HOLA!
MUCHÍSIMAS GRACIAS por la cantidad de reviews que recibí del capitulo anterior, de veras, me encanta (y al final, ya saben, como siempre, todos sus comentarios contestados).
Este capitulo es algo especial, tiene un lemon entre Kaoru y Kenshin. Pero les aseguro que lo he intentado hacer de buen gusto. Lo hice porque creo que contribuía a la historia y a los sentimientos que intentaba demostrar, pero les pido por favor que si no les gusta dicho material o no tienen edad para leerlo que lo salteen, porque esta marcado donde comienza y donde finaliza, ok?
El resto del capitulo es el rating normal k+.
Este capi se lo dedico a Hada-chan ya que granparte del mismo fue inspirado gracias a sus sugerencias.
Y bueno, no les entretengo:
Disfruten.
Ikijigoku: El infierno en la tierra
Capítulo 9: Creciendo ante mis ojos
Ya todos se habían retirado de la reunión de despedida, y siendo consideradas, las pobres de Tsubame y Tae se habían quedado últimas limpiando el desastre de restos de comida y botellas de sake desparramadas en el suelo del dojo.
Finalmente las dos mujeres se retiraron en compañía de Yahiko, que como bien autoproclamado samurai de tokio no dudó en acompañar a Tae a su casa justo luego de dejar a su esposa Tsubame y su hijo en la suya.
Kenshin aseguró todas las puertas como era de costumbre, saboreando lo que sabía era el último día de su rutina diaria, tal vez incluso para siempre. Cuando se aseguró que todo estaba cerrado como debería, con pasos suaves se dirigió dentro de la casa, deteniéndose en la puerta de la habitación de su hijo.
Sabía que Kenji estaba algo grande como para que él lo chequeara a la noche como si fuera un bebé, pero no lo dudó un momento y suavemente deslizó el shoji. Como siempre, el muchacho estaba roncando a pata suelta y las sábanas se le enredaban en una posición que no podía ser nada cómoda. La única diferencia que encontró el hombre en la escena es que su muchacho tenía la sakabatou a escasos centímetros de la cama, como si esperase un ataque. Y eso, le recordó con amargura a Kenshin la situación actual.
No pudo evitarlo, y se inclinó junto a su hijo, acariciándole la frente suavemente y pasando sus dedos por el suave cerquillo rojo oscuro. El adolescente masculló algo en sueños, algo que sonó como 'ya verás Sanosuke cuando te agarre'
Y con una sonrisa Kenshin decidió que era mejor dejar al muchacho tranquilo antes que se despertase.
El pelirrojo no pudo evitar pasar por la habitación de Kiriko. La joven dormía más plácidamente que su hermano mayor, pero para sorpresa de su padre Kiriko tenía su sakabatou en la mano, fuertemente apretada.
Maldijo a Shishio y al destino, siempre pensó que sus hijos no tendrían que vivir lo que él, esa inseguridad de ser atacados a cualquier momento que se tiene cuando se vive una guerra.
En la era Meiji por la que tanto había luchado, Kenshin se preguntaba porqué diablos su hija dormía con una maldita katana en la mano.
Sin resistirlo se arrodilló junto a la pequeña y repitiendo el gesto que hiciera con su hijo mayor y le acarició el cabello. Finalmente, cuando vio que la pelirroja no se movía ni hacia señales de despertarse, decidió que lo mejor sería quitarle el arma de la mano para que durmiese mas cómoda.
Grave error.
De un segundo a otro la joven saltó sobresaltada, pero el agarre de Kenshin en su mano no había vacilado. Con ojos confusos y furiosos Kiriko miró a su padre, hasta que al fin el familiar kenki y rostro la tranquilizaron.
"Lo siento" susurró Kenshin mientras la joven se acomodaba nuevamente en su futon.
Kiriko ya más tranquila soltó su arma, que Kenshin apartó y colocó cerca del futon
"No es nada otou-chan" susurró ella mientras el sueño la iba envolviendo.
"No creo que sea necesario dormir con una katana en la mano" le susurró Kenshin.
"Hai" dijo Kiriko ya casi dormida "se que tus nos protegerás... he sido una baka ne?" los ojos de Kiriko se cerraron y su respiración se volvió lenta, se había dormido.
Kenshin le depositó un suave beso en la frente "el baka siempre he sido yo... que no me merezco hijos tan maravillosos" susurró.
Finalmente Kenshin entró en su habitación, donde con una lámpara encendida le esperaba Kaoru, Yukata puesta y su tranza de dormir ya cayendo sobre su hombro.
"Los niños duermen?" dijo ella.
"Niños... ya no tanto" susurró Kenshin mientras se iba cambiando monótonamente.
"Lo sé... pero para mí, siempre serán niños, ne?" dijo Kaoru con una sonrisa.
Kenshin sonrió también, "Hai de gozaru yo" dijo mientras se metía en el futon con su esposa. Kaoru prosiguió a apagar la lámpara y se acurrucó junto a su marido, que la abrazó.
Ambos se quedaron en silencio, evidentemente absortos en pensamientos.
"Esta será nuestra última noche en este futon... por quien sabe cuanto tiempo" susurró Kaoru de pronto.
Kenshin le buscó los ojos, que incluso con la tenue luz que entraba en el shoji brillaban vivazmente.
"Hai..." el pelirrojo no supo que más agregar, ya que sus pensamientos se desviaban al hecho de que esta tal vez sería la última vez que compartirían este futon... para siempre.
"Kaoru-koishii, quiero que sepas... que estos años me has hecho el hombre más feliz... no lo merezco Koishii... no lo merezco" la voz se le ahogó en emoción y sin poder continuar hablando Kenshin hundió su cabeza en el cuello de su mujer y la abrazó como si su vida dependiera de ello.
Kaoru un poco sorprendida retornó el abrazo apretándolo con fuerza, como diciéndole silenciosamente 'estoy aquí y no te dejaré ir'.
"Claro que lo mereces Kenshin... nunca en mi vida conocí a nadie tan poco egoísta, a alguien tan buena persona como tu... mi vida sin ti sería horrible... mi vida sin ti y los niños, no sería vida" susurró la mujer, a quien también la emoción había apoderado sus palabras.
"Este futon tiene tantas historias ne?" dijo Kaoru intentando levantar el ánimo "Será extraño estar alejados de nuestro hogar tanto tiempo, pero lo superaremos, ya verás" sus palabras goteando optimismo.
"hai... muchas historias... quince años" dijo Kenshin levantando la mirada y conectando sus ojos con la mujer que amaba.
"Hai" susurró ella "Qué tal si... como despedida..." dijo ella algo más sensualmente e intentando olvidar pensamientos negativos y fatalistas."Que tal si creamos una nueva historia... la última antes de nuestro viaje?" dijo con una sonrisa que ya bordaba en la picardía.
Kenshin la miró a los ojos, aceptando la invitación que luego de tantos años de amarse espiritual y físicamente a su esposa todavía le sonrojaba las mejillas.
"Aishiterou Koishii" dijo él sellando sus labios con los de ella.
"Aishiterou Kenshin anata" susurró ella luego de escapar de su marido por un par de segundos para hablar, luego retomando el beso de él con la misma intensidad que antes.-
-----------------ATENCION LEMON, NO LEAN y SALTENLO SI NO LES CAE BIEN O SON MENORES DE EDAD, ESTAN AVISADOS, OK?-------------------
Los labios de Kenshin se sentían tan suaves, calientes y húmedos en los de ella que Kaoru casi perdía la cabeza saboreando la sensación de esa sedosa lengua entrando en su boca, la mujer con sus sentidos nublados apenas podía responder tontamente (según su opinión) a los expertos y amorosos labios de su marido.
