Bueno, emos llegado ya al ultimo kpi d esta istoria... Sinceramente, no se q tan bien m qedo, espero westros comentarios, mil perdones x la demora...
Espero q disfruten el ultimo kpitulo d esta istoriaa!
TIERRA DE LOS SUEÑOS (II)
- Lily...- dijo James, preocupado, ya otra vez en su castillo-. Entonces, en teoría, cuando tú vuelvas a hablar no vas a ser tú, va a ser la malvada que intenta suplantarte, pero yo le tengo que seguir la corriente y esperar que tu llegues justo en el momento de la boda, para que no me case con ella, ¿no?
Por fin, Lily asintió, dejando el cuaderno de notas a un lado. ¡Por fin había entendido! Ahora sólo le quedaba era saber cuando demonios aparecería la bruja...
- Pero una cosa- dijo el pobre de James, que ya estaba empezando a armarse otra vez un lío-. ¿Cómo sé que ella no eres tú y me estás diciendo todo eso para que acaba mal el cuento?- preguntó, de forma acusadora.
Lily no pudo más que hacer que poner los ojos en blanco. ¡Mira que era raro! (No, si al final iba a ser ella la rara por enamorarse de alguien así...) ¡Un momento! ¿Acababa de pensar lo que ella pensaba que acababa de pensar? ¿Ella estaba enamorada de James? De pronto, sintió un fuerte dolor de cabeza. Demasiadas emociones fuertes por un día...
Por su parte, James observaba con preocupación como ella parecía haberse sumido en sus pensamientos, como si estuviera luchando consigo misma. Se le hizo bastante gracioso verla así, y no pudo más que sonreír de forma maternal. Dependía demasiado de ella, sí, eso era tan cierto que hasta cierto punto le asustó. Pero lo único que sabía era que iba a confiar en ella, por que podía verlo en sus ojos verdes, esos que emitían un brillo tan especial y cautivador que hacían perfecta su mirada, esos pelos rojo oscuro, un rojo fuerte e intenso que caía de forma demasiado perfecta hacia un cuarto de la espalda, su preciosa sonrisa casi imborrable, salvo cuando gritaba, cosa que solía hacer demasiado a menudo, por suerte estaba sin voz y no podía gritarle, y esos labios carnosos y tremendamente sexys, que a James se le antojó de pronto besar.
Y así lo hizo, sorprendiendo a la chica en su lucha interior y ella le respondió pasando sus brazos alrededor de su cuello y profundizando el beso, tomando el control.
No sabían con certeza cuando se pondría en marcha el plan de Úrsula, pero sin palabras (N.A: Que Lily ya de por sí no podía pronunciar) se habían puesto de acuerdo en aprovechar el tiempo que les quedase allí. Y así lo hacían. Ser el príncipe de un reino tenía bastantes ventajas, a decir verdad.
James podía hacer lo que quisiera, organizar grandes cenas, alguna que otra escapada, pasarse el día en la playa, era genial. Lily, al principio le costó adaptarse bastante a eso de no poder hablar. Pero iba a todos los sitios acompañada por una libreta y un bolígrafo, para comunicarse por él. James ya se estaba acostumbrando, aunque eso implicaba que él también tenía que ir a casi todos los sitios acompañado por sus gafas, para poder leer bien.
Y así estaban, cuando un día, que James empezaba a desayunar, puesto que no había querido despertar a la pelirroja, que dormía plácidamente, o al menos eso creía James.
- ¡James!- exclamó una voz que el chico conocía demasiado bien... No podía ser... ¡Era la voz de Lily! James se levantó de pronto de la mesa, muy sorprendido. Por la puerta entró la pelirroja... Con una radiante sonrisa no muy común en ella.
- ¡Lily!- exclamó James, mirándola de forma inquisidora y evaluándola-. ¿Recuperaste la voz?- le preguntó, mientras recordaba lo que le había contado días antes su novia. Le asaltó una enorme duda. ¿Era ella o no?
- Es extrañísimo, del día a la mañana he recuperado la voz, mi amor- un momento, Lily NUNCA hacía gestos pijos moviendo mucho el pelo, Lily NUNCA le había llamado "mi amor", Lily NUNCA sonreía de esa forma tan rara. Y, antes de que se pudiera dar cuenta, comprobó también que Lily NUNCA había besado tan espantosamente mal.
