Capítulo 1. Una Determinación.
Brianda abrió los ojos sobresaltada en su mullida cama. Las gotitas de sudor decoraban con tonos perlados su frente, y su largo pelo se esparcía por la almohada. Un rayo de sol se filtraba entre las cortinas y éstas bailaban al son de la brisa. Se llevó una mano a la cara y con esfuerzo se incorporó y se aseó, se puso unos pantalones de hombre y una camisa ceñida y se asomó a la ventana.
Hacía poco que había amanecido en el Bosque de Shîr, pero los habitantes ya paseaban por el mercado y los niños jugaban con espadas de madera. La chica sonrió mientras suspiraba y bajó a desayunar algo en su humilde morada. Tomó algo ligero cuando una voz la sobresaltó por detrás:
¡Brianda! –Dijo una voz de hombre-. ¿Aún desayunando a estas horas?
Dardelos… –suspiró la chica-. ¿Nunca cambiarás, eh? –Dardelos y ella habían sido amigos de la infancia y nunca se habían separado, se consideraban hermanos. Él era un hombre apuesto, aunque la chica nunca le había visto como algo más.
Pues… no. –rió-. ¡Ven! Se va a celebrar una reunión en la plaza. Al parecer Vladek pretende decirnos algo importante.
De acuerdo. ¡Vamonos! –dijo la chica con ímpetu tirando del brazo de su amigo hacia el exterior.
Espera… ¿no pretenderás dejar así la cocina?
¡Tú y tu sentido del orden¿Desde cuando eres responsable? Tal vez desde… -la chica puso una sonrisa maliciosa-. ¿Tal vez de que le declaraste tu amor a Lissë? –Las mejillas de Dardelos se tiñeron de rojo mientras salía corriendo detrás de la chica que reía feliz.
Entre juegos y risas llegaron a la plaza principal del pueblo. Se decía que imitaba en cierta manera por la piedra a Minas Tirith, y se construyó por la nostalgia que sintieron los primeros soldados y sus familias. En el centro había una estatua de Vladek el mago con el brazo derecho señalando al cielo y el izquierdo sosteniendo un libro. Había mucha gente ya, esperando impaciente que el mago pronunciara esas palabras que tenían en vilo a todos.
Por fin salió. El mago iba encorvado pero orgulloso a la vez, y su larga barba de color azabache le hacía parecer un hombre al que se le debía un profundo respeto.
Queridos habitantes del Bosque de Shîr. –empezó diciendo solemnemente-. Os he reunido aquí para comunicaros, en nombre de Manwë el Sabio, que el Mal ha retornado a la Tierra Media.
Hubo murmullos inquietos y Brianda miró hacia todos los lados con un gesto de sorpresa. Había leído acerca de las historias pasadas sobre Sauron y Melkor, pero siempre le habían parecido mitos.
Como os decía, Manwë se ha comunicado con nosotros en la Melodía del Viento. Las puertas del Lugar maldito, Mordor, han sido construidas de nuevo, y la Torre de Barad Dûr y Cirith Ungol han sido levantadas. El Gran Ojo, Sauron, lo ve todo, y lo busca… -hubo un silencio sepulcral en la plaza- el Anillo único. Eso es lo que busca. No son mitos, y el Anillo está en manos de los Medianos, que lo están trasladando a un lugar seguro.
¿Y eso en qué nos atañe a nosotros? –dijo un hombre, rodeado de murmullos de aprobación.
Se producirán guerras… -continuó Vladek-. La Tierra Media se cubrirá de sombra y hasta la última brizna de nuestro suelo estará infectada… el agua será negra y querremos morir antes de ser presos del Señor Oscuro.
"El Gran Vala me ha anunciado que las razas de la Tierra Media se reunirán en breve en el Hogar de los Elfos para decidir sobre nuestro destino. Elrond de Rivendel espera la llegada del Único, pero no podrá mantenerlo por mucho tiempo.
Y dinos ¿por qué deberíamos ahora intervenir¿No sería un mazazo grande para los otros pueblos saber de nuestra existencia? –preguntó una mujer.
Tal vez, pero no podemos quedarnos aquí mientras nuestro destino permanece ligado a otras razas. Alguien deberá viajar a Rivendel, intervenir en el Concilio que se celebrará y darnos una solución. No hay otro remedio.
Se hizo un silencio sepulcral. No se oía el murmullo del arroyo cercano ni el canto de los pájaros. Las nubes parecían teñirse de rojo por momentos y el aire se volvió tenso.
