FLORES AMARILLAS
Capítulo nueve.
Todo estará bien.
Kagome escuchó un ronquido fuerte. Se desperezó un poco, y respiró profundamente, antes de atreverse a abrir completamente sus ojos. Temía que todo fuera un sueño y que luego despertara nuevamente en su departamento, pero escuchó unos suaves latidos que le hizo entender que no todo fue un sueño. A levantar un poco la cabeza, lo primero que vió fue el rostro tranquilo de un durmiente InuYasha Igarashi.
Sonrió con dulzura al ver como el muchacho roncaba tranquilamente. Nunca antes lo había visto con esa expresión tan apacible y tranquila, parecía un bebé (muy atractivo) durmiente. Algunos mechones rebeldes topaban su visión de su rostro, pero no le importó. Bajo su cabeza y manos, sentía como él respiraba profundamente y escuchar su corazón le era agradable.
Se sonrojó un poco al sentirse tan cerca de él, pero no podía evitarlo. Necesitaba sentirse segura y él era el único que le daba esa sensación. Tanta paz. Su boca se curvó en una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué podía decir? Lo había extrañado mucho, verdaderamente y aquel deseo de permanecer a su lado seguía tan latente como nunca.
Sin mucha gana se separó de su pecho y se sentó en la cama. Buscó las pantuflas que la señora Shiôya le dio y bajó a bajo, hacia la cocina. ¿Cómo le podría agradecerle¡Trayéndole el desayuno a la cama! El único problema, pensó al abrir el refrigerador, es que… estaba vacío. Descontando una manzana que no se atrevía a tocar y un jugo que ya había vencido.
–¡Buen día, señorita Higurashi! –exclamó la anciana de largo cabello canoso, con unos vivaces y grandes ojos negros -. ¿Qué hace despierta a estas horas?
La muchacha se reincorporó y le sonrió.
–Buenos días, señora Shiôya –hizo una reverencia en señal de respeto -. Sólo estaba buscando comida para el desayuno, quería hacérselo a... –inmediatamente, un sonrojo apareció en sus mejillas -, a… InuYasha –y soltó una risa nerviosa.
Shiôya puso una expresión muy melancólica, recordando aquellos momentos en que era una adolescente y todavía era muy tímida con Myôga. Estaba feliz por el amito InuYasha, esa chica era muy linda y se notaba su pureza, le haría feliz.
–¡Ah¡Justo iba a traerles el desayuno, no se hubiera molestado, señorita! –exclamó alegremente la viejita, poniendo una bolsa de plástico en la mesa -. Espero que al amito le siga gustando el ramen..
–¿Eh?
A la mujer se volvió hacia ella, mostrando una mueca nerviosa.
–No, nada, no me haga caso. En minutos estará listo el desayuno, si quiere puede tomarse un baño –río Shiôya con una gotita y simpatía -. También le traje ropa nueva, me imagino que no querrá ir todo el tiempo con el camisón¿verdad, señorita Higurashi?
–Por favor, dígame Kagome, no me gustan las formalidades –dijo Kagome, acercándose a la anciana -. Si quiere puede irse, yo haré el desayuno.
Shiôya negó con la cabeza, dándole una bolsa donde había ropa de diferentes colores y sacándola prácticamente a rastras de la cocina.
–¡No, no, no¡Valla a bañarse, a bañarse!
Kagome subió por la escaleras, buscando el baño. Entonces, vio como la mujer se asomaba por la escalera y le decía la indicación del baño. La tercera puerta a la izquierda, la tercera puerta a la izquierda. ¡Esta cabaña podría ser pequeña pero era un laberinto!
Una, dos… ¡tres¡Esa debe ser la puerta! Kagome sonrió triunfante, al momento en que iba a abrir la puerta, alguien la abrió por ella. La chica debió haber soltado algún gemido u gritito reprimido, porque la mueca divertida de InuYasha apareció en el instante en que la vio.
–¡Mou, ten más cuidado, InuYasha! –exclamó Kagome, sin mirarle a los ojos. Realmente, estaba bastante entretenida mirando sus pantuflas rosadas.
–La que debería tener cuidado eres tú, perra –respondió InuYasha, saliendo del baño y dejando a Kag en la puerta -. Y no actúes como tonta, que te queda muy bien.
–¡InuYasha! –se quejó Kagome, apretando su puño. Giró sobre sus talones y le mostró su puño apretado en señal de amenaza -. ¡Deja de decirme 'perra'!