James se apartó de ella como si un resorte lo impulsaran a hacerlo. Sonrió de forma muy nerviosa y miró fijamente a la chica que estaba allí. ¿Quién era ella y qué hacía en el cuerpo de su novia? Ah, sí, la malvada esa bruja que vivía en el fondo del mar. Recordó lo que le había dicho Lily que tenía que hacer cuando ésta bruja apareciese. Tenía que proponerle matrimonio...
- Liliana Mariana Evans, quiero que te cases conmigo- le salió así, un poco soso. El rostro de la Úrsula-suplanta-Lily se iluminó con malicia. James se echó un poco para atrás, temiendo un beso de esos tan horribles por parte de la tipa esa. Tuvo la certeza de que no era Lily (de ser ella, habría estado furiosa por haberla llamado por su nombre completo, que detestaba tanto).
- ¡Claro que sí!- exclamó ella, emocionada, acercándose a James. El chico la esquivó, suspirando, por poco...
Susan estaba dando un entretenido paseo por el pueblo, cuando, sin previo aviso, hubo una aparición extraña a su lado. Se sobresaltó, cuando, de un destello de luz blanca cegador, apareció una extraña criatura que se parecía mucho a una mujer de avanzada edad, pero con alas y un vestido turquesa vaporoso. Tenía en su mano una especie de varita mágica, pero muy extraña. En la punta tenía el dibujo de una estrella.
- Por fin, querida, no sabes lo que me ha costado encontrarte- exclamó la especie de mujer, con un suspiro. Susan la miró extrañada, le hablaba a ella, no cabía ninguna duda al respecto.
- ¿Quién eres tú?
- Dios, estas chiquillas de hoy en día, que no se enteran de nada- bufó, indignada al no ser reconocida-. ¿Quién voy a ser? ¡Pues tu hada madrina, por favor!- exclamó, con indignación. Susan parpadeó, y antes de poder hablar si quiera, el hada ya la estaba examinando minuciosamente-. No, no, no, no puedes ir al baile con esas pintas...- murmuró, mirándo de un lado a otro a Susan, que tenía una ropa de sirvienta, que era la habitual que solía utilizar la Cenicienta para limpiar.
- Espera, a ver si me aclaro...- empezó Susan, algo contrariada-. Según tú tengo que ir a ese baile con buenas pintas... Pero tú no eres un hada- argumentó ella, pensativa-. Di eso en Clase De Cuidado de Criaturas Mágicas, las hadas son mucho más pequeñas y tienen el poder de proteger un gran espacio de bosque...
- Sí, sí, claro, lo que tú digas- saltaba a la vista que el hada madrina estaba bastante confusa-. Bueno, lo que yo tengo que hacer es... un vestido- con un movimiento de su extraña varita, un precioso vestido azul muy pálido le apareció puesto a Susan, a juego con unos preciosos zapatos de cristal-. Una carroza, por su puesto- convirtió una calabaza en una hermosa carroza-. Y los caballos para el carruaje, no hay que olvidarse-. Una familia de cuatro ratones fueron convertidos en cuatro maravillosos caballos.
Susan observó todo aquello con la boza abierta. ¿Aquella hada había echo todo eso para que ella fuera al baile? ¡Si lo único que quería hacer allí era encontrar a Sirius!
- Y una cosa más- añadió el hada, con tono misterioso-. Cuando den las doce de la noche, el hechizo se romperá y deberás salir de palacio, ¿entendido?
- Pero...- intentó protestar Susan.
- Lo harás- añadió, antes de desaparecer y dejar a Susan confusa.
Sirius soltó un suspiro. El baile acababa de empezar y lo único que debía hacer era bailar con las "señoritas" que estaban allí. Tenía que elegir una. ¿Para qué, si estaba viviendo una vida que no era la suya? Para colmo, no había rastro de sus amigos ni de su novia por ningún lado. Todas las chicas con las que bailaba eran bastante molestas, muy superficiales y se le insinuaban de una forma que ya le estaba empezando a repugnar.
Los pies ya le estaban empezando a doler, a pesar de llevar muy poco tiempo bailando. Empezaba a aburrirle bastante, había montones de chicas de su edad más o menos, vestidas con sus mejores galas, algunas luciendo exuberantes joyas. Pero alguien que estaba entrando en ese momento llamó su atención.