Cuando los besos en la boca y las manos simplemente recorriendo cinturas y hombros ya no fueron suficientes, Kenshin prosiguió a pasar sus labios probando cada parte como si fuera un delicioso bocado. Primero la angulosa barbilla de su mujer, luego dejando un rastro de besos en sus mejillas, hasta llegar a ese lugar detrás de la oreja, ese lugar que hacía que ella se estremeciera debajo de él.
Mientras su boca trabajaba maravillas, el ahora no tan inocente ex rurouni le deshacía el nudo de la yukata a su mujer. La prenda no se resistió demasiado y pronto Kaoru sintió el aire frío tocar su cuerpo casi desnudo, no que la molestara demasiado, ya que una mano algo callosa pero muy gentil le recorría primero la cintura y luego con mucha gentileza acariciaba uno de sus senos.
Kaoru se revolvió debajo de su marido, perdida en amor y las sensaciones que él le estaba provocando, quería luchar, quería compartir un poco de ese placer con él, pero conocía a Kenshin y sabía que su anata no se conformaría si no le daba placer a ella primero. Siempre pensando en los demás antes que él, pensó Kaoru justo antes de perder la razón, cuando sintió la respiración de su marido calentando su pecho y luego, sin aviso, un rosado pezón encontraba camino a su boca.
Con práctica nacida de años de convivir con niños en la casa, Kaoru no podía hacer más que respirar fuerte y susurrar el nombre de su marido.
Sus mejillas se sentían ardiendo y su cuerpo quería algo más, las sensaciones viajaban desde sus pechos hasta la punta de sus dedos, un cosquilleo caliente que iba tomando posesión de su cuerpo le recorría el abdomen llegando hasta su centro que sentía cada vez con más necesidad que la tocasen.
"Kenshin..." susurró ella a modo de súplica. El pelirrojo estaba disfrutando su festín... Kaoru siempre le recriminaba por ser tan considerado con ella y no pensar en él, y él, había intentado ya explicarle mil veces, que no solo lo hacía por ella. Kenshin (según él) no era tan considerado como su mujer le daba crédito. Ya que el hombre debía reconocerse que disfrutaba ese poder, esa excitación que le daba escuchar las silentes suplicas de la mujer que tenía debajo y amaba tanto. Con sonrisa pícara y deliberadamente lento sus besos comenzaron a recorrer el abdomen de su amada, abajo y más abajo, pero siempre a un paso tortuosamente lento. Los mechones sedosos y colorados haciéndole una leve cosquilla cuando suavemente pasaban por su cuerpo y la respiración caliente dándole calofríos en anticipación de lo que ella sabía vendría pronto.
Kaoru no pudo evitar que su mano derecha viajara a la sedosa cabellera pelirroja de su marido, mientras la izquierda inconscientemente le tomaba por el hombro empujándolo a la dirección que su cuerpo deseaba.
Kenshin sonrió pícaramente y saboreando cada segundo de la deliciosa tortura prosiguió a besarle primero un muslo, y después el otro, mientras con sus manos gentilmente tomaba a la mujer por la cadera, acomodándola mejor para sus planes.
Kaoru revolvía su cabeza de derecha a izquierda, las sensaciones volviéndola loca a más no poder, hasta que tuvo que combatir un grito que amenazó con escapar cuando esos sedosos labios y esa mojada lengua que hasta hace poco recorrían su abdomen se encontraban repentinamente en el centro de su ser, administrando sensaciones expertamente aprendidas.
Kenshin no podía sentirse más excitado aunque fuera físicamente posible, era evidente que su esposa lo deseaba y eso le hacía perder la razón. Saber que tenía tanto poder sobre Kaoru, saber que cada caricia la llevaba a ese estado le provocaban sensaciones tan excitantes que no podía creerlo. Administró sus atenciones como sabía que a Kaoru le gustaban, nunca demasiado en un punto ni en otro, sino una mezcla de todo, pasando la lengua lentamente, o simplemente atrapando entre sus labios ese punto que la hacía gemir y estremecerse en la cama.
Pronto, la mujer tuvo que combatir sus gritos cuando sintió que ya fue demasiado, que ya había llegado a ese punto donde todo explota y una sensación como electricidad caliente y placentera le recorría desde su centro hasta la punta de los dedos.
Kenshin sintió a su mujer estremecerse y supo que había logrado su cometido, se sonrió en pura satisfacción masculina al saber que la había complacido. Le administró un par de besos afectuosos más, y Kaoru por poco grita de la sorpresa.
Pronto la mujer se vio envuelta en los brazos fuertes de su marido que ya no estaban cubiertos por la yukata... bendita super velocidad, pensó ella. Kenshin la abrazaba y dejaba que la mujer recuperara su aliento, mientras le daba pequeños besos en la frente y el pelo, como susurrando pequeños 'te amo' con cada acción.
Kaoru sonrió en un estado total de paz y felicidad, afuera todos sus problemas, con el climax que acababa de tener el único pensamiento claro era el hombre que la envolvía y el amor que sentía hacia él. Con un poco de torpeza, ya que sus músculos todavía estaban adormilados por las sensaciones placenteras de momentos atrás, una mano delgada pero fuerte hizo camino hacia abajo perdiéndose dentro de la manta que los cubría hasta la cintura.
Kenshin paró de respirar cuando sintió la mano de su mujer envolverle de esa manera tan íntima, la deseaba tanto que no sabía como había hecho para aguantarse hasta ahora y no tomarla en ese instante.
Que era precisamente lo que tenía pensado hacer, hasta que vio la sonrisa pícara de la morocha.
"Me toca" dijo ella, y simplemente su cuerpo desapareció debajo de las sábanas.
El pelirrojo totalmente embobecido cayó hacia atrás de espalda y por poco pierde la razón cuando sintió una boca muy suavecita y húmeda envolverle la zona más sensible de su cuerpo.
"koishii..." fue lo único que pudo manejar a decir antes de que su mente se volviera un pudín de pasión y amor hacia la mujer que le administraba tan amorosas atenciones.
Por su parte Kaoru estaba disfrutando de su aventura, ya que sentir que le daba tanto placer al hombre que amaba le renovaban la pasión y le traía una satisfacción interna que si le hubieran preguntado no podía explicar.
Kenshin se encontraba en un mundo donde el placer y una hermosa mujer era lo único que ocupaba su mente, pero pronto, esos besitos pequeños, esas recorridas con la lengua que parecían interminables casi hacen que pierda la razón. La mano del pelirrojo viajó al hombro de su mujer, apartándola suavemente, ella entendió lo que él le decía silenciosamente y con una sonrisa pícara le administró un par de besos más que al pelirrojo casi matan de un infarto.
Con la misma sonrisa pícara Kaoru 'trepó' hasta llegar a estar cara a cara con su marido, ella arriba, sus brazos a cada lado de la pelirroja cabeza.
Ojos violetas se encontraron con ojos azules y la pasión y el amor que había en ellos eran suficientes para escribir una novela entera de una vida de devoción, entrega, pasión, cariño y amor.
"Te amo" dijeron simultáneamente, lo que provocó que también al mismo tiempo los dos sonrieran. Sin resistirlo más Kenshin estiró la cabeza y selló sus labios con los de ella. Antes de que Kaoru pudiera reaccionar sintió como su cuerpo giraba en el futon y la delgada aunque musculosa y firme figura de su marido se posaba sobre ella. Sin apartar sus labios de los de ella y suavemente Kenshin se introdujo en su cuerpo, pero estas nuevas e intensas sensaciones hicieron que momentáneamente ellos abandonaran el beso que compartían, sonidos de un placer infinito escaparon casi silenciosamente de sus labios.
El movimiento comenzó lento y deliberado, cada caricia, cada beso, cada roce hablaba del amor que sentía la pareja en ese momento.
