FLORES AMARILLAS
Capítulo dieciséis
Sólo deseo estar a tu lado.
"Today your love, tomorrow the world"
"Hoy tu amor, mañana el mundo" –The Ramones.
La luna entró por la ventana, dejando ver su redondez. Kagome abrió los ojos, con las marcas del llanto sobre su pálidas mejillas, sentía como la fuerza se escapaba por todas partes. Se sentó en la cama, con la cabeza baja y mordiéndose fuertemente el labio.
No podía...
¡Era simplemente imposible! Era imposible creer que alguien estaba creciendo dentro de ella, un niño, un bebé, un diminuto ser humano. Un pequeño ser que era de ella y de InuYasha, de su amado InuYasha. Y eso era lo que más le dolía, temerosa de que la rechazara, y la volviera a lastimar. Soltó un grito contenido de rabia, apretando sus manos contra su rostro y llorando.
Llorando otra vez... Qué mujer más débil. No le era posible afrontar todo esto, aunque tuviera familia, amigos para ayudarla, si él no estaba a su lado no era nadie. ¡No deseaba tener al niño, no lo quería! Lo odiaba profundamente; le arrebató lo que más quería, sus ilusiones..
¡Prefería seguir ciega ante la verdad, de vivir una fantasía que pasar los nueve meses sola, recibiendo miradas de lastima y cólera por no cuidarse! Se abrazó fuertemente las piernas, apretando sus rodillas en su pecho y recostando su barbilla en ellas. Tiritaba.
No podía decirle la verdad a InuYasha. ¿Cómo podría ocultarlo, entonces? Llegaría un mes en que fuera imposible, tampoco podría decir que estaba gorda, porque InuYasha no era un tonto. Siguió llorando, con amargura, sintiendo la sangre de su labio recorrer sus dientes hasta llegar a su lengua.
Aquél sabor amargo, mezclado con sus lágrimas de ira e impotencia. ¿Por qué su vida tenía que arruinarse ahora¡Estaba feliz, aparentando que InuYasha la amaba!
Feliz de recibir sus besos, sus miradas cariñosas y los 'te amo'. Feliz de vivir en un mundo donde todo podía ser posible, tanto el rechazo como el dolor. Tal vez, si nunca hubieran regresado, si tan sólo hubieran seguido confinados en la cabaña... todo sería diferente.
¿Pero no aprendió nada, no entendió que InuYasha la amaba de verdad y que no mentía? Él la rescató del sátiro, la rescató de ese pequeño infierno que vivía.. La rescató de seguir viviendo en un farsa, para ahora lanzarla a otra; mucho peor que el infierno mismo. Mucho peor.
Tenía tanto miedo de enfrentarse a la realidad. Tenía miedo de ser una madre soltera, de tratar de vivir con un niño, de llorar siempre y sonreír para afuera. Temía nunca poder olvidarse de él, de que... de que siempre estuviera enamorada de InuYasha y de nadie más. De que su terco corazón lo siguiera recordando, y recordando, lastimándola.
Respiró profundamente, pero las lágrimas caían y caían. Cascadas infinitas de dolor, pequeños diamantes de angustia, horribles piedras de la ira y del odio. Apretó con fuerza ambos costados de su cuerpo, haciendo que las telas crujieran, quejándose y amenazando que pronto iban a ceder; a destruirse como su mundo..
"¿Qué mundo? Ya lo tomaste todo, InuYasha, todo", pensó Kagome, golpeando la almohada con su puño. Todo: su cuerpo, su mente, su corazón, lo tomó todo. Le quitó hasta la ultima célula, la ultima chispa de cordura. Estaba perdida, embarazada y perdida.
Le costaba respirar..
A la luz de la luna, aquellos hermosos ojos azules que Kagome tenía, los mismos ojos azules llenos de alegría, de emociones hermosas se volvieron de un gris pálido. Un gris tan claro, que parecía... parecía dos esferas, similares a la luna, pero sin su brillo plateado. Unas esferas grises y feas, llenas de tristeza, pesar y cólera... tanta cólera hacia un pequeño ser humano, que apenas empezaba a vivir.
