Capítulo VI: El encuentro con Frederick Pondrek

Sintió que los párpados le pesaban. Ya era de noche y tenía sueño. Sería mejor que fuera a descansar. Hacía dos horas que estaba leyendo aquel libro, y no había encontrado nada. Lo cerró y lo llevó con él hasta su dormitorio. Dejó el Libro Blanco sobre el escritorio y se derrumbó sobre la cama, exhausto.

Apenas habían pasado unos cuantos minutos, que Harry, entre sueños, escuchó un ruido en la ventana. No se movió. Sabía quien era. Lo podía sentir, lo podía oler, lo podía oír… Permaneció quito, fingiendo estar profundamente dormido, mientras escuchaba detenidamente todos los sonidos.

La ventana se había abierto lentamente, tratando de hacer el menor rudo, y luego, la habían cerrado de la misma manera. Potter sintió la adrenalina correr pos su cuerpo. Lo tenía acorralado. Escuchó los pasos silenciosos de alguien que se arrimaba a su cama. Casi podía ver la imagen. Pudo sentir, mas que oír, como el individuo sacaba la varita de su bolsillo, y apuntaba con ella a Harry. Sin embargo, éste no se movió. Esperaría.

-Accio Dair..-escuchó que decía la voz. Pero no pudo terminar. Harry sacó la varita rápidamente y apuntó hacia el extraño.

-Rotufus!-gritó. Un rayo de luz lila brotó de la varita de Harry, pero el individuo se lanzó al piso, y el hechizo golpeo contra la pared, formando una gruesa capa de hielo en el lugar del impacto.-Sabía que vendrías-dijo luego, mirando al hombre que yacía en el piso.

-Sabía que me estarías esperando-le respondió éste, al tiempo que se ponía de pie de un salto, y exclamaba-Langilus!

-Escudo!-gritó Potter. El as de luz azulada golpeó contra un escudo invisible, y regresó hacia su ejecutor, rozándolo en una pierna. La pierna comenzó a sangrar descontroladamente.-Cadenus!-exclamó Harry, y unas cadenas amarraron al muchacho de manos y pies.-Muy bien. Ahora veamos.-hizo un movimiento de varita y las luces se encendieron el  dormitorio. En el suelo había un joven pelirrojo de pelo algo largo, ojos color avellana, labios delgados, y una pierna mal herida.-Frederick Pondrek. Interesante. Sabes, con mis compañeros nos hemos planteado un verdadero problema. ¿Por qué, un muchacho inteligente, de buen nivel social, sin admiración por las Artes Oscuras, desaparece de un día para el otro, y repentinamente se ve involucrado en varios crímenes de desapariciones?

-Eso no te incumbe-le respondió.

-Pero creo saber la respuesta-continuó Harry, tomando una silla del escritorio, y sentándose junto a Frederick.-El poder. Eso te atrajo, ¿verdad? Desde joven. Desde que leíste este libro.-dijo Harry, tomando el Libro Blanco, el cual estaba a su alcance. La cara de Frederick demostró terror.

-¿Cómo lo conseguiste?-preguntó bruscamente.

-Natasha me lo dio

-Entonces, la conoces

-Sí. Una excelente dama. Gracias a este libro pude averiguar muchas cosas

-¿A sí?-dijo Pondrek, tratando de mostrarse indiferente.

-Si. Como por ejemplo, sé que tú y Denewis Dolbour tratan de abrir la Boca del Encierro para liberar a los Cuatro Demonios, y así recibir una… recompensa.-dijo Harry tranquilamente.

-No tienes pruebas-exclamó enojado Frederick.

-No, claro que no las tengo. Pero no las necesito, ¿sabes? Porque también sé que para poder liberar a los Demonios, necesitan esto.-dijo Potter, sacando de su bolsillo el Dairmon.-Y Yo no pienso dártelo.-Pondrek sonrió e incluso rió levemente.

