Quinto
-¿Dónde quieres almorzar hoy?- Le preguntó mientras vertía café en su tazón; radiante en ánimo como si nada hubiera ocurrido. Aunque Dana seguía enojada no podía ignorar que su esposo estaba haciendo un esfuerzo. Realmente lo extrañaba mucho.
- Tengo un antojo de mariscos.-
-¿Acaso no dicen que los mariscos son afrodisíacos?- Apuntó siniestro.
- No lo creo, a mí me dan ganas de dormir.-
-Entonces obligadamente tendrás que decidirte por el postre.- Le cerró el ojo en un perspicaz gesto, sacándole una sonrisa matutina.
Parecía que era el momento de volver al status quo, de arreglar sus problemas y expresar sus inquietudes. A las 1:00 PM lo esperó a la salida de su oficina, ella mostrándole que apagaba su teléfono móvil e instándolo a que hiciera lo mismo. Se tomaron de la mano y subieron al elevador.
Permanecieron apoyados en las cristalinas paredes mirando al exterior, luego Dana apartó la vista al tablero del ascensor.
-¿Qué pasa si aprieto ese botón rojo de allí ahora?- Se refirió al botón Stop mirándolo diabla.
-Pues al ser esta una empresa de accidentes de alto riesgo suena una alarma y vienen los bomberos, la fuerza aérea, la armada y el ejército… No querrás llamar la atención de toda esa gente, a menos que quieras voyeristas.- Trunks exageró subiendo una ceja.
-¿Sólo porque un ascensor se quedó estacionado entre dos pisos? ¡Eres un mentiroso!-
Sus risillas fueron distraídas cuando el ascensor se abrió en el séptimo piso y una voz que Dana no tenía en gratitud llenó el espacio.
-¡Ay Trunks! Qué regio que te encuentro, necesito que almorcemos juntos, me llegó el fax de esa empresa por la que luchamos tanto, ¿la recuerdas? Ahora quieren discutir el convenio y nuestros términos lo antes posible… ¿por qué apagaste tu celular a todo esto?-
-¡Oh, ¿de veras, qué excelente noticia, yo pensaba…-
Un apretón en su mano le recordó que esta vez no estaba solo y que tenía un compromiso, la emoción de la noticia lo hizo olvidarse de su entorno. Pero Dana no pasó por alto ni su impertinencia ni el descaro de llamarlo Trunks en vez de Sr. Briefs; como si fueran amigos de toda la vida. Celos y un sentido de propiedad la impulsaron a pelear por lo suyo.
-Lo siento Ayra pero mi esposo y yo tenemos cosas que hablar, puedes verlo después de almuerzo.- Su agarre se extendió a su brazo, respondiéndole con una mirada felina.
- Por favor Dana, no cre…-
-Señora de Briefs o Señora Sterling- La interrumpió secamente, dispuesta a discutir si era necesario.
-OK; Señora Sterling.- Recargó con ponzoña. -Necesito hablar con su esposo ahora, es muy importante, de eso depende un contrato de millones de dólares.-
-Si es tan importante entonces la otra empresa nos esperará- La rubia fue tajante, todavía no soltando su brazo.
Trunks pensó que era hora de intervenir esa pelea de faldas, aunque le había prometido a su esposa almorzar con ella no podía cerrarse a la importancia del otro asunto. Trató de ser lo más gentil y atinado posible, dirigiéndose a ella atentamente.
-Dana por favor, sólo será por esta vez. ¿Por qué no vienes con nosotros para que te enteres en qué nuevos negocios estamos ahora?-
El ascensor volvió a abrirse; un puñado de gente entró pero una que ya estaba adentro salió. Trunks exhaló pesada y ruidosamente por sus fosas nasales, su brazo estirado hacia las hojas de hierro.
-No te preocupes, la noticia que te daré sí que te va a levantar el ánimo.- Apeló con escondida ironía, sonriendo coquetamente al pobre asentimiento de su jefe.
