Capítulo 10, malinterpretada realidad.

Capitulo por Scarlet Diamond

Los días habían pasado. Saga había pospuesto su viaje, sintiéndose culpable de dejar a Milo solo, y en un acto que constantemente se reprendía, lo había buscado para disculparse con él, y con eso alimentar la extraña relación en la que se habían involucrado.

Pero simplemente ya no podía alargar más su viaje o terminaría jamás realizándose. La firme decisión de buscar a Kanon y finalmente hacerlo conocedor de sus incorrectos sentimientos podría perder fuerza en su cobarde corazón y desvanecerse con los consoladores besos del joven que ahora se había convertido en su más cercana y constante compañía.

Se encontraban en el tercer templo, era medio día y después de la comida habían decidido simplemente relajarse; Saga se encontraba acostado a lo largo de uno de los sillones de su sala, con su cabeza apoyada en el descanasabrazos, y sobre su cuerpo un muchacho más joven parcialmente se recostaba; Milo recargaba la cabeza sobre el pecho de Saga y aunque estaban apretados en el angosto sillón, no se sentían precisamente incómodos.

Después de ver la televisión un rato el caballero de escorpión había sucumbido a un apaciguado sueño; Saga estudiaba con detalle los suaves rasgos de su rostro mientras acariciaba débilmente su flequillo. Entristecidamente aceptaba para si mismo que habían desarrollado un significativo apegamiento mutuo, y sabía que Milo resentiría su partida, pero tampoco deseaba que la dependencia que se habían provocado el uno del otro continuara…al final solo conseguirían dañarse más que consolarse, y dar fin a todo lo más pronto posible sería lo más prudente.

En numerosas ocasiones ya había llegado a la misma conclusión, más aun no se atrevía a enfrentar las intensas turquesas de Milo para decirle que ya no podría contar con su compañía, que tendría que lidiar con su corazón roto solo, y que al menos él lucharía por remendar el suyo.

Suspiró profundamente y finalmente decidió levantarse, haciendo a Milo a un lado con delicadeza, más irremediablemente despertándolo en el proceso.

Aquel observó como Saga se ponía de pie y lo veía enseriado, luciendo sin embargo casi temeroso de mirarlo directamente a los ojos.

-Iré al Santuario marino.- Anunció sin rodeos. Suponía que era la mejor forma, así no se daba a si mismo oportunidad de crear más pretextos, aunque a cambio de su directa declaración, obtuvo como pago la clara desilusión de dos hermosos ojos turquesas que ensombrecían notablemente su brillo.

-Está bien…- Milo habló apenado, más no insistiría como en la ocasión anterior en acompañar a Saga, o convencerlo de no partir. No dijo nada más y se retiró del templo con apesadumbrados pasos, pero convenciéndose de que si él no podía ser feliz, al menos debería dejar al otro intentarlo.

Saga se sintió culpable de la espalda encorvada con la cual Milo se marchaba, más despidió tales preocupaciones con un profundo suspiro y regresando su concentración al plan en mano utilizó un portal dimensional para llegar rápidamente al santuario de Poseidón. Ya había perdido suficiente tiempo como para desperdiciar más, así que arribó a su destino en un parpadeo.

El pilar central lucía de más desolado, a primera vista tan solo, pues Saga tuvo que corregir su apresurada observación cuando escuchó una suave voz a sus espaldas.

-¿Saga de Géminis?-

Giró para encontrarse con Sorrento, quien venía recién llegado de la misión que le había sido encomendada por Julián. Saga conocía al marina gracias a previas visitas que el Dios de los mares había realizado al santuario de Atena, a las cuales asistía acompañado por su fiel general de cabello lavanda, quien ahora le sonreía a Saga amablemente.

-¿Buscas a Kanon, supongo?-

-Sí.- afirmó cortantemente mientras se obligaba una sonrisa como saludo. No tenía ganas de socializar en esos momentos; estaba demasiado nervioso por lo que sucedería una vez que se encontrara con su hermano, así que no le prestó mayor atención de la necesaria a Sorrento, quien sin embargo insistió en acompañarlo hasta que ambos alcanzaron el pilar del atlántico norte.

-Iré a buscar a Kanon, espera aquí, Saga.- Indicó el menor al llegar.

