FLORES AMARILLAS
Capítulo seis.
¿Qué somos realmente?
Eran las once, pero para él eran como las seis de la mañana. Sentía mucho sueño, y estaba bastante augusto. Aunque sentía una terrible jaqueca. Lo labios de InuYasha Igarashi se curvaron en una sonrisa bastante idiota para él. Pero estaba en un estado idiota.
¡Ah! Los efectos del ponche con licor.
Recordaba todo vagamente, sentía la sensación placentera al abrazar su 'almohada'… Un momento. ¿Almohada¿Qué hace abrazando…? Frunció el ceño con terror. Dejó de respirar y muy débilmente escuchó la suave respiración de alguien. Y ese alguien, lo estaba abrazando; y él abrazaba a ella... o a él. ¿Entienden¡¿Qué rayos hace él 'abrazando a alguien'¿Qué hace ese 'alguien' abrazándolo!
Abrió un ojo, temeroso. Miró a su 'acompañante' y suspiró, algo aliviado. Oh, sólo era Kagome, nada malo… Los hermosos ojos violetas del muchacho se abrieron de par en par.
¿'Sólo Kagome'¡¿Qué diablos hace ella en su cama, en su departamento! Era SU cama, SU departamento, SU lugar. Kagome no estaba ahí, oh no, no lo estaba; seguro que no lo estaba… "¿QUÉÉÉÉ¡¡NO pienses estupideces, InuYasha, NO estupideces!" Verdaderamente, ese ponche y licor no estaban hechos para él.
Y, las pocas imágenes llegaron a su mente. Sí, él besándola, sintiendo con sus manos su piel erizándose ante su contacto, como si recibiera las misma descargas que él sentía. El rostro sonrojado de ella, su pecho que subía y bajaba rápidamente, faltándole él aire. Probando aquél bocado con sabor a gloria de sus labios. Probando a Kagome…
Hasta esta altura, InuYasha se quedó como piedra. Debía reaccionar y dos cosas le decían lo contrario. Una: que disfrutara (con voz de Miroku), mientras estuviera con vida, aquél momento 'mágico' al tenerla dormida entre sus brazos. Dos: Que saliera corriendo de allí (con voz de Sango). La segunda le era correcta, sin embargo la primera..
"¡No, no y NO! Sólo suéltala despacio... así, no la despiertes... Ahí está, bien hecho, InuYasha" felicitó su cerebro, cuando su cuerpo estuvo lejos del de Kagome. Ahora que la veía detenidamente.. era una ángel tierno.. Sonrió amargamente. "Estoy MUY dormido", pensó InuYasha, pero la siguió mirando.
El rostro de Kagome era tranquilo y suave. Su tez pálida parecía brillar un poco al recibir los rayos de sol, como una caricia, que entraban por la ventana. Para su sorpresa, el cabello seguía mojado, con pequeños rulos en las puntas. Llevaba la camisa blanca de InuYasha y parecía buscar a su acompañante, porque se movió un poco.
Se sintió culpable; pero no podía evitarlo. Era parte de su personalidad el de salir huyendo y no admitirlo... No admitir que Kagome se volvió importante, antes y después del beso. Era su amiga y eso le agradaba. "Ella es como…¿mi hermana?", dudó InuYasha, confundido.
Lo mejor seria aparentar que nada sucedió, como siempre lo hacía. Salió de su cama y se arrodilló, pensante, y la volvió a mirar. Sí, así lo haría; como siempre. Aunque, no pudo evitar el imaginar despertar así, el mirarla así.
Los labios de InuYasha se curvaron en otra sonrisa amarga.
–.–
–¿Vas a despertar de una vez, zorra?
Kagome cerró los ojos con fuerza y luego los abrió. Los rayos del sol golpearon sus ojos, que los cerró una vez más. Parecía que todo daba vueltas. No se sentía bien. Escuchó una voz, algo lejana, llamarla una vez más. Frunció el ceño, al escuchar el 'zorra' en la oración. "¿I-InuYasha…¿Pe-pero qué hace en mi departamento?"