Kaoru subió una mano y logró que llegara a la mejilla izquierda de su marido, acariciando la superficie adornada por una difusa cicatriz.
Gracias a su toque que era de seda y su mirada de puro amor, Kenshin tenía lágrimas en los ojos cuando observaba a la mujer debajo de él, sentía tantas cosas en ese momento, tantas. Pero una lágrima que cayó en la mejilla de Kaoru lo dijo todo y la pareja se perdió entonces en su danza de susurros de pasión y amor infinitos.
Llegaron al climax juntos, una explosión de placer que compartieron abrazándose muy fuerte, lágrimas cayendo de ojos azules y violetas por igual, sabiendo que tal vez... tal vez esta sería la última vez...
--------------------- FIN DEL LEMON, YA PUEDEN SEGUIR LEYENDO -----------------------
El amanecer encontró a la pareja abrazada en pura felicidad en el futon que habían compartido durante más de quince años, aunque Kenshin poco había dormido. Se pasó horas acariciando el pelo de su mujer, mirándola, grabando aún más en su memoria cada detalle de ella, cada detalle de ese cuarto que había vivido momentos increíbles. Desde la primera vez... hasta ver nacer a sus dos hijos y la última noche que habían compartido hacía pocas horas.
Finalmente no pudo ignorar la luz que comenzaba entrar por el shoji y se levantó pesadamente, dándole un par de besos más a su mujer como para despertarla suavemente.
Ritualistamente y con práctica nacida de años se colocó su ropa, nada muy sofisticado, su amado gi azul que Kaoru le regalara para su pasado cumpleaños y una hakama blanca como era de su preferencia. Sencillo, pero al mirarlo nadie pensaría que era un rurouni, ya casi había olvidado las épocas donde su única posesión era un gi magenta emparchado por todos lados.
Llegó a la cocina y se encontró con sus hijos, que con similares sonrisas se disponían a servir el desayuno. Kenji por supuesto tenía un par de benditas en los dedos y rastros de hollín en la cara y en su gi violeta oscuro pero su padre supuso que gracias a Kiriko el desayuno se había salvado lo suficiente como para ser comestible.
"Ohayo otou-san" dijo Kenji mientras se terminaba de situar en su asiento, Kiriko le siguió, vestida en su kimono rosa favorito, cabello suelto enmarcando su rostro y acentuando sus delicados rasgos.
"Ohayo otou-chan" dijo ella acercándose a Kenshin y pasándole los brazos alrededor de la cintura, apoyó su mentón en el pecho de su padre mirando hacia arriba con esos ojos grandes.
El pelirrojo de pelo corto le sonrió cálidamente devolviendo el abrazo y luego guiando a su hija a que sentara junto a él en la mesa.
Pronto apareció Kaoru, sonrisa de lado a lado aunque las circunstancias no fueran tan felices, vestía su kimono azul para viajar.
La familia aprovechó el último rato de normalidad y pronto se encontraron con los otros miembros del gumi en la puerta del dojo, morrales, protectores, armas cubiertas por ligeras telas. Todo pronto para el viaje, y por el tamaño del equipaje de cada uno, se podía decir que no planeaban volver pronto.
"No te preocupes Kenshin-san" dijo Tsubame con una sonrisa "Nosotros nos encargaremos de mirar por el dojo" su hijo Shinya de la mano.
"Hai, ni una preocupación, ustedes simplemente cuídense y no se preocupen por nada, cuando regresen les esperaremos con una deliciosa cena del akabeko" dijo Tae sonriendo también intentando subir el ánimo.
Kenshin sonrió con tristeza observando a quienes dejaban atrás, Ayame, Susume, adultas junto a Megumi le daban también la despedida, esas niñas que lo seguían queriendo como un tío pero a las que no veía tan seguido porque ellas, como es natural, habían seguido su propio camino.
Terminaron las despedidas cada uno a su manera, y Kenshin se sentía aun más culpable cuando el hijo de Yahiko tomó a su padre por la hakama y tímidamente le pidió que no le dejase.
Yahiko le explicó a su hijo sus razones nuevamente y el joven morocho de apenas seis solo podía asentir con la cabeza. Finalmente con una mirada determinada, el autodenominado samurai de tokio no lo pensó más y colocándole una mano en el hombro a Kenshin le hizo un gesto para que emprendieran camino.
Apenas unos metros se habían alejado, cuando Kenshin miró hacia atrás melancólicamente, apenas si podía creer que le pesara dejar tanto su hogar.
"OTOU-CHAN!" le gritó Kiriko a unos metros de él donde se encontraba el resto de la familia.
Kenshin salió de su trance melancólico y miró hacia delante, encontrando a todos mirándole con extrañeza, se colocó esa sonrisa de rurouni, una simple máscara que ya a nadie engañaba y caminó hacia su familia, comenzando el rumbo a Kyoto.
xx x x
El entusiasmo de la mujer no había disminuido con los años, apenas se había domado un poco con esperanzas de dar un buen ejemplo a sus hijos. Aún así, Misao saltaba de un pie a otro vestida con su cómoda hakama roja y su gi a flores, pelo recogido porque ella era la sra. Shinomori y aunque no fuera muy tradicionalista le encantaba demostrarlo.
En la atareada estación del tren de Kyoto le acompañaba su hija que estaba entusiasmada esperando a su amiga favorita, Kiriko. La morocha saltaba emocionada y sus ojos azules claros brillaban expectantes "Cuando llegan, cuando llegan?" preguntaba la niña de seis por centésima vez esa tarde saltando por todos lados y haciendo que su madre se preocupara de que se perdiera en la multitud.
"Pronto" repetía Misao con paciencia.
Shiro estaba allí, serio pero también emocionado porque llegaría su mejor amigo, sus ojos silenciosamente seguían a su hermanita, como resguardándola de posibles peligros.
Finalmente entre la multitud que bajaba del tren se pudo ver una cabellera castaña y una bandana roja algo decolorada.
Sus amigos habían llegado.
"KAORU-CHAN!" gritó Misao cuando se le arrojó en los brazos, acostumbrada su mejor amiga le devolvió el gesto.
"Yo Kenji" dijo Shiro golpeando levemente su puño con su amigo, en señal de saludo al mejor estilo adolescente.
"Mejor de la pierna?" preguntó el pelirrojo oscuro observando a su amigo con atención, Shiro sonrió y dijo "Estás bromeando? No es nada"
Así los dos adolescentes se fueron alejando sin prestar atención a ninguno de los adultos.
"Oi comadreja" dijo Yahiko con una sonrisa "A ver si le enseñas modales a ese muchacho tuyo, ne?"
A pesar de todos los años de entrenamiento que el kendoka tenía no pudo evitar que un par de kunais le volaran al raz de la cabeza arrancándole unos cuantos cabellos.
"Yo también me alegro de verte, Yahiko-CHAN!" gritó Misao salvajemente.
"OYE QUE SOY PADRE DE FAMILIA, QUE NADIE ME RESPETA!" risas llenaron la estación y Kenshin sacudió la cabeza, era bueno que algunas cosas siguieran siendo normales y que el humor de su familia no se alterara por la amarga situación.
No tardaron mucho en llegar a la Aoiya, que rebosaba de vida llena de clientes y donde, ignorado por los mismos, atendían viejos y nuevos miembros del Oniwabanshu.
Los ojos de Shinomori Aoshi hicieron contacto con Kenshin en el segundo que el pelirrojo puso pie dentro del patio de la famosa posada, sin necesitar más comunicación que esa el hombre de grandes ojos violetas se dio cuenta que algo importante tenía que decirle el ex Okashira.
Mientras todos los demás se instalaban el pelirrojo visitante se reunió en la sala privada con Aoshi, donde Okon les sirvió te y como buena dama, se excusó y los dejó solos para hablar.
