Hopeless
Capítulo 14. Waiting room
- A qué esperan para decirnos algo? – murmuraba enfadado Sakuragi mientras se paseaba arriba y abajo por la sala de espera del hospital.
- Siéntate y tranquilízate, Hanamichi – ordenó Ryota.
- Pero hace casi un cuarto de hora que estamos aquí y nadie ha venido a…
Sakuragi se interrumpió al ver entrar a dos policías por la puerta de urgencias acompañados de una mujer con el rostro desencajado y un niño de unos diez años que era clavado a Rukawa.
- Es la madre de Rukawa y su hermano – dijo Ayako levantándose.
El señor Anzai la imitó y después de ordenarles que se quedaran donde estaban se dirigió hacia la entrada. Un médico se acercó también a ellos después de hablar con uno de los policías. Los chicos observaron como después de unos minutos de charla la señora Rukawa se echaba a llorar.
- Debe estar destrozada… - murmuró la chica de rizos.
- No es para menos… su marido ha apuñalado a su hijo… – murmuró Mitsui.
- Cómo se puede llegar a algo así…? – preguntó Ryota en un susurro.
- No lo sé… pero ahora entiendo algunas cosas…
- Qué es lo que sabes, Ayako?
- No mucho más que vosotros… Aunque conozco a Rukawa desde la época de Tomigaoka nunca me ha contado nada sobre su familia… Pero recuerdo una vez, yo estaba en segundo y él en primero, que apareció en la escuela con el brazo izquierdo roto. Le dijo al entrenador del equipo de baloncesto, del cual yo también era asistente, que se había caído por las escaleras de su casa. El entrenador no le creyó y llamó a sus padres, pero sólo vino su madre.
- Y que pasó?
- Pues… que confirmó que Rukawa se había caído por las escaleras. Y aunque el entrenador no la creyó, no se atrevió a denunciar la situación…
- Quieres decir que… - empezó el chico del pendiente.
- Malos tratos… - terminó Mitsui en un suspiro.
Sakuragi escuchaba sin decir nada. En ese momento vieron como la señora Rukawa comenzaba a caminar hacia el interior del hospital acompañada del par de policías, mientras que el señor Anzai se acercaba de nuevo a ellos llevando de la mano al hermano de Rukawa.
- Ayako, puedes ocuparte de Touya? Yo iré con su madre a ver si me entero de como está Rukawa.
- Sí, entrenador.
Ayako le cogió la mano a Touya y el entrenador Anzai se alejó siguiendo a Tomoyo y a los policías. Sakuragi permanecía callado mientras empezaba a comprender que Rukawa no tenía una vida tan fácil como siempre había pensado, observando el frío rostro de aquel niño, idéntico al de su hermano.
- Hola Touya – saludó cariñosamente la mánager – Soy Ayako, te acuerdas de mí?
- …
- Yo era la mánager del equipo de baloncesto de Tomigaoka.
Touya la miró un momento con sus fríos ojos azules, asintió y después continuó mirando el suelo. Ayako optó por llevarlo de la mano hasta las sillas de la sala de espera, donde lo sentó junto a ella. Los chicos se miraban entre ellos sin saber muy bien que hacer o que decir.
- Esperaremos aquí hasta que vuelva tu madre, de acuerdo? Y seguro que nos trae noticias de cómo está tu hermano.
Touya siguió en silencio.
xXx
Era culpa suya.
Desde el principio.
Desde la primera bofetada que calló. Desde la primera paliza. Desde la primera vez que Kaoru le puso la mano encima a Kaede y no hizo nada para evitarlo. Y lo mismo con Touya.
Era una estúpida. Se lo había repetido mil y una veces, pero había seguido igual.
Había seguido creyendo en él, amándolo, y confiando en que un día su marido cambiaría.
Y por culpa de esa estúpida esperanza, Kaede estaba de nuevo en el hospital.
Tomoyo se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar. El entrenador Anzai y los dos policías la miraron incómodos sin saber que decir ni como consolarla. La mujer les había pedido esperar a que el médico la informara del estado de su hijo para hablar con ellos.