Dejó de abrazarse con fuerza, y se ocultó tras su cabello. Aquellas cabellos enrulados, similares a la seda. Los mimos que InuYasha acariciaba y jugaba. Simplemente, hasta su cuerpo le hacía recordarlo. Se dio cuenta de que estaba perdiendo la noción de la identidad, de una existencia, de que en cualquier momento agarraría el cuchillo y acabaría con su miserable existencia.
–.–
DING, DONG, DING, DONG
Llamaba al timbre, pero nadie respondía. Golpeó la puerta, y se abrió sola, con un chillido lento... como si fuera un casa de terror. Se asomó por la puerta, dejando ver su rostro, pero notó que todo estaba a oscuras. Apretando la puerta tras sus manos, la abrió finalmente y entró, cerrándola con sigilo; temiendo... cualquier cosa.
El corazón golpeaba contra su pecho, latente en sus oídos. La sangre recorría sus venas con lentitud, muy frías, demasiado para catalogarse sangre caliente. Tragó con dificultad y llamó, temiendo tal vez lo peor. Escuchó un quejido en el baño, y corrió hacia él.
–¿Kagome! –gritó sorprendido, pero por sobre todas la cosas, a punto de desfallecer.
Kagome se encontraba en la ducha, sentada, recibiendo el agua contra su espalda. Las gotas caían de sus cabellos negros, se abrazaba a sí misma y tiritaba violentamente. Se acercó sin pensarlo dos veces, y la sacó de la regadera; el agua estaba helada. Cerró la canilla y le palpó el rostro frío.
–Kagome, por favor.. ¡Kagome, dime algo, dios! –exclamaba InuYasha, dándole pequeños golpes en la mejilla. La muchacha cerró los ojos con fuerza, como queriendo abrirlos, hasta que mostró aquél gris pálido haciéndole poner los pelos de punta al chico.
–Inu... yasha... estás aquí –gimió la muchacha, alzando su pequeña mano fría y así tocando su rostro caliente, no era un sueño -. Bue... buenos días –y, cerró los ojos, cayendo agotada.
InuYasha contuvo la respiración, sacándola del baño y fue hacia su habitación. Buscó entre un canasto de ropa limpia, hasta encontrar un camisón. Le cambió la ropa, con un nudo en la garganta; estaba tan fría.. No le importó el Instituto, ni nada, su Kagome estaba mal y lo necesitaba. Su pequeño ángel lo necesitaba. Se sacó las zapatillas, y se acostó a su lado, abrazándola para brindarle un poco de calor.
Todo su cuerpo aún seguía mojado, y no comprendía aquella actitud de Kagome. ¿Por qué hacía todo aquello? El nudo en la garganta se hizo más grande; ¿acaso ella intentó... suicidarse? Gimió su nombre, abrazándola con fuerza. Todo por su culpa, por su estupidez, su inseguridad y culpabilidad. ¡Todo por haberle dicho aquella semejante de estupidez y sin sentido!
"Oh, Kagome, lo siento tanto...", pensó amargado, abrazando su cuerpo tembloroso. La chica soltó un suspiro, abriendo sus ojos. Se separó de él asustada, como si fuera un monstruo o una pesadilla. Sus grises ojos temblaron un momento y se llenaron de lágrimas, abrazándolo está vez con fuerza y llorando en su pecho.
InuYasha sentía como todas sus fuerzas se desvanecían al verla en ese estado tan deprimido. No supo si él también empezó a llorar, con ella, lo único que recordaba es que la abrazó con fuerza y le besaba el cabello. Le susurró que la quería hasta cansarse, frotando sus manos contra el cuerpo femenino.
–¿Por qué… haces todo esto por mí? –preguntó Kagome, aún entre su llanto. ¿Por qué la ayudaba¿Por qué se empeñaba a ser... así? No podía entenderlo, tampoco a su corazón, latiendo tan fuerte contra su oído.
–¿Por qué? –InuYasha no comprendía, justamente, por qué preguntaba aquello -. ¿Por qué…? –sus ojos destellaron de ternura -. Porque eres muy importante para mí, niña¿por qué razón más haría todo esto?