"Himura, estoy al tanto de la situación de Saito... y sé que en parte es la razón por la que estás aquí. No sólo por la carta que me envió Kaoru-san, sino también porque lo he hablado con el propio lobo" dijo el morocho. Kenshin poco se sorprendió.
Al costado de donde estuviera tradicionalmente sentado el ex okashira había una gran canasta de mimbre con la tapa puesta, parecía fuera de lugar en la habitación.
"Hace dos días sufrimos un ataque en la Aoiya" dijo sin emoción alguna Aoshi.
Los ojos de Kenshin se ensancharon en sorpresa, mientras el morocho se disponía a quitar la tapa de la cesta y arrimarla al hombre que tenía enfrente.
Años de asesinatos y desmembramientos no habían preparado a Kenshin a ver el contenido de esa canasta sin que se le revolviera el estómago, dentro, había una cabeza.
Aunque le repulsara la vista, deicidio observarla, ya que sabía que Aoshi no se la mostraba por el simple placer de hacerlo. Mirando con atención aquellos rasgos gordos y desformes pudo reconocer una cara, una cara que no había visto en muchos años.
"Iwanbo?" susurró Kenshin atónito.
Aoshi asintió con la cabeza y le colocó la tapa a la canasta, que ya no era necesaria porque había ilustrado lo que quería decir.
"Hai, es una máquina, un títere, como aquel creado por Gein cuando el Jinchuu de Enishi"
Kenshin asintió
"Atacaron la Aoiya hace dos días... sufrimos daños menores y entre todos pudimos destruirlo"
"Pero no entiendo Aoshi, porqué la Aoiya?"
El morocho pausó a beber un poco de té, como pensando "Estoy seguro que Gein no está complacido de que lo haya enviado a una tumba anticipada, y más que nada, me parece que lo estaba probando.
Según el hombre que controlaba este títere y que por suerte sobrevivió, nos informó que hay muchos más como este. Desafortunadamente no pudimos saber dónde están guardados"
Kenshin estaba rabioso, no sólo Shishio, no sólo posibles enemigos resucitados en cuerpos de gente inocente, sino también ahora, un ejercito de títeres extremadamente fuertes y peligrosos. La balanza se inclinaba cada vez más en su contra.
"En resumen Himura, hablé con Saito, y está organizando una fuerte protección en la ciudad, no tenemos idea de donde esté localizado Shishio, ya que el monte Hiei está desocupado, por supuesto".
"Hai, no sería tan tonto de poner su base en el mismo lugar... pero hasta ahora, Shishio no ha hecho más que tomarnos el pelo" Kenshin se llevó una mano a su mentón, pensando, intentando adivinar qué se traía de manos quien fuera un hitokiri del pasado, igual que él.
"Obviamente está jugando con nosotros. Se cree superior" dijo Kenshin finalmente.
"Ah" fue la simple respuesta del hombre frente suyo.
xx x
"Y cuando mi padre me dijo que no era humano, ZAZ le arranqué un brazo de un sablazo!" dijo emocionado Shiro.
El y Kenji estaban tirando piedritas desde un puente, mirando como caían y hacían surcos en el agua.
"GUAU! Que genial! Siempre he querido probar Mitsurugi Ryu de esa manera, pero con gente normal sería muy cruel"
"Jaja, mi padre no tiene tantos miramientos si le sacan de las casillas" dijo Shiro cruzándose de brazos.
Kenji miró a su amigo con cara de sorpresa "Es posible sacar de las casillas a Aoshi-san?" dijo incrédulo.
"Hai, algunas veces, aunque su rostro no lo demuestra mucho, pero como te decía, si lo provocan, pobre del que se le cruce!" dijo el muchacho de brillantes ojos verdes.
"Hai, lo sé! La última vez mi otou-san casi tiene un infarto cuando se enteró que tu padre le rebanó una mano al pillo ese"
"Se lo tenía merecido, ese pervertido que tocaba a las mujeres en el mercado" A Shiro le salió una venita en la frente cuando recordó al hombre y sus rápidas manos.
"Qué mala suerte para él ne? Justo de todas las que había, tenía que elegir a tía Misao, que además venía acompañada de Aoshi-san! Jaja" reía Kenji.
Su amigo también rió, aunque no estuvo presente se imaginaba la escena "Okaa-san me dijo que los dedos del hombre volaron antes que ella siquiera pudiera sacar un kunai".
Los dos adolescentes rieron un rato más... y luego Kenji se cayó la boca, pensando que su padre no estaría orgulloso de que le hiciera gracia que un hombre perdiera una mano, y pensándolo mejor, a él mucho tampoco.
"Fue gracioso, si, pero realmente no tengo ganas de andar desmembrando personas, no gracias, si puedo ganarles con mi sakabatou es suficiente" dijo Kenji apoyándose en la baranda.
"Aww Kenji, eres un aburrido" dijo Shiro con una sonrisa de lado a lado.
"LO SIENTO!" se empezaron a pechar entre ellos y pronto se perseguían a las risas por la calle.
x x x
Kiriko no se sentía muy bien, desde esa tarde le dolía el abdomen y ella lo ignoraba, atribuyéndoselo a algo que le había caído mal.
Estaba ayudando a su madre a acomodar todo en las habitaciones que ocuparían por tiempo indefinido en la Aoiya y de vez en cuando se pasaba una mano por la pansita, maldiciendo a su hermano y jurándose que no lo dejaría acercarse a la cocina nunca más.
Kaoru se dio cuenta del desconfort de su hija y le preguntó si algo andaba mal, Kiriko le comentó de su molestia y su madre la envió a dormir, prometiéndole que le subiría un te herval para que se sintiera mejor.
Como le gustaban los mimos y las atenciones Kiriko no tardó en cumplir y aunque fuera algo temprano se metió en el futon, Saori preocupada haciéndole compañía.
Pronto se les sumó Misao, se suponía que Kiriko iba a descansar, pero se pasó la tarde con su mamá, tía y primita postizas sentada en su habitación mientras las mujeres conversaban animadamente.
"Oh, mañana en la mañana podríamos ir todos a recorrer el centro ne? Últimamente han abierto unos negocios occidentales fenomenales. El otro día vi un aparato que es como un gran cuerno conectado a un disco! Y saca sonido, música como si la tocara toda una orquesta invisible!" decía emocionada Misao.
"Una rocola" dijo Kiriko con una sonrisa
"HAI, como lo sabes?" preguntó Misao interesada.
Kaoru sonrió "A Kiriko le encantan las invenciones modernas, y Kenshin le trae de vez en cuando revistas del extranjero, cuando las puede conseguir"
"Hai... otou-san a veces viaja hasta Yokohama para traérmelas" dijo la niña sintiéndose un poco culpable.
"Y a mi me trae chocolates!" dijo Kaoru feliz recordando su adicción al chocolate que había comenzado con los primeros antojos, cuando estaba embarazada de Kenji.
"Revistas extranjeras?" preguntó Saori interesada "Qué no están en lenguaje gaijin?"
"Hai" dijo Kaoru "pero Kiriko lee muy bien en inglés"
"Sou? (de verdad)" preguntó incrédula la niña de seis.
"Hai!" dijo Kiriko. Misao no se sorprendió, los niños Himura siempre habían estudiado casi las mismas horas que pasaban practicando kendo.
"Bueno, pero que nos hemos desviado del tema" dijo Misao comiendo un confite que había traído junto al té "Mañana iremos y recorreremos un poco como una gran familia ne? No hay ningún caso en quedarnos aquí con caras largas esperando" iba a decir 'que venga la momia a atacarnos' pero recordó que Saori era muy pequeña para comprender. Igualmente Kaoru y Kiriko asintieron.
"Hai de gozaru!" dijo Kiriko intentando ser genki genki (feliz feliz) el mantra de su tía postiza a pesar del dolor que la seguía molestando.
