Capítulo 3. Comienza el Viaje
El día amaneció radiante y horas antes a que el sol presentara los primeros rayos de luz, la joven Brianda se colocaba las ropas de viaje y se aseguraba de que todo lo previsto estuviera en su sitio. Canturreaba una cancioncilla mientras salía de su casa a una temprana hora, aunque la mayoría de los vecinos dormían aún plácidamente en sus camas.
Cogió un pequeño sendero y empezó a golpear una piedrecilla mientras miraba distraída a su alrededor. Vestía con ropas oscuras y algo remendadas, y atada a su cuello había una lazada perteneciente a una capa que le colgaba por la espalda. Su cabellera negra permanecía atada en forma de trenza, y sus ojos verdes resaltaban vivarachos e impacientes ante la nueva aventura. Se dirigió hacia un claro en el interior del bosque y, sorteando las ramas que se presentaban a su paso, vislumbró la figura de un hombre joven sentado y con el ceño ligeramente fruncido. Levantó la vista hacia la chica y sus labios finos se curvaron en una sonrisa.
"Llegas más pronto de lo normal en ti", dijo con una sonrisa burlona a la chica.
"Ugh, no creas, Dardelos, algo me ha costado levantarme", respondió la chica haciendo una graciosa carantoña. "Bueno, y entonces ¿ahora que hacemos, nos vamos?
En ese momento el mago Vladek se asomó entre los árboles y, apoyándose en su bastón raído por el paso de los años habló:
"Amigos", esbozó una sonrisa y con ojos piadosos continuó: "Ya sabéis vuestra misión: llegar al Concilio de Elrond e informaros acerca del Mal que nos atañe. Por favor, os sugiero que no comuniqueis a cualquiera nuestro paradero, tan solo deberán saberlo los necesarios." Brianda puso una cara un tanto rara, aunque más tarde afirmó con la cabeza. "Brianda, recuerda mis palabras anteriores. Buena suerte a los dos."
"Ten cuidado en tu camino, no solo en el que emprendes ahora, sino en el que te espera después del Concilio, pues no solo encontrarás guerra", le había dicho el mago anteriormente. Esas palabras no cesaban de retumbar en la mente de Brianda.
Los dos viajeros sonrieron agradecidos y antes de que pudieran decir algo más el anciano comenzó a hablar.
"Tengo unos regalos para vosotros", dijo solemnemente. Se adelantó unos pasos y de sus manos aparecieron varios presentes.
"Oh, señor, no es necesario…", empezó a decir Dardelos, moviendo efusivamente las manos.
"Esto es para el señor Dardelos", dijo con una sonrisa y alargando la mano entregándole una espada reluciente. "Espero que le sirva".
Dardelos la alzó y la miró anonadado. Una espada para mí solo… menos mal que mi padre que me enseñó a utilizarla . El mago se volvió hacia la chica.
"Y para ti…ya te di todo lo que mi corazón deseaba. Más adelante sabrás cual será mi siguiente regalo, siempre que elijas el camino correcto. No tengo duda de que lo harás". La chica se llevó una mano al colgante que permanecía en su cuello y que se le había sido entregado con anterioridad.
"Yo espero no defraudaros y conseguir la mejor información que me sea posible, señor", dijo Brianda, con un brillo de esperanza en sus dulces ojos de niña.
Tan pronto como había aparecido el anciano, se fue de nuevo y una ligera brisa azotó los cabellos de los dos muchachos y sus corazones. Brianda miró a Dardelos con emoción contenida y con una ligera sonrisa y una última mirada al pueblo que amanecía a sus espaldas echaron a caminar hacia lo desconocido.
Cogieron un sendero de tierra fina, que serpenteaba esquivando algunos árboles mientras el Bosque se hacía menos espeso.
"Te despediste de Lissë?", preguntó Brianda a Dardelos, que miraba relajado al frente.
"Sí", dijo entornando los ojos.
"Vamos, no será tanto tiempo. Sólo iremos a escuchar… no pasará nada. Dentro de varios días volverás conmigo, riendo y victorioso por traer las noticias a tu pueblo y no haberles defraudado", dijo la muchacha poniendo una mano en el hombro de su amigo.
"Lo prometes?"
Brianda lo pensó un momento. No se había planteado quedarse en Rivendel, aunque tampoco lo conocía y no podía saber si descansaría en ese lugar, pus nunca había visto unas criaturas tan bellas como los Elfos.
"Sí", dijo tranquilizadoramente mientras caminaban con marcha rápida, deseando dejar atrás el bosque. "Volveremos pronto a nuestro hogar".
Por fin, tras una larga hora de larga caminata monótona llegaron a los lindes del bosque. Con pasos dudosos y respirando como si se les fuera a acabar el aire continuaron caminando. El lugar les seguía siendo familiar, pero estaba claro que las tierras que pisarían serían nuevas para ellos. No lo sabían, pero en ese momento salían de Bree unos pequeños y un humano encapuchados junto a un poney, y pisaban las tierras más o menos planas que les conducirían a la Cima de los Vientos.