En ese momento estaba bailando con una chica que iba vestida de forma similar a un repollo, pero la dejó para centrar su atención en una hermosa joven con un vestido azul pálido que había entrado y miraba de un lado a otro, desorientada. Sirius la reconoció en el acto. Susan parecía estar perdida entre tanta mujer con la vista clavada en él, y Sirius supo que no lo había visto. Se acercó por detrás, sin que ella se diera cuenta y le tapó los ojos.
Susan pegó un respingo, asustada, y apartó las manos, para darse la vuelta y encontrarse con su novio.
- No hagas eso- dijo frunciendo en ceño-. Me has asustado- reconoció, bastante molesta al ver la mirada de casi todas las chicas clavada en ellos dos.
- ¿Cómo has llegado aquí?- le preguntó Sirius, conduciéndola a un balcón para tener algo más de intimidad-. Esto es lo más raro que me ha pasado en la vida- añadió, sin que ella contestara-. De pronto, me dicen que tengo que venir a un baile y elegir a una reina o una cosa extrañísima, me empiezan a vestir y... ¡Era como si me conocieran de toda la vida!
- Pues mejor que de pronto aparezcan una madre con sus dos pijas hijas y te digan que tienes que limpiar su casa... Por fortuna me escapé, pero luego apareció una señora extrañísima que dijo que era mi hada madrina... No era un hada, eso fijo, pero me hizo el vestido, la carroza y los caballos- explicó ella, con un gesto de impaciencia.
- No entiendo muy bien... ¿Entonces, qué tenemos que hacer para salir de aquí?- cuestionó Sirius, que no parecía muy contento-. Es que esas idiotas de ahí- señaló al salón, donde algunas se estaban impacientando porque él no aparecía-. Me están hartando ya- Susan sonrió de medio lado ante el comentario del chico.
- Ni idea... Yo creo que debemos estar en una especie de cuento... pero este no lo conozco... Mi madre era bruja, por eso no me contaba muchos cuentos muggles... Me conozco unos pocos, pero este... va a ser que no- suspiró ella-. Aunque tiene toda la pinta, si va de príncipes y cosas de esas...- meditó-. ¿Vamos a bailar?- preguntó. Se oía la música aún en el balcón. Sirius la miró extrañado.
- Si no hay nada mejor que hacer- se encogió de hombros y la condujo hacia dentro de nuevo, de la mano. Algunas de las presentes ya le echaban miradas asesinas, incluidas las hermanastras de Cenicienta, que no la reconocían.
Una música lenta y relajada era la que sonaba en esos momentos. Susan se sorprendió bastante de lo bien que bailaba el chico e inclinó su cabeza en el hombro de él, pasando sus manos por detrás de su cuello. Realizaban movimientos lentos, elegantes y naturales, era un momento mágico. Nunca llegaron a contar el tiempo que pasaron bailando, pero cuando Susan empezó a despertar un poco de su ensoñación (para ella solo existían Sirius y ella en ese momento) oyó algo que la espantó.
Las campanadas. Estaban dando las doce de la noche. Por su mente pasaron rápidamente las palabras de su hada madrina, y, como una autómata, se separó apresuradamente de Sirius, dejándolo desconcertado y salió corriendo antes de que él pudiera reaccionar.
- ¡Sussie!- exclamó el chico, pero era inútil, ya la había perdido de vista y entre tanta chica era imposible saber qué dirección había tomado. Soltó una exhalación de rabia, mientras otras chicas se cercaban a él. Las alejó de una forma bastante grosera para luego quedarse mirando fijamente al suelo donde antes había estado Susan.
Allí había un zapato. Uno de sus hermosos y pequeños zapatos de cristal.
La luz cegó por unos momentos a Anna. Cuando se acostumbró un poco a la claridad se quedó asombrada. Delante suya ya no estaba aquel lobo que ella había reconocido como Remus, si no un muchacho de su misma edad, con el pelo castaño muy claro, unos ojos colo miel que podían hacer derretir y una sonrisa un tanto fatigada, como si acabara de correr una gran distancia. No cabía ninguna duda. Era Remus.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó él, todavía aturdido, mirando a Anna. Veía doble, era como si hubiera dos chicas igual y estaba algo mareado. Anna lo vio con preocupación, se tambaleaba un poco y parecía desorientado.
