Hopeless
Capítulo 9. Revolution
Habían pasado ya tres semanas desde la paliza que le diera Kaoru a su hijo mayor, y la situación en casa de los Rukawa era cada día más tensa. Touya no se hablaba con su padre, y Kaede ni con su padre ni con su madre. El único momento en que se reunían los cuatro miembros de la familia en la misma habitación era durante las comidas, y estas eran cada vez más silenciosas. Sin embargo Kaoru no había vuelto a levantar la voz ni la mano ni a Kaede ni a Tomoyo; de hecho estaba muy tranquilo.
Pero eso no le daba ninguna tranquilidad a Rukawa. Sabía que en cualquier momento, por cualquier tontería, su padre podría explotar de nuevo. Y rogó porque cuando eso sucediera, estuviera en casa para poder interponerse entre el puño de aquel hombre y el rostro de su madre, como llevaba haciendo desde hacía tanto tiempo.
- En qué piensas? – preguntó Sendoh al notar que su novio se había quedado ensimismado.
- En nada.
- No seas así… anda, cuéntamelo…
- Te he dicho que en nada.
- Pero…
- Quedamos en que no preguntarías tanto – murmuró algo enfadado Rukawa al mismo tiempo que intentaba levantarse del sofá.
- Ok, ok, tienes razón… perdona – se apresuró a decir Sendoh deteniéndole.
- …
Rukawa se acomodó de nuevo en el sofá y dejó que Sendoh le siguiera abrazando. Estaban haciendo como que miraban la televisión, pero en realidad estaban esperando a que Meiko se fuera de la casa. Ella era la única que estaba enterada de su relación, y sólo porque un día les sorprendió besándose.
- Bueno parejita, yo me voy. Portaos bien! – dijo Meiko apareciendo un momento por la puerta de la sala de estar.
Sendoh emitió un gruñido y Rukawa se limitó a asentir con educación. Nada más oír el sonido de la puerta principal al cerrarse Sendoh se levantó para ir a cerrarla con llave y al volver se abalanzó sobre Rukawa y comenzó a besarle.
- Por fin solos… - susurró sin apenas separar sus labios.
Entre beso y beso Rukawa sintió como una de las manos del chico mayor se introducía bajo su jersey y acariciaba su piel fría. Se asustó un poco; llevaban varias semanas saliendo y nunca habían pasado de los besos, sin embargo ese día Sendoh parecía querer ir un poco más lejos.
Su cuerpo entero se tensó cuando la otra mano comenzó a desabrocharle los pantalones.
- Akira… vas… vas muy rápido – dijo Rukawa cogiéndole de la muñeca para detenerle.
- Tranquilo… no pasará nada que tú no quieras.
- Es que yo no quiero que pase 'eso'No… no estoy preparado… - admitió.
- Yo tampoco estoy preparado para acostarme con un chico, si es a lo que te refieres – sonrió Sendoh ante el sonrojo de Rukawa – Pero podemos hacer otras cosas… - y acarició fuertemente el miembro de su novio por encima de la tela.
- Aahhh… - gimió Kaede.
Aprovechando que el chico de ojos azules había bajado la guardia Sendoh terminó de desabrocharle el pantalón y se lo bajó un poco. Hizo lo mismo con los bóxers y así dejó el miembro de Rukawa al descubierto; a continuación alargó una mano y comenzó a masturbarlo.
- A-akira…
- Me gusta…
- Eh…?
- Me gusta que digas así mi nombre…
Rukawa sonrió levemente y echó la cabeza hacia atrás, disfrutando las firmes caricias que estaba recibiendo su sexo. Pero para Sendoh no era suficiente, tenía la extraña necesidad de ver al número 11 del Shohoku en éxtasis, de oírle gritar de placer… y después de un solo momento de duda se acercó más y cubrió el pene de Rukawa con su boca.
Rukawa abrió sus ojos azules de inmediato, sorprendido. Agachó la cabeza de nuevo y miró a Sendoh a los ojos. Sendoh le devolvió la mirada con ojos risueños, y alargó su mano para acariciar la suya, entrelazando los dedos, en un gesto tierno. El chico más joven echó de nuevo la cabeza hacia atrás y tardó muy poco en comenzar a gemir cada vez más fuerte, complaciendo así a su novio.
