1. Saga

I feel the reason as it's leaving me, no, not again

- ¡Por todos los dioses, señor Saga! ¿Qué le ha ocurrido? – Con estos vocablos, si no unos muy similares, y el ruido de una bandeja al impactar sobre el suelo, finaliza el sueño ligero al que por fin había logrado sucumbir tras una larga y agitada noche. Probablemente la sirvienta, al traer puntual y metódicamente el desayuno a mis aposentos privados haya visto los más que evidentes rasguños y cardenales que adornan, casi como lo harían las motas de un leopardo, mi propia piel en la práctica totalidad de su superficie. Las huellas de sangre en las sábanas tampoco hacen mucho por maquillar las huellas de tu presencia aquí y las muchas obscenidades que nos valdrían una condena a muerte en varios países.

- Caí sobre unas zarzas mientras entrenaba, y al parecer algún arañazo se ha reabierto durante la noche – Una excusa horrible, he de admitirlo, pero, para mi fortuna, cualquier coartada que invente será buena. Después de todo, ¿quién no creería al intachable, al siempre perfecto Saga de Géminis? Efectivamente, veo cómo su expresión se torna de alivio y asentimiento. Ni la menor traza de duda en sus ojos. Ahora que me da la espalda, recogiendo nerviosamente lo tirado, sonrío con desprecio. Toda esta legión de necios aduladores a mis pies se arrojaría al Egeo sin dudar si tales palabras salieran de mis labios.

Oh, dioses…no. No otra vez... No soy yo, no ha sido mi mente la responsable de tales pensamientos, ¿verdad?

Estúpido de mí… ¿Quién va a responder a una pregunta, retórica para más señas, que a nadie llegará? Es más, incluso conozco la respuesta, implicando que de un tiempo a esta parte alcanzo cada vez menos a reconocerme a mí mismo. Irónicamente, me estoy convirtiendo en una réplica tuya, y sólo Atenea sabe a qué podría conducir esto. A través de las llagas, a través de cada poro…de cada orificio de mi cuerpo, viertes la ponzoñosa cizaña almacenada en tu saliva, tu sudor, tu semen… Y tu veneno, tanto el que emana en forma de aire con tus palabras como las toxinas presentes en cada uno de tus fluidos, cala hondo, ya lo creo: lejos de estimular el lógico rechazo de mis defensas, parece por el contrario recombinarse con mis propias células, convirtiéndose en un compuesto imprescindible para que éstas puedan continuar con su cotidiano quehacer. ¿En qué punto perdí el norte hasta llegar a mi estado actual? Quizás la primera vez que, en un arrebato, te abalanzaste de improvisto sobre mí, sin darme siquiera tiempo a reaccionar, o quizás no…tal vez viniera de antes, incluso.

Porque, bajo las inhibidoras capas de represión cortesía de la hipócrita moralidad imperante en la sociedad, y en el propio Santuario de Atenea en particular, era precisamente eso lo que anhelaba…la vívida efigie de lo prohibido, encarnado en tu cuerpo idéntico en todo al mío propio, regalos sin duda con que los dioses nos han ofrendado. Con cada hendidura de tus uñas en mis carnes; con cada vez que mis labios son devorados por los tuyos con la avidez de un muerto de hambre; con cada dolorosa y al tiempo placentera estocada al penetrarme… otra porción de esta alma tan cínicamente falsa, tan corrupta como la de cualquier otro, por mucho que se revista de un halo de santidad sin mácula, de divinidad incluso, como algunos se atreven a aseverar, se diluye indefectiblemente. O sería más correcto pensar que se libera, perfeccionándose, hasta que finalmente sí pueda acreditar por méritos propios el título de d…

¿Un dios?¡¿Pero qué demonios estoy pensando! Me estoy volviendo loco… Paso una mano por mi frente, y retiro perladas gotas de un sudor frío, casi gélido.

- Amaltea...puedes dejar eso, ya terminaré de recoger yo. Muchas gracias – despido a la sirvienta con la mejor de mis sonrisas, y cortésmente abandona mi habitación, tras una protocolaria genuflexión. Solo con mis pensamientos, que invariablemente, entre las sábanas, acaban confluyendo hasta ti. Precisamente siendo ésta una de las últimas acciones que me convienen ahora mismo, pues todo en este cuarto, en este templo, me recuerda a ese reflejo del lado más oscuro de mí mismo que constituyes, y del que debo alejarme antes de que sea demasiado tarde, si es que, claro está, la línea no ha sido ya rebasada.

Salgo de la casa de los Dioscuros, y desciendo los otros dos templos. Bajaré a Villa Rodorio, preciso expiarme, enmendar mis recientes faltas. Tu cosmos no llega a mi en estos instantes: siempre has sido hábil disfrazando tu presencia, desde que Palamedes decretó que tan solo yo aspiraría a la armadura, y te viste reducido a vagar oculto entre las sombras del Santuario. Sé que todavía me guardas rencor por aquello, un sutil, mas perceptible destello en tu mirada aguamarina me lo dice…Crees equivocadamente que no hice nada por defenderte, cuando de no ser por mí habrías sido desterrado en el mejor de los casos, cuando no ejecutado. Eres peligroso. Nuestro maestro estaba en lo cierto.

Aunque, del mismo modo que las polillas acuden con autodestructiva ansia a la luz que acabará con ellas haciéndolas arder, acabaré regresando, como cada noche, a por la precisa dosis de ti, y me entregaré en cuerpo y alma. Te odie o te ame, la conveniencia y el deseo se batirán, como tantas otras veces, y saliendo este último victorioso te permitiré seguir deshilachando los retazos hechos jirones de lo que me resta de razón. Atenea, no lo permitas. Por el bien de todos…