Capítulo 5. Una mañana con Earoth
La lluvia azotaba los árboles y los truenos producían un estruendo que rasgaba la tranquilidad de la Tierra Media. Parecía mentira que los días hubieran pasado tan rápido. Y allí se encontraban los tres compañeros de viaje, frente a la resplandeciente Minas Tirith, ciudad de Gondor. Parecía sobrenatural: daba igual que el cielo estuviera nublado y que el turbador fuego de las montañas de Mordor saltara por los aires; Gondor mantenía ese toque de realeza que la hacía brillar como un fantasma.
Bianda, Dardelos y Earoth se acercaron con los caballos hacia la entrada de la ciudadela y esperaron, hasta que las puertas se abrieron con un chirrido.
"¿Qué les trae por las tierras de Gondor?", dijo un soldado que les miraba con recelo, armado con su espada y a la espalda su arco. Brianda y Dardelos intercambiaron una mirada nerviosa, aunque Earoth parecía totalmente tranquilo.
"Venimos para buscar un refugio en estos días sombríos que nos acechan. Venimos de un viaje largo y nos gustaría descansar para poder continuar", respondió Earoth con voz autoritaria.
"Bien. Pueden pasar. Hay una posada en el tercer nivel", dijo el soldado, y con un ademán les indicó que pasaran, entornando los ojos al ver a los viajeros que iban desmejorados con las ropas sucias.
Ignoraron esa mirada y continuaron detrás de Earoth. Los días habían hecho que a Dardelos y a Earoth les apareciera una barba, que a Dardelos le encantaba, pero que el príncipe de Anfalas detestaba. No se había tomado un baño en condiciones desde que salió de su hogar, y se veía muy cansado. Así habían continuado su lucha durante todos esos días, gracias al pretexto que habían encontrado, que según Brianda era ridículo.
Las jóvenes de Minas Tirith miraban encantadas a Earoth mientras pasaba, pero él mantenía sus ojos azules clavados en el camino circular, sin dar lugar a ningún comentario.
"Vaya, Earoth, parece que triunfas. Tu afán de llamar la atención se están viendo satisfecho", dijo Dardelos distraídamente, mientras Brianda le lanzaba una mirada de reproche. En esos días todos habían tenido la oportunidad de conocerse mejor, y las cosas no habían cambiado mucho entre el shiriano y el príncipe. Si desde un primer momento se habían caído mal ahora todo iba peor.
"Quieres callarte de una vez? Harás que nos perdamos… otra vez", añadió con una sonrisa maliciosa Earoth.
"Yo no hice que nos perdiéramos, alteza, solo cogí el camino equivocado", dijo ofendido Dardelos, a lo que Brianda negó con la cabeza exasperada y se desvió del camino para entrar a la posada, que tenía por nombre 'Nuevo Rey'.
Esto dio fin a una discusión que estaba empezando a enfadar a Brianda, lo cual la alegró. Esta vez fue Dardelos quien se adelantó y empezó a hablar con el posadero.
"No hagas caso a Dardelos, está raro, no se que le ocurre", dijo disculpándose Brianda. Aún no había cogido la suficiente confianza – aunque se llamaran de tú- con Earoth, y éste parecía haberlo notado.
"No te preocupes. Entiendo que no le debe ser agradable tener a otro compañero de viaje, aunque llevemos casi un mes juntos", respondió el chico encogiéndose de hombros. Brianda le sonrió tímidamente e iba a responder, cuando Dardelos se acercó pletórico.
"Solo quedan dos habitaciones. Todo lo demás está completo", dijo con una sonrisa que intentaba ocultar. "Eso significa que…"
"No! Ni hablar! Nos iremos a otra posada. No quiero que uno de nosotros se vaya a otra posada. Podríais compartir habitación tú y Earoth"
Ambos chicos giraron la cabeza hacia Brianda y la miraron alarmados, como si estuviera loca.