Kagome alzó su rostro, viendo aquél lila acuoso extraño en sus ojos. "Estás triste...", dedució la chica sin poder creerlo.
–¿Qué crees tú, Kagome? –preguntó él, acercando sus ojos lilas a los grises de la muchacha, chocando su frente contra la de ella, acariciando su nariz torpemente y rozando sus labios -. ¿Qué no te amaba, realmente¿Qué te volvería a lastimar? –la besó suavemente, apenas un toque de labios, sin pasar a mayores. Debía andar lento, la semana pasada fue tan rápido para ambos -. ¿Qué no eres nada para mí? –mostró una sonrisa leve, sincera pero forzada; lo estaba matando -. No, no, señorita Higurashi, se a equivocado.
Kagome tragó con dificultad, estremeciéndose al sentir como su aliento rozaba su rostro, como sus labios apenas tocaban los suyos. Su corazón dio un vuelco, latiendo con fuerza, golpeando contra su pecho. Como un millón de veces antes, un millón de veces atrás.
–Y-Yo no sé que pensar de ti, InuYasha –cortó Kagome con su juego, apretando la remera del muchacho y mordiendo su ya lastimado labio -. Me has hecho tanto daño.. me trataste tan mal en el pasado...
–Por eso –atajó InuYasha, besando su barbilla, mordisqueando su garganta, sabiendo que aquello, a ella le gustaba -. ¿Por qué no dejamos el pasado en dónde debe estar? Tú eres mi presente –aspiró con fuerza su olor a flores del bosque -. Mi pasado –subió a sus labios y quedó allí, milímetros lejos de ella -. Y mi futuro.
Y la besó suavemente, como temiéndola lastimar, tratando de recompensar aquellos dos días de dolor. Tratando de apaciguar el fantasma de los dos meses sobre ella, queriéndole hacer entender que en verdad la amaba. Kagome entreabrió sus labios, profundizando aquél beso lento y exquisito. Sentía que de a poco, aquella fuerza, como si ese pequeño sentido de vida, regresaba a ella.
Ambos se separaron y se miraron. Kagome se alegró de ver como ese lila desaparecía, para volverse uno violeta, con unos pequeños flecos dorados. Al verlo allí, la imagen del híbrido regresó a su mente. "Son tan iguales.. pero diferentes", pensó la muchacha.
–¿Me das otra oportunidad?
No fue InuYasha que pronunció estás palabras, fue Kagome, colocándose encima de él y sujetando su rostro entre sus manos. El chico se sintió aliviado, al notar como lentamente las mejillas pálidas volvían a enrojecerse lentamente y aquél azul volvía a sus ojos; siendo alegres y expresivos.
–Mmm.. Lo pensaré –sonrió InuYasha, mostrando una actitud pensativa. No se sorprendió, cuando Kagome entrelazó sus dedos con los de él y colocó ambos lado de la cama -. Eh.. retiro lo dicho.
La joven sonrió pícara. "Al menos vuelves a sonreír", pensó InuYasha, sintiendo como la vida volvía a él. Esos minutos, fueron como si le hubiera quitado el aire..
Tal vez habló demasiado rápido. Los ojos azules de Kagome se entristecieron, sus manos dejaron de hacer presión y su corazón volvió a latir lentamente, como si sufriera una gran tensión. Las mejillas de Kagome dejaron de teñirse de aquel color rosado, para volverse pálida como la leche.
–Kagome...
La chica se separó de él como si recibiera una descarga eléctrica y fue hacia la esquina de la cama, encorvando su espalda, balanceándose una y otra vez, como arrullando a un bebé entre sus brazos. InuYasha se reincorporó, notándolo y sintió una punzada en el pecho. El bebé... Se acercó a ella y la abrazó por el vientre, justo donde se encontraban los brazos de su novia.
–¿Ves? No sé... lo que realmente sientes, InuYasha –se quejó entre llorozos Kagome, encorvándose más -. No sé si me amas realmente a mí... o porque soy la imagen de tu novia... –entonces Kagome lo recordó, como si fuera un rayo golpeando el suelo: '¿Quieres ser mi novia?' Se soltó bruscamente del abrazo de InuYasha y se alejó lo más que pudo, hasta que su espalda golpeó la pared.