La puerta del despacho donde se encontraban se abrió y por ella entró un médico joven, de unos treinta y cinco años, castaño.
- Buenas tardes, soy el doctor Miramoto, el jefe de urgencias.
- Cómo está mi hijo! – preguntó Tomoyo levantándose de la silla.
- A su hijo le están operando en este momento. En cuanto sepa algo no se preocupe que la informaremos en seguida.
- Pero qué le ha pasado? Es cierto que le han apuñalado? Por favor, necesito saber si se pondrá bien… - sollozó la mujer.
- Sí, su hijo presentaba dos heridas incisas en el abdomen que le produjeron una intensa hemorragia y un estado de shock hipovolémico. Podría tener órganos dañados…
- Oh dios mío…
Tomoyo cayó al suelo de rodillas, llorando desesperada. Uno de los policías dio un paso adelante y la ayudó a levantarse de nuevo. Pero entonces Tomoyo se mareó y el policía tuvo que sujetarla.
- Señora, se encuentra bien? – preguntaron preocupados los policías.
- S-sí… - murmuró la mujer reponiéndose.
Los policías y el señor Anzai se miraron entre ellos. Luego el policía que parecía más mayor decidió que ya era hora de hablar.
- Señora Rukawa, nosotros fuimos avisados por la primera persona que atendió a su hijo. Y nos dijo que el chico le confesó que le había atacado su padre, y que por favor nos llamara porque temía que usted y su hijo pequeño serían los siguientes.
- …
- Señora Rukawa, tenemos que hablar…
xXx
Había pasado casi una hora desde que llegaran al hospital y seguían sin saber nada sobre el estado de Rukawa. Sin ánimos de hablar entre ellos, y menos en presencia de su hermano pequeño, Ayako y los tres chicos aguardaban en silencio a que volvieran el entrenador Anzai y la señora Rukawa, pero los únicos que vieron pasar fueron los dos policías que entraron acompañándolos.
Cuando por fin volvieron, Tomoyo se dirigió directamente a abrazar a su hijo menor, pero este no le devolvió el abrazo. Suponiendo a que se debía, se arrodilló frente a él y le acarició la cara.
- Sé que estás muy enfadado conmigo… y tienes toda la razón para estarlo. Todo esto es culpa mía… pero se acabó. He hablado con la policía y se lo he contado todo.
El niño la miró entre incrédulo y sorprendido.
- De verdad? – preguntó en un susurro.
- Sí… de verdad.
Ahora sí que Touya la abrazó.
- Y qué va a pasar con papá? – susurró.
- Ahora mismo le están buscando, y cuando lo encuentren lo meterán en la cárcel… - todos los presentes notaron que la mujer no lo decía muy convencida.
- Señora Rukawa, como está su hijo? – preguntó Ayako sin poder contenerse más.
- Ayako? Oh perdona, no te había reconocido… - dijo la mujer levantándose.
- No pasa nada. Cómo está?
- Está en quirófano… - murmuró con la voz quebrada.
Los chicos se miraron entre ellos, con claro gesto de preocupación.
- Sois amigos suyos?
- Así es – dijo Ryota.
- Me alegra saberlo… - dijo Tomoyo – Bueno, nosotros vamos a subir a la planta donde están operando a Kaede para esperar allí…
- Yo les acompañaré, si me lo permite – dijo el entrenador Anzai. Tomoyo asintió.
- Nosotros también nos quedaremos por aquí hasta saber noticias – dijo Mitsui.
- Gracias chicos, pero no hace falta. No saben cuando saldrá, podrían pasar muchas horas… Iros a casa, yo llamaré a Ayako en cuanto sepa algo.
- Bueno… - dijeron Ayako, Ryota y Mitsui no muy convencidos.
La señora Rukawa y Touya se despidieron con un gesto y se alejaron por el pasillo. Ayako miró su reloj.
- No me apetece irme, pero la verdad es que es tarde y no he avisado en casa… - murmuró la chica.
- Yo te acompañaré – dijo Ryota levantándose.
- Tú te quedas, Mitsui?
- Sí.