Sorrento solo se adelantó unos pasos antes de voltear su rostro y por encima del hombro hablar con una sonrisa;

-¿Supongo que ya puedo llamarte cuñado, no?- El marina soltó una débil risa a la vez que un leve rubor adornó sus mejillas. Volteó dándole por completo la espalda a Saga, ignorante del peso mortal que sus palabras habían tenido sobre el pasmado Géminis.

Sorrento no pudo llegar mucho más lejos en su camino porque el mismo Kanon salía en esos momentos a recibirlos. Había sentido a los dos cosmos acercándose y solo al cruzar su mirada con las intensas esmeraldas de su hermano, aceptó como realidad el hecho de que estaba ahí.

Pero, ¿por qué? ¿Iba en alguna misión oficial? No se llevaban lo suficientemente bien para suponer que simplemente había ido a visitarlo…Saga realmente no tendría razón de estar allí.

La perplejidad que la sorpresiva presencia de Saga provocó en Kanon duró poco; fue extraído de su distracción por el inesperado beso que recibió de Sorrento, a quien apenas recordaba que estaba presente. Respondió el beso con algo de torpeza y agradeció a sus adentros la corta duración de éste.

Cómo le hubiera gustado que quien lo saludase tan efusivamente fuera aquel que permanecía de pie inmóvil a unos metros de distancia; su rostro petrificado en un gesto que aparentaba dolor, bien acorde al afligido brillo de su mirada.

Saga no podía creer lo que sus ojos inundados de lágrimas atestiguaban. Obviamente había llegado tarde. No…Realmente nunca tuvo oportunidad alguna. Su estúpido enamoramiento era uno que jamás contó con la posibilidad de ser correspondido, y ahora eso le era claramente confirmado.

-¿Saga?- llamó Kanon, al ver que aquel daba la vuelta y sin una palabra simplemente se alejaba.

¿Estaba loco acaso? ¿Cómo venía y se iba así como así? ¿Que hacía ahí en primer lugar?

Kanon se olvidó momentáneamente de Sorrento, que a su lado atestiguaba extrañado como el Dragón Marino corría detrás de su gemelo, quien gracias a sus apresuradas zancadas ya se había alejado considerablemente del lugar.

No tanto; Sorrento era capaz de observar desde la lejanía el encuentro de aquellos dos.

-¡Saga, espera!- Kanon lo alcanzó y jaló del brazo para que volteara a enfrentarlo. La mirada de Saga, además de una suma desesperanza, encerraba una tremenda furia, hacia si mismo mas que nada.

-¡Déjame ir!- se zafó del agarre de Kanon y le dio la espalda. Aquel caminó adelantándose para rodearlo y enfrentarlo a la cara de nuevo, interponiéndose en el camino de su escape.

-¡No! ¿Que te sucede? ¿Por qué viniste?-

-Créeme que no quieres saberlo. Lo mejor será que me vaya.- Saga habló con fastidio, ya que lo único que quería era salir de ahí. No necesitaba esa plática que sólo le servía de cruel tortura ante lo que jamás podría tener.

-¿Tú que sabes lo que quiero o no?- Kanon se enderezó altivo, frunciendo el ceño.

-Sé que no es lo mismo que yo deseo.- Saga resopló frustrado, apretando sus puños a cada lado de su cuerpo y cerrando sus ojos para contener las lágrimas.

-¡¿De que hablas!- el menor exigió.

-De esto.- Saga se acercó en un indeliberado movimiento y tomando a Kanon por la cintura y nuca lo atrajo con fuerza contra si para robarle un beso que por demasiado tiempo había deseado. Irrumpió en su boca con agresividad, buscando un poco de aquella calidez que estaba seguro jamás podría volver a probar. Kanon forcejeó al principio, resistiéndose al súbito ataque, más al darse cuenta de que sus sueños se volvían realidad en ese beso, aflojó su resistencia y se abandonó al manejo de Saga, quien sin embargo en ese instante se alejaba, con turbación escrita en todo su rostro, mientras Kanon simplemente permanecía como una sorprendida estatua.

Tras una triste y en parte arrepentida mirada, Saga continuó su camino, y de la misma manera que llegó, utilizó sus poderes para regresar al Santuario, donde nadie lo esperaba, pero al menos no tenía que atestiguar a su hermano siendo envidiablemente feliz con Sorrento.

