Capitulo 4: Usa mi regalo... y nada más
Harry entró en el Salón de Fiestas del hotel. Allí se encontró nuevamente con todos los que se hospedaban en aquel edificio. Era común que asistieran a la cena de las noches, vestidos de gala. Se sentó en una de las banquetas de madera, ubicadas junto a la barra de tragos, en la cual estaba nada menos que Chris.
-Buenas noches, señor Evnas-lo saludó. A diferencia de la última vez, Chris vestía ahora elegantemente.
-Buenas noches, Chris. ¿También atiendes este bar?-le preguntó Potter.
-Oh, no, lo mío es el sol y la playa, James. Pero el otro barman enfermó, y me pidieron que lo reemplazara.-le comentó Chris, mientras que le servía un extraño trago. Harry lo bebió. Era muy fuerte.
-¿Eres de aquí, Chris?-le preguntó Harry, mientras buscaba con la mirada a cierta pelirroja. Pero no la encontró.
-Desde que nací que vivo aquí, James. Llevo veinticuatro años en esta Isla, y tengo que confesar que todavía no me he aburrido. Es como estar siempre de vacaciones, por lo menos para mí. Todo lo que tengo que hacer es atender a la gente con una sonrisa, servirle unos tragos, y despedirme con otra sonrisa.-le comentó Chris, riendo. Harry asintió, mientras sonreía. Sintió un poco de envidia ante la confesión del muchacho. Toda su vida había sido como unas largas vacaciones. Mientras que la de él, había sido como un eterno infierno. Por primera vez, deseó no tener nada en qué preocuparse, vivir relajado, disfrutar de la paz. Como toda la gente de esa isla. Parecía que todos se levantaban y se iban a dormir con una sonrisa en los labios. Todos eran felices. E inocentes. Ajenos a la realidad del mundo, ajenos al dolor, al sufrimiento. Todo era demasiado perfecto. Demasiado hermoso. Y eso, perturbaba a Harry. -¿y tu de donde eres?-preguntó el muchacho, mientras servía más tragos para otros clientes.
-La curiosidad te puede, ¿no, Chris?-le dijo Potter, riendo.-Soy de Inglaterra, pero hace cinco años que no voy por allá.-
-¿No extrañas?-
-¿Qué cosa?-preguntó Harry sorprendido, tomando un sorbo del trago.
-Tu país. Tu gente. Tu tierra. Tus costumbres. A tu familia, y tus amigos.-le dijo Chris, mientras que limpiaba el interior unas copas con un trapo blanco.-Yo solo me fui de esta isla en una ocasión, a México. Fueron solo dos meses, pero sentí que era un eternidad. No veía la hora de regresar. ¿a ti no te pasa lo mismo?-le preguntó asombrado. Harry levantó los hombros, sin saber que decir. Definitivamente no le sucedía eso.
-Pues... la verdad es que tengo una manera diferente de ver las cosas, Chris. En mi país, rodeado de mi gente, me siento atrapado, como si me ahogara. Y las costumbres, son en todos lados prácticamente las misma. En cuanto a mi familia... yo no tengo familia, y los pocos amigos que tengo también viajan mucho, como yo. No tengo nada que perder, pero mucho por ganar, Chris.-le dijo Potter, y terminó de tomarse su trago. Chris lo miraba, en parte asombrado. Luego, volvió a sonreír.
-Como se nota que usted no es de aquí.-le dijo ahogando una risa. Harry levantó las cejas, sin comprender lo que eso quería decir. Luego, metiendo la mano en un bolsillo de su pantalón, extrajo un atado de cigarrillos. Sacó uno, y prendió un fósforo.-El cigarro terminará matándote-le dijo Chris entre risas. Harry también rió, mientras soltaba una nube de humo.
-Créeme, no va a ser el cigarro lo que me mate. Y de todas formas, algún día voy a morir.-le contestó Potter. Él y el barman rieron alegremente.
Harry sintió como una suave mano le sacaba el cigarro de los labios. Miró a su costado. Sentado junto a él, con su cigarro en la mano, y luciendo un vestido verde muy escotado, estaba Melanie Lee. Harry le sonrió, y se llevó la mano a su propio cuello. Melanie lo imitó, y tanteó el collar de diamantes que tenía colgado.-Me imaginé que te quedaría espléndido.-le dijo Potter. El barman dirigió unas miradas divertidas a la pareja, y luego, se alejó a atender a otros.