–¡Keh! Lo que sea –dijo InuYasha sin importancia, desapareciendo de la vista de ella.
"¡Uuuhg¡Es insoportable!", pensó Kagome, entrando al baño y azotando la puerta con fuerza. ¡Y ella que quiso prepararle el desayuno¡Arg!
–.–
–Gracias, Shiôya, por lo menos tú si te preocupas por mí –comentó InuYasha, al probar su desayuno, lanzó una mirada burlona a la muchacha de ojos celestes, que apretó sus palitos con fuerza -. No como otras personas..
La mujer empezó a imitar a una adolescente, haciéndose que se sonrojaba y poniendo su mejor carita de cachorro feliz. Esto puso a Kagome más furiosa¿pero qué rayos les estaban pasando a esos dos¡Pareciera que se habían puesto de acuerdo para molestarla!
–¡De nada, amo InuYasha¡Me alegra ponerlo feliz! –respondió Shiôya, mostrando todos sus dientes -. Me encanta que le encante mi desayunos.
–Sí, Shiôya hace los mejores desayunos¿verdad, Kagome? –preguntó el muchacho a Kagome, ella lo miró despectivamente por unos segundos y sonrió falsamente a la anciana.
–InuYasha está en lo correcto, señora, hace unos desayunos riquisímos –asintió Kagome, volviendo a lanzarle dagas con la mirada a InuYasha, que sólo desvió la mirada bastante divertido.
Unos minutos después la mujer pidió retirarse, puesto que debía otra boca a la que alimentar. InuYasha y Kag siguieron desayunando, pero esta vez en silencio. El chico estuvo pensando si había echo lo correcto al molestarla de esa manera, pero al verla con el cejo fruncido le hizo entender que estaba equivocado. Le fascinaba verla así.
–¿Qué tanto miras? –preguntó Kag con voz muy amenazadora, al notar la mirada de InuYasha sobre ella. Actuaba como su orgullo le dictaba y aquí, ya logró asustar a InuYasha.
–No, nada… Sólo estaba mirando.. ¡La pintura! Sí, sí, la pintura –contesto el muchacho nervioso.
Kagome se giró, para saber de qué pintura hablaba. Abrió los ojos sorprendida, dejó su desayuno a un lado y se levantó, yendo hacia el cuadro. Los colores, el dibujo, la textura de la tempera.. No había duda¡era su pintura! La misma que creyó haberla perdido para siempre..
–¿Qué haces con mi pintura, InuYasha? –indagó Kagome, muy curiosa, volviéndose a él. Inu la miró desconcertado¿no era qué estaba enojada con él? Asintió, volviendo a 'tragar' el ramen; su desayuno.
–¿Qué? Para algo la habías vendido¿no? –dijo InuYasha, entre sorbidos. Kagome se mordió el labio nerviosa, volvió a su lugar y miró al muchacho de una nueva forma -. ¿Qué diablos te pasa ahora! –de repente, se sentía muy nervioso por aquella mirada que ella le daba.
Kagome apoyó ambos codos sobre la mesa y sostuvo con sus manos su rostro. Parecía ausente, fijando su vista en alguna parte del infinito. InuYasha la miró de reojo y, finalmente, negó con la cabeza, poniendo los ojos en blanco. "Definitivamente esta chica está loca", pensó él. 'Tienes mucha razón', apoyó la voz de su cerebro.
–Iré a pasear –dijo de pronto Kagome, cortando por completo el incómodo silencio -. Nos vemos, InuYasha –y salió por la puerta de atrás, muy rápido, casi pareciera que estuviera huyendo.
Él siguió tragando ramen, sin siquiera poner alguna objeción. "Tal vez necesite estar sola". 'Ve a vigilarla', ordenó su cerebro. Teniendo en cuenta de que deseaba hacerlo, Inu dejó el ramen a un lado, se levantó y, más tranquilo y de brazos cruzados, salió por la puerta trasera.
–.–
–¡Ahhh¡Qué bonito! –suspiró Kagome, viendo las maravillas del pequeño bosque que estaba detrás de la casa. Se encontraba en el corazón y toda la vegetación era de un verde muy oscuro; realmente era mágico ver como los rayos de luz se colaban entre las hojas de los árboles y golpeaban alegremente el pasto. Unas mariposas revolotearon por ahí, seguido de un conejo solitario que Kagome quiso agarrar, pero salió corriendo muy rápido.