–¿Kagome?
La chica se arrodilló, deslizándose sobre la pared, más blanca que un papel y sus ojos siendo de un gris tan pálido que lo asustó. Kagome se agarró ambos lados de la cabeza y negó frenéticamente, y balbuceando palabras inteligibles, incluso para ella misma. El chico se acercó, pero cuando iba a tocarla, Kagome gritó:
–¡No te atrevas a tocarme!
Aquellas palabras parecían escupir veneno, y le heló la sangre.
–¡Basura, me pediste que sea tu novia mientras que la otra..¡La otra estará sabe Dios dónde! –Kagome negaba con la cabeza, no quería creerlo -. Y-yo... ¡Y-yo me acosté contigo! –se miró las manos, como si tuviera algo de completo desagrado -. Me besaste.. –sus dedos temblorosos acariciaron sus labios -. Y yo... estoy embarazada -. se abrazó el vientre, sintiendo tanto asco en su cuerpo.
Todas las palabras caían como mil rocas sobre InuYasha. ¿Era verdad, todo aquello era verdad? Kagome se encogía cada vez más, abrazándose. La tez del muchacho se oscureció, se acercó a ella con la rapidez de un lince y la abrazó.
–¡NO¡Basta, basta...¡¡DEJA DE ABRAZARME! –gritó Kagome, tratando de zafarse de sus brazos.. No, ese hombre la había manipulado.. como una tonta se dejó caer entre sus garras y, entre ellas, salió muy lastima..
–Quieras o no, estás esperando un hijo mío –gruñó InuYasha, apretándola contra su pecho -. No me importa Kikyo, ni lo que tú pienses... –Kagome abría sus ojos, dejándose abrazar.. abrazar -. ¡.¡Yo te amo, entiéndelo una vez por todas, mierda!.!
Apretó sus ropas con fuerza, ocultando su rostro entre su hombro.
–No puedo creerte... no sé como creerte –dijo Kagome, llorozando y tratando con todas sus fuerzas de evitar empezar a patalear y comportarse como una niña.
InuYasha la tomó entre sus brazos y la acostó contra la cama. Empezó a besarla, con fuerza y pasión, siendo correspondido; para su sorpresa. Empezó hacerle el amor con lentitud, demostrándole que cada caricia suya era verdadera. Jamás mentiría, Kagome debería entenderlo. Podría ser un patán, un tonto, todo menos mentiroso.
La muchacha se retorcía entre sus escalofríos violentos, venidos de ninguna parte, causados por las caricias y besos de InuYasha. Apretaba las sábanas con fuerza, gimiendo y respondiendo a cada una de sus caricias. Por aquél lenguaje extraño, InuYasha parecía hablarle, aunque solamente se miraban uno a otro, se besaban y se mimaban.
InuYasha acariciaba sus curvas, perdiéndose en la piel suave, queriéndose fundirse en un solo ser con ella. Acarició sus brazos, en especial su vientre, sus muslos. Su boca jugaba con su seno, mordiéndolo, besándolo y lamiendo, como un animal hambriento. Kagome, por su parte, acariciaba su espalda y besaba su cuello, enredando sus pequeños dedos en su cabello sedoso y negro como la noche. Algo le decía que estaba diciendo la verdad... la más pura y sincera verdad.
Algo extraño le hacía volver aquella semana, dónde confiaba en InuYasha ciegamente, dónde sabía que él le daba su amor por medio de sonrisas, miradas, besos.. Recordó todos sus momentos íntimos, su primera vez, siempre diciendo que la amaba.
Los cuerpos sudorosos, la fricción que provocaban parecía algo tan nuevo y extraño entre ellos. Esta vez, mostraban sus sentimientos de verdad, lo expresaban por medio de sus cuerpos y esas miradas que lentamente le devolvía la vida a Kagome y, en el fondo, le quitaban un peso de encima a InuYasha.
