FLORES AMARILLAS

Capítulo quince

Un bebé

–¡Ohh, no, no puedes¡Tú no puedes estarlo, no puedes! Kagome, dime que es mentira, dime que no vas a tener un bebé. Por favor, decime que es una equivocación –lágrimas se podían ver atreves de los ojos celestes pálidos de la aludida -. N-No... ¡No quiero que termines como yo! –exclamó Sango, llorando abiertamente.

Kagome sólo bajó la mirada con tristeza. Sabía que Sango estaba con el tal Miroku, pues tenía dos meses de embarazada, al menos su novio sí la amaba y se haría cargo del bebé pero... no sabía, ciertamente, lo que InuYasha sentía por ella.

No. Sí sabía lo que el muchacho sentía por Kagome, lo que ella no sabía... era confiar en sus palabras. Una vez le hizo daño¿por qué no hacerle lo mismo? Sus lágrimas caían por todo su rostro, como una gran fuente de dolor en su pecho.

Un bebé. ¡Un bebé! Sus estudios, su dinero, su vida, todo cambiarían por la culpa de ese pequeño. Sabía que al tener más de cinco, seis meses de embarazo se haría cada vez más difícil hasta que finalmente tendría que abandonar sus sueños y encargarse del niño.

Se imaginó sola, sin InuYasha, con un bebé a cuestas e intentando sobrevivir en la vida. Estando sola en el mundo, viendo como el muchacho hace su vida con mujeres mucho más hermosas y viviendo una vida de lujo y confort... y ella, en la miseria, llorando por la noches cuando su criatura durmiera, haciéndole recordar amargamente al padre.

Pero se imaginó que InuYasha realmente la amaba, que aceptaba al bebé con cariño y decía lo feliz que estaba. Se imaginó una vida en familia, amándose siempre, viendo el retoño jugar, tal vez, con sus hermanitos si todo salía bien. Una familia, como ella siempre quiso y que nunca faltara un padre..

–¿Qué pensarás hacer ahora? –preguntó Sango, frotándose los ojos, tratando de calmarse.

Kagome respiró con fuerza, siendo de vuelta al mundo real de golpe. Sus lágrimas aún caían sobre su rostro. Lloraba tanto, tanto de dolor. Sentía como si su alma se desprendiera en pequeñas fibras dolorosas, como si un millón de espadas se clavaran en su corazón maltrecho y tuviera que cargar con un millón de rocas tras su espalda.

–Comprarme el test para estar segura –dijo con calma, aún hipado y con ese feo pálido en sus ojos. Estaba aterrada, nunca pensó que le pasara algo así.

–¿Y luego? –siguió Sango, alzando las cejas.

Kagome supo a lo que se refería.

–Cuando esté preparada, se lo diré. Y cuando sepa que en realidad estoy embarazada, también.

La muchacha castaña asintió, pero muy ausente. Esto se estaba saliendo de control¿cuántas veces le decía Miroku de aquellas chiquillas de catorce años que daban a luz en hospital¿O de esas madres de quince años que abandonaban a sus hijos? No quería terminar como ellas, tampoco lo deseaba en Kagome, pero tal vez sea natural y... sólo sea un error.

–.–

Kagome paseaba, esperando a que pasaran los cinco minutos. Pero cada segundo era interminable, agotador, sentía como se helaba la sangre en sus venas. Observó sus muñecas, pensando en la sangre.. Ahora estaba congelada, cuando días antes latía con fuerza, recorriendo sus entrañas, haciendo que su cuerpo se calentara tras la caricias de InuYasha.

–Kagome –llamó Sango, saliendo del baño y ocultando su cabello detrás de sus ojos.

La muchacha la miró, esperando una repuesta positiva. Una repuesta que digiera que nada crecía dentro de ella, que no existía nada, que sólo era un error y que para la próxima vez se cuidaría mucho para evitar esto.. La miró con esperanza, recuperando un poco de color.

