Capítulo 13: La Copa de la Victoria (parte 2)
En la Sección Restringida de la biblioteca de Hogwarts un muchacho de cabellos rubio platinado se hallaba frente a una puerta de madera. Su Encantamiento Desilusionador ya se había ido, su cuerpo, ahora visible, se debatía entre atravesar aquel porton o ir a avisarle a su profesor de Pociones y tutor como mortífago.
La puerta estaba bellamente adornada. Su madera se veía nueva, aunque era deducible que era antigua sobre todo por una gruesa capa de polvo. En la parte superior estaba tallado el escudo de Hogwarts: una H, con un tejón, un aguila, una serpiente y un leon tocandola. La manija era de plata ahora ennegracida por el paso del tiempo, y a traves de la cerradura no se poría ver más que una oscuridad impenetrable. En la parte derecha, cerca de las bisagras había esrito cuatro letras, aparentemente quemadas. "A.D.A.Z.". Y más abajo, descordinando con todo el decorado anerior se encontraban dos letras, talladas con lo que podría haber sido un cuchillo o una navaja: "P.P."
Apartando de su cabeza cualquier pensamiento, Draco empujó la manija y se vió hallado frente a frente con una escalera. Un lugar oscuro, húmedo y lleno de suciedad. Los escalones eran de piedra labrada, el camino estrecho y que no parecía tener fin. El mucahcho avanzó. Subió despacio, todavía un poco asustado por la rapidez con que todo había pasado, pero subió. El tiempo pasó, quizás fueron segundos, minutos, incluso horas los que tardó Draco en llegar, finalmente al final de las escaleras.
La nueva habitación parecía haberse conservado mucho mejor que las escaleras. Aunque la oscuridad todavía era dominante, desapareció con un simple hechizo iluminador. Estaba en un cuarto cuadrado, con una alfombra de color pardo. En la pared de la derecha crepitaban cuatro antorchas, una verde, una roja, una azul y una negra. A la izquierda descansaban cuatro llaves. Delante del joven, había otra puerta, solo que esta era mucho menos ostentosa y no tenía otro decorado que una serpiente verde dibujando una "S".
" ¿Qué es este lugar?" pensó, atemorizado, recorriendo cada rincón del nuevo lugar con su mirada." ¿Acaso es esto la Cámara Secreta? Pero mi padre me dijo que no se abriría a otro que no fuese el heredero de Slytherin y yo no tengo su sangre."
Abajo, Madam Pince volvía a revisar la Seccion Restringida, aunque no había visto a nadie entrar, hubiera podido jurar que había vislumbrado a alguien adentro.
Draco volvió a revisar que nadie lo seguía. Si cualquier profesor lo encontrara ahí seguramente sería expulsado: había violado el castigo de Dumbledore y había entrado ilegalemente a la Seccion Prohibida. Pero lo hecho, hecho estaba, asi que decidió aventurarse un poco más en ese lugar misterioso. Decidió que sería mas cómodo llevar una antorcha en una mano y la varita preparada en la otra, en vez de usar la varita como fuente de luz. Se acercó a la pared derecha procurando no emitir ningún sonido, sin llamar la atención de la bibliotecaria debajo. Las cuatro antorchas mostraban fuegos de distintos colores y tamaños. Draco agarró la más grande y luminosa, la verde, y atravesó la puerta de la serpiente, que se encontraba sin llave puesta.
La oscuridad parecía ahora haberse engullido totalmente el cuerpo del muchacho, pero la luz verdosa de su antorcha le mostró el interior del nuevo lugar. Era una habitación circular, parecida al despacho de Dumbledore, pero en su centro había un caldero burbujeante frente a una esatua de una sepiente. La pared frontal estaba cubierta por el dibuo de una cabeza con viboras en vez de pelo y una lengua bífida.
Aún sin saber lo que le deparaba, Draco se acercó al caldero, que parecía estar sobre un pedestal. A su lado apareció un pergamino vacio y una pluma. Tan pronto como sus pies se apoyaron detrás del pedestal surgió de la nada un sonido. Al principio fue sólo un eco. Una voz distante. Pero ese eco cobró fuerzas, se llenó de poder y sonó estruendoso en la sala.