El lugar que Brianda y Dardelos atravesaban seguía siendo verde, aunque la vegetación cada vez se hacía menos abundante y hacía más calor. En el Bosque habían estado protegidos de los ardientes rayos de Sol que se podían reflejar en la arena de un desierto, y esto suponía un cambio para ellos. A lo lejos, muy allá todavía, se veían unas montañas… pero unas no eran comunes… unas montañas arrojaban fuego y los rayos rojos rasgaban el ambiente lejano.
"Vaya… has visto eso?", dijo Dardelos a Brianda.
"Según mis cálculos… nos encontramos en el lejano Harad", dijo Brainda sacando de su mochila un pequeño mapa que mostraba la Tierra Media. "Allá al fondo se encuentra Mordor, la Tierra Oscura, y justo un poco más hacia la izquierda las Montañas Blancas, donde se encuentra Gondor".
Dardelos reprimió una carcajada y Brianda levantó las cejas en señal de desconcierto.
"Qué te hace tanta gracia?", dijo empezando a enfadarse, poniendo las manos en su cintura.
"Desconocía esa faceta tuya... siempre tan orientada", le respondió el chico mientras ponía los ojos pareciendo recordar algo lejano. "Te acuerdas cuando jugamos a la búsqueda del tesoro y te perdiste por el jardín del mago Vladek?"
"Sí… y yo que creía que me encontraba en el bosque cuando ni siquiera había salido del pueblo…", dijo ahora ella esbozando una sonrisa traviesa. "Recuerdo que alguien lo pasó muy mal buscándome", añadió maliciosamente.
La vegetación cada vez se hizo menos abundante hasta que no quedaba nada. Tan solo se apreciaban pequeñas formas arbustivas que podían resistir el calor sin necesitar mucha agua para sobrevivir.
"Crees que encontraremos dragones por el camino?", dijo Dardelos clavando los pies en la arena del desierto que se extendía ante sus ojos.
"Dragones? Tonterías. Los dragones no existen desde hace muchísimos años"
"Ah, vale"
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Tras varios días de acampada, soportando temperaturas variables entre la noche y el día los dos compañeros llegaron hasta un pequeño poblado asentado en las orillas de un río que limitaba la árida región de Harad y les daba la bienvenida a Gondor.
Estaban hambrientos y sucios, ya no les quedaba casi agua y se habían visto obligado a repartir la comida si querían llegar vivos a alguna parte. Tambaleándose y con miedo a la reacción de las personas que habitaban allí vagaron por las pequeñas calles, y la gente se apartaba de ellos pensando que podían ser ladrones o asesinos. En esos tiempos que corrían no era bueno fiarse de unos desconocidos, y menos de alguien que iba en la situación de Dardelos y Brianda.
Una mujer anciana, apiadándose de los dos extraños, que pedían agua limpia para beber sin que nadie les prestase alguna ayuda se acercó a ellos y les tendió una mano. Su largo pelo blanco caía en cascada y unas arrugas en su cara la hacían parecer una mujer de gran porte.
"Venid, les ayudaré", dijo tendiendo una mano a Brianda, que se había sentado en el suelo.
La chica la miró agradecida y Dardelos y ella fueron conducidos por la anciana hacia el interior de su humilde casita. La mujer, que estaba ligeramente encorvada y llevaba un sencillo vestido marrón y un delantal blanco les hizo sentarse en unos sillones en una estancia que parecía ser un salón. Fue hacia la cocina y trajo agua hacia los amigos, que se la bebieron con ansia mientras la señora les miraba atónita.
"Gracias", balbuceó Brianda tras secarse con la manga. Lo mismo hizo Dardelos mientras respiraban exhaustos. La mujer se sentó enfrente de ellos y con timidez los preguntó de dónde procedían.
"Venimos de… de un poblado en los lindes de la región", intervino Dardelos, sin revelar en Bosque de Shîr. "Viajamos hacia Gondor para visitar a una prima que se aloja en Minas Tirith".
Brianda le miró agradecida con una imperceptible sonrisa. Qué bien miente Dardelos, menos mal. La anciana no dijo nada, simplemente sonrió enigmáticamente mirándolos a los ojos, y tras un momento en el que pareció evaluarles y que a Brianda se le hicieron eternos habló.
"Soy Goldwyn, hija de Goldur"
"Yo soy Brianda, hija de Bristel y él es mi compañero Dardelos, hijo de Darwell", dijo Brianda observándola fijamente. La anciana tenía arrugas en la cara, pero se adivinaban unos pequeños pero profundos ojos verdes que le resultaban vagamente familiares.