"Yo con este no comparto habitación!", dijeron a la vez. Brianda movió efusivamente las manos como preguntándole a Eru por qué le había tocado aguantar eso.
"Además, las habitaciones son pequeñas", añadió mirando a la chica.
"No te preocupes. Yo buscaré otro sitio donde al menos pase la noche y me pueda comprar algo de ropa", dijo finalmente Earoth mirando fijamente a Brianda.
La chica se lo pensó. Le parecía fatal que Dardelos hubiera hecho eso. Sabía que no se odiaban, así que no entendía el comportamiento de su amigo. Decidió hablar con él en cuanto tuviera ocasión.
"Hasta luego"
Earoth salió por la puerta sin ningún comentario más. Brianda fulminó con la mirada a Dardelos, que la miraba inexpresivo.
"¿Subimos a las habitaciones?", preguntó el chico.
"Sí. Y me gustaría hablar contigo"
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"¿Qué te pasa? No te das cuenta que has mandado a Earoth solo y bajo la lluvia a buscar un sitio donde dormir? ¡Te debería dar vergüenza!", dijo enfadada Brianda mientras se paseaba por la habitación de su amigo.
"No te preocupes, gracias a sus influencias encontrará algún sitio. O tal vez alguna de esas chicas de ahí afuera ofrecería su casa", respondió también enfadado Dardelos.
"Que te ocurre? No haces más que meterte con él! No se que te ha hecho!"
"Creo que las razones son obvias. Ser presumido, y un poco idiota"
"No le conoces"
"Creo que sí" Brianda tenía los ojos llenos de lágrimas de furia. No conocía a su amigo.
"Entonces será mejor que me vaya. Buenas noches, Dardelos", dijo fríamente Brianda. "Ya me has demostrado como eres en realidad"
La chica salió por la puerta lo más rápido que pudo y cerró con un portazo. Se apresuró a ir a su habitación, cerca del final del pequeño pasillo. Abrió la puerta y cerró con llave, no se sabía quien podía estar rondando por los alrededores.
Era una habitación lúgubre, debido a la poca luz que entraba por la ventana y porque pronto sería de noche. Era sencilla: tenía una cama, una mesa con una vela y un escritorio con una pluma y un tintero. La chica estaba agotada, pero se acercó a la ventana y contempló la calle, que poco a poco se quedaba vacía. La lluvia estaba empezando a parar de caer. Se preguntó dónde estaría Earoth.
Giró su cuerpo hacia la cama, se desvistió y dejó las ropas en la silla del escritorio para que se secaran. Después, se tiró a la cama y se arropó con las mantas. Pronto, cayó en los brazos del sueño.
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El día siguiente amaneció radiante, parecía que no hubiera habido una tormenta, y el sol estaba en lo alto. Brianda abrió los ojos lentamente, había dormido demasiado, pero realmente lo necesitaba.
La gente de Minas Tirith estaba ya en sus tareas diarias. Había un mercado cerca de la posada 'Nuevo Rey' y se podía ver como se compraba fruta, carne, ropa y diferentes objetos, algunos muy interesantes.
La chica se puso su ropa y salió de la habitación. Vio que la habitación de Dardelos estaba cerrada, así que supuso que estaría aún durmiendo. Bajó las escaleras rápidamente y salió al exterior, dispuesta a comer algo. Tenía suficientes monedas en el bolsillo, que había cogido de su casa en Shir, así que so no supondría ningún problema.
Se encaminó cuesta arriba, hacia el mercado, y vio un puesto de fruta. Allí se compró unas manzanas y se las fue comiendo mientras tanto. Vio un puesto donde había vestidos, y por curiosidad se acercó a verlos.