"Si tu astucia debes probar, una pregunta me debes contestar: el objeto que se encuentra más adelante muchos lo han intentado de agarrar, ahora tú ¿para qué lo deseas usar?. Un pergamino hay a tu lado, escribe tu respuesta y sumergela en la poción, solo así sabremos cuál fue tu elección"
Draco se encontraba totalmente confundido. Él ni siquiera sabía qué era lo que se encontraba escondido y ya le estaban preguntando por qué lo deseaba. La puerta de la biblioteca se había abierto y Malfoy había entrado solo por pura curiosidad, no porque deseaba obtener el artefacto que reposaba en los adentros de aquel lugar.
A.D.A.Z... P.P... Dos iniciales muy confusas. Draco no conocía a nadie cuyo nombre tuviera las letras A, D, A, y Z como iniciales.
" Un momento " se interrumpió a sí mismo, intentando recordar lo que había leido en el libro "Objetos Oscuros".
Si no le fallaba la memoria, el tomo decía que la Copa de la Victoria había sido encontrada por dos magos célebres: Albus Dumbledore y Aldrick Zeller. Albus, Dumbledore, Aldrick, Zeller. ADAZ.
" Eso es " volvió a resurgir una voz decidida entre sus pensamientos y tan entusiasmado estuvo con este descubrimiento que las letras PP fueron casi completamente borradas de su cabeza " Más alla está la Copa de la Victoria."
Ahora el problema consistía en encontrar una excusa adecuada para escribir como repuesta. Tomó el pergamino y la pluma, que parecía llena de tinta por arte de magia y escribió. " Yo, Draco Malfoy, deseo el artilugio que viene después porque..."
Titubeó. ¿Qué pasaría si su respuesta no fuese algo acertado? ¿Lo matarían? No lo sabía. Descidió poner un deseo que ya había pensado, ese mismo día, cuando abpia aprendido los efectos de la Copa. Un deseo que se había esfumado con sólo pensar en el sufrimiento que causaría a sus familiares.
Terminó de escribir la frase colocando " porque sólo con eso podré convertirme en un mago poderoso y astuto " Cuando hubo puesto el punto final, la tinta brillo con un fulgor verde durante unos segundos. Draco la enrolló y la tiró suavemente en la poción, que al recibir el papel emitió un borboteó. Unos minutos después, la misma voz, el mismo eco, el mismo sonido, habló desde cualquier punto y todos los puntos del lugar.
" Tú, Draco Malfoy, deseas el artilugio que viene después porque sólo con él podrás convertirte en un mago poderoso y astuto" la última palabra quedó flotando en el aire, resonando en los oídos del joven hasta que finalmente escuchó lo que serían las últimas palabras de la voz " Y yo, eco de Salazar Slyhterin, creo que tu razón es lo suficientemente valida como para ser aceptada por mi, eres libro de seguir adelante o volve atrás." en ese momento se escuchó el sonido de un cerrojo al abrirse y la estatua de la serpiente que se hallaba frente al muchacho cobró vida. Sus ojos brillaron rojos y poderosos. Reptó por el piso, trepó a las fauces del muro frontal y se deslizó hasta su boca con forma de puerta, en donde se enroscó, dando la sensación de una manija.
Draco caminó a la nueva puerta con suavidad. Unavez que llegó allí, posó su mano en la manija-serpiente y tiró de ella. La boca de Salazar Slyhterin se abrió, dando paso a una habitación exactamente igual a la anterior: cuadrada, con alfomra parda, con antorchas, llavas, y una puerta, sólo que en vez de una serpiente con forma de S, tenía un águila sobrevolando una R azul.
Apenas el joven pisó la alfombra de esta nueva habitación, el fuego verde de su antorcha se extinguió completamente, y por más que el muchacho utilizó hechizos de fuego, no volvió a prenderse, por lo que Draco se acercó al estante en done crepitaban más fuentes de luz y las examinó para ver cuál le resultaba más adecuada.
Los fuegos eran de distintos colores, como al principio, sólo que ahora no había cuatro antorchas: había tres, una azul, una roja y una negra. Como alguna vez la verde fue la más luminosa, ahora lo era la de color azulado. Estaba adornada con arabescos dorados y aguilas de zafiro.