–Lo siento, estás embarazada –susurró Sango, casi sin voz.

Aquel azul hermoso, se fue apagando, hasta hacerse un gris sin vida, sin brillo. Un gris apagado. Su corazón dejó de latir por unos instantes y su estomago recibió una punzada muy fuerte de dolor... Gritó y luego lloró en el regazo de su amiga, lágrimas de verdadera angustia.

Por más que lo amara con cada fibra de su ser, de su alma, de sus pensamientos y su corazón.. Todo esto era horrible. Por más que amara a InuYasha, ella no quería a ese bebé. No a ese bebé.

–Un bebé... ¡Un bebé! –llorozó Kagome.

Sango la abrazó con fuerza, entendiendo como se sentía.

–Debes decírselo.. Te juro que si te lastima, lo pagará muy caro. Lo mataré, sí, eso lo haré y nosotras cuidaremos de nuestros bebés, junto con Miroku –decía Sango, arrullándola.

Kagome se separó de ella y la miró fijamente.

–Se lo diré, ahora.

–Pero, Kagome…

La chica negó con la cabeza.

–No te preocupes, seré fuerte.. Lo seré.

Y, con toda su alma a cuesta, Kagome salió del departamento, junto con Sango.

TOC, TOC, TOC..

InuYasha miró despreocupadamente la puerta, reconociendo ese suave toque que provenía de Kagome. Sonrió galante y se acercó, viendo por la cerradura y reconociéndola. Abrió su puerta, agarrándola por la cintura, sin que ella pudiera terminar de decir algo, la acorraló contra la puerta, cerrándola de un golpe.

La besó apasionadamente, empujando su cuerpo contra el femenino, encajando perfectamente, como una pieza de un rompecabezas. Acarició su cabello, su cuello, sus manos frías.. ¿Frías? InuYasha se separó del beso, para mirarla atentamente.

Temblaba, toda ella temblaba. Su cuerpo estaba pálido, muy pálido. Las mejillas, sonrojadas por la alegría, no tenían color y sus ojos... ¿Dónde estaba el color azul en ellos¿Dónde estaba su Kagome? Ahora lo único que venían eran unos ojos grises, con penas brillo de vida en ellos.

–Kagome…

Ella lo silenció.

–No hables... sólo abrázame, por favor –pidió Kagome en un susurro, el muchacho, confundido, lo hizo -. Abrázame fuerte, InuYasha, fuerte... Tengo miedo, mucho miedo.

Sentía como aquél abrazo regalaba vida, le daba un poco de un calor ausente, brindándole fuerzas de donde no tenía. El calor de su cuerpo volvía, su corazón bombeaba sangre, sus mejillas recuperaban su color y sus ojos también, aunque su gris aún persistía.

–Aquí estoy, sabes que siempre estaré aquí, Kagome –dijo InuYasha, confundido, sintiendo como tiritaba. "Oh, Kagome¿qué rayos te pasó?" -. Mi Kagome... Mi Kagome... –susurró el chico, sintiendo como su aroma se desvanecía.

Kagome lo rodeó con sus frágiles brazos, apegándolo a ella, sufriendo de verdad. Sabía que algo malo iba a suceder, lo presentía, cuando terminara aquella semana todo iba a cambiar. ¡Ahora ella era la que sufría! Sufría por su amor, por su InuYasha, por su embarazo no deseado.. ¡Siempre la que derramaba lágrimas era ella, siempre ella!

Su novio empezó a besar el cuello, descubriendo que al recibir sus labios, su piel regresaba a su color. InuYasha la alzó en brazos y la llevó a su cuarto, aún muy preocupado. Hicieron el amor, el muchacho intentando regresarle parte de vitalidad a su cuerpo, y ella tratando de complacerlo, de borrar su dolor, de su confusión.

