Reconstrucción de un amor.

(Palimpsesto)

Epílogo.

El tiempo pasa… y el recuerdo de tus ojos, de tu voz, de tu sonrisa renuente, de tu rostro severo se va borrando inexorablemente con el paso inminente de los días. A veces, cuando salgo a pasear a cualquier parte, te veo caminando con tu paso apacible y seguro, rodeado de tu silencio, y siento que los recuerdos me abrasan, aunque desdibujados y poco nítidos, y tu figura es sombría y oscura, pero logro recuperar del olvido tu silencio, tu elegancia, tu misterio. A veces, me descubro a mí mismo hablando como tú, esgrimiendo tus palabras, tus gestos en mí, cayendo en el abismo de tu silencio manso, tus pensamientos en los míos… Y eso me gusta… esta manera de estar y no estar… Incluso cuando voy acompañado, tu presencia imaginada me distrae, y me preguntan que qué me pasa, que si estoy bien, y yo contesto que sí… que sí, porque es verdad, porque es grato tenerte a mi lado dulcemente. En mis silencios y en mis soledades, tú estás a mi lado con tus silencios y tus soledades, y presiento que tú, donde estés, también te sientas frente a la ventana, a contemplar la noche oscura, que tantas veces compartimos y nos quisimos, y unes tus pensamientos a los míos. Tú soledad ya no es solamente tuya, sino también mía.

¿Crees que te he olvidado? Sólo se me ha ido tu forma…, pero todo tú eres parte mía, tu manera de pensar y sentir, tu manera de ser, tu manera de amar, aquí muy hondo y dentro de mi ser. Y nunca olvidaré. A veces, es tristeza la que me embarga, penosa melancolía, un odio quieto y ya sin fuego… Pero pasé tantos momentos felices contigo, que nada puede teñir la alegría suave que me invade cuando evoco esas reminiscencias, que siempre perduran en algún lugar de la frágil memoria. A veces es fácil observar tus ojos fríos cuando vislumbro el cielo azul y cuando me siento frente al mar.

Me gustaría verte otra vez. Y sentirte otra vez. Y elaboro cuidadosamente que palabras te diré, que cosas callaré, que te preguntaré. Y tal vez volver a amarnos. Pero así está bien, porque la vida es esta: irse y volver, quedarse y partir, amar y no amar… una violenta vorágine de emociones que no sabemos explicar, pero que nos llena y nos hace felices un momento efímero, un instante eterno.

-o-o-o-o-

Seto caminaba de la mano de un pequeño niño. Le hablaba con cariño y el chico sonreía alegremente. Hay en su corazón mucha paz, pensó él, mientras contemplaba al muchachito con hondo cariño. Alzó los ojos para atisbar el cielo plomizo y un poco triste quizá y se encontró de frente con Jou. El chico se soltó de su mano y salió corriendo a los columpios, no quería más que jugar.

–Hola.

–Hola.

Y se sonrieron tímidamente, y a Jou todas sus frases preparadas se le disolvieron fugitivas de su mente inquieta.

–¿Nos vamos a sentar? Aunque este es otro parque y ése, otro banco, pero da igual ¿verdad?

Seto asintió sin dejar de mirarle a los ojos. Era otoño y una brisa fría soplaba en la ciudad. Era un día amarillo de otoño y Seto se sintió alegre al sentarse junto a Jou en un día amarillo de otoño con el corazón joven de nuevo. Se observaron serenamente y se hallaron más viejos, pero en los ojos de cada uno encontraron una chispa de felicidad.

–¿Él es tu hijo?

–Sí.

–Se parece a Mokuba. Tiene sus mismos ojos oscuros y alegres.

–Sí, se parece.

Se quedaron en silencio, observando el monótono bambolear del columpio donde jugaba el niño. "También se parece a ti, Seto", pensó Jou con una dulce nostalgia, pero lo calló, pues, a veces, las palabras no son necesarias y, de todos modos, Jou sabía que Seto había entendido con sólo mirarlo.

–¿Eres feliz?

–Ahora me siento feliz de volver a verte después de tanto tiempo. Ahora siento que realmente hemos terminado bien. Quiero decir, creo que tú eres feliz también.