El adolescente la asió con la mano izquierda, reservando a su mano derecha exclusivamente la varita. Draco se acercó a la manija de la puerta y tiró de ella. Nada sucedió. El portón estaba cerrado, no como el anterior, que había estado sin cerrojo.
"Alohomora!" dijo, apuntando al cerrojo, pero la puerta seguía tan afianzada como antes.
¿Ahora qué debía hacer? Recorrió con la mirada a todo el cuarto, y cuando percibió un reflejo de la luz de color azul, caminó para ver qué era aquel objeto. Brillaba desde la derecha, en el estante de las llaves.
La madera que sostenía a las tres llaves era igual a la que retenía a las antorchas. Cada uno de los objetos que descansaban allí tenía, en el extremo superior, un grabado. En la primera se observaba a una espada, en la segunda se distinguía unas manos y en la última, una hoja y una pluma. Draco se decepcionó. Las tres eran exactamente iguales entre sí a pesar de esto. Se sentó en una butaca en un rincón del lugar para meditar qué hacer.
En la antecámara había encontrado un dibujo de una serpiente en forma de S, dos símbolos importantes de la casa Slyhterin, y la antorcha fuerte había crepitado con un color verdoso, tantas veces asociado a esta mismo casa. Para confirmar cualquier duda, la voz que le había hablado le había dicho "Yo, eco de Salazar Slytherin...", y además había aceptado el hecho de que Draco quisiese la Copa para su beneficio, para convertirse en poderoso y astuto, dos características muy propias de su casa, seguramente todo era una clara alusión a Slyhterin, la casa de el Señor Oscuro. ¿Podría se ésta también una habitación propia de una casa?
Una águila, una R, el color azul, eran todas señales de Ravenclaw, la casa que privilegiaba la inteligencia y la sabiduría por sobre toda las cosas, aunque también albergaba a gente engreída y muy abiciosa. Tan solo le faltaba deducir una cosa: el grabado en la llave. Emitiendo una risita, Draco se acercó al estante y tomó la última, que tenía el dibujo de un pergamino y una pluma.
Casi corriendo, se abalanzó a la puerta, metió la llave por la cerradura y la giró. Se deslizó fácilmente y la puerta emitió un ¡click, mostrando que estaba abierta. El joven empujó y se encontró a sí mismo en un cuarto oscuro como los otros, pero muy diferente al anterior.
Su forma era normal, rectangular. En cada rincón había pequeños candelabros apagados. La puerta de entrada estaba en el medio de un muro cubierto de runas y extraños grabados que centelleaban cada vez que la azulada luz los iluminaba. El techo estaba vacío, un poco desgastado y húmedo, pero mantenido en buenas condiciones. Una mesa de marmol se erguía en el medio de el lugar, pero esta mesa estaba iluminada por algo invisible.
La voz de una mujer, probablemente Rowena Ravenclaw, clamó desde el interior de la habitación:
" Oh, aquel que busca la gloria, para pasar por este lugar deberás realizar el exámen que tienes frente tuyo. Cuando hayas terminado deberás pronunciar la contraseña que utilizaste para abrir las escaleras secretas y con eso podré saber si tus respuertas fueron acertadas."
Draco se acercó con miedo a la mesa. Si fallara todo sería en vano, no conseguiría nunca la Copa de la Victoria. Cuando hubo llegado a el lugar en donde reposaba un pergamino, escrito con diez preguntas. A su lado descansaba una pluma de faisán verde. El joven agarró las cosas y comenzó a escribir sus respuestas.
Aquel examen fue lo más dificil que el chico jamás hubiera hecho. Incluso las Matriculas de Honor en Brujería resultarían una estupidez comparado con aquella hoja y aquellas diez preguntas. A menudo Draco cerraba los ojos y intentaba recordar las arduas definiciones de cosas tales como la poción Resoluto, o el hechizo Wadiwassi. Pero al fin y al cabo, pasada aproximadamente una media hora, su hoja estuvo completa, de pies a cabeza con respuestas extensas y dificiles de comprender.
El muchacho sacó su varita (que había guardado para estar más cómodo) y apuntó con ellas al pergamino mientras murmuraba para sus adentros "Ignio". Inmediatamente, el pergamino despareció en una voluta de humo, dejando nada a su rastro.