-Muy feo lo que hiciste hoy a la mañana, señor Evans-le dijo Mel, y se llevó el cigarrillo a la boca, tragando el humo, llenando sus pulmones de nicotina. Luego, soltó lo que quedaba del humo en el rostro del muchacho.
-¿Todavía no me lo perdonas?-le peguntó Potter, sacándole el cigarrillo de los labios, tomando una bocanada de humo, y regresándolo de nuevo a la boca de la muchacha pelirroja.
Harry la empujó contra la pared del ascensor. La miró unos segundos a los ojos negros, y luego, la besó de manera salvaje. Nuevamente, el deseo los dominaba. Era más fuerte que ellos. Melanie no se negó al beso, y débiles gemidos brotaban de su boca, ahogándose en los labios del muchacho. Potter comenzó a acariciarle la pierna, subiendo cada vez más, hasta llegar a su cintura. La tomó de la cola, levantándola. Y ella entrelazó sus piernas en la cintura de él. Se besaban con pasión, con lujuria. Parecían quemarse con los labios. Melanie se aferraba fuertemente al vigoroso muchacho, mientras que él la mantenía sostenida por los muslos. Ya no tenían control sobre ellos mismos. La puerta del ascensor se abrió, dando lugar al piso número nueve. Harry bajó con Mel todavía colgada de su cintura, besándose desenfrenadamente. Llegó hasta la puerta del cuarto 90, y la abrió dándole una patada, luego de insertar la llave y ver todo el tiempo que tardaba en abrir. Entró a la suite, con Melanie todavía sobre él, y cerró la puerta como pudo. Luego, ya sin poder aguantar, recostó a Melanie sobre el piano del comedor. Ella lo miró desde la profundidad de sus ojos negros, y no esperó a que él se desvistiera. Tomándolo con brusquedad de la camisa, lo arrastró hasta ella, y lo besó. Tiró de la camisa, haciendo que los botones saltaran por todos lados. Pero a ninguno de los dos les importó la camisa. Él, también fuera de sí, le sacó el vestido verde con violencia, rompiéndole el cierre. Comenzó a besarla en el cuello, mientras recorría con sus manos las largas piernas de la muchacha, quien comenzaba a gemir más fuertemente. Tenía los ojos cerrados, y la boca levemente abierta. Ella se encontraba recostada sobre el piano, con las piernas entrelazadas en la cintura de Harry. Y él, allí, recostado sobre ella, pero con los pies apoyados sobre el piso. Dejó que su mano izquierda subiera lentamente por al pierna, mientras que con la mano restante, acariciaba el resto del cuerpo de la muchacha. Ese cuerpo tan perfecto. Finalmente, su mano llegó a su entrepierna, y la acarició con cuidado y delicadeza, mientras que los gemidos de Melanie iban en aumento. Ella levantó levemente la cabeza, aferrándose con las manos de la espalda de él. Luego, sin previo aviso, lo tiró sobre el piano, quedando él abajo, y ella sentada sobre él. Harry sonrió divertido. Ella le besó el cuello, y fue descendiendo, besándole el pecho, al tiempo que le sacaba los pantalones... Harry estaba allí, quito, disfrutando del momento, acariciándole los cabellos a la pelirroja.
La noche fue larga, y la pasión intensa. Sin saber como, Harry y Melanie terminaron en el dormitorio, ambos recostados sobre la cama, sin sábanas que los cubrieran, entrelazados. Unidos. Algunas gotas frías de sudor rodaban por sus rostros agotados. La respiración agitada. El cuerpo cansado. Se miraron a los ojos, y se desearon una vez más.
-James...-dijo Melanie en un suspiro, jadeante. Harry le llevó una mano a los labios, haciéndola callar. Le acarició tiernamente el rostros y los cabellos rojos.
-No digas nada, Mel. –y la hizo callar con un beso.
Abrió los ojos levemente. Nuevamente, el sol de la mañana la estaba despertando. Levantó levemente la cabeza, y se encontró con el rostro dormido de Harry. Lo acarició con delicadeza. Recorrió sus ojos, su nariz, su boca. Lentamente, y en silencio, acercó sus labios a los de él. Harry abrió levemente los ojos. Ella se separó sutilmente. Él sonrió.
