Capítulo XI: El Hogar de Fugitivos
Golpeó pesadamente contra el piso de su departamento. Se puso de pie y limpió el polvo que había en su túnica. Peinándose con una mano, miró hacia delante. Sentado tranquilamente en su comedor se hallaba Frederick Pondrek.
-Solo me queda una duda... ¿cómo te sacaste de encima a todos ellos?-dijo Pondrek, torciendo sus finos labios en una macabra sonrisa.
-Les dije que iba a buscarlos.-contestó Harry, mientras salía de la chimenea y buscaba con la mirada a otra persona.
-Será mejor que bloquees la entrada a tu casa a través de la Red Flu. No queremos visitas imprevistas-le sugirió el joven, que miraba sus movimientos detenidamente.
-¿Dónde esta Denewis?-preguntó Harry, ignorando la acotación de Frederick.
-En tu cuarto. Dice que le duelen las costillas.- le contestó. Potter asintió con un movimiento de cabeza, y lanzó un encantamiento a la chimenea.
-Ya no habrá visitas "imprevistas"-dijo Harry, sonriendo al pelirrojo que estaba sentado en su comedor.
-Las cosas están saliendo mal, Potter-dijo Frederick, enderezándose en su silla.
-Lo sé-estuvo de acuerdo el pelinegro, mientras que también se sentaba en una de las sillas.
-No lo entiendes. Tenemos que hacer el hechizo todavía seis veces más. El 30 de Mayo todo tiene que estar listo para la ceremonia final, Potter. Pero con toda esta gente persiguiéndonos, es imposible.-explicó Pondrek.
-Lo lograremos, ya se nos va a ocurrir algo-Harry trató de ser positivo.
-Arggg!-se escuchó el grito dolirod de Denewis, desde el dormitorio. Ambos se pusieron de pie rápidamente. El de ojos grises y pelo negro se encontraba tirado en la cama, con la túnica que Harry le había prestado empapada en sangre.
-¿Qué te sucede?-le preguntó Frederick, impresionado.
-No... lo sé...-dijo Dolbour entre gritos de dolor. Harry se acercó al ex-mortífago, y rompiendo la túnica, examinó la herida. Sin decir una palabra, se puso de pie, camino a la cocina. Frederick lo siguió.
-¿Qué haces?-preguntó al ver a Potter buscando entre cientos de frascos que tenía guardados en una gran alacena.
-Es un maleficio Exparta. Es antiguo, y poderoso, una vez que el maleficio golpea el cuerpo del enemigo, se instala en su interior como una especie de virus, como un veneno. No permite cerrar la herida, y va hiriendo poco a poco cada parte del cuerpo, hasta matarte. Es sumamente doloroso, y si lo dejamos seguir avanzando, no vamos a poder salvar a Denewis.-explicó Harry sin siquiera mirar a la persona con la que hablaba.
-¿Con qué se lo cura?-preguntó Pondrek, preocupado.
-Con esto-dijo Potter, sacando triunfante un frasco de la alacena. Rápidamente fue hacia su cuarto, donde Dolbour se encontraba en plena agonía.-sostenlo fuerte-le ordenó a Frederick. El muchacho asintió con la cabeza, y sacándole la varita a Potter del bolsillo, convocó unas cadenas que ataron a Denewis fuertemente.-Esto va a doler, Dolbour-le informó Potter, pero no le dio tiempo a que se quejara. Ágilmente vertió casi todo el contenido del frasco en la herida de Denewis, quien gritó fuertemente. Tenía razón. Era increíblemente doloroso.
Diez minutos más tarde, Denewis se encontraba inconsciente en la cama, pero la herida estaba cicatrizando. Potter y Pondrek se encontraban en la sala, conversando.
-Nosotros ya no podemos salir, Harry. Nos atraparán-advirtió Frederick, mirándolo fijamente.
-Ya lo sé.-comentó Potter, caminando de un lado al otro de la habitación, visiblemente nervioso, con las manos en la cabeza. Se detuvo entonces abruptamente.-Tengo un lugar donde se pueden esconder...-comentó, girando para mirar de frente a su compañero.-Es una casa apartada. Pertenecía a mis padres. Fue destruida el día que Voldemort quiso matarme, pero yo mandé a reconstruirla hace ya varios años. Está vacía, y nadie nunca va ahí. Y aunque fueran, no pueden entrar sin mi autorización. Está protegida por un hechizo antiguo.-explicó Harry, sonriendo satisfecho. Frederick lo miró durante unos segundos, inmóvil.
-¿Y que hay del Maleficio del Encierro?-preguntó entonces Pondrek, astutamente.
-Yo me encargaré.-aceptó el pelinegro.
-Es peligroso, Potter. Si te descubren...-comenzó Frederick.
-Los mato-lo interrumpió Harry, sin inmutarse ante sus palabras. Pondrek soltó un silbido agudo.
-Vaya... esos viejos amigos deben ser realmente muy importantes ¿no?-
-Se lo de debo... me salvaron la vida-dejó escapar el pelinegro con cierta melancolía.
-¿Cuándo partimos hacia esta casa?-
-Mañana temprano. Ahora hay demasiada gente buscándolos. Mañana será más fácil esconderlos entre la multitud.-
-A veces, Potter, juro que me sorprendes.-confesó entre risas el pelirrojo, mientras se ponía de pie.-¿tienes alguna cama para mi? Estoy agotado.-le pidió yendo hacia el dormitorio. Harry levantó su varita y con un suave movimiento hizo aparecer una cama junto a la que había en su cuarto.
-Descansa. Mañana será un día duro.