" Yo, eco de Rowena Ravenclaw, acepto tus respuestas como verdaderas, y por tanto te permito proseguir hacia la cámara del tesoro" dijo la voz de la mujer, con un tono de disgusto. Draco sonrió abiertamente y se fue por una puerta que tenía delante. Mientras caminaba a la salida, sus oídos percibieron el sonido de Rowena que susurraba "Estos chicos de hoy no estudian nada..."
El muchacho emitió otra risita, abriendo la puerta y encontrandose con la ya usual sala con antorchas y llaves. Ahora en la puerta relampagueaba un tejon alrededor de una H. El fuego azul quedó en la nada, y el fuego negro que reposaba a la izquierda tomó un fulgor enorme, casi alcanzando al techo.
La puerta estaba cerrada. Ya sin dudas, Draco se acercó al estante de las llaves y agarró la que tenía dibujada unas manos y se acercó a el portón, olvidandose de agarrar la anotorcha. La puerta se abrió sin emitir queja, la manija se deslizó suavemente y el muchacho se encontró a sí mismo parado enfrente a un claustro oscuro, el más oscuro que jamás hubiese visto.
No se veía nada. Ni siquiera la delgada figura del joven rubio, ni siquiera ese contorno, era distinguible entre las sombras que imperaban en ese lugar. Draco susurró un suave: "Lumos!" pero la luz que surgió de la varita fue rápidamente extinguida. Todo era oscuridad. Eterna, incesante oscuridad. Esperando escuchar el eco de la voz de Helga Hufflepuff, se sentó en el piso, al que no podía ver. El tiempo pasó, pero nada era audible. El adolescente se erguió de un salto, y tanteó la nada en busca de algo sólido, algo con lo que probar que seguía con vida.
De repente, se escuchó una voz. Pero no una voz deconocida, sino que era familiar y querida. La voz de su madre. Hablaba rápido, como si no tuviese tiempo de decir nada, y tan rápido hablaba que nada se le entendía. Pero llegó un momento en que su velocidad se aminoró. Sus palabras se hicieron entendibles, sus palabras cobraron significado. El joven al reconocer esos sonidos se alegró de escucharla, aunque no supiese cómo eso era posible, estaba contento de poder hablar con su madre.
" Draco, mi hijo" le habló " vete, no es correcto."
" Pero mamá " lo interrumpió este " el Señor Oscuro ya te ha atacado una vez y lo volverá a hacer. No deseo perderte."
" Ni yo, pero no está bien que hagas esto. No debes."
" Mamá, hare todo lo que pueda para que no sufras. Tu sabes que haría cualquier cosa que se me pidiese si con ello lograría hacerte feliz."
" No deseo que lo hagas. "
" Pero yo sí."
" Draco, si tu lo hicieses, no harías otra cosa que angustiarme. No puedo pensar en que arriesgas tu vida sólo por mi. No lo hagas." entonces, la voz que aún no se había hecho visible de quien venía profirió en sollozos.
" Hare lo que tu digas, porque esta es tu decision.."
" No lo hagas. Date la vuelta y vuelve al colegio, a mi no me pasará nada."
Al escucharse la última palabra, la silueta de Narcissa Malfoy se hizo visible a unos pasos de su hijo, de quienes ojos brotaron unas lagrimas enormes. El muchacho abrazó a la mujer y le susurró "Adios.", pero ese sonido fue sofocado por una risa estruendosa y horrible, tan horrible que lograría asustar incluso al más valiente.
Al lado del contorno de la mujer, se vislumbró otra figura. Una alta, con capucha negra y envuelta en ropajes oscuros. Lord Voldemort.
El hombre levantó un brazo, y con él su varita. " Narcissa, Narcissa, Narcissa " dijo, con un tono medio alegre " yo te lo advertí. Te lo dije: si tu me desafías, yo te mato. Por eso es mi deber decirte mis últimas palabras. " Voldemort apuntó con su varita a la mujer y exclamó con placer "Avada Kedavra".