–Este por fin no es un desencuentro, creo yo. Tú me enseñaste muchas cosas, Jou. Dejé mi antiguo trabajo para dedicarme más a mi familia. Sé que Mokuba sufrió con mi abandono, y no deseo volver a repetir el mismo error.

–¿Estás con su madre?

–Sí, ella es una buena mujer–Seto sonrió y pensó para sí que tal vez Jou y ella se parecían un poco–. ¿Tú aún estás con el médico?

–Sí.

Cayeron en el silencio una vez más, y era tan fácil sonreírse, mirarse, pensarse juntos como antaño. Y era tan fácil incluso amarse con suave candor. El niño jugaba todavía arriba del columpio, y Seto le tomó la mano. Jou se sonrojó, y se sintió tan joven.

–¿Recuerdas…?–se interrumpió un instante, apretando sus ojos, buscando las palabras exactas–¿Recuerdas lo que me dijiste la última vez? "Siempre podemos ser amigos y querernos, siempre podemos recordar aquello que nos alegra. Siempre podemos volver a vernos y reconocernos."

Jou apretó su mano con fuerza y dos lágrimas rodaron por sus mejillas ruborizadas.

–Estoy muy contento de este encuentro, Jou, porque al fin comprendemos que nuestro amor fue algo especial y que no tenemos que dolernos por el fin que tuvo.

Jou negó con la cabeza, porque no podía hablar, ya que tenía la voz empapada de llanto callado.

–¿Lloras, Jou?

El aludido volvió a negar en silencio. Después de un rato, se calmó y levantó sus húmedos ojos y detuvo su mirada miel en el rostro sereno y tan querido de Seto.

–Yo también estoy contento, pero, a veces, pienso que hubiese pasado si nosotros…

–Pero no pasó–le interrumpió abruptamente Seto.

–Es verdad–y luego, de pronto–¿Vives aquí?

–Sí ¿y tú?

–También. La vida ha sido justa con nosotros, porque nos ha dado otra oportunidad para tenernos el uno al otro, ya no como amantes, pero sí como amigos. Y este es un buen final ¿no lo crees, Seto?

Y Seto pensó que sí, que este era un buen final, aunque muy hondo él a veces también siente a Jou en el corazón y a veces también se sienta frente a la ventana a contemplar la noche oscura, a hundirse con su silencio y su soledad y anhelar otra vez Mokuba, Jou y él juntos.

–Sí, Jou, creo que este es un buen final–y sonrió conmovido.

Y Seto sumió su mirada en los ojos inundados de ternura de Jou y besó suavemente su frente y percibió la tenue caricia en su mejilla y creyó notar que la sonrisa de quien fue su amante hacía tantos años no era más triste ya, sino que estaba transformada por la nostalgia que los unía.

Nota de la autora: Gracias por leer.

Bueno, la historia ha acabado aquí, y ya ven que el final no es triste, y que ellos se quieren con tibio cariño y ¿acaso eso no es suficiente?

Y gracias a:

AGUILA FANEL: Gracias por seguir el fic y espero que este final definitivo te haya gustado.

Remi: Gracias por creerme buena para esto. Y el final… bueno, no siempre Jou y Seto tienen que terminar juntos para ser felices.

Mizu No Kitsune: Mokuba murió, pero Seto tiene otra oportunidad para enmendar sus errores. A veces, es necesario tantas sacudidas para comprender cómo van las cosas. Gracias por leer mi fic.

Rei Dark Angel: Este es el epílogo, y tanto Seto como Jou han tenido su recompensa por el sufrimiento, pero siempre hay algo de nostalgia por lo que pudo ser y no fue, pero eso no significa que ellos no sean felices con sus respectivas vidas. Gracias por continuar fielmente el fic.

Sekari Sumeragi: Para Seto hay otro comienzo, ya ves. Gracias por leer el fic y ojalá te haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. ¿Encuentras triste este final?

A.R.Z.: Gracias por tus palabras. Lamento que los últimos capítulos no te hayan gustado, pero, como dice el dicho "sobre gustos no hay nada escrito", no puedo contentar a todas… pero ojalá el epílogo no te haya decepcionado demasiado.

Kida Luna: Gracias por leer y ojalá te haya gustado este final.