FLORES AMARILLAS

Capítulo catorce

Cuando a lado estás..

InuYasha le mostró una sonrisa tranquila a su novia, para luego posar su mirada violeta en la carretera. La semana ya había terminado, era un domingo a la mañana y ambos debían regresar al Instituto Urasue, por más que desearan quedarse allí. Kagome se movió ligeramente, sumergida aún en un profundo sueño; él no sabía que los viajes largos la adormecían.

El sol se encontraba ausente, típico de los días que se acercaban a la primavera, aunque no lo pareciera. La temperatura aún seguía un poco baja, como si el invierno se negara a marcharse. Sus labios dejaron de asentar aquella sonrisa tranquila, mostrando una mueca seria. El invierno... su ceño fruncido volvió a su rostro, transformándolo en aquél InuYasha. Apretó con fuerza el volante del automóvil.

Todo parecía un sueño, que en cualquier momento su despertador iba a sonar, diciéndole que tenía que salir de aquel mundo hermoso; donde Kagome era su novia y dormía tranquilamente en el asiento del acompañante, tapada por su chaleco. En cierto modo, eso le daba una emoción de querer disfrutar con ella cada segundo de lo que durara el 'sueño' pero... Todo un principio tiene final, a igual que los sueños.

¡No, se dijo, acelerando un poco más el automóvil. Él se encargaría de que ese sueño siguiera, de no despearse, de que se transformara en su realidad. ¿Cómo haría eso entonces, se dio cuenta, cuando llegaron a una estación de servicio.

–Kagome, Kagome... ¡Oi, Kagome, despierta! –exclamó, zarandeándola. Un ojo azul perezoso se abrió, al tiempo que su pequeña boca se abría, soltando un sonoro bostezo. InuYasha suspiró de resignación.

–¿Qué, ya llegamos? –preguntó vagamente, fijándose en la arenosa carretera -. ¿Por qué me despertaste si no llegamos? –se quejó con voz dulce, restregándose un ojo y volviendo a bostezar.

–Es la una de la tarde –dijo InuYasha, como si fuera lo más obvio del mundo, se cruzó de brazos y miró para otro lado -. ¡Keh! –y, entonces, traicionero, su estomago rugió.

¡Estúpido estómago, quiso soltar InuYasha, pero se mordió el labio y se sonrojó levemente de vergüenza. Vaya, nunca antes se había sonrojado tanto. Pero, igual de traicionero, esta vez fue el estómago de Kagome quien pedía comida.

–¡Ahh! InuYasha, tengo hambre –comentó Kagome, como si fuera una niña pequeña hablándose a su padre -. ¿Vamos a comer?

Volvió a suspirar de resignación, señalando con el pulgar el local donde había varias personas sentadas, hablando animadamente. Por algo él había parado. Unos golpecitos en la ventanilla interrumpió su 'amena' conversación, era un empleado preguntando si llenaría el tanque.

Mientras que el muchacho llenaba el tanque con gasolina, InuYasha y Kagome entraron al local y una empleada le lanzó una mirada coqueta a su novio, la chica de ojos azules sólo frunció el ceño y soltó un pequeño gruñido, tomándolo del brazo, como diciéndole: 'Lo siento, nena, pero éste es mío'. "¿Pero qué rayos le estará pasando a Kagome?", pensó InuYasha, totalmente desconcertado.

Pagó dos hamburguesas y Kagome lo condujo a un lugar algo apartado de la mirada coqueta de la empleada. ¡Je! Lo sentía por ella, pero InuYasha era su novio y... Inmediatamente sus mejillas se pusieron muy coloradas. ¡Estuvo actuando como una celosa posesiva, cómo InuYasha! Se imaginó ella actuando como su novio e InuYasha actuando como ella, un escalofrío recorrió su espalda. Qué frío.

–¡Están locos¡Encender el aire acondicionado con el frío que hace! –se quejó InuYasha, tomando un poco de gaseosa y con su acostumbrado ceño fruncido, dándole a entender que ese humor tan característico volvió.

–InuYasha –susurró Kagome, con voz comprensiva, como si le estuviera hablando con un niño obstinado, intentando enseñarle cuando era dos más dos -. No está haciendo tanto frío... ¿Acaso eres friolento? –él muchacho abrió los ojos ante 'semejante' pregunta.

–¡Keh¿Qué, yo¡No, no, no! Sólo lo decía por ti, Kagome –sus manos se estaba moviendo nerviosamente, por eso las ocultó bajo la mesa -. No quiero después aguantarte enferma.. ¡Keh!

Kagome sonrió dulcemente, le causaba tanta risa verlo así.. Al ver esa sonrisa un tanto burlona, InuYasha también sonrió, con aquella sonrisa malvada cuando se le ocurría un plan... 'malvado'. Su mano se posó en la rodilla de ella, Kagome pareció dejar de respirar.