No pudo reprimir una exclamación. Los vestidos eran algo que nunca se solía poner, salvo para ocasiones especiales, que habían sido pocas. Se acercó a uno y lo examinó con lentitud. Era banco con bordados de color plata y con las mangas largas. El reverso de éstas era plateado también. El vestido hacía algo de cola y tenía un escote pronunciado en forma de U, que lo hacía parecer muy elegante. Era el único vestido que no le hubiera importado llevar. Se metió la mano en el bolsillo y sacó unas pocas monedas, pero el vestido era demasiado caro. Entristecida le dio una última mirada, acarició una manga y se guardó el dinero en el bolsillo.
Se dio la vuelta y vio que un chico la miraba apoyado en la pared. Su pelo castaño estaba revuelto, y no llegaba a caer a ambos lados de la cara. Sus ojos azules brillaban con la luz de la mañana y sus ropas nuevas le hacían parecer alguien distinguido. Tenía las fracciones suaves y la miraba con una tenue sonrisa.
"Earoth?", dijo Brianda pegando un brinco de sorpresa.
"El mismo"
"Qué haces aquí? Dónde has pasado la noche… que? Cuéntame!", dijo Brianda acercándose a él y mirándolo con lentitud.
"A qué debo responder primero?", respondió el chico con una sonrisa. Así parecía de verdad el príncipe que era.
Brianda hizo una mueca y luego rió.
"Resulta que alguien en el piso más alto de todos decidió prestarme una habitación", dijo Earoth encogiéndose de hombros sin darle importancia.
"El Senescal!", preguntó Brianda abriendo mucho los ojos. Por un momento olvidó que estaba enfrente del Príncipe de Anfalas.
"Sí", dijo el chico afirmando con la cabeza con una sonrisa dulce y mirándola profundamente. "Dije que no os preocuparais por mí"
Hubo un momento en el que ninguno de los dos decía nada, y se produjo una tensión en el ambiente que podía cortarse. Earoth era tan… dulce, y a la vez calculador con otros… nada bueno podía salir de esa mezcla.
"Bueno, yo creo que me voy a marchar", dijo Brianda en un susurro cuando se dio cuenta de que se encontraban demasiado cerca.
"Quieres ir a dar un paseo? Conozco bien todo esto", dijo Earoth en voz alta mientras Brianda se empezaba a alejar.
La chica se paró en seco y se dio la vuelta. Le miró pensándoselo un momento. "Por que no?"
Earoth empezó a caminar hacia los pisos superiores y Brianda se colocó a su lado. ¿Dónde irían?
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"No puedo creerlo…", dijo en un suspiro Brianda.
Se encontraban en un recóndito jardín enorme lleno de flores. La hierba era verde y estaba cubierta por amapolas, margaritas y flores propias del lugar, y al fondo había una fuente que hacía como una cascada. El agua cristalina caía haciendo un ruido tranquilizador, y los pájaros cantaban encima de los árboles, cuyas hojas empezaban a caer, doradas, y describiendo círculos.
"Dónde estamos?", preguntó mientras empezaban a atravesarlo.
"En unos jardines detrás de la ciudad. Pocos los conocen", dijo cogiendo un palo y empezando a pulirlo.
Los dos se sentaron entre las flores. Earoth se dejó caer tumbado encima de la hierba sedosa y Brianda se quedó sentada a su lado mirando extasiada a su alrededor.
"Como lo descubriste?", dijo mirándole. Tenía los ojos cerrados y el sol le daba en la cara. Abrió los ojos lentamente y se quedó mirándola.
"Es una historia larga. Te aburriría demasiado"
"No, no me aburriría", dijo soltando una risita encantada la chica. Earoth levantó las cejas y se incorporó.
"Verás… estos jardines fueron de una mujer preciosa. Estaba todo el día cuidándolos y regándolos, y los niños del pueblo paseaban por aquí y jugaban. Pero a ella no le importaba. Es más, se divertía viéndolos. Un día, algo sucedió, que apareció un chico corriendo sudoroso. Tenía una herida en el costado. Se tumbó en ese banco de allí y esperó su final", dijo Earoth señalando un banco viejo lleno de vegetación al lado de la cascada.
"Qué pasó?"
