsciente, porque no estaba enterada en ese momento que su madre… Había fallecido. Es cierto… Mamá ya no está conmigo. La vista azul de ella se entristeció. Y fue hace sólo tres semanas. Miró el techo, suspirando. Te extraño mucho, mamá…
El timbre sonó, despertándola de sus recuerdos. Lentamente bajó la cabeza, dando una mirada crítica a su dibujo y se fue a atender a InuYasha. Tres trabajos, todos para el fin del otro mes. Parecía que nunca iba a terminar. Midoriko, Urasue y luego InuYasha.
–Hola, InuYasha –dijo Kagome, al ver los ojos violetas del muchacho -. Ven, entra.
–Hola, Kagome –respondió InuYasha, pasando al estrecho departamento.
Al observarlo, sintió como su corazón se paraba. El departamento era realmente muy pequeño y estaba lleno de cuadros muy hermosos. Sin embargo, todo estaba perfectamente acomodado, la luz del sol entraba por la pequeña ventana de la cocina-comedor. Y yo…Siempre con lujos, pensó un poco amargado. ¿Qué le estaba pasando? .¿Acaso sentía lastima… por Kagome?
–Disculpa el desorden –rió la muchacha, fresca -. Bien. ¿En dónde quieres empezar? .¿Qué pose deseas hacer? .¿Te parece bien que use colores claros, o oscuros? .¡Creo qué mejor será usar ambos!. ¡A Urasue le van a…!
InuYasha se acercó a ella y le puso una mano en su boca, para acallarla. Kagome se sintió nerviosa, por la cercanía de InuYasha…
–¿Nunca te dijeron que hablas demasiado? –pregunto InuYasha, suavemente, sacando su mano con lentitud pero quedándose a la misma distancia.
La chica entrecerró los ojos. De repente… se sentía muy hechizada por la escena. Sentía que en cualquier momento iba a estallar, quería abrazarlo, y que él la abrazara por siempre. ¿Qué será esto? .¿Por qué InuYasha, de repente, estaba tan cerca?
¿Qué iba hacer él…?
–¡Hay, no! .¡No, no, no lo hagas! –y lo empujó.
InuYasha parecía estar como en otra parte, por lo que abrió grandes los ojos y lentamente se iba para atrás. Se cayó… cerca de un cuadro. Kagome, que seguía pensando lo que estaba a punto de suceder, chilló horrorizada. ¡Su primer cuadro!
–¡Ten más cuidado! –gruñó ella, acercándose a su cuadro y desapareciendo en la pequeña habitación que tenía abierta la puerta.
InuYasha se paró, molesto. ¡Keh! Y él que pensó que se había preocupado por él. Aún así, el recuerdo vino a él. Se quedó mirando la habitación de ella, esperándola. Será mejor no recordar lo que… No, nada. Sólo había querido verla… más de cerca. Es que le había parecido ver una pestaña en su ojo izquierdo.. ¡Sí, claro! Dijo una voz detrás de su cabeza, bastante sarcástica.
Sacudió la cabeza. No, debía pensar en el cuadro. Kagome dijo que iba a ser rápido y qué sólo necesitaba hacer su cuerpo. Nada interesante.
–Bien, ya estoy lista. ¿Y tú? –preguntó Kagome, con un enorme cuaderno en su mano y un lápiz en la oreja. InuYasha le dio una mirada molesta, por lo que ella abrió grande los ojos -. ¡Quédate en donde estás! .¡Quieto!
InuYasha se paralizó. ¡.¿Pero qué demonios estaba pasando?.!
–¿Qu-Qué demo...? –empezó a decir InuYasha, Kagome se adelantó a él y tomó una de las sillas de la mesa, volvió a lugar donde segundos antes se había parado y se sentó, frunciendo ligeramente el ceño, mostrando concentración.
–¿Podrías quedarte de pie unos veinte minutos, más o menos? –preguntó ella asomando la cabeza sobre el cuaderno y sonriéndole.
InuYasha levantó una ceja. ¡Oh, ya entendía lo qué había sucedido! .¿Pero qué rayos...? .¿Veinte minutos?.¡estaba loca o qué!
–Hey,¿segura qué estás bien de la cabeza? –preguntó InuYasha, señalando su propia cabeza -. ¿Cómo demonios quieres qué me quede aquí, parado en mitad de la cocina, veinte minutos? .¡Veinte!