-Hola-la saludó, acariciándole la espalda.
-No te fuiste-dijo ella, apoyando su cabeza contra el pecho de él.
-No, no me fui-le dijo, cerrando nuevamente los ojos.-¿Qué hora es, Mel?-le preguntó.
-Son las diez y cuarto de la mañana-le informó ella, recostada sobre el pecho de él. Harry se levantó bruscamente, haciendo que Melanie cayera fuera de la cama.-¡Hay!-dijo ella, en el suelo. Harry la miró, riendo.
-La lamento preciosa, pero se me hizo tarde-dijo, mientras que la levantaba del suelo y la recostaba nuevamente sobre la cama.
-¿Tarde?-dijo ella asombrada y enojada.-¿Tarde para qué? ¡Estas de vacaciones!-le gritó.
-¿Quién te dijo eso?-
-Chris.-le confesó ella.-Pero eso no tiene nada que ver. ¿Por qué te tienes que ir? ¿A dónde piensas ir? ¿Te vas a encontrar con alguien? ¿Es una chica?- Mel le preguntó. Harry estaba dando vueltas por toda la suite mientras se vestía y acomodaba un poco la habitación. Y Melanie, iba detrás de él, haciéndole cientos de preguntas, a las cuales Harry no respondía, mientras que se ponía una camisa del joven.-¡JAMES!-gritó finalmente, y Potter giró a mirarla.-Quiero explicaciones.-reclamó.
-No puedo, Melanie. –y diciendo esto, la besó en la frente, y salió del cuarto.
Detuvo el auto alquilado en la entrada de la gran mansión. Guardó las llaves en un bolsillo de su short de baño. Se quitó los anteojos de sol y miró la casa que se lazaba frente a él. No le cabía dudas de que allí vivía Javier Moreno, como se hacía llamar en las Islas Caimán uno de los asesinos más buscados en la comunidad mágica. Respiró profundo, y subió los escasos escalones que había en la entrada, para llegar a una gran puerta de madera. Golpeó. Nada. Volvió a Golpear. Nada. Golpeó por una tercera vez, con fastidio. Una pequeña rendija en la puerta se abrió dejando ver tan solo los ojos de un elfo doméstico.
-¿Señor?-le preguntó, de manera descortés.
-Vengo a ver al señor Moreno-le pidió Harry.
-¿De parte de...?-
-Un viejo amigo-
-Lo lamento, el señor no se encuentra en casa.-le respondió el elfo. Harry lo miró durante unos segundos, entornando los ojos.
-Entonces déjele dicho que un viejo amigo de Londres está en la isla, y que volverá para verlo.-le dijo Harry, pero sabía que el elfo estaba mintiendo. Moreno estaba allí adentro. El elfo asintió y la rendija se cerró con rapidez. Harry permaneció unos segundos allí parado, y luego volvió a su auto. Abrió la puerta, se sentó en el asiento de conductor, e hizo arrancar el auto. Descendió de la colina, pensando, meditando. Es así que no notó el bulto negro que había en los asientos traseros.
Detuvo su auto alquilado cerca de la playa, pero no bajó. Al contrario, subió todas las ventanas y prendió el aire acondicionado. Buscó en la guantera su paquete de cigarrillos, y prendió uno, dándole una que otra pitada ocasional. Terminó el cigarro, y lo estaba apagando en el cenicero, cuando sintió unas manos que se aferraban fuertemente a su cuello, impidiéndole que respirara correctamente.
-El fumar es perjudicial para la salud, ¿lo sabías?-le dijo una voz femenina al oído. Inmediatamente, las manos que lo ahorcaban dejaron de apretar con tanta fuerza.
-¿Qué haces aquí, Melanie?-le preguntó tranquilamente, mientras se frotaba el cuello. La pelirroja pasó al asiento de adelante.
-¿Qué hago acá? ¿Y qué esperabas que hiciera, James? ¿Qué me quedara tranquila en tu dormitorio esperando a que volvieras para poder echarnos otro polvo?-le dijo ella enojada, con los brazos cruzados, y mirando también hacia delante. Harry rió.
-No hubiera sido mala idea.-confesó, entre risas. Melanie frunció aun más el entrecejo.
