FLORES AMARILLAS
Capítulo cinco.
Reunión Familiar.
Ese fue un viernes que no iba a olvidar, nunca. Aparte del beso, por supuesto. Seguramente, se estarán preguntando qué habrán hecho los dos (InuYasha y Kagome), después del 'gran' acontecimiento. Pues, nada. Sí, nada. Hicieron como que eso nunca sucedió, que no les marcó sus vidas y que eso no cambiaba para nada su… 'reciente' amistad.
InuYasha le contó a Miroku todo lo sucedido con Kikyo, pero no con Kagome. Tal vez tenía miedo de que su amigo se metiera más de lo que debía en su vida, principalmente, la amorosa. Ahora estaba en libertad y la llegada de su ex novia le trajo alivio. Aún así, no podía evitar sentirse culpable al encontrarse feliz, cuando debería estar destruido. 'Pero Kikyo estaba comprometida', recordó su cerebro, 'el que debería sentirse culpable es ella, no tú'. Y, aunque le costara admitirlo, tenía razón.
Kagome le contó todo lo qué pasó, con lujos de detalles, a su mejor amiga Sango. Se encontraba muy confundida, porque cada vez que recordaba la dulce sensación de ser besada, su corazón latía muy deprisa y llevaba esa sangre a sus mejillas. No entendía el por qué del beso, pero en el interior estaba feliz. Sólo necesitaba arreglar sus pensamientos, sus sentimientos y entender si su relación con InuYasha era algo más que amistad. "Sólo necesito darle tiempo al tiempo", pensó ella, tratando de recobrar su estabilidad, "InuYasha… ¿qué habrá significado para ti?"
Pues bien, revolviendo al tema principal: el viernes. Un jueves común, mientras Kagome estaba en el departamento de InuYasha, modelando, sonó el teléfono. Hasta donde ella pudo notar, quien le llamó fue su madre. ¿Qué interesante podría tener una común y corriente llamada de una madre bastante impaciente y cariñosa? Mucho, realmente, mucho.
–Kagome, necesito que me hagas un favor –dijo InuYasha, una vez cortada la comunicación. No estaba acostumbrado a pedir favores, y mucho menos a mujeres. Es más, NO quería hacer esto, pero no había otra salida -. Es… realmente complicado –terminó, nervioso, rascándose la nuca.
Kagome le mostró una cara, como diciéndole: 'puedes confiar en mí para lo que quieras'. Cuya cara no le gustó a InuYasha. Diablos, diablos y más diablos. ODIABA tener que pedir favores, y este era el peor favor que pediría en toda su vida.
–¿Hacer qué! –gritó Kagome, luego de una breve y nerviosa explicación, por parte del joven Igarashi. Inmediatamente, los dos se sonrojaron. El destino se empeñaba a jugar con ellos -. Pe-pero…
Él apretó los puños y puso su mejor expresión de 'no me importa nada', dando a entender que quien mandaba aquí era él. "¡Maldito sea Sesshômaru!", pensó InuYasha, enojado.
–¿Vas hacer si o no¡Responde! –exigió InuYasha.
Kagome se mordió el labio. Estaba confundida. No era difícil empeñar ese papel, lo difícil sería… actuarlo. Recién llevaban un mes conociéndose y le daba la sensación de que todavía faltaba algo más; más con el beso y agregado ahora esto. No, realmente no sabía que hacer.
–Esta bien, esta bien –suspiró resignada, más para si misma que para el muchacho -. Lo haré. Sólo porque te lo debo.
InuYasha sonrió triunfante, aunque en el fondo no estaba muy feliz. Serían unas horas, no serían más que regalarse miradas, agarraditas de la mano y sonrisas pausadas. Pero… había un problema. "Mierda, estúpida fiesta, estúpido Sesshômaru, estúpida Kagome", insultó, para intentar no pensar en otra cosa.
Ellos dos tenían que ir a una fiesta, una reunión familiar. La madre de InuYasha, Izayoi, le había pedido que presentara a su novia. Bien le hubiera dicho de que habían terminado, pero.. Uno: su madre se pondría furiosa, diciendo por qué no la presentó cuando podía. Dos: Sesshômaru se burlaría de él. Tres: necesitaba contención en esa fiesta… aunque bien pudo hacerlo solo durante estos diecinueve años. Así que, la única 'novia' que se le ocurrió, fue el modelo de su cuadro: Kagome Higurashi.
"InuYasha, te estás metiendo en más problemas".
