La puerta del Locutorio se abrio de golpe y Camus vio a el joven que se hallaba de pie detrás de la mesa de madera. Parecia tener menos de veintidós años; se veia más bien como un adolenscente de diecieocho. El traje azul de lana era viejo y barato. El muchacho tenia la desesperación pintada en el rostro y sus ojos enrojecidos de tanto llorar...

Camus le tendio la mano.

- Me llamo Camus March. Trabajo en la División Federal de Defensores Públicos y he sido designado para representarlo como su abogado.

Camus percibio el leve temblor de el chico cuando le estrechó la mano.

- Me dijerón que un abogado hablaría conmigo...
¿Se encuentra bien, Afrodita?

Los ojos del joven se llenaron de lagrimas.

- Quiero ver a mi hijo.
- Talvez pueda arreglar eso despues; sin embargo, por el momento tenemos que hablar. Sientese, Afrodita - Camus retiró una silla de la mesa y el chico se sentó enfrente a el.
- No tengo dinero para pagarle.
- La División Federal de Defensores Públicos se encargará de eso. Representan gratuitamente a personas acusadas de delitos federales, aunque sean extrangeros ilegales, que no pueden pagar un abogado. ¿Me entiende, Afrodita?

El chico asintió en silencio.

- La arrestrarón con una cantidad considerable de Heroína en su poder, ademas de un bebe muerto que quizás fue asesinado con el proposito de traficar droga. Son acusaciones muy graves. Cuenteme qué pasó desde el principio.

Afrodita Fedov se limpio los ojos.

- Trabajo en un club nocturno en Moscú. Estudié economía en la universidad, pero la vida en Rusia es dificil y ése fue el unico empleo que pude conseguir. Dos hombres que siempre visitan el club nocturno, tienen mucho dinero. Y siempre me observaban. Un día, uno de ellos me dice: "¿Te gustaría ganar diez mil dolares?". Lés pregunté como. Me contestarón que tengo que llevar algo a Nueva York. Me darán un pasaporte Ruso, para mi y para mi hijo, con una visa estadounidense. Les pregunté que era lo que querian que llevará y me dicen que es algo muy importante. Diez mil dolares es mucho dinero, con la visa estadounidense puedo quedarme en su pais. Entonces digo que talvez. A los pocos dias los hombres vienen a verme de nuevo. Dice que tengo que llevar un bebe muerto - la voz de Afrodita Fedov se quebró y las lagrimas escurrierón por sus mejillas-. Meterían drogas dentro del cuerpo . Digo que no, que no lo haré. Pero los hombres me golpeaban. Dicen que mata´rán a mi hijo si no hago lo que ellos queiren.
- ¿Que iba a hacer con el niño muerto cuando llegara a Nueva York?
- Alguien me estaría esperando cuando saliera de la sala de llegadas. Se llevaria al bebé y me pagaría. Entonces, yo quedaría libre.
- ¿Por que no le dijo al oficial de aduanas en el aeropuerto que la habían obligado a pasar drogas de contrabando?
- Por que los hombres dijeron que nos hallarían y nos matarían si yo le decia algo a la policia.
- ¿Como se llaman esos hombres?
- No sé. Y si lo supiera no se lo diría. Los hombres dijerón que no importaba si yo estaba en la cárcel, de todas maneras me encontrarían y me matarían si hablaba. Nos matarían a mi y a mi hijito... Pero ahora no volveré a verlo.

Afrodita Fedov se cubrió el rostro con las manos y sollozó. Entonces Camus rodeó la mesa y le paso el brazo por los hombros, tratando de consolarlo.

Milo Ryan esperaba a Camus en el pasillo.

-¿Como te fue?
- Milo, es una victima que utilizarón. Lo embaucarón.
- La gente insignificante siempre lo es - Milo miró frente a Camus March y vio que los ojos se le humedecian-. ¿Estas bien?
- Sí, no te preocupe. No puedo quitarme de la mente al bebé muerto y... ¿que pasará con el hijo de el chico?...¿Puede verlo?

Milo le puso una mano en el brazo.

- Veré que puedo ahcer.
- Gracias, Milo.
- ¿Y como has estado? ¿Comoe sta Hyoga?
- Hyoga esta bien.
- Fui a verlo a Cauldwell un par de veces. Pero eso fue hace meses. Creo que ya me toca ir a visitarlo.
- Sí le gustará mucho.

Milo titubeó.

- Quizá no es momento oportuno para preguntar, pero, ¿quieres que vayamos a cenar esta semana?
- Lo siento mucho, Milo, pero tengo mucho trabajo en este momento. Quizás en otra ocasión.

Milo rio con entereza.

- Claro, cuando tu digas. ¿Quieres un consejo? Ve a casa y trata de no pensar en todo esto. Ese chico del vestido azul tiene más cosas en que pensar que tu y yo juntos.