-Eres muy inteligente Potter. Pensé que podría venir acá, y sacarte el Dairmon sin que lo notaras. Sabes, lo perdimos durante nuestro último encuentro con un muchacho el Hogsmade. Y como ya descubriste, es un elemento esencial para traer de vuelta a los Demonios.-le dijo Frederick.

-Es una pena que nunca lo vayan a recuperar-exclamó Harry.

-Podemos hacer un trato, ¿eh Potter? Tu nos devuelves el Dairmon, y te podrás unir a nosotros. De esta manera, cuando liberemos a los Demonios, tu podrás pedirle lo que quieras.-exclamó Pondrek. Harry dudó durante unos segundos. Lo que quisiera…

-¿Cómo piensan liberarlos?-preguntó.

-Parece que no lo entiendes, Potter. No te diré nada, hasta que no digas si te unirás a nosotros o no.

-No estas en condiciones de poner las reglas. Primero quiero saber todo sobre el plan, y luego decidiré si participaré o no.-exclamó Harry, algo enfadado. Frederick pareció dudar unos segundos. Pero no tenía muchas alternativas. Debía lograr que Potter aceptara, o de lo contrario, sería entregado a la justicia, y ahí lo harían hablar de todos modos.

-Pues bien… Pero será una historia larga, y no puedo contarla atado.-dijo Frederick, torciendo una malvada sonrisa. Harry frunció el ceño, y moviendo la varita, soltó las cadenas. El muchacho se puso de pie, tomó la otra silla que había en la habitación, y se sentó.-Como ya debes saber, hace cientos de años, los Demonios fueron encerrados en otra dimensión, a través de la Boca del Encierro, por los Kaidath. Es un poco irónico, si lo piensas, porque los Kaidath utilizaron las magias oscuras creadas por los mismos Demonios para encerrarlos, y todos sus poderes fueron guardados en los Dairmons. Pero, ¿adivina cómo se logró abrir la Boca del Encierro? ¿Qué maleficio se utilizó?-preguntó Pondrek. Tenía una expresión casi ávida en su rostro. Harry comprendió.

-El Maleficio de la niebla-dijo.

-Sí. Se lo llamó el Maleficio del Encierro, en honor a los Demonios. Es magia muy antigua, casi olvidada. Los Kaidath realizaron estos maleficios en distintos puntos de lo que hoy es una ciudad, hasta formar la Estrella de los Demonios, que ya la conoces. Los Dairmon tienen la forma de esa Estrella. Hicieron desparecer a través de cada niebla a una persona, y finalmente, en el centro de la estrella, hicieron un último maleficio, el cual abrió la Boca del Encierro. Lograron lanzar a través de la Boca a los cuatro Demonios, y luego la cerraron de nuevo, no sin antes traer de regreso a todos aquellos que habían lanzado previamente para llevar acabo el maleficio.

-¿Eso quiere decir, que todos los que desaparecen en la niebla, pueden ser traídos de vuelta una vez que se abre la Boca?-preguntó Potter, estupefacto.

-Sí. Así es.-

-Entonces, ustedes trazaron la misma figura que años atrás hicieron los Kaidath, pero esta vez para traerlos de regreso-razonó Potter.

-Sí, pero esta vez es mas difícil, porque para traerlos de vuelta, tenemos que conseguir los Cuatro Dairmon, ubicarlos de la manera correcta en el centro de la estrella, y luego realizar el último Maleficio de Encierro.

-Comprendo.-dijo Harry.-¿Cómo averiguaron todo eso?-preguntó. Frederick señaló el libro que tenía en la mano.

-Abre hacia las últimas páginas-le dijo. Harry obedeció. Estaban en blanco. Levantó la mirada, cuestionando con ella al muchacho.-Están escritas en Runas Antiguas, y además, tienen un hechizo anti-revelador. Tardé mucho tiempo en poder descubrir cómo leer las páginas. Pero lo hice. Anoté todo lo que decía, y cuando salí del Houxborn, busqué a alguien que supiera cómo encontrar los Dairmon. Y así encontré a Denewis. Hemos dedicado los últimos cuatro años en encontrarlos. Pero lo hicimos. Y acá estoy, tratando de recuperar uno de ellos, que muy estúpidamente perdimos.