Con la mano que tenía libre Rukawa acariciaba el pelo de Sendoh, suavemente pues sabía que una de las pocas cosas que odiaba el siete del Ryonan era que le despeinaran. Estaba tan absorto en el placer que estaba recibiendo que perdió la noción del tiempo, hasta que cuando se dio cuenta de que iba a terminar quiso apartarle, pero Sendoh se negó y bebió todo el líquido que expulsó su cuerpo.
Rukawa se quedó inmóvil y jadeante en el sofá, mientras Sendoh le cubría de besos el cuello. Cuando se recuperó un poco, alargó la mano hacia los pantalones del chico mayor, pero este le detuvo.
- No quieres…? – preguntó desconcertado.
- Claro que quiero – respondió Sendoh con una sonrisa – Pero no que me lo devuelvas como un favor.
- Pero no…
- Shhh… - interrumpió colocándole un dedo en los labios – Acaso tenemos prisa?
Rukawa le devolvió tímidamente la sonrisa, y por primera vez en su relación, fue él quien se abalanzó sobre él para besarle hasta que les faltó el aliento.
xXx
Durante todo el trayecto hasta su casa Rukawa se sintió como en una nube. No podía dejar de pensar en Sendoh: en su voz, en sus ojos violetas, en su perpetua sonrisa, en su manera de acariciarlo, en lo seguro que le hacía sentir cuando le abrazaba… La atracción inicial que sentía por él se estaba convirtiendo poco a poco en un sentimiento mucho más profundo.
Se estaba enamorando?
No lo sabía. Pero estaba seguro de que nunca antes se había sentido así.
Abrió la puerta de su casa y por primera vez desde que su padre había vuelto tuvo ganas de anunciar su llegada.
- Tadaima! – gritó.
- Okaerinasai, Kaede! – respondieron sus padres al unísono desde el comedor.
- Qué tal el día? – preguntó Tomoyo cuando Rukawa se asomó al comedor.
- Bien – Rukawa le dirigió una fugaz mirada a su padre, que seguía viendo la televisión - Y Touya?
- Está en su habitación haciendo deberes. Podrías avisarle de que ya tengo la cena lista?
- Ok.
Rukawa subió las escaleras y después de dejar la chaqueta en su cuarto entró en el de su hermano. Touya estaba sentado en su escritorio haciendo lo que parecían problemas de matemáticas.
- Qué tal, chibito? – preguntó sentándose a su lado en un taburete.
- Bien - contestó Touya sin levantar la vista del cuaderno.
- Mamá ha dicho que ya tiene la cena lista. Quieres que te ayude a terminar los ejercicios?
- No, no hace falta.
- A ver que te han mandado…
Se estiró un poco para mirarle el cuaderno y apoyó una mano en el hombro de Touya. Al hacerlo el chiquillo se encogió un poco y dejó escapar un quejido.
A Rukawa se le congeló la sangre en las venas.
- Qué… que te pasa? – balbuceó.
- Nada…
- A mi no me mientas!
Sujetó a su hermano pequeño por un brazo y le obligó a darse la vuelta en la silla para levantarle la camiseta.
Tenía tres morados en la espalda, uno a la altura del hombro.
- Qué es esto…? – preguntó mientras sentía como el corazón se le desbocaba y cada vez le costaba más respirar.
- … - Touya se limitó a colocarse de nuevo la ropa, nervioso.
- Touya, qué es esto! – insistió con el rostro desencajado – Ha sido papá!
- Mamá me dijo que no te lo contara…
Genial. Su padre zurraba a su hermano y su madre le obligaba a ocultárselo. Ahora entendía porqué su padre había estado tan tranquilo con él las últimas semanas; resulta que se había acordado de que tenía otro hijo con el que descargar sus frustraciones.
Le sangre ya había comenzado a hervirle cuando se levantó y salió corriendo de la habitación, seguido al momento por Touya, que estaba aterrado por lo que suponía iba a pasar.
- CABRÓN!
Kaoru, que estaba sentado tranquilamente en el sofá, se puso en pie enseguida al ver a su hijo entrando en el comedor rojo de ira, y un segundo después recibía un tremendo puñetazo en el rostro.
- Pero que cojones…? – su exclamación de asombro fue interrumpida por otro puñetazo, esta vez en el estómago.
- CÓMO TE HAS ATREVIDO A PEGARLE! – gritó Kaede golpeándole una y otra vez. Estaba completamente fuera de si.