La anciana le sonrió ladeando la cabeza y se quedó mirandola de igual manera, mientras Dardelos pensaba que el ambiente se podría haber cortado en ese preciso instante.
"Parecéis cansados", dijo tras un momento. Arriba hay una habitación libre, si queréis podéis utilizarla hasta que os sintáis preparados para partir a Gondor.
"Oh… no hace falta, señora Goldwyn, ya buscaremos algún sitio para alojarnos, pero gracias de todas maneras", dijo bruscamente Dardelos sin querer aprovecharse de la hospitalidad de la humilde señora.
"Sí que hace falta… y lo sabéis", hizo una pausa y subiendo pesadamente las escaleras les señaló el baño y una habitación donde podrían pasar por lo menos la noche. "Aquí estaréis bien".
"Muchísimas gracias. En cuanto tengamos dinero se lo pagaremos", dijo Brianda mirando al suelo avergonzada.
"Oh, eso no es problema. Ya arreglaremos ese asunto. Ahora descansad, la cena estará lista pronto".
Dardelos y Brianda entraron en la habitación, que tenía varias camas y unas pequeñas mesillas. Nada más. Era pequeña, pero acogedora. Dardelos corrió hacia una de las camas y se abalanzó quedando tumbado.
"Supongo que ya has elegido cama", dijo Brianda negando con la cabeza aguantando la risa. Parecía un crío.
En su mente, la chica no podía dejar de darle vueltas al tema. Esa humilde mujer les había ofrecido cobijo sin esperar nada, algo raro en aquellos tiempos. Lo normal hubiera sido rechazarles, pero había sido muy amable en ese aspecto. Goldwyn no era una mujer de muchas palabras, al contrario que ella, pero había algo…
Fue al baño y se aseó un poco, relajando los músculos tensados de todo su cuerpo. Poco después hizo como su amigo y se quedó tumbada en la cama sola con sus pensamientos, hasta que se quedó dormida mientras que afuera la luna brillaba con un destello plateado.
Goldwyn había cerrado la puerta y apoyándose en la barandilla de las escaleras había bajado con una sonrisa en su cara y alivio, que se leía en sus ojos. Se dirigió hacia una mesa en la cocina después de coger un pequeño papel de color amarillento. Se sentó y cogió temblorosa entre sus manos una pluma. La mojó en tinta y escribió una nota escueta pero que aclaraba muchas cosas.
Con el pequeño papel entre sus manos abrió la jaula de un ave, que curiosamente era un halcón plateado, no muy corriente entre esas gentes, y ató como si se tratara de un pergamino la nota a la pata del pequeño animal.
La mujer susurró unas cuantas palabras al halcón y éste alzó el vuelo en mitad de la noche, rasgando el viento como si fuera un rayo. En el pequeño pairo que llevaba el ave tan sólo ponía:
Están arriba
La mujer subió a la habitación para que sus visitantes bajaran a cenar. Abrió la puerta con cuidado y se quedó mirando a las camas con los labios curvados en lo que se parecía a una sonrisa de medio lado.
Eressë: Uy, uy, uy… que yu-yu da esta mujer… qué se traerá entre manos¿Qué les ha parecido el capítulo? Espero que les haya gustado, ya que en mi opinión es uno de los mejores que he escrito respecto a la organización y la impresión general, según mi parecer.
¡Ya ha comenzado el viaje! Aunque… todavía queda llegar a Rivendel, pero lo haré más corto porque sino esto es una pesadez de fic.
Que Reviews tan bonitos… lindos… bellos… jeje. ¡Qué alegría me ha dado ver la aceptación que ha tenido el fic! Ahora mismo voy a contestar:
HADA: Holaaaaaaaaa¿Qué tal, amiga? Bueno, bueno, ya se que he estado desaparecida durante bastante tiempo, y cuando pueda intentaré actualizar las otras historias, y dejarte algún que otro reviewcillo, jeje. Ya ves, yo y mis complicaciones con los fics que escribo. Es que sino no estoy contenta XD. Me alegro que te haya gustado el comienzo de la historia, espero que esta sea la historia que pueda escribir seriamente sin tirarme meses sin actualizar ;) Besines y nos leemos:)
Isil: Holaaa¡Me alegro de leer a alguien nuevo por aquí! Muchas gracias por tu review, no sabes cuanto te lo agradezco. La idea de crear una raza nueva me la inventé hace tiempo y espero haberla sabido plasmar bien. Espero que todo siga encajando con la historia, y sé que los que mataron a Isildur fueron orcos, pero es que entonces no sabía donde meter a los protas. ;) Muchos besos!
Andraya TheLat: Hola! Muchas gracias por el comentario. Yo también leo tu historia, y cuando pueda te dejaré review! Me encanta tu historia, de verdad que me río mucho. Bueno, espero no haberte defraudado con este capítulo. Muchos besos y sigue así! Nos leemos!
