Roy odiaba la lluvia. Era mojada y fría y arruinaba todo. La lluvia hacia que se cayera en medio de la calle y lograba q todos sus años estudiando alquimia sean completamente inútiles. Nunca le gusto la lluvia y ahora esta le había probado una vez más que no era nada más que una gran molestia.

Roy y Riza se habían quedado trabajando hasta tarde. Cuando al fin acabaron, la oficina estaba vacía y Roy se había ofrecido a caminar con Riza hasta su casa, por q era tarde y estaba oscuro y nunca se sabía que podía pasar. Todo era perfecto, HASTA que comenzó a llover.

Roy se sintió como un niño que no recibe más que medias por Navidad. Y debía haberse visto como uno, por que Riza se rió de él y, cogiéndolo su mano, comenzó a correr hacia su casa.

Para cuando llegaron, Roy había dejado de sonrojarse y ambos estaban empapados hasta los huesos. Riza busco la llave en sus bolsillos y una vez que logro abrir l apueste, empujo a Roy dentro de la casa. Inmediatamente el suelo se lleno de lodo y comenzó a formarse un charco a sus pies, así que ambos se sacaron los zapatos y los abrigos y corrieron hacia la sala.

Ahí Roy se acerco a la chimenea y trato de prenderla, fallando miserablemente por que sus guantes se habían mojado (obviamente) El coronel comenzó a frustrarse. Estaba mojado y frío, no podía prender una simple fogata y sus dedos estaban prácticamente morados.

-¡Odio la lluvia!- y para demostrarlo Roy comenzó a enumerar todas las razones por las que la lluvia no era más que un fastidio, una molestia y completamente innecesario para mantener el orden del universo. Pero el coronel se detuvo de pronto al fijar su mirada en la teniente, quien sin previo aviso se había quitado el polo, q cayo al piso con un suave "splash"

Roy se sonrojo de nuevo y no pudo evitar recorrer su, ahora casi desnudo, pecho con la mirada. La única cosa que la separaba de él era su sostén negro, que también estaba empapado, así q no era de mucha protección. Por un momento Roy pensó que el frío la estaba afectando o algo así, pero le costaba mucho elaborar cualquier pensamiento coherente como para sacar alguna conclusión.

Rápidamente Riza cerró la distancia entre ellos y sus manos se dirigieron al borde de su polo. Levantando la cara, le dirigió una mirada pícara que aparentaba ser inocente, haciendo que sus rodillas temblaran

-Primeo que nada, hay que salir de esta ropa mojada- Roy le sonrió, su cerebro descongelándose al fin y su polo paso a unirse al de ella en el piso.

Cuando su pantalón paso a formar parte de la creciente pila de ropa mojada (e inútil), dejándola solo en su negra (y mojada) ropa interior, Roy no pudo evitar pensar que tal vez, sólo tal vez, la lluvia no era tan mala después de todo.