–¡InuYasha, estamos en un lugar público, mueve tu mano! –se quejó entre susurros la muchacha, sin medir ciertamente lo que dijo.

La sonrisa malvada se hizo más grande, cuando su mano se subió lentamente hacia su muslo. La respiración de Kagome se volvió jadeante, sentía pequeñas cosquillas bajo la falda. Antes de que éste siguiera, ella pellizcó su mano, enojada.

–¡Auch¡Kagome...! –empezó a quejarse InuYasha, viendo aún la marca roja que tenía su mano del pellizco de ella.

–No hables –atajó la chica, frívola, mirando para otra parte.

Él sonrió divertido, al menos se había vengado por hoy, aunque le costó un poco caro. Cuando la empleada les ofreció las hamburguesa, dio una mirada sensual a InuYasha. Kagome estuvo de muy malhumor hasta que salieron de la estación de servicio.

El cielo estaba teñido de un bordó fuerte, las estrellas no podían verse y el automóvil se encontraba echando mucho humo por el capó. Kagome se encontraba cruzada de brazos, mirando fijamente el infinito, tratando de pensar en otra cosa. A esta altura, no llegarían el lunes para el Instituto.

InuYasha estaba afuera, tratando de entre tanto humo, ver lo que le pasaba al condenado auto. De muy buena calidad, de muy buena calidad, recordó las palabras del vendedor. "¡Calidad mis cuernos!", pensó InuYasha, furioso, cerrando el capó con toda la fuerza que tenía.

¡Qué viaje de...! Se sentó en el asiento del conductor, e intentó ponerlo en marcha. Kagome dijo que no funcionaría, él la calló. Nada. Respiró profundamente, como dándole fuerzas al auto con la mente. Nada. Se estaba impacientando. Nada. Y nada.

–¡Diablos! –gruñó InuYasha, golpeándose la frente con la bocina, haciéndola andar por un largo tiempo, al menos el tiempo que le dejó Kagome -. ¡Estúpido auto¡Keh!

Kagome cerró los ojos y apretó su hombro, regalándole una sonrisa compasiva. No quería verlo enojado.

–Tranquilo, sólo espera un poco –pidió Kagome, viendo como la carretera parecía un lugar de nadie. Ni un alma pasaba por allí.

–Lo que sea –respondió sarcásticamente el muchacho, muy malhumorado. Lo cierto es que, le agradó en cierto modo que se averiara, por lo menos así todo este sueño duraría un poco más. Tomó aire profundamente y le sonrió -. ¿Qué te parece si vamos al asiento de atrás y dormimos un poco?

Kagome le miró a los ojos y, ausente, asintió. Pronto se encontró rodeada por sus fuertes brazos, encontrándose con aquella tranquilidad que sólo su perfume le brindaba. InuYasha agarró su chaqueta, que estaba de su lado, y cubrió a ambos, apretando a Kagome más cerca de sí. La muchacha le miró, se acercó y le dio un suave pero rápido beso en los labios, murmurando un 'buenas noches' y recostando su cabeza en su pecho. Al menos, le gustaba escuchar el corazón de él palpitar.

InuYasha parpadeó, como si recién hubiera podido asumir lo que acabó de pasar. Sonrió levemente y besó su sien, para luego recostar su cabeza sobre la de ella, soltar otro suspiro resignado y caer sobre el sueño. Por lo menos, tal vez, en este sueño, también pudiera soñar con Kagome.

–.–

Kagome soltó una risita, un tanto nerviosa como divertida, al sentir como InuYasha empezaba a besar su cuello. Se movió un poco, diciendo que no era un buen lugar y que podría verlos todo el mundo que pasara, pero el muchacho no hacía caso. Una mano de InuYasha, abrió los tres últimos botones de su blusa, acariciando su vientre caliente, ella se estremeció al sentir sus manos frías. La otra se encontraba sobre su rodilla y subía de a intervalos, corriendo la tela de seda de la falda. Kagome le sujetó el rostro y lo besó apasionadamente, llenándose de su sabor, mordiendo juguetonamente su labio inferior.

–¿Qué tal... si... lo... intentas... ahora? –preguntó Kagome, jadeando, apenas pudo pensar aquella pregunta. Definitivamente, estaba perdiendo la cabeza por su culpa.

–¿Mmm? –murmuró InuYasha, sonriendo traviesamente, rozando con sus labios el cuello de la muchacha y desabrochando los dos primeros botones, corriendo la tela para seguir con su hombro, Kagome soltó un sonoro gemido.

–Encender... el... auto... Inu... Yasha... –gimió Kagome, tratando de conservar la chispa de la cordura, pero sus besos, sus caricias, todo en él la confundían y la llevaban como en otra parte.

–Después.

–Pero..

