2. El rescate
A pesar de la tristeza y el aturdimiento, Harry se levantó de un salto y salió como una bala de la habitación. Sabía lo que significaba aquella explosión; alguien se había aparecido en Privet Drive. Sacó su varita mágica y bajó las escaleras lo más rápida y silenciosamente que pudo. Oyó un grito proveniente de la salita y se dirigió hacia allí. Con la varita en alto, entró en la salita y se quedó parado mirando la situación.
Los tres Dursley estaban acurrucados en un rincón; tía Petunia se escondía detrás de tío Vernon, que la rodeaba con los brazos, y Dudley estaba en el suelo abrazado a sus enormes rodillas, con los ojos como platos fijos en un punto cerca de la chimenea. Harry se dio la vuelta y también lo miró.
-¡Profesor Lupin!
Remus John Lupin estaba de pie frente a la chimenea, mirando preocupado a los Dursley. Estaba bastante pálido, y tenía el castaño cabello aún más escaso y claro que la última vez que Harry lo vio. Pero, como siempre, sonrió a Harry y sus ojos dorados resplandecieron alegres. Pero éste no comprendía. Eran las tres y cuarto, Lupin tendría que haber llegado tres horas y cuarto después. Había algo que no encajaba.
-¿Qué tal, Harry?-dijo con una voz ronca y grave, que no parecía la suya-¿Alguna novedad?
-Por aquí nada nuevo. Profesor, ¿qué ocurre?, ¿Qué ha pasado con Kingsley Shacklebolt?
La sonrisa se borró al instante de los labios de Lupin.
-¿Qué...? ¿Qué sabes tú de eso?
-Yo... esta mañana salió en las noticias muggles.
-¿En serio?-frunció el entrecejo-Bueno, luego hablaremos de eso. Estás en peligro aquí, Harry. Debemos irnos ya.
-¿Peligro? ¿Qué peligro?-preguntó Harry al instante.
-Luego hablaremos de eso-repitió él-.Ahora hay que darse prisa.
-¿Cómo vamos a ir? ¿En escoba?
-No, usaremos un traslador-se volvió hacia los Dursley, que seguían en la misma postura-Ustedes también deben venir con nosotros, cojan...
-¿Qué?
-Es necesario, Harry. Verás, ahora mismo Voldemort está a punto de venir...
-¿QUÉ?
-Harry, no hay tiempo para esto. Rápido, coge tus cosas-estaba cada vez más nervioso, y miraba de vez en cuando por la ventana.
-Pero profesor...
-Ya me has oído, Harry, ve a por tus cosas-había hablado en un tono tajante y autoritario, pero a la vez angustiado, que no recordaba en nada a su calidez habitual.
Harry, muy asombrado, subió lo más rápido que pudo las escaleras, metió torpemente la pluma y el pergamino que había sacado en el baúl y volvió a bajar llevándolo junto con la jaula de Hedwig en menos de un minuto.
Cuando entró de nuevo en la salita, Lupin estaba intentando explicar a los Dursley cómo utilizar un traslador. Éstos seguían en la misma postura de antes, solo que tío Vernon abrazaba más fuerte a tía Petunia, y Dudley temblaba mirando a Lupin.
-Escúchenme, tienen que venir, aquí están en peligro, no hay tiempo...
Pero los Dursley no movían un músculo. Harry dejó el baúl con la jaula de Hedwig en medio de la sala y se dirigió a los Dursley.
-Harry, ¿podrías intentar persuadirlos tú? A mí ni siquiera me escuchan...-pidió Lupin cuando lo vio.
-Lo intentaré, aunque no creo que entren en razón.
-Gracias, yo mientras tanto iré a por el traslador.
Harry miró a sus tíos, que seguían sin moverse. Sin saber por qué, con un presentimiento, se dirigió a tía Petunia. Ella al menos tenía una vaga idea de lo que podía significar el que Voldemort los persiguiera.
-Eh... ¿tía Petunia?-ella lo miró, muy pálida-Verás... ¿Tú recuerdas a Voldemort, verdad?-era muy extraño hablarle así a su tía, sobre todo viéndola tan asustada. Ella asintió, sin mover apenas la cabeza y sin borrar la expresión de terror de su rostro. Harry no sabía que decir, pero había que decirlo rápido-Bueno... al parecer... él viene hacia aquí y... bueno, si os encuentra aquí...-Su tía abrió mucho los ojos y, lentamente, se separó de su marido.
-Él... ¿Él viene a Privet Drive?
-Eso parece. Debemos irnos de aquí, o él nos encontrará.