"Estaba moribundo cuando ella apareció. Fue corriendo hacia él y sin dudarlo le proporcionó vendajes y le mantuvo en su casa. Ella era solitaria, no hablaba casi con nadie por esos momentos, y era pobre, solo le quedaban esos jardines, que habían formado parte de su familia.
"Él despertó un buen día, y en cuanto abrió los ojos se quedó prendado de ella. Tenía una belleza incomparable y unos ojos azules que resaltaban sobre todo. La mujer le hospedó unos días, y entre los árboles y las flores poco a poco se enamoraron. Pero llegó el día en que él debía partir. Le prometió que volvería y llevaría a ver el mundo. Ella esperó allí, tal y como prometió.
Pasaron los días, y los meses y él no volvía. Ella se empezó a preocupar. Además, estaba embarazada. No entendía lo que le había sucedido a su amado para que no volviera. Al final… durante el parto… ella murió. Sola y triste. ¿Sabes dónde? En el banco donde había visto por primera vez al hombre que le robó el corazón.
"Cuentame más…", suplicó Brianda. Earoth continuó, tal y como la chica le pedía.
"Él volvió unos días después. Y muy cambiado, he de decir. Se había casado. Nadie sabe lo que le hizo hacer eso. Fue magia, o por gracia de Eru… porque el bebé aún vivía. Había pasado los días alimentado por águilas. Algo extraordinario. Nadie lo sabía, pero es que ella había tenido algún tipo de poder… podría decirse que era una maia… Él lloró y lloró por la muerte de su amada y decidió llevarse consigo al bebé.
Nunca nadie ha pisado estas tierras a partir de entonces. Eso sucedió hace veinte años.
"Vaya… es una historia muy bonita… Qué fue del padre y del bebé?"
"Aún viven" Dijo el chico con una sonrisa.
Brianda se quedó pensativa unos momentos. "Dónde has leído esa historia?"
"Alguien me la contó"
Brianda se quedó mirándole por unos momentos. Había algo en él… algo que ocultaba. Se quedó mirando el agua caer y seguidamente miró el banco donde había yacido el protagonista de la historia.
De repente, se dio cuenta de que Earoth la miraba interesado. De repente se le escapó una risa.
"Ven", dijo el chico levantándose de un salto. "Corre"
Brianda se quedó un momento sentada y se levantó corriendo, cuando Earoth le sacaba un buen trozo de camino. Así, Earoth se agarró a uno de los caballos que habían sueltos y se sentó. Sin saber lo que sucedió, el caballo no se debía dejar montar tan fácilmente, y de una sacudida tiró al muchacho al suelo y salió corriendo.
"Earoth!" gritó Brianda llevándose una mano a la boca. Salió corriendo en dirección al príncipe, que yacía tumbado boca abajo, y le dio la vuelta.
El chico se partía de la risa, y Brianda, le dio golpes en broma, mientras este se cubría con las manos.
"Esto es lo que hay que hacer para que corras más?", dijo con una sonrisa pícara.
"No sabes el susto que me has dado", respondió la chica aún riendo.
Earoth se levantó de un salto y se sacudió las ropas de hierba. Le tendió una mano a Brianda, aunque esta se levantó sin ayuda.
"No pienses que soy una dama en apuros", dijo Brianda con una risita, a lo que Earoth le respondió con otra. "Crees que deberíamos volver? Es casi la hora de comer"
El chico asintió con la cabeza y siguieron caminando hacia la ciudadela.
"Bueno… y cuéntame más de ti", dijo súbitamente Earoth mientras caminaba. "De donde eres?"
Brianda dudó un momento. No podía contarle el secreto… simplemente eran órdenes. "Soy de una región de Harad. Mis padres murieron cuando yo era una niña y desde ese momento he vivido sola, bueno, con la ayuda de Dardelos, mi mejor amigo"
El rostro de Earoth se tensó al oír el nombre de Dardelos, aunque la chica no lo notó y siguió caminando.