–Después, Kagome, después, aún es muy pronto –dijo InuYasha, posando sus manos tras la blusa, justamente en su espalda y regalándole suaves caricias. Kagome soltaba gemidos cada vez roncos y profundos.

Pero pasó un auto... y luego otro y otro, seguidos de muchos más. Se escuchaban las músicas altas, las risas y los griteríos de unos adolescentes. Es cierto, las vacaciones de aquellos muchachos habían terminado y seguramente estaban regresando..

Carraspeando, InuYasha se separó abruptamente de Kagome, respirando apenas, como ella. Sin salir del vehículo, como pudo, se sentó en el asiento del conductor y movió la llave. El auto hizo un chillido y ronroneó levemente, encendido completamente. Miró por el espejo retrovisor y pudo ver como Kagome, con las mejillas al rojo vivo, se abrochaba los botones y se acomodaba la falda y el cabello.

–¿Qué es lo gracioso, InuYasha? –preguntó entre dientes la muchacha, viendo como él aún mantenía su sonrisa burlona.

Había pasado una hora y se podían ver ya las luces de la ciudad, no hubo problemas y ahora ni un alma pasaba por la carretera. Kagome, en el fondo (muy, muy, muy en el fondo, sinceramente), estaba algo agradecida con esos chicos pero no le gustaba para nada esa actitud burlona que InuYasha tenía.

El muchacho abrió la boca, pero se silenció, negando con la cabeza suavemente.

–No, no es nada, Kagome. Mejor duérmete, mañana será un día complicado –aconsejó InuYasha, demasiado alegre para el gusto de la muchacha.

Se encogió de hombros, agarrando el chaleco de InuYasha y cubriéndose un poco, su ceño aún marcado en su inocente rostro. Algo cercano a lo ofendido, Kagome se durmió minutos después. InuYasha se rió, encontrando todo el asunto con un amargo chiste.

Estúpidos chiquillos, si solamente no hubieran interrumpido.. Pensó el muchacho, apretando el volante, moviendo sus dedos índices con inquietud. ¡Keh!

–.–

Cuando los rayos de sol pegaron contra sus párpados, perezosamente dejó ver el azul brillantes y cristalinos de sus ojos. Kagome se movió un poco, estirándose y soltando un gran bostezo. Estaba tan cansada... ¿Dónde se encontraba?

No era el auto de InuYasha, tampoco su departamento y mucho menos sería la cabaña. Se sentó en la cama, para luego notar a un durmiente y completamente agotado InuYasha descansar a su lado, rodeándola aún con su brazo.

Miró la habitación, encontrándose que estaba exquisitamente decorada. Las paredes estaban pintadas con un muy claro verde, en ellas habían algunas pinturas y, justo dándole la espalda, pudo ver a su pintura favorita. Los muebles eran de madera reluciente, dando a entender lo caros que debieron de ser. Se sintió muy chiquita en aquél lugar.

Miró al reloj alarma-radio de InuYasha, donde relucían números rojos, marcando perfectamente las... ¡Ocho y media!

–¿OCHO Y MEDIA¡InuYasha, despiértate, despiértate! –gritaba Kagome, completamente desesperada, zarandeándolo. Él se movió perezosamente, gimiendo en protesta.

La chica se sentó a los pies de la cama, buscando sus zapatillas y corriendo al tocador que había allí, para peinarse. Corrió hacía la cocina, abrió el refrigerador, sacó una botella de agua.

–¡Despierta, InuYasha, llegaremos tarde! –exclamó Kagome, aterrorizada como el muchacho seguía en la cama, pero con los ojos abiertos y mirando el techo con atención, como si no hubiera cosa más interesante -. ¡Ya hemos faltado una semana y...!

–No hay –dijo simplemente InuYasha, con sus grandes ojos violetas aún en el techo blanco, blanco.

Kagome entró y se puso frente a él, poniendo ambas manos sobre su cintura, frunciendo el cejo, muy enojada. ¿Pero qué rayos le pasaba a éste chico?

–¿Qué!

–No grites, Kagome –repuso InuYasha, totalmente calmado, muy ajeno a su personalidad -. Por medio de Ayumi, me enteré que los profesores están en huelga, pidiendo mejoras salariales. Desde la otra semana que están; ni lunes, martes y miércoles hay Instituto. Creo que será porque hay una epidemia de conjuntivitis y desinfectaran al colegio..

Kagome le miró como diciendo: 'Es broma¿verdad?'

–Y no es broma –agregó el muchacho, cerrando los ojos -. Hazme un favor: ven aquí y duérmete –soltó un bostezo -. No sé tú, pero yo estuve conduciendo toda la maldita noche y apenas dormí hace una hora.