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Sin saber que armas y qué poder real tenía Shishio, Kenshin decidió junto con Aoshi que lo mejor sería esperar cualquier movimiento de su enemigo para decidir el plan de acción.
Mientras tanto, no podían hacer más que esperar atentamente.
En la cena estaban todos reunidos excepto Kiriko que seguía en la habitación que ahora compartía con Saori, el té le había dado sueño y se había quedado dormida. Kenshin estaba levemente preocupado.
"Jaja, a ver si nos deja un poco en paz y deja de seguirnos como una peste" había dicho Shiro contento.
Kenji por lo general ignoraba los ataques de su amigo hacia su hermana, pero en esta oportunidad le tiró una mirada dura a su compinche
"No ves que se siente mal? Podrías dejarla en paz para variar?" dijo Kenji, las palabras salieron más bruscamente de lo que pensó y Shiro se cayó la boca preguntándose a si mismo como era posible que una mirada cambiara tan rápida y drásticamente de amistosa y apacible a ... asesina?
xx xx
Una hora antes de la madrugada Kiriko tuvo la necesidad de ir al baño repentinamente, ya que le daban unas pequeñas punzaditas en el abdomen, no muy dolorosas, pero desconocidas.
Se sorprendió al descubrir lo que le estaba sucediendo, por supuesto que ya sabía que le pasaba, su madre se lo había explicado. Pero la tomó por sorpresa y del susto se fue a buscar a su Okaa-chan.
Asomó su colorada cabeza por el shoji de sus padres suavemente sin querer asustarlos, pero Kenshin, quien en Kyoto y en el estado de alarma general en el que se sentía, tenía todos los sentidos encendidos y despertó enseguida. Se alivió cuando sintió el familiar kenki.
"Qué sucede Kiriko-chan?" le susurró Kenshin como para no despertar a su esposa. Kiriko tragó saliva, ni muerta le diría a su padre lo que le pasaba, se sonrojó a más no poder pero Kenshin no lo notó, estaba muy oscuro.
"Necesito hablar con okaa-chan" susurró ella.
"Mmmhh?" dijo Kaoru algo adormiladamente, tal vez sería instinto de madre, pero al escuchar necesito a okaa-chan se despertaría así sus hijos estuvieran a 100 metros.
"Hai, allá voy" dijo ella levantándose y colocando un abrigo sobre su yukata.
Kenshin vio a las dos mujeres desaparecer por el shoji de manera extrañada. Eran pocas las cosas que su hija no le contaba, pero no se podía imaginar que sucedía. Se recostó y cerró los ojos, dormir ya estaba fuera de la cuestión, pero tampoco podía levantarse tan temprano.
x x x x
Kaoru abrazó a su hija cuando escuchó la noticia "Ohhh... mi pequeña ya no es una niña" suspiró.
Kiriko quedó paralizada, no sabía como tomar esa noticia. No que ella se sintiera niña, pero tampoco se sentía mujer.
"Te duele mucho? Te traigo algo?" preguntó a manera de madre preocupada la morocha, mirando a su hija a los ojos. Kaoru quería asegurarse que Kiriko no pasara por lo que ella... sin tener madre, a Kaoru casi le vino un infarto cuando descubrió sangre en su ropa interior una mañana cuando tenía trece años. Asustada no había ido al médico porque tenía mucha vergüenza de hablar con el doctor Gensai lo que le sucedía. Afortunadamente, una vecina solterona que siempre pasaba por la tarde (Kaoru en retrospectiva ahora suponía que la mujer estaba buscando marido), la vio llorar en el rincón del dojo y a base de insistentes preguntas había averiguado cuál era el problema de la muchacha.
"Iie" respondió la joven "Siento una molestia, pero nada más..."
"Bien... entonces ve a dormir, ya no hay mas nada que podamos hacer"
Kiriko asintió.
"En la mañana iremos al mercado como teníamos planeado con Misao"
Kiriko asintió nuevamente.
xx x x
La siguiente mañana Kiriko no se quería levantar, Saori le insistía que sería divertido ir a la ciudad pero la adolescente simplemente se escondió debajo de las sábanas.
"DALE FEA!" le gritó Kenji exasperado desde la puerta de la habitación.
"Okaa-san me dijo que ya estabas mejor y que podías salir"
Otra vez, más silencio.
"BIEN, PÚDRETE ALLí" le gritó su hermano cuando enojado se alejó por el corredor.
Misao no tardó en escuchar la noticia de Kaoru y abrazó a la mujer felicitándola, Kaoru rió y limpiándose una lágrima del ojo le dijo que no sabía si en realidad estar feliz, porque quería decir que su pequeña ya no lo era tanto. Misao comprendió, pero le dijo que se dejara de tonterías y que salieran a divertirse al mercado.
Kaoru fue a buscar a su hija pero Kiriko le dijo que no quería salir.
"Te sientes mal?"
"Iie" respondió el bulto de debajo de las sábanas.
"Entonces porqué no te levantas?"
"No quiero" el bulto se arrolló aún mas.
Kaoru decidió dejar a su hija en paz. Pero cuando Misao escuchó desde fuera de la habitación, decidió que era tiempo de actuar como tía y hacer lo mismo que Okon y Omasu habían echo por ella tantos años atrás.
Entró a la habitación y sin miramientos le tiró de las sábanas a la joven.
"Y bien?" le dijo Misao con cara severa.
"Tía Misao, sólo... déjame dormir, si?" Kiriko se tapó la cara con su brazo.
"A sí que ahora... Himura Kiriko, la niña que ignora a las personas que se burlan de su tamaño, la misma que patea el trasero de hombres tres veces más grandes que ella, la misma que no duda en ponerse en peligro por los demás, se deja vencer por esto? Por la naturaleza?"
"tu no entiendes..." susurró Kiriko al borde de las lágrimas. No sabía porqué, pero todo le provocaba llorar.
"Qué es lo que no entiendo ne? Todas pasamos por lo mismo Baka. Y nosotras especialmente, mujeres que hemos elegido caminos inusuales para nuestras vidas, que debemos probarnos constantemente ante esta sociedad machista, no podemos permitirnos que algo como esto nos detenga. Imagínate si tu madre se quedara llorando en su habitación cada vez que le viene en lugar de levantarse a dar clases como todos los días? Me imaginas a mi dejando de atacar a todos con mis kunais y llorando deprimida solo por algo tan trivial como eso? Esperaba más de ti"
Misao terminó su monólogo "Pero bien, si quieres quédate aquí y sé la nenita patética que ahora pareces..." la mujer salió de la habitación y pasó junto a Kaoru, que la miraba estupefacta por lo que había escuchado. Antes de desaparecer del pasillo, la mujer ninja le hizo el signo de la victoria.
Kaoru miró en dirección a su hija, y la encontró vistiéndose.
"Cuándo nos vamos?" dijo Kiriko con una sonrisa.
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Kenji no podía creer que estaba pasando por esa situación nuevamente, y encima VOLUNTARIAMENTE, allí estaba, en compañía de Shiro, Kenshin, Kiriko, Misao y Kaoru caminando por las congestionadas calles de Kyoto mientras las mujeres miraban las tiendas felizmente.
"Me puedes recordar porqué exactamente fue que acepté venir?" dijo Kenji susurrándole a su amigo.
Shiro se encogió de hombros "Sabes que con 'la situación' de ahora no podemos dejarlas salir solas, ne?"
Un kunai pasó volando entre los dos jóvenes que quedaron con una gota "No necesitamos guardaespaldas" dijo Misao sin siquiera mirar a los muchachos y con una sonrisa mientras seguía caminando. "lo que necesitamos son mulas que nos carguen las cosas".
Los tres hombres cayeron, al estilo anime y las tres mujeres rieron.