¿Y-y quien proponéis que vaya? –preguntó tímidamente Brianda, mientras notaba todas las miradas fijas en ella.
Tenéis un día para decidir quién será el valiente que atraviese la Tierra hasta Rivendel. Al alba de mañana, partirá inmediatamente. –el mago frunció el ceño y continuó- Los Jinetes Negros buscan el Anillo, el Ojo está pendiente de los movimientos y las tropas orcas atraviesan los prados. Los corsarios de Umbar pretenden invadir Belfalas, ya que se han aliado con Mordor. Es toda una hazaña.
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¿Es que no lo entiendes? –preguntó exasperada Brianda a Dardelos. Ambos se encontraban a las afueras de la pequeña aldea, bajo un gran árbol-. ¡Esta es mi oportunidad! Podría intentarlo.
Brianda… es una locura. Los shîrianos no estamos preparados para esto, es demasiado. Tus padres no-
Mis padres hubieran estado orgullosos, Dardelos. –la voz de la chica tembló-. ¿Sabes? Mis padres murieron cuando intentaron salir al exterior. Unas tropas orcas les atacaron y me quedé sola… sus sueños eran salir de este bosque y ver mundo…
Brianda reprimió un sollozo. Habían pasado trece años desde la muerte de sus padres. Ahora era una joven vigorosa y esbelta de dieciocho años que soñaba con luchar, ser alguien.
Digas lo que digas iré, Dardelos, no me lo niegues. –la chica se levantó de un salto y se adentró en el bosque. La determinación brillaba en sus ojos, que se habían puesto brillantes tan solo al mencionar a sus padres.
A lo lejos divisó una figura con un hermoso vestido color malva que recogía frutos con una sonrisa.
¡Hola, Lisse! –saludó Brianda acercándose a su amiga.
Hola, Brianda. ¿Qué haces por aquí? –Dijo con una sonrisa-. Reconozco esa mirada… ¿has estado llorando?
¡No! –dijo inmediatamente Brianda. Si algo odiaba era que tuvieran compasión por ella.
Se lo que deseas hacer, y no te lo negaré, aunque debo decirte que es peligroso.
A veces pareces una elfa. –rió Brianda, lo que causó las risas de su compañera. En verdad Lisse era diferente. Tenía el cabello más claro y unos profundos ojos azules-. Dardelos no desea que vaya, no confía en mí.
Dardelos confía en ti y te desea lo mejor. Es tu mejor amigo… compréndele. No quiere perderte. –dijo con un rubor rosado en sus mejillas.
Brianda sopesó con la mirada perdida las oportunidades que tenía. Luego de esto, miró a la mujer que tenía enfrente y añadió:
Iré. Se lo diré a Vladek, estoy decidida.
Y yo te deseo lo mejor, amiga mía.
Brianda se levantó de la raíz en la que las amigas habían estado hablando y con ímpetu abrazó a Lisse.
Te echaré mucho de menos. –susurró Brianda.
Y yo a ti, pequeña.
Luego de este gesto salió corriendo hacia el lugar dónde se instalaba el mago. Se iba cruzando con la gente, que la miraban curiosos y murmuraban entre ellos, aunque pronto volvían a sus tareas. Vladek se alojaba en una de las cimas de un árbol, y tenía dos guardias custodiando las escaleras para a subir.
Me gustaría tener una audiencia con el Señor. –dijo Brianda lo más educadamente posible-. Ya he encontrado a alguien que pueda realizar el camino a Rivendel y formar parte del Concilio.
Lo siento, señora, pero ahora no se encuentra aquí.
¿Y cuando podré contactar con él? –los guardias negaron con la cabeza y se encogieron de hombros en señal de ignorancia.
Está bien. –dijo desanimada-. Gracias de todas maneras, adiós.
Brianda caminó cabizbaja rumbo al bosque de nuevo, sin saber muy bien que hacer. Seguro que ya no podría viajar porque habría otro hombre que fuera el elegido.
¿Qué te ocurre, pequeña niña? –dijo una voz a sus espaldas. El Anciano Mago se encontraba apoyado en su bastón y la miraba paternalmente.
Mi señor… -dijo Brianda haciendo una respetuosa reverencia- Pensaba… quiero ir yo a Rivendel.
El anciano guardó silencio sopesando las oportunidades. Era una niña, pero algo en su interior le decía que era ella. La determinación en sus ojos la hacían parecer alguien especial.
¿Estás segura? Esta no es una decisión que deba tomarse a la ligera.