Por esa razón estaba tan extraño. Kagome se sonrojó de vergüenza, se sacó las zapatillas, se tapó con la sábanas y dio su espalda contra InuYasha. Estaba tan enojada consigo misma por ser tan descuidada referente a InuYasha, él condució toda la noche, no ella. Éste se acercó a ella, rodeándola con un brazo y acurrucando su espalda contra su pecho. Kagome le faltaba el aire.

–Así está mejor... mucho mejor.. –susurraba InuYasha, con los ojos cerrados, corriendo un poco su cabello y besando su hombro que, aunque cubierto por la tela, Kagome no pudo evitar sentir un escalofrío -. Ssshh, cierra tus ojos y duérmete, Kagome, el día aún es largo.

–¿Te das cuenta de lo qué dices? –preguntó Kagome, con voz suave y dulce, totalmente enternecida por aquél extraño cariño.

–De verdad... No.

–Lo supuse.

Y ella, también, cerró los ojos. A los pocos segundos, ambos cayeron en el mundo de los sueños. Uno junto al otro, como debió ser hace dos meses atrás, pero debido a las confusiones y culpabilidad de cierto muchacho ojivioleta; no se logró.

–.–

Sango puso los ojos en blanco, al ver como Kagome recién llegaba. Se cruzó de brazos, con los ojos chocolates lista para recriminarla en desaparecer sin dejar rastro. ¡El susto que se había llevado! No tenía ninguna noticia, la abuela de la chica no quería revelarle donde estaba, con Kanna no se llevaba muy bien y... En fin. Fue casi un infierno esa semana espantosa.

Al menos estaba Miroku para contenerla.

–¡Buenos días, Sango-chan! –exclamó jovialmente Kagome, viendo a su querida amiga. Por más que aquella semana fue maravillosa, la había extraño. Su sonrisa se hizo más grande¡las cosas que debían hablar!

–¿"¡Buenos días, Sango-chan?"¡¿BUENOS DÍAS¡SON MÁS DE LA CINCO DE LA TARDE Y TÚ ME DICES "BUENOS DÍAS"! –gritó Sango, una vez que entraron al pequeño departamento y su amiga empezó hacer té -. ¡Nada! Ni una nota, absolutamente nadie sabía donde estaba, tu tía no quería decírmelo, con Kanna no me llevo bien. ¡Me moría de la preocupación¡¿Y TÚ ESTÁS MUY FELIZ Y ME DICES "BUENOS DÍAS"!

–InuYasha y yo somos novios.

Kagome se sonrojó levemente.

–Encima no me llamaste... –Sango seguía con su monologo, pero se detuvo completamente y miró a Kagome con los ojos abiertos de cólera -. Ahhh, me alegra por ti –dijo la muchacha, sin prestar atención, hasta que sus palabras llegaron a su cerebro enojado. Se la quedó mirando con la quijada abierta y sólo pudo mustiar un: "¿Qué!".

Kagome intentaba esconderse o que la tierra se abriera de la nada, y la tragara. Tragó saliva con dificultad y sonrió nerviosamente.

–Lo que escuchaste: InuYasha y yo somos novios, desde hace una semana, bueno, más o menos.

Sango no sabía qué decir, realmente.

–¿Lo perdonaste?

La chica asintió, aún con un sentimiento de culpa y que nada de esto andaba bien. Sango respiró profundamente.

–No sé que motivos te llevaron para hacer eso, Kagome-chan, pero no quiero que te fíes. Una vez te dije lo mismo¡y mira como saliste después! Lastimada. Sólo te pido que no seas tan tonta como para acostarte con él..

El sonrojo abandonó su rostro, y le devolvió la mirada tristemente, los ojos azules perdiendo su brillo especial con que la había recibido. Sango se horrorizó.

–¡Oh, Kagome¿Tomaste precauciones, al menos? –la mirada de Kagome delató la verdad -. ¡Kagome¿Qué pasaría si quedaras embarazada¡No puedes saberlo, tal vez te deje y te siga lastimando!

Lágrimas aparecieron en la ojiazul, sin tener algún apoyo en que sostenerse. Pensó en InuYasha, en los momentos que vivió con él, las sonrisas, los besos, las caricias, los 'te amo' tan sinceros. Pensó en sus brazos, brindándole apoyo si resultaba quedar embarazada.. Sin embargo, recordó sus duras palabras. Un frío invadió su pecho.

–No lo sé, Sango-chan... –sus ojos azules se volvieron en un pálido celeste, y su tez se volvió blanca, muy blanca -. Llevo siete días de retraso.

Sango sintió como el alma caía a sus pies.

–No puede ser –susurró la chica castaña horrorizada.

Simplemente era un sueño... ¿o no?

Continuará…

¡Embaracé a Kagome! (Bueno, no está confirmado je, je, je). No pensé que lo haría, pero me dí cuenta de que es ella quien desconfía aquí. Ya veremos como se arregla, dos o tres capítulos nos quedan en la recta final... o más. ¡Gracias por sus review!