- Remus...- empezó con voz débil, pero no pudo continuar. El licántropo se había desmayado.
Podía oír un molesto ruido como de una mosca zumbándole en el oído. Apartó aquella amenaza con un golpe de mano, muy similar al que haría un animal con su zarpa. Abrió los ojos de forma lenta, intentando enfocar la vista. Vio dos puntos azules justo encima de él. Parpadeó, no eran unos puntos azules eran los ojos celestes de Anna, que lo miraba con preocupación.
- ¿Estás bien?- le preguntó. Remus estaba tendido en la hierba y Anna estaba sentada a su lado. Había dejado de lado la cesta donde llevaba la comida para su supuesta abuela y miraba con una expresión preocupada al merodeador.
- Creo que me desmayé... Pero era un lobo... Y era de día... Y viniste tú...- Remus todavía estaba confuso y miraba un poco extrañado la vestimenta de su novia. Iba toda de rojo con una caperuza del mismo color. Ese no era el habitual estilo de la chica y le extrañó un poco.
- Pues a mí me dijeron que fuera a casa de mi abuela a dejarle la cesta... Ni idea de donde es, pero esa señora me dijo que siguiera todo el camino recto, la primera casa que encontrase... Ni idea de qué hago aquí, pero si la prueba esa de la que nos habló Dumbledore es llevarle la comida a mi "abuela" no creo que sea muy difícil- comentó.
- Pues supongo que tendremos que hacerlo- Remus se incorporó con un poco de esfuerzo. Ya estaba sintiéndose mejor. Anna asintió, levantándose ella también, no sin antes coger la cesta de la comida. Los dos emprendieron el camino, siguiendo el sendero, sin hablar.
El bosque se iba haciendo muy sinuoso y llegaron a una bifurcación de caminos. Miraron a derecha y a izquierda, indecisos.
- ¿Cara o cruz?- propuso Anna, sacando un galeón de su bolsillo. Remus asintió, conforme, por que no tenía ni idea de cual tomar-. Cara derecha, Cruz izquierda- añadió antes de tirar la moneda al aire y cogerla al vuelo. La destapó y se la enseñó a Remus.
- Cara, por la derecha- y los dos tomaron el camino que iba por la derecha, de nuevo, en silencio. El silencio era roto por los esporádicos cantos de los grillos y algún que otro aleteo de algún pájaro. Anna estaba empezando a hartarse de tanto andar, después de todo... Que prueba más estúpida, llevar la comida a una mujer que vivía en el bosque... Desde luego, Dumbledore debía de estar escaso de ideas.
De pronto, los árboles empezaron a escasear hasta dar a un pequeño claro del bosque. Allí había una pequeña casa, modesta donde l humo salía por la chimenea. Remus miró de reojo a Anna.
- Debe de ser esta- comentó la chica, no muy segura. Se acercó de forma insegura, siendo seguida por Remus. Cuando estaba a punto de tocar a la puerta para ver si estaba su supuesta abuela, una voz la interrumpió.
- ¡Ey! ¿Pero qué se supone que estás haciendo?- exclamó un hombre maduro, saliendo de la espesura del bosque. Cargaba con él una enorme escopeta de cazador. La voz de Anna tembló ligeramente.
- Vengo a traer la comida a mi abuelita- dijo de forma nerviosa. El cazador miraba de una forma muy extraña a Remus.
- No puedes entrar- le informó el cazador, cruzándose de brazos, molesto.
- ¿Por qué no?- se molestó Remus. Nadie daba órdenes a su novia.
James estaba medio desesperado. La tal Úrsula-suplanta-Lily era insufrible. Que si la decoración para la boda, que si era en alta mar, en un barco, que si tal tarta, que si estas flores... Ya le dolía la cabeza de solo escucharla. Si no fuera por que tenía que hacerle caso a la Lily de verdad, ya la habría mandado a freír espárragos hace ya tiempo.
El día de la boda se acercaba peligrosamente (N.A: En el cuento de James y Lily pasan muchos días, en el de Susan y Sirius unas cuantas horas y en el de Anna y Remus unos cuantos minutos xDD) y James cada vez se desesperaba más. Úrsula, que era demasiado atontada como para darse cuenta que James se había percatado de que ella no era Lily, estaba toda emocionada.