-Mira, Evans. Yo no soy tu juguete sexual, ¿de acuerdo? No estoy pendiente de ti, ni del sexo, aunque te parezca mentira.-le dijo enojada. Harry la miró, al tiempo que levantaba una ceja.- ¿A quién fuiste a ver?-le exigió la pelirroja.
-No es de tu incumbencia.-
-¡Claro que lo es!-le gritó ella.
-¿A sí?-le dijo Potter en tono sarcástico.-¿Y en que te incumbe?
-Me incumbe porque... tu y yo... nosotros...-Mel parecía por primera vez nerviosa. No sabía que decir. Hizo un breve silencio.
-Te estoy escuchando Melanie Lee.-
-Tu y yo...ehmm... bueno... tu y yo...-pero Mel no sabía como continuar las cosas.-No se lo que somos realmente, pero no me agrada que hagas estas cosas.-dijo ella caprichosamente.
-¿Qué cosas? ¿Visitar viejos compañeros?-
-¿Es la casa de un... compañero?-dijo Lee, y el color pareció subir a sus mejillas. Harry asintió.-Yo pensé que...
-Pensaste que iba a ver a otra mujer.-la cortó Potter. Ella asintió, algo avergonzada.
-Lo lamento.-se disculpó. Harry giró a mirarla, y le sonrió.
-Disculpas aceptadas-le dijo, y se acercó para besarla. Se unieron en un beso, que por primera vez, parecía sincero.
-¡POTTER!-volvió a gritar la voz de Harver desde la chimenea.
-¡Ya voy!-gritó Potter, desde el baño, mientras se colocaba una toalla alrededor de la cintura, y salía de la bañadera, repleta de agua.-¿Señor?-dijo, una vez que estuvo parado frente a la cabeza de su jefe.
-Lamento sacarte del baño, Harry-se disculpó el hombre. Harry asintió-Tengo noticias.
-¿Cuáles, señor?-le preguntó.
-Se hará una fiesta, en otra de las islas, dentro de una semana. Nuestro hombre estará ahí.-le informó Harver.
-No hay problema, señor. Iré a esa fiesta y lo atraparé.-dijo Potter con seguridad. El hombre sonrió de lado.
-Si que hay problemas, Potter.-Harver hizo una pausa-Tienes que estar casado para entrar a la fiesta. Así que tendrás que encontrar a alguna mujer y casarte con ella en esta semana. Aunque siendo tu Potter, de seguro ya tienes a la mujer-le dijo Harver.
-Marcus, espera-Harry lo llamó por su nombre, cosa que sorprendió al viejo. Potter tenía expresión seria y preocupada.-Cuando me enviaste a esta isla, no dijiste que casarme estaba dentro de la misión.-
-Lo sé, Harry. Lo sé. Pero yo no sabía que iba a suceder algo así. Y no podemos desperdiciar una oportunidad como esta. Muchacho, necesitamos que busques una mujer y que te cases con ella de inmediato. Una vez que la fiesta haya pasado, puedes divorciarte. No me importa. Pero no volveremos a tener una oportunidad con esta-
-¿El hombre al que persigo es casado?-preguntó Potter.
-Si, lo es. Desde hace unos años.-
-Me lleva el diablo.-murmuró Potter, más para él que para Harver.
-¿Decías?-le preguntó Harver, quien verdaderamente no había escuchado lo que decía.
-Nada importante.-dijo Potter, dejándose caer sobre una de las sillas.-No puedo creer que me estén obligando a casarme...-murmuró. Pero esta vez, Harver lo escuchó.
-No te lo tomes tan mal, hijo.-le dijo, tomando un aire paternal.-Imagínate que es otra misión.
-Preferiría que me mandaran al infierno a matar por segunda vez a Voldemort-le dijo Harry, sonriendo. Harver también rió.
-Nos alcanzó con que lo mataras una vez, Harry. Suerte-y diciendo esto, desapareció entre unas llamas verdes.
Y Harry quedó allí, solo y empapado, pensando en que debía casarse. No por amor. Sino por deber. Él, que había escapado tanto a comprometerse con alguien, ahora tenía que casarse, ¡y en una semana!. Sintió que el mundo se le caía encima. Años de lidiar con los peores problemas que pueden imaginarse, y ahora no sabía que hacer ante la idea de un casamiento. Y lo que era aún peor... su casamiento.