–.–
¡BIENVENIDO, SESSHÔMARU!:Decía en letras de diferentes colores, con huellas de perrito también de distintos colores, una pancarta gigante. Estaba colocada en la entrada de una gran y moderna casa estilo occidental, con un pasto perfectamente verde y muy bien cuidado. Las enredaderas giraban en forma de espiral alrededor de las columnas y el ambiente parecía muy familiar.
InuYasha se encontraba vestido elegantemente, de un traje negro y una cortaba roja muy oscura. El cabello, como insistió su madre, estaba sujetado por una coleta y sus ojos violetas estaban entre enojados e incómodos. Su tez pálida estaba sonrosada levemente, al sentir como Kagome, reluciente, abrazaba su brazo. "Diablos, esto es muy incómodo"
Higurashi sólo traía una blusa y una falda, parecía muy casual y fresca, para el nuevo ambiente en que estaba. Abrazaba al brazo de InuYasha porque se encontraba muy nerviosa y, aún que sonreía, se moría de la vergüenza. Su cabello caía graciosamente sobre los hombros de su blusa blanca, estaba levemente maquillada y, de verdad, se veía hermosa.
–Oye, InuYasha –susurró Kagome, en su oído, atrayéndolo un poco para que la escuchara, porque debido a la música fuerte no la escuchaba -. ¿Por qué hacen esta fiesta? Aún no me lo has dicho.
El muchacho, que estaba distraído en sus pensamientos y sintiendo el aroma del cabello de ella, pareció despertar y mirarla un poco atontado. Frunció el ceño y se cruzó de brazos, mirando hacia otra parte, sonrojado.
–Sesshômaru –gruñó un poco al pronunciar su nombre -, viene de un: 'exitoso viaje de negocios' y, de paso, cayó con una esposa encima –soltó un bufido al aire -. La mujer quedó encinta por su culpa, por eso se casó. Si fuera por él, seguramente ni ésta fiesta estúpida tendríamos. ¡Keh!
Kagome miró alrededor y vio un hombre de cabello blanco, bailando con una mujer de abultado vientre. Seguramente ese era su medio hermano. En realidad, no veía algo que le diera a entender que fueran hermanos. Eran tan distintos.
–¿Y cómo se llama la mujer? –exclamó Kagome, porque la música subió mucho más.
–¡Me importa un cuerno! –respondió éste, molesto por estar hablando de la vida de su medio hermano -. Ven, cállate y bailemos –le agarró del brazo y, literalmente, la arrastró hasta la pista de baile.
Kagome nunca imaginó ver a InuYasha bailar, pero lentamente se fue guiando por el ritmo de la música y también se unió. Algunas veces estaba muy apretada contra su… 'novio' (de mentirillas), y eso la avergonzaba. Pararon un poco y fueron hasta el ponche, y luego regresaron a bailar; luego al ponche y así sucesivamente.
Seguramente alguien debió ponerle algo al ponche, porque, de la nada, Kagome terminó acorralada entre un árbol e InuYasha. Todo giraba y realmente no sabía lo que hacia, su mente parecía estar en blanco.
–Oye, InuYasha –habló su voz, algo extraña, medio cansada -. Creo que el ponche tenía licor.
–¿Y? –preguntó éste, con el mismo tonto de voz, agarrándola por la cintura -. No me importa.
Kagome rió tontamente, abrazando su cuello, depositando su cabeza en su hombro. Lentamente escuchó una música lenta e InuYasha empezó a tararearla en su oído. Se sorprendió un poco de que él la supiera, y también tarareó, acercándose un poco más a él. Sonreía sin poder evitarlo.
–No eres buen cantante –bromeó ella, separando su cabeza del hombro y mirando sus ojos violetas, algo más suaves que otras veces.
Él rió levemente, rozando su nariz con la de ella.
–Nadie dijo que tú lo seas –contestó con calma, mirando los azulados ojos de ella -. ¿Sabes, Kagome? –murmuró él, con voz más pagada y suave, cerrando sus ojos, aspirando suavemente el olor que desprendía su cabello.
–Dime –dijo Kagome con voz risueña, sintiéndose en el cielo y calma absoluta al estar entre sus brazos. "Tal vez sea el ponche", le pareció pensar.
–Hueles bien –susurró bajo, pero claro, volviendo abrir sus ojos, que esta vez estaban rodeados por un suave dorado. Kagome se sonrojó levemente, extendiendo su mano y acariciando su mejilla. ¿Lo qué escuchó fue verdad¿Él…?
La música movida comenzó a sonar otra vez, e InuYasha volvió a agarrarla del brazo y arrastró a Kagome a la pista.