'Ahora, sólo depende de ti ser feliz, Kagome...' "¿De mí...?", Kagome besaba a InuYasha, enganchando sus brazos tras su cuello, apretándolo a ella. "Sólo depende de mí... Sólo depende...". 'Debes confiar¿no? Tú me lo has enseñado..' "Sólo depende de mí confiar..."
Estaban llegando al clímax, el culmino de todo. Kagome se preparó para recibirlo, aferrando sus uñas en su espalda y cerrando los ojos, en expectativa. Con un suave y lento movimiento, InuYasha se fue fundiendo, convirtiéndose en un solo ser.. Siendo uno, dejando de ser simplemente Kagome e InuYasha.
–¿Ahora qué, eh? –replicó InuYasha, jadeando, aún sin recuperar el aliento -. ¿Me crees? Porque no me importa lo que pienses yo..
Kagome le besó suavemente en los labios, sintiendo como sus ojos pesaban ante el cansancio de lo ocurrido y de sus lágrimas. Le mostró una sonrisa tan limpia, sus mejillas estaban tan sonrojadas como su cuerpo, sus ojos tenían un destello azulado..
–Sólo deseo estar a tu lado –completó Kagome, recordando las mismas palabras que ella usó para en otro momento -. Entonces... –las mejillas se sonrojaron un poco más, pero se notaba que estaba tensa y nerviosa -. ¿Aceptas al.. bebé, de todas formas?
–Tonta –gruñó InuYasha, acomodándose a su lado y sosteniendo su rostro con una mano, su codo haciendo apoyo -. Gracias a eso, tengo un pretexto para que vengas a vivir conmigo.
Kagome le pareció que estaba bromeando, pero sus ojos violetas (aún oscuros) mostraban tanta decisión que se quedó perdida en su mirada. Los ojos se llenaron de lágrimas, pero de tanta felicidad. Por una muestra de cariño mutuo muy grande, arregló todos sus problemas. Y, gracias al 'guardián de sus sueños' (el hanyou), comprendió lo que era confiar ciegamente en uno.
–Entonces disfrutaras de mi platillo especial: el ramen –sonrió Kagome con ternura, rodeándolo con un brazo y recostando su rostro entre su pecho, aspirando su perfume.
–Hecho con amor, no te olvides –recordó InuYasha, bromeando, jugando con un enrulado mechón de seda de su cabello -. Tendré que empezar a alimentarme por dos.
Ella se separó de su pecho y lo miró como diciéndole: "Estás completamente loco"
–InuYasha.
–¿Qué?
–¿Escuchaste lo que acabaste de decir? –vio como una ceja oscura se levantaba. Lo sabía, intentaba contener la risa.
–Sí –rozó su nariz con la de ella, mostrando una sonrisa sincera -. Si tú tienes que alimentarte por dos¿por qué yo no? Doble ración para mí –y la sonrisa se hizo más grande, muy parecida a una de oreja a oreja.
Kagome le contempló entre maravillada y avergonzada. Inmediatamente sintió como la fuerzas se le iban, todo a su alrededor parecía hablar de 'z' y sus ojos azules se cerraban lentamente. Estaba devastada, feliz y cansada. Se acurrucó una vez más en el pecho de InuYasha, éste le besó la sien y susurró un: "Buenas noches", rodeándola con un brazo.
Definitivamente, esta era su primera vez para Kagome. La primera vez en que, finalmente, podía confiar en él. La primera vez... que sólo deseaba estar a su lado y que alguien quiera compartir su vida, junto a un pequeño.
Un final feliz... al menos, por el momento.
¿Fin...?
Bueno, bueno. Llegamos a la recta final, me aseguré de que se pudiera entender el "por qué" de InuYasha-hanyou en este fic, y que no tenía nada que ver con la reencarnaciones. Sorry, pero necesitaba mantenerlo en secreto. Espero que les quede muy en claro, si no; cualquier cosa me envían un review y veré como responderlo de la forma más sencilla.
Pues¡el próximo si es el verdadero final! No lo tardaré. ¡Lo prometo¡Muchisimas gracias por sus reviews, fueron mi inspiración! (Hey, aún falta para decir eso…)