–¿I-InuYasha? –preguntó, insegura, reincorporándose.
Él muchacho puso los ojos en blanco. ¿Por qué será que siempre lo preguntan?
–¿Quién más va a ser, eh? –cuestionó retóricamente. De repente, se le cruzó la loca idea de que ella lo confundió con otro y se molestó.
Kagome abrió los ojos. Miró a InuYasha; luego a la camisa; a InuYasha; a la camisa; miró alrededor y se dio cuenta de qué ese lugar no era su habitación. Volvió a mirar a InuYasha. De repente, sintió como su cara se calentaba y… Gritó. Gritó como nunca antes el muchacho escuchó a una chica gritar.
–¡PERVERTIDO! –Kag agarró la almohada y se la lanzó a InuYasha, luego tanteó buscando otra cosa y encontró un despertador en la mesa de noche y también se lo tiró. Cada cosa que encontraron sus pequeñas manos, iban a parar cerca de la cabeza del chico. Y, siendo Kagome, tuvo muy buena puntería.
–¡Para¡¡Detente! –gritaba InuYasha, tratando de cubrirse, pero ella estaba muy enojada para querer escuchar -. ¡DETENTE, PERRA DEL DEMONIO!
Kagome se detuvo ante semejante grito e insulto, todavía sonrojada hasta la médula. Agarró las sabanas blancas y se cubrió hasta la altura de su pecho. ¿Qué había pasado? La cabeza comenzaba a dolerle y mucho. Las imágenes llegaron, pero todas borrosas y sin sentido, casi como un sueño. La chica respiró con dificultad¿eso era un sueño? La repuesta no le gustaba del todo.
–¿Qué hago yo aquí¿Qué me hiciste¿Qué pasó? –preguntó Kagome con rapidez, nerviosa, apretando la sabana. Casi parecía temblar.
Recordaba todo pero no quería admitirlo. Eso parecía demasiado bello para ser verdad. Ella no vio aquél suave dorado en los ojos de InuYasha; ella no sintió sus manos sobre su espalda y vientre, ella no besó sus labios apasionadamente. Ella nunca le pidió quedarse la noche allí. "Fue el licor, fue el licor", pensó con desesperación, tratando de convencerse.
–Toma, tu desayuno –dijo InuYasha, cambiando por completo el tema, entregándole una tasa de café -. Necesitarás llenarte.
Antes de que ella pudiera preguntar o volver a decir algo, InuYasha se retiró de su habitación. Listo, estaba haciendo lo correcto¿no? Con sus preguntas le hicieron entender de que no se acordaba o, más bien, no quería saber nada. ¿Por qué sentía tanta… tanta decepción? "¿Qué rayos me está pasando!"
–InuYasha.
Él se volteó y ambos se miraron. InuYasha sintió como si le estuviera contando todo a Kagome, todo, como si estuviera relevando su alma. Rompió el contacto visual, bastante confundido. Esto no estaba bien, realmente no estaba bien. Tantos pensamientos, tantos sentimientos..
–¿Qué quieres, Kagome? –InuYasha intentó por todos sus medios, no volver a mirarla a los ojos, no quería que algo como eso sucediera otra vez.
–¿Por qué?
El chico no necesitó más palabras, sabía a lo qué se refería. Kagome se paró frente a él y ambos se miraron. InuYasha la agarró del rostro y sus ojos brillaron más, casi como si estuviera a punto de llorar. Se acercó temeroso y.. la besó.
–.–
–¿No te gustaría ir conmigo al centro comercial? –preguntó Kagome, al fin.
InuYasha, estando algo silencioso, la miró pensativo. Sus ojos estaban muy oscuros, casi ausentes, qué prácticamente la obligaron a decir eso. No quería verlo así, no era el InuYasha que ella conocía y apreciaba mucho. No era su amigo, no le daba muy bien su toque pensativo.