–¿De verdad me amas? –preguntó Kagome, entre sus brazos, acariciando su rostro y su cabello, tan sedoso luego de aquél acto.

Él besó su mano, sin dejar de mirar sus ojos azules. La besó en los labios, abrazándola, acariciando su vientre. El nudo de la muchacha desapareció por unos instantes, al sentir aquella caricia llena de ternura. ¿Podía volver a confiar¿Éste muchacho de verdad la amaba?

–¡Claro que sí! Lo sabes, Kagome –respondió InuYasha, entre su beso -. ¿Y sabes por qué te dije todo aquello, cuando terminé la pintura?

Ella negó, perdiéndose en sus ojos violetas que la miraban con tanto amor, cariño, ternura. Decían la verdad, sus violáceos ojos estaban rodeados por aquél dorado y decían la verdad. Puramente la verdad.

–Porque estaba confundido, no sabía lo que sentía por ti –se mostró muy abierto con sus sentimientos, pero necesitaba decirlo -. Sentía culpa... Culpa de que por ti, descubrí que nunca amé a Kikyo.. De que eres lo más importante que tenía y que lo ultimo que quería era lastimarte. Creeme, eso me dolió más a mí que a ti.

–Pero... no tienes idea del dolor que sentí, InuYasha

Él abrió sus ojos, pero sonrió sinceramente.

–Tú tampoco tienes idea del dolor que yo sentí, Kagome.

"Lo sé, no tengo idea.. Tampoco sé si de en verdad tú me amas", pensó Kagome con tristeza.

–¡Kagome! Deja de ponerte triste –pidió InuYasha, como un niño desesperado, tratando de calmar a su madre -. ¿Qué te pasa, Kagome¿Qué te sucede¿Por qué estás así¡Responde, Kagome, vamos!

–Tú no eres de hablar demasiado –repuso ella, ausente.

No podía hablar, no podía decirlo. Necesitaba que él dijera 'te amo', siempre, todo el tiempo. Haciéndole recordar que estaba bien, que de verdad la amaba y no la usaba, que nunca más la iba a lastimar y que iba a pasar su vida a su lado, ayudando a cuidar a su hijo.

–¡No importa¡Responde¿Qué diablos te pasa¿Por qué estás así? –gritó InuYasha, sosteniéndose por los codos, para mirarla de frente.

Los ojos de la oji azul volvieron a llenarse de lágrimas, y ocultó su rostro entre su pecho, empezando a llorar nuevamente. InuYasha sintió como si mil monstruos destruyeran su corazón, al verla en ese estado, llorando y él no pudiendo hacer nada.

–Dime... dime que me amas –repetía Kagome, muy bajito, desesperada. InuYasha se lo decía, abrazándola, besándola, susurrando mil veces que la amaba, que era lo más importante y que dejara de llorar -. Dímelo otra vez, InuYasha, por favor..

–Te amo, te amo, te amo, te amo –repetía InuYasha, siguiendo sus indicaciones, empezando a sentir como sus ojos empezaban a arder. ¿Esto significaba qué él también iba a llorar? La besó con fuerza, cariño, con todo lo que sentía desde muy en el interior.

Era una situación tan confusa y extraña.

–.–

Aquél día, el cielo estaba oscurecido por un perfecto gris en las nubes. Las luces de las calles estaban prendidas, tal vez... si se apagara toda aquella luz y vitalidad que contenía la ciudad, se perdiera y se fuera para siempre. Kagome miró el cielo, aún con su gris triste en sus hermosos ojos, recostando su cabeza en el pecho de InuYasha.

Él le besaba el cabello, le acariciaba los hombros y seguía susurrándole cuanto la quería. Podía escuchar el fuerte latir de su pecho, podía percibir que cada una de sus palabras eran sinceras pero tenía tanto miedo. ¡Miedo! No podía confiar, pero su corazón era tan necio, tan terco..

–InuYasha –llamó Kagome, con esa voz ausente que, desde el lunes, llevaba.