Tomoyo entró en el comedor asustada, y casi se tropezó con Touya, que estaba en la puerta contemplando la escena inmóvil. Al ver ella también lo que estaba pasando palideció.
- Kaede, qué haces!
- CÁLLATE! – rugió Rukawa – Y NO TE ACERQUES!
Rukawa seguía golpeando duro y preciso. Los puños comenzaban a dolerle, pero eso no le importó en absoluto. Ese bastardo iba a pagar caro el haberle puesto la mano encima a su hermano, y su madre no le detendría esta vez.
- POR EL AMOR DE DIOS, KAEDE, PARA!
- QUE TE CALLES!
Kaoru consiguió devolverle unos cuantos golpes a su hijo, pero apenas podía defenderse de la furia que se había desatado en él. Perdió el equilibrio y cayó al suelo, pero ni eso detuvo a Rukawa, que le pateó el estómago.
- Ba-basta! – suplicó cuando fue agarrado del cuello y arrastrado hasta dar duramente con su espalda en la pared.
Rukawa detuvo su puño, que ya había levantado y cerrado para estrellárselo en la cara, y comprendió que ya había ganado. Le soltó el cuello y se incorporó cuan alto era, mientras intentaba que la respiración se le normalizara. Miró a su padre desde arriba, encogido como un animalillo asustado.
De pronto entendió porqué nunca le había enfrentado antes. No había sido por las súplicas de su madre.
Era porque sabía que le podría vencer.
Y en el fondo, por estúpido que fuera, no quería hacerle daño a su padre.
Dio media vuelta y se dirigió a la habitación de sus padres, pasando antes junto a su madre y Touya, que le miraron asustados y se apartaron de su camino enseguida; había un silencio total en la casa, y ni ellos ni Kaoru se atrevían a moverse. Cuando volvió al comedor traía un abrigo y la cartera de su padre.
- Toma – dijo con calma tirándole las dos cosas encima – Y ahora vete.
- Qué…! – exclamó.
- Que te vayas.
- Pero y mis…
- LÁRGATE!
Kaoru entendió que era mejor hacer lo que se le decía si no quería recibir más. Se levantó con dificultad y sin mirar a nadie caminó hacia la entrada, cogió las llaves del Mitsubishi, abrió la puerta y salió.
Tomoyo y Touya seguían sin moverse. Después de unos minutos de silencio total se escuchó el coche salir del garaje y alejarse, sólo entonces Rukawa reaccionó por fin y se dio cuenta realmente de lo que había hecho: le había dado una paliza a su padre y lo había echado de la casa. No podía ni imaginar las consecuencias que podría tener aquello.
De pronto sintió que alguien le cogía de la mano. Era Touya, que le miraba entre lloroso y asustado.
- S-se acabó… - balbuceó Rukawa. Él también tenía ganas de llorar.
Sin saber muy bien porqué, se soltó de la mano de su hermano y se fue a su habitación. Al pasar por al lado de su madre ni siquiera la miró. Una vez en su cuarto se encerró con llave y se sentó en la cama abrazándose las piernas.
"Se acabó…", se repitió a sí mismo para intentar convencerse.
Pero en el fondo sabía que era absurdo pensar eso. Conocía a su padre, y sabía que no dejaría las cosas así.
Alzó la vista y contempló su reflejo en la pantalla de su ordenador. Esta vez los daños no eran muy grandes; tenía el labio partido y supuso que le saldría un morado en el pómulo izquierdo, porque le dolía bastante. Lo peor eran sus manos: tenía los nudillos en carne viva. Como se lo explicaría a Akira? Y al entrenador Anzai?
Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
- Kaede… ábreme… - era la voz temblorosa de su madre – Tenemos que hablar.
- No tengo nada de que hablar contigo – respondió Rukawa sin moverse.
- Yo creo que sí. Te das cuenta de lo que has hecho?
- LO QUE TENDRÍA QUE HABER HECHO HACE TIEMPO! – explotó.
- Pero…
- POR QUÉ! POR QUÉ LE DIJISTE A TOUYA QUE CALLARA?
- Porque sabía que esto pasaría…- escuchó como su madre empezaba a llorar – Y que si os enfrentabais uno podría salir herido… y yo no quiero perder a ninguno de los dos… os amo a ambos…
- Pues sabes qué, mamá… - dijo Rukawa con voz cansada – Creo que ha llegado la hora de que elijas…
