Capítulo
6- Medidas desesperadas.
Capitulo por Scarlet Diamond
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-Milo…-llamó el mayor, cuando notaba que el otro apaciguaba su respiración y sus ojos tenían rato de no abrirse más para dedicarle las breves y tímidas miradas a las que ya se había adecuado.
-Milo.- repitió aumentando el volumen de su voz, esta vez sacudiendo un poco el bronceado cuerpo del chico que dormía abrazado a él.
-¿Camus?- Milo preguntó esperanzado y adormilado. Sin embargo, la triste sonrisa con la que se encontró al abrir los ojos, no pertenecía a los labios de su soñado amor.
-No…- aquel murmuraba aclarando la breve confusión de Milo, provocada por nada más que el deseo intrínseco de hallarse con Camus en la situación que ahora compartía con…
-…Saga.- reconocía Milo. La decepción en su voz no pasó desapercibida para Géminis, quien sin demorarse más se puso de pie.
-Vístete, tenemos que regresar.- ordenó Saga, quien ya comenzaba a recoger su ropa.
Milo permaneció unos momentos más en el suelo, contemplando al otro, preguntándose si se habría molestado. Sin embargo Saga, al notar que el escorpión lo miraba irresoluto, suspiró y le dedicó una pequeña sonrisa.
-Está lloviendo muy fuerte ya…-
Asintiendo, Milo se levantó y vistió con rapidez. Pronto ambos estaban listos para regresar, y en realidad no lo hicieron con prisas, pues al fin y al cabo que ya estaban completamente empapados, y la lluvia que caía sobre ellos furiosamente no les afectaría mucho más.
Llegaron al tercer templo. Saga se detuvo en la entrada, al notar que Milo no lo seguía, sino que se detenía y observaba indeciso el camino adelante, los escalones, increíblemente largos, y seguramente resbalosos gracias al diluvio que el cielo lloraba.
-Puedes quedarte aquí esta noche. El cuarto de Kanon está desocupado…él…se fue.- el tono apesadumbrado de Saga fue fácilmente percibido por Milo, quien arqueó instantáneamente una ceja en interrogación. ¿Era Kanon, por quien el corazón de Saga se lamentaba?
Y aunque Milo no expresó su pregunta en palabras, Saga respondió como si tal hubiera sido el caso;
-No me digas que estoy loco…Ya es suficiente con que yo lo crea así.-
Milo lo miró asombrado por unos momentos, siendo lo recién revelado algo difícil de asimilar, más se sobrepuso a la sorpresa de saber a Saga enamorado de su propio hermano, y decidiendo que el asunto no le concernía, asintió, indicando con tal acción que no lo juzgaría, y que aceptaba su previa invitación.
Saga guió el camino hasta la zona privada del Templo y señaló para Milo la deshabitada habitación de su hermano, antes de girar en sus talones y buscar la puerta que se encontraba al otro lado del mismo pasillo; la de su recámara.
A punto de adentrarse al cuarto, Saga escuchó a sus espaldas una tímida voz.
-¿Puedo…quedarme contigo?-
Saga se detuvo en sus pasos, y dio vuelta justo para ver como Milo se abalanzaba sobre él, rodeando su cuello con los brazos inesperadamente, y robándole un beso que sin embargo, era regalado sin reclamos por parte de Saga una vez que se sobreponía al sorpresivo ataque de Milo, resultando como la culminación de tal atentado, la imagen de dos sudorosos cuerpos enredándose sobre la cama, convirtiéndose en uno por segunda ocasión. Y al final de la pasional batalla, se les encontraba a ambos sin sentirse victoriosos, pues aquello que en realidad tanto deseaban, tenían tristemente consciente que no lo obtendrían. Así que simplemente se resignaban a descansar, ambos apoyados de lado sobre la cama, uno frente al otro, a cierta distancia y en consoladora compañía.
-Saga…- Milo llamó, antes de que los párpados de Saga cayeran definitivamente, extrayéndolo así del fatigado sopor al que había sucumbido.
-¿Mm?- Saga parpadeó varias veces, humedeciendo sus ojos para aclarar su visión. Sin embargo, una vez que pudo fijarse de lleno en los ojos de Milo, éste desviaba su mirada hacia abajo.
Entonces Saga sentía, contra su mano que descansaba extendida sobre las sábanas, el tentativo toque de una redondeada rodilla. Géminis miró hacia donde la pierna de Milo se había flexionado, buscando con toda intención su mano, y no dudó en movilizar sus dedos y acariciarle.
A Milo se le escuchó suspirar, mientras sus ojos entreabiertos apreciaban concentradamente como Saga tocaba cariñosamente la piel que cubría la articulación de su rodilla. La caricia no obstante, no pasaba a más que eso, y el mayor pronto se sentía de nuevo siendo consumido por el sueño. Milo sin embargo, no le permitió todavía dormir. Le había llamado por una razón, la cual aun no expresaba.
-Saga… tú… ¿te sería muy difícil… amarme?-
Los ojos de Saga se abrían por completo y al máximo al escuchar la insegura voz de Milo, cuya pregunta sin dudas lo tomaba por sorpresa. Esmeralda se cruzó con suplicante turquesa, y Saga por un momento se sintió contestar "No". Pero antes de que eso pudiera suceder, Milo, con sus propias palabras, fue quien le interrumpió.
-Creo… que yo podría hacerlo… - Milo se acercó, sus manos buscando refugio contra el pecho de Saga y su rostro levantándose hacia él, conmovedor resultaba el triste titilar de sus pupilas.
–Podríamos olvidarnos de ellos… y tú y yo… talvez…- Saga lo acalló abrazándolo, justo cuando un nudo se formaba en la garganta de Milo, evitándole continuar.
-No te engañes así, Milo…-
Las lágrimas en aquel no se hacían esperar, y las ocultaba escondiéndose en el abrazo que Saga amablemente proporcionaba. Gesto que en estos momentos, Milo no podría asimilar perder. En tan sólo horas, Saga y él habían formado una estrecha relación, tal vez no fundamentada en amor, pero definitivamente sí en la confianza. Y el consuelo de aquel resultaba ahora vital para el joven caballero de Escorpión, quien tampoco podía creer, que el lamentable estado en el cual su corazón se hallaba, se debiera a un solo hombre. A un francés arrogante que ni siquiera se lo merecía.
Un ahogado sollozo escapó de sus labios. Sus pensamientos se contradecían; aquella descripción de Camus, era creada por una rencorosa parte de su mente que expresaba su dolor. Pero Camus no era eso para él. Y para aumentar su desconsuelo, Milo recordaba, que jamás tendría oportunidad de demostrarle a aquel lo mucho que en verdad le significaba.
Afectuosas caricias entre sus cabellos lograron relajarlo tras unos minutos, y ahora era Milo quien se rendía al sueño, mientras Saga se resignaba a una segura noche de vigilia, pensando… y para su propia sorpresa, considerando la proposición de Milo como no tan imposible. Aunque era realmente insulsa, pues uno no puede obligarse a amar a alguien, pero resultaba tan prometedora… un perfecto escape. Pero el cual, Saga resignadamente sabía con seguridad, no les proporcionaría lo que buscaban, no les traería más que un mayor vacío. ¿Y quien anhela compartir la vacuidad...?