–Lo siento, estoy ocupado –mintió él, con sentimientos encontrados y una mezcla de pensamientos -. Pero mañana podemos ir a cenar –agregó, tratando de arreglar su mentira.
Ella asintió, yendo hacia su departamento. InuYasha cerró la puerta, apoyando su espalda contra ella y respirando profundo. Estaba confundido. Kagome estaba en su mente y lo que sucedió hace minutos lo confundió más. ¿Por qué volvió a besarla? Miró una mancha en su pared color marfil y se quedó allí por más de media hora, pensando, intentando resolver un rompecabezas simple.
Kagome y él¿qué eran¿Amigos?
InuYasha quiso saber si ese sentimiento era parecido con el que tuvo con Kikyo. Comparó con otras personas, probó con sus parientes. Con el gran cariño que le tenía a su madre. Y no, no eran iguales. Ningún sentimiento que él conocía tenía algún parentesco, era nuevo. "Debo dejar pensar en estupideces", razonó InuYasha, frunciendo el ceño.
Desde entonces, Inu volvió a la normalidad.
–.–
Kag contempló su pintura favorita. No la había echo ella, y se la hizo alguien muy especial. Le encantaba los detalles del color y aquella sensación de que estaba realmente vivo, supo que él pudo capturar su esencia. Tal vez por eso, desde pequeña, había soñado pintar como él; como su querido padre.
"Estoy tan confundida, papá. No sé que me sucede. Algunas veces, pienso en él y en mí, y luego recuerdo que él tiene novia y me imagino a ellos dos; besándose. Tengo mucho miedo de que…él me haya cautivado mi corazón", pensó Kagome, con tristeza. Estaba tan sola y no tenía a nadie para preguntar; sólo ella podría resolver todo este enigma que tienen ellos dos.
Con la cabeza baja, fue hacia su habitación y se recostó en la cama. Apenas eran las dos de la mañana y con tanto pensamiento, estaba muy cansada. Soñó con él también. Sí, con el hanyou. Pero era muy diferente… Se encontraron en un lugar muy iluminado, casi como el sol y ella le sonreía, mientras que éste la miraba confundido. Por un momento, creyó ver a InuYasha en él. Kagome sólo recordó, esta vez, como pronunciaba unas pocas palabras: '¿…permanecer a tu lado?'
–¿No tienes tiempo libre, Kagome-chan? –preguntó por décima vez Sango, casi sin poder creerlo. Cuando la llamó, deberían ser las cuatro de la tarde y ella aún seguía durmiendo.
–Sí, Sango-chan, me mandaron mucha tarea –mintió Kagome, muy dormida, no estaba en las mejores condiciones para estar con todo el día con su amiga y hablar con ella. InuYasha estaba todo el tiempo en su mente, y, en especial, aquellas palabras y momentos no la dejaban en paz. Quería reorganizarse y tomarse un sábado para ella.
–Pero… –empezó Sango, se detuvo y soltó un hondo suspiro -. Está bien, igual tengo que irme a un lado. Nos vemos, adiós, Kagome-chan.
–Bueno, nos vemos, Sango-chan –respondió Kagome, sintiéndose culpable al sentirse feliz de estar sola. Cuando colgó, respiró aquella sensación y, por una milésima vez, nunca imaginó que la soledad fuera tan relajante.
Sin embargo, al sentarse en la silla de la mesa y contemplar su pintura sobre el hanyou, sus sueños regresaron a su mente. ¿Permanecer a su lado, Kag se llevó un dedo a sus labios y se los rozó, sintiendo aun el dulce de los labios de InuYasha. Entonces sonrió con tristeza, pero feliz. "Con que era eso", pensó Kagome, entiendo al fin todo.
Miró la mesa, dando con el florero donde descansaban las flores amarillas que le regaló Kouga. Un pétalo cayó. La chica extendió su mano y agarró una flor. La dio vueltas por entre sus dedos, nerviosa, sintiendo su corazón latir. Le agradaba sentir aquello.
"Es lo que debo hacer", suspiró ella, se paró y salió de su departamento.