–.–
Serían como las doce de la noche, cuando InuYasha se acercó a sus padres. Kagome no estaba segura si olía a licor o si estaba en condiciones aceptables, pero Izayoi e Inutaisho la trataron muy bien. El muchacho parecía que no hubiera bebido nada, porque actuaba tan bien. "Es buen actor o no está borracho", pensó Kagome. Se sonrojó mucho. "¿Entonces lo que me dijo…¿Lo habrá dicho en serio?"
–¡Oh, miren quién está allí! –gritó Inutaisho, entusiasta, alzando su brazo y llamando la atención de la pareja casada -. ¡Hey, Sesshômaru¡Ven aquí!
Kagome e InuYasha pusieron cara de dolor al escuchar los gritos del hombre mayor, pero trataron de simular. "Mierda, se me está partiendo la cabeza", pensó InuYasha molesto. Cuando fijó su vista, vio la potente mirada de su medio hermano e, intuitivamente, agarró la mano de Kagome. Ella lo miró de reojo, pero no dijo nada; "¿Estará actuando?"
–Mira, hijo, te presento a la novia de InuYasha, Kagome Higurashi. ¿A qué no es bonita, eh? –sonrió Inutaisho, con simpatía. El 'hombre de hielo' taladró con la mirada a Kagome, quien apretó más fuerte la mano de InuYasha -. Creo que no los presentaron: ésta es Kagura Ohkawa, la esposa de Sesshômaru. Kagura, éste es mi hijo menor y su novia.
Pero Kagome abrió los ojos y la boca, sorprendida.
–¡Us-Usted es Kagura Ohkawa, la tennyo del viento! –exclamó la muchacha sorprendida, soltando la mano de su 'novio' y entrelazando sus manos con una de la mujer de ojos magenta -. Sus cuadros son hermosos, verdaderamente. ¡Desde pequeña que adoro sus cuadros!
Ante éste caso, todos la miraron sorprendidos, menos Sesshômaru, que sólo cerró los ojos. Kagura, casi sin poder evitarlo, sonrió complacida. Pero no eran unas de sus sonrisas arrogantes o presumidas, era una sonrisa fresca y pura, muy amable.
–Muchas gracias –dijo la mujer con tranquilidad -. Me alegra saber que te gusten mucho mis cuadros.
–Tengo una replica en mi departamento –dijo Kagome efusivamente, pero luego se sonrojó de pena. Pero que tonta, ya se había delatado. ¿Qué pensarían los padres de InuYasha, ahora, al enterarse que no tenía mucho dinero?
InuYasha pasó un brazo sobre los hombros de ella, Kagome se paralizó y tensó al instante, con las mejillas más sonrojadas. "¿Pe-pero que está haciendo?", gimoteó interiormente. Su cerebro parecía haber prendido un alarma, que gritaba: '¡ALERTA, ALERTA!' desesperadamente.
–Esa se la regalé yo, Kagura –atajó el muchacho, con voz muy convincente y pareciendo casi retar a Sesshômaru con sus palabras.
Kagura le restó importancia.
–No me importa.
Entonces, Sesshômaru hizo algo que puso lo pelos de punta a todos, menos a Kagura. Le sonrió. Sí, el hombre de hielo le sonrió a la mujer que sería madre de su hijo, o de su hija. ¿Qué importaba? Por un error estaba siendo feliz, aunque sea por unos instantes, no le importó mostrar aprecio por su esposa delante de todos.
–.–
Ya eran la una y media de la mañana. La fiesta parecía prometer ir hasta el amanecer. Kagome se encontraba una vez más en los brazos de InuYasha bailando otra música lenta. Otra vez, ella tenía una sonrisa algo tonta y los ojos risueños. Habían estado bebiendo del ponche, parecía que nunca iban a aprender la lección¿eh?
–Creo que volvimos a la misma táctica¿no? Ji, ji, ji –rió la chica, con la voz, ahora sí, algo ida, dejándose llevar por los brazos de su 'novio'.
InuYasha hundió su rostro contra el cabello de ella. No entendía¿por qué le gustaba tanto su aroma? Había algo en él que lo hechizaba y lo dejaba algo atontado, con una extraña sensación agradable en su pecho. Sin más, y por un repentino impulso, la acorraló contra otro árbol. Esta vez tenía sus brazos ambos lados de ella, sin dejarla escapar.
Sentía su cabeza tan vacía que no le preocupaba nada.
–Creo que sí –río InuYasha. Inmediatamente, sin decir ninguna palabra, Kagome agarró su rostro y contempló sus ojos violetas. "¿Por qué… son parecidos tus ojos a los de él, InuYasha?", quiso preguntar, al darse cuenta de aquél suave dorado -. ¿Sabes…?