- En cuanto sepas algo por favor llámanos – dijo la mánager – La señora Rukawa podría olvidarse y no la culparía, debe estar muy nerviosa.
- Lo haré, no os preocupéis.
- Y tú, Hanamichi? – preguntó Ryota al ver que su amigo no se había levantado.
- Yo también me quedo – dijo simplemente.
Ryota y Ayako se miraron entre ellos un momento y luego se despidieron con un gesto.
En la sala de espera se quedaron pues Sakuragi y Mitsui, sentados en unas incómodas sillas de plástico, mirando al frente.
- Te encuentras bien, Sakuragi? – preguntó el tirador de triples a su amigo al cabo de un rato.
Sakuragi sólo se encogió de hombros.
- Por qué has querido quedarte? – continuó preguntando.
- Por qué has querido quedarte tú? – preguntó a su vez el pelirrojo.
- Porque me siento culpable – respondió.
- Culpable? – repitió sorprendido mirándole.
- Sí…
- Por qué?
- Porque tengo la horrible sensación de que podríamos haber hecho algo más por él, interesarnos por lo que pasaba por su cabeza, conocerle, enterarnos de lo que pasaba en su casa… no sé… la verdad es que no sé como explicarme…
- Yo… creo que te entiendo…
Sakuragi desvió la vista y Mitsui se le quedó mirando. Para su sorpresa, los ojos castaños se humedecieron.
- Sakuragi? Ey, qué te pasa? – preguntó.
- No lo sé Michi… - sollozó – No sé qué me pasa… Se supone que le odio pero… ni siquiera le conozco realmente… y ahora me siento tan mal…
- Yo no creo que le odies… si fuera así, no estarías aquí – dijo el chico mayor colocando su mano en el hombro del pelirrojo.
- Supongo… - Sakuragi escondió el rostro e intentó controlar su llanto.
Las horas fueron pasando lentamente. Mitsui fue a llamar a su casa para avisar que llegaría tarde y Sakuragi también hizo lo mismo. Eran las once de la noche cuando por fin vieron aparecer al entrenador Anzai. Ambos se levantaron como un resorte y se acercaron corriendo a él.
- Cómo está? – preguntaron al unísono.
- Acaba de salir del quirófano – murmuró el anciano con voz muy cansada, pero también notaron algo de alivio – Está grave pero estable.
- Se recuperará? – preguntó Sakuragi adelantándose a Mitsui.
- Es un chico fuerte, los médicos están convencidos de que sí.
Un pequeño suspiró escapó de los labios de los dos chicos.
- Supongo que no podemos pasar a verle… - comentó Mitsui.
- No, porque está en la UCI. Así que lo mejor es que os vayáis a casa y descanséis. Mañana a lo mejor ya le trasladan a una habitación.
- Usted va a quedarse?
- No. Dentro de un rato me llevaré a Touya a mi casa; Tomoyo es la única que puede quedarse con Rukawa, y como no tiene a nadie más me ha pedido que me encargue del niño.
- De acuerdo… Entonces mañana vendremos a verle – dijo Mitsui.
El señor Anzai asintió e iba a alejarse de nuevo por el pasillo cuando la voz de Sakuragi le detuvo.
- Han dado ya con su padre?
El anciano se giró y le miró con aire grave.
- No. No lo han encontrado todavía.
Cuando el señor Anzai ya hubo desaparecido por el pasillo, Mitsui cogió su chaqueta para ponérsela pero vio que Sakuragi se sentaba de nuevo.
- No te vas a casa? – preguntó extrañado.
- No.
- Por qué no?
- Porque si su padre se entera de que está vivo podría volver para rematarle.
El chico de la cicatriz abrió los ojos como platos.
- Pero qué dices? – exclamó.
- Tú no le viste – habló Sakuragi convencido - No hablaste con Rukawa antes de que perdiera el conocimiento. Su padre no quería herirle, lo que quería era matarle, y él lo sabía. Por eso no pienso moverme de aquí hasta que sepa que han dado con ese bastardo.
Mitsui le miró de nuevo sin decir nada, y luego se quitó otra vez la chaqueta y se sentó junto a él.
