CAPÍTULO I
La mirada que lo cautivo
Salgo a caminar
Me detengo un instante
Miro hacia atrás,
Para verte venir
Y me siento tan solo...
¿Alguna vez, has estado en el cielo?
¿Alguna vez, haz sentido el amor?
Siento el corazón, que se escapa de mi
De alguna manera va llegando a tu lado
Y me siento tan solo...
¿Alguna vez, has amado despacio?
¿Alguna vez, entregaste tu piel?
Y me encuentro tan solo...sin ti...
La semana había pasado sin novedades, Diciembre al fin se acercaba y el frío cubría todo en rededor del santuario. Obviamente esto siempre ponía de buenas a Camus, el caballero de la casa de Acuario, que aunque nadie le notaba ese estado de ánimo por lo frío de su mirar, andaba mucho más animado que nunca. Ese invierno, el frío había llegado a ser más fuerte que nunca helando hasta el último rincón de toda Grecia. Milo por otro lado, no se veía tan feliz con este cambio de clima tan extremo, era bien sabido que al escorpión no le iba el frío, más sin embargo, el simple hecho de ver a Camus tan animado, lo animaba a él también.
Esa tarde, los santos de las 12 casas, se reunirían para planear una fogata en las cercanías del templo y pasar una velada entre amigos. Milo fue el de la idea, y por tanto, el encargado de poner en práctica todo el asunto de la reunión, y, como el era el que mandaba, esa tarde no habría de faltar leños para la hoguera, no mientras el pudiera evitarlo. Pidió a Camus que le ayudará a ir de compras a la ciudad para comprar las botanas para el evento, y aunque el francés no era de esos que gustan de la reuniones, nunca hubiera podido rechazar una invitación de Milo, así que sin más, al cabo de un par de horas, ambos regresaban por el camino de las doce casas cargando varias bolsas de botanas, charlando del frió que empezaba a ser, no menor de bajo cero, a juzgar por el frío que invadía a Milo.
Yo que estaba tan feliz por vivir en un país tan caluroso como Grecia – decía Milo que una vez más hacía una pausa para frotarse las manos y ajustarse la chamarra – Y tu tan campante... como te odio.
Sabes que adoro el frío – contestó Camus divertido al ver a Milo tiritando de frío – Si por mi fuera, todo estaría mucho mejor si nevara.
No, sino lo dudo ni tantito - respondió Milo reprochándole a Camus por si quiera pensar eso, sabiendo que el no soportaba el frío, - Si tanto te gustaba el frío, pudiste haberte quedado en Siberia.
Si ¿verdad? – dijo Camus volviendo la vista con nostalgia hacia atrás, en dirección a su añorada Siberia, Milo se detuvo repentinamente al sentir un vuelco en el corazón por la reacción de Camus – Pero... – continuó este volviendo la vista hacia en frente, en donde ya sobresalía frente a ellos la casa de Escorpión. - ...Nunca pensé llegarme a enamorar del calor que me brinda este lugar, a tal grado de desearlo mucho más que a la propia vida... – dijo y volvió una mirada tierna Milo, quien ahora lo veía molesto –
Eres un idiota – fue lo único que atinó a decir al sentir que se ponía rojo, así que apuró su paso y se adelanto al templo, mientras Camus se extrañaba por la reacción de Milo - ¡Y apúrate con eso que ya vamos tarde! – grito desde lo alto aún molesto.
Camus no había entendido la situación, así que decidió seguir a Milo y alcanzarlo para preguntarle cuanto antes que era lo que había pasado, en ocasiones Milo era muy raro, o tal vez era por que Camus no sabía expresarse bien... definitivamente Camus se sentía algo torpe expresándose cuando el tema involucraba a los sentimientos. Pero cuando menos le quedaba el consuelo, de que auque el no lo decía seguido, Milo sabía bien lo que l él sentía.
Entraré por lo que falta, espera un minuto – dijo Milo cuando entraba al templo a buscar algunas cosas. Camus esperó a fueras del lugar, cuando algo llamó su atención...
¿Es...? – se extraño al ver algo que caía del cielo, dejó las bolsas en el piso y estiro su brazo para tomarlo entre sus dedos... era un copo de nieve – Si es!.. ¡Milo ven!.