Mientras tanto, Lily, que había sido llevada a una parte desconocida del reino y abandonada allí, se había enterado del enlace por los periódicos. Ahora viajaba hacia el Norte, dispuesta a llegar al lugar del enlace de su James. Lo curioso era que el enlace era con ella, pero otra persona suplantando su cuerpo. Se veía su foto en el periódico, en las revistas, en la calle, por todos lados. Y era algo extraño oír su propio nombre junto al de James relacionados con la palabra boda. Esbozó una pequeña y discreta sonrisa ante aquel comentario. Quizás, algún día...
Por fin, aquella mañana festiva para el pueblo, amaneció despejada. James estaba nervioso. No había tenido noticias de SU Lily, la de verdad, en todo aquel tiempo y estaba un poco preocupado. ¿Y si no conseguía llegar a tiempo? Bueno, cuando le preguntase el cura diría que no y ya está... ¿Dónde estaría? Tenía que confiar en ella, si ella había dicho que iba a llegar, era que lo iba a hacer.
Sus consejeros lo vistieron con sus mejores galas, le hicieron un repaso de última hora sobre la ceremonia, y, poco más tarde, fue transportado en una barca escoltada hasta en enorme yate donde se iba a celebrar la boda. Había numerosas personalidades famosas y muy importantes, James tuvo que saludar a todos. Estaba acostumbrado por sus deberes reales en el Valle de Godric, y tampoco le fue muy difícil. No recordaba ningún nombre, pero gracias a su improvisación y su buen humor, logró que nadie notase la diferencia.
De pronto, sonaron las trompetas. James se situó junto al pequeño altar improvisado construido en la cubierta más grande y se volvió para ver a la Úrsula-Suplanta-Lily en el cuerpo de su novia. Estaba guapa, no cabía duda, después de todo, era el cuerpo de Lily, ella siempre estaba guapa... Pero no le cupo duda que aquel no era el tipo de vestidos del gusto de Lily. Demasiado escotado (¡Se le veía todo!) y con una cola en la parte de atrás demasiado excesiva. Llevaba el pelo recogido en un elegante moño, que le hacía la cara ligeramente más tersa y su expresión algo más fea.
Casi sin darse cuenta, ya la tenía a su lado con una sonrisa más parecida a una mueca. El cura empezó a hablar, pero James no escuchaba realmente. Estaba impaciente, si Lily no aparecía en ese momento...
- Tú, Liliana Mariana Evans, ¿Aceptas al Príncipe James Jordee Potter como legítimo esposo y las responsabilidades que ello conlleva?
- Sí, Acepto- dijo Úrsula, viéndose ya princesa del gran reino.
- Tú, James Jordee Potter, ¿Aceptas a Liliana Mariana Evans como legítima esposa?
- Yo a Lily la aceptaría, pero a esta de aquí al lado no la aguanto- comentó James, impasible. Se dio la vuelta. Allí estaba.
Lily había llegado nadando hasta el yate. Se había subido a duras penas ahora miraba a James con una sonrisa por la respuesta que acababa de dar su novio. Úrsula no se lo podía creer, y todavía no reaccionaba. Pero cuando vio que James se iba a acercar a la Lily de verdad, chasqueó los dedos.
- Ahora vas a tener que diferenciar a la verdadera- La ropa de Lily cambió y estaba igual que la de Úrsula. Se intercambiaron de forma similar que los cubiletes en juegos de dados y una se quedó a la derecha y la otra a la izquierda. James abrió la boca. Las dos estaban idénticas, con el traje de novias.
La Lily de verdad no podía hablar, y la otra no lo iba a hacer. ¿Era buena actriz la Úrsula? ¿Cómo reconocería a su novia? ¿Cuál de las dos idénticas, que le lanzaban sendas miradas asustadas, era la verdadera Lily?
Se armó un gran revuelo. Sirius ordenó una búsqueda de Susan a la mañana con el zapato que la chica había dejado atrás, por toda la ciudad. No sabía muy bien por qué había salido corriendo, no lo entendió... ¿Formaba parte aquello de la prueba de Dumbledore? ¿Dónde estarían James y Remus? ¿Viviendo una situación parecida?