Ella comprendía. No le hacía ninguna gracia, pero comprendía, y parecía algo más segura.
-¿Cómo sabemos si ese tipo no nos está engañando?
-Le conozco, no os hará daño. A no ser...-Harry se dio la vuelta. Lupin iba hacia ellos, con un libro ajado y roto en la mano. Parecía el de siempre, pero, ¿por qué no? La poción multijugos no era difícil de preparar, y solo necesitaría un pelo del verdadero Lupin...
-Profesor...-Harry le observó atentamente. Seguía muy nervioso y tenía mucha prisa, pero Harry no reconoció ningún gesto extraño. Lupin se volvió hacia él-Profesor, ¿qué forma adopta mi patronus?
Lupin primero lo miró con sorpresa, y luego, de pronto, soltó una breve carcajada, y al verle así Harry no tuvo la menor duda de que era su antiguo profesor. Un mortífago era incapaz de expresar aquella alegría
-Creo que no debiste pasar tanto tiempo con Ojoloco el verano pasado, Harry-Se había ido su palidez, y parecía algo más alegre. Harry sonrió-Para que no desconfíes, te lo diré, aunque creía que sabrías reconocer a tu antiguo profesor: Cornamenta es la forma de tu patronus. El viejo Cornamenta...
En su mirada apareció un brillo de nostalgia, y se olvidó por un momento de dónde estaba, recordando seguramente los viejos tiempos en que los merodeadores estaban juntos.
Pero luego se recuperó y volvió a mostrarse tan preocupado como antes. Se dirigió a los Dursley:
-Bueno, ¿están dispuestos a colaborar, o tendré que llevarlos inconscientes?
Hubo un corto silencio.
-Iremos.
Había hablado tía Petunia, con una voz decidida y clara, aunque con una leve nota de pánico.
-Petunia...-Tío Vernon se había adelantado, temblando, y hablaba a su mujer en un susurro-Petunia, esta gente es muy peligrosa, están todos locos, no hay que hacerles caso...
-Vernon, cuando ese Potter venía a casa, hablaba de las cosas que aquel... aquel asesino hacía. Yo oí algunas cosas, y, si son verdad, haré lo posible por no meterme en su camino.
-Pero si ese tipo quiere al chico, a nosotros no nos hará daño...
-Señor-intervino Lupin, impaciente-, Voldemort disfruta matando, si encuentra alguien para divertirse en el camino, no dude que lo hará. Estamos perdiendo el tiempo, debemos irnos ya. Pueden venir por las buenas o por las malas. Elijan.
-Vamos, Vernon. Ven aquí, Dudders, cariño, nos vamos de viaje-Dudley seguía acurrucado en su rincón, temblando de miedo. Se levantó despacio, pegado a la pared, y cogió la mano que su madre le tendía-¿Qué tenemos que hacer?-Tía Petunia, aunque tembló visiblemente al mirar a Lupin (llevaba una túnica andrajosa que a ella parecía darle asco), seguía decidida.
-Nada, sólo tienen que tocar este libro-miró su reloj-Bueno, vamos allá.
Estiró el brazo con el libro, y Harry lo tocó con los dedos al instante. Tía Petunia estiró un brazo tembloroso y tocó el libro con un solo dedo. Tío Vernon, agarrando el hombro de su hijo con una mano, y Dudley, que parecía a punto de desmayarse, también lo tocaron.
Entonces, Harry sintió la conocida sensación de que tiraban de él desde un gancho en el ombligo, y que sus pies se elevaban del suelo en un torbellino de viento y colores. Oyó a su lado la exclamación de sorpresa de tía Petunia, y el agudo grito de Dudley, y luego sintió que tocaba el duro suelo con la punta de los pies...
Harry perdió un poco el equilibrio, pero, ya acostumbrado al traslador, no cayó. En cambio, tanto Dudley como sus tíos cayeron al suelo nada más tocarlo. Por desgracia, su primo cayó sobre él, derribándolo, y, dadas las dimensiones de Dudley, aquello no era para reírse. Cuando se pudo escabullir, y recuperó la respiración, levantó la vista, y al hacerlo el mundo se le vino abajo.
Estaban en el número 12 de Grimmauld Place.
Harry se levantó y miró a su alrededor. Todo estaba como lo recordaba. Los retratos de los lados del pasillo en que se encontraban estaban todos dormidos, y roncaban acompasadamente. Al final del pasillo, unas raídas cortinas cubrían el viejo retrato de la insoportable madre de su padrino. Miró a Lupin.