–InuYasha… –susurró ella entrecerrando los ojos, cortándolo por completo al besarlo. No le importó que estuviera borracha, o lo que él estuvo a punto de decir. Sólo quiso besarlo, por lo del otro día. Por el día en que se conocieron, por el día en qué la dejó plantada y, como una disculpa, le había dado un beso.
InuYasha profundizó el beso rápidamente, alejando sus manos del tronco y abrazarla con fuerza por su espalda. Ella se puso de puntitas y un brazo lo rodeó por el cuello y el otro se deslizó por sobre la fuerte espalda de él. Se dejaban llevar por aquel beso.
Kagome nunca sintió un beso como ese. Jamás sintió aquel sabor dulce, como el más exquisito caramelo. InuYasha tampoco había conocido aquella sensación de que estaba haciendo lo correcto, de que estaba bien besarla y sentir aquel sabor a gloria. Los labios de ella eran el más puro y sublime cielo.
"InuYasha…" pensó Kagome, al sentir como su beso inocente comenzaba a explotar, siendo uno de pasión cruda. Él estaba sorprendido al sentir como ella aprendía tan rápido, frunciendo el ceño en concentración, deslizó sus manos debajo de la blusa de ella, tocando así su piel desnuda. La chica instintivamente acercó su cuerpo al de él, sintiendo deliciosas descargas eléctricas por toda su columna vertebral. InuYasha estaba sintiendo su sangre correr por todo su cuerpo, algo más caliente. "Pero… es diferente", se dijo, recordando lo que le sucedió con...
Quisieron seguir. Pero necesitaron el apreciado oxigeno. Además, los gritos y la música más estridentes los hizo 'despertar'. InuYasha le sonrió, separándose de ella y agarrándola de la mano. Kagome hizo lo mismo, apretando su agarre.
Aún que estuvieran borrachos.
Aún que todo fuera una mentira…
–.–
A eso de las tres de la mañana, la fiesta paró. La música dejó de sonar y todos se fueron corriendo hacia el interior de la casa. Una fuerte lluvia, como la del martes, azotó contra todos y, al parecer, se dieron cuenta de que debían regresar. Kagome e InuYasha fueron los primeros en irse.
Las risas resonaron como un eco fantasmal sobre el pasillo. El muchacho abrió la puerta y Kagome entró rápidamente al departamento, riendo tontamente, seguido de InuYasha. La agarró por la cintura y volvió a besarla con fuerza, ella le respondió con igual intensidad.
–Será… será mejor que vallemos a mi cuarto –interrumpió InuYasha, con voz jadeante, abriendo la puerta de su habitación y agarrando la mano de Kagome.
–¡InuYasha! –rió de buena gana Higurashi, al ser 'estampada' contra la cama y recibiendo besos en el cuello. Las risas fueron reemplazadas por el silencio y luego por los gemidos y los quejidos. ¿Qué estaban a punto de hacer, pensó Kagome, al sentir la mano de InuYasha acercándose a su pecho -. I-InuYasha, para, para, por favor, para.
En vez de responder, la besó forzadamente, hasta que Kagome se rindió, volviendo al sentir aquella pasión desenfrenada sobre su pecho. Pero necesitaba calmarse o cometería una locura. No estaría bien hacer el amor. No.
Primero… necesitaba saber lo que realmente sentía. No podía hacer así. No quería ser sólo una mujer de noche. "Necesito.. necesito saber lo que realmente me pasa".
–InuYasha… por favor, te lo pido, para –casi gritó Kagome, con voz suplicante. InuYasha la miró, deteniéndose por completo.
Entonces abrió los ojos. ¿Qué estaba a punto de hacerle? La miró con más detenimiento. Ella estaba bajo él, recibiendo sus caricias sin decir nada hasta ahora. Parecía una niña asustada, como descubriendo nuevas sensaciones y le dieran miedo. Una pequeña niña de ojos azules, como un ángel; la ternura personificada. No, no podría hacerle esto. No seria correcto.
Se acercó a ella y le rozó los labios.
–Discúlpame –pidió con voz muy suave, la misma que utilizó cuando le confesó que olía bien.
Ella asintió, levemente hechizada por sus ojos.
–¿Puedo quedarme contigo, esta noche? –preguntó Kagome, abrazándolo y ocultando su rostro en el pecho de él.
Le pareció una eternidad a que la información llegara a su cerebro y asintiera levemente. Vio como Kagome caía lentamente dormida, su respiración suave, ocasionando un levemente movimiento sobre su flequillo. Esta vez… no le importaba nada.
Es más hasta estaba casi agradecido... "Y es casi", pensó InuYasha, divertido, de que hubieran tenido esa reunión familiar.
Y, él también cayó dormido.
Continuará..