El viento limpio sopló contra su rostro, moviendo sus cabellos negros por unos segundos y luego cayeron delicadamente sobre su espalda. Kagome se sentó en unas de las ramas que sobresalían de un gran árbol, con una gran marca roja. Sintió como todos sus pensamientos se aclararan y se llenaba de mucha paz, estaba tranquila.
"Ahora que veo… Se parece a mi sueños", pensó Kagome con una sonrisa de oreja a oreja. No podía evitarlo, estaba con tanta paz y se sentía muy familiarizada con el lugar. Era verdad… Era casi igual al escenario de sus sueños, solamente que éste (el de sus sueños) estaba más iluminado con los rayos de sol.
Abrazó a sus pierta y recostó su mentón en el medio de sus rodillas y soltó un suspiró. Sus ojos risueños se perdieron entre unos arbustos verdes y se quedó pensando.
InuYasha otra vez la llamó 'perra'. Si no hubiera pasado lo qué pasó antes, tal vez no estaría tan enojada pero… le hacía recordar aquél InuYasha frío y distante. Ahora tenía miedo de que todo vuelva a pasar, de que cuando regrese a su casa él sea el mismo distante; sólo un conocido. Quería estar cerca de él, aun los ojos de Musoula perseguían. Tembló ligeramente. Pensar en ese hombre le daba náuseas y asco.
–¿Segura que no tienes frío? –preguntó una voz, desde las alturas.
Kagome miró despreocupadamente hacia arriba y vio dos pares de ojos violetas. Gritó tan alto, que los pájaros que estaban por los alrededores salieron espantados, incluido el conejo perdido. InuYasha ya se esperaba una reacción así, pero no una tan fuerte.
–Eres una cobarde¿lo sabías? –dijo el muchacho, bajando como si nada del árbol donde Kagome, segundos antes, estuvo sentada. La chica lo miró con furia y lo acorraló contra el árbol, golpeándolo con el dedo. Inu nunca olvidará el poder del dedo índice.
Kagome estuvo histérica todo ese lapso de tiempo, en donde lo único que hacía era lanzarle dagas por los ojos y levantar su voz por cualquier cosa. Estaba bastante enojada, reconoció InuYasha y, ligeramente, estuvo arrepentido de haberla asustado. Suspiró, aún con el sermón de la muchacha latente en sus oídos. "Nota mental: nunca jamás de los jamases asustarla… por ahora", y una sonrisa malvada bendijo sus labios.
–Oi, Kagome –llamó InuYasha, viendo al cielo azul -. Creo que es mejor que regresemos.
Kagome sólo lo miró sobre su hombro despectivamente y luego le dio la espalda, resoplando un: "Hmph". El chico solamente suspiró, miró como Kagome se alejaba de él y se sentaba en una gran roca, aún bastante ofendida. Le encantaba verla así, por lo menos parecía una niña pequeña a la que molestaron. Siguiendo a sus impulsos, InuYasha se encaminó hasta la roca y se sentó a su lado.
–¿Puedo estar en paz alguna vez, InuYasha? –preguntó amenazadoramente Kagome, chirriando entre sus dientes. No quería verlo, no después de asustarla y llamarle cobarde.
–¿De qué hablas? Yo sólo me senté –contestó el chico de ojos violetas. Kagome reconoció que era verdad, pues estaba a una mano de distancia y ni siquiera le dirigió la mirada o palabra. Suspiró y siguió mirando fijamente alguna parte que no sea a InuYasha.
Permanecieron en silencio, escuchando los ruidos de la naturaleza y el viento pasar, jugando con sus cabellos algunas veces. "Aunque esté callado... Me molesta", pensó Kagome frunciendo el ceño muy confundida. No debía pensar en nada, este era su momento de 'relajación'. Sin embargo…
–InuYasha –llamó Kagome pausadamente, nerviosamente colocó un mechón tras su oreja y sintió como el la miraba atentamente -. ¿De dónde conoces a… ese sujeto? –y volteó a mirarlo.
InuYasha se quedó unos instante en silencio, como pensando su repuesta.
–Él y yo… Fuimos amigos alguna vez –habló al fin, como si le costara -. Pero cuando vino del exterior, se volvió insoportable y no era un santo. Mis padres me obligaron a no juntarme más con él, yo estaba de acuerdo. Pero jamás creí volverlo a ver.