¿Qué pasa¿Por qué gritas? – contesto Milo saliendo corriendo del templo alarmado por el repentino llamado de Camus –
Mirad, es... nieve – le enseñó el copo que reposaba en su mano, luego extendió la otra y señalando al cielo al momento que caían otros tantos más...
¡Pero es imposible! – se extrañó Milo – En Grecia no nieva!.
Es cierto – corroboró Camus contemplando los copos que caían – Hay algo raro en todo esto
¿Seguro que no lo hiciste tu?
Claro que no! –
Mmmm... antes e ir a dejar las cosas, llegaremos con el patriarca para preguntarle si sabe algo – dijo Milo mientras volvía a las bolsas que estaban a espaldas de Camus, para levantarlas he ir con el patriarca - ¡Vamos!
Camus aún seguía viendo caer la nieve cuando algo llamó su atención de golpe, alguien había pasado a un lado de el, una persona con una capucha y capa negra, y solo cuando estuvo justo a su costado fue cuando lo noto. Se volvió alarmado por la impresión, y fue cuando vio a un joven más o menos de su edad que seguía su camino pasando por las doce casas.
Ces't Impossible! – se dijo Camus muy sorprendido por no haber notado la presencia del caballero... ni siquiera lo había visto venir... Quien quiera que fuese esa persona era alguien de gran poder, ya que podía esconder su presencia ante el caballero de Acuario -
¡Alto! – escucho la voz de Milo y se voltio para verlo, este aún seguía de espaladas a Camus – Nadie pasa por la casa del Escorpión si que yo lo consienta – sentenció Milo volviéndose al recién llegado –
¿Es acaso que Milo lo ha sentido...? – pensó Camus cada vez más confundido –
¿Quién sois, y que buscas en este lugar? – prosiguió con un tono de voz retador
El muchacho se había detenido sorprendido por la sentencia de Milo, parecía ser que incluso a el le sorprendía que el escorpión lo hubiera notado antes de verlo.
Quitaros la capucha – continuó con severidad Milo – Mostradnos vuestro rostro...
El intruso se quedo observando por unos segundos al griego sin decir nada, luego obedeció lentamente la orden dejando al descubierto su piel blanca, sus cabellos blancos azulados que hacían un fuerte contraste con su capa y sus ojos azules que imitaban a los glaciares de los polos. Su parecido con Camus era sorprendente, no solo en el físico, la mirada era idéntica. Milo lo miró con recelo sin perder detalle de su mirar, como si quisiera leer sus pensamientos.
Soy Kaen Vasar – dijo el muchacho observando fijamente al griego con esa mirada fría que Milo conocía tan bien – Caballero del Heimdall, Asgard -
Tanto Camus como Milo se sorprendieron con lo último, hacía tanto tiempo que no sabían nada de los caballeros del Asgard... ¿Qué hacía uno de ellos aquí¿ bajo las órdenes de quien?. El francés subió hasta un lado del dueño del templo para apoyarle en caso de algún enfrentamiento, pero el silencio se prolongo tanto tiempo que fue incomodo para santo de acuario. Entonces volteó a ver a su compañero y vio con coraje como el escorpión se había quedado inmóvil viendo ese par de ojos gélidos. Entonces decidió terminar con esto de una buena vez
Largaos – espetó – no eres bien venido
Si he de hablar con alguien caballero – respondió el otro con una voz muy cortante – ha de ser con aquel que es dueño de esta casa... cuando llegue a la vuestra, me ocupareis de vos por vuestra bienvenida.
Camus lo observó con desprecio tratando de tragarse las ganas de dejarlo en una tumba helada por la eternidad.
Más respeto Vasar – señalo Milo orgullosamente mientras desafiaba la mirada fría de Kaen – El, al igual que yo, tiene tanto derecho a echarte del santuario si así el lo desea – terminó el griego y Camus se sintió orgulloso de que su caballero le defendiera, más sin embargo, aún seguía molesto por la forma en que el escorpión parecía haber quedado atrapado en el mirar de Kaen.
Kaen por su parte, pareció una vez más sorprendido, por la reacción del santo del Escorpión – No quiero problemas, lo siento mucho – se retracto el caballero sin parecer sentirlo de verdad – Necesito hablar con vuestro patriarca...