El portal lo llevó a su templo, el cual encontró naturalmente desolado, aunque admitía que le hubiera gustado encontrar a alguien ahí. Salió y en los primeros escalones de la salida se detuvo a mirar las casas superiores. Había una en particular que le llamaba la atención, y hacia la cual sentía la intrínseca necesidad de dirigirse.

Lo hizo. Sus pasos fueron lentos y abatidos, pero finalmente llegó a Escorpio.

Apenas anochecía y el dueño de tal recinto sin embargo ya dormía; lo halló acostado en su recámara, descansando pacíficamente. Entró a la habitación y se apoyó en la pared a un lado del marco de la puerta. Suspiró cansado…ese día había sido una completa derrota, y aunque había subido para buscar consuelo en ese lugar, ahora dudaba en si despertar al jovencito de ojos turquesas, quien en raras ocasiones conciliaba un sueño tan tranquilo como en el que parecía estar sumergido en esos momentos, sería algo pertinente.

Consideró que no lo sería; resultaría simplemente egoísta pedir algo de Milo cuando él ese mismo día había decidido dar las cosas por terminado con el otro joven en la oportunidad más próxima. Constantemente pensaba, que lo único que habían venido haciendo era aprovecharse el uno del otro, y al menos él ya no deseaba hacerlo más, por más que necesitara de sus besos, de sus caricias, esta vez se las negaría. Así que Saga simplemente se dejó deslizar hasta quedar sentado en el suelo con un seco sonido que sin embargo y en contra de sus propósitos, alertó los sentidos del escorpión.

Milo abrió sus ojos con facilidad. No hacía mucho se había acostado; era aun temprano y sólo había pensado en dormir porque no tenía más que hacer, así que no le resultó difícil extraerse de su poco profundo sueño.

Se sentó en el borde de su cama y no tardó en localizar a Saga en el suelo junto a su puerta. Frunció el ceño en desconcierto… se supone que estaba fuera del Santuario…Milo no comprendía el motivo de su presencia ahí.

Lo entendió todo cuando la conmovedora mirada de Saga se levantó para verlo con ojos que amenazaban una explosión de lágrimas en cualquier momento. Pasó saliva con dificultad, sintiendo en su garganta un nudo que se extendía hasta su pecho, y se puso de pie para caminar hasta arrodillarse frente a Saga, quien agachaba la cabeza y dejaba a las lágrimas que desde hace rato pugnaban por salir, deslizarse libres por sus mejillas al fin.

Milo colocó una mano sobre el hombro de Saga, mientras otra despejaba los cabellos que cubrían su inclinada frente. Trataba de levantarle el rostro con caricias a través de su mejilla pero aquel rotundamente se negaba.

Milo realmente no necesitó el próximo y lastimero balbuceo de Saga para adivinar que las cosas con Kanon no habían salido como él esperaba.

-Él ya tiene a alguien.-

Milo se acercó para besar la frente de Saga y lo atrajo a un abrazo que el otro instantáneamente correspondió, a la vez que dejaba a su llanto fluir con mayor libertad. Si alguien podía comprenderlo era Milo, así que llorar frente a él no le causaba vergüenza.

-Lo siento…-consoló aquel.

Saga se aferró a la espalda del menor con asfixiante fuerza, mientras escondía el rostro contra el bronceado cuello. Milo simplemente lo acompañó en silencio, repartiendo suaves caricias sobre su espalda, hasta que tras varios minutos el llanto de Saga comenzó a perder fuerza.

Saga suspiró contra la piel del cuello de Milo, que se encontraba humedecida por la tibieza de sus lágrimas, y depositó ahí un pequeño beso como agradecimiento a su compañía. Aquel tembló al instante, más Saga sabía que no se debió a su tierno gesto; lo que causó la súbita tribulación en Milo fueron dos poderosos cosmos que ambos irremediablemente percibieron llegando al Santuario.

Los identificaron fácilmente; uno de ellos en especial, por su gélida particularidad. Saga por instinto abrazó a Milo con mayor fuerza, tristemente consciente de que tal vez sería la última vez que tendría al escorpión entre sus brazos.