"Yo he vivido en Anfalas casi toda mi vida, si te sirve de consuelo. Creo que ambos buscamos más aventuras", añadió con una sonrisa. "Ser príncipe es aburrido, sabes? Todas esas obligaciones…"
"Imagínate un vida dura. A ti te lo dan todo hecho… sin embargo, la gente normal debe trabajar para poder subsistir"
"Ya… lo comprendo. Pero… ¿a ti te gustaría que te hicieran casarte con alguien a quien no amas?", preguntó Earoth, de repente con voz cansada.
"No podría soportarlo", dijo sinceramente Brianda mientras le observaba con sus ojos verdes. "Debe ser horrible llevar una vida así… Por cierto", añadió Brianda súbitamente, "por qué te marchaste de tu hogar y por qué te capturaron los orcos? Tienes alguna misión? A dónde te dirigías?"
"Vaya… parece que esas preguntas las llevabas queriendo formular durante bastante tiempo", dijo totalmente serio y dudoso. "Simplemente me fui. No llevo rumbo. Probablemente me quedaré aquí un tiempo, hasta que me encuentren".
Brianda pareció creerse la respuesta, y Earoth suspiró imperceptiblemente. No se dieron cuenta de que habían llegado a la posada.
"Preguntaré al senescal de Gondor si pudierais alojaros en una de las habitaciones reales", dijo Earoth mirando el viejo cartel de la posada.
"Oh, eres muy amable, pero no creo que a Dardelos le hiciera mucha gracia…"
"Hacerme gracia el qué?", dijo una voz a sus espaldas. "Vaya… estaba buscándote, Brianda"
Dardelos apareció. Tenía el ceño fruncido y vestía la misma ropa.
"Nada, déjalo", dijo rápidamente Brianda. "Ya nos veremos… Earoth", dijo con una sonrisa.
"Lo mismo digo. Hasta luego", se dio media vuelta y se marchó por donde había venido.
Brianda se dio la vuelta y empujó la puerta hacia la posada, con Dardelos pisándole los talones.
"Se puede saber donde has estado toda la mañana? Esta muy preocupado!", dijo Dardelos siguiendo a la chica, que subía las escaleras de dos en dos. "Brianda! Brianda! Espera un momento…"
"He estado con Earoth. Es una persona maravillosa, no lo conoces", respondió escuetamente.
"Me alegro de que estés bien"
"Por qué no iba a estarlo?", dijo alzando las cejas la chica.
"Oye mira… vale, me equivoqué la otra noche. Te prometo que no me pelearé más con Earoth, mientras estés bien. Ten cuidado con él, no me da buena espina…"
"Oye, he estado con él y te puedo asegurar que no me ha hecho ningñun daño", respondió Brianda con una sonrisa escéptica.
Dardelos se quedó mirándola un momento, y después le puso una mano en el hombro.
"De acuerdo… perdóname", dijo Dardelos. "Eres como mi hermana pequeña, y no soportaría que algo te sucediera…"
"Está bien, Dardelos… se que no me deseas ningún mal y que no lo haces a posta…", respondió Brianda cogiéndole la mano. "Ahora, vamos a comer, estoy hambrienta"
"Sabes? Que casualidad, yo tambien!"
"Eso no es nada nuevo", dijo riéndose Brianda mientras bajaba las escaleras.
"Qué quieres decir con eso?", respondió haciéndose el enfadado el chico. Al menos la paz había vuelto.
Hola! Lo siento…. Dios mío… es que no he tenido nada de tiempo, y ahora que ha empezado el curso y tengo deberes menos… intentaré actualizar siempre que pueda.
Espero que os haya gustado este capítulo! Ya se que no ocurren muchas cosas, pero al menos sabemos algo de Earoth :D … y una historia de amor, que la verdad, no me acaba de convencer. Bueno, espero sus reviews, si es que aún continúan ahí!
Gracias por los reviews, los valoro un montón. Muchos besos y nos leemos!