De ser así, debiste habéis pedido permiso para entrar por las doce casas... – continuó Milo sin cambiar su postura – Nadie pasa por la casa del Escorpión sin que yo lo consienta – repitió el santo dándose importancia
Vaya... – dijo Kaen viendo a Camus rápidamente y luego de vuelta a Milo más detenidamente – No pensé que hubiera caballeros tan diestros en Grecia, esperaba pasar por las doce casas sin complicaciones... de no haber sido por usted Santo del Escorpión. – Ante esta mención Camus se molesto aún más por la insinuación de que pudo haber pasado por el santuario como si nada de no haber sido por Milo. Sabía que Milo era fuerte... pero el también lo era... ¿Cómo se atrevía?
No tolerare que sigas... – trato de advertir Camus pero una voz lo interrumpió.
¿Qué sucede aquí? – dijo Shion apareciendo desde las casas más arriba.
Soy el Caballero del Heimdall, he sido enviado por la señorita Hilda de Polaris para una misión especial en el santuario – dijo el caballero volviéndose a el patriarca mientras le saludaba con una reverencia al momento en que Milo y Camus hacían lo mismo para saludar al recién llegado.
Hilda.. – repitió Shion – Es raro que no haya mencionado nada de vuestra visita caballero del Heimdall
Así es – dijo el caballero – Se me pidió que fuera lo más discreto posible
Entiendo... pero aún así, es peligroso venir al santuario sino se le espera a uno. – le señaló Shion.
Ahora lo sé – dijo Kaen volteando a ver de reojo al caballero del escorpión quien aún seguía con la cabeza inclinada por la llegada del patriarca, cosa que claro, no paso de alto en Camus- tiene caballeros de buen linaje entre sus líneas... -
Seguidme entonces Caballero del Heimdall – dijo el patriarca y empezó a andar escaleras arriba – Caballeros del Acuario y del Escorpión, yo me encargo desde este momento
Si, señor – contestaron al unísono los dos santos y esperaron a que ambos se desapareciera entrando por la casa de Sagitario.
Camus fue el primero en moverse, tomo las bolsas del piso y hecho a andar sin decir nada. Entonces Milo lo notó...
¿Camus? – pregunto extrañado por la reacción del francés
¿Si? – contesto este de mala gana
¿Sucede algo? – preguntó Milo alcanzándolo
Absolutamente nada – espetó este sin siquiera voltear a mirarlo
¿Tiene que ver con lo que paso? – preguntó Milo temeroso
¡Para nada! – exclamo Camus sumamente irritado – por mi esta bien si quieres ir a ver a tu nuevo amigo.
¿En serio? – pregunto Milo sonriente a lo que Camus respondió con una mirada asesina - ¡Solo bromeaba! – añadió Milo al ver la expresión del francés - ¿Por qué te has molestado tanto?
Parece ser que te han gustado mucho sus ojos – le espetó una vez Camus sin voltear a verlo – Bien por ti.
¿Pero que dices! – dijo Milo y acelerando el paso le cerro el camino a Camus – Sabes que los únicos ojos que hay en mi mundo son los tuyos...
Pues no lo pareció
¡Oh, vamos Camus, ni siquiera lo conozco
¿Y eso cuando te ha detenido?
¿Cuando?... pensé que te había hecho quedar muy claro, que aparte de ti no hay nadie más...
¿Y quieras que te crea eso por obra de fe?
No – dijo Milo firmemente y tomando a Camus por los hombros lo vio seriamente al los ojos– Quiero que creas en lo que te digo por que sabes que es la verdad, y porque sabes muy bien que a quien amo es a ti... Solo a ti Camus
Camus sintió que se ponía rojo ante aquella mención, y que se perdía en la infinidad de los ojos color turquesa de Milo
¿Confías en mi? – pregunto este sin evadir en lo más mínimo la mirada fría que Camus había puesto evitando que Milo notará su repentino sonrojo
... Si
Eso es más que suficiente para mi – dijo el escorpión y plantó un eso tierno en los labios de su amado.
Sin embargo, eso no era suficiente para Camus. Había algo en todo aquello que no le agradaba en lo más mínimo. ¿Por qué Milo había notado la presencia del caballero de Heimdall, cuando Camus no lo noto hasta que estuvo a su lado¿Por qué Kaen se detenía tanto en los ojos de Milo?... ¿Y por que Milo había correspondido a esa mirada?... Bueno, esa noche sabría parte de lo sucedido...