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Se vistieron rápidamente con la ropa muggle que Harry les prestó. Los tres salieron del departamento de Potter, y se encaminaron hacia la cochera. Harry se detuvo frente a un auto negro último modelo, muy lujoso y ostentoso.
-Buen gusto para ser un auto muggle-dijo Denewis, quien ya estaba bastante recuperado de su herida.
-Suban atrás.-les ordenó Potter en pocas palabras. Había dormido mal. Los recuerdos de la noche que había perdido a sus amigos habían vuelto a visitarlo. Estaba de muy mal humor.
Harry se sentó en el asiento delantero del auto, listo para partir. Sin siquiera colocarse el cinturón de seguridad, sacó el preciado auto a toda velocidad de la chochera, asombrando a más de una persona, que a pesar de conocer los objetos muggles, no se imaginaba semejante auto en ese lugar, a menos que fuera del Ministerio. Nadie detuvo el auto de Potter en el largo camino hasta la vieja casa de sus padres.
La casa era una gran mansión de dos pisos, de paredes blancas y techo de teja negro, con un bello jardín en el frente. Toda la casa estaba muy bien cuidada para estar sin nadie adentro. A Harry le gustaba mantenerla así. Lo hacía sentir en paz con sus padres. Denewis y Frederick no pudieron evitar la sorpresa al ver la casa en la cual se hospedarían como fugitivos de la ley.
-Vaya casa, Potter-confesó Pondrek, mirando sorprendido las altas y lujosas escaleras que llevaban al segundo piso.
-Hay reglas básicas para quedarse aquí. Regla uno: deben dejar todo impecable. No será problema. Los elfos se encargan de eso. Regla dos: no saquen nada del lugar en que se encuentra, ni rompan nada. Regla tres: no pueden entrar a la habitación que se encuentra al final del pasillo de la derecha en el segundo piso. Fuera de esas reglas, hagan lo que quieran. Pero no salgan de acá. No quiero que nadie sospeche que acá esta viviendo alguien aparte de los elfos domésticos.-explicó mecánicamente Harry.
-Todo claro y comprendido-le respondió Dolbour, mientras que pasaba con cuidado su mano sobre la baranda de las escaleras.
-Los dejo ahora. Tengo que reportarme en el cuartel general.-se apuró a decir Harry.
-Nos vemos el 21 de Junio, Potter-se despidió Frederick. Harry se detuvo. Aquello había sonado extraño... como una advertencia... o incluso una amenaza...
-Nos vemos entonces-le respondió algo cortante el pelinegro, y salió del lugar.
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Harry llegó al cuartel cerca del mediodía. Todos estaban muy agitados, yendo de un lado para el otro. Nadie notó que había llegado tarde, y si alguien lo había hecho, no se preocupó por preguntarle el motivo. Todos dieron por seguro que la razón eran los criminales fugados.
Potter entró en su oficina para encontrarse con un cuadro no esperado. Cathy se encontraba sentada en una silla junto a su escritorio, con el pelo castaño cayéndole sobre la cara, impidiendo que Harry viera con claridad los papeles sobre los cuales trabajaba. Derek se encontraba revolviendo entre una pila de cuarderno, hojas y carpetas, tomando notas, haciendo apuntes en una gran pizarra, murmurando palabras incomprensibles. Marian se encontraba irreconocible. Tenía todo el pelo rubio despeinado, la ropa estaba sucia, y en el brazo derecho la blusa estaba rota, revelando una herida que todavía no terminaba de cicatrizar. La joven estaba trabajando nuevamente sobre ese mapa en el cual hacía tiempo que Potter había trazado líneas que al unirse habían formado una gran estrella, idéntica a la del Dairmon. Todos se detuvieron en seco cuando vieron entrar a Harry a la oficina.
-¿qué hacen todos acá?-atinó a preguntar el chico.
-Pasamos toda la noche acá. Trabajando en el caso de Pondrek y Dolbour.-le dijo Derek, calmo como siempre, tratando de dirigirle una sonrisa. Marian no dijo nada, sino que volvió a enfocar su vista en el mapa.-Desde la noche que los atrapamos que está acá. No fue a su casa ni a cambiarse. Apenas se atendió la herida del brazo.-comentó Crompton en voz baja para que la rubia no lo escuchara.
-¿Descubrieron algo?-preguntó Harry, dejando su chaqueta colgada en un perchero y sentándose en su silla habitual.
-Nada nuevo. Lo de siempre. Una extraña estrella, una niebla que hace desaparecer a la gente, dos brujos oscuros trantado de liberar fuerzas infernales para recibir algo a cambio... pero todavía no logro entender como piensan hacerlo....-comentó Catherine, levantando la cabeza. Tenía ojeras debajo de sus bellos ojos, y sin embargo, Harry la siguió encontrando bella. Pudo ver que la chica estaba leyendo varios libros de historia, probablemente buscando algo que le diera una pista sobre lo que estaba pasando.
-Definitivamente necesitan los Dairmons...-habló por primera vez Marian.
-Y el maleficio de la niebla debe de tener alguna relación también...-agregó Starblair.
-Solo que es imposible saber cual es la función... es como si algo faltara... algo grande...-susurró Derek, releyendo sus apuntes.-Talvez Natasha tenga algo para ayudarnos...
-No lo creo, ya nos dijo todo lo que sabía-se apuró a intervenir Harry. Cathy lo miró intrigada. Por un segundo, Potter tuvo la extraña sensación de que ella sabía todo. Pero al segundo siguiente esa sensación desapareció por completo cuando la chica volvió la vista a sus libros.-Será mejor que sigamos con esto. Tenemos que encontrarlos-continuó Harry, tomando unos de los libros que había sobre su escritorio, y fingiendo que buscaba algo que sirviera. Si tan solo ellos supieran...