Kenshin observaba a su hija, Kaoru aún no le había contado qué había sucedido y el pelirrojo seguía preocupado. Más aún porque Kiriko se la había pasado toda la mañana callada, como sumida en profundos pensamientos, era normal que la joven fuera un poco introspectiva como su padre, pero tanto rato ya era preocupante.
De pronto Misao dejó escapar un grito de felicidad cuando vio la tienda de la que estuvo hablando durante la mitad del trayecto. El local en cuestión tenía unas palabras grandes en dorado escritas en inglés y debajo el kanji traduciéndolas "Tesoros" se llamaba.
Al observar su vidriera (otra innovación de occidente) se podía ver claramente porqué la tienda llevaba ese nombre. Dentro había una gran cantidad de "chucherías" que le llamarían la atención a cualquiera. Desde lámparas de extraños diseños, hasta pequeñas estatuillas deliciosamente talladas, carísimos collares de patrones muy intrincados, abanicos al mejor estilo Rococó que era algo que en japón no se veía mucho.
Todos los miembros del grupo por igual encontraron algo de qué maravillarse. Kenshin por ejemplo tenía la sonrisa de un niño de cinco años mientras miraba un modelo a escala de un tren dar vueltas alrededor de un monte Fuji en miniatura.
Kiriko se quedó prendada mirando una exquisita caja musical, en apariencia bastante costosa, ya que ésta estaba decorada con hermosos arabescos por fuera. Estaba con la tapa descubierta, y se podía ver sobre su superficie que era como la de un espejo, dos pequeñas figurillas de una pareja bailando un vals en ropa occidental.
Pasó un rato y el grupo comenzó a perder interés, excepto Kiriko que seguía embobecida mirando el artefacto.
"Te gusta mucho ne?" preguntó Misao dándose cuenta de la fijación de la pelirroja.
Kiriko se ruborizó levemente, y como si hubiera olvidado que estaba rodeada con gente susurró "Me pregunto que se sentirá bailar en una gran fiesta al estilo occidental..." lo que sus palabras no describieron fue la imagen mental que tenía la niña de ella bailando en un hermoso vestido con un imaginario hombre alto sin rostro.
Mirando por encima del hombro de Kiriko, ya que su altura se lo permitía, Shiro observó el objeto y con una mueca dijo para que todos oyeran "Ningún hombre en su sana mente bailaría con una niña machona y fea como tú"
Kiriko se quedó callada, sus ojos aún fijos en la caja de música y su mano se apretó inconscientemente en la empuñadura de su katana, se dio vuelta y con una sonrisa enorme de lado a lado dijo "Saben qué? Creo que olvidé algo... sigan sin mi" se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la Aoiya, pero un segundo antes de que su rostro se perdiera entre su cabello su padre la había visto... había visto la lágrima que calló silenciosamente de esos ojos que fingían felicidad.
Kenshin, al igual que todo el grupo, quedó inmóvil pensando que hacer. Shiro sintió un golpe fuerte de un puño,
"HEY, porqué fue eso?" le dijo a su amigo mientras se acariciaba su hombro derecho.
"Creo que te pasaste un poco" le dijo Kenji al morocho.
"No es más de lo que le digo siempre" respondió el muchacho encogiéndose de hombros.
"Bien, bien, no hay caso quedarnos aquí sin hacer nada" dijo Misao sacudiendo las manos "además tenemos que comprar víveres para la Aoiya, falta arroz, y algunas especias... y además..."
Kenji y Shiro sacudieron las cabezas imaginándose los kilos que tendrían que cargar, con pasos pesados comenzaron a caminar detrás de Misao que se alejaba hablando felizmente de todo lo que compraría.
Kenshin se acercó a su esposa, y le susurró sólo para que ella escuchara "Qué le sucede a Kiriko?".
Kaoru suspiró, aún mirando en dirección donde su hija había desaparecido entre la multitud que iba y venía.
"Kenshin... no había tenido tiempo de decírtelo antes, es que Kiriko-chan... bueno..." aunque susurraba a Kaoru le dio un poco de vergüenza decirlo en alto, entonces se arrimó al oído de su marido, y colocando una mano a cerca de su boca en el típico gesto de 'te voy a contar un secreto' susurró unas palabras.
Kenshin se puso colorado como su cabello y un pequeño y murmurado oro escapó de sus labios. "Oh" simplemente pudo decir. Inconscientemente imitó la sonrisa falsa que momentos antes su hija había utilizado y ofreciéndole el brazo a su esposa comenzó a caminar detrás de Misao y los muchachos. Aunque conociéndolo bien, Kaoru sabía que su marido estaba experimentando sentimientos similares a los de ella, una especie de tristeza al saber que tu pequeña, ya no lo es tanto.
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Sanosuke la vio venir de lejos, aunque las calles de Kyoto fueran embotelladas por multitudes era difícil perder de vista la figura de una cabecita pelirroja vestida de gi blanco con hakama azul, una katana enfundada en una vaina roja descansando en su cintura.
"Yo Joujou!" dijo felizmente el hombre de la bandana que estaba recostado en la puerta de la Aoiya con una espina de pez saliéndole de la boca.
El tupido cabello rojo cubría los ojos de la cabeza cabizbaja, y las sandalias de tatami hacían un pequeño ruido cuando golpeaban pesadamente la tierra. Sanosuke había visto esa postura innumerable cantidad de veces "Pasó algo?" preguntó.
Saliendo de su trance y levantando la cabeza para mirar al hombre alto que tenía frente a ella la joven ofreció una sonrisa de lado a lado "Iie de gozaru" dijo felizmente.
Sanosuke sonrió levemente, Kenji y Kiriko no tenían los OROs y los gozarus tan pegados como su padre, pero de vez en cuando se les escapaban algunos.
"No ibas a pasar la mañana en el mercado con los demás?" el castaño levantó una ceja, sospechando algo.
"Mmm, me resultó aburrido, además estoy algo cansada... me disculpas tío? Me voy a recostar un rato" y sin decir más se metió en la Aoiya.
'Jojou, eres tan mal mentirosa como tu viejo' pensó Sano y luego se recostó en la pared a seguir mirando la gente pasar.
Kiriko subió a su habitación y para su alegría Saori no estaba, la habían enviado a su tutora para sus clases diarias. La adolescente se tiró en su futon y miró un rato el techo, pensando en las palabras de Shiro.
'Porqué dejo que me afecte tanto, porqué?' se sentía frustrada, pero no era una persona violenta, no, no le provocaba ir a golpear a Shiro por su ofensa, ella siempre lo ignoraba, pero ahora, ahora le había afectado 'porqué!' pensó nuevamente.
Se levantó pesadamente y cogió un espejo de mano que había en la habitación. Se contempló varios segundos en él y descubrió lo que ya sabía, en su reflejo vio la barbilla y la nariz de su madre, adornada por dos brillantes ojos violetas como los de su padre. Su cerquillo que se separaba a la mitad caía cerca de sus ojos pero normalmente no los cubría, y su rostro estaba enmarcado por largos mechones que caían sueltos de su colita de pelo atada alta con un moño.
Bien, si bien su cara parecía de niña no era tanto problema, pensó. Sintiéndose confidente en la soledad de su habitación se soltó el gi y la hakama y contempló su cuerpo. Llevaba vendajes en el torso desde hacía años, pero más que de necesidad como forma de guardar la modestia, ya que una señorita no podía andar mostrando el pecho. Contempló su pecho otra vez y vio que los vendajes en los últimos meses habían ganado un par de bultitos, pero nada más. Nada de lo que sentirse orgullosa. Su mirada siguió recorriendo y su figura flaquita la hizo suspirar.
Shiro tenía razón, quién querría bailar con ella?. Acomodó su ropa nuevamente y miró sus manos callosas.