-¿Qué hacemos aquí?-preguntó con una voz ahogada que no era la suya. Estaba temblando.
-Tranquilo, Harry. No pasa nada. Ven al comedor, siéntate un rato-Lupin lo miraba muy preocupado, y Harry supuso que tendría mala cara. Se sentía fatal. No soportaba mirar lo que había allí, todo le recordaba a Sirius. Lupin lo llevó cogiéndolo fuertemente de los hombros. Los Dursley se habían quedado donde habían caído, temblando y mirando los retratos con los ojos desorbitados. Lupin los dejó allí y acompañó a Harry hasta un sillón cómodo, donde lo dejó sentado para ir a buscar una botella de cerveza de mantequilla. Al beberla, Harry sintió que el cuerpo se le calentaba un poco, pero el abismo de su interior le resultaba insoportable. Creía que no aguantaría mucho.
Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para compadecerse de sí mismo, porque unos instantes después se apareció en medio de la habitación Albus Dumbledore, el director de Hogwarts, con su larga barba blanca y sus profundos ojos azules, tras unas gafas doradas de media luna. Al momento de llegar, Dumbledore se volvió hacia Harry y se agachó delante de él, cogiéndole las manos.
-Harry, ¿estás bien?, ¿te han herido?
-Está bien, Dumbledore, cuando nos fuimos aún no habían llegado-Lupin se había levantado del sillón de enfrente, y miraba a Dumbledore, que también se puso erguido.
-¿Qué le pasa?
-Es la impresión. Parece que le ha afectado volver a esta casa, ya sabe…
-Bien, entonces ya se le pasará. ¿Y los muggles?
-En el pasillo. Están bastante asustados, la verdad.
-¿Seguro que no había nadie más?
-Yo no vi a nadie.
-Perfecto. Quédate un rato con Harry, yo intentaré hablar con los muggles.
-Muy bien, profesor.
Harry captó la conversación algo lejana, tardando en entender las palabras que se decían. Aunque se sentía fatal, poco a poco iba controlándose, y pudo darse cuenta de que Dumbledore se había ido y él se encontraba solo con Lupin. Entonces se oyó un grito, que Harry reconoció como de tía Petunia, y un bramido de tío Vernon, seguidos de los incoherentes insultos de la señora Black, que se había despertado.
Lupin salió un momento de la habitación para cerrar las cortinas, que después de un rato cedieron, y se dejó de oír la voz de la mujer. Entonces Lupin volvió y se sentó al lado de Harry.
-¿Estás ya mejor, Harry?-Harry no pudo dejar de notar lo viejo que parecía, aunque tendría unos 38 años. Las arrugas le cubrían la cara, y sus ojos dorados parecían cansados. Le sorprendió que, después de todos los desprecios, pérdidas y marginaciones que había sufrido, siguiera sonriendo con aquella calidez, dando confianza y fuerza al que lo miraba.
-Sí. Lo siento, es que al ver esta casa…
-No tienes por qué disculparte, Harry, es muy normal que te derrumbes. Has sufrido mucho, y necesitas expresar tus sentimientos. Pero, ¿sabes? Estoy seguro de que Sirius hubiera querido que siguieras adelante. Has sufrido graves pérdidas, las personas que más te querían te han abandonado, lo sé, pero no puedes, y no debes, encerrarte en tu desesperación. Ni tus padres ni Sirius lo habrían querido. Haz que, desde donde quiera que estén, se sientan orgullosos.
Harry miró a los ojos a su ex-profesor, a esos ojos profundos y llenos de arrugas que le sonreían, y se sintió mucho mejor. Lupin tenía razón, no podía abandonarse así.
Recordó la profecía, esa profecía que tanto sufrimiento le había causado, y se dijo que la cumpliría. Pensó en los Longbottom, en los Prewett, en tanta gente que había sufrido por culpa de Voldemort y de su teoría de la "limpieza de sangre", y se dijo que no permitiría que sufriera más gente inocente, que lucharía por la paz.
Si tenía que elegir entre ser asesino o asesinado, tenía muy claro cuál prefería. Mataría a Voldemort.
-Bien, veo que te ha mejorado la cara. Me alegro. Pronto llegará más gente, esta noche vendrán Ron y Hermione, y podrás olvidar tus penas. Ahora, si no te importa, me gustaría hablar con el profesor Dumbledore.
Se levantó y se dispuso a salir de la sala, pero Harry lo llamó.
-Profesor…
-¿Sí, Harry?
Harry lo miró a los ojos y sonrió.
-Gracias.
