Cap 2.- Ausencias.

Capitulo por Scarlet Diamond

Había pensado que era una buena idea, pero ahora que se encontraba fijando la vista en el techo de esa habitación, parte del apenas reconstruido templo marino, recapacitaba sobre que tan inteligente habría sido su decisión.

Nadie inquirió demasiado sobre ello, pues el que el menor de los gemelos guardianes del tercer templo del zodiaco deseara regresar a tomar puesto al servicio de Poseidón no parecía nada extraño, y precisamente nadie se opuso a ello, pues al fin y al cabo, Géminis estaba más que protegido con Saga, y además, Kanon no era el único que se iba. Y de hecho fue hasta que se enteró de que Camus de Acuario había obtenido autorización para irse del Santuario, cuando él decidió hacerle la misma petición a Shion, obteniendo el permiso y regresando a la seguridad que proporcionaban las bravas olas del profundo océano, bajo el cual se escondía, cobardemente, temeroso de enfrentar a la persona que obviamente le había obligado a huir.

Saga… Todo se resumía a esa simple palabra, a ese nombre que portaba el más hermoso de los caballeros atenienses. O al menos esa era la opinión de quien dedicaba su corazón a latir por aquel griego, quien totalmente ignoraba el revuelo de sentimientos que era su cabeza por su sola culpa.

Culpa… otra palabra bisilábica que condenaba la existencia de Kanon. Siempre, al pensar en Saga… en como pudo creer que aquel actuaría como traidor, que en verdad serviría a Hades en sus planes, y aun más, al juzgarlo habiendo sido él mismo el peor traidor de todos.

Kanon suspiró frustrado, girando sobre su cama hasta no ver nada más que la pálida pared. Deseando que su mente estuviera así en blanco tal como la mencionada construcción, más sabiendo mucho mejor, y resignándose a una noche más de sueños que jamás se cumplirían, de recuerdos que lo atormentaban desmesuradamente… de todo menos de un poco de paz, que era lo que tanto anhelaba.

Y lo que le traería tan ansiado deseo, sería irónicamente la compañía a la cual en primer lugar había rehuido. Compañía de ese hombre que con una sola mirada lo cautivaba, y que con su grave voz lo hipnotizaba, incluso si no se hablaran más de lo sumamente necesario. Y ahí otra de las cosas que lo lastimaban a sobremedida; el frío trato que entre ambos se había establecido.

Era comprensible, que después de todo lo que habían pasado, no supieran que decirse, no se consideraran ni siquiera como los hermanos que eran, o por lo menos se trataran como tal. Nada, apenas si unos cuantos cordiales y más bien obligados y comprometidos saludos se dirigían, aunque lo que ambos deseaban fuera mucho más.

Por igual temían, y con pensamientos de semejante índole Saga se levantaba de su cama, salía de su habitación, dirigiendo una nostálgica mirada hacia la puerta del abandonado cuarto de Kanon, y se dirigía a la entrada de su templo. El alto muchacho inspiraba el fresco aire nocturno en busca de consuelo a su desazón, más encontrando ninguno, suspiraba entonces tristemente y daba vuelta, considerando en quizás dar una caminata por el bosque, para ocupar su mente por lo menos en matar mosquitos y no en… Kanon, como siempre.

Saga se adentró en los que para él eran bien conocidos parajes, y así, cubierto por las sombras de los árboles que retaban a la brillante luna, su melancólico estado de ánimo sólo parecía incrementarse, para su desgracia. No podía dejar de preguntarse porqué Kanon se había ido, marchado de repente, sin ni siquiera despedirse. Saga era consciente de la pobre relación que entre ellos había, pero... irse sin una palabra… a Saga le hería saber que para Kanon significaba tan poco como para ni dignarse a explicar las razones de su ausencia.

Una ausencia que lo estaba carcomiendo vivo, con las ansias de volverlo a ver. Podría irlo a buscar y terminar con sus penas, pero ¿como explicarle a Kanon la obsesión que se había convertido para él?; "Eres mi hermano, te quiero… te necesito… te amo"?

Saga sacudió la cabeza, negándose la posibilidad de que Kanon se enterara de sus sentimientos. Eso jamás podría suceder, porque significaría rechazo inmediato, humillación total, y lo perdería para siempre… Saga detuvo sus pasos… ya lo había perdido! ¿Y que había hecho para impedirlo? Nada, dar un estúpido paseo por el bosque.

Se sintió idiota. Inmerecedor siquiera de amar a su hermano, si no era capaz de por lo menos mantenerlo a su lado. El peliazul decidió regresar al templo, planear con un poco de raciocinio cuales serían sus acciones... sí, porque esto necesitaba de tiempo, de planeación. Lo que haría sería más difícil que cualquier batalla, incomparable y superador de cualquier guerra santa jamás vivida, más como tal necesitaba una estrategia de guerra, calcular todo fríamente con la cabeza porque la calidez de su corazón era traicionera y podría hacerle titubear en su decisión… lo iría a buscar.

Con nuevos bríos el joven guardián de Géminis giraba en sus talones para comenzar su camino por donde mismo había llegado, más un extraño sonido que surgió de repente en las cercanías le detuvo. Se concentró, agudizando sus sentidos, tratando de distinguir de donde provenía el débil ruido…

Dio vuelta de nuevo, y caminó sigilosamente…justo en un pequeño claro del bosque, sentado en el suelo, apoyando su encorvada espalda contra el tronco de un árbol, Milo de Escorpio sollozaba…

Lo reconoció fácilmente, más apenas si podía creer lo que sus ojos atestiguaban. Ver al mencionado caballero, siempre de orgulloso e invencible porte, llorar cual niño perdido en medio del bosque, era algo que definitivamente Saga no esperaba encontrarse…

El mencionado no estaba seguro si debía interrumpir, hacer su presencia notar, o retirarse del sitio. Hesitó en su decisión, pensando al principio que lo mejor sería irse, más el llanto de Milo era desconsolador, y sintiendo cierta empatía por el muchacho, Saga escogió la opción de dar los pocos pasos que lo alejaban de las sombras, y lo revelaban ante la luz de la luna, para que Milo, alertado por el sonido que el mayor provocaba al destruir las frágiles briznas de pasto bajo sus pies, levantara su cabeza, dejando de cubrir el rostro con sus manos, y mirando estupefacto a un Saga que de igual manera había quedado inmóvil e innegablemente sorprendido ante el dolor y confusión que era fácilmente legible en la llorosa mirada de Milo, cuyos turquesas resplandecían intensamente, gracias a lágrimas que no paraban de caer y humedecer sus mejillas.

Saga finalmente parpadeó y carraspeó, hallando la compostura que acababa de perder gracias al conmovedor escenario que construían Milo y sus lágrimas. Hallando su voz, algo titubeante, se atrevió a preguntar;

-Milo… ¿te sucede algo?-