Una flor quedó, solitaria, en la mesa.
–.–
InuYasha y Kagome salieron del departamento, sonriendo y hablado alegremente. La chica entrelazó sus dedos y él se calló al instante. La miró de reojo y sonrió levemente, correspondiendo al agarre con suavidad y firmeza.
–¿Entonces, tú y tu tía deben mantener a un chiquillo escandaloso, a una gata y a todos los niños del barrio? Vaya, pero... –se impresionó InuYasha, cuando la muchacha le estuvo contando algo de su vida, y del porqué no tenía tanto dinero.
Kagome miró su vaso, sonriendo. Ya sabía lo que quería decir su amigo, y no le molestaba. Sabía muy bien que eso era demasiado para ellos, aun recordaba cuando, en la secundaria, trabajó de mesera y otros pequeños trabajos para ayudar a su tía abuela.
–Sí, lo sé, y algunas veces es agotador. Pero, eso sí, es encantador –rió Kagome, bebiendo un poco de limonada -. ¿Y tú, InuYasha? Aun no me contaste nada sobre ti.
La postura del muchacho de ojos violetas cambió radicalmente. Abandonó lo que parecía ser un InuYasha abierto y hasta algo alegre, para volver a ser ese InuYasha cerrado y gruñón. Kagome aún no podía entenderlo, parecían dos personalidades diferentes viviendo en un mismo cuerpo.
–No te interesa, Kagome.
–Lo siento –gimió Kagome, arrepentida -. Pe-pero pensé que… ¿Por qué nunca me tienes la confianza suficiente!
InuYasha gruñó:
–¡Arg¡Por qué yo no confío en nadie, tonta! –exclamó el chico, guiándose por su cerebro. ¿Por qué debía meterse en sus asuntos? No le agradaba hablar sobre su vida pasada, siempre había algo horrible para recordar.
Kagome se levantó de súbito, sorprendiéndolo un poco, bajó la cabeza, ocultando su mirada, dio media vuelta y se fue. Casi podría decirse que echaba humo por las orejas. InuYasha se quedó sentado, con la misma cara, casi hasta ofendido, sin embargo se dio cuenta de que todas las personas del bar lo miraba y, a regañadientes, tuvo que pagar la cuenta y perseguirla.
–¡Kagome¡Oye, tonta, regresa aquí! –exigía InuYasha, corriendo hacia ella, pero Kagome seguía caminando.
"No lo escuches, Kagome, él no confía en ti… No te tiene confianza, sigue adelante", decía su cerebro, ofendido. ¡Estaba molesta¿Y qué¡InuYasha Igarashi nunca le iba a tener la confianza que se merecía¿Por qué? Oh, sólo dios lo sabe y, ella, no le interesaba saber en lo más mínimo. Suficiente. Estaba completamente HARTA de su comportamiento infantil. "¿Por qué no actúa cómo tú…?", pensó sin darse cuenta, regresando a su mente el recuerdo del hanyou.
Las personas que pasaban adelante suyo, parecían confundirse más entre la luz del sol. Sus sandalias ya no tocaban más el asfalto, sino el rocío húmedo del pasto. El ruido de los automóviles cesaba, mientras que el murmullo de los pájaros era más fuerte.
–¡Kagome! –gritó una voz, ella se dio vuelta y ahí lo vio.
No sabía si era un sueño o no, pero aquél híbrido estaba allí, corriendo, tratando de alcanzarla. ¿No era InuYasha quién la estaba siguiendo¿Qué hacía él ahí? Miró al su alrededor: estaba en un bosque limpio y miró al cielo, qué solo era tapado por los tupidos árboles. ¿Por qué estaba en el lugar qué sólo visitaba en sueños?
–¡Kagome, despierta!
Pareció despertar de un sueño. "¿Dónde… dónde estoy?", Kagome se encontraba desorientada y muy confundida. Cerró los ojos una vez más, escuchando el grito y todo se oscureció.