El muchacho paró abruptamente sus muestras de cariño e intenciones de calmarla y la miró atentamente, haciéndole entender que con su silencio tenía toda su atención.

–Yo... tengo que decirte algo muy, pero muy importante –susurró Kagome, entrelazando su mano, viendo como él la apretaba con fuerza y le brindara su apoyo.

"Él estará aquí.. ¿Él lo estará?", se preguntó Kagome, mordiéndose el labio inferior, tragando el fuerte nudo en la garganta. Todo ese día estuvo conteniendo las lágrimas, tratando de parecer normal, pero todos sus amigos (incluso InuYasha), la notaban extraña. ¿Alguien podría advertir sobre su embarazo¿Se podrían dar cuenta?

–¿Qué quieres decir, Kagome? –preguntó InuYasha, sin querer explotar.. "¿Pero qué diablos te pasa, Kagome¿Por qué no quieres contármelo?"

Ella tomó aire, iba a decírselo.. Pero en ese momento, la campana del colegio sonó y, esa clase, aunque ella tuviera a Midoriko (como InuYasha), él debía irse a su clase de dibujo básico. Se despidieron con un leve beso, Kagome aún sintiendo ese vacío en su interior.

¿Vacío¿Será posible que ella estuviera vacía por dentro, sin un bebé creciendo? Simplemente se encargaba de hacer bocetos pequeños, sus ojos llenándose de lágrimas. Se sentía tan sola ahora, mucho peor que en esos dos meses. Mucho peor, sin un híbrido que la contuviera, sin InuYasha, sin Sango, sin nadie. Sola, como la palabra decía: sola.

Fue un día tan largo. El reloj corría, las once se hicieron las doce, volvió a ver a InuYasha, esta vez mostrándose un poco como la Kagome normal; haciendo que el muchacho se tranquilizara. Falsedad. Era falsa con la persona que la salvó, la persona que le brindaba su cariño, su apoyo, su amor, le entregaba el corazón entre sus manos. Una falsa, una mentirosa.

Cuando llegó a su departamento, se echó a la cama, mirando el techo. En la mesa de noche se encontraba el test.. por alguna razón no quería tirarlo. Era como su recordatorio, algo estaba dentro de ella y, quisiera o no, era parte de InuYasha.

Sonrió levemente, pensando que había un pequeño InuYasha creciendo dentro suyo, o una pequeña Kagome. O ambos. La ojiazul empezó a cerrar los ojos, cayendo lentamente en ese mundo de sueños. Estaba tan agotada, estuvo a punto de desmayarse varias veces.. Y se sentía como todo giraba al su alrededor, mayormente pasaba cuando baja las escaleras..

Pero ahora..

Ahora estaba viendo algo rojo frente a sus ojos. Ahora unos brazos fuertes la abrazaba con fuerza, podía escuchar con levedad un corazón latente. ¿Era un sueño? Entrecerró los ojos, apretando con fuerza la tela, pensado que ese calor era muy parecido al de InuYasha..

'Debes ser fuerte... Tú no eres una mujer débil, me lo has demostrado'

Aquélla voz.. Kagome sentía que el corazón le salía por la boca, al intentar hablar. Regresó el abrazo con tanta fuerza, temiendo que iba a desaparecer. Lo temía, no quería quedarse sola otra vez. "Pero si no estas sola..", se quejó una vocesita detrás de su cerebro.

Es cierto... Lo tenía a él, lo tenía a InuYasha... tenía a su pequeño crecer dentro suyo. Pero¿por qué estaba tan vacía? 'Una mujer débil..', amargamente lloró entre su pecho. Quiso gritar, pero no lo hizo. Quiso correr, pero no se apartó de su lado. Sólo habló, como un libro abierto, le contó todo a su querido hanyou.

