-Lo q yo haga con MI vida no es asunto suyo, coronel. Usted no tiene ningún derecho a meterse en mi vida privada-
Roy se levanto tan rápido q su silla cayo al piso, produciendo un fuerte ¡Bam! Estampo sus manos en su escritorio y le dirigió a su teniente la mirada más intensa q pudo producir. Pero ella ni siquiera pestañeo y le devolvió la mirada con la misma intensidad, como retándolo a responder.
Y el día había comenzado tan bien.
Roy había estado feliz, no tenía mucho trabajo q hacer y había una hermosa chica esperándolo para salir en la noche ¿Cuál era su nombre de nuevo? Ah, Emily, claro. Tendría q acordarse. El alquimista estaba en medio de sus reflexiones cuando ocurrió.
Alguien toco la puerta y acto seguido entro un hombre con el ramo de flores más grande q Roy había visto nunca. Con paso seguro se dirigió donde la teniente Hawkeye, depositó las flores en su mesa y, mientras una desconcertada Riza firmaba el recibo, pronunció algo sobre un admirador secreto y los amores de la juventud q Roy llegó a registrar del todo.
Y entonces, Roy vio algo q nunca había visto antes. La teniente se sonrojo y se agacho a oler las flores. Cuando se levanto de nuevo, tenía la más encantadora sonrisa adornando sus labios. Y el coronel sintió algo clavarse en su pecho al saber q él no era el causante de esa sonrisa.
Desde ese momento, el día fue un infierno para él. Trato de concentrarse en el trabajo (lo q sorprendió a más de uno), pero cada 5 minutos levantaba la mirada para encontrarse con las ofensivas rosas y luego con la sonriente Hawkeye, q había comenzado a tararear canciones ¡Nunca antes había tarareado canciones!
Para el final del día, los nervios de Roy estaban hechos trizas. Había intentado de todo, pero no podía apartar su mente de ella y esas odiosas flores por un segundo. A cada rato se le aparecía la imagen de un hombre, comprándole flores, caminando cogido de su mano, besando sus suaves labios,…
Lo peor era q el alquimista no sabía de donde habían salido todos esos sentimientos. ¿Desde cuando le importaba tanto Riza? La conocía desde hace años, desde la guerra, era su guardaespaldas, su confidente, su amiga…¿Por q de repente le molestaba tanto q recibiera flores? El salía a cada rato con otras chicas, Riza tenía el mismo derecho. Pero ese solo pensamiento hacía q su pecho se retorciera. Ya no sabía q le molestaba más, el hecho de q Riza recibiera flores, o q a él le molestara q recibiera flores.
Sin embargo, sus nervios no pudieron superar la última prueba. Como de costumbre, Roy y Riza fueron los últimos en irse. Estaban a punto de marcharse, cuando Roy vio como Riza levantaba con amoroso cuidado el jarrón con las flores y lo llevaba contra su pecho, sonriéndolo y abrazándolo como si se le fuera la vida en eso. Y hasta allí llego.
El coronel le pregunto de quien eran, su tono frío e impersonal. Ella le dijo q no sabía, un poco sorprendida por su tono de voz. Él comenzó un discurso de cómo no podía aceptar cosas sin saber de quien eran, q era peligroso, q debe deshacerse de ellas. Ella lo escucho incrédula para luego responderle q estaba exagerando. El coronel se enfado y le demando se deshiciera de ellas. Y ella le contesto lo q ya sabemos.
Así q así se quedaron, ambos mirándose fijamente tratando de saber q estaba pensando el otro. Ambos decididos a hacer q el otro ceda, q haga el primer movimiento. Roy cedió.
En un abrir y cerrar de ojos cubrió la distancia entre ellos y de un manotazo mando el jarrón fuera de las manos de Riza y contra el suelo, donde se rompió en miles de pedazos. Pero no se detuvo ahí, sino q empujo a Riza fuertemente contra la pared, apresando su cuerpo con el suyo y juntando sus labios en un beso tan apasionado como brusco.
Roy no sabía q estaba haciendo, no podía pensar, no quería pensar. Lo único q sabía era q le encantaba sentir su esbelta figura contra su cuerpo, como podía sentir cada una de sus curvas y lo dulce q sabían esos labios!
Pero todo tiene q acabar y el coronel sintió sus labios separarse cuando la necesidad de aire se hizo incontrolable. Sus respiraciones eran fuertes y aceleradas, y Roy puso su frente contra la suya, mirándola fijamente en sus ojos canela.
-Eres mía, mía! Mía y de nadie más, lo sabes, era solo mía- volvió a reclamar su boca y esta vez sintió como ella respondía a sus besos. Por un momento pensó q estaba soñando, pero cuando sus brazos lo rodearon, se convenció q tal vez no estaba alucinando. A lo mejor no estaba tan loco después de todo –Y yo soy el único q puede enviarte flores-