Muy en el fondo, Kagome se alegró de que InuYasha hablara con ella de su vida pasada. No entendía, pero siempre el chico no quería hablar de su familia.
–¿Y tú de dónde lo conocías?
Kagome se encogió de hombros, pero aún estaba nerviosa. Las imágenes de la otra noche volvían a ella y también recordaba todo el miedo que sintió, el asco y la lujuria de sus ojos negros. Abrazó una vez más a sus piernas, como una niña pequeña. InuYasha la miró por unos segundos en silencio y luego decidió; pasó un brazo sobre los hombros de ella y la empujó hacia él, mientras que ambas cabezas descansaban una sobre la otra. Kagome sonrió levemente.
–No lo sé, creo que me habrá conocido en unas de las fiestas que estuve –respondió Kagome, algo sonrojada al sentir la boca de InuYasha tan cerca -. Desde que hablé con Kanna, todas mis obras se vendieron muy bien y con ello pude ayudar a mi familia a los niños del barrio. También pensé comprarme un departamento nuevo.
Entrecerró los ojos, pensando en las palabras de Kagome. Ella pareció ser feliz en estos dos meses y no sufrió nada, en parte le agradaba y en parte no. ¿Eso significó que no le afectó en nada¿Qué ni siquiera lo extrañó? "¿Estás loco¿Y con todas esas palabras horribles que le dije me va a extrañar?", pensó apretando más el 'abrazo'.
–Pero… –susurró Kagome, bajando la cabeza y dejándose abrazar más fuerte -, yo necesitaba a alguien que estuviera a mi lado. Necesitaba que un amigo estuviera junto a mí y me brindara de contención, porque estaba triste –ella elevó su mirada azul, e InuYasha sintió como si un cubito de hielo bajara lentamente por su espalda -. Yo… yo te necesitaba, InuYasha.
El chico sintió como si de repente se hubiera estrellado contra una pared. ¿Ella lo necesitó¿Realmente…? Sus ojos brillaron, enternecidos, frente a los temerosos de Kagome. Se acercó con lentitud hacia ella y sus frentes se chocaron, mientras que sus narices se rozaron torpemente. Kagome agarró su rostro y se miraron un momento. ¿Había palabras? Podría ser¿pero por qué usarlas? Ambos se entendían por aquél lenguaje tan profundo y antiguo de las miradas.
Y, con suavidad, InuYasha comenzó a besarla. Fue tierno, como diciéndole 'perdóname' otra vez. Kagome respondió con la misma suavidad, colocando sus brazos alrededor de su cuello y apretándolo levemente contra ella, queriéndolo sentir más cerca. InuYasha aún no podía creerlo¡ella lo necesitaba, lo había extrañado! Nunca antes había escuchado eso, jamás nadie con ese corazón lo había necesitado. Ahora estaba Kagome, la chica que rodeaba sus brazos, tan fuerte y frágil a la vez.
La misma Kagome le estaba enseñando algo nuevo para él. Algo muy nuevo, algo que ni la misma Kikyo pudo lograr sacar de su interior. Ella logró hacer latir su corazón, pero no como lo estaba haciendo Kagome. Ella lo mantuvo a su lado, Kagome solo pedía verlo feliz y si podía estar con él. Kikyo le dio besos, pero ninguno tenía ese gusto dulce e inocente como los de Kagome.
Kagome era especial… Era lo más importante y único que tenía realmente. Lo que más valoraba... Lo que más amaba en este mundo. Y siguió besándola, intentando decir con sus besos lo que había descubierto, lo que sentía en su interior.
De algún modo, muy profundo, Kagome lo supo.
Cuando se separaron para tomar aire, InuYasha le acarició el rostro. Era como si la estuviera mirando por primera vez, como si recién hubiera descubierto a esa Kagome; la verdadera que salía entre lágrimas de sus ojos. Sonrió levemente, al tiempo que le daba un fugaz beso.
–No te preocupes… Todo estará bien.
Ella asintió, y nuevamente sus labios se encontraron otra vez. Y otra vez, y otra y otra… Un millón de veces más.
–.–
Shiôya sonrió al ver como la pareja volvía a la casa, agarrados de la mano y se miraban mutuamente con un dejo de ternura en su miradas. Myoga se acercó a ella y colocó una mano sobre su hombro, la anciana suspiró y se volvió hacia él, sonriendo dulcemente.
