Llegó el segundo capítulo. Me alegro de que os gustara el primero, al menos a las que me escribisteis reviews (por cierto, gracias, no os imagináis lo bien que me sienta abrir el correo y leer eso de "review alert"). Seguid por el mismo camino y me haréis la mujer más feliz del mundo;-)

Para Tina¿De verdad no imaginabas que tú eras la lectora anónima¡Si me lo dijiste tú misma! Echa un vistazo a los reviews de "Almas gemelas" y verás que es cierto. Ah, me alegro de que haya sido un honor para ti. Para mí también lo es que te gusten mis escritos (y que os gusten a todos).

Y sin más preámbulos, vamos a por el capítulo dos.

2. Luka.

Es extraño ver que el día está acabando.

Hoy he estado pensando. Mientras esperábamos a que llegara el profesor, ayer en el seminario de acoso sexual, ocurrieron muchas cosas, algunas de ellas que todavía hoy no he conseguido comprender muy bien. Primero los recuerdos: las representaciones de Hamlet en la universidad, con las horas de ensayo, los nervios justo antes de salir a escena, y sobre todo el buen ambiente que teníamos, de unión, de tener toda la vida por delante. No había más preocupación que terminar los estudios (y generalmente sólo cuando se acercaban los exámenes) y no sé si por eso lo recuerdo con tanto cariño, o si eso le pasa a todo el mundo con sus años de universidad.

El segundo recuerdo es Danijela... nuestra boda, nuestra primera vez... ayer parecía que nadie entendía por qué yo había esperado hasta la noche de bodas para hacer el amor con ella. En realidad la razón es muy sencilla: ella quería reservarse, su padre me habría matado si hubiéramos adelantado el momento, y sin embargo yo no podía acudir a nadie más. La quería a ella. Habíamos sido novios desde los catorce años y queríamos dar ese paso juntos. No me habría imaginado haciéndolo con nadie más. Creo que quizá por eso, aunque yo sólo tenía veintiún años y ella diecinueve, decidimos casarnos y cerrar el ciclo, aunque yo todavía no estuviera licenciado, ni tuviéramos casa, ni nada. Era una aventura que queríamos emprender los dos y que duraría toda nuestra vida. Sí. Confieso que realmente creía que envejecería con ella, que estaríamos siempre juntos, que incluso moriríamos juntos como esas parejas de ancianos en las que el marido fallece a la semana de que lo haga su esposa, o viceversa. Pero no fue así. Y a veces tienes que tragar y resignarte a lo que el destino tiene preparado para ti, porque no merece la pena enfrentarse a lo inevitable. Nunca se gana contra el destino. Nunca.

No me gusta pensar demasiado en ella porque siempre acabo recordando que la perdí, a ella y a nuestros niños, y eso es algo que nunca podré borrar de mí por mucho que lo intente. Prefiero mantenerme frío y tratar de acallar ese recuerdo que de vez en cuando lucha por salir.

De todas formas, me parece que esta noche estoy un poco más susceptible de pensar en amores perdidos tras mi conversación con Susan. Acaba de contarme que Carter y ella rompieron anoche, y me parece comprensible. Él estuvo bastante cortante ayer, en muchas cosas, no sé si estaba enfadado por algo o qué demonios le pasaba, pero hizo algunos comentarios que me dieron ganas de cerrarle la boca y desembocaron en el duelo con espadas, un episodio lamentable del que me seguiré avergonzando dentro de algunos años. Lo cierto es que todos nos descontrolamos, seguramente por estar encerrados y esperar a alguien que no aparecía, algo muy desesperante y que le destroza los nervios a cualquiera. Fue como si al estar allí todos tuviéramos que soltarnos las verdades a la cara. Un seminario con resultados realmente extraños. Pero volviendo a Susan, he hecho lo que he podido por consolarla (no demasiado, supongo, no es algo que se me dé bien) y espero que pueda reflexionar y decidir qué es lo mejor para ella, o al menos conformarse con lo que tiene.

Algo que ha comentado me llamó la atención. Dijo que ya no estaba segura de si podía confiar en Carter, o algo por el estilo, y ahora mismo puedo imaginarme por qué. Sobre todo teniendo en cuenta que Abby ha decidido que ya que su vecino el maltratador tiene una orden de alejamiento, ya no hay peligro para volver a su apartamento. Anoche ya no durmió en mi casa. Sólo vino a recoger sus cosas después del cursillo, y después se marchó. No sé qué pensar. Si Carter y ella acaban juntos no harán más que confirmar algo que llevaba gestándose desde hace años, desde que ambos se conocieron. Y sin embargo aún siento un pequeño pinchazo al pensar en ello. ¿Celos tal vez¿Pensé en algún momento que podríamos volver a estar juntos?

De repente, justo ahora que estoy pensando en ella, Abby aparece encogida bajo su abrigo avanzando en dirección a mí y me saca de mis pensamientos. Vuelvo a la realidad y me doy cuenta de que llevo más de diez minutos aquí parado en la entrada del hospital, divagando, que estoy al borde de la hipotermia y que ya casi debería estar en casa. Entonces ella me ve y me sonríe.

Está guapa cuando sonríe. A pesar de tener la cara enrojecida por el frío y los brazos cruzados, apretados, sobre el pecho porque ha olvidado los guantes en casa.

-¿Sales?- me dice a modo de saludo.

Asiento con la cabeza y aprovecho para devolverle la sonrisa.

-Hace diez minutos- comento.

-¿Sí¿Y entonces qué haces aquí?

-Esperándote- le respondo, sólo por ver cómo reacciona.

En sus ojos aparece un gesto que no logro identificar. Ni siquiera consigo ver si le gustaba la idea de que la esperase.

-Mentiroso- replica ella en broma.

Tengo que admitir que no era verdad.

-Estaba pensando y creo que he perdido la noción de todo-le explico. Parece más satisfecha con esa contestación.

-Lo imaginaba.- dice ella, suavemente, y después echa un vistazo a su alrededor, seguramente buscando a una chica con la que piensa que yo he quedado, pero no la encuentra, porque no la hay, y cambia de tema- ¿No tienes frío?

-Sí- contesto, es inútil disimular, y de todas maneras es imposible no tener frío en invierno en Chicago- La verdad es que sí.

Los dos nos reímos por un segundo, y creo que en ese instante estamos más cerca de lo que hemos estado los últimos meses, incluso más que cuando estuvo quedándose en mi casa. Es curioso cómo una frase sin sentido puede transformar un momento cualquiera en algo bonito.

-Será mejor que te vayas a casa- me aconseja.

-Sí- accedo, y pregunto- ¿Tú entras ahora?

-No me lo recuerdes- responde ella con expresión de desánimo.

Vuelve a sonreírme y se aleja un par de pasos de mí, en dirección a la puerta.

-¿Nos vemos?-dice, a modo de despedida.

-Claro. Hasta luego.

Me dice adiós con la mano y desaparece al otro lado de la puerta de cristal. Y mientras yo me dirijo a la parada de metro, dándome cuenta de que sí, realmente hace frío; pienso que realmente no sé que me pasa con Abby. Y a este paso creo que jamás lo sabré con certeza.

Próximo capítulo: Abby


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