Sucedió todo en unos instantes. El rayo de luz verde se disparó y tocó un cuerpo. Aunque el cuerpo que asestó no fue el deseado. Draco Malfoy se había intepuesto entre su madre y la Maldición Asesina. El eco de su madre estalló en llantos mientras que la voz oscura se reía, y todo giraba para Draco. Todo se desvanecía como en un sueño, todo desaparecía y se volvía a formar una imágen.
La luces brillantes le molestaron en los ojos. Draco se halló a sí mismo en una habitación desconocida, un lugar amplio y vasto, lleno de plantas hermosas y flores magnificas. Estaba acostado en el suelo, en el medio del claustro. Cuando los pensamientos se hubieron aclarado en su mente, comenzó a recordar: se había sacrificado por el amor a su madre, ¿eso significaba que estaba muerto?.
Una voz chillona, de carácter agudo hizo que el muchacho se sobresaltara. " Yo, Helga Hufflepuff, considero tu acto de amor lo suficiente como para dejarte pasar."
Draco se confundió todavía más. " ¿Es que acaso no estoy muerto? ¿Qué ha pasado?"
La misma voz chillona rió con gran entusiasmo "¿Muerto? Pero no, querido. La prueba ha sido pasada. Tú hiciste un acto de amor, te sacrificaste por tu mamá, pero no sucedió en realidad. Fue todo una ilusión. Eres libre de pasar a la cámara del tesoro."
Draco se paró y caminó hacia adelante, en donde había una gran puerta de roble adornada con caracteres dorados. Estaba claramente abierta. El muchacho la abrió de un saque y se vio en otro lugar.
Era una sala bella. Con paredes pintadas de escarlata y oro. En el centro, se ergía una gran mesa redonda, escrita con palabras incomprensibles. Pero en medio de la mesa estaba la ansiada Copa de la Victoria. Draco se quedó maravillado con su hermosura.
La Copa era de plata. En sus costados se extendían dos alas blancas que servirían como manijas. Su base estaba garabateada con piedras preciosas tales como rubíes y zafiros. El adolescente corrió a su encuentro pero fue detenido por otra voz, que era profunda y misteriosa.
" Yo, Godric Gryffindor, te saludo. Para llegar hasta acá debes ser un mago muy poderoso, pero para esta prueba el poder no te valdrá de nada, porque lo que aquí importa es el coraje y la determinación. Nada se te impondrá en tu camino. Es tu decisión si deseas agarrar la Copa o volverte, pero dejame decirte una cosa, y sólo una cosa:
Si llegaras a tomar el objeto, y lo usases para hacer el mal, tu vida se te será quitada al instante. Pero si vuelves tu espalda, deberás saber que tu vida estará maldita, y no serás tú, sino tus seres queridos los que moriran."
Draco titubeó. ¿Qué era más preciado para él, su vida o la de sus seres queridos? Un instante fue el que tardó en reaccionar. Un instante en que los recuerdos de los gritos de su madre resonaron en su cabeza, esos gritos de dolor que habían sido causados por, irónicamente, quien era ahora su amo y señor. Sus dudas fueron despejadas por esos recuerdos, y avanzó de forma decidida, y agarró a la Copa.
Cuando la hubo asido por una de las alas blancas, la voz de Godric se escuchó de nuevo: "Oh, tu que has agarrado a el tesoro de los fundadores, la última prueba ha sido pasada. Tu valentía y determinación de obtener la Copa a cualquier costo te han permitido pasar todas las pruebas. No te pasará nada al usar el objeto, pero ten cuidado, pues sus efectos son peligrosos."
Al escuchar la última frase, Draco rio. Ahora era libre de usar la Copa a su antojo, y lo que haría sería entregarsela al Señor Oscuro, quizás así lo dejaría de molestar. El muchacho se dio vuelta y atravesó la puerta que por la que había entrado, pero no se encontró con la sala llena de plantas que había visto, sino que se vió hallado frente a las escaleras largas. Mientras bajaba, Draco se fijó la hora y se sorprendió: eran las 13:00, no había pasado casi ningun minuto desde que abandonó la Sección Restringida.
Antes de abandonar las escaleras, el joven se aplicó un Encantamiento Desilusionador y abandonó la biblioteca, dirigiendose a su Sala Común, para encontrarse con su amada Pansy.