Nunca se había pensado a si misma como mujer, aunque si se consideraba femenina, después de todo no tenía problema de usar un kimono cuando no tenía práctica o había peligro de ataques.
'Entonces porqué le había afectado tanto el estúpido comentario?
ESTUPIDAS HORMONAS!' pensó cuando recordó la explicación que le había dado Megumi sobre los cambios hormonales que sufren las mujeres.
Y así, se pasó el resto del día encerrada, pensando y de ves en cuando lloriqueando sin realmente comprender el motivo.-
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Luego de un rato más de caminar por el mercado Kenshin se excusó porque dijo que aprovecharía a hablar con Saito ya que estaba cerca. Su hijo le miró recriminatoriamente y le dijo que lo único que quería era escaparse de toda la carga que tendrían que llevar a la Aoiya.
Kenshin hizo su típica sonrisa desentendida, pero sus ojos hablaban diferente, tal vez en parte se estaba escapando.
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El morocho alto estaba en su oficina observando un lío de papeles, informes, reportes, todo mezclado en un caos general que era en ese momento su departamento de policía y sin que los habitantes lo supieran, su ciudad.
Una pila de colillas de los muchos cigarros consumidos en las últimas horas adornaban la única parte que todavía era visible del gran escritorio de madera. Sin sacar la mirada de sus papeles, pero haciendo una mueca algo disgustada el hombre alto de cabello engominado susurró "y ahora que quieres".
"Fuiste tú el que me fue a buscar, si mal no recuerdo" contestó Kenshin saliendo de entre las sombras.
Frustrado porque parecía no encontrar lo que buscaba Saito dejó los papeles en el escritorio que se desparramaron agregando al desorden. Pesadamente se tiró sobre su silla de madera y reclinó su espalda de manera confortable mientras al mismo tiempo sacaba un cigarro de su chaqueta policial azul.
"Tecnicismos battousai, me supongo que hablaste con el ninja"
Kenshin asintió con la cabeza mientras se sentaba frente a Saito "Hai, me comentó lo del ataque".
"No fue el único, en varias zonas de la ciudad ha habido problemas, he perdido agentes y el gobierno me esta presionando, es linda la vida, ne?" dijo sarcásticamente.
Kenshin suspiró "Seguro es interesante, aunque para nada divertido" dijo seriamente, cambiando su rostro para levantar el ánimo dijo "Bien... intentemos averiguar que se trae Shishio... muéstrame dónde ha habido actividad"
Por el resto de la tarde, los dos ex enemigos mortales se la pasaron señalando puntos en mapas, mirando reportes y llegando a conclusiones.
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Ya todos habían regresado a lo que era a la vez, hospedaje, hogar y cuartel general. El salón de la Aoiya rebozaba de vida mientras Sanosuke una vez más contaba sus aventuras en todas partes del mundo, los miembros del oniwabanshu y algunos del Kenshin gumi escuchaban felizmente mientras eran acompañados por sake y deliciosos bocadillos.
Los únicos que faltaban eran Kiriko y Kenshin. El pelirrojo no había regresado aún y su hija seguía encerrada en su cuarto.
De pronto todos dieron vuelta la cabeza cuando escucharon un 'Tadaima' masculino y melódico, la mayoría de los rostros se iluminaron con una sonrisa "Okaeri" dijo Kaoru al ver a su marido finalmente aparecer en la habitación.
El pelirrojo llevaba un paquete en la mano y escaneó con su rápida mirada el grupo sentado en círculo.
"Kiriko?" preguntó cuando no la encontró allí.
Su esposa suspiró y levantando la mirada dijo "en su habitación, no ha querido bajar desde hoy"
El hombre de inusual cabello asintió y sin decir más se dio media vuelta y subió por las escaleras desapareciendo de la vista del resto del grupo que no tardó en retomar sus charlas y su bebida.
Kiriko escuchó la voz de su padre preguntándole si podía pasar, se limpió los ojos rápidamente, intentando borrar cualquier evidencia de lagrimas que hubiera en ellos "adelante" dijo quietamente.
El pelirrojo entró y no tardó en ver la expresión infeliz en su hija, por más que ella intentara enmascararlo con una sonrisa.
"Esto es para ti" dijo él entregándole un paquete.
La joven con mirada extrañada tiró del suave cordón que mantenía a la tela celeste en su lugar y la caja de música que hubiera sido objeto de su fantasía esa mañana se reveló ante sus ojos.
Su mirada se iluminó genuinamente de lado a lado, y sin poder resistirlo uno de sus brazos se envolvió alrededor de la cintura de su padre, el otro sosteniendo con fuerza el preciado regalo.
"Domo arigatou otou-chan" dijo apretando su cabeza en el pecho del hombre.
Kenshin le colocó una mano en el hombro y la apartó lo suficiente para mirar a sus ojos "Ahh, pero ese no es todo el regalo... hoy, si lo deseas, te daré una lección especial".
Sin comprender demasiado Kiriko asintió y se disponía a dejar su caja de música para ir a buscar su katana.
"Iie, sin katana, esta será una lección especial, pero primero..."
Kenshin tomó la caja de música y mientras Kiriko le miraba con una expresión confundida el pelirrojo le dio cuerda al fino mecanismo.
Pronto, una suave melodía comenzó a tocar y Kenshin depositó el pequeño aparato en un rincón de la habitación, las figurillas de marfil danzando en un estático movimiento por sobre la hermosa superficie.
Kenshin le hizo una reverencia a su hija que provocó risitas en ella
"No es un gran salón occidental... ni siquiera soy un apuesto príncipe... pero aceptarías este baile conmigo Kiriko-dono?"
El honorífico le provocó un rubor a su hija, y fue entonces que la muchacha se dio cuenta que su padre sabía... el rubor se enfureció más y sus cachetes hacían juego con su cabello. Sin poder seguir ignorando la mano que él le ofrecía la tomó, y pronto era guiada en una danza desconocida, su amplia hakama azul volando a su alrededor y dando la apariencia de elegante vestido.
"Cómo sabes bailar así?" preguntó ella mientras Kenshin la guiaba expertamente.
"Un par de veces tuve que trabajar de guardia en alguna que otra fiesta al estilo occidental..." dijo él con su famosa sonrisa.
"Y lo aprendiste de solo mirarlo?" preguntó en asombro Kiriko... dos segundos después se dio cuenta de lo tonta de su pregunta.
"Claro que aprendiste sin mirarlo" dijo riéndose.
"Danzar es como el kenjutzu... una sucesión de movimientos fluidos" diciendo esto hizo que su hija girara junto a él. Ahora que ella estaba más confiada la danza ocupaba casi toda la superficie de la habitación, afortunadamente los futons estaban doblados en un rincón y no ocupaban espacio.
Las risas de Kiriko decoraban el ambiente y la música continuaba con su feliz melodía, la muchacha comenzó a seguir los movimientos, y pronto bailaba tan bien como su padre.
Curiosa Kaoru había subido detrás de su marido, no es que quisiera fisgonear, pero, bueno, tal vez un poco. Un ojo celeste se asomaba por el shoji y una sonrisa decoró los labios de la hermosa mujer.
Suspiró y contenta dejó que el par siguiera bailando en privado.
Esa noche Kiriko cenó con el resto de la familia, su humor había vuelto a la normalidad y cuando Shiro le hizo uno de sus comentarios molestos simplemente rió... pero esta vez, rió desde su corazón, porque sabía que el muchacho no estaba diciendo la verdad.
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Los movimientos de gente sospechosa dentro de la ciudad ya eran preocupantes y los kenki dobles que le crispaban los nervios a los pocos que podían leerlos se hacían cada vez más presentes.
La sensación en la boca del estómago de que algo horrible sucedería pronto no se le iba a ningún residente de la Aoiya en ningún momento.