Harry ya casi no escuchaba. Razonaba lo que Natasha le había dicho, esa misma mañana. Sigan las huellas de la niebla. Yo ya les di toda mi ayuda en nuestro primer encuentro. El futuro, esta a veces, escondido en los recuerdos del pasado. Sigan las huellas de la niebla… sí… tendrían que haber averiguado el origen de la niebla, y todo hubiera quedado mas claro. Yo les di toda mi ayuda en nuestro primer encuentro… el Libro Blanco… todo estaba allí explicado… El futuro, esta a veces, escondido en los recuerdos del pasado… Los chicos tenían razón. Años atrás, Hermione y Ron habían desaparecido tras esa misma niebla blanca… si Harry hubiera hecho un esfuerzo por recordar… habría logrado conseguir las palabras mediante las cuales se convocaba a la niebla. Se sintió un estúpido.

-¿Y bien Potter? Ya lo sabes todo. ¿Te unes o no?-le preguntó Frederick. Harry lo miró durante unos segundos, y luego habló.

-Quiero que el poder sea repartido equitativamente. Quiero un tercio. –declaró finalmente. Frederick sonrió.

-De acuerdo. Tienes un tercio. Ahora, dame el Dairmon.

-¿Me crees idiota, Pondrek? Yo tendré el Dairmon hasta el día en que abramos la Boca.

-De acuerdo Potter. Como digas.-le contestó Frederick, poniéndose de pie, y haciendo una reverencia-¿Dónde dejé mi varita?-preguntó luego para sí mismo. Tomó su varita del suelo, y señalando a su pierna herida hizo aparecer unos vendajes.-Mucho mejor. Entonces Potter, tenemos un trato. Bienvenido al equipo-le dijo Frederick extendiéndole una mano. Harry la miró durante unos segundos, y luego la estrechó.

-Tenemos un trato.-repitió Harry. Separaron las manos, Frederick fue hacia la ventana, pero antes de salir, volvió a hablar.

-A propósito Potter, ¿a quién quieres rescatar de la Boca del Encierro?-le preguntó. Harry levantó las cejas sorprendido.-¡Vamos!-dijo Pondrek riendo-¿Piensas que no me di cuenta en el interés que demostraste a partir de que te dije que la gente desaparecida en la niebla podía ser traída de vuelta?-Harry sonrió. Frederick era realmente inteligente.

-A unos viejos amigos-respondió simplemente.

-Cuenta con mi ayuda Potter-le dijo Frederick, haciendo una reverencia.

-¡Espera! ¿Traerán de vuelta a todos aquellos que hicieron desaparecer para llevar poder abrir la Boca?-preguntó Potter cuando Frederick ya estaba en el marco de la ventana.

-Eso lo veremos luego-contestó este, y luego, se lanzó por la ventana.

Harry corrió hacia la ventana, pero al asomarse, no quedaban rastros de Frederick Pondrek. Cerró la ventana, y se lanzó sobre la cama, sin poder creer lo que acababa de suceder. Había accedido a traer de nuevo a la tierra a cuatro demonios, conocedores de todos los secretos de las artes oscuras, sólo para rescatar a sus amigos. Metió la mano en el bolsillo donde había dejado el Dairmon y lo miró unos segundos. ¡Qué irónico que era todo esto! Harry Potter, el muchacho que había vencido al Lord Oscuro, ahora se estaba convirtiendo en uno.Un tercio de la recompensa… pensó. Pero no era eso lo que lo atraía. Simplemente lo había dicho para que Frederick pensara que Harry era como él, codicioso, sediento de poder. Pero ahora, sabía todo sobre el plan. Sabía cómo pensaban abrir la Boca del Encierro, y por qué lo hacían. Y lo peor de todo, es que él se había involucrado en aquel acto diabólico. Guardó nuevamente el Dairmon dentro de su bolsillo, y giró sobre su costado derecho para poder dormir. Cerró los ojos, y con una tranquila sonrisa, calló en el mundo de los sueños.