–¿No te parece hermoso? –preguntó con voz suave, una voz que sólo pocas veces ella mostraba y la cuál Myoga adoraba -. Primero fue el amo Sesshômaru y ahora el amito InuYasha. Me siento feliz por ambos –lágrimas de cocodrilo se asomaron frente a sus ojos, en un gesto cómico -. ¡AYYY, mi niños están creciendo, Myoga¡¡Mi niños están creciendo!
Y lo abrazó fuertemente, mientras que el doctor miraba hacia el techo, poniendo los ojos en blanco. Shiôya era demasiado exagerada. Le dio unas suaves palmitas en la espalda.
–Ya, ya, Shiôya… Eres muy exagerada –suspiró Myoga, como diciendo 'y esto es todos los días, lamentablemente'.
–¡ERES UN INSENSIBLE, MYOGA! –gritó la vieja, exasperada, llorando aún sobre la remera de su marido -. ¡Mis niños están creciendo frente a mis ojos y tú sólo dices que exagero¡Aun parece que fuera ayer, viendo al amito jugando con sus autitos mientras que Sesshômaru sólo lo cuidaba¡¡BUAAA¡¡Mi niños, mis niños!
Myoga siguió suspirado. Qué mujer del demonio… Ahora estaría hablando durante una semana de lo mismo. ¿Es que no podía solamente decir: 'qué lindos son' y listo¡Pero NOO¡Ella debe llorar y llorar y llorar durante toda una semana, diciendo: '¡mis niños ya son mayores, mis niños!' entre lágrima y lágrima!
'RING, RING, RING'
Los ojos verdes de Myoga brillaron, agradecido. En casos como este, adoraba al teléfono y más adoraba que sonara. Excusándose, el anciano doctor dejó a su esposa llorona y se encaminó a atender el teléfono.
–¿Diga? –preguntó Myoga tranquilamente -. ¡Ah, amo Sesshômaru¿Cómo se encuentra usted y su esposa¿Ya nació¡Qué maravilla! –entonces, los ojos de Myoga se abrieron de par en par -. ¿Qué quiere decir…?
–.–
Kagome hablaba y hablaba y hablaba con libertad sobre anécdotas de su infancia. Mostraba una alegría que no tenía nada que ver con la Kagome de hace unos días atrás, aquella fría y madura Kagome... Volver a verlo le hizo traer a su 'yo' de verdad. Ésa Kagome, la que se mostraba feliz, la que era inocente y tímida, la que poco a poco él aprendió a conocer.
InuYasha sólo la miró, con un poco de ternura en su rostro. Le gustaba verla así, feliz y alegre, no confundida y con sus ojos llenos de lágrimas. Estaba en un mundo aparte, contemplándola y dejando que sus pensamientos fluyesen. Sus ojos mostraron melancolía, aún tenía ese mal presentimiento... Algo no estaba bien y lo sabía.
–Gracias –dijo Kagome de pronto, su voz era tranquila y serena¿desde cuándo se volvió tan seria, pensó InuYasha -. Pero… yo no soy ningún juguete tuyo, InuYasha. No quiero que vuelva.. que vuelva a pasar lo mismo que pasó anteriormente.
Él la miró despreocupado, entendía perfectamente a que se refería pero estaba seguro: nunca se atrevería a volverle hacer daño. No quería ser el causante de sus lágrimas, otra vez, tampoco de su dolor. Solamente quería.. "No sé lo que quiero, aún".
Se levantó y se acercó a Kagome, ella se giró un poco para estar frente a frente pero estuvo sentada todo el tiempo en la silla. El chico alargó su mano y acarició su mejilla, sonrió levemente al ver como la chica se sonrojaba notablemente ante ese gesto tan tierno. La agarró del mentón y lo levantó unos centímetros y la contempló en silencio.
–Claro que no –murmuró, acercándose un poco, hasta que su nariz rozó la de ella -. No eres un juguete. Nunca lo fuiste... Sólo eres tú, Kagome.
Kagome mostró una sonrisa agradecida, pero su sonrisa se apagó al sentir como InuYasha la besaba otra vez. No sabía lo que él sentía por ella, tampoco entendía lo que sus miradas y esas sonrisas leves le querían decir, pero entendía lo que quería transmitirle; cariño y... ¿amor?
Continuará…
Por motivos futuros, en el próximo capítulo cambiaré la historia de "T" a "M". Pongo este aviso antes, por si no encuentran la historia.
¿Muchisímas gracias por sus reviews!