Tanto es así, tan evidente era el caos en el que Kyoto se estaba sumiendo lentamente, que hasta el gran Hiko Seijurou el treceavo no pudo evitar sentir esas sensaciones una tarde en la que bajó de SU montaña para comprar un par de jarras de Sake.
Molesto con su Baka-deshi por no alertarle de la situación antes e irritado por la ruptura de su amada rutina se dirigió al edificio donde sabía que podría encontrar algo de información, y ya de paso, a visitar a esa mujer ninja que siempre le espera.
Enorme fue su sorpresa cuando a pocos metros del lugar sintió kenkis muy familiares... pero sólo dos de ellos le iluminaban como si fueran luciérnagas en el medio de la noche.
Pronto, una cabeza colorada, no del tono zanahoria, sino mas bien un tinte mas caoba se asomó por una ventana del piso de arriba.
"SHISHOU!" gritó Kenji emocionado, y sin resistirlo corriendo escaleras abajo al encuentro de su maestro.
Una voz mucho más femenina se le unió y pronto el gran maestro del Hiten Mitzurugi tenía dos pelirrojos abrazándole.
Su felicidad fue evidente durante solo un segundo y luego poniendo su típica máscara de hombre duro e intolerante se los quitó de encima.
No que los muchachos tomaran ninguna ofensa, después de todo, conocían muy bien a su ojii-san. No con tanto entusiasmo pero si con similar alegría Kenshin recibió a su maestro en el interior de la Aoiya, en una reunión privada entre los dos le explicó la situación actual.
"Hmmmp" dijo Hiko cruzándose de brazos "Tu siempre metiendome en tus estúpidos problemas"
Kenshin puso cara molesta "Yo no te he ido a buscar" dijo.
"De cualquier forma, me crees con tan poco corazón como para quedarme tranquilamente en mi montaña y dejar a tu cuidado a mis preciados nietecillos?" dijo Hiko con sonrisa burlona.
"No lo he hecho tan mal hasta ahora" Kenshin se cruzó de brazos, preguntándose como podía hacer su maestro para sacarle de quicio de esa manera y hacerlo sentir como si tuviera catorce años otra vez.
Hiko rió complacido con la expresión de su ex alumno (al que sin embargo se refería todavía como baka deshi) bebió otro sorbo de su sake y cambió su mirada por una más seria.
"Esto es grave... muy grave... no puedo ni comenzar a imaginar la clase de guerreros a las que tendrá acceso Shishio" Hiko paró a beber otro sorbo de cálida bebida.
Kenshin simplemente asintió "Ah" dijo.
"En la historia siempre han existido lunáticos con ambiciones de conquista... así está documentado en los escritos de nuestros predecesores... y siempre un sucesor del Hiten Mitzurugi les ha detenido"
Hiko bebió otro sorbo, Kenshin seguía allí, pensando.
"Y qué piensas hacer al respecto?" dijo mientras acomodaba sus piernas y las cruzaba delante suyo de manera no tradicional, luego tomó su gran jarrón y se sirvió más licor de arroz.
Kenshin pensó su respuesta un par de segundos y suspirando dijo "Lo mismo que hice la última vez, pienso derrotar a Shishio" su tono llevaba una finalidad atemorizante.
"Aha, y como piensas hacer eso?" El enorme hombre levantaba una ceja
Kenshin bajó la vista "Aún no lo sé, pero estamos planeando una defensa con Saito, creemos que Shishio planea atacar de golpe, y de manera masiva".
La habitación quedó una vez más en silencio, los únicos sonidos eran del pequeño reloj de madera en un rincón y de los sorbos de sake del gran hombre morocho.
"Bien, creo que has tenido suerte, porque el gran Seijurou Hiko a decidido quedarse un par de días"
"Tu sólo quieres beber sake de arriba" murmuró Kenshin.
En respuesta recibió un platito de sake entre medio de los ojos.
El pobre hombre cayó hacia atrás noqueado con espirales en los ojos.
"Insolente pupilo" susurró Hiko.
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Una larga procesión se podía ver bajando de las montañas que rodeaban la cuidad, siguiendo el camino que marcaba el río.
No era una pequeña compañía, al contrario, hombres a caballo y a pie la seguían, algunos, con el traje tradicional de samurai que ni siquiera se había visto demasiado durante el Bakumatzu no Doran, la revolución que hubiera ocurrido casi treinta años atrás.
Más atemorizantes que los horripilantes rostros tallados en las máscaras de éstas armaduras eran los deformes hombres en la parte trasera de la compañía. Sus rostros que llevaban una colita de pelo pequeña eran gordos y sus cuerpos también, su expresión hablaba de falta de inteligencia y su única vestimenta era una tela envolviendo sus cintura y pasando por la entrepierna, muy similar a la vestimenta de los peleadores de sumo.
Hombres con lanzas iban al frente. Y acompañando la única carreta que había en el grupo se encontraban algunos hombres a caballo.
Dentro de la carreta, dos personas bebían vino felizmente, uno de ellos llevaba vendajes en todo el cuerpo, cubriendo su quemada piel, y la otra, una mujer de exquisita belleza, con ojos celestes claro como el cielo de la mañana y cabello negro recogido. Iban acompañados de un hombre de quizás unos treinta años, complexión mediana y vestimenta occidental, llevaba el cabello negro largo pero engominado de una forma prolija hacia atrás.
Los otros dos ocupantes llevaban finos kimonos, de calidad digna para un propio emperador, y levantando la copa en señal de confidencia, el hombre de los vendajes comenzó a hablar con una sonrisa
"Ya verás Yumi mi amor... pronto... el rey y la reina del infierno, serán coronados emperador y emperatriz de Japón"
"Ciertamente mi amor" dijo ella con una gran sonrisa.
"DEFINITIVAMENTE" dijo el hombre de la gomina de manera entusiasta "He experienciado el Kuni-tori en la misma boca del infierno! Es hora de que Shishio-sama le demuestre a este patético país lo que debió suceder quince años atrás!"
Y con los ecos de las risas provenientes de la carreta de madera la procesión continuó marchando, camino a Kyoto.
Ohhh, no hubo peleas otra vez! Pero les prometo, en el próximo si las habrá.-
(y en el que le sigue, y en el otro... y si hay otro también...) me espera un gran trabajo
y aquí van las respuestas:
AoMe Hisoshima: El capitulo anterior no fue una despedida... pero este tal vez si... sniff, ya veremos que sucede.
Ishiara: Es verdad lo que tu dices, al principio me costaba más, pero ahora he encontrado un ritmo narrativo mejor y creo que los capis van ganando forma. MUCHAS GRACIAS por el review.
Milan Kaoru KH: ohh un review nuevo, me encanta, muchas gracias por tus halagos! Intentaré estar a la altura.
Kala(): Bueno, si vuelven a salvo o no, es la cuestión del fic, que gracia tiene si te lo digo ahora? Un beso grande
Miara Makisan (): Ohhhh me han pescado... un adelanto? Tengo planeado un mini fic en el epilogo... acerca de esos dos que mencionas (pero no cuento nada más...)
Gabyhyatt: Yo también me reí! Jaja... sobre todo con las mujeres son como vainas...
HADA-chan: La familia de Saito aparece, pero no se bien cuando. Viste, segui tus consegos, un beso grande y nos hablamos
cooki fruit (): Como me voy a ofender? Para nada. Me alegra te haya gustado el capi y nos vemos pronto.
Y AL FIN LOGRE SUBIR MI FANART DE ESTE FIC PARA QUE TODOS VEAN! No puedo poner el vinculo en aquí porque lo quitan automáticamente! Pero está en mi página de autora (profile). Así que espero que les guste, tengo de todo, desde kiriko hasta kenshin.
Un beso grande y no se olviden de mandarme comentarios
Myks
