Un día, Camus atravesó el estudio de su padre. Una puerta de Cristales daba al jardín, y el patio, más alejado, tenia vista al mar y al pequeño embarcadero donde en el verano, su padre y Hyoga solían pasar horas sentados, pescando o conversando hasta la puesta de sol. Pero ese día la puerta de cristales se hallaba abierta y su padre estaba sentado solo en su silla de playa favorita y tenia oculta la cabeza entre las manos. Cuando la levantó, fue para mirar sin expresión al mar.
Cuando Camus cruzó el estudio para ir con su padre, vio una caja metálica de seguridad abierta en el escritorio. La caja estaba vacía, pero había un bloc amarillo tamaño oficio y un disco flexible al lado. Vio la palabra "Telaraña" anotada en el bloc y varios párrafos ilegibles escritos a puño y letra de su padre.
De repente, Dohko se percató de la presencia de su hijo, se levantó de la silla y entro furioso por la puerta de cristales.
- ¿Estabas leyendo mis papeles, Camus?
-
No, yo... venia a ver si te encontrabas bien, papá.
El padre recogió el bloc y el disco y luego los guardó en la caja de seguridad.
- Son papeles privados que no te
incumben.
- Pero yo solo...
- Nunca vuelvas a hacerlo –sacó
una llave plateada de la billetera y cerró la caja. Tenia el
rostro encendido por la ira, la misma ira que Camus habia presenciado
cuando tenia 14 años y le preguntó sobre la fotografía
del desván.
- ¿Está todo bien, Papá?
– preguntó.
Dohko March guardó la llave plateada en la billetera y condujo a Camus a la puerta.
- Si
no te molesta, quisiera estar a solas. Tengo mucho trabajo qué
hacer.
- Papá, no quise...
- Mira, ya hablaremos de
esto en otra ocasión. Ahora, por favor sal, Camus – Le hizo
abandonar el estudio y de inmediato cerró con llave la puerta.
Un mes desusé, su madre fue asesinada brutalmente y su padre desapareció.
Jamás olvidaría la noche en que pasó. Su madre le había pedido que se quedara a pasar el fin de semana, invitación que Camus aceptó agradecido, y esa misma noche su padre salió de viaje de negocios a Suiza. El pequeñísimo departamento de Manhattan que Camus compraría con otro estudiante de derecho estaba atestado, y le producía claustrofobia, por lo que siempre disfrutaba del lujo de dormir en su habitación y del placer de comer lo que su madre cocinaba.
Sin embargo, una terrible tormenta rugía esa noche en la oscuridad fuera de su dormitorio. El ruido lo despertó y cuando abrió los ojos, súbitamente tuvo de la extraña sensación de que había una presencia en la casa.
Camus prendió la lámpara de la mesita de noche, Nada ocurrió. Se levantó de la cama, se puso la bata de baño y abrió la puerta. Al salir, sintió una ráfaga de aire helado. Una ventana se hallaba abierta al final del rellano de la escalera y el viento hacia revolotear las cortinas. "El viento debe haberla abierto", pensó él y fue a cerrarla. Mientras cerraba la ventana, la luz del rellano se prendió y en seguida se apagó.
- ¿Mamá? – gritó asustado.
No tuvo respuesta. Abrió la puerta del dormitorio de sus padres y entró. Un relámpago resplandeció en el cielo más allá de la ventana que se azotaba por la lluvia. Cuando la luz azul eléctrico bañó el cuarto, Camus vio que se hallaba en completo desorden. Los cajones estaban revueltos, había ropa tirada en el piso. La alfombra blanca y las paredes se encontraban manchadas de sangre. El horror le dejó paralizado.
Otro relámpago iluminó la habitación y entonces vio los cuerpos. Su madre yacía en la cama y tenia heridas brutales en el pecho. Hyoga estaba hecho un ovillo en el suelo y le escurría sangre de alguna herida en el cuello.
Cuando Camus quiso gritar. Una mano le tapó la boca.
Era un hombre muy fuerte. Mientras Camus forcejeaba aterrorizado, el lo arrastró por las escaleras hasta su dormitorio. Al tratar de defenderse, el hombre le estrello el puño en la cara, y cuando Camus cayó, él lo amordazó. La luz de la lámpara de noche parpadeó y ella logró ver la cara del sujeto.
No tenia cara. Llevaba puesto un pasamontañas negro que apenas dejaba ver sus ojos verdes, de mirada asesina, y la boda carnosa. Tenía un cuchillo de carnicero manchado de sangre en una mano.
El hombre dejó el cuchillo en la mesita de noche. Camus observó la pistola que el sujeto llevaba entremetida en el pantalón. Trató de gritar, a pesar de la mordaza; se hizo un ovillo por el miedo y la bata de baño se le subió. De repente sintió que una mano se le deslizaba por la piel.
- ¡Quieto o te corto el cuello!
Camus sollozó mientras el hombre le forzaba a abrir las piernas. No se atrevía a moverse. Pero mientras la tormenta rugía afuera, la lámpara volvió a parpadear y Camus vio el cuchillo ensangrentado en la mesa; se puso furioso al ver en él la sangre de su madre. Buscó a tientas el cuchillo y hundió la hoja en el cuello del hombre.
El gritó y alzó la mano para sacarse el cuchillo del cuello. Camus aprovecho para empujarlo y correr a la puerta del Dormitorio. Bajó corriendo las escaleras y salió por la puerta principal.
La casa más cercana se encontraba a unos sesenta metros del otro lado de la calle. Camus apenas lograba distinguir lasa puertas blancas en medio del aguacero, la terraza estaba a oscuras. El corazón le latía con violencia y cuando miró atrás y vio al hombre enmascarado correr tras él, con el cuchillo ensangrentado en una mano y cubriéndose la herida con la otra.
Faltaban cuarenta metros para llegar a la puerta. Veinte metros. Diez. Cinco.
Camus subió corriendo los escalones de la terraza.
Golpeó fuerte la puerta.
- ¡Auxilio! ¡Por favor, ayúdenme! – Grito enloquecido - . Va a matarme... ¡Por favor!
Entonces, todo se ennegreció y perdió el sentido.