¿Qué más podía hacer...? Al menos, estaba segura que él no la dejaría por eso. Simplemente, se marcharía, cuando estuviera segura otra vez, como lo estuvo hace una semana atrás.

–.–

El timbre del departamento sonó estrepitosamente, una y otra vez la misma melodía. InuYasha se tronó los nudillos, disgustado. Se levantó de la cama y fue a ver quien era. Su ojos violetas se abrieron grandes, al notar que era Sango, la amiga de Kagome y novia de su amigo.

Abrió la puerta sin comprender, pero entendió una cosa: mostraba decisión. Los ojos castaños (y ella misma), parecía estar rodeados por una aura de fuego. Un volcán en erupción.

–¿Quieres pasar?

Sango entró. No dijo nada, sus manos se movían nerviosamente, y sentó en el sofá. InuYasha se rascó la cabeza, como tratando de entenderla y entender que rayos hacía allí. "Definitivamente, es novia de Miroku", pensó, notando el parecido extraño en sus personalidades.

–¿Qué...? –Sango le cortó.

–Sólo quiero decirte algo, y que esto quede entre nosotros –repuso la muchacha castaña y mayor, notándose en sus ojos un poco de duda -. Un secreteo.

InuYasha parpadeó reiterada veces. ¿Qué diablos sucedía?

–¿Qué…? –quiso volver a preguntar.

Sango le mostró su cejo fruncido.

–¡Silencio! –el muchacho pegó un brinco, ella se mostró complacida -. Y se trata de Kagome y de su comportamiento extraño –aquí, InuYasha supo que Sango tenía toda su atención -. Quiero que me digas algo, con la más clara sinceridad, por favor.

–¿Qué…? –y se mordió la lengua.

La muchacha miró ambos lados de su departamento y su ceño se frunció más.

–¡Cállate¿Tú amas a Kagome, por sobre todas las cosas, correcto? –espetó, InuYasha asintió sonrojado -. Correcto. ¿Serías capaz de hasta casarte con ella?

–¿Pero qué tiene que ver! –preguntó InuYasha, más sonrojado aún, ante el pensamiento de un casamiento. Pero, ahora que lo pensaba y volvía a pensar, no era tan malo...

–Mucho. Responde¿serías capaz de casarte con ella? –InuYasha se le quedó mirando, pensando, imaginado, regresando atrás en el tiempo, justo en esa semana que compartió con ella y asintió con lentitud -. Correcto... Igarashi, sé que no debo ser yo quien te lo diga y que debe ser Kagome, pero no está pasando un buen momento¿sabes?

El muchacho asintió, serio. Sango le miró a los ojos, sin poder creerlo que fuera capaz de hacerle confiar en ella. No podía creerlo, confiaba en él y en sus sentimientos hacia su mejor amiga y casi hermana. De verdad la amaba.

–Le cuesta mucho afrontarlo, y teme que tú le hagas daño..

–¿Qué!

Sango se movió del sofá, incómoda.

–Gracias a ti, y lo que hiciste hace dos meses –recordó Sango, el muchacho entendió, sintiendo culpabilidad -. Pero.. El caso es que.. Kagome.. –respiró profundo, también le era difícil, pero él debía saberlo ya y la muchacha se encontraba cada vez más destruida a cada momento que pasaba -. Ella.. espera un hijo tuyo.

InuYasha... se rió. "No, es broma", pensó. Luego miró los ojos castaños de Sango, y soltó un gemido. Algo era seguro, sentía de todo, pero...

Era verdad... Kagome esperaba un hijo suyo. Un bebé... ¡Un bebé!

Continuará…

Bueno, decidido, Kagome está destruida pero con un hijo. ¿Y ahora qué hará InuYasha? Je, para la próxima; capítulo final. (¿Habrá epitologo? Mmm... lo pensaré) ¡Gracias por sus review!

PD: Ejem… Sé que yo no embaracé a Kagome, pero quise ver su reacción… Jejejejeje