Se sentó de nuevo en el trono. Había tenido que soportar una charla del supuesto rey, que decía ser su padre, sobre las responsabilidades que acarreaban la elección de la chica que se convertiría en su esposa. Él había mandado buscar a Susan por que quería estar con ella, no porque quisiera casarse con ella, ¿no?
Por un extraño momento se imaginó a sí mismo casado con Susan. Y lo más raro fue que la idea no le desagradó del todo. Él siempre había sido mujeriego, le encantaba que las chicas estuvieran detrás de él, y de hecho, chicas detrás de él no faltaban, pero no era lo mismo que con Susan... Ella era distinta, no era como el resto...
Susan se levantó tras haber pasado la noche de nuevo en la casa de sus estúpidas hermanastras y su insoportable madrastra. ¿A qué otro sitio podía volver? Cuando se encontró con ellas en el salón, estaban todas muy emocionadas. Susan no tardó en averiguar que aquella misma mañana llegaría un mensajero del rey para probarles los zapaos y encontrarla a ella. Se había dado cuenta de que había perdido el zapato nada más hacerlo, peor no podía volver atrás... Por lo que le había dicho el hada madrina.
Llamaron al timbre y Susan tuvo que abrir, por orden de su supuesta madrastra. Estaban allí los enviados del príncipe, con su zapato en un cojín. Las dos hermanastras se pelearon por probárselo en primer lugar y la mayor salió victoriosa.
Su pie era demasiado grande y ancho, no entraba casi ni el dedo gordo del pié allí. Desilusionada, se lo pasó a la menor, que tenía el pie ligeramente más pequeño, pero que de ninguna forma podría entrar en un zapato tan diminuto. Estuvo mucho tiempo intentándolo, intentando encargar el pie en él hasta que...
¡ZAS! El zapato cayó al suelo, rompiéndose en pedacitos. Los consejeros se alarmaron, ahora ya no podía probar el zapato en el resto de las doncellas del reino, se había roto y sufrirían las represalias del príncipe...
- Yo tengo el otro par- dijo de pronto Susan, sorprendiendo a todos. Sus hermanastras se volvieron a ella con cara de horror y su madrastra con incredulidad. Los consejeros, sin embargo, la miraron esperanzados. Susan fue a la habitación donde había dormido la noche anterior y trajo el zapato. Efectivamente, era idéntico.
Le probaron el zapato a Susan, que tenía un pié muy pequeño, y encajó perfectamente. El horror estaba dibujado en sus hermanastras y su madrastra.
- ¡Hemos encontrado a la futura princesa y reina del país!- exclamó uno de ellos, con regocijo. Susan sonrió, abochornada ante tanto honor. Estaba acostumbrada a su humilde vida de campesina-. Sígame, su futura Alteza.
Y Susan se fue de allí, siguiendo a los enviados del príncipe hasta el palacio. Cuando llegó, Sirius la estaba esperando. Corrió hacia él a abrazarlo, pero entonces, un extraño resplandor blanco los cegó a los dos y desaparecieron de allí.
Habían superado su prueba.
- No podéis entrar por que antes que ella tenía que entrar un lobo, suplantar a la abuela y hacerse pasar por ella. Luego, cuando parezca que caperucita está perdida, yo apareceré y seré el héroe por que la salve- explicó el cazador-. Y no sé que pintas tú aquí, muchacho, ¡Pero en la historia no hay ningún chico que acompañe a Caperucita!
- Ya no hay lobo- intentó explicar Anna, mirando de reojo a Remus, que no parecía haber entendido muy bien. Anna pareció haberlo entendido. Estaban dentro de un cuento, pero lo acababan de cambiar, por que se suponía que el lobo era malo-. Así que tú tampoco deberías de aparecer en el cuento... Se ha cambiado.
- ¿Estamos dentro de un cuento?- preguntó Remus, que parecía que lo había entendido por fin. Su comentario fue ignorado.
- No, no, no- negó el cazador, emperrado en que todo saliese como él tenía planeado-. A mí no me pagan por horas, ¿sabes? Si estoy aquí es por que se hace todo como yo diga, a mí me dijeron que primero tenía que entrar el lobo, y luego lo de: "¡Qué orejas tan grandes, abuelita!" y esas cursilerías... Así que cuanto antes acabemos, mejor para todos. ¿Dónde se ha metido el lobo?