–¡Mou, no sé! .¡Sólo quédate quieto! Y, por favor, vuelve a poner esa expresión –exclamó Kagome, dibujando -. ¡Y es cocina-comedor, InuYasha!
–¡Keh! Lo que sea –e intentó poner otra vez aquella mirada molesta, sólo que ahora la miraba enfadado.
¿Pero qué diablos quería aquella chiquilla? .¡Era realmente muy pesado modelar! Bien, son sólo veinte minutos. Nada más. Sólo se paciente, InuYasha, se paciente, pensaba él, una vez pasados diez minutos. Realmente ya estaba sintiendo calambres en las piernas y le dolía la espalda.
Tic, tac, tic, tac, tic… Se escuchaba el reloj de la cocina, colgado al lado de un refrigerador medio destartalado. Tic, tac, tic, tac, tic… InuYasha empezó a observarla detenidamente. Qué linda se veía concentrada. Tic, tac, tic, tac, tic… Los del 49 ya estarían cansados, porque su música no se escuchaba. Tic, tac, tic, tac, tic… InuYasha volvió a observar a Kagome. Tic, tac, tic, tac, tic… Miró sus labios levemente rosados, su tez pálida, su cejo fruncido. Tic, tac, tic, tac, tic… Sus ojos azules, fijándose en cada rasgo de su pintura y de vez en cuando en él.
Así pasaron veinte, treinta, cuarenta minutos y llegaron a una hora. Tic, tac, tic, tac, tic… InuYasha ahora no podía dejar de mirarla. Estuvo a punto de golpearse en la cabeza al pensar en algún parecido a… 'esa persona'. Tal vez, al observarla desde lejos se parecían un poco, pero… cuando uno se acerca.. Tic, tac, tic, tac, tic… Ésta mujer no es Kikyo. Sólo es Kagome… Sólo Kagome.
–¡Listo! –exclamó Kagome alegre, despertando a InuYasha, qué le sonrió levemente.
Tic, tac, tic, tac, tic..
–Ya era hora –se tronó los dedos y movió su cuello, en actitud cansada -. A ver, quiero saber como quedó.
Tic, tac, tic, tac, tic…
Kagome sonrió nerviosamente.
–Sé que no es bueno, pero..
–Hey, mis brazos no son tan flacos –dijo InuYasha.
–Bueno, pero..
–Mi cabeza tampoco es tan redonda.
–Está bien, pero…
Tic, tac, tic, tac, tic…
Kagome estaba llegando al punto qué InuYasha quería que llegara: molestarse.
–Mis ojos no son tan pequeñitos..
–¡.¡Ya basta!.! .¿Por qué no lo haces tú entonces y dejas de criticarme, InuYasha? –gritó Kagome, cruzándose de brazos y dándole la espalda.
Tic, tac, tic, tac, tic… InuYasha volvió a sonreírle: era tan divertido verla enojada. Dejó el cuaderno en la mesa y su vista se enfocó en la pintura del frente, donde se apoyaba en la pared. Sí, la misma pintura que Kagome estaba retocando hace una hora y media.
–Sólo bromeaba, esta bien; para ser tuyo esta bastante bien –aprobó InuYasha, sorprendido al mirar la pintura. Era una escena triste, si se fijaba bien: era un atardecer bastante hermoso, perfectamente y delicadamente pintado, a lo lejos había una aldea pequeña y, observando todo eso, casi con altanería, se encontraba un híbrido, o hanyou.
Sin embargo… La mirada del hanyou se encontraba triste, pensó InuYasha. ¡Ya estoy empezando a pensar idioteces!, se molestó él, volviendo a mirar a Kagome.
Tic, tac, tic, tac, tic…
Tic, tac, tic, tac, tic, tac…
Kagome le estaba sonriendo, y extendió sus brazos, acercándose a él y volviéndolo a abrazar. Como esa vez… Cómo aquella vez, pensó InuYasha, abriendo los ojos confundido. Escuchó un suave 'gracias', por parte de ella. El muchacho volvió a sonreír levemente, correspondiendo una vez más al abrazo, diciendo suavemente:
–De nada… Kagome.
Y, sólo se escuchó el 'tic, tac' del reloj.
Tic, tac, tic, tac, tic, tac, tic, tac...
Continuará...