Estoy completamente segura. Mis padres siempre soñaron en visitar los pueblos élficos, y quiero cumplir su sueño. Quiero viajar y conocer mundo, siento como una voz me llama y me atrae para luchar por los que amo. ¡Ay! Dejadme marchar. Prometo no defraudaros y traer noticias del Concilio lo más pronto posible.
Brianda le miró esperando una respuesta. Todo lo que había dicho era verdadero, pero eso implicaría alejarse de su gente. El mago sonrió débilmente.
Entonces tienes mi bendición. Que Manwë y los valar te acompañen en tan arduo viaje. Se que no nos defraudarás. Hay una determinación muy fuerte en tu interior… algo que no había visto en mucho tiempo. –dijo bajando la voz hasta convertirse en un susurro-. Ten fe en tu pueblo y en ti misma.
El anciano levantó los brazos para coger una cadena que pendía de su cuello. Era un medallón en el que se distinguía una runa en forma de S, símbolo de los shîrianos y del Bosque.
Acepta esto como un regalo mío. Te dará fuerzas para continuar y te iluminará cuando tengas miedo.
Oh… no hace falta uqe me de tan precioso regalo... –dijo Brianda completamente avergonzada-. Gracias. –añadió con una sonrisa.
El mago estaba a punto de dar la vuelta cuando pronunció:
"Ten cuidado en tu camino, no solo en el que emprendes ahora, sino en el que te espera después del Concilio, pues no solo encontrarás guerra"
Tan rápido como Brianda le había visto desapareció y la muchacha se quedó muy sorprendida. Miró el medallón que colgaba de su cuello y lo ocultó entre sus ropas. Esbozó una sonrisa y decidió volver a casa a almorzar y a preparar el equipaje que debía llevar.
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Se sentó en una silla que había en el salón y emitió un suspiro. Ya estaba todo lo que pensaba llevar, además de las dagas forjadas en el bosque hechas solo para ella. Recibían en nombre de Gwagirwield. Colocó también el arco de madera tallada y sus flechas al lado de la pequeña mochila con los víveres necesarios.
El día había pasado volando. Atardecía ya en el bosque y los shîrianos entraban a sus casas tras un duro día de noticias. Salió y se sentó a mirar las estrellas, que esa noche se veían bien, ya que era un claro del bosque muy privilegiado. Pensó en su amigo Dardelos, estaba ¿enfadado? Desde luego la chica no lo sabía. Es cierto que era un hombre apasionado por el orden y por la prudencia, pero la chica no podía entenderlo.
Hola. –dijo una sombra enfrente, que se adivinaba que era la del chico.
Hola, Dar.
Brianda… lo siento por lo que te dije por la mañana… no soportaría que te ocurriera algo. Tú has sido y serás mi mejor amiga. –se situó al lado de la chica, que observaba sus movimientos atentamente.
No te preocupes.
Me alegro por tí. Se que lo harás bien… aunque –dijo juguetonamente-. Necesitarás algo de ayuda… no puedo dejar que Briandita viaje solita. No sería propio de un caballero como yo.
¿Qué insinuas? –dijo Brianda entornando los ojos.
Que no sería cortés dejar que una mujer viaje sola.
¡Oye! Se cuidarme sola! Espera, que seguro que tendré que cuidar yo de ti. –exclamó Brianda soltando una carcajada de felicidad.
Está bien, está bien. –respondió el muchacho encogiendose de hombros-. Déjame que vaya contigo.
¿Estás seguro? –su amigo afirmó con la cabeza y la chica añadió-¿Y Lissë?
Oh –respondió con un deje de tristeza- ella ya lo sabe. ¡No se como lo hace, pero siempre lo adivina! –hizo una pausa y continuó- Entonces ¿una aventura nueva?
¡Por supuesto!
Los amigos se dieron la mano juguetonamente entre risas y bajo el cielo estrellado se separaron para ir a dormir. El día siguiente iba a ser muy duro, pues empezaba una nueva experiencia para ambos.
Eressë: ¡Hola! Ja, ja, ja. Ya me veis aquí, con nueva historia que empiezo con muchas ganas. Como podréis comprobar esta historia es mucho más mía, ya que he creado una cultura y un pueblo yo solita
Espero que me dejéis Reviews, ya que esta historia va a pretender ser algo grande y como veis, al principio no se le da importancia única y exclusivamente a Brianda, sino que aparecen y desarrollan más personajes. Al pasar la historia todo tendrá sentido.
Muchos besos.