- Que ya no hay lobo... Ahora hay improvisación, nos quieren poner a prueba nuestras dotes de actores- inventó Anna, cansada del tío-. Así que tú te quedas allí, entre los arbustos, por si acaso aparecen platillos alienígenas a atacarnos y nos salvas, ¿vale?
- Pero eso no estaba en el contrato...- protestó él, yéndose de nuevo hacia los arbustos. Anna suspiró aliviada y tocó al timbre.
- Pasa la patita por debajo de la puerta- se oyó una voz de anciana-. ¡Ay, no, eso era de otro cuento! Da igual, la puerta está abierta.
Remus y Anna entraron. La chica le dejó la comida en la mesilla de noche y cuando se volvió para hablar con la anciana, una luz cegadora cubrió la habitación y los dos chicos desaparecieron.
Habían superado su prueba.
- Tengo que dejar de trabajar tanto- murmuró la anciana, algo sorprendida-. Estoy empezando a tener alucinaciones.
James cambió la vista de una a la otra. Las dos le hacían gestos, como intentando decirle algo. Miró a los ojos a la primera. Eran los de Lily, sin ninguna duda, aquel verdes tan sombroso y cautivador era inconfundible. Miró a la segunda. Tenían el mismo color, pero en ellos había un brillo. Un brillo que Lily sólo tenía cuando lo miraba a él.
Todos los presentes al enlace contuvieron la respiración cuando James se acercó lentamente a la segunda chica y le sonrió. Lily le devolvió la sonrisa y lo abrazó, en el mismo momento que Úrsula suplanta Lily soltaba un grito de frustración y se volvía a transformas en un animal marino.
De pronto, la pelirroja recuperó la voz.
- ¿Cómo lo supiste, principito?- preguntó de forma juguetona ella.
- Por tus ojos, princesita- murmuró él, estrechándola más junto a sí.
Hubo un nuevo destello de luz y ambos fueron transportados lejos de allí. Habían superado su prueba.
Aparecieron en una sala donde había una enorme puerta delante de sus narices. Sabían que la puerta los llevaría al mundo real.
- ¡Lily! ¿Te nos has casado y no nos has enviado invitación a la boda?- preguntó de forma acusadora Susan, mirando el vestido de novia de su amiga y el traje de James. La pelirroja se sonrojó un poco.
- Más o menos- contestó-. Pero yo no dijo nada, Anna tiene pintas extrañas y es peor.
- ¡Ey!- protestó la aludida, que aún seguía llevando su caperuza de caperucita roja. Encontró ahora sí en su bolsillo la varita. Suspiró, en la prueba no le habían dejado usarla.
- ¿Estáis preparados para volver otra vez?- preguntó dudoso Sirius, mirando la puerta, que empezaba a abrirse con un chirrido.
- Lo echaré de menos- comentó Lily con nostalgia-. Pero es hora de enfrentarse al mundo real.
- Aún nos queda nuestro último curso en Hogwarts... Y vamos a aprovecharlo, ¿no?- a James se le había dibujado una sonrisa traviesa en el rostro, mientras Lily lo miraba divertida.
- Pues os tomo la palabra- anunció Remus, adelantándose para ser el primero en cruzar la puerta, con todos los demás detrás.
James y Lily fueron los últimos en cruzarla. Se miraron durante escasos segundos y luego él la abrazó, para afrontar juntos el destino que les esperaba allí fuera. Todavía seguían vestidos de novios... De forma simbólica, eran ya marido y mujer.
FIN
Aixx, ese final un poco empalagoso, no?
Este deberia sr el tipoko momento en el que yo diria muxisimas asias x vuestros reviews, x vuestro apoyo, q sin vosotros nada d sto abria sido posible... Buff, el tipico discurso de fin de un fic. Pero como no qiero enrollarme muxo, solo dire q... Estoi emocionada! Bueno, q spero q ls aya gustado i q m djn algun review, q es el ultimo capitulo, eps? ;)
Bueno, ya llego a su fin. Ustedes diran. Muxos besitoooos!
Ustedes deciden, esta es la ultima oportunidad q tienen para djar rr en esta istoria... ¿q esperan?
Aviso: No creo q aya continuacion, al menos no en un futuro proximo, pro si me da x acrla... Ya se vera, aunq lo mas seguro es q nop.
Mxxs besitos, los quier i ls agradc l apoyo:
AnnaBlack