–.–
–Sólo perdió el conocimiento, no es nada grabe –decía una voz anciana, desde muy lejos, o eso le parecía -. Esto es muy frecuente, y es debido a la cuidad. Creo que lo mejor, es que se tome unas vacaciones.
–Sí, Myoga. Ahora vete –esa era la voz de InuYasha, reconocería en cualquier momento aquel gesto nada agradecido y algo duro. Sonrió levemente.
–¡Nunca soy apreciado por usted, amo InuYasha! –lloró el hombre, lo que tal vez sería un doctor.
InuYasha puso los ojos en blanco. Siempre se comportaba así, la pocas veces que venía a verlo. Pasó un brazo sobre los hombros del viejo y lo guió hasta su puerta.
–¡Vete! –rugió InuYasha, lanzándolo (no literal, por supuesto), hacia fuera y cerrando con fuerza la puerta -. Viejo tacaño.
La chica se estaba reincorporando y se encontró nuevamente en la habitación de InuYasha. Intentó recordar lo que le había pasado, aunque fue todo muy confuso. Recordaba que estaba muy molesta con InuYasha (pero no el motivo), y que había empezado a caminar. Todo se volvió muy claro y, al escuchar que la estaban llamando, ella volteó y se encontró con el híbrido..
Se sentó en la cama e intentó pararse. Le costó mucho, sentía como las fuerzas se le iban. Pero… Debía caminar un paso, sólo unos, hasta llegar hacia InuYasha y contarle. "Creerá que estoy loca", pensó ella, pero al dar un paso las rodillas se flexionaron, rindiéndose ante el peso de su cuerpo.
–¡Tonta! –dijo InuYasha, con un dejo de preocupación que no pudo ocultar, al ver como casi caía al suelo -. ¿Por qué te pones de pie? –preguntó retóricamente, al recibirla entre sus brazos.
–O-Oye, InuYasha –llamó Kagome, con voz algo débil, debido a que se encontraba sin fuerzas. Ocultó su rostro entre su pecho, escuchando los latidos del corazón -. ¿Qué somos realmente nosotros dos?
Él permaneció en silencio, recordando lo que hace horas ella le propuso. Kagome no sabía que había terminado con su novia y luego de lo sucedido con la fiesta de su hermano, había quedado bastante confundido. Permaneció unas horas con los ojos abiertos, acostado en la cama y mirando atentamente el techo, tratando de poner en orden sus sentimientos. Tocaron a su puerta y ahí entró Kagome.
Fue muy confuso, porque apenas si pudo hablar. Ella solo le pedía que le escuchara y así lo hizo. Habló unos cuantos minutos, explicando como se sentía y lo confundida que se encontraba respecto a su nueva amistad. InuYasha sólo se quedó mirándola, "¿eso quiere decir qué realmente siente algo por mí?". Hasta que ella dijo algo que lo despertó: "…Entonces, yo sólo quiero pedirte algo. No me importa que tengas novia y cuanto la quieras, sólo quiero verte feliz, ya que eso también me pone contenta. Sólo… sólo deseo estar a tu lado, InuYasha".
–Cuando terminemos lo del cuadro, te llevaré a la cabaña de mis padres –atajó InuYasha, cambiando completamente de tema -. Mi doctor, Myoga (un viejo tacaño), dijo que necesitabas respirar aire puro.
Kagome se acostó, con ayuda de InuYasha, en la cama.
–Pero… Los niños, mi tía... –balbuceó bastante extrañada. Ella le había preguntando una cosa e InuYasha salió con un tema bastante diferente.
–De eso me encargo yo. Descansa, Kagome –pidió InuYasha, cerrando la puerta y alejándose bastante, encerrándose en el cuarto de pintura.
"No lo sé, Kagome, de verdad no lo sé", pensó InuYasha, mirando la pintura de Kagome. Vio como casi estaba completa y sintió un nudo en su garganta. "Cuando terminemos este cuadro, ella y yo no nos veremos… más".
Era una cruda realidad, que no quería enfrentar.
Continuará...
